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Turandot por Dulce_Pena_Hime

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Notas del capitulo:

¡Hola a todas!!

Me disculpo por las demoras tan grandes, pero con la escuela, el trabajo, la vida familiar, la falta de inspiración y los pretendientes (que casualmente me acaban de aparecer como 2 o 3 ¬¬) Mi vida es un caos y me resta mucho tiempo libre.

Bueno, les dejo este capítulo que, espero, sea de su agrado y disculpe mi desaparición.

Igual me disculpo por no haber respondido aun sus reviews, lo hare con mucho gusto luego de esta semana (Para el viernes tengo que exponer sobra TODAS las independencias de América y estamos de acuerdo de que no son poquitas ¿verdad? - y solo me sé la de México xD-- jaja...)

En fin. Me tratare de organizar mejor para no volver a demorar tanto - ya que no me he olvidado del fic., de ustedes, ni de los próximos proyectos que tengo en mente, porque en efecto, amenazo con seguir pasándome por aquí con nuevas ideas.

Bueno, no les quito más tiempo.

TERCER ACTO: ASGARD

ESCENA 10: CAMINO SINUOSO.

 

El carruaje avanzaba por las solitarias calles de Asgard. Dentro de este el silencio era abrumador, haciendo que el ambiente se sintiera cargado de tensión.

Ryuichi miraba el panorama que le proporcionaba la ventana, un paraje, de cierta forma, lúgubre. Pero sus pensamientos no estaban enfocados en aquello; lo que lo mantenía preocupado era su hermano menor. Recordaba que Shuichi no se veía muy bien cuando salió de “la posada de los muertos”; se veía molesto y deprimido, sumado a una borrachera que lo hacía caminar con torpeza.

 

-          Shuichi. – Pensó.

 

Tuvo un mal presentimiento desde el momento que su hermano saliera de esa forma de la cantina, y se sentía mal consigo mismo por dejarlo ir de esa manera. Sin duda alguna era un mal hermano mayor.

 

-          Honey.

 

Ryuichi salió de su pensamiento tras escuchar la voz de su prometido. Volteó a verlo, notando como esos oscuros ojos lo miraban fijamente, analizando cada uno de sus movimientos.

Tatsuha tenía el rostro serio, algo que contrastante con su postura: una pierna cruzada sobre la otra y su barbilla apoyada sobre su puño con elegancia y cierta arrogancia.

 

-          Lo siento. – Dijo Ryuichi. Sabía que Tatsuha estaba preocupado por él pero también veía que no justificaba esa tristeza; era como si no confiara en que Eiri pudiera cuidar de Shu correctamente.

-          ¿Por qué no intentas calmarte? – Surgió.

-          Es… es que… - Guardo silencio, no podía poner en palabras como se sentía.

 

Tatsuha, en completo silencio, se levantó de su asiento y en un corto paso llego hasta Ryuichi, sentándose a su lado para sujetar su mano con seguridad.

 

-          Te aseguro que mi cuñadin se encuentra bien.

 

Ryuichi bajo el rostro para evitar ver aquellos intensos ojos y demostrarle su temor.

 

-          No olvides que esta con mi hermano, y Eiri nunca dejara que nada le suceda.

-          …sí…es cierto…. – Musitó tan bajo que contrabajo lo pudo escuchar su prometido.

 

Tatsuha solo presionó un poco la mano de su prometido, quien recargó su cabeza sobre su hombro, diciendo - sin palabra alguna - que necesitaba de su apoyo en esos momentos.

Con esa seguridad innata que tenía sobre sí mismo, Tatsuha acogió en sus brazos el cuerpo de Ryuichi, sintiendo como este se acurrucaba levemente entre ellos.

 

Siendo sincero consigo mismo – algo que siempre hacia – Tatsuha no estuvo de acuerdo en volver a palacio tan pronto, incluso estuvo postergando el momento y tratando de animar a Ryuichi por casi media hora; pero al notar la actitud preocupada de su prometido no tuvo más remedio que regresa.  No iba a obligar a Ryuichi a estar en un lugar en el que ya no quería estar, y aunque le gustara la fiesta de sobremanera, le era completamente primordial la tranquilidad de su prometido.

 

-          Haré lo que sea con tal ver hacerlo feliz. – Pensó, mientras sus dedos acariciaban sutilmente los finos cabellos del rey de Turandot, notando la suavidad de estos.

 

De nuevo en silencio, uno que ya no era tan tenso pero que aún parecía algo tedioso.

Ryuichi deseaba ir a ver a su hermano y asegurarse que había llegado bien a su habitación, quería verlo y - de ser posible - arroparlo un poco, como hizo cuando eran niños.

Tatsuha también pensaba en lo mismo, pero más que nada para que su prometido pudiera relajarse; quería ver que el rostro de Ryuichi lleno de calma y paz.

 

 

 

No pasaron más de 15 minutos para que llegaran a palacio. Siendo recibidos por dos soldados que se encargaron de abrir la portilla del vehículo.

Tatsuha fue el primero en bajar, con dos hábiles pasos que demostraban su destreza, pero sin perder ese porte que tanto distinguía a la nobleza de Asgard. Después de ello levanto la mano y espero paciente a que Ryuichi la tomara para poder bajar, haciéndolo con la misma elegancia pero sin la destreza de un guerrero. Y mientras eso sucedía, uno de los caballeros miraba a Tatsuha fijamente, con intensa y urgencia.

 

-          ¿Qué sucede? -  Preguntó Tatsuha sin voltear, sabiendo que tenían que decirle.

-          Ah… bueno… es que…… - Titubeó, sin encontrar las palabras adecuadas para hablar, pero dirigiendo una mirada rápida y urgente hacia Ryuichi. – Es… es su majestad.

-          ¿Qué? – Preguntó Tatsuha

-          Su majestad… el príncipe Shuichi.

 

 

 

Sus pasos resonaban en la fría piedra del largo pasillo que recorrían a gran velocidad, sus respiraciones se escuchaban levemente aceleradas y podían sentir sus corazones latiendo con gran fuerza dentro de su pecho.

A lo lejos podían ver a varias personas fuera de una habitación, esperando con impaciencia.

Llegaron con paso apresurado, frenando su andar de forma brusca. Ryuichi se inclinó y apoyó sus manos sobre sus rodillas mientras tomaba aire; mientras que Tatsuha, menos agotado por la carrera, miraba a las personas que estaban reunidas. Su padre, Eiri, Mika, Seguchi, K y Judy; todos con una preocupación latente en sus semblantes serios.

 

-          ¿Q-u… qué pas…o…? – Dijo con voz ahogada Ryuichi, sintiendo la boca seca. - ¿Có…cómo…… ahh… cómo está…? – Su voz era apenas notoria entre los jadeos.

-          Majestad, debe calmarse.  – Sugirió el rey de Asgard, apoyando una mano sobre el hombro de Ryuichi.

-          …ahh… Shu.… Shuichi…

-          Lo están examinando.

-          ¿Qué… qué le paso?

-          Eiri lo trajo a palacio, dice que se perdió el sentido y tenía una terrible fiebre.

 

Miró a Eiri en busca de alguna respuesta, pero este ni siquiera lo miró. Se quedó como estaba desde que le pidieron los galenos que saliera: recargado en la pared a un lado de la puerta, con la cabeza baja y los brazos cruzados, con su dedo índice golpeando con ritmo y constancia su brazo, demostrando lo impaciente y preocupado que estaba por Shuichi.

Ryuichi no se aventuró a preguntarle nada, era seguro que él tampoco sabía mucho y que igual lo mataba la angustia. Miró la puerta y entrecerró los ojos, conteniendo las lágrimas.

Shuichi no había tenido fiebre en años, no desde que se enterará de la muerte de su abuela - la emperatriz Noriko - eso era lo que más le preocupaba, porque a pesar de que su hermano fuera despistado y extraordinario para meterse en problemas, Shuichi era tenía unas defensas extraordinarias y difícilmente se enfermaba.

 

-          Shuichi. – Pensó preocupado sin dejar de mirar la puerta mientras se enderezaba.

 

Tatsuha se paró detrás de él, colocando sus manos sobre los hombros de su prometido.

 

-          Tranquilízate. – Le pidió su prometido.

-          …pero… pero Shuichi. – Dijo en voz baja, bajando el rostro y apretando los puños.

 

El silencio inundo el pasillo por largos segundos que poco a poco se tornaron en minutos, aunque en realidad nadie sabían si eran minutos u horas, el tiempo era amorfo y eterno, demasiada larga la espera, haciendo que la ansiedad y preocupación crecieran un sus cuerpos, manifestándose en una molesta sensación que venía del pecho y recorría su cuerpo.

 

Finalmente, y tras largo tiempo de espera, salió uno de los médicos que examinaba a Shuichi, notando como todos se acercaban a él, lanzando sin palabra aquella pregunta que ninguno se atrevía a pronunciar.

 

-          Su majestad Shuichi se encuentra fuera de peligro.

 

El semblante de todos se relajó en automático.

 

-          Pero está muy delicado.

 

¿Por qué demonios los médicos siempre daban las noticias a cuenta gotas? Eiri se molestó.

 

-          ¿Qué quiere decir? – Preguntó Eiri de forma hostil.

-          Tiene un fuerte resfriado que si no se cuida podría tornarse en pulmonía.

-          …ay no… – Ryuichi se estremeció, sintiendo como las lágrimas se formaban en sus ojos. Sintió claramente como los ojos le picaban.

-          Aún tiene mucha temperatura, la estamos controlando con hierbas medicinales, pero tardaremos un poco en bajarla por completo. Tampoco ha despertado e incluso ha estado delirando.

-          ¿Delirar? - Preguntó Eiri antes de mirar fugazmente la puerta.

-          Sugerimos que tenga reposo absoluto los siguientes días, que se alimente bien y tome las pociones que recetaré.

 

Eiri no dijo nada, simplemente bajo el rostro mientras examinaba las palabras del médico. Le preocupaba de sobremanera la situación de Shuichi, verlo en tan deplorable estado de salud era angustiante para él. Quería verlo, necesitaba verlo.

 

-          ¿Puedo entrar? – Preguntaron Ryuichi y Eiri al mismo tiempo.

 

Voltearon a verse con cierto recelo, simplemente no esperaban que el otro hiciera esa pregunta al mismo tiempo. Aunque eso no extrañó a ninguno de los presentes, quien es ya sabían que la angustia era palpable en ellos dos

 

-          Solo puede entrar uno de ustedes. No debemos alterarlo. – Fue la respuesta del médico.

 

Un molesto silencio se hizo presente en el pasillo, mientras Eiri y Ryuichi se miraban, peleando sin palabras sobre el derecho por entrar a verlo.

 

-          Es mi hermano. – Dijo Sakuma antes de entrar a la habitación, dejando a Eiri sin argumento alguno.

 

Solo pudo ver como la puerta se cerraba tras la espalda de Ryuichi, dejándolo a él excluido de todo aquello.

Se sintió idiota, burlado, estúpido, inútil ¡¿Por qué no podía entrar?! ¡Por qué demonios preguntó? ¿¡Por qué no se metió a la habitación sin importarle nada?! ¡Maldita sea, era el príncipe de ese reino!! ¡¡Podía hacer lo que se le viniera en gana!!

Una molesta sensación de rabia se apodero de su cuerpo, subiendo por su torrente de manera molesta e irritante. Estaba tan molesto que sentía su sangre palpitar pos sus venas, picando con ansiedad.

 

Alguien lo sujetaba del hombro de forma fraterna y presionó levemente su hombro, dándole apoyo incondicional.

 

-          Hijo. Ven. Necesitas descansar.

 

La voz de su padre lo regreso a la realidad.

Recordó que Ryuichi había entrado a la habitación, pero el rey de Turandot no había llegado solo hasta ahí. Volteó el rostro y vio como su hermano miraba, con preocupación disimulada, la puerta cerrada. ¿Preocupado? ¿Tatsuha preocupado por Shuichi? ¡Jah! Esa no se la tragaba, no después de ponerlo en tal riesgo.

No lo pensó siquiera, se soltó del suave agarre de su padre y avanzo en rápidas zancadas hacia Tatsuha.

 

-          ¡TODO ESTO ES TU MALDITA CULPA, TATSUHA! – Gruñó Eiri mientras le sujetaba de la ropa, empujándolo.

 

Tatsuha lo miró sorprendido, retrocediendo torpemente ante los movimientos de su hermano, hasta que chocó fuertemente contra la pared a su espalda, emitiendo un quejido de dolor.

 

-          ¡EIRI!

-          ¡MAJESTAD!

 

Gritaron todos al ver la agresiva y espontanea reacción de Yuki, quien en esos momentos reflejaba una mirada llena de resentimiento, como sí desconociera a Tatsuha como su hermano.

 

-          Hhhg… hhh … - Tatsuha se sujetó del brazo de Eiri, con los ojos apretados y el rostro deformado por el dolor, sus pies ya no tocaban el suelo, y el duro golpe contra su espalda le había sacado el aire de sus pulmones.

-          Eiri, suéltalo. – Ordenó Mika mientras se paraba a un lado de sus hermanos, tratando que Yuki entrara en razón.

-          Si no te lo hubieras llevado. ¡Shuichi estaría bien! - Pero Eiri no reaccionaba, en esos momentos solo pensaba en vengarse por lo que le ocurrió a Shuichi.

-          ¡Eiri, ya basta! – Insistió Mika

-          Esto no te lo voy a perdonar. - Apenas separó los labios.

-          Eiri – Llamo con voz  tranquila su padre mientras colocaba su mano en el hombro de su hijo mayor. – No armes un escándalo, Shuichi está descansando.

 

Esas palabras fueron suficientes para que Yuki se calmara.

Era cierto, Shuichi necesitaba descanso absoluto, y era seguro que parte de aquella disputa traspasará la barrera de la puerta y perturbara el sueño del príncipe.

 

-          Eiri, suéltalo. – Pidió su padre.

 

Yuki lo hizo lentamente, casi sin darse cuenta, dejándolo en el suelo para después retroceder

La adrenalina corría su torrente sanguíneo, la frustración seguía presente en su cabeza, respiraba levemente agitado por la ansiedad y su vista se perdía en la nada.

Sentía la impresiona necesidad de ver a Shuichi, pero que tantas personas estuvieran en la habitación podrían perjudicar la salud del príncipe.

Cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes, conteniendo los instintos asesinos contra Tatsuha y los deseos imperiosos de entrar a esa habitación.

 

-          Ve a descansar Eiri, te hará bien. – Insistió su padre. – Al alba podrás entrar a verlo.

 

¿Al alba? ¿Cuánto faltaba para el alba? MUCHO ¡¿Tenía que esperar hasta entonces para poder verlo?!

 

-          Vamos, Eiri. - Te acompaño.

-          ¡PUTA MADRE! – Gruñó a viva voz antes de alejarse de ahí, solo, bajo la atenta y preocupada mirada de los presentes.

-          Eiri, espe… - Mika trato de seguirlo, pero Seguchi le detuvo del hombro, haciendo que ella volteará a verlo.

-          Necesita estar solo.

 

Mika se quedó en silencio y miró con preocupación y tras ello asentó con la cabeza, sabiendo que su marido tenía toda la razón.

 

 

 

El pasillo era largo y silencioso; las antorchas - clavadas en las paredes - iluminaban con sus danzantes llamas los rápidos pasos de Eiri

Podía escuchar el repiqueteo de sus pisadas sobre el frío suelo de piedra, pero este sonido le parecía tan extraño que podía jurar que esas pisadas no eran suyas.

De hecho todo a su alrededor le parecía extraño y lejano debido a la angustia.

 

Él era un hombre que NO se alterará fácilmente por algo. No era una persona que demostrará de sus emociones, mucho menos que perdía fácilmente los estribos. Sin embargo la condición de Shuichi lo había alterado de sobremanera. ¿Y quién no se alteraría? Ver la forma en la que se desvaneció, sentir como su cuerpo se volvía laxo entre sus brazos, notar la elevada temperatura de su cuerpo y su dificultosa respiración; todo eso alteraría a cualquiera.

Recordó  su manera de caminar, esos mareos, el estremecimiento de su cuerpo, su rostro enrojecido y su dificultad para respirar. Todo eso lo atribuyó a una borrachera cuando en realidad eran los signos de enfermedad ¡¿Por qué demonios no se dio cuenta antes?!  ¿Por qué no le toco el rostro para notar que ardía en fiebre? ¡¿Por qué se confió tanto?!

 

Pero no podía culparse solamente él. Tatsuha y Ryuichi también tenían parte de culpa, después de todo, era 100% seguro que fuera idea de esos dos salir de palacio y pasar un momento divertido.

¿Por qué no estaban con Shuichi cuando él llego? Seguramente lo dejaron a solas un momento para ir a algún lugar oculto a darse alguna que otra pasional muestra de cariño. ¡Claro! Si desde que se reunieron esos dos parecían adolescentes enamorados: tomados de la mano, derramando miel por todos lados, mirándose con ojos de borrego a medio morir, abrazándose y besándose todo el tiempo ¡Por Natura! Solo les faltaba que se dieran de comer en la boca. ¡Aahhhgg! ¡QUE CURSI!

 

Pero eso era "punto y aparte". Shuichi era en lo único que se tenía que concentrar.

 

¿Por qué demonios Shuichi acepto ir con ese par de lerdos? De acuerdo, uno de ellos era hermano de Shuichi y no era correcto insultar a un rey; pero Ryuichi, estando con Tatsuha, era peor que un niño de preescolar; ellos dos eran el colmo del noviazgo.

 

De nuevo se desviaba de punto.

 

Shuichi no tenía por qué haber ido a la posada de los muertos con ellos dos – ni con nadie – si se sentía mal; mucho menos ponerse a tomar de esa manera. Ya que, por culpa del alcohol, él no se dio cuenta de su estado de salud cuando lo fue a buscar. ¡Shuichi también tenía parte de culpa en todo eso! Aunque tal vez Shuichi no sabía que estaba enfermo, era probable que pensara que esos malestares eran por el alcohol.

 

¿De qué le servía ponerse a buscar culpables en ese momento? Shuichi ya estaba enfermo, y encontrar a un responsable no le quitaría el resfriado al príncipe. Tampoco lo ayudaría para poder entrar a comprobar con sus propios ojos cómo se encontraba.

 

-          Shuichi. – Musitó con preocupación pero sin dejar de mirar la nada.

 

Se sentía cansado, molesto, frustrado. Sabía que tenía que sacar todos esos sentimientos de su interior. Pero no sabía cómo, y la única manera que encontró – hasta el momento – fue andar por los corredores sin rumbo fijo, esperando que esa larga caminata le ayudara a canalizar sus emociones, así tuviera que caminar hasta que amaneciera ¿Que importaba?

 

En su andar llego a un cruce de pasillos al que no le prestó mayor atención mientras pasaba de largo, pero a los pocos pasos de haberlo atravesado se detuvo en seco. ¿Había visto bien? Retornó en su andar hasta llegar al crucero, viendo hacia su lado derecho.

 

-          ¿Suguru? – Pensó confundido.

 

A menos de 5 metros de distancia se veía una puerta entreabierta, la puerta que llevaba a la recamara donde el vizconde descansaba.

 

No era posible que Suguru estuviera despierto a esa hora de la noche. Él siempre dormía temprano, además, estaba un poco delicado de salud y tenía que descansar. No tenía por qué estar su puerta abierta a menos que él estuviera despierto.

No iba a quedarse con esa duda. Se encaminó con paso tranquilo, silencioso y seguro hacia la habitación de su prometido, llegando hasta la puerta y parándose a un lado de esta.

 

-          ¿weiqi?*  – Preguntó Suguru con curiosidad. – No, No lo conozco ¿Cómo se juega? – Ahora mostraba entusiasmado, pero también se notaba claramente que el vizconde confiaba en la persona con la que estaba hablando, de lo contrario no sería tan informal.

 

Pero ¿con quién hablaba? No podían ser sus hermanos o su padre, ellos estaban con Shuichi; Suguru tampoco era de los nobles que se relacionará fácilmente con los sirvientes ¿entonces?

No lo dudo ni un solo segundo. Tomó la perilla de la puerta y la abrió, entrando a la habitación ocultando su curiosidad bajo un semblante de autoridad que le ofrecía su título y su compromiso con el vizconde.

Pero no pudo evitar abrir levemente los ojos y la boca al ver esa escena: Suguru estaba sentado en la cama, abrazando sus piernas, mirando con sus grandes ojos a Nakano, quien miraba al vizconde desde la silla que estaba al lado de la cama.

 

Hiroshi y Suguru no pudieron evitar pegar un pequeño brinco al darse cuenta de que alguien había entrado de manera imprevista en la habitación.

 

Hiroshi se paró de forma precipitada, casi tirando la silla ante su bruco movimiento.

 

-          ¡M-maa- Majestad! – Hiroshi no caía en su sorpresa, pero no era solo asombro lo que había en su rostro; también había un rastro de temor y angustia.

-          ¿¡Eiri!? – Preguntó Suguru extrañado, pero su sorpresa no paso de ese punto, como si fuera extraño que lo fuera a ver.

 

Eiri lo miró de forma despectiva, dándose cuenta de qué el caballero se encontraba tan aturdido que tardo algunos segundos en hacer una reverencia ante él, como si de repente recordará su papel.

Chasqueó la lengua en silencio al mismo tiempo que se cruzaba de brazos. ¡Lo que le faltaba! Que ese bueno para nada de Nakano estuviera haciéndole compañía a Suguru. ¿Qué mierda tenía que hacer ahí dentro? ¿Qué no tenía que estar al lado de Shuichi, cuidándolo? ¡¿Qué no se supone que ese era su trabajo?! Sin duda alguna eso es lo que tenía que hacer, pero desde que él conociera a Shuichi, no había visto mucho del “trabajo” de Hiroshi; después de todo, había sido él quien había salvado a Shuichi en diversas ocasiones, mientras Nakano solo observaba, como si fuera un simple espectador.

La sangre volvió a calentarse en sus venas, recorriendo su ser de manera caótica, recordando toda la frustración que sintió momentos atrás y que aumento en el momento mismo que vio a ese caballero.

 

Hiroshi, por su lado, seguía en reverencia, como si esperará la orden para poder enderezarse, y la razón era porque no tenía la confianza de poner enderezarse y mirar al futuro Rey de Asgard.

¿Cómo verlo a la cara cuando estaba cometiendo una falta? Cuando estaba en un lugar en el que NO tenía por qué estar, menos a esa hora de la madrugada.

¿Qué haría si le preguntaba: Que hacia ahí?

Decirle la verdad podía escucharse como “Cortejo”, algo que no era cierto.

¿Mentirle? Pero ¿qué podía decir? No había nada que se le ocurriera y fuera una buena razón para justificarse.

 

Y mientras Eiri y Hiroshi se hundían en sus pensamientos. Suguru, desde su cama y con gran tranquilidad, miraba a los dos hombres que ya estaban de pie en su recamara.

Entendía perfectamente el nerviosismo de Hiroshi, pero no podía dejar que Eiri lo castigará, ya que fue él quien le pidió que le hiciera compañía.

Por otro lado podía ver a Eiri muy enojado, pero estaba seguro que ese enojo no era causado por encontrar al caballero en su recamará; había algo más que tenía molesto al príncipe. Además, Eiri tenía una marca roja en la boca, una que que comenzaba a ponerse oscura solo tenía que sumar “2+2” para saber que su prometido se había peleado ¿con quién? Y ¿Por qué? ¿Por eso estaba molesto?

 

El silencio en la recamará era incomodo, pero tras largos segundos que parecieron eterno, Eiri hablo, con voz grave, fría y seca, destilando toda la frustración que sentía en esos momentos contra Hiroshi.

 

-          Tú no tienes nada que hacer aquí. ¿O sí?

 

Nakano no respondió, sabía que, en efecto, no tenía nada que hacer ahí.

-          Yo le pedí que se quedará. – Suguru respondió retirando la responsabilidad a Nakano. – Caballero, puede enderezarse. – Añadió de forma amable.

 

Nakano dudo por unos segundos, pero tras ello se enderezó, aunque mantenía la cabeza ligeramente baja.

Eiri no le dijo nada, simplemente miró a Suguru y lo escrutó con sus ojos, sabiendo que eso no amedrentaría al vizconde, quien simplemente veía con gran tranquilidad al príncipe. Dejando al caballero en segundo plano.

 

-          ¿Qué haces despierto a esta hora?

-          ¿Qué te paso?

-          Yo pregunte primero.

-          No podía dormir. – Respondió.  – Le pedí al caballero Nakano que me contará cosas sobre Turandot; y él amablemente cumplió mí demanda.

-          Ahh ¿Saliste a buscarlo?

-          No. Vino a ver cómo me encontraba.

 

Hizo una discreta mueca con la boca demostrando su desaprobación ante aquellas palabras y  después miró de nuevo a Hiroshi, con gran molestia y receló.

 

-          ¿Qué? ¿Sigues aquí? – Gruñó con voz contenida.

-          ¿eh? - Hiro lo miró con extrañeza.

-          ¿Qué no te piensas largar de una buena vez?

-          No le hables así. – Ordenó Suguru con voz segura pero tranquila.

 

Hiro volteó a mirarlo, sorprendido por la defensa del vizconde.

Eiri también volteó a verlo, no con sorpresa pero si con seriedad, no le gustaba que lo defendiera.

 

-          El caballero Nakano me ha hecho compañía y ha sido muy amable conmigo. - Eiri apretó los labios molesto. -  Te pido que no seas grosero con él.

 

Eiri casi lo fulmina con la mirada. ¿Le pedía ser amable con ese sujeto que tan mal le caía? ¿Le pedía no ser grosero cuando estaba que se lo llevaba la fregada? ¡¿Le pedía ser cordial precisamente a él?!

 

-          Si tiene TANTO tiempo libre, debería hacer su trabajo y cuidar a Shuichi.

-          ¿eh? – Dijo Hiroshi extrañado

-          ¿A qué te refieres? – Indagó Suguru extrañado.

-          A que “este” tendría que hacer su trabajo correctamente. – Le dijo a Suguru como si Nakano no estuviera presente. Después de eso volteo a verlo. - ¿Dónde diablos estabas cuando el imbécil de mi hermano se lo llevó?

-          …Ehh… ah… bue-bueno yo… - Tartamudeó sin saber que decir.

-          Ah… ¿así que sí lo sabías? ¿Sabías que se lo llevaron a la ciudad?

-          …S-si, pero…

-          ¿Dónde carajos estabas?

 

¿Qué decirle? “Estaba practicando con la espada porque quiero tener otro duelo con el vizconde y esta vez ganarle”.

 

-          ¿Llevarlos a dónde? – Indagó Suguru al ver el silencio de Nakano.

-          A la posada de los muertos.

-          ¿A la posada? – Preguntó como si no creyera lo que había escuchado.

-          ¿A dónde más los llevaría Tatsuha?

 

Suguru suspiró de forma cansada y negó con la cabeza mientras sus labios se movían en una frase que no tenía voz, pero que Eiri pudo leer como un “Tatsuha no cambia”.

Yuki ignoró aquello, en esos momentos solo quería culpar a alguien de la condición de Shuichi, y el blanco en esos momentos era Hiroshi.

 

-          Si hubieras estado con él, tal vez no habría ido. – Regañó a Hiroshi. – O tal vez sí; pero al menos no hubiera pasado lo que paso.

-          ¿Qué paso? – Indagó Fujisaki.

 

Eiri no respondió, seguía concentrado en Nakano.

 

-          Si hicieras BIEN tu trabajo, yo no hubiera tenido que ir a buscarlo. ¡Y Shuichi no estaría enfermo! – Llegó al punto central de la situación.

-          ¡¿Shuichi enfermo?! – Pregunto Nakano, olvidando que hablaba con un príncipe.

-          ¿Qué? ¿Ahora te importa?

-          No… no es posible… - Dijo para sí mismo.

-          ¿No lo sabías? – Preguntó con sarcasmo de forma hiriente. - ¡Claro! ¿Cómo demonios vas a saberlo? Si no haces bien tu trabajo.

 

Hiro no le prestó atención a las hirientes palabras de Eiri. Simplemente se concentró en lo que el príncipe había dicho.

Shuichi enfermo… Shuichi enfermo… Shuichi enfermo.

No lo pensó ni un segundo más. Giro sobre sus pies y salió corriendo  de la habitación para ir a ver a Shuichi, olvidando despedirse y mostrar respeto hacia los dos nobles.

 

-          Que falta de educación. – Gruñó Eiri en voz baja al sentir como cruzaba a su lado.

 

Suguru lo miraba con perspicacia.

 

-          Eiri. – Llamó con voz monocorde.

-          ¿Qué? – Dijo de mala manera.

-          ¿Qué fue lo que paso?

 

Pensó pos unos segundos y tras ello volteo el rostro hacia un lado.

 

-          Nada.

-          Claro. – Se recargó en la cabecera. – Por nada tienes la cara golpeada.

 

Eiri no respondió. Sabía que era imposible engañarlo; Suguru era demasiado inteligente y perspicaz. Suspiró y camino con paso hasta la silla, donde se dejó caer de mala manera.

Suguru miró a Eiri, notando como este le desviaba la mirada. Un silencio turbio y molesto los rodeaba.

 

-          Eiri

-          Soy un imbécil.

 

Suguru no respondió ante aquello, simplemente miró como Eiri se estremecía levemente a causa del enojo contenido; sabía que tenía algo que contarle, así que espero paciente, que hablara cuando se sintiera preparado para ello.

 

+-+-+-

 

Sus pasos retumban en sus oídos, lejanos, como si alguien corriera atrás de él; avanzaba a zancadas, pero sentía que estas no avanzaba en lo absoluto como en esos sueños donde corres y nunca llegas.

Con la respiración errática, el rostro perlado y las mejillas sonrojadas, seguía avanzando, sintiendo la boca seca y su corazón palpitando con fuerza, mientras que su pensamiento sólo se concentraba en ese joven príncipe al cual servía.

Tras aquel largo y eterno camino, Hiroshi logró llegar a esa habitación, abriendo la puerta sin previo aviso, entrando con fuerza y frenando sus pasos de forma busca.

 

-          ¡Shuichi!

 

Miró la cama descubriéndola que solo había dos doncellas que la arreglaban; las ignoró y giró el rostro hacia todos lados, hasta descubrir a Shuichi, dentro en una de las esquinas una bañera de mármol y de tamaño individual. Ryuichi estaba al lado su hermano, mirando al caballero recién llegado, sorprendido por su grotesca entrada pero comprendiendo sus motivos.

Nakano se acercó con paso trémulo, tratando de controlarse para no correr e inundando sus papilas con esas imágenes, sentía como el aire en sus pulmones era contenido y un hueco se formaba en su estómago.

Ahí estaba Shuichi, sin sentido, vestido con un sencillo camisón que se le pegaba a la piel, con las mejillas arreboladas y la respiración errática; sumergido en esas aguas que tenían tono verdoso, emanaban un discreto vapor y un sutil aroma a hierbas amargas.

 

-          Hiro. – Musito Sakuma en cuando este se detuvo a su lado.

 

Nakano no respondió, en esos momentos llegaban a su cabeza los recuerdos de un Shuichi más pequeño pero en una situación extremadamente parecida, provocándole un terrible mareo a causa de la ansiedad.

Alguien le sujetó del hombro, haciéndole regresar a la  realidad, volteó el rostro y pudo ver a una de las doncellas tras de él.

 

-          Usted no puede estar aquí. - Fue amable al hablar

-          ¿eh?

-          Por favor, le pido que salga.

-          No, Shuichi.

-          Su majestad debe descansar; por favor, le pido que salga.

-          Déjelo. – Habló Sakuma

-          Pero  majestad.

-          Dije: Déjelo. – Esta vez fue una orden.

-          … Cómo usted ordene. – Añadió la mujer haciendo una ligera reverencia para continuar con su trabajo.

 

Hiroshi se hincó a un lado de la tina y sujetó una de las manos de Shuichi, notando su piel fría y laxa.

 

-          ¿Shuichi? – Llamó

-          No tiene sentido. – Respondió Ryuichi antes de retirar unos mechones húmedos de su frente.

 

Hiro lo miró con impotencia, sintiendo un gran pesar en su corazón al verlo en esa condición; los ojos le picaban levemente por lágrimas contenidas. Pegó su frente a la mano que sostenía de Shuichi y cerró los ojos con fuerza.

 

-          Perdóname, Shuichi. Debí estar ahí.

 

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Eiri salió de la alcoba de Suguru, cerrando con cuidado para ocasionar el menor ruido posible.

Inhalo profundamente y exhalo de la misma manera, se sentía un poco más ligero y lúcido después de platicar con Suguru; sin embargo algo seguía punzando su corazón.

Sabía que esa ansiedad venía por Shuichi, quería conocer su estado de salud, pero tenía que entender que no siempre sería lo que él quería, por el bien de Shuichi.

¿Cómo estará? ¿Ya habrá despertado? ¿Se sentirá bien? ¿Recordará lo que paso?

Apretó levemente los labios. Quería ver a Shuichi, necesitada verlo.

 

-          Majestad.

 

Eiri salió de sus pensamientos y volteó a ver quien lo llamaba. Seguchi lo miraba con seriedad y sin una sonrisa en sus labios, algo pocas veces visto en él.

 

-          ¿Qué ocurre? - Pregunto Eiri.

-          Majestad ¿Ocurre algo?

-          Nada. – Dijo mientras soltaba la perilla de la puerta. - ¿Qué sucede? – Insistió en el tema.

-          Hay un asunto que debe solucionar.

-          ¿Ahora?

-          Ahora. – Respondió Seguchi casi molesto.

 

Giró sobre la planta de sus pies y empezó a caminar con paso firme. Eiri lo miró por unos segundos y tras ello lo siguió, sabiendo que eso es lo que Thoma quería que hiciera.

Ninguno pronunció palabra durante el largo recorrido que hicieron. Yuki no sabía a dónde se dirigían mientras recorrían los largos pasillos del palacio, pero su destino quedo claro cuando llegaron a unas escaleras de piedra que se dirigían hacia abajo y que carecían de luz.

 

-          ¿Por qué vamos a la ergástula*? – Preguntó Eiri mientras veía como Seguchi sostenía una de las antorchar que estaba en la pared para poder iluminar su camino.

-          Es lo mismo que yo quiero saber. –  Fue la respuesta de Seguchi quien hablo sin siquiera voltear a verlo.

 

Yuki no comprendió las palabras del marqués pero no indagó más, sabía que cuando Seguchi actuaba de esa manera era inútil preguntar. Lo vio bajar las escaleras y le siguió de cerca para poder iluminarse con la luz de la antorcha.

La temperatura descendía a medida que bajaban, el cargado aroma de la humedad llegaba a su nariz e inundaba poco a poco sus pulmones; el frío se cernía sobre sus ropas, traspasándola y llegando hasta su piel de forma molesta; pero nada de eso les impidió seguir bajando hasta llegar a un largo y oscuro pasillo que recorrieron con calma, como si el tiempo no importará en absoluto.

Finalmente llegaron a una vieja y oxidada reja que en esos momentos se encontraba abierta, algo que extraño a Eiri. La ergástula no permanecía abierta a menos que estuvieran interrogando a un prisionero.

Continuaron el camino por un largo pasillo creado por celdas que en esos momentos se encontraban vacías, era muy raro que alguien estuviera en ese lugar cuando el reino entero se había unificado para evitar que alguien dañara a un semejante, salvo extrañas y esporádicas excepciones.

A lo lejos, Eiri pudo escuchar la voz de un hombre, quien hablaba con voz fuerte y directa, al inició le fue imposible reconocerlo, pero a medida que se acercaba se daba cuenta que esa voz era de K. ¿K interrogando? Debía ser algo delicado para que él - quien dirigía al ejercito - accediera a interrogar a un prisionero.

 

-          ¿Cómo sé que no mientes? ¿Qué no estás poniendo las cosas a tu favor?

-          He dicho toda la ver… - El hombre guardo silencio en cuanto llegaron Eiri y Seguchi.

 

El gestó de Yuki se descompuso en cuanto sus ojos chocaron con la persona que investigaba K, reconociéndolo como "el acosador de Shuichi" ¿Cómo se llamaba? No lo sabía y tampoco no le interesaba. ¿Por qué tenía que ver a ese sujeto de nuevo?

Por el rabillo del ojo miro a Seguchi, juraba que en cuanto tuviera oportunidad le pediría una clara y justa explicación de aquel molesto encuentro.

 

-          Majestad. ¿Usted envió a este hombre a la ergástula?

-          Deja que se pudra en este lugar. – Dijo antes de dar media vuelta para salir de ahí.

-          Este hombre no ha hecho algo que merezca semejante castigo. – Añadió K sin moverse de su lugar.

-          Traición a la corona ¿Te parece poco?

-          Me parece que está exagerando.

-          ¡Exagerando? – Repitió de mala manera. – Este imbécil trato de seducir a Shuichi.

-          Yo no sab…

-          Y encima se atrevió a buscar pelea conmigo ¿Te parece que exagero?

 

K y Seguchi se miraron por una fracción de segundo. Aquello no los llevaría a nada bueno. Se dieron cuenta de que tratar de arreglar el problema con esos dos hombres no fue buena idea, ya que Eiri no estaba dispuesto a perdonar lo que "le habían hecho".

 

-          Majestad, venga conmigo. – Pidió Seguchi.

 

Eiri lo siguió, sabía que quería hablar con él, aunque él no estaba de ánimos para escuchar los sermones del marqués; pero prefirió ir con él que seguir viendo la cara de ese sujeto.

 

Salieron de la celda y caminaron por el largo pasillo hasta llegar a otra celda, una que estuviera alejada para que ni K ni Alex fueran capaces de escuchar su conversación.

 

-          ¿Para qué demonios me trajiste hasta aquí?

-          Para poder hablar.

-          ¡Eso ya lo sé! Lo que quiero decir es que no tenía por qué venir a la ergástula.

-           Como ya le dije, Majestad. Lo traje a la ergástula para poder hablar. – Seguchi completo su frase tras ver que Eiri no la comprendió correctamente.

-          Si lo envié aquí fue por su falta.

-          Lo envió aquí porque quería desquitarse.

 

Eiri guardo silencio, eso era cierto y Seguchi se había dado cuenta; en verdad que odiaba lo perspicaz que era ese hombre.

 

-          El joven Weller ya nos contó los hechos. – Se recargó en la pared. – Sabe que cometió una falta al buscar pelea con usted. Sin embargo él no sabía contra quien se enfrentada ni a quien intentaba conquistar.

-          Falta de cabeza.

-          Usted tampoco la uso.

 

Eiri lo fulminó con la mirada.

 

-          ¿Por qué entro encapuchado a la posada?

-          ¿Por qué no hacerlo?

 

Seguchi suspiró con cansancio y resignación. Con esa actitud arisca sería imposible razonar con él. Aunque estaba - de cierta forma - acostumbrado. Eiri siempre actuaba de esa forma para defenderse cuando sabía que tenía las de perder. A veces era tan crío.

 

-          Majestad. – Dijo. - ¿En verdad pretende dejarlo aquí?

-          ¿Crees que lo envié para que pasará unas vacaciones?

-          Sabe perfectamente que este hombre no se puede quedar aquí.

-          ¿Por qué no?

-          No ha cometido ninguna falta.

-          Ya les dije su delito.

-          ¿Debo recordarle la responsabilidad que usted tiene sobre lo sucedido?

-          Tks…

-          ¿Lo ve? – Esa frase fue un remate que molesto más a Yuki.

-          ¿Así que lo van a dejar ir? Y claro, yo quedaré con el estúpido futuro rey.

-          Es imposible razonar con usted cuando está enojado.

-          No estoy enojado.

-          Claro, claro. – Le dio por su lado. – Pero si lo dejamos aquí por lo sucedido, todo el reino creerá que usted será un rey despiadado; y sabe que puede perder la corona por eso.

-          ¿Despiadado? – Sonrió con arrogancia. – Lo seré si alguien se atreve a ponerle una mano encima.

-          Ahora lo entiendo.

-          ¿Entiendes qué?

-          No le importa que lo vean como despiadado o como estúpido. Todo gira en torno a su majestad Shuichi.

-          ¿De dónde sacas semejante mierda? - Desvió la mirada.

 

Seguchi no dijo nada, pero su mirada mostraba un toque de amabilidad y comprensión.

 

-          Majestad. Cuando estábamos en Turandot y me contó lo que sucedió esa noche. Yo le di mi punto de vista y lo que consideré mejor para los dos.

-          Estas diciendo que todo lo sucedido es mi culpa.

-          No estoy repartiendo culpas. Solo digo que la decisión de dejar Turandot fue suya.

-          Tú me dijiste que lo hiciera.

-          Yo sugerí que lo hiciera. - Bajo la mirada. - Ahora veo que no fue la mejor decisión, ya que esta situación se ha tornado demasiado difícil para los dos. Y además están arrastrando a terceras personas en todo esto.

-          Hablas de Suguru.

-          De él, de el caballero Weller, de su padre y de todos los que les rodeamos.

 

Eiri guardó silencio, analizando las palabras de Seguchi. sabía que eran ciertas, que muchos se estaba viendo involucrados en todo eso.

 

-          Lo he estado pensando y considero que lo mejor será terminar con todo esto.

-          Suguru no quiere.

-          ¿Por qué?

-          Dice que no se ha esforzado tanto para dejar las cosas a medias. Y que yo no soy de las personas que no llegan al final.

-          Esa es la opinión de Suguru no la suya.

-          ¿La mía?

-          Yo le he dado mi punto de vista. Y tenga por seguro que su padre o a quien usted desee preguntarle le dará su resolución. - Lo miró - La pregunta es: ¿Cuál es su decisión?

 

Eiri lo pensó por algunos segundos, manteniendo la mirada fija en algún punto del suelo. Sabía que en sus manos estaba terminar con todo ese juego de una vez por todas. Una parte de él quería acabar con todo, la otra se negaba a no llegar al final. ¿Qué hacer?

Sin decir palabra alguna giró sobre sus pies y caminó hacia la salida.

 

-          ¿Majestad?

-          Has con ese sujeto lo que creas conveniente; pero asegúrate de que aprenda su lección. – Y se fue.

 

Caminó sin darse cuenta de a donde se dirigía en realidad. Era automático el hecho de dar un paso tras otro, ni siquiera escuchaba el repiqueteo de sus pisadas o el tronar de las llamas de las antorchas.

 

Shuichi, Shuichi, Shuichi. Eso era lo único que pensaba.

Las cosas no debía ser así, nada de eso estaba en sus planes. ¿Cómo demonios fue que llego a ese punto? ¿Cuándo se empezaron a complicar las cosas de esa manera? ¿En qué momento se le salió de control esa situación?

 

-          Tal vez nunca tuve el control. – Pensó.

 

Y eso era cierto. Desde la primera vez que llegara a Turandot para ganar el “juego de la muerte” había tentado a la suerte. Si tan solo no se le hubiera metido entre ceja y ceja tanta estupidez, las cosas no se hubieran enredado tanto. Pero todo por su extraña manía de querer hacer las cosas a su manera.

 

Era cierto lo que dijo Seguchi: Todo lo sucedido había sido a causa de sus decisiones, bien o mal tomadas, todo giraba en torno a eso.

 

Decidió jugar por la mano de Shuichi.

Decidió conquistar a Shuichi.

Decidió salvarlo de morir.

Decidió darle una oportunidad para librarse de él.

Decidió jugarse la vida y su reino por su mano.

Decidió besarlo y acariciarlo esa noche.

Decidió decirle la verdad de forma cruel para después dejarlo.

Decidió invitarlo a Asgard para su boda.

Decidió ayudarle a patinar.

Decidió besarlo en la caballeriza.

Decidió ir a buscarlo a "la posada de los muerto".

 

Todas esas decisiones eran las que habían acarreado lo que sucedía ahora. Todas esas decisiones, sumadas a las de Shuichi habían hecho que las cosas se torcieran de esa manera.

 

Pero no todo era malo. Entre todas esas decisiones había cosas buenas que recordaba y guardaba celosamente.

 

Aquellas veces en las que molesto a Shuichi. Ya que ayudaron a que se conocieran y – sin darse cuenta – se hicieran cercanos.

Las ocasiones en las que lo salvo. Se sentía bien al saberlo seguro, como si su bienestar fuera su única prioridad. No, no era solo, le gustaba que el único capaz de rescatarlo de cualquier situación, por peligrosa o bizarra que fuera.

También estaba las cosas que Shu le contó, aquellos secretos que guardaba celosamente.

Aquella noche de Zahara cuando Shuichi se refugió en los brazos de Eiri para conciliar el sueño, pues el miedo del duelo contra Aizawa lo tenía ansioso.

Y claro ¿cómo olvidarlo? Los besos, abrazos y caricias que habían compartido. Recordaba cada roce, tan nítidamente, incluso podía sentirlos como si volviera a vivirlos.

 

Lo sucedido en Turandot antes de que se fuera: La forma en la que se acercó a Shuichi y robó de sus labios un primer beso; como el príncipe respondió a ese contacto con dulzura y timidez; el sabor que tenía su piel y lo melodiosa de su voz al suspirar mientras sus cálidas manos se aferraban a él con dulzura.

Luego en el lago de Asgard, cuando le enseñaba a patinar. La forma en la que sus cuerpos se buscaron para terminar con la distancia, como sus ojos viajaban por sus rostros y sus manos aferraban el cuerpo del otro como si temieran que el viento se los fuera a llevar; las veces en las que casi se besaban.

El beso del establo ¿Cómo olvidar ese beso? La forma en la que ataco sus labios y la manera en la que Shu respondió, entregándose al placer y las agradables sensaciones que esto le causaba. Como, entre beso y beso, se buscaban para continuar con el contacto.

 

Y esa noche, esa bendita y maldita noche. Aún recordaba lo bien que se sintió mientras sostenía a Shuichi entre sus brazos, lo agradable que fue saber que, en todos esos momentos, sus miradas estaban conectadas y sus corazones sincronizados, la sensación que recorrió su cuerpo cuando sintió su aliento mezclarse con el suyo.

 

“Quiero que me beses”

 

Las palabras de Shuichi cobraron vida en su mente, como si las hubiera vuelto a pronunciar en ese momento.

 

“Quiero que me beses”

 

En aquella frase había necesidad, deseo, cariño, amor, ansiedad.

 

“Bésame”

 

Su cuerpo hormigueó, el deseo lo envolvió y el dulce sabor de la boca de Shuichi regresó a su boca, uno que no quería olvidar, uno que ansiaba volver a probar; sabiendo que se había vuelto adicto a él y que nunca se cansaría de esa “droga”.

 

“Bésame”

 

La forma en la que pronunciaba esa palabra, la manera en la que se movían sus labios, la dulce sonrisa que adornaba su rostro, el discreto rubor de sus mejillas y el destelló de sus ojos.

 

“Yuki”

 

-          Shuichi. – Saboreó su nombre.

 

Entonces de nuevo vino a su rostro la escena del príncipe cuando perdía el sentido, haciendo que la sangre se le congelará en su torrente.

Apretó levemente los labios y presionó con fuerza los puños; algo se desató en su interior, un extraño sentimiento que escaldo su pecho de manera molesta, como si clavaran una fina y delgada aguja en el corazón con una gran lentitud.

 

Shuichi, Shuichi, Shuichi.

 

-          Al diablo. – Dijo.

 

Avanzó con premura por los pasillos. Ya no podía seguir con ese desasosiego, mientras más esperará por Shuichi más angustiado se sentiría. Quería verlo, necesitaba verlo.

Que importaba lo que dijeran los médicos ¡Él era el príncipe! y nada ni nadie le iba a prohibir la entrada a esa habitación.

 

¿Quién lo vio pasar? Ni idea.

¿Cuánto tiempo caminó? A Saber.

¿Alguien le hablo durante su recorrido? No le importaba.

En esos momentos solo tenía un objetivo en la cabeza, y ese era: Ver a Shuichi.

 

Llego a la habitación, abrió la puerta sin siquiera llamar. Lo primero que percibió fue el hedor a hierbas medicinales que picaba un poco su nariz, haciéndolo fruncir el seño levemente; lo siguiente que llamo su atención fue la mortecina luz que provenía de la chimenea y de un candelabro sobre la mesa, haciendo que la sombra de los objetos danzara sutilmente sobre las paredes.

Dejó de lado aquellos minúsculos detalles, eso no lo detendría de su cometido; entró a la habitación con paso seguro pero silencioso para evitar perturbar el descanso del príncipe, ignorando las miradas que se posaron sobre su persona.

 

Shu ya estaba recostado en la cama, con un camisón inmaculadamente blanco, cubierto con una suave y delgada frazada; sus cabellos húmedos se esparcían levemente sobre la almohada blanca; un paño húmedo cubría su frente y ojos; sus mejillas se mostraban arreboladas y de sus labios escapaba un dificultoso respirar que de vez en cuando dejaba escapar un leve quejido. Un galeno se encontraba a los pies de la cama, terminando de dar un masaje a los pies de Shuichi con una infusión que tenía un ligero color verdoso y un penetrante aroma a hierbas.

Ryuichi se encontraba del lado derecho de la cama de Shuichi, sujetando su mano. Nakano estaba del lado izquierdo de la cama. Todos habían frenado sus acciones en cuanto Eiri entró.

 

-          Majestad. - Dijo el galeno al verlo.

 

No sabía que debía hacer: ¿Reverenciarlo? ¿Seguir en su labor? ¿Pedir que saliera? ¿Informarle sobre su condición? ¿No hacer nada?.

Lo pensó por unos segundos, sabiendo que intentar pedirle que saliera sería el peor error de su carrera, así que opto por continuar con su trabajo, concentrándose en esta lo mejor que podía.

 

-          ¿Cómo esta?

-          Aún se encuentra débil y su temperatura continua elevada. - Respondió Ryuichi regresando la vista a su hermano.

 

Eiri se acercó al lado izquierdo de la cama y se paró a un lado de Hiro, imponiendo con su estatura y diciendo - sin palabra alguna - que se retirará de ahí.

Nakano no lo miró pero comprendía el mensaje, por unos segundos estuvo reacio  a obedecer, sin embargo no podía ponerse al "tú por tú" con el príncipe; menos si consideraba que la condición de Shuichi era delicada y no debían perturbar su entorno.

Realizó una ligera reverencia - más por obligación que por respeto - y se alejo de ahí, caminando hasta llegar donde Ryuichi, parándose un poco atrás de él.

Yuki se sentó en la cama y sujetó la mano de Shu con gran delicadeza, notándola caliente; también pudo percibir un aroma amargo proveniente de su piel.

 

-          ¿Por qué huele así? - Su tono de voz dejo claro que la pregunta era para el médico

-          Lo duchamos con hierba de las heridas,* Majestad. - Respondió el galeno mientras vendaba los pies de Shu con unos paños húmedos. - Hemos utilizado diversas hierbas medicinales para disminuir su temperatura. Han funcionado, pero aún así será una noche larga. - Añadió.

 

Ninguno de los presentes hablo, en esos momentos solo les importaba que Shu se mejorará. Mientras, el médico los observaba con cierto temor. Sabía que ellos estaban preocupados por la salud del príncipe, pero también sabía que el paciente debía descansar para poder mejorarse, y sería problemático eso con tantas personas en su habitación.

 

-          Majestades. - Llamó lo más serio que pudo, captando la atención de todos a pesar de que nadie volteo a mirarlo. - Tendrán que disculpar mi atrevimiento; pero no pueden permanecer todos aquí.

-          Nos pondremos de acuerdo. - Dijo Eiri sin apartar la vista de Shu.

-          Su Majestad Shuichi debe descansar.

 

Eiri le dirigió una sola mirada. Aquellos ojos color ámbar eran capaces de expresar tanto sin palabras, que hasta el más idiota podía entender cuando era mejor hacerle caso a Yuki.

El médico no fue la excepción a esto; quien simplemente hizo una reverencia para con los presentes.

 

-          Volveré en unas horas para verificar su estado. Con su permiso, majestades. - Y salió de la habitación.

 

Eiri regresó la mirada hacia Shu, y acarició levemente su mejilla con el dorso de la mano. Su pies estaba extremadamente caliente mientras que pequeñas gotas de sudor adornaban su piel.

 

-          Shuichi es muy fuerte. - Sakuma llamo la atención de Eiri con esa frase. - Siempre está lleno de vida, de energía. Siempre tiene una nueva locura en la cabeza.

 

Yuki lo miraba, no entendía a donde quería llegar.

 

-          Él… casi nunca enferma. - Sonrió. - Es capaz de salir sin abrigarse y eso no le causa resfriado. También puede comerse una vaca sin que le dé indigestión. - Parpadeó repetidas veces para contener las lágrimas en sus ojos. - Antes de esto… Shu solo enfermo una vez. - Se le rompió levemente la voz. - Cu… cuando se enteró de la muerte de nuestra abuela.

 

Se quedaron en silenció por unos segundos, uno que era incomodo pero que Yuki no sabía cómo romper.

 

-          Shu… él esa vez… enfermo por ansiedad. - Hipeó. - E…Esa vez se… quería morir… - Cubrió su boca con su mano libre para evitar que su llanto fuera escuchado, a pesar de que sus ojos ya estaban llenos de lágrimas. - No quiero… no quiero que vuelva a pasar por lo mismo. Yo… solo quiero que sea feliz.

 

Eiri regresó la mirada a Shuichi. Sabía que aquello no era una confesión sino una indirecta. De cierta forma lo estaba culpando por lo sucedido, que por sus malas decisiones Shu enfermó de esa manera.

No podía culpar a Sakuma por pensar así, él mismo se sentía culpable de lo sucedido. Si tan solo hubiera pensado las cosas con calma, si no hubiera elegido ese juego tan absurdo, ridículo y estúpido, si aceptará las cosas como era, si fuera directo en lugar de dar tantas vueltas a las cosas. Si no fuera tan orgulloso y egoísta. Si tan solo considerará a Shuichi. ¡Si tan solo hiciera lo que Shuichi quería que hiciera!

Pero no todo estaba perdido, aún podía remediar las cosas. Aún tenía una decisión que tomar.

 

-          Yo lo cuidare.

-          ¿Eh?

-          Dije que: yo lo cuidare.

 

Ryu lo miró por unos segundos. Sabía que podía confiar en Eiri, pero una parte de él no estaba del todo segura de querer hacerlo.

Una vez confió en ese hombre y Shu solo había resultado lastimado.

 

-          Pero Shuichi… él… ya no quiero que sufra.

-          Confía en mí.

-          Lo hice una vez.

-          Te pido que vuelvas a hacerlo.

 

Yuki notó la duda en el rostro de Sakuma; estaba consciente que era muy difícil para él volver a dejar a Shu en su cuidado después de todo lo sucedido. Sabía que ver en ese estado a su hermano menor - sobre todo con lo vivido años atrás - le causaba una gran ansiedad. Sin embargo quería estar a solas con Shuichi y cuidar de él. Quería ser el único que velara su sueño.

 

Hiro no dejaba de mirar aquella escena. No sabía si mirar eso con ternura, con pena o con coraje. Sin duda era muy agradable saber que había tantas personas interesadas y preocupadas por Shu, quien era una persona hermosa; a cualquiera le preocuparía verlo en ese estado tan deplorable. Sin embargo, que Yuki estuviera preocupado le enervaba los nervios.

Después de enamorarlo, jugar con él, abandonarlo y cínicamente invitarlo a su boda; ahora resultaba que sí se preocupa por él. ¡Maldito! Y encima pedía ser quien cuidará a Shu esa noche ¡Idiota! ¿En verdad creería que su majestad Ryuichi sería tan tonto como para dejarlo a su cuidado? ¡Después de todo el daño que le causo!

No, él conocía perfectamente al rey de Turandot y, por muy buena persona que fuera, era extremadamente rencoroso con quien se atrevía a dañar a alguien a quien él quería; y Shuichi era una de sus máximas prioridades, era seguro que no perdonaría al príncipe Eiri solo porque éste se lo pidiera.

Quería escuchar un "No" salir de los labios de Sakuma y así poder sonreír ante la derrota inequívoca de Yuki. Ver como tenía que salir de la habitación sin derecho de volver a acercarse, ni dirigirle la palabra, al príncipe Shuichi.

¿Un pensamiento egoísta, cruel y vengativo? Si, tal vez, pero ese hombre no se merecía el honor de estar al lado de Shuichi, y Shuichi no tenía porque sufrir por ese sujeto tan ruin, por muy príncipe, poderoso o atractivo que fuera.

 

-          Es difícil lo que me pides. - Dijo Sakuma

-          Pero no imposible. - Respondió Eiri

-          No… no lo sé.

-          Por favor. Déjame demostrarte que nada ha cambiado.

 

¡Un momento! ¿Era su imaginación o esa situación era irreal?

Eiri - dejando a un lado su orgullo - pidiendo disculpas y Ryuichi analizando la situación. ¿Era su imaginación o había una extraña complicidad entre ellos dos? Algo en esa plática le decía que estaba completamente fuera de frecuencia. ¿De qué hablaban? No lo sabía, pero sospechaba que era por lo sucedido en Turandot meses atrás, cuando Yuki dejara a Shu tras aquella terrible ruptura. ¿Por qué era eso lo que estaban hablando?

 

-          De acuerdo, pero promete que me avisarás cualquier cambio.

-          Lo haré.

 

Hiroshi no cabía en su sorpresa ¿Había escuchado bien? Sakuma accedió de dejarlo con ese hombre ¿Por qué? ¿Acaso no sabía todo el daño que le hizo a Shuichi? ¿Acaso no lo vio ni escucho llorar tantos días por él?

Sintió como la sangre le hervía, mientras apretaba los puños con fuerza ante semejante negligencia.

Vio que Sakuma le dio un suave beso a Shu en la mejilla y tras eso se levantó de la cama para caminar hacia la puerta.

 

-          ¿No escuchaste?

 

Nakano escucho ese llamado y viró el rostro, encontrando una penetrante mirada que, podía jurar, quería desaparecerlo de la faz de planeta.

 

-          Dije que lo cuidaría. - Repitió Eiri.

-          Me quedaré. - Lo desafió con mirada y palabras.

-          Dije: Largo.

-          Y yo dije…

-          ¡Nakano! - La voz de Ryuichi se escucho firme

 

Hiro volteó el rostro y vio que Ryuichi lo miraba por sobre su hombro. La orden muda era clara e imponente; debía salir de esa habitación. Apretó los puños y obedeció  a regañadientes, sin mirar a nadie y con largas zancadas; pasando a un lado de su rey pero sin dirigirle una reverencia, algo que no molesto a Ryuichi, quien estaba acostumbrado a los - muy esporádicos - arrebatos de Hiroshi.

Apenas saliera el caballero, Ryuichi miró de nuevo la habitación.

 

-          Lo dejo en tus manos.

-          Ten por seguro que lo cuidaré.

-          Solo espero no equivocarme.

-          No lo haces.

 

Ryuichi salió; su paso era lento y pesado, casi como si arrastrará los pies. La preocupación por su hermano lo había fatigado, pero no había reparado en ello hasta ese momento. Suspiró mientras su mirada chocaba contra el suelo; sabía que una buena siesta en su confortable cama lo repararían, aunque una parte de él dudaba poder conciliar el sueño bajo esas circunstancias.

 

Pero además del cansancio también se sentía molesto. Lo que le había pasado a Shu no era algo que sucediera en 5 minutos; era seguro que desde antes de salir de palacio su hermano ya tuviera algunos síntomas de ese resfriado. ¿Por qué no se dio cuenta antes? ¿Por qué no le prestó la debida atención? Claro, estaba más interesado en pasársela bien con Tatsuha que en el bienestar de Shuichi.

 

-          ¡Honey! - Gritaron a su espalda.

 

Ryu se detuvo en seco dos segundos al reconocer esa voz, su semblante se puso ligeramente tensó y tras ello siguió su camino, acelerando el paso y haciéndolo consistente.

 

-          Honey, Espera. - Pero Tat no comprendió la indirecta y caminó detrás de él, dándole alcance en cuestión de segundos. - Cielos, vaya que caminas rápido.

 

Pero no hubo respuesta.

 

-          ¿Por qué tanta prisa?

 

Ryu no dijo nada.

 

-          Y ¿Cómo esta mi cuñadin? ¿Bien?

 

Ni una palabra.

 

-          ¿Honey? ¿Qué sucede?

 

Pero Sakuma no respondió, y Tatsuha dejo de insistir al ver que no obtenía nada; sin embargo no comprendía porque no le dirigía la palabra. ¿Algo malo le había pasado a Shuichi? No, no era así, de lo contrario él seguiría en esa habitación.  ¿Estaba tan cansado que ni siquiera quería hablar? Era probable que así fuera; bueno, en ese caso no diría nada: llegarían a la alcoba, se acostarían, lo acogería en sus brazos y esperaría paciente a que el reparador sueño se apoderará de su cuerpo; ya tendrían tiempo de hablar mañana..

 

Continuaron su camino, Tat dos pasos más atrás que Ryuichi, quien ya empezaba a sentirse intranquilo con la presencia de su prometido. Era como si estuviera invadiendo su espacio, como si lo acosara y asfixiara.

Aceleró su marcha, dándose cuenta de que Tatsuha también lo hacía ¿Que no entendía indirectas? ¿No se daba cuenta de que quería estar solo? ¡¿Que no lo quería cerca?!

Tras un largo y tedioso camino, llegaron a la habitación, y antes de entrar, Ryu giró sobre sus pies y encaró a Tatsuha.

 

-          ¿Cuánto más piensas seguirme?

-          ¿Qué? - Tatsuha se extraño con esa pregunta

-          ¿Es qué no me vas a dejar tranquilo?

-          ¿eh? - Tat parpadeo confundido. - ¿De qué hablas?

-          ¡Quiero que me dejes en paz!

-          ¿Por qué? ¿Qué sucede?

-          Sucede que mi hermano está enfermo y a ti no te importa ¡No te importo!

-          Espera. ¿De dónde demonios sacas que no me interesa la salud de Shuichi?

-          Si te interesará no hubieras insistido en que fuera con nosotros; ni hubieras insistido en que nos quedáramos cuando quería volver.

-          En primera: Yo no sabía que estaba enfermo. En segunda: Tu también le pediste que fuera. En tercera: Nos regresamos porque quisiste.

-          ¡Pero no cuando quise!

-          De todas maneras no hubiera servido de nada que volvieras, Shuichi ya estaba enfermo.

 

Ryuichi se quedó callado; aquello era cierto, su presencia no hubiera evitado que Shuichi se enfermará, aún así se culpable por no estar cerca de él y enterarse de esa forma sobre la salud de Shuichi. ¿Qué clase de hermano mayo era?

Bajo el rostro y apretó los puños, conteniendo las lágrimas. Se sentía mal anímicamente y la presencia de Tatsuha no le ayudaba a sentirse mejor.

Tatsuha pudo ver que Ryuichi no estaba bien, no entendía que le sucedía, sin embargo quería ayudarlo en todo lo que pudiera, así fue únicamente con apoyo moral. Se acercó un paso a él y trato de sujetarlo de los hombros.

 

-          Honey. Llamó, pero cuando sus manos alcanzaron a rozar a los brazos de Ryu, este se hizo levemente para atrás, evitando el contacto.

-          Tu… tu dijiste que harías todo lo que yo quisiera.

-          Ahh… - Se rascó la cabeza. - Bien, de acuerdo. Es mi culpa que Shu esté enfermo.

-          ¡No me des por mi lado!

-          No te estoy dando por tu lado.

-          ¡Si lo haces!

-          ¿Quién te entiende?

-          Está claro que tu no.

-          Bueno ¿Que quieres?

 

Estaba claro que para Tatsuha esa pelea era "irrelevante", falta de fundamento por parte de Ryuichi.

Había aceptado su culpa por terminar con esa disputa y contentarlo, no porque en realidad la sintiera, algo que Ryuichi sabía y le molestaba de sobremanera ¿Por qué todo se lo tomaba a broma y juego?

Sakuma abrió la puerta de la habitación y entró en ella.

 

-          ¡No te quiero ver en toda mi vida! - Grito antes de cerrarle la puerta en la cara.

 

Tatsuha se quedó fuera de la habitación, entre asombrado y divertido por la situación. Era la primera vez que veía a Ryuichi enojado, pero incluso molesto se veía dulce, casi como un niño pequeño, y por eso le causaba risa. Para él aquello había sido el berrinche; aunque si le preocupaba verlo tan angustiado.

Suspiró y negó con la cabeza antes de alejarse de ahí; esperaría un rato en lo que se le bajaba el coraje a Ryuichi, ya después podrían hablar y sobre todo: reconciliarse.

 

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Shuichi, aun sin sentido, respiraba de forma agitada, con las mejillas acaloradas y los labios resecos.

Eiri estaba a su lado, cuidándolo y mirando cada detalle de él en busca de algún cambio, pero nada; y era probable que así fuera por algunas horas.

Retiró la compresa de su frente y ojos con para volver a humedecerla con agua fría y de nuevo ponerla sobre la piel del príncipe, notando que aquello le daba alivió a Shuichi.

 

Le resultaba difícil, casi imposible, ver así a Shuichi en esa condición: tan débil, tan indefenso.

Ese joven que irradiaba energía y felicidad; ese chico hiperactivo que podía correr una maratón sin el mayor esfuerzo, no podía estar en postrado en una cama, enfermo y sin conciencia.

Shuichi era una persona apasionada, alegre, intensa, infantil, despistado, amante de la vida, capaz de contagiar su vitalidad a todos, escandaloso, caprichoso y hasta cierto punto egoísta.

Tenía virtudes y defectos, como todas las personas; pero - para él - era la persona más maravillosa que había conocido hasta entonces; simplemente no existía ser que pudiera superarlo, ni siquiera igualarlo.

 

-          Shuichi - Musitó mientras las yemas de sus dedos acariciaban su mejilla, apenas tocándolo.

-          …ki… - Los labios de Shu se movieron, diciendo una palabra que Eiri no alcanzó a escuchar.

 

Se movió por instinto, acercándose al príncipe para poder escuchar lo que decía. Sintió el calor que irradiaba Shu y su acelerada respiración sobre su oreja, pero  no había palabra alguna, solo ligeros jadeos  a causa de la fiebre. ¿Había imaginado?

 

-          …hh… yu…

 

No, no era imaginación suya, Shu estaba balbuceando algo, pero no alcanzaba a entender que decía.

Prestó toda su atención a la voz de Shu, alcanzado a percibir que, de repente, sus labios movían para decir algo que, por la debilidad, carecía de sonido alguno la mayoría de las veces, saliendo como simples quejidos que poco o nada daban a entender. Pero entre todos esos balbuceos Eiri alcanzó a comprender 3 frases que lo dejaron desconcertado: "Yuki" "Abuela" y "no me dejes".

Eiri se volvió a sentar en la silla, mirando a Shu pero sin comprender del todo sus palabras. ¿Por qué lo llamaba a él a su abuela? ¿Estaría soñando con la emperatriz Noriko? ¿Que tenía que ver él con ella? ¿Estaba pensando en él? y lo más importante ¿A quién le pedía que no lo dejará? ¿A su abuela o a él?

No lo sabía, no lo entendía; pero de algo estaba seguro.

Sujeto la mano de Shuichi con la firmeza que se tiene al sujetar una espada, pero con la delicadeza con la que se sostiene una rosa; y con total devoción beso el dorso de esta, apenas tocándola con sus labios.

 

-          Jamás te dejare. - Dijo. - Descansa; estas a salvo.

 

Fue extraño, pero Shu dejo de balbucear y mostrarse intranquilo en su sopor, como si la voz de Eiri fue un analgésico capaz de calmar cualquier ansiedad.

Acarició su mejilla con el dorso de su mano y sonrió al ver como Shu parecía más tranquilo después de decirle eso. Sabía que sería una larga noche y que incluso podía postergarse a un largo día, pero estaba dispuesto a estar ahí - de ser necesario, toda su vida - hasta que Shuichi mejorará.

 

+-+-+-

 

Tatsuha regresó a la habitación después de media hora, descubriendo que la puerta estaba cerrada con seguro, situación que desconcertó ¿En verdad se había enojado?

Tocó la puerta y espero alguna respuesta, pero esta nunca llego. Volvió a tocar y obtuvo el mismo resultado. ¿Acaso estaría dormido?

 

-          ¿Honey? - No hubo respuesta. - Ryu, ¿Estas despierto? - Nada. - Ryu, si me escuchas ¿Podrías abrir la puerta?

-          ¡No!

-          ¿Ehh? - Entonces no estaba dormido. - Ryu, ¿Por qué te encerraste?

-          ¡Vete!

-          ¿Qué? ¿Por qué?

-          ¡Que te vayas!

-          ¿En verdad te enojaste? - De nueva cuenta Sakuma no respondió. - Honey. - Insistió, pero de nuevo le respondió el silencio. - ¡Ryuichi!

 

Sakuma ignoró por completo a su prometido. Tatsuha no podía creer que estaba sucediendo eso. Todo era total y completamente irracional. ¡¡Era, por demás, infantil!!

Una mueca pensativa se formo en su rostro mientras se rascaba la cabeza. Sabía que Ryuichi llegaba a ser muy infantil en algunas cosas, pero caer en ese "berrinche" era el colmo. Sabía que la única manera de solucionar eso era hablando con Sakuma, pero: ¿Cómo?  No quería hacerlo con una puerta de por medio.

 

-          No me deja elección. - Se dijo a sí mismo, alejándose de la puerta para buscar otra entrada a la habitación.

 

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El silencio dentro de la habitación era aplastador, mientras que las llamas de un candelabro apenas daban pequeños vestigios que permitían ver vagamente.

Acostado de lado en la cama y abrazando una almohada, Ryuichi miraba la nada.

La preocupación por Shu, el dejarlo al cargo de Eiri y la disputa con Tatsuha le habían espantado por completo el sueño, y era seguro que no lo recuperaría en toda la noche.

 

Aquellos momentos que necesito de soledad para poder reflexionar no le ayudaron para disminuir su ansiedad; sus pensamientos le hicieron aumentar aquella incertidumbre que tanto lo estaba dañando.

No sabía cómo se sentía, era una angustia extrañamente sofocante por la salud de su hermano; si bien era cierto que estaba siendo demasiado extremista, también era real que no podía evitarlo. Todas las cosas que habían sucedido desde que Eiri dejara Turandot solo habían ayudado a que Shu sufriera de forma física y emocional a causa de su relación con Yuki.

 

Suspiró en silencio y giro sobre sí mismo para queda bocarriba, cerró los ojos y colocó una mano sobre estos. Esa situación era compleja y no sabía cómo remediarla; incluso empezaba a pensar que dejar a Shuichi bajo el cuidado de Eiri no había sido tan buena idea; tal vez - desde el inicio -nada de esto fue una buena idea; tal vez no debieron de haber viajado a Asgard. ¿Por qué no pensó las cosas con detenimiento?

 

-          Yo también soy culpable de todo esto. - Pensó.

 

Abrió los ojos y se enderezó de la cama cuando a sus oídos llego un sonido casi imperceptible que venía del jardín, como el de una rama trozada.

Podía no ser nada o ser solo producto de su imaginación; pero su curiosidad era grande por saber si era cierto o no.

Se levantó de la cama y caminó, con paso precavido, hasta el balcón, pues a pesar de su curia, temía encontrar algo ahí; como un fantasma o algo por el estilo.

Por dos segundos dudo en asomarse, temiendo ver algo que lo asustara, pero una parte de él ansiaba descubrir de donde ese sonido.

Se asomó discretamente por el balcón, descubriendo algo que simplemente le resultaba imposible; haciendo que ese temor y curiosidad cambiarán por una sensación de enojo.

 

-          ¡¿Qué estás haciendo?! - Gritó.

 

Tatsuha detuvo sus movimientos y levanto la mirada al verse descubierto escalando por la enredadera de la pared hacia la habitación.

Al ansiedad se apoderó del cuerpo de Ryuichi ante semejante escena, le era casi imposible creer lo que sus ojos le mostraban. ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué no entendía que NO deseaba verlo?

 

-          Ryuichi. - Llamo Tatsuha. - Tenemos que hablar. - Subió un poco más, estando a menos de dos metros de llegar al balcón.

-          No quiero hablar contigo.

-          No estoy preguntando, tenemos que hacerlo.

-          ¡Qué no! - Ryu entró corriendo a su habitación y sujeto el florero que estaba sobre la mesa. Retornó en sus pasos para ver cómo Tatsuha brincaba la barda con la agilidad de un felino. - ¡Vete de aquí! - Sin cuidado alguno le arrojo el agua, con todo y flores, encima.

-          ¡Ahh! ¡Esta helada!

-          ¡LARGO DE AQUÍ! - Esta vez le aventó el florero, Tat se cubrió el rostro con los brazos, sintiendo como este chocaba contra ellos y después caía para hacerse añicos en el suelo.

-          ¿Qué te pasa? ¿Acaso quieres matarme?

-          ¡Quiero que te vayas!

-          No hasta que me expliques que sucede contigo.

-          ¡No voy a hablar contigo! - Corrió de nuevo hacia la alcoba, sabiendo que Tatsuha lo seguiría, por lo que cerró la puerta del balcón, justo cuando Tatsuha le daba alcance, escuchando claramente como este se estrellaba contra la portilla.

-          ¡Ahg! ¡JODER! - Ryuichi lo escucho gruñir, sabía que se había lastimado, pero ni así se atrevió a abrir, por el contrario, se recargo en la puerta cerrada, como si su peso fuera suficiente para que esa puertezuela quedara sellada de por vida.

 

Respiraba levemente agitado, aun sorprendido por saber que Tatsuha estuvo a punto de colarse a la habitación por la ventana.

Sabía que, en Turandot, Eiri tenía la mala manía de entrar a la habitación de Shu por la ventana, algo que en ese entonces le parecía romántico y divertido, pero hoy aquello le resultaba molesto, casi como un acoso. ¿Acaso Tatsuha no entendía que estaba molesto? ¿Que no quería verlo?

 

-          Ryuichi ¿Que sucede?

 

La voz de Tatsuha era conciliadora, algo que Ryuichi notó al instante. Sabía que su prometido no entendía porque actuaba de esa manera. De hecho, ni él alcanzaba a entender del todo su actitud para con él; solo sabía que ver a Tatsuha le molestaba.

No era solo el hecho de estar enojado con él por obligar a Shu a salir esa noche; también estaba molesto consigo mismo por no pensar en el bien de su hermano.

¿Esas eran razones suficientes para justificar su actitud con Tatsuha? No, no lo eran, pero en verdad algo dentro de él le molestaba cuando lo veía, cuando hablaba, cuando se le acercaba.

Sus piernas perdieron fuerza y poco a poco fue cayendo hasta quedar sentado en el suelo, cerrando los ojos y llevándose una mano al cabello, sujetándolo con fuerza.

 

-          Ryuichi

-          ¡Déjame en paz!

-          ¡Ryu! - Tatsuha se alerto ante aquel claro grito que demostraba que Ryu no estaba bien emocionalmente.

-          No quiero verte.

-          ¿Por qué?

-          ¡Porque no!

-          ¡Esa no es una razón!

-          ¡SOLO DÉJAME TRANQUILO! - Grito con la voz ahogada, en un lastimero jadeo.

 

Quería creer que actuaba así con él por culparlo del resfriado de Shuichi, sin embargo había algo más, algo que no alcanzaba a comprender, o mejor dicho, que no quería entender.

 

El silencio los inundo por largos momentos, que les ayudo a tranquilizarse un poco.

 

-          De acuerdo. - Dijo Tatsuha, sobresaltando a Ryuichi ante aquellas palabras. - Te dejare a solas el tiempo que creas necesario.

 

Sin darse cuenta giró el rostro para ver la madera que los separaba; sintió un extraño peso en su pecho, como si la ansiedad creciera.

 

-          Búscame cuando te sientas mejor; estaré esperando. - Silencio por 3 segundos. - Te quiero

 

Esas dos últimas palabras calaron hondo en el pecho de Ryuichi, clavándose como una delgada, fina y filosa aguja en su pecho. No era una sensación agradable, no le había gustado escuchar esas palabras, no en eso momentos. ¡Por Natura! ¿Qué le pasaba? ¿Por qué las cosas que habían torcido de esa manera?

 

+-+-+-

 

Se sentía cansado, mareado, total y completamente desorientado. El cuerpo le pesaba de manera extraña y tediosa, su espalda estaba cansada, sus músculos agarrotados por la falta de movimiento, sentía la garganta seca y ligeramente rasposa, los parpados le pesaban espantosamente y sentía la boca pastosa.

Trato de moverse pero su cuerpo no accedía completamente a sus deseos, como si su cerebro no coordinara con su motricidad.

Emitió un quedo y ronco gemido antes de entreabrir los ojos, notando como el exceso de luz diurna le lastimaba la vista y le provocaban espantosas puntadas en la cabeza; cerró los ojos con fuerza y gimió de nuevo ante los malestares.

¿Qué paso? ¿Dónde estaba? ¿Qué día era? ¿Qué hora? ¿Por qué se sentía tan mal? ¿Por qué no recordaba nada?

Se llevo una mano a la frente, cubriendo levemente sus ojos con la palma de esta para volver a abrir los ojos, dejando que se acostumbraran poco a poco a la luz; aunque su mente seguía aturdida, sin recordar cómo es que había terminado en la cama de su habitación, mucho menos el motivo de su malestar físico. Miró la habitación desde el escaso ángulo que le permitía esa incómoda postura,  viendo primero el techo, luego los doseles de la cama, luego a una persona sentada a casi un metro de su cama, luego la ventana abierta... ¿Una persona ahí? ¿Quién?

Regresó la vista y enfoco un poco más, sorprendiéndose al reconocer a esa persona como el futuro rey de ASgard.

Sentado  de forma casual y hasta desinteresada en una silla y mirándolo fija e intensamente. Vestido con una camisa blanca arremangada hasta los  codos y desabrochada hasta medio pecho. un pantalón negro, un par botas oscuras que llegaban hasta su rodilla completaban su vestimenta. *+

 

-          Al fin despiertas. - La voz de Yuki sonó firme y tranquila, ocultando perfectamente la preocupación que sintió durante el tiempo que Shu dormía.

-          Yuki. - Musitó enderezándose por la sorpresa, pero el cuerpo pesó tanto que  volvió a caer en cama, llevándose una espantosa puntada.

-          No te muevas a tan rápido, aún estas débil.

 

Eiri se acercó y le ayudó a sentarse y apoyar su espalda en la cabecera de la cama para darle apoyo. tras ello se sentó en la cama, colocando su mano sobre la frente de Shu para comprobar su temperatura.

 

-          ¿Cómo te sientes?

-          Estoy hecho polvo

-          Es normal, te resfriaste. - Retiró su mano. - Menos mal la fiebre ya bajo.

-          ¿Qué sucedió?

-          ¿No recuerdas nada?

-          Yo… ahg… - Se llevo una mano a la cabeza, notando que esta le punzaba de vez en cuando mientras su cerebro se esforzaba por recordar.

-          Fuiste a "la posada de los muertos" con tu hermano y el imbécil de Tatsuha. Te embriagaste.

 

Aquel preámbulo sirvió para que Shuichi recordará lo que había sucedido: Desde que saliera de palacio hasta que perdió el sentido a instantes de besarse con Eiri.

Abrió sus ojos con sorpresa y lo miró fijamente.

 

-          ¿Ya recordaste?

-          Yo… - Bajo el rostro. - Lo siento.

-          ¿Por qué te disculpas?

-          Por lo que paso anoche.

-          ¿Por qué crees que fue anoche?

-          ¿Qué?

-          Has dormido dos días enteros.

-          ¡Dos días!

 

Dejo de recargarse en la cabecera y se acercó más a Yuki, aquello solo sirvió para que un mareo inundara su cuerpo y se fuera hacia adelante. Eiri se movió rápido, sujetándolo de los hombros y dándole estabilidad.

 

-          Idiota, te dije que no te movieras tan rápido. - Reclamo Eiri

 

Lo acomodó de nuevo contra la cabecera, viendo como Shuichi fruncía el seño y se llevaba una mano a la cabeza, como si esta pudiera contener su dolor de cabeza. Espero en silencio hasta que Shuichi se relajó un poco, demostrando que el mareo y la punzada habían pasado.

 

-          ¿Mejor?

-          S… sí, creo que sí. - Respondió sin abrir los ojos.

 

Shuichi no podía creer que hubiera pasado tanto tiempo en cama. Sabía que no era una persona enfermiza, de hecho no se había enfermado así desde hacía años, desde aquel fatídico día que descubrió que su abuela había muerto.

 

Se sobresalto al sentir como los dedos de Eiri acariciaban suavemente su mejilla; levanto el rostro, abrió los ojos y se encontró con la mirada más intensa que Yuki le había ofrecido desde el momento en el que se conocieran.

 

-          Yuki. - Dijo en voz baja mientras sentía como esos cálidos dedos no dejaban de rozar su mejilla, como si quisieran grabarse el contacto de su piel.

-          Shuichi. - Dijo mientras sujetaba su mentón.

 

Sintió como la otra mano de Eiri se colocaba sobre una de sus manos y entrelazaba levemente sus dedos con los suyos mientras se acercaba un poco más a él, empezando a sentir como su cálido aliento chocaba contra su rostros, mientras que esas orbes doradas empezaban a cerrarse a medida que se acercaba.

Shuichi abrió los ojos de sobremanera y su corazón se detuvo un instante al sentir los labios de Eiri sobre los suyos, apenas tocándolo, como el suave aleteo de una mariposa.

Sintió una extraña opresión en el pecho al tener esos labios sobre los suyos. La cabeza le daba vueltas y el aire faltaba en sus pulmones, no sabía si era por el beso o la debilidad. Sintió el deseo de cerrar los ojos y abrir sus labios para profundizar ese contacto, levantar su mano libre y abrazar a Yuki... pero a segundos de perderse en ese círculo vicioso, la imagen de Suguru llegó a su mente, congelando su sangre y recordándole todos los hechos sucedidos, sumados a la decisión que había tomado.

 

Con delicadeza giro el rostro, rompiendo el contacto y mirando hacia cualquier punto, al mismo tiempo que retiraba su mano de la de Yuki.

 

Eiri lo vio con extrañeza ante aquel discreto y suave rechazo. No entendía porque había volteado el rostro, pero no pensaba quedarse quieto, sentía la imperiosa necesidad de abrazarlo, tocarlo, acariciarlo y besarlo. Necesitaba sentirlo.

Se acercó de nuevo a Shuichi, rozando con su nariz su mejilla antes de depositar un suave beso en esta, notando como Shu se estremecía levemente, demostrando que no era indiferente a su contacto.

 

Shuichi se sentía mareado, y la cercanía de Yuki no ayudaba en mucho a su malestar físico, haciendo que no supiera si su mente nublada, el estremecimiento de su cuerpo, los mareos y la falta de oxígeno se debían a la enfermedad o al contacto de Eiri. Pero aún así hacía un sobreesfuerzo humano por no perderse en ese agradable torrente que representaba Yuki y mantener su mente lo más centrada posible.

 

Sintió un nuevo beso, esta vez, cerca del oído, apenas tocándolo con sus labios, como si ese simple contacto pudiera lastimarlo.

 

-          Quiero besarte. - Susurró Yuki.

 

Shuichi no cabía en sus sorpresa, giró el rostro hasta encontrarse con aquellos intensos ojos color ámbar que lo miraban fijamente; pidiendo permiso, ordenando, suplicando, diciendo que iba a besarlo; todo al mismo tiempo ¿Cómo se podía tener ese poder de mando y al mismo tiempo ser considerado? No lo sabía, pero Eiri lo miraba de esa manera.

Sintió su corazón palpitar con fuerza, la garganta seca y un mareo nublar su mente.

 

Una parte de él quería que Eiri lo besara de la misma forma que las veces pasadas; sentir ese torrente de pasión que era imposible de contener.

Otra le decía que eso no estaba bien, que ya había elegido y no podía retractarse.

Estaba confundido entre su corazón y su razón ¿Qué debía hacer?

 

El dedo pulgar de Yuki acarició suavemente su labio inferior, ocasionando un vertiginoso y agradable mareo en Shuichi; pero que lo desconcertaba debido a las repentinas punzadas en la cabeza.

 

Eiri miraba fijamente a Shuichi, notando sus grandes ojos brillar con intensidad a pesar de reflejar una pelea interna que no podía comprender. ¿Por qué dudaba tanto? Aquella noche le dijo quería que lo besara ¿Qué lo detenía ahora? ¿Qué había cambiado?

 

-          Shuichi - Dijo Eiri, provocando que Shu regresará de sus pensamientos.

-          Y-yo… - Tartamudeó; notando su voz quebradiza y sus labios temblar levemente.

 

 

 Sabía que no importaba lo que dijera, Eiri terminaría por besarlo y sus sentimientos acabarían por ganarle a la razón.

Deseaba que lo besara; suplicaba que se alejará. ¿Qué quería en realidad? No lo sabía.

 

Eiri se acercó de nuevo a él, apenas un poco, ladeando levemente la cabeza y entrecerrando los ojos, dispuesto a terminar con la distancia que los separaba; notando como Shuichi jadeaba y se estremecía levemente; que no hacía nada para alejarse pero tampoco se acercaba.

 

Entonces, la puerta se abrió estrepitosamente, provocando que ambos dieran un pequeño salto por el susto.

 

-          Ah… lo siento. - Dijo Tatsuha al verlos tan cerca. - ¿Interrumpí algo?

 

Eiri soltó a Shuichi y giró para encarar a su hermano con molestia, en sus ojos se reflejaba una ira contenida que deseaba expulsar contra su hermano por semejante interrumpió.

 

Por su parte, Shuichi bajaba un poco la cabeza, aturdido por lo sucedido momentos atrás, mareado y perdido. Analizó la situación, dándose cuenta de que estuvo a segundos de caer bajo los encantos de Eiri ¡Por Natura! ¿Qué estuvo a punto de hacer?

 

-          ¿Qué quieres, Tatsuha? - Dijo Eiri.

-          Bueno, quería saber cómo esta mi cuñadin. - Le dijo  a su hermano para después mirar a Shu. - ¿Cómo te sientes, Shu?

-          ¡¿Eh?! - Shuichi tardo unos segundos en procesar la pregunta, sacudió levemente la cabeza para despejarla, cosa que solo lo aturdió y mareo más. - bien, creo. - Mintió.

-          Te escuchas ronco, pero al menos ya despertaste.

 

Tatsuha hizo el además de entrar a la alcoba, pero se detuvo al ver como su hermano se ponía de pie y caminaba hacia él con paso seguro pero hastiado, como si su presencia no fuera bien vista.

 

-          Shuichi necesita descansar. - Dijo Eiri, esperando que Tatsuha entendiera.

-          ¿Descansar? Cuando estabas a punto de besarlo. - Sonrió con picardía, demostrando que no entendió la indirecta.

-          Lo que menos necesita en estos momentos es que vengas con tus idioteces. - Sin cuidado alguno lo tomo del hombro y lo empujó hacia afuera. - Lárgate y no molestes. - Ordenó antes de cerrarle la puerta en la cara.

 

Eiri suspiró pesadamente, no podía creer que su hermano interrumpiera ese momento de forma tan estúpida ¿Que no sabía lo que era: "tocar la puerta"?

 

Suspiró hondamente para calmarse, nada ganaba con enojarse. Giró sobre sus pies y se acercó a la cama para continuar con lo que estaba. Se sentó en el mullido colchón y miró al príncipe, descubriendo que su flequillo cubría sus ojos y sus labios estaban cerrados en una perfecta línea recta.

 

-          ¿Te sientes mal? - Preguntó.

 

Temía que de nuevo su temperatura hubiera aumentado, pero cuando Shu negó con un ligero movimiento de cabeza Eiri sintió aliviado.

Trato de sujetar la mano de Shuichi, pero este la movió para evitar el contacto.

 

-          Shu… - Su frase quedo muerta en su boca cuando Shuichi colocó su dedo índice sobre sus labios.

-          No… no lo vuelvas a hacer.

-          ¿Qué cosa?

-          Besarme.

-          ¿Por qué?

-          Porque no está bien. - Bajo un poco más la cara. - Estas a nada de casarte; no puedes besar a alguien más, menos a quien fue tu prometido.

-          ¿Solo eso?

-          ¿Te parece poco?

-          Me parece que no eres sincero.

-          ¿De dónde sacas eso?

-          Esa noche dijiste que querías que te besara

-          Esa noche… estaba tomado ¿Lo olvidas? - Respondió.

-          Que justificación tan absurda.

-          Piensa lo que quieras, es la única que tengo.

-          Entonces ¿No querías que te besara?

 

Shuichi no respondió, se mantuvo con la cabeza baja mientras meditaba aquellas palabras.

¿Quería que lo besara? La respuesta era: Sí y No.

 

Anhelaba volver a sentir esos labios sobre sus suyos de esa forma tan avasalladora que cautivaba sus sentidos.

Deseaba se acogido por esos brazos que le daban cariño y seguridad.

No necesitaba ser usado por Yuki, enamorándolo y dejándolo.

No ansiaba que sus deseos se convirtieran en un estorbo para la felicidad de Eiri, ni la suya propia.

Lo único que quería era: dejar de sufrir con causa de Eiri.

 

Pensaba decirle eso, pero su mente estaba turbaba por sus enredados pensamientos y el dolor de cabeza que no lo abandonaba y no le dejaba pensar con total claridad.

 

-          Responde. ¿Querías o no que te besará?

-          No me presiones, me duele la cabeza.

-          Eso no responde mi duda. - entrecerró los ojos. - Mírame a los ojos y responde: ¿Querías que te besará o no?

 

Negó con la cabeza, no a la pregunta de Eiri, si no a su propio pensamiento y aturdimiento de cabeza. ¿Por qué tenía que hablar de eso cuando no estaba completamente lúcido? ¿Cuándo no estaba preparado para ello?

Estaba total y completamente aturdido. Nada de eso tenía el sentido que quería, pero no se iba a echar para atrás por sus malestares físicos; estaba determinado a terminar con todo ese absurdo juego.

 

Eiri apretó los labios levemente, molesto ante el silencio y la negativa de Shuichi. Sentía que no estaba siendo sincero, ni con él ni consigo mismo. Levanto la mano y tomó el rostro de Shuichi por el mentón para que lo viera.

 

-          Mírame cuando te hablo. - Ordenó, notando como aquellos grandes ojos color violeta le veían de forma extraña, con tantos sentimientos entrecortados pero con una determinación tajante.  - Shuichi. - Musitó.

-          Ya no, Yuki. Ya no más.

-          ¿De qué hablas?

-          Que estoy cansado de tantas mentiras ¡De todo esto! - Se llevo una mano a la cabeza, alzar la voz le provoco una espantosa punzada. - Ya no puedo más. ¿Por qué querías que viniera? - Dijo en voz baja.

 

A Eiri no le gustaba esa situación, la manera en la que se habían torcido las cosas, la forma en la que él lo descompuso todo. No podía más con esa situación.

 

Yo te doy mi punto de vista, Suguru te da el suyo. Pero la decisión final es tuya: ¿Qué harás?

Lo pensó con detenimiento, de hecho lo había pensado durante las largas horas que veló el sueño de Shuichi ; quería explicarse pero no encontraba las palabras adecuadas. No sabía si debía terminar con aquello o no. Temía por lo que su respuesta fuera a desatar.

 

-          Olvídalo. No importa porque me hayas pedido que viniera.

-          ¿Qué quieres decir con eso?

-          Yo vine porque hay algo que tengo que decirte.

-          ¿Qué es?

-          Yuki… Yuki yo……

 

Debía terminar con eso de una vez para poder sentir su alma libre, para dejar de hacerse tontas y faltas ilusiones, para continuar con su camino. Tenía que terminar con eso. ¡Iba a cerrar ese círculo de una vez por toda!

Pero ¿Cómo?¿Decirle lo que sentía por él? ¿Lo enamorado que estaba de él y lo ciego que fue? ¿Para qué? ¿De qué serviría? ¿De qué le servían todas las batallas contra Suguru si había perdido la guerra desde antes de empezarla? Porque eso era cierto, Eiri estaba comprometido y con planes de boda antes de que él llegara a Asgard. Yuki lo había dejado en Turandot diciéndole que fue un simple juego. ¿De qué servía demostrarle que lo había ganado?

Sintió una suave caricia en su mejilla, animándolo para que siguiera hablando.

 

-          Yo… solo quiero decirte que…… que espero seas muy feliz con Suguru.

 

Aquellas palabras le quemaron la garganta cuando las pronuncio; secándosela más de lo que ya estaba.

Una parte de él se arrepentía de haberlas dicho; otra se sentía tranquila; otra decía que debía añadir algo más, algo como "te dejo libre porque te amo"; otra le decía que estaba hablando de más.

Ya no sabía si había sido bueno hablar o no, pero no iba a dar vuelta; su decisión estaba tomada.

Renunciaba a Yuki para que este pudiera ser feliz, para no seguir sufriendo por él y ese gran amor que le tenía.

 

Eiri no respondió al momento, bajo el rostro un poco y dejo que su mirada quedara oculta tras sus cabello; dejó de acariciar su mejilla y se levanto de la cama, dándole la espalda a Shuichi, como si no tuviera la fuerza suficiente para mirarlo. Se quedó parado en el centro de la habitación, mirando la nada y estudiando las palabras de Shuichi, cerrándolos puños con fuerza y apretando la mandíbula.

 

-          Eres… eres un mentiroso. - Dijo Yuki en un tono seco.

-          ¿Qué?

-          ¿En verdad esperas que crea eso? ¿Qué viajaste desde Turandot para decirme solo eso? Bien pudiste enviar una tarjeta para esos deseos tan superfluos. - Ahí estaba, diciendo las cosas de forma fría y tajante, mostrándose molesto por las palabras de Shuichi.

-          Te recuerdo que fuiste tú quien envió la invitación. - Respondió Shu, quien no pensaba quedarse callado ante las palabras de Eiri.

-          Una invitación no es una orden; puede ser rechazada.

-          No soy un maleducado.

-          Eso lo pongo en tela duda.

-          Dilo si quieres

-          Si quieres creerlo, si no. ¡No es mi problema! - Se llevó una mano a la frente, dándose cuenta de que le dolía la cabeza al alzar la voz.

-          Tu problema es tu falta de sinceridad.

-          ¿Y tú me hablas de sinceridad? - Fue un golpe bajo, y Yuki lo entendió.

 

Apretó los puños con fuerza. No tenía caso seguir con esa charla que en algún punto se volvió discusión, y una nada agradable, a diferencia de esos divertidos enfrentamientos que llegaban a tener.

Con toda la dignidad que le quedaba, caminó hacia la puerta de entrada y la abrió. Quedándose en el umbral por unos momentos, pensando en aquella disputa y en lo que había hablado con Seguchi.

¿En verdad quería dejar las cosas así? No, no quería, pero tampoco se iba a sobajar para tratar de hacer entender al terco de Shuichi.

 

-          Fui sincero contigo.

 

Hablo claro pero sin voltear a mirarlo, esperando que lo que iba a decir fuera suficiente para hacer reflexionar a Shuichi sobre lo que dijera momentos atrás.

 

-          ¿De qué hablas?

-          Cuando dije que quería besarte. Lo dije en serio. - Cerró la puerta tras de él, dejando a Shuichi sumido en un abrumador silencio.

 

Estaba en shock ante aquellas palabras. Sin saber que decir, que pensar o como tomarlas.

¿Aquello fue una confesión de los sentimientos de Yuki? ¿O así es como quería interpretarlo?

Si parecía quererlo ¿Por qué se casaba con alguien más?

 

CONTINUARÁ

Notas finales:

 

Debo decir que no sé mucho - casi nada - de medicina, sobre todo de la naturista; ya que casi todo lo soluciono con pastillas y médicos.

 

Los métodos que coloque para bajar la temperatura de Shu son métodos caseros que investigue en internet.

 

Informó que no utilice Hielo, aunque antes era una forma muy común. El hielo, en realidad, no permite que la temperatura alta baje, ya que hace "vasoconstricción" - se contraen las venas - evitando la disminución de la fiebre.

 

 

 

*+ Así es como Shuichi vio a Yuki cuando despertó (Ya quisiera yo encontrarme con esta visión cada mañana!!)  http://4.bp.blogspot.com/_eQ9zQhX-0S4/STqOhk_5K_I/AAAAAAAAALQ/jUKa1hjpcks/s400/the_tudors_henrycavill_s2_b.jpg

 

 

 

* Weiqi (chino) También conocido como igo (japonés) o baduk (coreano). Es un juego de mesa estratégico para dos jugadores que alternativamente colocan piedras blancas y negras sobre las intersecciones libres de una cuadrícula de 19x19 líneas. El objetivo del juego es controlar una porción más grande del tablero que el oponente. Una piedra o grupo de piedras se captura y retira del juego si no tiene intersecciones vacías adyacentes, esto es, si se encuentra completamente rodeada de piedras del color contrario.

 

 

 

* Ergástula (del latín ergastŭlum, "prisión") Así le denominaban los antiguos romanos a las casas de detención. Eran lúgubres, tenebrosas, cerradas y oscuras. Su construcción era comúnmente subterránea. Prisión, trena, celda, mazmorra, calabozo o trullo son algunos de los sinónimos actualmente utilizados.

 

 

 

* Hierba de las heridas: También llamada Milenrama, Milhojas, Cientoenrama, flor de pluma o hierba del carpintero. Esta planta tiene propiedades medicinales. Se utiliza para bajar la fiebre (con té y baños de esponja).Alergias, antidearreica, bajar presión arterial, varices, hemorroides, etc.

 

 

 

Espero les guste este nuevo capitulo, y me disculpo por la superdemora!

 

Nos vemos, kuidense y besos

 

Bye bye!!!

 


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