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Turandot por Dulce_Pena_Hime

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Notas del capitulo:

Hola!!!

Si es que aún hay alguien interesado en el fic:

Me desaparecí, lo sé y lo siento. Fueron muchos motivos los que me llevaron a esto: y lo resumiré a que mi estado de ánimo no estaba muy bien debido a diversas situaciones, sumado a las tareas.

Pero aquí estoy con un nuevo capítulo para quienes sigan leyendo y espero sea de su agrado.

TERCER ACTO: ASGARD

ESCENA 11: EL PEOR ERROR

 

Eiri se encontraba solo en su alcoba, sentado en la orilla de la cama y mirando nada desde su lugar. El silencio era palpable, la cortinas sólo permitían que traviesos y furtivos rayos de sol tuvieran la osadía de colarse

¿Cuánto tiempo tenía ahí? No lo sabía; desde que saliera de la recamará de Shuichi se había enclaustrado en la suya; sin ánimos de ver a nadie; sin ganas de hacer algo pero deseando que unas palabras abandonaran su mente.

 

"Espero que seas muy feliz con Suguru"

 

Esa frase retumbaban en su cabeza constantemente, como un agónico mantra que no podía controlar. No quería recordarlas, ya no quería rememorar que Shuichi "lo dejaba en libertad" con esa frase; pero cada vez sonaban más claras.

Suspiró fatigado, moviéndose levemente, apoyando ambos codos sobre sus rodillas y sus manos entrelazadas contra su frente.

 

-          Esto es un caos - Pensó.

 

Todo estaba de cabeza, esa  frase de Shuichi mando todo al carajo. Trató de hablar con él, de arreglar el asunto postergando su retiro de la habitación y discutiendo; pero Shuichi era tan terco como él, o incluso más. ¿Que debía hacer? ¿Podía hacer algo? Pero, ya había hecho algo:

 

"Cuando dije que quería besarte. Fue cierto."

 

Aquella frase encerraba más de lo que textualmente decía. ¿Shuichi la entendería? Comprendería el mensaje encriptado en ella. Posiblemente no, ese crío era tan torpe que ni teniendo las cosas de frente las comprendía.

En fin, no podía hacer más. Ya dejo la puerta abierta; ahora era elección de Shuichi cruzarla o cerrarla para siempre ¿Que haría?

Sonrió con ironía ante su pensamiento ¿Cómo podían pasarle esas cosas a él? ¿Cómo fue a caer en semejante situación? Dejar que un crío tomara una elección que lo involucraba tan directamente a él; un hombre que siempre tomaba los toros por los cuernos y elegía las cosas según su conveniencia o sus deseos. ¿En qué clase de persona que había convertido?

 

-          ¿En quién me has convertido? Shuichi. - Musitó.

 

Llamaron a la puerta, sacando a Eiri de sus pensamientos.

 

-          Adelante. - Dijo mientras se ponía de pie y caminaba a la mesa, sirviéndose una copa de vino para aparentar hacer algo ante la persona que fuera a entrar.

 

La puerta se abrió, casi de golpe y, en pocos segundos, Ryuichi Sakuma cruzó la habitación, digiriéndose con pasó rápido y seguro hacia Eiri, quien lo miraba con extrañeza.

Ryu se detuvo a tres pasos de él, levantó la mano derecha y soltó un rápido y fuerte revés sobre la mejilla del príncipe; una bofetada que se escucho clara, seca y segura en la recamará.

Yuki tenía el rostro levemente volteado, sentía su mejilla arder por el golpe, en sus ojos no cabía la incredulidad de aquel hecho. ¿Por qué lo abofeteaba?

 

-          ¡Me prometiste que no lo lastimarías! - Ryuichi tenía los dientes apretados y los ojos vidriosos, muestra inequívoca de que contenía el llanto y el enojo.

 

Eiri, soportando el ardor de su mejilla, miró fijamente a Ryuichi, comprendiendo que aquel golpe era por Shuichi.

 

-          No debí confiar en ti. - Ryuichi desvió el rostro, demostrando que también se culpaba.

-          La decisión fue suya. No me culpes de sus elecciones. - Respondió Eiri en defensa.

-          Fue un terrible error que Shuichi te haya conocido. - Añadió Ryuichi antes de dar media vuelta y salir de ahí, sin molestarse en cerrar la puerta.

 

Eiri se quedó sumido en  el silencio, aturdido por las ultimas y crueles palabras de Ryuichi. ¿En verdad fue un error que ellos se conocieran? ¿Fue un error haber ido a Turandot, tratar de enamorar a Shuichi, terminar el compromiso de esa forma, invitarlo a la boda? Quizá no estaba haciendo las cosas de la forma correcta, o tal vez en verdad era un error haber empezado con todo desde el inicio.

Sonrió con amargura. Tal vez él era el peor error de Shuichi, pero él, no se arrepentía - y nunca se arrepentiría - de haber conocido al príncipe de Turandot.

 

+-+-+-

 

Ryuichi salió de la habitación de Eiri con rápidos y largos pasos hacia ningún lugar en realidad; iba total y completamente absorto en sus pensamientos. Tal vez no había sido correcto pegarle a Eiri y decirle todas esas palabras, o tal vez sí estuvo bien ¡No lo sabía! pero tampoco era algo que le interesara. En esos momentos solo necesito una cosa: sacar toda sus frustración, y no había encontrado mejor manera que esa.

 

FLASH BACK

Entró a la habitación de su hermano, encontrándolo sentado en la cama, con la cabeza baja y absorto en sus pensamientos.

 

-          ¿Shuichi? - Preguntó tranquilamente mientras se acercaba a él.

-          ¡eh! - Shuichi regresó a la realidad en cuanto sintió la mano de su hermano en su frente.

-          ¿Qué tienes? ¿Te sientes bien?

-          si… - Musito bajando de nuevo el rostro. Ryuichi pudo notar la voz ronca y la garganta seca de su hermano en ese simple monosílabo.

-          Shu ¿Que sucede? ¿Por qué estás así?

-          Ryu ¿Cuantos días faltan para la luna llena?

-          ¿Por qué?

-          Responde.

-          Tres días.

-          Quiero que nos vayamos antes de ese día.

-          ¡¿Qué?! Pero Shu ¿Por qué?

-          Porque ya no quiero estar aquí.

Ryuichi se quedo callado, procesando la información, analizando las palabras de su hermano, sabiendo que algo ocultaba.

 

-          Shu; no iremos cuando le médico diga que estas en condiciones de viajar.

-          ¿Qué?

-          No nos iremos hasta que estés bien.

-          ¡Estoy coff coff coff… bi coff bien coff coff!

 

Tratar de hablar rápido le provocó un molesto ataque de tos, sentía que le ardía y raspaba la garganta. Ryuichi se asustó al ver el rostro de Shu enrojecerse por el esfuerzo de inhalar aire; sujetó a su hermano de los hombros para evitar que el ataque lo mareara, mientras Shuichi hacía un esfuerzo sobrehumano para controlarse; pasaron algunos minutos y poco a poco la tos de Shu disminuyó, dejándole la garganta seca y más rasposa.

 

-          ¿Mejor?

-          Si, disculpa. - Su voz se escuchaba ronca por el esfuerzo.

-          ¿Ahora vez por qué no puedes viajar?

-          Pero me siento bien.

-          No te arriesgaré a un viaje tan largo.

-          Pe...

-          No hay objeción. - Interrumpió

 

Shuichi se molesto levemente ante aquellas palabras. ¿Por qué no se quería ir? ¿Por qué no lo entendía?

 

-          ¡No me quiero quedar! - Gritó, quedándose casi sin voz al final.

-          Shu, cálmate o te vas a lastimar la garganta.

-          Es que no quiero estar aquí durante la boda de Yuki y Suguru. No quiero verlo. - Apretó los ojos, sintiendo como éstos picaban por las lágrimas contenidas. - No lo soportare. - Añadió.

 

Ryuichi sabía que algo malo había sucedido entre ellos. Su rostro se tensó y, discretamente, apretó los puños. Quería saber más ¿Que era lo que había sucedido en realidad?

Abrió la boca dispuesto a preguntar, sin embargo, alguien llamó a la puerta, retirando - levemente - la tensión en el ambiente.

 

-          Adelante. - Dijo Ryuichi con voz tajante.

 

La puerta se abrió y por ella entraron  un galeno y Hiro.

 

-          ¡Shuichi! - Hiro entró casi corriendo, acercándose al príncipe y tomando su rostro de los costados. - Me alegra tanto que hayas despertado. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? Ya no tienes fiebre. Dime ¿Te duele algo? ¿Necesitas que te traiga algo?

 

Shuichi se sintió aturdido con tantas preguntas por partes del caballero, parpadeó varias veces y movió levemente la cabeza hacia los lados, tratando de asimilar las preguntase en un orden coherente.

 

-          ¿Eh? Shu tienes los ojos rojos ¿Te sientes mal? ¿Te duele la cabeza?

-          Caballero por favor, su majestad acaba de despertar. No debemos alterarlo con tantas interrogantes. - Pidió el galeno acercándose a Shuichi

 

Ryuichi y Hiro se alejaron de la cama para dejar al hombre trabajar, quien colocó su mano sobre la frente de Shuichi para medir su temperatura; luego, tras un "con su permiso" pego su oído al pecho de Shuichi y luego a su espalda, escuchando su corazón; luego le pidió abrir la boca para poder ver su garganta.

La revisión continuó por varios minutos, en los que el médico consultó todo lo que pudo y realizó algunas preguntas para comprobar la salud del príncipe, quien, sin decir nada, se dejaba hacer y respondía con suaves monosílabos.

Aquello no pasó desapercibido para Ryuichi. ¿Su hermano dejándose hacer por un médico? Eso no era posible, Shuichi siempre decía un: "¡Ya dije que estoy bien!" cuando algún galeno se le acercaba para checarlo. Incluso varias veces había echado a correr como alma que lleva el diablo cuando alguien le decían: "debe beber este brebaje."

 

-          Su majestad Shuichi se encuentra fuera de peligro, pero recomiendo que guarde unos días de cama; debe alimentarse bien, descansar la mayor parte del tiempo y tomar las pociones. - Dijo el médico mientras se alejaba hacia la mesa para comenzar a preparar un brebaje con un concentrado y amargo olor a hierbas.

 

Ryuichi, parado a un lado de la cama, observó a su hermano, quien lo miraba con súplica, una que él comprendía perfectamente: "Volvamos a Turandot."

 

-          Hiro. - Llamó de pronto Sakuma. - Quédate con Shuichi y cuida de él.

-          Sus ordenes, majestad. - Nakano hizo una reverencia y lo vio salir. Por un segundo estuvo tentado a preguntar el motivo de su retiró, pero sabía que no era propio de un vasallo preguntar eso.

 

FIN FLASH BACK

 

Llegó hasta la puerta de la habitación de Shuichi y tocó, recibiendo un quedo "adelante" de la parte de adentro.

Entró y lo primero que lo recibió fue el aroma a hiervas, pero en esos días ya se había acostumbrado a eso, así que no le molesto en absoluto.

En la cama se encontraba Shuichi, dormitando, con el pecho descubierto y una plantas sobre él.

 

-          ¿Cómo sigue?

-          El brebaje y el aroma de las hojas de eucalipto lo han adormilado. - Respondió el médico. - Con el descanso y los remedio sanará muy pronto.

-          ¿Cuándo es pronto?

-          No puedo darle una fecha real, pero si se cuida bien pueden ser 3 o 4 días.

 

El galeno retiró las hojas del pecho de Shuichi y tras ello lo arropo con las colchas. Ryuichi miraba todo esto desde su lugar, acompañado por Nakano, quien estuvo al lado de Shuichi todo ese tiempo.

Sakuma sabía que Shuichi había enfermado por algo más que una fiesta en la noche. Tal vez la suma de muchas cosas: el largo viaje, el clima tan frío, los nervios de volver a ver a Yuki, la sorpresa de conocer a Suguru, su sobre esfuerzos en las competencias contra el vizconde, su tristeza al sentir que perdía al hombre que amaba.

No le gusta nada de eso, le molestaba ver a su hermano sufrir.

 

"Quiero volver a Turandot"

 

La petición de Shuichi era clara, intensa, dolida.

 

-          ¿Puede viajar?

-          ¡¿Qué?! - Preguntó Nakano

-          Queremos volver a nuestras tierras lo antes posible. ¿Puede viajar?

-          Me temo, su majestad, que eso no es posible.

-          ¿Cuándo será posible?

-          En unos 10 días.

-          Dijo que tomaría menos de 5 días que mejorará.

-          Salir de un resfriado y enfrentarse a un viaje tan largo es difícil. Su cuerpo lo resentirá al estar débil. Y esa no es mi opinión personal, le aseguró que mis colegas, tanto de palacio como de la ciudadela, concordarán con mi diagnostico.

-          Bien. - Fue su respuesta antes de caminar a la salida.

-          ¿Majestad? - Le detuvo Hiro, extrañado por esa petición.

-          Es Shuichi quien me lo pidió. Pero le dije que no era tiempo. - Lo miró por sobre su hombro. - Sólo quería bases para que no me insista.

-          Ya veo. - Dijo para voltear a verlo.

-          Cuida de él.

-          Siempre, su majestad. - Fue la respuesta de Hiro antes de hacer una reverencia.

 

Ryuichi salió de la habitación, cerrando la puerta apoyando la espalda contra esta. Aquella era una situación tensa, pero esperaba superarla debidamente; aun cuando no sabía en realidad que era lo primero que debían superar.

 

-          ¿Cómo llegamos a esto? - Pensó. - ¿Cómo deje que pasará esto? - Cerró los ojos y bajo el rostro.

 

En cierta parte, también era su culpa, y lo sabía. Jamás creyó, ni en sus más locos sueños, que las cosas se complicarían de esa forma. Sin duda alguna el destino les había jugado una mala pasada, o mejor dicho, les había demostrado que con él no se jugaba, que las cosas se podían salir de control, que todo era impredecible.

 

-          ¿Cómo sigue?

 

Pegó un pequeño brinco por el susto. Levantó la vista y se encontró de frente con Tatsuha. Ryuichi sintió su corazón latir con fuerza en su pecho, no sabía si eso se debía a emoción y molestia. Seguía sin querer ver a Tatsuha, le era molesta su sola presencia.

Sintió la necesidad de arrojarse a sus brazos y soltarse a llorar, lo quemaba el deseo de aventarlo y alejarse de ahí, pero sus pies no se movieron de su lugar.

 

-          ¿Qué haces aquí? - Preguntó con recelo.

-          Vine a ver a mi cuñadin.

-          Él no es tu "cuñadin."

-          Claro que lo es.

-          ¡No! Porque MI hermano NUNCA se va a casar con el tuyo.

 

Tatsuha entrecerró los ojos ante aquellas palabras.

 

-          Aún si ellos no se casa, Shuichi sigue siendo mi cuñado, porque tú eres mi prometido.

-          Qué tontería.

-          ¿Qué dices que es una tontería?

-          Voy a anular nuestro compromiso.

-          ¿Qué?

 

Ryuichi desvió el rostro y no dijo más, podía sentir la mirada de Tatsuha sobre él, pidiendo, exigiendo una explicación que él se negaba a darle, pero ni él mismo se entendía, simplemente las palabras fluían de su boca, palabras que sólo buscaban alejarlos más.

Tatsuha se dio cuenta del debate interno de Ryuichi, no sabía qué era lo que le pasaba a su prometido y eso le molestaba ¿Por qué no confiaba en él? Se supone que se contaban todo. ¿Cuando se rompió ese lazo? ¿Cómo sucedió? No lo sabía, pero estaba dispuesto a darle todo el tiempo que necesitara para resolver aquello que le perturbaba.

 

-          Ryu. - Llamo dulcemente, sujetando su mentón con una mano, notando como éste no oponía resistencia pero tampoco respondía. - No sé qué te sucede y eso me molesta. ¿Acaso no puedes confiar en mí?

 

Ryuichi no respondió, no sabía que responder, desde la noche que Shu enfermó, siempre que veía a Tatsuha era absorbido por un mar de dudas y pensamientos contradictorios: quería abrazarlo, llorar sobre su pecho hasta desahogarse, deseaba gritarle e incluso golpearlo sabiendo que después se arrepentiría de ello.

 

-          Bien, no voy a presionarte, esperé a que quieras hablar conmigo. - Se acercó y beso su frente, sintiendo cómo Ryu se estremecía ante ese contacto. - Pero te aclaro. - Añadió acercándose a su oído para murmurar: -  Nunca aceptare la anulación de nuestro compromiso.

 

Soltó a Ryuichi y se alejó con pasos tranquilos, sin esperar respuesta o reacción alguna.

Ryuichi lo miró por unos segundos, sintiéndose confundido y aturdido. Tener a Tatsuha tan cerca y luego sentir que se alejaba había sido una sensación extremadamente dolorosa. Por un segundo intentó correr hacia él, pero al instante siguiente se detuvo, confundido por sus pensamientos y sentimientos. ¿qué es lo que sucedía? No tenía la menor idea.

 

Tan sumergido estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que una persona había visto aquella discusión, oculto en uno de los pasillos.

 

-          Al parecer necesitan ayuda. - Musito el rey de Asgard con una discreta sonrisa en el rostro.

 

+-+-+-

 

El día avanzaba aburrido y monótono para Suguru, quien leía un libro en busca de distracción. Tenía ya varios días en cama y - sinceramente - empezaba a desesperarse.

El galeno le había permitido caminar dentro de la habitación con la ayuda de un bastón y sólo por unos cuantos minutos al día, pero dar vueltas en el mismo espacio y sin llegar a ningún lado lo fastidiaban. Lo único que lo mantenía "tranquilo" dentro de esas 4 elegantes paredes, era que, durante las comidas, alguien siempre le hacía compañía, haciendo el momento más agradable y llevadero.

A veces iba su "tío", el Rey, con quien podía platicar de cualquier cosa, tanto sería como trivial.

A veces iba Mika, con quien hablaba, más que nada, de pintura.

Una noche fue Seguchi a cenar, era sorprendente el acervo cultural de ese hombre.

En una ocasión fue la familia Winchester ¡Natura, que desayuno! Armas por todos lados y un animado Michael disfrutando de lanzar dardos a Ark. ¿Qué clase de educación le daban a ese niño?

Pero de entre todas las personas que habían ido a comer con él, faltaba alguien: Eiri.

Sabía perfectamente dónde estaba, que hacía y porque lo hacía. En realidad no era algo que le molestara, pero, sinceramente, esperaba poder verlo y platicar un poco con él. No podía negar que le resultaba muy agradable su compañía y sus temas de conversación.

Llamaron a la puerta y Suguru otorgó el paso con un "adelante", mientras doblaba levemente la hoja del libro para continuar después con su lectura.

 

-          Permiso, su alteza. Hemos traído su comida. - Dijo un hombre, quien escoltaba a 4 doncellas con charolas cubiertas.

-          Póngala en la mesa, por favor. - Pidió mientras se retiraba las colchas, descubriendo su pie izquierdo vendado y levemente inflamado.

-          Cómo ordene.

 

Los 5 entraron. Las mujeres comenzaron a acomodar la comida para dos personas en la mesa, pues sabían que pronto llegaría alguien a comer con él. El caballero, por su parte, se acercó a la cama para ayudar a Suguru a calzarse sus pies, uno con su bota, el otro con más vendas para evitar que el frío suelo tocara su piel.

 

-          Suguru comerá en la cama. - Dijo una voz desde la entrada, provocando que todos voltearan.

-          Majestad - Los 5 vasallos detuvieron sus actos e hicieron una reverencia.

-          ¿Eiri? ¿Qué haces aquí? - Preguntó Suguru.

-          Vine a comer contigo ¿qué más? - Respondió.

 

Suguru no dijo nada ante aquellas palabras, pero sus ojos se agudizaron levemente, como si algo no encajara en aquella frase.

 

-          Suguru comerá a la cama. - Ordenó Eiri.

-          Comeré en la mesa.

-          No debes sobre esforzarte.

-          No debes sobreprotegerme.

-          Tsk, Como quieras, luego no te quejes.

-          ¿Cuándo me he quejado?

 

Eiri se sentó de mala forma en una de las sillas, demostrando su mala actitud, mientras que el caballero le ayudo de soporte a Suguru para llegar a la mesa y tomar asiento, al tiempo que las mujeres terminaban de colocar los cubiertos en la mesa.

 

+-+-+-

 

Al mismo tiempo en el comedor, el rey de Asgard, sentado desde la cabeza de la mesa miraba con disimulo a las personas que lo acompañaban: al fondo se encontraban K, su esposa Judy y su hijo Michael, quien pegaba las manos al mantel para tratar de jugar algo mientras esperaba que le sirvieran la comida. Mika, su hija sentada a su lado izquierdo, y al lado de ésta a su esposo, quien no dejaba de sonreír a pesar de estar incomodo ante el agobiante silencio. Al lado de Seguchi se encontraba Tatsuha, quien se dedicaba únicamente a mirar la nada y lanzar discretas miradas al hombre sentado delante de él: su prometido, quien parecía muy entretenido girando el vino tinto dentro de la copa, mientras su cabeza descansaba en su otra mano, con clara muestra de aburrimiento.

El ambiente se sentía tenso, de eso se daban cuenta todos, quienes se arrepentían levemente de no haber inventado una excusa para no asistir a la mesa en ese momento. Aunque esa tensión no era exclusiva de ese momento, esta venía siendo siempre que estaban Ryuichi y Tatsuha en la misma habitación: no se hablaban, permanecían separados e ignorándose mutuamente;  Ryu se negaba a ver a Tat mientras éste lanzaba una que otra mirada al otro, como si buscará la manera de acercarse y luego prefiriera no hacerlo.

Nadie sabía porque estaban distanciados, pero sin duda alguna empezaba a afectar a los demás.

 

Los sirvientes terminaron de servir los alimentos y el rey levanto una copa.

 

-          Natura. Protectora  de Gaia. Te pido que consagres estos alimentos y nunca permitas que nuestras copas y vasos carezcan de sustento. - Dijo el rey a forma de bendición para después dar un pequeño trago a su copa.

-          ¿No vendrá mi hermano? - Pregunto Mika tras la oración al ver que comenzarían la comida.

-          Dijo que comería con Suguru. - Respondió su padre tomando los cubiertos.

 

El silencio dentro del comedor se hizo tenso, podía incluso sentirse el aire extraño, pesado y sofocante para los ahí reunidos.

 

-          Mika. - Llamó su padre de repente. - ¿Le has enseñado a Ryuichi tus pinturas? - Dijo de pronto el rey, tratando de hacer plática.

-          Es verdad; no he tenido oportunidad de hacerlo ¿Qué te parece, quieres ver mis obras?

-          ¿Eh? - Ryuichi salió de sus pensamientos y miró a la mujer. - Disculpen, no escuche.

-          ¿Te gustaría ver mis pinturas después de la comida?

-          Ahh… claro, será un placer. - Sonrió un poco forzado, no por el arte, sino porque no se sentía cómodo en esos momentos, empezaba a arrepentirse de no haberse quedado a comer en la alcoba con Shuichi, aún cuando sabía que su hermano estaba dormido y tardaría otras horas en despertar.

-          ¡Estupendo! Después de comer lo llevare al salón de pintura. - Luego miró a su marido. - Mi esposo me ha dicho que usted también pinta.

-          Ahh... sí, pero no soy bueno.

-          Es modestia, a mí me agrada mucho su trabajo. - Dijo Thoma antes de beber un pequeño trago de vino. - Tuve la oportunidad de apreciar sus pinturas de Turandot; me fascina la técnica que tiene para trazar momentos tan cotidianos y volverlos inolvidables

-          ahh… gracias. - Se apenó.

 

Tatsuha, por su parte, comía en silencio, sintiéndose y sabiéndose excluido de la plática. Conocía perfectamente las pinturas de Ryuichi, después de todo, cada año - en su cumpleaños - le enviaba como obsequio una de sus pinturas, en las cuales podía ver la mejora paulatina de su talento.

Le encantaban las obras de su prometido, y ya habían hablado sobre una pintura que Ryu haría sobre Tatsuha, quien estaba ansioso por ser el modelo de su prometido.

 

-          Tatsuha. - Llamó de pronto K

-          ¿Mm? - Preguntó Tatsuha mientras cortaba un trozo de carne.

-          No has practicado estos últimos días.

-          ¿Eh? - Lo miró, entre sorprendido y asustado por la observación.

-          Tampoco ha tomado tus lecciones completas. - Añadió Judy. - Así que después de la comida, usted y yo iremos a la biblioteca para reponer el tiempo perdido.

-          ¡¿Qué?! Pero pensé que tendría libre estos días.

-          Nunca le dije cuantos días libres tendría ¿o sí? - Pidió Judy con una discreta y victoriosa sonrisa en el rostro.

 

Había sido improvisada la jugada del rey, pero todos habían comprendido la indirecta: "distraigan la atención de estos dos". El ambiente poco a poco se fue haciendo más soportable; aunque una duda quedaba en el aire: ¿Que había pasado entre ellos?

 

+-+-+-

 

En la alcoba de Suguru, sentados delante de la mesa, éste y Yuki comían sin mediar palabra ni mirada alguna.

Eiri no dejaba de darle vuelta a todo lo sucedido, sumando las palabras de Seguchi y las discusiones con Shuichi y Ryuichi. Una parte de él quería acabar con todo eso de una buena vez; pero había algo que le impide moverse y no sabe que es ¿Inseguridad? Tal vez, pero ¿inseguridad a qué?

 

"hazlo"

"no lo hagas"

"te arrepentirás si lo haces"

"más lo harás si no lo haces"

"puedes echarlo todo a la borda"

"puede que ya lo hayas hecho"

"ya hiciste lo que pudiste"

"No te has esforzado lo suficiente"

"¿Te vas a sobajar a rogar?"

"¿Acaso no has hecho locuras peores?"

"Puedes perderlos"

"¿Acaso lo tienes?"

"¿Qué puedes perder? ¿Todo o nada?"

 

Su mente era un caos. ¡Maldito Shuichi! ¿Por qué tenía que poder su mundo de cabeza? Tal vez en verdad fue un error conocerlo, porque nunca antes le había sucedido eso con alguien y quizá nunca le hubiera pasado de no ser por ese hiperactivo príncipe.

 

-          Sabes que te quiero ¿verdad?

 

Eiri detuvo sus movimientos y miró a Suguru, quien en esos momentos miraba a Eiri, permitiendo que los sirvientes se llevaran su plato vacio para servirle el siguiente platillo.

 

-          ¿A qué viene eso de repente? - Preguntó Eiri para volver a comer, sintiéndose levemente incomodo por la mirada del vizconde.

-          No hay un motivo en realidad. - Dijo mientras tomaba su copa de vino. - Sólo quería que estuvieras enterado de ello.- Dio un pequeño sorbo. - ¿Sabes que te apoyo?

-          Si, lo sé. - Fue la respuesta de Eiri.

 

Continuaron comiendo en silencio.

Suguru, era perspicaz, todo ese tiempo estuvo lanzando discretas miradas a Eiri, notando el enrojecimiento en su mejilla izquierda. ¿Quién lo había golpeado ahora? y lo más importante ¿Por qué? Sin embargo no era sólo eso lo que llamaba la atención del joven vizconde: Yuki se mostraba aturdido, como si sus pensamientos se contradijeran una y otra vez en su cabeza. ¿A que le daba vueltas? ¡Qué pregunta tan absurda! Era lógico que todo eso se debía una persona.

Sabía que de nada le serviría preguntar ya que él príncipe respondería con un "no es de tu incumbencia".

¿Por qué era así? ¿No sabía que, a veces, era bueno hablar? ¿Por qué no quería contar con él? ¿Acaso no se daba cuenta de que le preocupaba?

Pero así era Eiri, no dejaba que nadie se preocupara por él, aún cuando él era capaz de dar su vida por las personas que quería. Sin duda alguna una persona muy complicada, tal vez por eso le agradaba tanto.

 

+-+-+-

 

Lentamente comenzó a parpadear, despertando de aquel largo sueño en el que se sumió sin siquiera darse cuenta. Se enderezó de la cama y tallo sus ojos. ¿Qué día era? ¿Qué hora? ¿Cuánto tiempo había dormido? No estaba seguro de nada.

Sentía la boca pastosa y con un sabor amargo que incluso recorría su garganta, ocasionándole nauseas; también sentía el estómago vacío y tenía mucha sed. Su garganta le ardía y sentía la nariz congestionada.

 

-          Majestad ¿Cómo se siente? - Preguntó Nakano acercándose al príncipe.

-          Hiro. - Dijo Shuichi como saludo. - ¿Cuanto dormí?

-          Todo un día. - Respondió mientras veía que se llevaba una mano a la frente.  - ¿Se siente bien?

-          Tengo sed.

 

Nakano se acercó a la mesa para servir un poco de agua y se la ofreció.

 

-          Iré por el médico.

-          No; no quiero ver a ese sujeto en mucho tiempo. Por su culpa me siento molido.

 

Hiro sonrió discretamente, esa era una respuesta típica de Shuichi para con los doctores.

 

-          Me sabe horrible la boca y muero de hambre. - Dijo Shuichi tratando de cambiar el tema.

-          En ese caso, iré a buscarle algo de comer. No tardo.

 

Hiro salió de la alcoba, cerrando la puerta con delicadeza para evitar el ruido lo más que podía.

Shuichi miró la habitación por largos minutos, apreciando los diversos colores de las piedras al recibir los rayos del sol. La ventana abierta dejando entrar al sol y también un poco de aire que, a pesar de ser frío, se sentía agradable.

En realidad hacía eso para ocupar su mente con cualquier tontería, lo último que quería era recordar que un día atrás había hablado con Yuki y cerrado el circulo entre ellos de forma abrupta. Recordar aquello sería doloroso y lo haría llorar, incluso arrepentirse de su decisión y salir corriendo de esa habitación para retractarse y pedirle - suplicarle - que lo amara a él.

Empezó a sentirse inquieto, aquello que no quería pensar empezaba a invadir su mente con el paso de los minutos. No quería estar solo y recordar a Eiri, quería y necesitaba que alguien estuviera ahí y le platicara de cualquier cosa para distraerlo, para que dejara de pensar en él. Le era de suma importancia dejar ese castillo y ese país para poner mayor distancia entre ellos, para no volver a verlo y lograr olvidarlo.

 

Llamaron a la puerta y Shuichi dio un pequeño respingo.

 

-          ¡Pasa! - Grito

La puerta se abrió de forma abrupta, incluso con ánimo.

 

-          ¡Hola! - Saludó animadamente mientras entraba a la habitación y cerraba la puerta tras de él.

-          ¡Ta… Tatsuha!

-          ¿Cómo te encuentras, cuñadin?

 

Shuichi lo miró acercarse, luego alejarse a la cama y arrugar levemente la nariz; retrocedió y camino hasta la mesa, apoyándose en esta. Shuichi se extraño de esa reacción ¿Por que mantenía la distancia con él? ¿Por qué arrugo de esa forma la nariz? ¿Olía mal?

No pudo evitar girar levemente el rostro y oler el cuello de su camisón, tratando de parecer discreto, pero Tatsuha lo notó claramente.

 

-          Sin ofender, pero hueles a plantas medicinales y ese olor me molesta.

-          Oh, es por eso. - Comentó Shuichi un poco más aliviado pero sin percibir el dichoso olor, estaba acostumbrado a ese aroma que ya le era imperceptible.

-          Pero no me respondiste ¿Te sientes mejor?

-          Sí, eso creo.

-          ¿En serio? Se escucha un poco rara tu voz.

-          Ahh... bueno, me duele la garganta, debe ser por ello.

-          Ya veo. - Dijo con calma. - Bueno, vine a verte porque quería asegurarme de que estabas bien, y también porque creo que debo disculparme contigo.

-          ¿Disculparte?

-          Si. - Se rascó la nunca. - Al parecer no fue buena idea llevarte a "la posada de los muertos" para animarte. Pasaron muchas cosas después de eso y varios me culpan por ello, aunque en realidad no me importa mucho, o al menos no de varios.

-          ¿Eh?

 

¿Qué clase de disculpa era esa? En realidad no se veía arrepentido, aunque su miraba había adquirido una ligera sombra cuando dijo "me culpan."  Por otro lado, Tatsuha se mostraba muy animado, lo que demostraba que no estaba enterado de su decisión para con Yuki. ¿Acaso Ryu no le había dicho nada? ¿Por qué? si ellos dos se contaban todo. ¿O se debía a que Ryu no se quería entrometer en su decisión? En ese caso debía decirle lo que había elegido. ¿Cómo lo tomaría? Después de todo, Yuki era su hermano.

 

-          Tatsuha. - Llamó en voz baja.

-          Pero descuida, conozco otros lugares en los cuales podemos divertirnos bastante. - Tat hizo caso omiso a su llamado y comenzó a platicar sus planes.

-          Tatsuha.

-          Pero esta vez vamos a tener que ver otra forma de salir, mi padre me "castigo" y no me deja salir en las noches. ¡Menos me dejara llevarte!

-          Tatsuha.

-          Además, tu hermano no me habla. - Sonrió triste. - Y Eiri tampoco está de buenas conmigo, jajaja. - Que su hermano no le hablara bien no le preocupaba mucho, estaba acostumbrado a eso y sabía que sólo sería momentáneo.

-          Tatsuha.

-          Pero si salimos todos juntos a divertirnos podemos limar asperezas y...

-          ¡Tatsuha! - Shuichi tuvo que levantar la voz para que Tatsuha lo escuchara.

-          ¿Qué sucede, cuñadin?

-          Yo... agradezco todo lo que haces por mi pero no es necesario.

-          ¿Eh? ¿Por qué lo dices?

 

Se quedó callado, sin poder ponerle palabras a sus pensamientos. ¿Cómo decirle que dejaba libre al hombre que amaba? ¿Qué se daba cuenta de que era una pelea perdida? Cierto era que ya antes lo había imaginado, pero de pensarlo a tomar la decisión había un gran trecho que lo estaba asfixiando y le impedía hablar de eso.

Miró a Tatsuha, quien lo veía con curiosidad, deseando saber porque decía eso.

 

-          Re... Recuerdas lo que me dijiste antes de ir a la taberna.

-          ¿Lo que de dije?

-          Sobre volver a Turandot. - Se mordió levemente el labio antes de seguir. - que tú me llevarías si...

-          ¡Ay no! Que me digas que tú... - Interrumpió Tatsuha. - ¿Terminaste con mi hermano?

-          No teníamos algo que terminar.

-          ¿Cómo que no tenían nada que...? Haber, espera. Le dijiste que lo amabas ¿Verdad?

 

Shuichi se quedo callado, mordiendo levemente su labio, no sabía que responder o mejor dicho, no quería hacerlo.

 

-          ¡Demonios! ¿Por qué no respondes? ¿Le dijiste lo que querías?

-          Yo... - Bajo el rostro.

-          ¿Qué fue lo que le dijiste?

...Le dije que esperaba que fuera feliz con Suguru.

-          ¡¿Qué hiciste qué?! ¿¿Pero qué mierda te pasa por la cabeza? ¡¿Cómo le dices eso?! ¿Qué paso con confesarle tus sentimientos?

-          No tiene caso que lo haga

-          ¡¿Por qué mierda no?!

-          Porque no.

-          ¡Por Natura! - Tatsuha se llevo las dos manos a la cabeza y apretó su cabello con fuerza, sintiendo como  la ira se apoderaba de él. - ¡No se puede ser más estúpido en este mundo! - Dijo al aire con tono de reproche, aunque era claro que la frase era directa para Shuichi.

-          No tienes porque insultarme por las decisiones que tomo. - Shuichi se ofendió y respondió de mala forma.

-          Pues lo mereces ¿Que esperabas que hiciera? ¿Qué te felicitara? - Respondió de mala forma y tras ello aplaudió varias veces. - ¡Bravo! ¡Un gran aplauso para Shuichi! ¡El idiota que esta enamora y no se atreve a decirlo! - El sarcasmo era claro en su tono de voz.

-          ¡Tampoco te burles de mi! Es mi decisión, no me retractare.

-          Es la decisión más estúpida de toda tu vida. - Señalo la puerta. - Ahora mismo vas y le dices a mi hermano que estas estúpidamente enamorado de él.

-          Si tantas ganas ve y díselo tú.

-          Es tú bronca, no la mía.

-          Entonces no te metas.

 

Tatsuha chasqueó la lengua, molesto con las respuestas de Shuichi, sin duda alguna era un terco que siempre buscaba como tener la razón ¡Idéntico a su hermano! ¿Cómo lo hacía entrar en razón? Estaba claro que discutiendo y ordenando no iba a lograr nada. Respiró hondo para tranquilizarse y pensó por unos segundos para ordenar su cabeza.

 

-          Shuichi, creo que deberías decirle a mi hermano lo que sientes.

-          ¿Para qué? ¿Para qué se burle de mis sentimientos?

-          Eso no lo puedes saber si no hablas con él, pero tienes que ser sincero y decirle lo que sientes.

-          Sé lo dije, si no lo entendió, no es mi problema.

-          Shuichi, por favor, no dejes las cosas a interpretación y sé directo.

-          Bien, lo seré. - Dijo suavemente antes de mirar a Tatsuha. - Quiero volver a Turandot

-          ¡Con Eiri, no conmigo! ¡Maldita sea! ¿Por qué eres tan necio? - Se volvió a exasperar, su paciencia era prácticamente nula.

-          Tu también lo eres ¿Por qué no entiendes que no quiero hablar de esto? Sólo quiero ir a casa, me prometiste que me llevarías.

-          Te lo prometí si hablabas con él.

-          Lo hice.

-          Pero no le dijiste tus sentimientos.

-          ¡Cumple tu promesa!

-          ¡No tengo nada que cumplir!

-          ¡Mentiroso!

-          ¡Cobarde!

-          ¿Qué está pasando aquí?

 

Aquella pregunta detuvo la discusión. Tatsuha volteó, viendo en la entrada  a Ryuichi, con lo miraba con mala cara.

 

-          Ryuichi. - Pensó Tatsuha extrañado.

-          ¿Qué haces en la habitación de mi hermano?

-          Quería saber cómo estaba

-          ¿Y por eso le dices "cobarde"?

 

Tatsuha no respondió, bajo el rostro por un segundo, decirle "cobarde" a Shuichi había sido involuntario, en un momento de desesperación y enojo.

 

-          Sal de esta habitación. - Ordenó Ryuichi

-          ¿Qué? Pero aún no termino de hablar con él.

-          Ya terminaste, ahora sal.

 

Tatsuha apretó los dientes molesto por la orden, sin importarle nada, ignoró a Ryuichi y miró a Shuichi.

 

-          Cuñadin, tienes que recapacitar.

-          Ya decidí.

-          Pero...

-          ¿Acaso no escuchaste? - Ryuichi alzó la voz. - Déjalo tranquilo.

 

Tatsuha se sintió frustrado, por un lado no podía persuadir a Shuichi, por el otro Ryuichi no paraba de sacarlo ¿Qué hacer? Demonios era tan complicado.

 

-          ¡Que te vayas! - Insistió Ryuichi

-          ¡Ya escuche! - Respondió de mala forma.

 

Sin pensarlo siquiera, caminó a la puerta con paso rápido, notando que Ryu se movía para darle espacio, aquello detuvo a Tatsuha a menos de 5 pasos de la entrada. La actitud del rey de Turandot lo molestaba y entristecía, tenía tanto que no hablaba con su prometido, tantas dudas sobre su alejamiento que ya no sabía cómo canalizar esos sentimientos.

 

-          ¿Se te ofrece algo más? - Pregunto Ryuichi de mala manera al verlo parado cómo si nada.

-          Si. - Dijo volteando el rostro para ver a Shuichi. - Estas cometiendo el peor error de tu vida al no decirle a Eiri que lo amas. - Dijo con enojo, y tras ello miró a Ryu, quien mantenía la mirada esquiva. - Te sigo esperando. - Le murmuró a Ryuichi, quien simplemente apretó los puños.

 

Tatsuha salió, cerrando la puerta a su espalda, dejando a los hermanos sumidos en un profundo y molesto silencio que Ryuichi se atrevió a romper.

 

-          ¿Estás bien?

-          Si, sólo fue una tonta pelea. - Respondió. - Y ¿tu?

-          ¿Yo?

-          No te vez muy bien.

-          No es nada, problemas de pareja.

-          pero...

-          Dije que no es nada.

-          Lo siento, no quise intervenir.

-          No te disculpes, es sólo que estoy algo voluble. - Se acercó a su cama y tomo su temperatura. - La fiebre ha desaparecido por completo, y tu voz se escucha mejor, me alegro mucho. Estas mejorando muy rápido. - Ryuichi cambió abruptamente la conversación.

-          Entonces ¿Ya podemos irnos?

-          No, aún no.

-          Pero dijiste que...

-          El médico recomienda que no viajes en los próximos 10 días.

-          ¡Al cuerno con el médico! ¡Me quiero ir de aquí lo antes posible!

-          No te voy a exponer a un viaje tan largo en esa condición.

-          Pero...

-          Sin "peros". Es mi decisión.

 

Shuichi apretó los dientes, sabía que era imposible hacer cambiar a su hermano de parecer una vez que tomaba una decisión, pero no podía evitar intentarlo cuantas veces pudiera.

 

+-+-+-

 

El sol avanzaba en el cielo, el viento era levemente frío a pesar de que la luz calentase agradablemente.

Desde el balcón de la alcoba de Shuichi, Hiro podía mirar a Michael, hijo de K, jugando con su madre a lanzarle flechas a Ark. ¿Cómo es posible que le enseñaran eso al niño? y lo que era peor ¿Qué Ark lo permitiera? Prácticamente toda la familia Winchester lo trataba como un "objeto de entretenimiento". Y eso lo había podido constatar decenas de veces.

Suspiró y negó con la cabeza.

 

-          Menos mal, yo soy el sirviente de Shuichi y no de Michael. - Musitó, volteando levemente el rostro y viendo que Shuichi tenía el ceño fruncido, los brazos cruzados y murmuraba cosas que sólo él entendía, a simple vista se notaba de mal humor.

 

Era normal que estuviera de malas teniendo al médico en su habitación, cerca de la mesa y preparando algo con hiervas y agua caliente.

Nakano entró a la habitación y se sentó en una silla al lado de la cama, viendo como el galeno también se acercaba a Shuichi y le entregaba un tazón

 

-          ¿Qué rayos es esto? - Shuichi miró con desconfianza la sustancia color terracota que dejaba escapar un ligero vapor que olía amargo.

-          Tisana de corteza de sauce y pino con hojas de eucalipto y romero junto con jugo de limón, le puse un poco de miel para endulzarlo*

 

Shuichi arrugo la nariz, no sabía que era peor, si saber lo que esa infusión tenía o tomárselo sin estar al tanto de los ingredientes.

Se acercó el tazón a la boca y dio un pequeño trago, notando el líquido amargo y caliente pasar por su garganta. ¡¿Qué le puso miel?! Por ningún lado le encontraba el dulce y agradable sabor a miel, eso sabía a raíces de árbol con tierra; y su color no le daba un aspecto muy agradable.

 

-          Sabe espantoso.

-          Debe beberlo todo y después mandaré traer su comida.

-          ¡¿Qué?! ¿Todo? ¿Está loco?

-          Es necesario si quiere mejorarse.

-          ¡Hiro~! - Shu hizo un mohín en su boca y miró a su amigo.

-          Lo lamento, su majestad, pero son instrucciones médicas.

 

Shuichi, en vista del existo no obtenido, frunció el seño con molestia y miró aquella bebida con recelo, como si esta fuera capaz de causarle una maldición.

 

-          Al mal paso, darle prisa. - Pensó.

 

Contuvo el aire de sus pulmones y le dio un gran trago al tazón. Sintiendo el liquido pasar por su garganta y llegar a su estómago vació pero sin tener el verdadero sabor de este al aguantar la respiración por completo.

 

-          Mandare traer su comida mientras termina su medicamento.

-          ¿Puedo comer en el comedor? - Pregunto sin dejar de arrugar el rostro.

-          Como le dije hace un momento, le recomiendo que no salga de cama los próximos días.

-          ¿Qué pretende que haga tanto tiempo en cama?

-          Descansar. - Respondió mientras guardaba las cosas con las que preparo la bebida. - Me retiro, volveré en la noche para continuar con las infusiones y los baños de hiervas.

 

+-+-+-

 

Al mismo tiempo, Suguru entraba al comedor ayudándose a caminar con un bastón y siendo escoltado por Eiri.

 

-          ¡Suguru! ¡Qué grata sorpresa! - Saludó el Rey, parándose de su lugar y acercándose al chico.

-          ¿Es seguro que camines tanto? - Se atrevió a preguntar Mika desde su lugar, sorprendida por verlo de pie pero preocupada de que eso fuera a lastimarlo.

-          Yo le dije que no lo hiciera. - Se excusó Eiri al sentir una mirada de reproche por parte de su hermana

-          Estoy bien. - Respondió tranquilamente mientras caminaba hacia su lugar en el comedor.

 

Su andar era un poco lento y cojeaba a cada paso que daba; no podía negar que le dolía un poco cada vez que flexionaba el pie izquierdo para dar un paso pero lo disimulaba lo mejor que podía, evitando cualquier gesto en su rostro que pudiera evidenciarlo, pues hacerlo sería que los ahí presentes lo enviaran a la cama por lo menos otra semana más, y estar enclaustrado ahí era lo último que quería.

Se sentó en su lugar y miró a los presentes, notando al instante que Ryuichi y Tatsuha no estaban juntos, no tuvo que pensar mucho para saber que estaban distanciados. ¿Por qué sería? Aunque le causara curiosidad no pensaba preguntar ni involucrarse en algo que no le concernía. Continuó su recorrido por la mesa, como si buscara a alguien, hasta que descubrió que la persona que buscaba no estaba ahí.

 

-          ¿El príncipe Shuichi no son acompañará? - Preguntó directamente mientras veía cómo le servían.

-          El médico le recomienda pasar otros días en cama. - Respondió Seguchi tras beber un pequeño trago de vino.

-          Comerá en su habitación en compañía del caballero Nakano. - Añadió el rey.

-          ¿Cómo se encuentra?

-          Mucho mejor, su temperatura bajo considerablemente y ha despertado; aún estornuda y tose mucho pero las pociones le ayudaran a mejorar pronto.

-          Es agradable escuchar eso. Espero sé mejore pronto. - Respondió, mirando a Ryuichi para demostrarle sus buenos deseos para con Shuichi.

-          Muchas gracias. - Respondió Ryu con una grata sonrisa y dando por terminada la conversación

 

Se quedaron en silencio mientras comenzaban a comer, platicando de temas triviales durante la comida. Suguru dirigió una fugaz mirada a Eiri, descubriendo que éste  sólo se dedicaba a comer, ignorando por completo su entorno y sobretodo la conversación.

 

+-+-+-

 

El día transcurrió sin mayores complicaciones, hasta que el crepúsculo invadió el cielo, seguido de la noche, mostrando un cielo de colores violetas y azules que se mezclaban entre sí con el negro; ninguna nube invadía el firmamento y las estrellas brillaban intensas en el cielo, como si estas fueran una gran luz.

 

-          Será una noche fría. - Dijo Nakano mientras cerraba la ventana para evitar que el frío se filtrara a la habitación y perjudicará la salud de Shu.

 

Pero Shuichi no respondió, se encontraba sentado en la cama mirando las llamas de la chimenea sin interés alguno. No podía dejar de pensar en todo lo ocurrido desde que discutiera con Yuki hasta la disputa con Tatsuha.

No podía negar que le dolía su decisión y mucho, pero no quería interferir en la felicidad de Yuki, menos cuando ya le había causado tantos problemas desde su llegada a Asgard.

 

"Dile que lo amas"

 

No, no podía hacerlo. No tenía caso hacerlo y no quería que Eiri se burlará de sus sentimientos, eso era algo que no podría soportar.

¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?

 

-          ¡Majestad! - Llamó Nakano.

-          ¡Ah! ¿Eh? - Shuichi volteó a verlo, extrañado por el grito.

-          Esta muy distraído. ¿Le sucede algo?

-          No... no es nada. - Dijo Shuichi regresando su vista a las llamas.

 

Hiroshi se quedo en silencio por unos segundos, no le gustaba en lo absoluto ver a Shuichi tan deprimido. Sabía que algo le preocupaba a Shuichi y suponía que ese algo era el príncipe: "Nadie me estorbe*". Frunció levemente el seño recordando lo despectiva y arrogante que había sido con él en últimas fechas. Estaba consciente de que no tenían porque llevarse bien, después de todo Yuki era el futuro rey del reino y él era un caballero encargado de la seguridad de Shuichi, que éste le hablara de buena forma y lo considerará su amigo no le quitaba su condición de súbdito.

Los nobles no tenía la obligación de llevarse bien con los de la clase baja, pero el príncipe de Asgard, por muy arrogante que fuera, no formaba parte de los nobles que vieran con inferioridad y trataran con la punta del pie a sus súbditos. ¿Por qué de repente cambio con él? Sabía que eso era desde que llegaron a Asgard. ¿Hizo algo al llegar? No había actuado de forma diferente en ningún momento. ¿o sí?

De acuerdo, se había acercado a Suguru de más: Primero lo reto a un duelo, luego fue a ver cómo se encontraba tras su caída y se quedo con él hasta altas horas de la noche. ¿Era eso lo que lo molestaba? No lo sabía, no sentía que esa fuera la verdadera razón, sentía que había algo más detrás de todo ello ¿Que era? Ni idea, pero sospechaba que Shuichi tenía algo que ver, lo sabía por las reacciones que Yuki tuvo durante los días que cuido del príncipe de Turandot.

 

Desvió la mirada, no podía seguir pensando en todo eso, debía mostrarse serio, tranquilo, analítico y seguro para apoyar a Shuichi, quien ya le había contado lo que paso entre Eiri y él cuando despertó, junto con sus deseos de volver a su reino lo antes posible.

 

-          Es hora de su cena.  - Dijo Nakano mientras se ponía de pie.

-          No tengo hambre.

-          Pero debe comer si quiere mejorarse. ¿Hay algo en especial que quiera comer? Pediré que lo preparen.

 

Shuichi pensó por algunos segundos, analizando la pregunta.

 

-          Cualquier cosa que sea dulce.

-          Bien, veré que puedo hacer.

 

Se quedó sólo en la habitación, escuchando el sonido de la leña tronar en la chimenea a causa de las llamas. Era un sonido tranquilizador y que lo distraía de sus pensamientos, de sus dudas y le evitaba pensar en que se había equivocado. Una lucha interna entre su razón y su corazón.

Quería convencerse de su decisión, pero a cada segundo le costaba más trabajo.

 

-          No, no puedo hacer eso, ya lo decidí.

 

Escucho que alguien tocó su puerta.

 

-          No tardaste, Hiro. - Dijo a forma de "adelante".

-          No soy el caballero Nakano. - Fue su respuesta, con voz tranquila y monocorde

-          Fujisaki Suguru. - Pensó Shuichi, incapaz de pensar correctamente.

 

Suguru entró a la habitación, cojeando levemente en cada paso, apoyando su peso en el bastón para poder caminar mejor.

Shuichi no pudo evitar mirar atrás de Suguru, esperando ver a Yuki, pero el vizconde estaba solo, algo que Shuichi ya no sabía si le agradaba o no. Una parte de él se moría por ver al futuro rey, otra tenía pavor de encontrárselo.

 

-          Escuche que despertó hoy. ¿Cómo se encuentra?

-          ¿Eh?

-          Veo que aún se encuentra adormilado por el resfriado. - Sonrió con agrado. - ¿Cómo se encuentra? - Repitió la pregunta.

 

A Suguru no le bastaba saber - por boca de otros - que Shuichi se encontraba bien. Quería estar del todo seguro, y la mejor manera era preguntarle directamente al príncipe.

Shuichi se quedó callado por unos segundos, incapaz de procesar la pregunta ¿En verdad Suguru estaba ahí? ¿Hablando con él? ¿Preguntándole por su salud? ¿Lo hacía de forma agradable o quería burlarse de él?

Aunque no tenía nada de malo que Suguru se preocupará. Él mismo había ido a verlo después de que cayera por el espejo del lago. Sin embargo, algo en este momento era diferente ¿Que era? Tal vez la decisión que había tomado sobre Yuki.

 

-          No tiene buen aspecto. ¿Se siente mal? ¿Desea que vaya por el médico? - Indagó Suguru al notar el semblante confuso de Shuichi.

-          ¿Eh? Ah n-no… es... estoy bien, gracias por preguntar. - Respondió Shuichi saliendo de su aturdimiento.

-          Me alegra escuchar eso. Me preocupe mucho días atrás, cuando me dijeron que enfermo.

 

Shuichi se sintió levemente incomodo, resultaba extraño saber que Suguru se preocupaba por él, cuando varias veces lo vio de forma retadora e incluso despectiva, como si lo menospreciará.

Bajo levemente el rostro y miró pierna izquierda de Suguru cubierta por varias vendas. Aquello le recordó que Suguru estaba herido por su culpa, que se había arriesgado por salvarlo; el vizconde no era tan malo como él creyó, de hecho no lo era en lo absoluto. Quizá su actitud se debía a la fría y despectiva educación que tuvo con su padre, no podía culparlo del todo por ser así, de seguro para él ya era demasiado difícil lidiar con un padre que, al parecer, no lo quería.

 

-          Gracias. - Dijo de pronto Shuichi

-          ¿Por qué me agradece?

-          Por haberme salvado en el lago. En verdad lamento mucho que hayas caído y... bueno... también te pido una disculpa.

-          No tiene nada que agradecerme, lo salve con mucho gusto.

-          Pero arriesgaste tu vida.

-          Fue un accidente, no era su intención caer. Por consiguiente tampoco debe disculparse. - Dijo, restando importancia al asunto.

-          También me disculpo por todas las cosas que te dije desde que lo conocí.

-          No se preocupe, yo tampoco fui muy cortes con usted. - Sonrió. - Todo indica que comenzamos de la manera incorrecta.

 

El silencio se formo por algunos segundos, Suguru se sentía cómodo en aquel lugar, Shuichi no tanto; le era difícil tratar con el vizconde, tal vez porque su educación había sido muy diferente, o quizá por el extraño, torcido y pequeño lazo que los unía y separaba al mismo tiempo.

 

-          He estado pensando. Ahora que ambos tenemos limitaciones físicas ¿Por qué no lo intentamos con: talentos artísticos?. - Dijo Suguru tras unos momentos de silencio.

-          ¿Qué?

-          Me informaron que usted canta muy bien. Lamentablemente mi voz no tiene la entonación correcta para cantar, sin embargo, soy bueno tocando diversos instrumentos, sobre todo el piano.

-          ¿Cantar? ¿Piano?

-          ¿Podemos hacer algo enfocado a la música? Judy será la juez, es extraordinaria en las artes histriónicas y en la música. Debería verla tocar el violon...

-          Espera, espera. - Interrumpió. - ¿De qué hablas?

-          De la competencia para ser el prometido de Eiri ¿De qué otra cosa podría estar hablando?

-          ¿De la competencia? Pero... ¿Acaso "él" no te lo dijo?

-          ¿Decirme qué? ¿Ocurrió algo? - Shuichi se dio cuenta de que Suguru no sabía nada de lo que él y Yuki discutieron.

 

Se quedó callado por unos segundos, pensando en aquello que Suguru le pregunto.

¿Por qué Yuki no le dijo nada? Estaban comprometidos y parecían tenerse una gran confianza. ¿Qué era diferente en esta ocasión?

Si Yuki no le comento lo que hablaron ¿Significaba que sentía algo por él? ¿Aún podía recuperarlo?

Un pensamiento egoísta cruzo por su mente: Podía retractarse con Eiri y seguir con la competencia.. Como dijo Suguru, era bueno cantando, y era casi seguro que podría ganar en esa competencia, tenía una total y plena confianza de que así sería. Entonces, si ganaba, se quedaría con Yuki y se casaría con él.

¡¿Qué tontería estaba pensando?! ¿¿Sacrificaría la felicidad de ellos dos por su egoísmo? ¡No! No podía hacer eso, no quería que Yuki estuviera a su lado sólo por ganarle a Suguru. ¡Quería que Yuki lo amara! Deseaba que Yuki fuera feliz, y su felicidad estaba al lado de Suguru.

Por muy difícil que fuera, ya había tomado una decisión y no se iba a retractar. ¡NUNCA!

 

-          Príncipe Shuichi ¿Ocurre algo?

-          Y...yo - Tartamudeó ¡Demonios! ¿Por qué era más fácil pensarlo que decirlo? - Yo ya no... ya no voy a competir por Yuki.

 

Suguru no cabía en su sorpresa ante esa confesión, sus ojos se abrieron levemente y sus labios formaron una perfecta línea recta cuando los apretó levemente.

El silencio se hizo por largos y densos segundos, en los que el vizconde asimilaba la información y acomodaba sus pensamientos de forma ordenada y coherente. Sentía unas ganas tremendas de explotar y preguntarle a gritos por aquella decisión tan absurda; pero le habían enseñado a controlar y canalizar sus emociones, no dejarlas salir y mantener la cabeza fría, algo que en esos momentos le estaba costando trabajo.

 

-          ¿Qué quiere decir con eso? - Pregunto directamente y con un tono de voz cortante y frío.

-          Que renunció a Yuki. - Ocultó sus ojos tras sus cabellos. - Puedes casarte con él sin preocupación alguna, yo me...

-          ¡No se atreva a hacer algo como eso! - Suguru levantó la voz, asustando levemente a Shuichi. - ¿Cómo osa decir semejante sandez? - A pesar de hacer todo lo posible por controlarse, no podía, esa situación no le gustaba en absoluto. ¡No la aceptaba!

-          No es una sandez, es mi decisión

-          ¡Es una cobardía! ¡No la apruebo! ¡Me rehúso!

-          No importa si lo haces, yo ya no voy a competir.

-          ¿Por qué no?

-          ¡Porque no quiero!

-          ¡Esa no es una razón!

-          ¡En mí razón!

-          ¡Es un escape a la verdad!

-          ¡Ya dije que no competiré!

-          ¡Y yo dije que no lo apruebo!

-          ¡No me importa, si me retiro no puedes hacer nada!

-          ¡Buscaré la manera para continuar con la competencia!

-          ¡NO VOY A PELEAR POR ALGO PERDIDO!

 

La garganta le ardió más de la cuenta con aquel grito, sintiendo sus anginas inflamadas y su voz rasposa al salir por su boca.

Suguru se quedó en silencio por unos momentos, analizando aquella última frase. Sentía su sangre hervir dentro de sus venas a causa de la frustración. ¿Por qué lo hacía? No lo entendía.

 

-          ¿Cómo puede saber eso?

-          No lo sé, pero ya lo decidí.

-          No puede dejar las cosas a medias

-          ¡Ya déjame en paz! ¡Cásense, vivan felices y déjenme en paz!

 

Apretó los labios, levanto la mano y, sin pesarlo ni un segundo, le soltó una bofetada a Shuichi, volteando levemente su rostro y enrojeciendo su mejilla.

Shuichi no cabía en su sorpresa, sentía su mejilla arder e incluso le punzaba levemente, Suguru tenía la mano pesada, y el golpe le había dolido, pero ¿por qué lo había golpeado? Regresó la vista al vizconde, demostrando su desconcierto.

 

-          ¡Es un cobarde! - Dijo Suguru sin más, mirando a Shuichi con enojo. Su cuerpo temblaba levemente de coraje, cómo si su renuncia fuera la peor de las ofensas que pudiera recibir.

-          Sugu...

-          ¡Jamás espere que fuera tan débil! - Interrumpió Suguru. - ¡Pensé que era diferente! - Bajo levemente la mirada, ocultándola un poco entre los mechones de su frente. - Incluso llegue a creer que podíamos ser amigos. - Confesó.

 

Aquellas palabras sorprendieron a Shuichi de sobremanera. ¿Amigos? ¿Suguru quería ser su amigo? ¿Cómo podía esperar y pedir algo así? Y sin embargo se sentía mal al saber que Suguru no podía ser su amigo..

 

-          Se arrepentirá por este error el resto de su vida. - Dijo Suguru antes de dar media vuelta. Caminó con paso apresurado y seguro a pesar de cojear un poco, llegó a la puerta y saliendo por ella.

 

Shuichi se quedó sumido en un molesto y confuso silencio. La charla con Suguru había sido complicada y densa. Se sentía molesto consigo mismo, sentía que le había fallado a Suguru. ¿Por qué? Estaba haciendo lo que quería hacer, había tomado la mejor decisión. ¿Por qué se sentía tan mal?

 

-          ¿Me estaré equivocando? - Pensó.

 

¡No! No era ningún error.  Estaba haciendo lo correcto. Tenía que convencerse de ello, tenía que olvidarse de Yuki. Tenía que rehacer su vida. Tenía que irse de ahí cuanto antes. ¿Pero cómo irse? Ryuichi, Hiro se negaron a llevarlo a casa hasta que el médico no lo indicará; y eso sería dentro de varios días. ¡No podía esperar tanto!

 

-          No, no puedo seguir aquí. Ya no.

 

+-+-+-

 

Suguru  caminaba apresuradamente por el pasillo, ayudándose con el bastón, cojeando más de lo que quería por su velocidad de su andar.

No podía creer lo que había sucedido. Le molestaba en sobremanera la actitud de Shuichi. ¿Para qué viajo, Por qué lo retó si al final iba a renunciar?

 

"Ya no voy a competir por Yuki"

 

¡Aquello no tenía razón ni lógica! ¿Quién se retira de conseguir algo que quiere? No la persona que en realidad quiere. Ese era su racionamiento lógico. Y ahora veía y sentía que lo que Shuichi sentía por Eiri no era amor, sino simple capricho, y eso le molestaba de sobremanera.

Porque para él, quien creció sin el cariño de su madre y con el desprecio de su padre, el amor era algo que debía apreciarse, resguardarse y cuidarse con sumo recelo; apreciarlo y disfrutarlo. Le molestaban las personas que jugaban con los sentimientos, que un día querían algo y luego ya no lo deseaban. Que se movían por simple y vano antojo. Y ahora se daba cuenta de que Shuichi era esa clase de persona.

Ese no era el Shuichi del que le hablaron; no era ese chico agradable, distraído, seguro, divertido, orgulloso, animado, amigable, perseverante, decidido a sus convicciones y arriesgado que le describieron.

 

"Te agradará mucho"

 

Eso le habían dicho, y ahora veía que no era cierto. No tenía NADA que el agradará de él.

 

Tan inmerso estaba en sus pensamientos, que, sin darse cuenta, dio un mal paso, haciéndolo perder el equilibrio y cayendo arrodillado al suelo, sintiendo el fuerte golpe contra su rodilla izquierda.

 

-          Ahg - Se quejó, no tanto por la caída, sino por el brusco movimiento de su tobillo lesionado.

 

Estaba tan molesto que trato de restarle importancia, intento levantarse, apoyando su mano en la piedra para apoyarse, sin embargo - al apoyar su pie izquierdo para equilibrarse- su propio peso gano y quedó de nuevo arrodillada. Mantuvo los ojos y dientes apretados para evitar gritar cuando su tobillo izquierdo de nuevo se flexionó, ocasionándole un fuerte dolor.

 

-          Demonios. - Dijo entre dientes

 

Contenía las ganas de llorar. Se sentía frustrado, usado, confundido, molesto ¡Idiota! Y no era solamente por la caída, sus emociones en ese momento estaban alteradas. Shuichi lo había ofendido al renunciar, se había desenmascarado como un caprichoso cuando a él le dijeron que era una persona valiosa. Yuki sabía de la decisión de Shuichi y se la había ocultado sin razón alguna, enojándolo más.

¿Por qué? ¿Por qué todos querían y cuidaban a alguien como Shuichi? ¿Por qué a él no? Cuando hacía todo lo posible por hacer lo mejor posible las cosas. Cuando se esforzaba un 200% por ser agradable, amable y demostrar que era alguien. ¿Qué tenía que hacer? ¿Qué hacía mal?

 

-          Soy un idiota. - Pensó con una irónica sonrisa en su rostro.

-          ¡Alteza!  - Llamo Hiroshi, acercándose a él e hincándose a su lado. - Alteza ¿Se encuentra bien?

 

Hiroshi iba hacia la habitación de Shuichi cuando vio pasar a Suguru por uno de los corredores, notando que su andar era rápido y dificultoso. No había dudado ni un sólo segundo en acercarse a él y ayudarlo, pero en cuanto dio un pequeño paso hacia su lado lo vio caer y tratar de levantarse apresuradamente, ocasionándole una nueva caída.

 

-          Permítame ayudarle. - Dijo mientras le tomaba del hombro con una mano.

-          Déjame sólo. - Suguru le golpeó su mano para evitar que lo tocara.

-          Majestad. No puede levantarse usted mismo, se lastimará su tobillo.

-          ¡Que me dejes! Yo puedo solo.

 

A Nakano no le importaron las secas y molestas palabras de Suguru, le ayudó a levantarse colocando uno de los brazos de Suguru tras sus hombros, notando que el vizconde - a regañadientes - aceptaba su ayuda para poder levantarse, apoyando su peso en Hiro y en su pierna derecha.

 

-          No debería caminar tanto. - Sugirió Nakano. - Lo llevare a su habitación.

-          Si llegue hasta aquí, puedo regresar por mi cuenta. - Respondió Suguru, quien aún se mostraba molesto.

-          No sea tan orgulloso.

-          ¿Orgulloso? Eso dígaselo al príncipe Shuichi.

-          ¿Eh?

 

Suguru se soltó de Nakano, apoyando su peso en diestro y en el bastón, colocando su pie izquierdo apenas en el suelo para darse un poco más de estabilidad.

 

-          No puedo creer que haya defendido a alguien como él. Que se arriesgara a un duelo por él.

-          ¿De qué está hablando?

-          El príncipe Shuichi no es quien me dijeron que era. ¡Me mintieron! ¡Es un bueno para nada!

 

Nakano se sorprendió por esas palabras, pero tras esa sorpresa se mostró serio y molesto.

 

-          Le pido que se retracte. - Más que un pedido fue una orden.

-          El príncipe Shuichi es un cobarde.

-          Retráctese.

-          ¡Nunca!

 

Un fuerte golpe contra su mejilla lo hizo callar. ¿Nakano lo había abofeteado? No, imposible, un caballero abofeteando a un noble. ¡Eso era inaudito! Era motivo de juicio e incluso de muerte.

Se sintió más indignado de lo que ya estaba. ¿Cómo osaba ponerle la mano encima? ¿Quién se creía que era? Giró el rostro, dispuesto a enfrentarlo y exigirle una disculpa por su atrevido acto. Pero se quedó callado cuando se encontró con la enfurecida mirada de Nakano. Aquellos ojos azules le miraban con una frialdad que no había visto antes, ni siquiera durante el duelo de días atrás.

 

-          No vuelva a insultar a su majestad Shuichi en mi presencia. O me olvidaré que usted es un noble y futuro consorte del Rey de éste reino.

 

Suguru no respondió, por primera vez se sintió intimidado y reprendido. Era la primera vez que le hablaban de esa manera: Su padre casi nunca le dirigía la palabra, y cuando lo hacía era para humillarlo de la peor manera posible. Nadie en palacio le llamaba la atención ya que siempre era muy acertado en sus comentarios y propio en su conducta.

En esta ocasión Nakano le reprendía con severidad, con una que nunca antes había escuchado, era incluso cómo si se estuviera imponiendo, tanto que incluso sintió el impulso de bajar el rostro y disculparse, pero estaba tan sorprendido que sus reacciones estaban atrasadas con sus pensamientos.

 

-          Tenga cuidado al volver a su alcoba. - Dijo Nakano antes hacer una leve reverencia por simple educación, giró en sus pies y se alejo.

 

Estaba haciendo lo que le pidió que hiciera: que lo dejara sólo. Sabía que no era correcto, sin embargo, le molestaba que alguien hablara mal de Shuichi, sobre todo cuando no lo conocía en realidad. Cierto era que el príncipe de Turandot era testarudo, torpe, ingenuo, orgulloso, caprichoso y hasta podía llegar a ser grosero, pero ¿qué persona no lo era en algún momento?

 

Aunque, en el poco tiempo que tenía de conocerlo, no recordaba haber visto al vizconde tan alterado. Se veía confundido, molesto, indignado, frustrado; como si hubiera descubierto algo malo que salía total y completamente de sus manos.

Recordó que noches atrás el vizconde se mostró muy agradable con él e incluso lo defendió de Eiri. Pero no era sólo eso, también estaba el hecho de que ese chico parecía analizar y canalizar todas sus emociones, evitando que estas lo dejaran llevarse; y ahora que se había "dejado" llevar por ellas, o mejor dicho, que estas lo controlaron, no sabía cómo actuar en realidad.

Se quedó parado por uno segundos y suspiró en silencio.

Había visto las dos caídas del vizconde y también sabía que en ese tiempo nadie paso por el pasillo.

 

"Tenga cuidado al volver a su alcoba"

 

Suguru podía tener todo el cuidado del mundo, pero con el pie lastimado, sería complicado ir hasta su alcoba. ¿Y sí volvía a caer? ¿Se podría levantar? ¿No se lastimaría más? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que alguien fuera en su auxilio? Él había sido testigo de su caía y de lo imposible que fue para Suguru ponerse de pie.

 

-          A ver si no me arrepiento de esta. - Se dijo a sí mismo, temiendo más que nada, alguna otra grosería del vizconde.

 

Regresó en sus pasos, encontrando a Suguru en el mismo lugar donde lo dejo, con la diferencia de que tenía la espalda apoyada en la pared y la cabeza baja, como si estuviera procesando alguna información.

Sin mediar palabra alguna, se detuvo delante de él y le extendió la mano, notó que el vizconde se sorprendió levemente y levanto la vista para mirarlo.

 

-          Permítame ayudarle. - Dijo Nakano con voz monocorde.

 

Suguru desvió la mirada a un lado, entre molesto, indignado y confundido.

 

-          No tiene que hacerlo si no quiere.

-          Quiero hacerlo.

-          Lo llevaré a su habitación y mandaré traer su cena.

-          No voy a cenar en mi habitación.

-          Pero tiene que descansar

-          ¡Dije que no! - Añadió. - Quiero cenar en el comedor con todos.

 

Nakano lo pensó por unos segundos. Podía dejarlo ahí y que se fuera a donde se le pegara su regalada gana o podía llevarlo a donde quisiera y asegurarse de que llegara sano y salvo a su destino.

 

-          En ese caso, lo llevare al comedor.

 

El vizconde lo pensó por unos segundos. Sabía que con su pie lastimado no llegaría muy lejos sin caerse de nuevo, y para llegar al comedor había que bajar escaleras. Imposible hacerlo solo. Miró a Nakano y tomo su mano, aceptando de esa manera su ayuda.

Hiroshi paso el brazo de Suguru tras su hombro y le tomo de la cintura con su otra mano para comenzar a caminar rumbo al comedor.

 

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Cubierto por una oscura capa con capucha, y cargando en un saco algunas cuantas pertenencias, Shuichi salió de su habitación y corrió por los silenciosos pasillos del palacio, asomándose constantemente por los cruces de pasillos para asegurarse de que nadie lo viera.

Iba a regresar a Turandot esa misma noche, sin importar nada. No lo iban a detener.

 

-          Si me voy ahora, se darán cuenta en la mañana, para entonces ya estaré muy lejos y no me alcanzarán.

 

Sintió que la nariz le pico y no pudo evitar estornudar, cubriendo su nariz y boca con la mano para evitar que el sonido provocaran que lo descubrieran

 

"No nos iremos hasta que mejores"

 

Eso le había dicho su hermano, pero él ya se sentía bien. Que le raspara la garganta y estornudara de vez en cuando no eran impedimentos para el viaje.

Su carrera continuo hasta llegar a una de las portezuelas por la que entró. En esos momentos agradecía el tour que Tatsuha les había dado por el palacio, en el cual le mostro - a él y a su hermano - pasillos secretos que servían para un acceso más rápido y que sólo conocían las personas más allegadas al rey, pues ni la servidumbre tenía acceso a ellos.

Avanzó con paso rápido  hasta llegar a una portezuela que daba justo delante de las caballerizas. Pronto estaría fuera de palacio, sólo esperaba no perderse en la ciudadela ni que alguien lo reconociera.

 

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Recargado en el balcón de una torre, Sakuma miraba, embelesado el cielo. las disputas con Tatsuha lo tenían deprimido, no le gustaba eso, pero no sabía qué hacer para evitarlo, el simple hecho de verlo le ponía de mal humor.

De repente, el cielo se ilumino y aquello llamo la completa atención del rey. Un extraño juego de luces verdes comenzó a formarse en el oscuro cielo, sofocando la luz de las estrellas. Las luces bailaban, giraban y se retorcían en el cielo, cambiando de verdes a azules, luego a violetas y de ahí a rosas

Era como un extraño y extraordinario amanecer en la noche, como una luz en tanta oscuridad

Era preciosa la vista, pero sería perfecta su Tatsuha estuviera con él, abrazándolo por la espalda y susurrando a oído lo mucho que lo amaba.

 

-          Tatsuha. Si tan sólo las cosas fueran diferentes. Si tan sólo supiera porque no quiero verte. - Pensó.

-          Es una vista maravillosa ¿Verdad, Ryuichi? - Dijo el rey de Asgard a su espalda.

-          ¿Majestad? - Preguntó mientras lo veía pararse a su lado. - Ese juego de luces ¿Sabes qué es?

-          No. - Miró de nuevo las luces. - Es la primera vez que las veo.

-          Es una Aurora Boreal. Muy comunes en los países nórdicos. ¿Te gusta?

-          Es fabulosa

-          En Asgard son consideradas de mala suerte.

-          ¿Mala suerte? ¿Algo tan bellos?

-          Se dice que las auroras son una puerta entre este mundo y el de los muertos.*

-          ¿Una puerta?

-          Durante las noches de Aurora nadie sale, temiendo no volver a casa.

-          ¿Por qué? ¿Acaso hay fantasmas?

-          No precisamente, pero se cree que al salir, los espíritus te guiaran hacia la puerta de la muerte, y será cruzada sin darse cuenta.

-          ¿Usted cree en eso?

-          No, yo no creo en ello, pero varios Argardianos sí.

-          ¿Por qué no cree en eso si usted es rey de Asgard?

-          Porque en una noche de Aurora que conocí a Lia, mi esposa. -  Sonrió con melancolía.

-          ¿Le duele hablar de ella?

-          Me encanta hablar de ella, me duele no tenerla.

 

Ryuichi no dijo nada, pero sentía que aquellas palabras eran tan sinceras que no sabía cómo tomarlas.

 

-          Lo mismo te pasa a ti en estos momentos con Tatsuha ¿no es así?

-          ¿Eh?

-          Te encanta estar con él, pero ahora mismo no puedes.

-          Yo no... no quiero hablar de eso. - Desvió la mirada. El rey de Asgard sonrió y miro la Aurora boreal.

-          ¿Sabes? Cuando era joven, era impetuoso, arrogante y orgulloso, incluso más que Eiri y Tatsuha. - Empezó a contar...

 

Desde que era niño me negué al compromiso que mis padres me impusieron. No me importo cuando me dijeran que mi futura esposa - hija menor de un duque de Valquiria - era la criatura más hermosa e inteligente que había pisado Gaia, ni que todos los nobles de su reino deseaban que ella fuera la esposa de sus hijos, ni lo mucho que me envidiaran o los buenos deseos que dieran a esa relación. Yo no quería casarme con una extraña.

 

Yo quería recorrer el mundo, librar batallas, encontrar el amor por mi propia cuenta. Si para lograr esto debía renunciar a la corona, lo pensaba hacer. Mis padres no decían nada de eso, pensaban que era la "rebeldía" de la adolescencia, que pronto pasaría y sentaría cabeza para gobernar el reino.

Pero mi necedad era tanta que un día, cuando tenía 14 años, escape de palacio, pensando en recorrer el mundo y cumplir mis anhelos.

Anduve sin rumbo por varios días. No tenía una ruta  marcada, sólo a donde me guiara mi instinto, ese sería mi destino.

 

-          ¿No tenía miedo? - Pregunto Ryuichi.

-          No, sabía pelear, sabía sobrevivir. Pensaba que podía comerme el mundo de un sólo bocado. ¿qué joven no lo piensa?

 

Una noche, me encontraba en la parte más oscura de un bosque nevado; el frío era insoportable y mi caballo estaba cansado, así que camine. Entonces el cielo se ilumino y al alzar la mirada vi como se formaba una Aurora boreal.

En ese entonces yo pensaba lo mismo que los demás Asgardianos.  Me aterré al saber que el portal estaba abierto y sin darme cuenta empecé a correr para escapar de ahí, buscando algún escondite. No sé cuánto tiempo corrí, a mi me pareció una eternidad, no encontraba ningún refugio: una cueva o un tronco abierto en el cual pudiera ocultarme.

Sin darme cuenta llegue a un claro en el centro del bosque, pero no fue eso lo que me sorprendió, ni la claridad de este al ser iluminado por la Aurora; lo que más me sorprendió fue que en el centro del claro había una chica, casi una niña; mirando las luces en el cielo.

 

Sonrió ante el recuerdo y sus ojos brillaron con un fulgor intenso.

 

Vestía un hermoso y largo  abrigo  blanco con flores rosas bordadas en él, unos guantes blancos y una diadema en su cabeza blanca. Estaba maravillado viendo como el juego de luces de la Aurora la iluminaba, como hacían brillar su cabello negro y daban reflejos en su piel blanca; incluso olvidé de lo que escapaba.

Parecía una hermosa aparición, como una hada de nieve; no sabía si lo que veía a su alrededor era la aurora o una hermosa y misteriosa aura que la rodeaba, como si no fuera una criatura de este mundo. Se veía tan hermosa, frágil, inocente, misteriosa y atrayente, como si tuviera el conocimiento universal al alcance de sus manos. Incluso llegue a creer que se trataba de la misma Natura encarnada.

Se sintió observaba y giró a verse; sus ojos ámbar dorados brillaban intensamente y tenían la mirada más tranquila pero profunda que hubiera visto. No sé qué fue lo que más me cautivo, si sus finos y hermosos rasgos,  la perdurable bondad e inocencia de sus ojos o el infinito misticismo, la tranquilidad y profundidad de su mirada.

 

-          ¿Quién eres?

 

Fue lo primero que escapó de sus labios cuando me vio, con una voz tranquila y monocorde, dulce pero segura, como la que tiene una persona que tiene controlada la situación.

 

No respondí en el momento, estaba ensimismado en su belleza que incluso ignore la pregunta y sólo me centre en su tono de voz.  Ahora que lo pienso, a de ver creído que era un idiota la primera vez que me vio.

No reaccioné hasta que se acercó a mí y tocó mi hombro, entonces recordé mi miedo.

 

-          ¡CORRE! - Grité, sujetando su mano y jalando de ella.

-          ¿Por qué?

-          ¡La aurora! ¡La puerta está abierta! ¡Debemos refugiarnos!

-          ¿Cuál puerta?

-          ¡La de los muertos! - Señalé la Aurora.

-          Es sólo un pequeño zorro

-          ¿Qué?

-          ¿No lo sabes? - Miró de nuevo el cielo. - Cuando los zorros correr por las montañas, sus colas chocan con la nieve y la levantan, haciendo que esta brille en el cielo y cree estas hermosas luces*

 

Me sorprendió mucho esa historia, desde mi punto de vista infantil. Pero ella se mostraba tranquila y segura de lo que decía, como si fuera normal para ella salir cada noche que había auroras.

 

-          Espera y verás que no sucede nada malo.

 

De nuevo miró el cielo y yo, asustado, volteaba a todos lados como si temiera que algo fuera a suceder; quería correr en busca de refugio, pero era un hombre y no podía dejarla a ella ahí, exponiéndose de esa forma.

No lo pensé y saque la espada, mirando a todos lados y parándome delante de ella.

 

-          ¿Qué haces?

-          Te protegeré.

-          Eres muy amable al cuidarme de esta forma, pero te aseguro que no hay nada que temer.

 

Se acercó a mí y colocó su mano sobre las mías, haciéndome bajar el arma casi sin darme cuenta.

 

-          Tranquilízate y mira la aurora, es realmente hermosa.

 

No sé cómo lo hizo, pero logro calmar mis miedos con su mirada, su sonrisa y su cercanía. Ella era capaz de calmar todos mis miedos y neutralizar mis angustias; aunque sinceramente no sé cómo lo hacía.

Sin darme cuenta, me deje llevar por su calma y mire el cielo. Esa fue la primera vez que vi en realidad una Aurora boreal en todo su esplendor. No podía creer lo que por tantos años me había perdido, que le tuviera miedo a esas luces tan hermosas, sobre todo cuando no ocurrió nada malo.

Recordé su relato de los zorros y que creí que era algo infantil; ahora veía que creer que una Aurora boreal era la puerta al mundo de los muertos era un mito tan infantil como el de los zorros; pero la leyenda de los zorros termino por convencerme más al ver la majestuosidad de las luces.

No sé cuánto tiempo estuvimos ahí, en silencio, mirando el cielo. Tampoco sé cuando guarde la espalda ni cuando me tomo de la mano, porque fue ella quien lo hizo.

 

-          ¿Tienes hambre? - Me dijo de pronto, mientras yo seguía mirando, maravillado la Aurora.

-          ¿Eh? - La mire confundido, desorientado por la repentina pregunta.

-          Yo quiero comer budín. ¿Y tú?

-          ¿Budín?

-          Si, es delicioso. Vamos.

-          ¿A dónde?

-          A casa.

-          ¿A casa? - Le solté la mano. - ¿Estás bien de la cabeza?

-          ¿Por qué? - No parecía ofendida por mi insulto, solo desconcertada por mi comportamiento.

-          Miras auroras boreales estas sola en un bosque, hablas con extraños, les tomas la mano ¡Los invitas a tu casa! ¿Acaso no sabes que es peligroso?

-          ¿Acaso me harás daño? - No lo dijo con mala intención, sus ojos solo mostraban desconcierto ante mi impulso.

-          ¡No! - Grité. - Claro que no, pero… ¡No es correcto! ¡No sé tú nombre! ¡No sabes el mío! ¡No nos conocemos!

-          Eres Dante, príncipe de Asgard.

-          ¡¿Qué?! ¿Cómo es que tú…?

-          ¿Sé quién eres? - Sonrió. - Me dijeron que habías desaparecido de tu reino y que todos te buscaban pero nadie conocía tu paradero.

-          No puede ser.

-          Sin embargo, yo sabía que estabas bien, que habías salido a buscar tu destino. - Me tomo la mano. - Algo me decía que éste te traería a mí; aunque no sabía cuando, ni tampoco creí que fuera tan pronto. - Podía sentir la calidez de su piel y su mirada se fijaba en la mía con una dulzura infinita. - Soy Lia Sievers, hija del Duque Roy Sievers de Valquiria. - Me soltó e hizo una reverencia ante mí, no como veneración, sino como una presentación formal

 

No podía creer lo que escuchaba; escapaba del mi destino marcado y por alguna extraña razón mis pasos llegaron hasta ese lugar precisamente esa noche.

La vi levantar la mano y la escuche decirme "ven", como si estuviera segura de que iría con ella.

Por un momento tuve toda la intención de rebelarme, de dar media vuelta e irme, se seguir andando para escapar de todo lo que tenía que hacer, pero en lugar de eso tome su mano y camine a su lado, acompañándola y escoltándola. Una parte dentro de mí sabía que había encontrado su destino, uno que, por insolencia, se negaba a ver.

En ese momento juré por esa aurora boreal que nos vio partir, que velaría por ella hasta nuestro último respiró. Incluso ahora, después de que ella ha partido, sigo velando por ella.

 

Ryuichi lo miraba maravillado, aquella había sido una historia de amor sorprendente y excitante, Un amor a primera vista que el destino había preparado de forma premeditada.

 

-          Era cierto que era muy hermosa físicamente, que extraña sabiduría maravillaba a todos, y que su misteriosa personalidad cautivaba a varios hombres, algo que me mataba de celos, debo mencionar. - Sonrió con picardía, como si recordará aquellas situaciones. - Pero su verdadera y única belleza venía de su corazón. Uno tan puro como el de Shuichi. - Lo miró. - O como el tuyo. - De nuevo miró el cielo, permaneciendo en silencio por algunos segundos.

 

Ryuichi lo miraba tranquilamente; no era la primera vez que decían que él y su hermano tenían un corazón puro, de hecho su abuela les había llamado: "Mis nietos de oro", por la pureza de sus corazones. Pero no podía negar que aún le extrañaba un poco que le dijeran de esa manera, sobre todo el rey de Asgard, el padre de Tatsuha.

 

-          ¿Sabes? Creo que la corona de Asgard fue bendecida.

-          ¿Por qué?

-          Porque mis tres hijos se han enamorado de personas con corazones limpios y puros. - Lo miró.

-          Pero ni Mika ni Tatsuha eligieron con quien casarse.

-          Te equivocas. - Miró a Ryuichi. - Si mis hijos no hubieran estado de acuerdo con sus compromisos, los hubiera anulado de inmediato, pero ellos eran felices.

-          ¿Y Eiri?

-          Eiri es más obstinado de Tatsuha. Trate de buscarle un buen compromiso, pero ya sabes cómo es.

-          Por eso dejo que Eiri hiciera lo que hizo.

-          Deje que él eligiera su destino.

-          Aunque eso lastimará a mi hermano.

-          El verdadero amor no es siempre dulce, Ryu. Se debe conocer el dolor para conocer la felicidad.

-          ¿Usted cree eso?

-          Yo creo que el verdadero amor es maravilloso ¿Tú no?

-          No lo sé.

-          ¿Acaso no estás enamorado de Tatsuha?

-          yo……… yo no quiero saber de él.

-          ¿Por qué?

-          ¡Porque no! - Cerró los ojos con fuerza.

-          ¿No te duele tenerlo lejos?

-          Mucho. - Dijo. - Pero me duele más saberlo cerca

-          ¿La razón?

-          No lo sé. - Se mordió el labio.

-          No la sabes o no me la quieres decir.

-          Es… es porque por su culpa Shu enfermó.

-          ¿Su culpa?

-          Él quiso que fuera a la posada, Shuichi no quería.

-          ¿Sólo enfermó por salir?

-          No, pero ayudo.

-          Shuichi hubiera enfermado dentro o fuera de palacio, su salud estaba mal desde antes de eso.

-          También es mi culpa, si le hubiera prestado más atención…

-          Entonces crees que si no estuviera Tatsuha tu estarías más tiempo con tu hermano.

-          Si.

-          ¿Por eso estas molesto con él?

-          Eso creo.

-          En realidad, no sabes, o mejor dicho, no quieres saber porque estas molesto con él.

 

Se quedo callado, era cierto, no entendía el motivo de su enojo, únicamente sabía que no podía verlo ni acercarse a él, por mucho que quisiera.

 

-          No es la culpa que sientes hacia Tatsuha o hacia ti la que te tiene tan molesto y confundido; ni el motivo por el cual no quieras saber de mi hijo en estos momentos.

-          ¿Qué quiere decir con eso?

-          Shuichi está sufriendo por el amor que siente por Eiri, mientras tú disfrutas al máximo tu relación con Tatsuha.

-          No entiendo.

-          Quieres apoyar a tu hermano en estos momentos, y la forma que encuentras para hacerlo es poniéndote sus zapatos: "tienes al amor de tu vida a tu lado y al mismo tiempo lejos de ti"

-          Yo... -Ryuichi lo analizó. No lo había visto de esa manera, y ahora que se lo decían se daba cuenta de que era cierto.

-          ¿De qué te sirve eso si no eres feliz? - Colocó una mano sobre sus cabellos y los revolvió levemente.

-          Yo…

-          No cometas el peor error de tu vida al dejar ir tu felicidad.

-          ¿El peor error de mi vida?

-          Habla con Tatsuha, dile tus miedos, dile que te sientes. Él te escuchará y te entenderá.

 

Ryu bajo el rostro y se estremeció, sintiéndose indefenso, incluso se sentía como un niño pequeño y perdido que era consolado por un adulto. ¿Cómo podía sentirse de esa manera un hombre? ¡¿Un rey?! pero no podía evitarlo, el amor que sentía por Tatsuha, los deseos de tenerlo cerca y el "enojo" que sentía al verlo lo hacían vulnerable.

 

-          Majestades, disculpen la intromisión. - Dijo una doncella haciendo una leve reverencia.

-          ¿Qué sucede? - Le pregunto el Rey de Asgard

-          La cena está lista.

-          Iremos enseguida.

-          Permiso. - Dijo la chica haciendo una reverencia y retirándose del balcón.

-          Ven, Ryu. Cenemos, después ve a la cama y mañana, más tranquilo, platicas con mi hijo.

-          Si. Gracias.

-          No tienes nada que agradecer, después de todo, de veo como uno más de mis hijos, y espero, sinceramente, que puedas verme como a un padre.

 

Ryu sonrió. Aquellas palabras eran sinceras y llenas de cariño. Se sentía acogido y protegido por ese hombre. Después de todo, había perdido a sus verdaderos padres cuando era niño, y recibir el cariño de un padre de otra persona, le llenaba el corazón de un agradable regocijo.

 

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Ryu y el Rey llegaron a la mesa, bajo la atenta mirada de Tatsuha, Yuki, Mika, Seguchi, K y Judy, pues Michael  no prestaba atención a nada que no fuera un peluche en forma de conejo con el cual jugaba mientras esperaba que le sirvieran la comida.

Ryuichi no pudo evitar mirar a Tatsuha y notar como este lo miraba fijamente, sin saber acercarse a él o no, sin saber i debía verlo con gusto o hacerse el ofendido.

 

-          Disculpen la demora, estábamos platicando sobre las Auroras boreales. - Se disculpo el rey, acompañando a Ryu hasta su lugar - al lado de Tatsuha - y alejando la silla para que pudiera sentarse.

 

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Por su parte, Suguru y Nakano llegaban a la entrada del comedor, tras largos minutos de larga caminata, donde Hiroshi cargo gran parte del peso del vizconde, quien no sabía aquello en realidad.

 

-          ¿Podría hacerme un favor? - Pregunto Suguru a menos de 3 metros de entrar al comedor.

-          Por supuesto, Alteza. - Dijo Nakano.

-          No le digas a nadie de este inconveniente.

-          ¿eh? ¿Por qué?

-          Si saben que caí...

-          Se preocuparan.

-          Me harán subir a la alcoba y comer ahí por lo menos otros 10 días, y no quiero eso.

-          Como usted diga. - Hiro sabía que él tenía razón, todos se preocuparían por su bienestar, aunque Suguru tratara de mostrarse fuerte y decir que era para ya no estar encerrado en su alcoba.

 

Antes de entrar a la habitación, Suguru se detuvo y retiro su brazo del cuello de Nakano, apoyando su mano en el brazo de este. Hiro comprendió la indirecta, sabía que Suguru no se mostraría débil ante los demás, así que se limitó a ayudarlo tras la apariencia de escolta.

Entraron a la habitación y Suguru sonrió amablemente.

 

-          Disculpen la demora. -Saludo.

-          ¡Suguru! - Dijo Mika extrañada por la escolta que lo acompañaba.

-          Me encontré al caballero Nakano  de camino al comedor y amablemente me escoltó hasta aquí. - Respondió a la muda pregunta de algunos ojos inquisidores, como los de Mika, Judy y Seguchi.

-          Me alegra mucho, esto habla muy bien de usted, caballero. - Respondió el rey de Asgard con una sincera sonrisa.

-          Le agradezco el alago. - Respondió Nakano.

 

Acompaño a Suguru a su lugar, notando que Yuki no les dirigía una sola mirada mientras se dedicaba a beber de su copa de vino como si nada lo rodeara. Soltó al vizconde y le alejo la silla para ayudarle a sentarse.

 

-          Deberías ser tú quien escolte a Suguru, Eiri. - Reprendió Mika a su hermano.

-          Le dije que se quedará en su alcoba, que le enviaría su cena.

-          Eres muy considerado conmigo, Eiri; pero ya te di mis motivos para acompañarlos a la mesa.

 

Eiri volteó a mirarlo ante el tono de voz de Suguru, leyendo en su mirada un mensaje que nadie más entendió, un claro "Después vamos a hablar tu y yo".

Chasqueó la lengua en silencio y bebió otro trago de vino.

 

-          Con su permiso, me retiro. - Dijo Nakano haciendo una reverencia.

-          ¿Por qué no se queda a cenar con nosotros, caballero? - Ofreció el rey de Asgard.

-          Le agradezco su atención, pero le haré compañía al príncipe Shui...

 

Su oración quedo a medias cuando dos doncellas entraron corriendo a la habitación, con los rostros enrojecidos y perlados por el esfuerzo de una carrera.

 

-          ¡Majestad! - Llamaron ambas al mismo tiempo.

-          ¿Qué sucede? - Indagó el rey, preocupado, no recordaba esa conducta tan angustiosa entre sus súbditos de palacio. Algo malo tenía que haber sucedido.

-          Su majestad Shuichi no está.

-          ¡¿Qué?!

 

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Shuichi se encontraba parado entre la ciudadela y el bosque, mirando el cielo. ¿Que sería ese extraordinario espectáculo que veía? No lo sabía pero era hermosos.

 

-          Si Yuki estuviera aquí, él me explicaría que es esto. - Pensó.

 

Entonces sus recuerdos se activaron. Negó con la cabeza para sacar esas absurdas ideas de su cabeza, sintiéndose levemente mareado por unos segundos tras el brusco movimiento.

No podía quedarse embobado viendo ese espectáculo. Tenía que avanzar lo más que pudiera esa noche para alejarse de Asgard y evitar que lo hicieran volver.

Tomo las riendas del caballo y golpeo sus costados con los pies, provocando que el animal avanzara y se adentrará entre los frondosos árboles nevados.

Lo había decidido: Se iría y no volvería nunca a Asgard.

 

CONTINUARÁ

Notas finales:

* Las leyendas que puse sobre las auroras boreales está basada en mitos reales. La primera no es real al 100% - si tienen muchas leyendas de las auroras boreales. La segunda si es real en un pueblo del norte - no recuerdo cual.

* El té que se tomo Shuichi es mezcla de varios brebajes que leí en internet xD

* La oración de "príncipe nadie me estorbe" es de: vive tu yaoi. ¡Chicas! mil gracias, en verdad que esa forma de hablar de Yuki me fascino! Le quedo cual anillo al dedo a este príncipe.

 

Me disculpo por la demora, como ya dije, mi estado de ánimo no estaba del todo bien. Espero no volver a demorar tanto - pero no puedo garantizar mucho, ya que igual tengo mucho tareas.

De hecho, este capítulo lo escribí muchas veces en el piloto para poder ajustar las ideas de forma coherente y ordenada.

 

Nos vemos luego, kuidense y besos

Bye bye!!!


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