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Turandot por Dulce_Pena_Hime

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Notas del capitulo:

Hola!!!

A que esta vez no demore tanto jejeje...

Espero este capítulo sea de su agrado!!!

Nos vemos en las notas finales!!

TERCER ACTO: ASGARD

ESCENA 12: LABERINTO

-          Su majestad Shuichi no está.

-          ¡¿Qué?!

-          Le llevamos su comida a sus aposentos, pero no se encontraba en ellos, ahora mismo lo están buscando en palacio. - Dijo una de las doncellas angustiada.

 

Los presentes voltearon a verse, extrañados por aquellas palabras. Shuichi aún no se reponía de su resfriado ¿Por qué salía de su alcoba? ¿En dónde estaba?

Eiri sintió que su alarma se activaba en su sistema nervioso, dándole una única orden a su cerebro: "ve a buscarlo".

 

-          Prepara mi caballo. - Dijo a uno de los soldados que se encontraba ahí.

-          Como ordene.

-          Eiri ¿A dónde vas? - Preguntó Mika

-          A buscarlo. - Respondió mirando a otro soltado. - Trae mi capa y mi espada.

-          A la orden.

-          ¿A buscarlo? Pero, ya lo están buscando.

-          Shuichi no está en el palacio.

-          ¿Cómo lo sabes?

-          Lo conozco.

 

Eiri sabía que Shuichi no estaba dentro del castillo; después de todo, no sería la primera vez que se iba a quien sabe donde sin avisar. Si ya se había escapado en Turandot y en Zahara ¿Por qué no lo iba a hacer en Asgard?

¡Demonios! ¿Por qué lo hacía? Y lo que era peor ¡Cada vez se lo ponía más difícil!:

En Turandot, al menos estaba en su tierra natal y la conocía bien.

En Zahara, se termino perdiendo entre las calles por no conocerlas.

Ahora se escapaba en un lugar, no sólo en un lugar que no conocía, sino que - para colmo - en la noche.

¿Podía ser peor?

 

-          ¿A dónde habrá ido? - Preguntó al aire, hablando mucho antes de darse cuenta, tratando de pensar como Shuichi, algo que le resultaba muy difícil en esos momentos.

-          ¡Ay no! - Dijo Ryuichi cubriéndose la boca, sintiendo las lágrimas picar en sus ojos ante su idea.

-          ¿Qué? - Eiri se alarmo, ante la reacción del rey, que no era nada agradable.

-          Shuichi quería volver lo antes posible.

-          ¿Va a Turandot? ¡¿Sólo?! - Eiri alzó la voz. ¿Cómo era posible que intentará semejante tontería? - Ese idiota - Gruño con los dientes apretados.

-          Tiene que cruzar el bosque. - Dijo Suguru alarmado.

 

"Durante la noche, los lobos rondaban el bosque, reclamándolo como suyo y buscando alimento."

 

Todos sintieron una fría corriente de hielo recorriera su espina dorsal. El terror recorrió sus cuerpos de forma abrumadora, hormigueando en su venas, centrándose en la boca de sus estómagos con vertiginosas y desagradables sensaciones;  el silencio se apodero del recinto, cayendo de forma pesada y asfixiante.

 

-          ¡Maldita sea! - Gruño Yuki levantándose de su asiento. - K, Seguchi, Tatsuha.

-          ¡Preparen todo! - Ordenó Seguchi a los soldados, quienes salieron corriendo tras un "a la orden".

-          También iré. - Dijo Nakano.

-          Yo también voy. -Suguru le hizo segunda.

-          Tú te quedas. - Ordenó Eiri mientras se ponía la capa que le habían llevado y se ajustaba la espada a su cintura.

-          No puedes detenerme.

-          Dije que te quedas.

-          Quiero ir.

-          ¡Estorbas!

 

Suguru se quedo callado, imposibilitado a reaccionar ante aquella simple palabra que era capaz de detener cualquiera de sus acciones. Sintió que alguien le sujeto de los hombros pero no volteó a ver quién era.

 

-          Tengan cuidado. - Dijo el rey de Asgard sujetando a Suguru por la espalda.

 

Ryuichi también se levantó, con la intención de ir con ellos; sin embargo, antes de poder dar un paso, alguien lo jalo del brazo de forma brusca, haciéndolo girar y casi perder el equilibrio, cuando se dio cuenta, ya tenía a Tatsuha levantando su mentón y besando sus labios, con suavidad. Un beso que apenas duro dos segundos.

 

-          Juro por mi vida, que lo traeremos de vuelta. - Le dijo antes de soltarlo y caminar hacia la salida, siguiendo a su hermano.

 

Ryuichi se quedó estático, asombrado por ese beso, comprendiendo que eso era un "espera aquí".

 

Al mismo tiempo, Judy colocó su mano sobre la cabeza de su hijo y la acarició.

 

-          Papá y mamá tienen que salir. Quédate con tu tía Mika

-          ¿Y Ark?

-          El también vendrá; ve con ella.

-          Bueno.

 

El pequeño no discutió. Su inocente mente no alcanzaba a comprender la razón de tanto alboroto, pero le habían enseñado que cuando viera a todos apresurados, obedeciera a sus padres y se quedará junto a su tía Mika.

 

No tardaron ni de 5 minutos en salir de palacio;  Judy y Ark  iban a dos sencillas galeras. Los demás montaron a caballo, saliendo de palacio, guiados por Eiri, quien golpeó los costados de su caballo, el cual salió corriendo lo más rápido que daban sus patas.

 

+-+-+-

 

Los cascos del caballo pisaban la nieve con su lento andar, llegando el sordo paso a oídos de Shuichi, quien lograba ver  su camino gracias al juego de luces que brillaba en el cielo.

Podía sentir el frío traspasar la capa y sus ropas, llegando a su piel e impregnándose en ésta de forma desagradable, provocando que se cobijará más con la capa mientras el vahó escapaba de sus labios ante cada respiro. Se sentía cansado, tenía un poco de sueño y también moría de hambre. Tal vez no fue tan buena idea viajar a Turandot de noche, pero no tenía alternativa, si lo intentaba en la mañana lo descubrirían de inmediato.

¡No! No podía dejar que lo descubrieran, no podía volver a palacio. Ya había decidido irse y lo iba a hacer.

 

-          Vamos, Shuichi. Si cruzas el bosque ya no podrán detenerte. - Se dijo a sí mismo para darse ánimos.

+-+-+-

 

Desde una de las ventanas, Suguru y el rey miraban la partida de aquel escuadrón de rescate.

 

-          Te aseguro, que mi hijo no piensa así de ti.

-          Él dijo que estorbaba.

-          Tu pierna no está bien y eso es una limitante. - Le tomo del hombro. - Es imprudente exponerte a otro accidente.

-          Lo sé. - Apretó los puños. - Sé que lo hizo para protegerme, pero... quería ayudar.

 

No era la primera vez que le decían que estorbaba, esa era una de las muchas palabras que su padre solía usar con él; como aquella ocasión en la que Suguru salió de la biblioteca al mismo tiempo que su padre iba a entrar, y aquel hombre sólo lo vio con despreció y lo empujo tras un "estorbas". ¿Cómo no recordar aquellos hechos cuando una persona querida usaba las mismas palabras para hablarle? ¿Cómo quitarse esos pensamientos cuando ya están sembrados en tu mente?

 

-          No debes estar mucho tiempo de pie, ven. - Dijo el rey, jalando levemente a Suguru del hombro.

 

+-+-+-

 

Poco a poco la frondosidad del bosque se fue haciendo cada vez más espeso, provocando que la aurora boreal iluminara cada vez menos su camino.

¿Era normal que un bosque fuera tan callado? Inconscientemente trago saliva y miró hacia sus lados; el silencio del lugar le comenzaba a parecer perturbador, provocando que su nerviosismo se desencadenará y una desagradable sensación en su estómago le hiciera sentir un hueco molesto.

Sin pensarlo mucho, abrió la boca, sintiendo sus labios trémulos ante su nerviosismo y el frío.

 

*En la tranquilidad del cielo resplandeciente

se encuentra tu hogar,

 

Comenzó  a cantar la primera melodía que le vino a la cabeza.

Su voz salía suave, temblorosa y baja, como si tuviera miedo de subir el tono de voz.

 

más allá de la oscuridad

cuando la luna se oculte,

 

No sabía si la estaba entonando correctamente, de hecho no estaba completamente seguro de la letra. Lo único que sabía era que ese silencio lo exasperaba y que deseaba romperlo de algún modo.

 

volverás al lugar de donde viniste

por un angosto sende...

 

Su canción se cortó abruptamente cuando un lastimero, angustioso y largo aullido se escuchó en algún lugar del bosque.

Su caballo se encabritó, temblando y sudando como si hubiera corrido un maratón, moviéndose inquieto en su lugar y volteando a todos lados nervioso y confundido. Shuichi no tuvo tiempo de asustarse, sostuvo con toda su fuerza las riendas del corcel para evitar que este saliera desbocado hacia ningún lado.

 

-          ¡Ohh! Tranquilo. - Ordenó Shuichi, tratando de estabilizar al animal, lográndolo tras un gran sobreesfuerzo. - Tranquilo, no es nada. -Le repitió mientras acariciaba su costado para relajarlo; tratando de creerse él mismo esas palabras.

 

Prestó más atención a ese chillido, notando que a éste se le sumaba otro, y luego otro y otro. Era un coro de aullidos arrastrados por el viento, provocando que parecían venir de todos lados.  Sintió que el corazón se le encogió y su respiración se detuvo.  No era la primera vez que escuchaba un aullido, pero si la primera vez que estaba solo y en la noche.

 

"Durante la noche, los lobos rondaban el bosque, reclamándolo como suyo y buscando alimento."

 

Recordó las palabras las había dicho Eiri aquella vez que le enseñaba a patinar.

No podía ser posible. Tenía que salir del bosque lo antes posible.

 

+-+-+-

 

Salieron de la ciudadela rápidamente, pasando por un largo llano, a lo lejos lograba verse el denso, silencioso, misterioso y tétrico bosque.

 

Eiri podía sentir el aire frío y húmedo golpeando contra sus rostro con fuerza debido a la carrera; las pisadas y los jadeos de los caballos se escuchaban en la marcha, rompiendo el silencio de forma rítmica y angustiante. La aurora boreal iluminaba su camino, volviendo la nieve verdosa; era gracias a ella que su andar era rápido y constante, sin esas luces les costaría trabajo ver; sin embargo, entrando al bosque, encontrarían zonas extremadamente oscuras.

 

-          Shuichi. - Pensó Yuki, goleando con sus talones su corcel, quien acelero la marcha.

 

Había albergado, en la medida de lo posible, la esperanza de encontrar a Shuichi aún en la ciudadela, o por lo menos en la entrada de ésta; pero no había visto rastro alguno del chico.

Ya no había duda alguna: Shuichi estaba en el bosque ¿Cuánto tiempo tenía ahí? ¿En qué lugar del bosque? ¿Se habría perdido? ¿Cómo estaría?

 

Un coro de lobos llego a los oídos de los presente, los corceles se alborotaron y confundidos trataron  de dispersarse, alejándose de aquel lugar.

 

-          ¡OOHHOO! - Le ordenó Eiri a su corcel, sujetando las cuerdas con firmeza para mantenerlo estable.

 

Yuki se alarmo más de lo que ya estaba al escuchar a los animales, sin detenerse a pensarlo, estabilizó a su caballo lo más rápido en pocos segundos y  tiro de las cuerdas al mismo tiempo que golpeaba con sus talones los costados del caballo, guiándolo al bosque en una rápida carrera, dejando unos metros atrás a su compañía.

 

-          ¡Majestad! - Llamó K tratando de seguirle el paso

-          Espera, Eiri. - Gritó Tatsuha.

 

Eiri los ignoró, en esos momentos lo único que le importaba era la seguridad de Shuichi.

 

-          ¡Natura. Por favor, que estuviera a salvo! - Pensó.

 

+-+-+-

 

El fuego de la chimenea calentaba agradablemente la habitación, cerca de ésta se encontraban el Rey de Asgard y Suguru, mirando el tablero de ajedrez que tenían delante de ellos, con una partida iniciada.

El rey miraba fijamente el juego, en espera del próximo movimiento del vizconde, quien tenía casi 5 minutos mirando el tablero pero sin mover su pieza. De repente levantó la mano y sujetó el caballo negro para colocarlo en una nueva casilla y decir "jaque". Su adversario suspiró con cierta contrariedad y sin pensarlo ni un sólo segundo, movió el alfil, derribando el caballo de Suguru.

 

-          ¿Qué sucede?

-          No entiendo su pregunta, majestad.

-          Tú no eres un adversario fácil; y está claro que este juego lo voy a ganar sin siquiera haberme esforzado.

 

Suguru miro el tablero, en efecto, podía darse cuenta de que, si no se concentraba, perdería muy pronto.

Miró al hombre por unos segundos, notando como éste lo veía con preocupación. No deseaba angustiarlo con sus problemas y fantasma, no después de esforzó que hacía para distraerlo.

 

-          No es nada, sólo que no es mi mejor momento. - Dijo moviendo otra pieza, como si se desentendiera de la pregunta.

-          ¿En verdad crees que me voy a tragar eso? - Indagó para hacer su movimiento, sin siquiera mirar el tablero, como si hubiera adivinado la jugada de Suguru. - Aún piensas en las palabras que Eiri te dijo.

-          No, no es eso. Es por... - Se quedó callado por unos segundos. - sólo estoy preocupado. - Dijo para hacer otro movimiento, colocando el alfil a un lado de la reina del rey.

-          No es verdad. En tus ojos hay algo más que preocupación. - Se recargo en el sofá, olvidándose del juego. - Lo noté desde que dijeron que Shuichi había escapado, desde entonces tu mirada se oscureció un poco.

 

Suguru desvió el rostro ligeramente. No quería que aquel hombre - ni nadie - se diera cuenta de aquello, ni de lo mal que se sentía por lo sucedido.

 

-          Suguru, no es bueno guardarte todas tus emociones; ni creer que nadie puede comprenderte.

-          Hablar no siempre soluciona las cosas.

-          Cierto, pero al menos te desahogas. ¿Por qué no lo intentas?

 

Bajo levemente el rostro, ese hombre lo había descubierto, se había dado cuenta de que se sentía mal; no era algo de extrañar, después de todo era sumamente perspicaz; y ya lo había dicho: lo notó desde que dijeron que Shuichi escapo.

¡Un momento! ¿Cómo no se dio cuenta antes? El Rey no había ido con los demás en busca de Shuichi. Desde el inicio se quedó a su lado, todo ese tiempo había estado con él.

 

-          ¿Se quedó por mí? - Preguntó de pronto Suguru.

-          Tu también necesitas ayuda en estos momentos. - Fue su respuesta. - Por favor, dime que es lo que te pasa.

 

Fujisaki bajo el rostro, ocultando sus ojos tras sus cabellos y mordiendo levemente su labio. Sus puños sobre sus piernas se apretaron. Toda esa frustración fue claramente percibida por el rey, quien suavizó su mirada y espero paciente a que Suguru hablara.

 

-          Es mi culpa. - Musitó tras un largo y prolongado silencio.

-          ¿Qué?

-          Es mi culpa que el príncipe Shuichi escapara.

-          ¿Por qué dices que es tu culpa?

 

Suguru dudo por unos segundos, pero luego abrió la boca y comenzó a contar lo sucedido, desde que fuera a ver a Shuichi hasta que Nakano se ofreció a llevarlo al comedor, sin omitir detalle alguno, expresando lo molesto e indignado que estaba por la decisión del príncipe; lo confundido que se sintió tras la bofetada y el regaño de Hiroshi; y el mal sabor de boca que ahora tenía al saber que Shuichi había escapado.

El rey escuchó atento, sin hacer pregunta alguna y observando las reacciones de Suguru, notando todas sus emociones mezclándose en un torrente que no podía controlar. Esa era la primera vez que veía a Suguru confundido por alguien que no fuera su padre. Esa era una de las escasísimas veces que el vizconde demostraba sus sentimientos en las facciones de su rostro.

 

-          Si no le hubiera dicho todo eso, no habría escapado. - Se llevó una mano a la frente. - Si no hubiera aceptado la ayuda del caballero Nakano, él hubiera llegado a la habitación del príncipe Shuichi, lo hubiera descubierto y frenado su escape. - Entorno los ojos. - Si no hubiera tenido la "brillante" idea de ir a verlo... - Apretó los dientes para no continuar.

-          No voy a decirte que no tienes tus razones para pensar así; pero tampoco debes adjudicarte la culpa de sus decisiones.

-          ¿Qué? - Preguntó desconcertado, mirándolo y notando la seriedad de aquel hombre que podía darse el lujo de hablar con toda la experiencia que había adquirido en su vida.

-          Tal vez tus palabras ayudaron a tomar su decisión, pero Shuichi ya tenía pensado dejar Asgard. Lo dijo Ryuichi.

-          El rey Sakuma dijo que el príncipe Shuichi deseaba volver cuanto antes a Turandot, en ningún momento sugirió que planeará escapar.

-          ¿Acaso Eiri no te dijo como era Shuichi? Ni las veces que se metió en problemas por sus impetuosos actos y decisiones.

-          Sí, pero...

-          Él es impulsivo, entusiasta y arrebatado. Actúa antes de pensar, creyendo que es la mejor decisión.

-          Lo sé, pero aún así, yo...

-          No seas arrogante al creer que él eligió sólo por tus palabras. Te aseguro que hay más factores para su decisión.

 

Bajo levemente el rostro; aquel hombre tenía razón, estaba siendo muy presuntuoso al creer que Shuichi decidía en base a lo que hiciera o dijera. Si lo pensaba con detenimiento, Shuichi se mostró extraño desde el inicio. Sin duda alguna algo había pasado entre él y Eiri; ya que éste se mostraba taciturno.

Sintió un gran alivio al saber que no era completamente su culpa, como había estado pensando; pero en su sentir aún estaba el temor de que algo malo sucediera en aquella búsqueda.

 

-          Por otro lado. - Hablo de pronto el rey, sacando a Suguru de sus pensamientos. - Es absurdo que llames "cobarde" a Shuichi.

-          ¿Qué? ¿Por qué lo dice?

Porque Shuichi es muy valiente. Te aseguro no todas las personas tiene  la fortaleza de hacer lo que él ha hecho.

 

Suguru no podía creer esas palabras. ¿Que se supone que había hecho? ¡Había renunciado! ¿Qué fortaleza había en ello? ¡Ninguna!

 

-          Debes disculparte con él.

-          ¡No lo haré! Lo que dije es verdad y lo sostengo.

-          ¿Qué bases tienes para decir eso?

-          No concibo lo que hizo ¡No autorizó su decisión! - Frunció levemente el seño y apretó los labios.

-          Ya veo, no tienes una base, lo dices porque es tu opinión.

-          ¡¿Cómo puede renunciar tan fácilmente a algo que quiere?!

-          Te aseguro que su decisión no es fácil. Elegir dejar a Eiri le costó lo más preciado.

-          Si, su dignidad y su orgullo. - Dijo con sarcasmo, incrédulo y molesto ante la situación.

-          Tal vez le costó su orgullo, pero te aseguro que está mostrando una gran dignidad.

-          Yo no veo como pueda mostrarla.

-           Porque no estás en su situación.

-          Claro que lo estoy. - Se cruzo de brazos. - Al ser el prometido de Eiri estoy en la misma situación.

-          Te equivocas.

-          No, no me equivoco. Esto es como la guerra. Se gana o se pierde. Si se renuncia, se es un cobarde sin orgullo ni dignidad.

 

Suspiró mientras negaba con la cabeza. Suguru no entendía en absoluto la situación, pero no era algo que le extrañara con la educación que había recibido: Blanco o negro, bueno o malo, valiente o cobarde, ganador o perdedor. Así se le enseño el mundo y así lo concebía la mayor parte del tiempo. No conocía los matices en las situaciones, no comprendía los claro-oscuros del amor, ni las diferentes decisiones que se podían tomar cuando se estaba enamorado, cuando se pensaba en el otro antes que pensar en uno mismo.

Pero no lo dejaría en su error, se lo explicaría de la mejor manera posible.

 

-          La mejor forma de ganar una guerra, es evitándola. ¿Crees que eso sea una cobardía?

-          No, porque así se evita derramamiento de sangre.

-          En efecto. - Le sonrió.

-          ¿Eso que tiene que ver en éste asunto?

-          Si amas a alguien, déjale ir.

-          ¿Qué quiere decir?

-          Imagina que tienes encuentras un pequeño gorrión y lo encierras en una jaula; lo cuidas, lo alimentas, lo pones cerca de la ventana para que le den los rayos del sol. Te encariñas con él y eres feliz al verlo cada día. Sin embargo: no canta, esta triste y siempre mirando hacia afuera. ¿Por qué crees?

-          Porque extraña volar.

-          Así es, quiere volar y ser libre. Ahí está su felicidad, pero no puede llegar a ella porque los barrotes lo detienen. ¿Tú qué harías? ¿Lo dejarías en la jaula, sabiendo que morirá de tristeza? o ¿Lo dejarías libre, aún cuando sabes que nunca volverá a ti?

-          Lo dejaría ir.

-          ¿Por qué?

-          Porque sería egoísta dejarlo encerrado cuando sé que quiere salir, y cruel verlo morir.

-          ¿Ahora lo entiendes?

 

Suguru parpadeo confundido. ¿A qué se refería con esa pregunta?

 

-          ¿No puedes comprenderlo?

-          Francamente, no.

-          Shuichi ama a Eiri; tanto, que ha decidido dejarlo para que sea feliz contigo; aún cuando esto rompa su corazón.

-          ¡Eso es tonto! - Reclamó. - Sacrificar de esa manera la felicidad propia.

-          ¿Por qué lo sería? ¿Acaso no es lo mismo que con el gorrión? ¿Ver que la persona que amas no es feliz a tu lado? ¿Arrebatarle su felicidad no es egoísta?

-          E-eso es diferente.

-          ¿En qué?

-          En... - Se quedó callado.

 

Sabía que no había diferencia, de hecho, el ejemplo del gorrión podía ser menos cruel, pero aún le parecía algo inconcebible el pensamiento de Shuichi.

 

-          Dime ¿Cuántas personas están dispuestas a dejar ir a quien aman? ¿Tú lo harías?

-          pero... - Bajo la mirada. - pero no ha luchado lo suficiente.

-          Eso no lo sabes. Tal vez ya llegó a su límite. Probablemente lucho más de lo que quería. A lo mejor tiene miedo del resultado. Quizá necesita algo que lo motive a seguir. - Movió su torre, colocándola a 3 casillas del rey negro. - Jaque mate. - Dijo tranquilamente, notando que Suguru no miraba el juego en realidad.

 

El rey sonrió conciliadoramente, se levantó y se acercó a Suguru para dar un pequeño beso en la cabeza de éste.

 

-          Es tarde, será mejor que vayas a descansar.

 

Dio media vuelta y salió de la habitación, dejando al chico sumido en sus pensamientos. Sabía que lo mejor sería dejarlo pensar las cosas, después de todo, Fujisaki era un chico analítico: vería las diferentes perspectivas, analizaría cada ángulo, evaluaría las hipótesis, comprendería la situación según su punto de vista y entendería la situación.

Se daría cuenta que juzgar a Shuichi de esa forma tan dura había sido un error.

 

+-+-+-

 

La frondosidad de los árboles impedía que la aurora boreal iluminará su camino; iba prácticamente a ciegas; el caballo avanzaba lento, nervioso y volteando hacia diversas direcciones, buscando un lugar en donde sus sentidos de alerta le dijeran que estaba a salvo.

Shuichi no estaba en mejores condiciones, tomaba con fuerza las correas para poder controlar al animal, sintiendo sus manos sudar sobre éstas debido a la fuerza que ejercía y a sus nervios.

Los aullidos se habían perdido en algún lugar, dejando de todo en un sepulcral silencio y en una tenebrosa oscuridad.

No sabía si era mejor o peor que escuchar a los lobos aullar, porque había algo tétrico y voraz en ese mutismo tan asfixiante. Estaba perturbado, pero no se animaba - en lo absoluto - a cantar, silbar o emitir cualquier ruido y tranquilizarse.

Sentía su corazón acelerado y el miedo recorriendo su cuerpo de forma desagradable. Podía escuchar el estrepitoso retumbar de sus palpitaciones junto con los cascos del caballo al chocar contra la nieve y las raíces.

¿Cuánto tiempo tenía en el bosque? No lo sabía, pero sentía que ya era una eternidad ahí. Quería salir, pero no sabía cómo ¡Estaba perdido! Y lo sabía, estaba consciente de que andaba sin rumbo; sin embargo, no quería detenerse.

 

-          Si continuó, en algún momento llegaré a la salida. - Ese era su pensamiento, su lógica.

 

A pesar de eso, su avance era lento, con miedo, volteando a todos lados, escrutando con su vista la oscuridad, prestando suma atención en cualquier sonido extraño y cercano; pero no había ruido alguno.

Poco a poco, en su andar, comenzó a ver un pequeño haz de luz delante de él.

 

-          ¡La salida! - Pensó

 

Estaba salvado, había llegado al final del bosque. ¡Lejos de los lobos!

Estaba nervioso pero feliz, golpeó con sus talones los costados del caballo y éste aceleró el paso por la orden dada. Poco a poco la luz se fue haciendo más grande, una luminosidad verdosa, vacilante y difusa era cada vez más intensa.

El caballo aceleró la carrera, atravesando los árboles rápidamente, frenándose 10 metros después de la frondosidad de los árboles.

El rostro lleno de esperanza de Shuichi se volvió pálido y desilusionado cuando llegó hasta el final de aquellos árboles, descubriendo - para su desgracia - que estaba en un claro del bosque.

Bajo el rostro, sus ojos picaban pero no permitió que las lágrimas escaparan de sus ojos.

Estaba solo, asustado, perdido, cansado y desilusionado. ¡No podía ser! ¿Por qué no podía salir de ese bosque?

De repente, el animal se encabrito, relinchando y parándose en sus patas traseras, provocando que Shuichi se asustara y se abrazará de su cuello para evitar caer. ¿Qué le pasaba? Sujetó al animal con fuerza de las correas y trato de controlarlo, notando que, a pesar de lograr estabilizarlo, éste se mostraba nervioso y volteaba a todos lados.

De entre los frondosos y nevados árboles que tenía detrás, surgieron varios lobos, enormes y robustos, de pelaje alborotado y largas patas. Sus miradas feroces se centraban en Shuichi, los blancos colmillos eran grandes y filosos, discretos gruñidos salían de sus dientes apretados.

Se quedo paralizado por el terror, con el rostro pálido y los ojos desorbitados. Esos animales eran terriblemente horribles, y verlos tan cerca de ellos era cien veces más tétrico que cuando únicamente los escuchaba aullar.

 

Los lobos se movieron lentos y amenazantes, sin dejar de mirarlo, rodeándolo en un círculo para cercarlos. El caballo se encabrito una vez más, mirando a su alrededor de modo lastimero y moviendo las patas nervioso en busca de una salida, pero estaba obligado a permanecer dentro de la trampa.

Sus gruñidos se hicieron más agresivos y furiosos, mostrando los dientes apretados con los hocicos escurriendo saliva; se agazaparon un poco, tensando las piernas y amenazando con atacarlo en cualquier comento.

 

Entonces lo supo, ese el último instante de su vida; y esa la muerte que tenía destinada.

 

+-+-+-

 

Sakuma se encontraba en la entrada del palacio, mirando atento hacia afuera. Los portones abiertos a la gran oscuridad de la ciudadela, una oscuridad tan profunda y aplastante que parecía devorar a cualquiera que se atreviera a entrar a ella.

Su respiración era dificultosa y extraña; un terrible vacio recorría su tubo gástrico ante cada inhalación y exhalación, dejando escapar el vaho de sus trémulos labios entreabiertos.

Sus pensamientos se encontraban dispersos en lo sucedido tiempo atrás. Le mataba la angustia de la espera, de no saber que estaba sucediendo en el bosque. Aún sentía el calor y cariño que Tatsuha dejara en sus labios tras ese último beso.  Recordaba también los días que no hablo con él: no verlo, ignorarlo, ordenarle que lo dejara a solas; y eso le dolía mucho.

Memorizó las palabras del rey, su relato, sus consejos.

Luego, vinieron a su cabeza los momentos agradables y felices que paso con su prometido: las largas charlas, los abrazos, los besos, las excitantes noches, todo.

 

Entonces vino a su mente de nuevo aquel último recuerdo con Tatsuha: la forma en la que le sujetaba, la manera que tenía de besarlo, el modo en el que lo miraba, su melodiosa voz y ese último juramento que dijo antes de marcharse.

 

"Juro por mi vida, que lo traeremos de vuelta"

 

-          Lo hará. Lo prometió. - Pensó, sintiendo que esas palabras debían tranquilizarlo, pero había algo, una extraña sensación que no lo dejaba tranquilo, aunque desconocía en porque se sentía así.

 

+-+-+-

 

Shuichi no sabía qué hacer, el miedo había paralizado su mente, sólo atinaba a voltear hacia todos lados, buscando alguna posible salida a pesar de saberse acorralado.

Los lobos se acercaron dos pequeños pasos, sin hacer ningún movimiento en falso para evitar que su víctima escapara.

 

Todo fue demasiado rápido.

 

Uno ataco, corriendo hacia el caballo y saltando hacia él, con las fauces abiertas para una mordida.

El caballo relincho nervioso y retrocedió dos pasos, con Shuichi mirando aterrado al lobo.

Una flecha cortó el aire y se clavó en el costado del animal, desviando su trayectoria y estrellándolo contra otro lobo; ambos aullaron de forma lastimera, quedándose ahí, sin poder moverse por el fuerte impacto.

 

Ante la confusión, los lobos se dispersaron un poco, sin saber si huir o no.

Shuichi miró a los lobos heridos y luego hacia su lado izquierdo - la dirección de donde venía la flecha - viendo a Seguchi en uno de los extremos del bosque, con arco en mano, el rostro serio y la mirada semi oculta tras su flequillo. A su lado estaban Yuki, K y Tatsuha

 

-          ¡Yuki! - Pensó Shuichi en cuanto los vio.

 

¡Estaba salvado!

Pero su caballo no respondió favorablemente ante la ayuda, quien - siguiendo su instinto - únicamente pensaba en escapar. El animal encontró una brecha en la cerca de los lobos; se movió de forma brusca hacia su lado derecho; el repentino movimiento provoco que Shuichi se aferrara con fuerza al cuello del animal para evitar caer. El corcel echo a correr desbocado, brincando hábilmente a uno de los lobos y alejándose del claro, perdiéndose entre los árboles que tenía enfrente.

Los lobos lo siguieron, entre los árboles sería una presa fácil.

 

Eiri abrió levemente los ojos y la boca ante lo ocurrido.

 

-          ¡Shuichi! - Gritó, golpeando los costados de su caballo para seguir al príncipe de Turandot. ¡No podía perderlo de vista!

-          ¡YUKII! - Grito Shuichi asustado, mirando hacia atrás y sujetándose fuertemente del animal, sin saber cómo controlarlo.

-          ¡Vamos! ¡CORRE! - Le grito a su corcel, tratando de alcanzar al de Shuichi, viendo que éste ya se había perdido en el bosque. - ¡Demonios! - Pensó mientras los demás le seguían.

 

¡No! Eso no podía estar pasando. Lo había encontrado, llegaba justo a tiempo y ahora esto. ¡¿Por qué?!

 

+-+-+-

 

Llegó a su habitación, ayudado por un soldado.

Esperó a que este se retirará para cambiar sus ropas por un camisón blanco, tras ello se sentó en la cama y miró el suelo sin verlo en realidad.

 

-          Si amas a alguien, déjale ir. - Pensó.

 

Era la primera vez que escuchaba algo como eso; y, para ser honesto, no alcanzaba a comprender del todo la magnitud que tenían esas palabras, menos los sentimientos y la fuerza del corazón para tomar dicha decisión.

¿Sacrificarse por alguien a quien se quiere? No podía creer que alguien hiciera algo como eso, porque las personas son egoístas y siempre buscan su felicidad, sin importar sobre quien deban pasar.

 

-          En la guerra y en el amor todo se vale. - Sus labios apenas se movieron para pronunciar esas palabras.

 

Se le educó bajo la perspectiva de: no perder.

 

"El débil muere, el fuerte sobrevive. ¿En qué extremo estás?"

 

Esas fueron siempre las primeras palabras de sus mentores, y su respuesta siempre fue la misma: demostrar con hechos que era fuerte, que sobreviviría.

 

Se dejo caer sobre el colchón y tras ello suspiró, colocando uno de sus brazos sobre sus ojos.

 

Había pensado que ir por el mundo de esa manera, era la forma correcta, pero además, una parte de él creía que de esa manera se ganaría el respeto y cariño de su padre. Esa siempre había sido su meta.

Pero no era el momento para pensar en la inexistente relación que tenía con su progenitor; debía concentrarse y analizar esas palabras para comprenderlas desde la perspectiva de Shuichi.

 

-          Arriesgar tu propia felicidad para que la persona que amas sea feliz.

 

¿Cuántas personas no hacen? Las que conocía, ninguna lo había hecho, aunque tampoco conocía a alguna persona que tuvieran en esa situación.

No, hubo alguien, una persona que no sólo arriesgo su felicidad, sino que dio su vida por alguien a quien quería.

 

-          Mamá. - Musitó

 

Ella había decidido que su hijo viviera, había demostrado su cariño con ese acto, le había enseñado que el amor era más fuerte que cualquier acto egoísta. Y él, todos esos años, no la había entendido de esa forma, había estado ciego ante esa primera y última enseñanza.

 

Su madre dio la vida para que él viviera.

Shuichi daba su felicidad para que Eiri fuera feliz.

¿Podría él hacer algo así? Nunca se lo había planteado.

¿Tenía la fuerza para sacrificarse por alguien que quería? No lo sabía.

 

Sonrió de forma amarga. Ahora veía que estaba equivocando. Que había gran valor en un acto de nobleza. Shuichi era una gran persona y lo juzgo con dureza.

 

"Pero no ha luchado lo suficiente"

"Eso no lo sabes"

 

Entonces nuevas dudas invadieron su mente ¿Que pasaba con las enseñanzas que le habían dado? ¿Con ese "nunca te rindas"? ¿Estaban mal? ¿Nunca rendirse era terquedad? ¿Querer ganar siempre era orgullo? ¿Cuándo era bueno retirarse? ¿Hasta dónde se debía luchar? ¿Que debía pensar ahora? ¿Que era correcto y que era incorrecto? ¿Cómo mirar a Shuichi de ahora en adelante? No lo sabía y necesitaba respuestas. ¿Quién se las podía dar?

 

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Sus brazos se aferraban con fuerza al cuello del animal y su cuerpo estaba rígido sobre el lomo de éste. Tenía miedo de abrir los ojos y descubrir la oscuridad, sin saber donde estaba, sabiendo que los lobos estaban tan cerca de él, y Eiri en algún lugar del bosque, buscándolo.

A sus oídos llegaba el sonido de los cascos sobre la nieve, junto con los jadeos del caballo y los gruñidos de los lobos, quienes les seguían de cerca. Podía sentir el viento agitar sus cabellos y sus ropas, mientras algunas ramas rozaban o rasguñaban levemente su piel al pasar muy cerca de ellas.

 

-          Yuki. - Pensó.

 

Las rápidas pisadas de los lobos persiguiéndole, seguido de los gruñidos y ladridos no ayudaban a mitigar su miedo.

Escuchó al caballo relinchar y sintió una serie de fuertes sacudidas que le quitaban la estabilidad que tenía; provocando que se soltara del animal y saliera proyectado hacia algún lugar.

 

-          ¡Ahhh! - Gritó al salir volando, cayendo contra la fría nieve y golpeándose fuertemente.

 

+-+-+-

 

Eiri lo seguía de cerca, con la mirada fija enfrente y los dientes apretados.

A lo lejos podía notar, con mucha dificultad, el caballo de Shuichi, moviéndose diestramente entre las raíces de los árboles. Los lobos corrían casi a su nivel, lanzando alguna que otra mordida a las patas del animal, quien las esquivaba con mucha dificultad para seguir con su carrera.

 

-          ¡Maldición! - Gruño. - ¡YEAH! - Golpeó con más fuerza los costados del corcel para que acelerara el paso. ¡Al diablo si el animal reventaba por el esfuerzo! Tenía que salvar a Shuichi.

 

De entre los árboles surgieron tres lobos, gruñendo y corriendo hacia Eiri. Yuki se movió rápido, desenfundando su espada y lanzó rápidas y hábiles estocadas a los animales, escuchándolos chillar ante las profundas puñaladas; dejándolos atrás sin siquiera voltear la mirada.

 

El príncipe continuó su avance, con la espada en su mano derecha y guiando las cuerdas del caballo con la izquierda.

 

Estaba cerca, cada vez estaba más cerca.

Sólo un poco más...

 

Uno de los lobos logró morder y clavar sus colmillos en una de las patas del caballo, éste se levanto en sus patas traseras, relinchando y avanzando sobre éstas un poco. Se paró sobre las delanteras y pateo con sus patas traseras, quitándose al lobo con una de sus patadas. Dos lobos más aprovecharon aquello y mordieron las patas delanteras del animal; éste pataleo una y otra vez, primero las traseras, luego las delanteras; pero las mordidas ya habían lastimado sus patas, dándole poca estabilidad, haciendo que en uno de sus brincos, su pata trasera izquierda se quebrara y se fuera de lado.

Shuichi gritó al salir proyectado cayendo sobre una pequeña montañita de nieve y rodando unas cuantas vueltas en el suelo, hasta chocar contra un árbol, golpeándose la espalda contra el tronco y después el costado de su cabeza con una raíz.

 

-          ¡No! - Jadeó Eiri al ver el accidente, sintiendo su sangre congelarse en sus venas.

 

+-+-+-

 

Se sentía molido, como si una gran roca hubiera pasado sobre él. Su ropa estaba ligeramente húmeda por la nieve y el frío comenzaba a traspasarse por las telas. Se sujetó la cabeza y apretó los ojos y los dientes para mitigar el dolor.

Se enderezó, apoyando una de sus manos en la nieve y quedando sentado sobre ésta. El sonido de gruñidos y los chillidos de relinchidos los alertaron, abrió los ojos y miró la oscuridad, densa, trato de acostumbrarse a ella y ver lo que sucedía.

 

-          ¡SHUCHI! - Escuchó aquel grito, reconociendo la voz como la de Yuki.

 

+-+-+-

 

Eiri llego dónde Shuichi, bajando de su caballo de un brinco e hincándose delante de él, sujetándole de los hombros, mirándolo cubierto de nieve por la caída.

 

-          Yuki... - Dijo con los dientes apretados y sujetando el costado de su cabeza.

-          Tranquilo, todo está bien. - Respondió, antes de levantarse y voltear hacia los lobos, con su espada en la mano.

 

Cinco fieras se encontraban delante de él, con los dientes apretados  y los cuerpos tensos. Eiri sabía que eran demasiados para poder defenderse y proteger a Shuichi, pero no tenía alternativa, debía enfrentarse a ellos.

 

-          Demonios. - Pensó el rubio, apretando la espada.

-          ¡Majestad! - El grito de K lo alertó, pero no desvió la mirada de aquellos animales.

 

Dos flechas cruzaron el aire, clavándose en el costado de dos de los animales. Los chillidos de estos se mezclaron con los cascos de los caballos que se acercaban.

Los lobos se dispersaron levemente, algunos huyendo, otros ocultándose tras los árboles.

Yuki aprovechó la confusión para cargar a Shuichi, quien jadeo levemente ante el repentino movimiento y se sujeto del cuello del príncipe por miedo a caer, ocultando su rostro en el pecho de éste.

Eiri ladeó la cabeza en busca de uno de los carruajes, encontrando a Judy más cerca.

 

-          ¡Cúbranme! - Ordenó Eiri, corriendo al carruaje y subiendo a este de un sólo brinco.

 

Alejó a Shuichi de él un poco, se quitó la capa y con ella cubrió al príncipe de Turandot, colocándole la capucha.

 

-          !Judy, a palacio! - Le dijo a la mujer.

-          ¡YEAH! - Golpeó a los caballos con las correas y estos salieron corriendo hacia la dirección indicada.

 

Shuichi perdió el equilibrio ante el repentino movimiento, Eiri lo sostuvo y abrazó para evitar otro movimiento brusco, sujetándolo con firmeza de la espalda y la nuca.

Tatsuha, Seguchi y Hiro los escoltaron por los costados.

K y Ark se quedaron atrás para evitar que otros lobos intentaran alcanzarlos.

 

El carruaje andaba rápido en el bosque, Judy mantenía el control sosteniendo las cuerdas con tensión, avanzando por el camino más recto que encontraba, pero la oscuridad y el accidentado sendero provocaban que de vez en cuando la carrera se ladeará en su andar, dándole poca estabilidad a Eiri, quien -hincado en el suelo - sostenía a Shuichi con una mano y con la otra se daba estabilidad a él mismo, sujetándose de una de las orillas de la carreta.

 

Shuichi se sentía aturdido y confundido, no sólo por el dolor de cabeza y el frío que tenía, sino por la adrenalina de la carrera y la velocidad de los hechos, intentaba procesar la información lo mejor que podía, pero había varias cosas que no entendía bien. ¿Cómo calló? ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo dio Eiri tan rápido con él? ¿Dónde estaban los lobos? ¿Cómo se dieron cuenta de que había escapado? ¿Cómo sabían que estaba en el bosque?

No sabía nada de eso, pero agradecía a Natura saberse a salvo en brazos de Eiri. ¿Por qué lo estaba, verdad? ¿No era un sueño? Yuki lo había salvado.

Levantó la cabeza y vio a Eiri, quería aclarar todas sus dudas, pero sus preguntas murieron en su garganta al notar el rostro tensó del príncipe, quien volteaba hacia todos lados, escrutando la oscuridad y apretando los dientes, como si algo lo preocupara de sobremanera.

Ladeó levemente la cabeza, y - con la poca visibilidad que tenía por la posición y la capucha - miró la oscuridad, sintiendo el aire frío por la carrera y viendo borrosamente los árboles que iban dejando atrás, pero sin encontrar algún motivo por el nerviosismo de Yuki.

Trato de soltarse, pero Eiri no se lo permitió, atrayéndolo un poco más a él.

 

-          Yuki, suéltame. - Le pidió en voz baja.

-          Quédate quieto. - Le ordenó a Shuichi sin siquiera mirarlo.

-          Pero...

-          Caíste de un caballo, no debes moverte.

-          No me paso nada. - Levantó el rostro y miró a Yuki.

-          No lo sabemos.

-          Estoy bien.

 

Eiri bajo la mirada, y - con la poca luz que le llegaba de la aurora - pudo ver algo oscuro en el costado derecho de Shuichi. Intrigado y preocupado, se soltó de la carreta y tocó esa zona, sintiéndola húmeda; retiró la mano y la miró, descubriendo - con horror - que era sangre.

 

-          No puede ser. - Pensó.

-          ¿Qué pasa? - Preguntó Shuichi, quien no había visto la mano de Eiri, pero si vio su reacción.

-          ¡Apresúrate! - Le ordenó Eiri a Judy, ignorando a Shuichi.

-          ¡Yeah!

-          Yuki ¿Qué...?

-          ¡Más rápido!

-          No puedo ir más rápido. - Respondió ella sin detener su marcha.

-          Maldita sea. - Gruño Eiri

-          Yuki ¿Qué sucede? - Insistió Shuichi

-          Tenemos que llegar a palacio. - No le dijo que estaba sangrando, no sabía cuál sería la reacción de Shuichi al enterarse; pero estaba seguro de algo: no quería alarmarlo.

 

Poco a poco, los lobos se juntaron cada vez más; cuando ya eran poco más de una docena, empezaron a correr más cerca de ellos.

 

-          Son necios. - Pensó Eiri.

-          Son demasiados. - Pensó Seguchi mientras avanzaba por el costado de la carrera. - ¡Judy! Los distrae. Seguirán hasta la ciudadela sin detenerse.

-          ¡Como ordene! - Dijo la mujer.

 

Seguchi giró su caballo y corrió hacia el bosque, sabiendo que - al estar sólo - los lobos lo seguirían a él por ser "presa fácil".

 

Eiri miró a su hermano en una muda pregunta "¿También iras?"; y éste le regalo una sonrisa confiada.

 

-          Nos vemos en palacio, hermano. - Dijo por respuesta.

 

Tatsuha dio la vuelta, yendo en dirección a Seguchi, tratando de alcanzarlo.

Nakano lo pensó por unos instantes. No quería dejar a Shuichi ahora que lo había encontrado; aunque todos los demás estaban arriesgando su vida para que ellos salieran. No, no podría volver sabiéndolos en peligro, sabiendo que no había hecho más.

Tomó con fuerza las riendas de su caballo y giró, siguiendo a Tatsuha, notando que otros lobos lo siguieron a él, dejando la carreta libre de peligro, justo cuando  está salía del bosque, avanzando rápido por el largo llano que separaba el bosque de la ciudadela.

 

+-+-+-

 

Los segundos se convertían en minutos, lentos, pesados y asfixiantes. Ryuichi comenzaba a sentir que se le revolvían las entrañas por la espera. ¿Por qué no volvían? ¿Por qué demoraban tanto? ¿Cómo estarían? ¿Habían encontrado a Shuichi? ¿Cómo estaba su hermano?

 

Sintió que alguien se paraba a su espalda y le tomaba de los hombros.

 

-          No tienes que preocuparte. Ellos volverán. - Dijo el rey de Asgard.

-          Tardan mucho.

-          La espera es difícil. - Fue su respuesta.

 

Ryu abrió la boca, tratando de decir algo, pero el sonido de una carreta avanzando rápido en la oscuridad le distrajo de sus palabras.

Ambos mirando hacia la entrada, descubriendo el carruaje que manejaba Judy avanzando hacia ellos con  velocidad, frenando poco a poco en andar de los animales, hasta que se detuvieron en los escalones.

Yuki, con Shuichi en brazos, bajo de un saltó del carruaje y corrió hacia el palacio, pasando a un lado de su padre y de Ryuichi diciendo un "fuera de mi camino".

El rey soltó a Ryuichi y este corrió tras Eiri, sabiendo que se dirigiría a la habitación de su hermano.

 

Mientras tanto, el padre de Eiri se quedó en la entrada, mirando la puerta de entrada unos segundos y luego viendo a Judy.

 

-          Nos cubrieron el camino. - Respondió la mujer mirando también la oscuridad. - Espero no les pase nada. - Añadió,  preocupada por ellos, sobre todo por su esposo.

-          Yo también. - Dijo el rey.

 

+-+-+-

 

Ryuichi llegó a la habitación de Shuichi, entrando abruptamente, descubriendo a Shuichi sentado en la cama y con el costado ensangrentado, mientras un galeno humedecía unas compresas en agua.

 

-          ¡Shuichi! - Llamó acercándose rápidamente a él, sin darse cuenta que aventó levemente a Eiri para poder pasar. - ¿Cómo estas, Shuichi?

-          Estoy bien. - Fue su respuesta mientras veía a su hermano.

-          ¿Cómo vas a estar bien? ¡Estas herido!

-          No es nada.

-          No digas que no es anda cuando estas sangrando. - Miró a Eiri. - ¿Qué fue lo que paso?

-          Se cayó del caballo.

-          ¡¿Qué?! ¡Natura! ¿Cómo te sientes? ¿Qué te duele?

-          No me duele nada.

-          Aún así, no te muevas. Iré por el médico.

-          Él ya está aquí. - Respondió Eiri.

-          ¿Y por qué no hace algo? - Miró al hombre. - ¡Atienda a mi hermano!

-          Debo pedirles que salgan. - Ordenó el médico al ver lo ajetreado que estaba Ryuichi y lo enojado y nervioso de Eiri.

-          ¡¿QUÉ?! - Ambos refutaron la orden.

-          Es necesario que salgan.

-          Yo de aquí no me muevo. - Dijo Eiri.

-          No dejare sólo a mi hermano. - Respondió Ryuichi.

-          En ese caso, les pido que se alejen un poco y me dejen trabajar.

 

Ambos miraron a Shuichi y después al médico. Eso era cierto, los dos rodeaban a Shuichi, impidiéndole al galeno poder acercarse al príncipe para auxiliarlo.

Eiri chasqueó la lengua y camino hacia la salida, tomando a Ryuichi de la muñeca y llevándolo con él. Sabía que en nada ayudaba estando ahí dentro, pero si él se iba, su hermano también.

Una vez fuera, soltó a Ryuichi, cerró la puerta y se recargo en la pared de enfrente, cruzando los brazos y golpeando el pie constantemente con la planta de su pie, demostrando su impaciencia.

Ryuichi miraba la puerta con preocupación.

 

-          ¿Cómo paso? - Pregunto Ryuichi, sin dejar de mirar la puerta.

-          Escapaba de los lobos. - Respondió Eiri.

 

Ryuichi no pregunto más, no quería entrar en esos detalles y saber la forma de la caída, o se preocuparía más. Eiri tampoco pensaba hablar más, aquella imagen le había aterrado y describirla sólo lo preocuparía.

Aunque había algo que extrañaba a Yuki; y eso era la reacción de Shuichi. Éste no se asusto, ni grito al saber que tenía una herida en la cabeza. ¿Por qué?

 

-          Oye. - Llamó Eiri.

-          ¿Sí? - Respondió al llamado más que nada por inercia.

-          ¿Shuichi no le tiene miedo a la sangre?

-          ¿Eh? - Volteó a mirarlo - ¿Por qué preguntas?

-          Por su reacción cuando vio que tenía sangre.

-          Bueno... - Bajo la cabeza. - Tu sabes que Shuichi es muy inquieto.

-          ¿Inquieto? - Pensó Eiri arqueando una ceja. Definir la hiperactividad de Shuichi con una palabra era imposible.

-          Cuando era niño, no había día que no llegara con algún raspón, cortada o moretón. Sin embargo, era raro que llorara por ellos; estaba tan divertido jugando que se olvidaba de los golpes y las caídas rápidamente. - Sonrió ante el recuerdo. - Varias veces mi abuela le preguntó qué: ¿Con qué se había pegado? y Shuichi no lo recordaba.

 

Eiri no dijo más, regresó la mirada a la puerta mientras pensaba en las palabras de Ryuichi. No dudaba en lo absoluto lo que decía. De hecho podía imaginarse a un Shuichi de no más de 8 años, con sus ropas mal atadas y sucias de lodo, la carita con fango seco y el cabello despeinado y alguna ramita enredada en los mechones, con las rodillas, los codos y las manos raspadas, con las mejillas rojas por tanto jugar, pero con los ojos brillantes y una radiante sonrisa en el rostro por la diversión.

 

Sonrió discretamente, hubiera sido agradable ver a Shuichi en esa etapa de su vida; e incluso hubiera sido gratificante jugar con él.

 

No supieron cuando tiempo paso, pero cuando la puerta se abrió ambos se acercaron al galeno, con una muda pregunta dibujada en el rostro.

 

-          Se encuentra bien. - Dijo, tranquilizando a los dos. - Afortunadamente la nieve amortiguó su caída, evitando que se lastimará.

-          ¿Qué pasa con la herida? - Indagó Ryuichi.

-          Es una herida pequeña; no le traerá ningún problema. - Respondió. - Le he dado una infusión para que entre en calor. Debe tomarla si tiene frío. - Añadió.

-          Bien. - Dijo Eiri pasando de largo al médico y entrando a la habitación sin preguntar si podía, cerrando la puerta tras de él, dejando a Ryuichi y al galeno fuera de la alcoba.

 

El silencio se hizo por unos segundos, ambos sabían que sería imposible sacar a Yuki de ahí, por lo que ninguno de los dos trato de hacerlo.

 

-          Me alegra que su majestad esté bien. - Dijo el médico, llamando la atención de Ryuichi.

-          ¿A qué se refiere?

-          Los lobos de esta zona son muy peligrosos, que hayan vuelto todos y con el daño mínimo, es una fortuna. Sin duda la Dios Natura está de nuestro lado.

-          Aún no vuelven todos. - Dijo el rey de Asgard, acercándose a ellos, y colocando su mano en el hombro de Ryuichi.

-          ¿Acaso no venían juntos?

-          Los cubrieron para que pudieran salir. - Respondió. - Tenga su material preparado, puede venir alguien herido.

-          Como ordene, su majestad. - El hombre se retiró, dejando a  los dos reyes en un silencio incomodo.

 

Aquella charla provocó que Ryu sintiera una falta de aire en sus pulmones. Tatsuha aún no volvía. ¡Podía estar herido!

 

+-+-+-

 

Apenas entró a la alcoba, miró la cama. Shuichi estaba sentado en ella, con una venda en la frente y vestido con un camisón blanco, tomando una infusión que al parecer le gustaba, pues no hacía ningún gesto desagradable mientras lo bebía.

 

Se sintió aliviado en cuanto lo vio sano y salvo, bajo la protección del castillo, bajo el resguardo de él mismo. Sin embargo, todas esas emociones cambiaron abruptamente al recordar que - una vez más - se había puesto en peligro. ¿Cómo se podía ser tan imprudente? Escapar en plena noche ¡Que insolencia! La adrenalina subió por su cuerpo, apoderándose de él una molesta sensación de irritación.

No lo pensó no un sólo segundo. Se acercó a él, se sentó en la cama y lo tomó de los brazos, sacudiéndolo levemente.

 

-          ¿Es que no puedes usar la cabeza de vez en cuando?

-          ¿Eh?

-          Nada de "¿eh?". ¡Maldita sea! ¿En qué demonios estabas pensando?

 

Shuichi parpadeó confundido por las preguntas y la actitud de Yuki. Se mostraba enojado, preocupado y aliviado al mismo tiempo, con una mezcla de sentimientos apoderándose de él, reflejando todo ello a través de sus ojos color ámbar.

 

-          ¡Deja de mirarme y responde! - Ordenó Eiri ante el mutismo de Shuichi. - ¿Por qué escapaste?

 

Entonces Shuichi reaccionó, recordando claramente el motivo de su escape: esa boda tan próxima que tanto daño le hacía, y la decisión que había tomado y le era - a él - irrefutable. Desvió levemente la mirada, tratando de que Yuki no notara el dolor en sus facciones.

 

-          Yo... - No sabía que responder, cualquier razón que dijera delataría sus emociones y era algo que no quería hacer - Gracias. - Dijo, cambiando de tema levemente.

-          ¿Qué?

-          Por salvarme. En verdad, te lo agradezco.

-          ¿Qué tonterías estás diciendo? ¡Eso no responde a mi pregunta!

 

Shuichi se quedó callado, sin saber que decirle sobre su escape. No podía confesarle que: se iba porque lo amaba y le dolía verlo con alguien más. Pero no sabía que inventar.

 

-          ¡RESPONDE! - Le ordenó Eiri.

-          No-no tengo porque hacerlo.

-          ¿Qué?

-          Que no tengo por qué darte mis razones. - Dijo con todo el valor que junto para poder enfrentarlo

-          ¡Maldita sea! - Gruño Yuki.

 

Soltó a Shuichi y se levantó de la cama, dando vueltas dentro de la habitación con pasos rápidos y el rostro descompuesto por el enojo.

 

-          ¿Es que no puedes usar la cabeza o qué demonios? ¡Piensa que tus actos tienen consecuencias!

-          Ya deja de regañarme.

-          Te regaño porque lo mereces. ¿Sabes lo qué hubiera pasado si no hubiera llegado a tiempo? ¡No, que vas a saber!

-          ¿Me estas llamando idiota?

-          Estoy diciendo que tengas más cuidado con lo que haces.

-          Si tanto te molesta ¡No hubieras ido a buscarme!

-          ¡No se trata de eso!

-          ¿Entonces de qué?

-          De que uses la cabeza antes de hacer algo.

-          ¡La use!

-          Sí, claro. Se notó.

-          ¡Ya! ¿A dónde quieres llegar con esto?

-          ¿Quiero saber porque escapaste?

-          Me fui porque quería.

-          ¡Esa no es una respuesta! ¡JODER!

-          Es la única que tengo. Te guste o no.

-          ¡Maldita sea! - Gruño Eiri.

 

Continuó dando vueltas dentro de la habitación, sintiendo sus nervios destrozados y la adrenalina recorrerlo en forma de enojo.

Ese chico llegaba a fastidiarlo con su poco raciocinio, con sus imprudentes actos, como si sus malas decisiones no trajeran consecuencias.

 

-          ¿Por qué no puedes quedarte quieto? - Preguntó, aunque no le dio tiempo de responder y continuo hablando. -  ¡Demonios! ¡Debería amarrarte a la cama!

 

Shuichi se enojó también, sintiendo que las palabras de Eiri y su regaño no tenían razón de ser. ¿Para qué lo salvaba si después se lo iba a reprochar?

 

-          Si te ibas a arrepentir ¡No me hueras salvado! - Respondió, provocando que Eiri se detuviera en seco y volteará a verlo.

-          ¿Crees que me arrepiento de haberte salvado?

-          Eso parece. - Apretó los dientes molesto. - Si tantos dolores de cabeza te doy. ¡Deja de buscarme!

 

Aquellas palabras hirieron profundamente a Yuki. ¿Que no quería salvarlo? ¿Que se arrepentía de haberlo hecho? ¡NUNCA! ¡Jamás se arrepentiría de haberlo salvado! ¿Que lo dejara? ¿Cómo podía hacer eso?

Sintió que aquella disputa los estaba alejando más de lo que ya estaban, y era algo que no quería. Menos en esos momentos, en los que - por largos momentos - pensó que perdería a Shuichi para siempre.

Se dejo llevar por sus deseos y se acercó a Shuichi, sentándose a su lado y abrazándolo de forma apremiante, con una mano en la espalda y la otra en su nuca, inhalando el aroma de su cabello y sintiendo la calidez de su menudo cuerpo entre sus brazos.

Shuichi se quedó inmóvil, impresionando por el repentino abrazo. Con su rostro oculto en el pecho de Yuki, sintiendo el calor de su cuerpo y escuchando los rítmicos latidos de su corazón. Se sentía extraño en los brazos de Eiri, era agradable estar ahí pero al mismo tiempo incomodo. Quería entregarse a sus sentimientos y disfrutar de los brazos de Yuki pero también quería que lo soltara. Todo aquello lo estaba confundiendo, convirtiendo su cabeza en un total desorden de ideas y sentimientos que no tenían ni pies ni cabeza.

 

-          No vuelvas a asustarme de esa manera. - Dijo Eiri sobre su cabello, mientras lo abrazaba con más fuerza, como si deseará que sus cuerpos se fundieran en uno mismo. - Esta vez… Creí que te perdía.

 

Shuichi quedó en shock por aquellas palabras. ¿Qué significaba eso? ¿Perderlo? ¿Cómo podía perderlo? No eran nada.

Su mente se confundió más, llenándose de dudas que no tenían respuesta, mientras su corazón latía con fuerza.

 

Eiri lo separó de sus brazos, sujetó su rostro con ambas manos, levantando su rostro y mirándolo fijamente a los ojos. Shuichi lo miraba con incertidumbre y confusión, viendo en la mirada de Yuki algo que lo llamaba, algo que ya había visto antes pero que no sabía que era. Sin embargo, era en esos momentos cuando sentía que mundo se detenía y no existía nada que no fueran ellos dos.

Yuki movió su dedo pulgar y rozó los labios de Shuichi, quien, inconscientemente, los entreabrió y jadeó, sintiéndolos hormiguear ante la caricia, mientras sus mejillas se ruborizaban.

Tener a Shuichi así de cerca: con su rostro entre sus manos, la mirada brillante, las mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos. No podía soportarlo más.

Se acercó hacia él, inclinando su rostro hacia un lado y cerrando los ojos, hasta llegar a sus labios, con un beso suave y lento.

Shuichi se quedó impresionando, abriendo los ojos de sobremanera al sentir sus cálidos labios sobre los suyos.

Su mente se nublo por unos segundos y su corazón se aceleró aún más. Sus sentimientos se deseaban responder aquel beso, sin que nada importara; pero su cabeza le ordenaba que lo alejara, que aquello no era correcto.

Cerró los ojos con fuerza sintiendo unas ganas tremendas de llorar ante su confusión, pero sin ser capaz de tomar una decisión. mientras sentía la lengua de Yuki humedecer sus labios, complicando su pensamiento.  ¿Que debía hacer?

 

No, no podía continuar con aquello, no debía aceptar ese beso. Tenía que controlar esos sentimientos que morían por salir. Se había propuesto terminar con todo lazo que los uniera, por difícil que fuera la decisión.

 

Levantó su mano empuñada, dispuesto a golpear el pecho de Yuki una y otra vez para que se alejara. Pero aquellas intensiones quedaron perdidas y su puño se mantuvo en el aire, temblando indeciso.

Sus ojos dejaron de ejercer presión y sus trémulos labios se movieron para responder el beso, abriéndose un poco y asomando sutilmente su lengua para acariciar la de Yuki.

Sus sentimientos se opusieron a su razón. No tenía, ni encontraba la fuerza para rechazarlo. Lo amaba demasiado.

 

Eiri quitó una de sus manos de Shuichi de su rostro y le llevó hasta la mano que Shu tenía en el aire, tocando desde su muñeca y subiendo lentamente, abriendo el puño de Shuichi que sucumbía dócilmente a él, dejando sus dedos entrelazados. Mientras que la otra mano de Shuichi presionaba con fuerza la colcha de la cama.

Sus labios se movían suaves, sus lenguas se entrelazaban y sus ojos permanecían cerrados, disfrutando de aquel contacto tan íntimo. Yuki giró su mano, y con el dorso de sus dedos acarició la mejilla de Shuichi, luego la llevo hasta su mentón y lo sostuvo con gentileza, se separó un instante de sus labios para girar la cabeza hacia el otro lado y volver a besarlo.

 

Se apoyo un poco sobre Shuichi, quien - por el peso - se inclinó levemente hacia atrás. Yuki continuó recargando su peso sobre Shuichi, guiándolo lentamente hasta recostarlo en la cama, obteniendo un jadeo de su boca al sentir su cabeza sobre la mullida superficie, pero sin dejar de disfrutar de aquellos besos que los llevaban a la gloria, separándose apenas un poco para tomar un poco de aire y volver a besarse; reconociendo la textura de sus labios, humedeciéndolos, enredando sus lenguas con deleite, probando el sabor de sus bocas y dejando que el deseo inundara, hormigueando agradablemente por sus venas, creando un hueco en sus estómagos que mariposeaban y acalorando sus cuerpos.

 

 Eiri dejo aquellos labios un por un segundo, deslizando sus labios por el rostro de Shuichi besando sus ojos cerrados, sus mejillas, las comisuras de sus labios, y luego recorriendo su barbilla, con la intensión de seguir bajando.

Shuichi suspiró, sintiendo arder las partes que Yuki besaba, deseando que volviera a besar esas zonas, ansiando sentir esos besos por todo su cuerpo, anhelando que volviera a sus labios.

 

El cabello re Yuki picaba en su rostro, ocasionándole ligeros hormigueos. Inconsecuentemente presionó un poco la mano de Eiri, quien comprendió aquel gesto como una necesidad de sus labios. Volvió a subir y lo beso una vez más.

Shuichi respondía el beso con gusto, sin embargo, su nariz comenzó a picar y cosquillear desagradablemente, desconcentrándolo de aquel beso.

Era una sensación molesta que no se iba, y sabía que no se iría a menos que... No lo pensó ni un segundo. Sujeto a Yuki de los hombros y lo separo bruscamente de él, casi arrancándolo de su boca.

Eiri se alejo de Shuichi, sorprendido por el repentino cambio y enojado por la brusquedad de este. Tenía toda la intensión de reclamarse por aquello, pero se quedo callado al ver que Shuichi se volteaba hacia un lado, se tapaba la boca y comenzaba a estornudar repetidas veces.

¡Claro! ¿Cómo era tan idiota? Shuichi aún estaba resfriado; era normal que sintiera deseos de estornudar o toser. Aunque maldecía el momento que había elegido para hacerlo, era bueno saber que Shuichi tenía la delicadeza de no haber estornudado en su cara.

Se levantó de la cama y fue a la mesa para tomar un pañuelo, mientras escuchaba a Shuichi sorber la nariz.

 

-          ¿Estás bien? - Le preguntó mientras le extendía el pañuelo.

-          Sí, creo que sí. - Respondió tomando el pañuelo y limpiándose la nariz.

-          Es tarde y hoy fue un día largo. Será mejor que acuestes y te duermas. - Sugirió Eiri.

-          ¿Eh?

-          Aún no te curas del resfriado, necesitas descansar.

-          Ahh... pero... - Se quedo callado.

 

Estuvo a punto de preguntarle si no iban a seguir, pero para su fortuna había atrapado su pregunta antes de formularla.

No era correcto lo que habían hecho, menos sugerirle que siguieran. ¿Cómo tomaría aquello Yuki? ¿Qué pasaría si Suguru se enteraba? y lo que era peor ¿Cómo se sentiría él después?

No, debía sacarse esas ideas de la cabeza, lo que había pasado fue sólo un momento irracional, uno muy agradable pero que no debía repetirse NUNCA.

Negó levemente con la cabeza para sacarse esas ideas de la cabeza y concentrarse en sus decisiones.

 

-          ¿Pero...? - Preguntó Yuki ante el largo mutismo de Shuichi, extrañado por la pregunta y el rostro confundido del menor. - ¿Te sientes bien? - Se acercó a él y coloco su mano en la mejilla para revisar su temperatura.

-          No tengo fiebre, y me siento completamente bien. - Fue la respuesta de Shuichi, quitándose la mano de Yuki, no quería que lo tocara porque al hacerlo su corazón se desbocaba.

-          Aún así, debes descansar. - Dijo Eiri, alejándose de Shuichi y sentándose en el sofá que estaba cerca de la chimenea y mirando el fuego.

-          ¿Vas a quedarte aquí? - Preguntó.

-          ¿Qué no es obvio? - Respondió mirándolo por el rabillo de su ojo.

-          ¿Por qué?

-          Tu brillante idea de escaparte puede perjudicar tu resfriado. Así que me quedaré para asegurarme de que estas bien.

 

Shuichi se sintió entraño por esa atención. No sabía si era algo agradable o desagradable saber que Eiri se preocupaba de esa forma por él; menos después de que se hubieran besado.

Se acostó en la cama y se cubrió con las cobijas, dándole la espalda a Eiri, pero sin poder sacarse aquellos besos de la cabeza, sintiendo aún a Yuki sobre sus labios, como si hubiera tatuado su esencia. Sus mejillas se sonrojaron y su lengua paseo sutilmente por sus labios, apreciando el sabor de Yuki en estos, deseando - desde lo más profundo de su corazón - volver a estar unido al príncipe de esa manera.

¡¿Qué cosas estaba pensando?! No, debía sacarse esas ideas y sensaciones. Tenía que concentrarse en olvidarse de Yuki. ¡Él estaba comprometido! ¡Ellos dos eran una historia pasada que quedo escrita a medias y ya no tenía retorno!

Cerró los ojos con fuerza y se hizo ovillo; concentrando toda su energía en quedarse dormido.

 

Por su parte, Yuki miraba el fuego pero sin verlo en realidad, paseando distraídamente su lengua  por la unión de sus labios. El sabor de Shuichi era uno de los más exquisitos que había probado en toda su vida, era como una droga para él, una a la que ya era adicto a pesar de las pocas veces que lo había besado.

Deseaba, con toda su fuerza, ir hasta él y robarle otro beso y otro y otro y otro... hasta quedar satisfecho de él. ¿Podía pasar eso? ¿Quedar saciado de los labios de Shuichi? sinceramente lo dudaba.

Recordó la forma tímida pero anhelante en la que correspondía, como si él también deseara aquello, como si quisiera el tiempo se detuviera, como si no existiera en el mundo nada que no fuera ellos dos. Y él deseaba lo mismo; tanto, que estaba seguro de algo: si Shuichi no hubiera estornudado, en esos momentos les estaría haciendo el amor.

 

+-+-+-

 

Segundos, minutos, horas. ¿Cuánto tiempo tenía ahí, esperando? No lo sabía, pero parecía una eternidad.

El silencio y la oscuridad le estaba traicionando. Jugándole malas pasadas a su mente.

¿Algo le había pasado? ¿Estaba herido? ¿Se habría perdido? ¿Cómo tardaba tanto? ¿Por qué no volvía?

 

-          Tatsuha. - Musitó.

 

A lo lejos escuchó un ruido, una carreta que se acercaba con urgencia. Agudizó su mirada y pudo ver -  gracias a la luz de la aurora - que dentro de esta había unas personas, mirando algo en el centro.

Reconoció a Ark manejándola; y luego pudo ver a K y a Seguchi. Con los rostros serios y concentrados en algo que miraban. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba Tatsuha?

La carreta se detuvo delante de él, y entonces pudo escuchar un doloroso grito ahogado. Provocando que su rostro perdiera todo el color.

Ark bajo de un brinco del carruaje y se acercó a la parte de atrás, ayudando a K y a Seguchi a cargar a alguien.

 

-          ¡Hiro! - Ryu casi grito al ver que entre Ark y K cargaban al chico, con el rostro descompuesto en una mueca de dolor, con dientes y ojos fuertemente apretados.

 

K y Ark entraron corriendo, llevando a Hiroshi al sanatorio del palacio, sabiendo que ahí podrían atenderlo mejor que en su habitación.

Seguchi y Ryuichi los siguieron de cerca, entrando también al sanatorio.

 

-          ¿Qué le paso? - Preguntó el médico.

-          En la pelea, un lobo lo mordió.

-          Rápido, quítenle la camisa. - Ordenó el médico mientras preparaba su instrumental.

 

Seguchi comenzó a quitarle la rasgada camisa como podía, siendo ayudado por Ark.

Ryuichi estaba en la entrada de la clínica, mirando con terror la herida sangrante del caballero. Era la primera vez que veía una herida de esa magnitud y no sabía que debía hacer; sobre todo porque le tenía un cariño muy especial a Nakano.

 

-          Majestad. Lo mejor será que salga. - Dijo K, tomando a Ryuichi de los hombros y empujándolo hacia atrás.

-          Hiro... - Dijo con lágrimas en los ojos.

-          Él estará bien. Nosotros lo atenderemos.

-          Pero...

-          No es una herida grave; le aseguro, majestad, que pronto se repondrá.

 

Aquello tranquilizó un poco a Ryuichi, a pesar de que los quejidos de Hiro demostraran lo contrario, sabía que K no le mentiría con algo así.

Miró de nuevo hacia adentro, recorriendo vagamente los rostros de los presentes, entonces miró de nuevo a Winchester y preguntó.

 

-          ¿Dónde está Tatsuha?

 

K no tuvo tiempo de abrir la boca, el fuerte grito de Hiroshi los hizo voltear el rostro hacia él y mirar cómo se retorcía del dolor mientras el galeno lavaba la herida. Seguchi y Ark lo sujetaban, pero les era difícil mantenerlo controlado.

 

-          Sostendré sus piernas. Seguchi, sujeta su brazo lastimado. Ark, sostén su torso. - K olvido la pregunta de Ryuichi y entró a la habitación, cerrando la puerta detrás de él.

 

Ryu se quedó solo en ese lugar, escuchando los repentinos gritos de Nakano por la curación.

Sus ojos se humedecieron y las lágrimas comenzaron a escapar de estos. Le dolía ver a Hiro en ese estado, y a ese dolor se le sumaba la angustia de saber que todos había vuelto.

Todos... excepto Tatsuha. ¿Por qué?

 

+-+-+-

 

Shuichi estaba recostado sobre su costado, con los ojos entreabiertos pero con la mirada perdida. Sentía la presencia de Yuki en la habitación, aun cuando sabía que éste no lo miraba.

Su mente no podía olvidar lo que había pasado minutos atrás, aquella forma en la que Yuki lograba seducirlo, enamorarlo y conquistarlo, únicamente con su presencia, con su cercanía, con su mirada y sus labios. Era como una torbellino que lo envolvía sin dejarle lugar de escapatoria; y lo más extraño es que él - a pesar de todo - no quería escapar de ahí.

Se abrazó un poco más a sí mismo, sintiendo su piel ligeramente fría debido al clima. Si él, que estaba debajo de las cálidas colchas, tenía frío ¿Cómo estaría Yuki?

Tal vez debía decirle que se acostara con él. ¡¿Qué estaba pensando?! ¡Eso no estaba bien! Decirle que se metiera a la cama con él sería como incitarlo a que se acercará de nuevo a él. Pero... Era descortés que Yuki lo estuviera cuidando y él no hiciera nada para aminorar su frío. ¿Que debía hacer?

Se mordió la uña con nerviosismo, pensando en un sin fin de pros y contras. Pensando en algo: Ya antes habían dormido en la misma cama y no había pasado nada. Lo que significaba que podían volver a dormir juntos sin que tuviera que haber contacto entre ellos.

¡Claro! Lo invitaría a la cama para que no pasara frío. Sería como si fueran dos amigos, como cuando dormían juntos es Zahara. ¡Sólo eso!

Se enderezó de la cama y miró a Eiri, quien mantenía los ojos cerrados, pero su postura - ligeramente rígida - demostraba que seguía despierto.

 

-          Yuki. - Llamó.

 

Éste levanto el rostro y vio a Shuichi.

 

-          ¿No puedes dormir? - Preguntó al verlo enderezado.

-          No, si...digo... - Se quedo callado. Confundido por su respuesta. temeroso de hablar, sin estar del todo seguro de su decisión.

 

Eiri no quitaba sus penetrantes ojos de Shuichi, notando que este se encogía un poco en sí mismo y desviaba la mirada a varios lados mientras sus mejillas se sonrojaban y sus labios temblaban levemente. No le quedaba duda alguna de que estaba nervioso, aunque no sabía la razón; pero no preguntó y espero paciente a que Shuichi dijera porque le había hablado

 

-          Ha-hace frío.

-          ¿Qué quieres decir? - Indagó Eiri extrañado por esa palabra.

-          Q-que... e-es una cama grande...y… amm… bu-bueno… si quieres… - Se quedo callado un segundo, bajando el rostro para ocultar sus ojos tras su cabello mientras su rostro se encendía de carmín. - pu-puedes acostarte aquí. - Dijo en voz bajita pero lo suficientemente audible para que Eiri lo escuchara.

 

Yuki lo miro sorprendido. ¿Hablaba en serio? ¿Shuichi lo invitaba a acostarse a su lado? No podía negar que era una invitación muy tentadora, y se moría por aceptarla sin más. Pero había algo que lo hacía permanecer en el sofá, y eso era la reacción de Shuichi, todo aquel nerviosismo que destilaba por los poros. ¿Qué debía hacer?

 

El silencio reino por unos segundos. Shuichi sentía la mirada de Eiri clavada en él, aunque él no se atrevía a verlo.

Yuki lo miraba fijamente, examinando cada uno de sus movimientos y la seriedad pintada en su rostro. Sólo unos instantes antes de regresar la vista a la chimenea y responder.

 

-          Paso. - Dijo con arrogancia.

-          ¿Eh? - Shuichi se sorprendió por aquella respuesta, dejando atrás todo su nerviosismo y mirando a Yuki.

-          Dije: Paso. - Repitió. - No quiero que me contagies tu resfriado. - Volteó a mirarlo con una

-          sonrisa burlona

-          ¡Ah! Cierto, lo siento, no pensé en eso.

-          Además, te mueves mucho y seguramente vas a patearme mientras duermo.

-          ¡Eres un desgraciado! - Gruño Shuichi al notar la burla de su comentario.

-          Lo sé. - Sonrió con soberbia.

-          ¡Uuuyyyy! Eso me gano por tratar de ser amable contigo. - Tomo las colchas y se acostó en la cama, cubriéndose con ellas.

-          Descansa. - Dijo Eiri divertido al ver el berrinche de Shuichi

-          ¡Y tú tuércete!

 

Eiri sonrió. Le divertía discutir con Shuichi, era tan fácil hacerlo enojar. Pero además, le alegraba verlo de buen ánimo, eso significaba que estaba bien y no le había pasado nada en la caída.

Miró de nuevo la chimenea. En verdad hubiera querido aceptar la invitación de Shuichi, pero por su sano juicio debía declinar. Sabía que no tendría la fuerza suficiente para no sobrepasarse con él.

Bajo levemente la cabeza y entrecerró los ojos mientras paseaba inconscientemente su lengua por la unión de sus labios. Aún tenía el sabor de Shuichi en su boca, aún sentía sus labios hormiguear por los besos. ¿Cómo poder controlar su deseo teniendo a Shuichi acostado a su lado?

Cerró los ojos y su mente viajó de nuevo a esas agradables pero temerosas palabras de Shuichi.

 

"puedes acostarte aquí"

 

Entonces, él se levantaría de aquel sofá, se quitaría las botas y la camisa bajo la atenta mirada de Shuichi. Se acercaría a la cama, metiéndose entre las cobijas, notando que, a pesar de la invitación, Shuichi se quedaba inmóvil unos segundos, después sacudía la cabeza y se acostaba, dándole la espalda y diciéndole un "buenas noches".

No podría contenerse: se acercaría a él y lo abrazaría por la espalda, escuchando un jadeo de sorpresa seguido de un: "¿qué haces?", pero sin hacer algo para evitar el abrazo.

Entonces sus dedos comenzaría a acariciar suavemente su piel por sobre el camisón, rosando sus brazos, colándose traviesos para rozar su abdomen, sintiendo como Shuichi, a pesar de no decir ni hacer nada, se estremecería mientras la temperatura de su cuerpo aumentaba.

Y sin previo aviso, depositaría un suave beso en su nuca, y de ahí se deslizaría a su cuello, acariciándolo con sus labios, inhalando el aroma de su piel, subiendo de nuevo y llegando  su oído para murmurar un: "mírame".

Shuichi dudaría un segundo, pero Eiri no lo dejaría ahí, y con sus manos lo ayudaría a voltearse y así poder ver su rostro, con aquellos gestos que ya antes le había mostrado: ojos brillantes, mirada expectante, mejillas arreboladas, labios entreabierto.

Le regalaría una sonrisa antes de tomar su rostro entre sus manos y besarlo una vez más, sentir como respondía con inexperiencia, pero con cariño y dulzura, con desconocido pero fascinante deseo.

Y mientras degustaba su boca, sus manos cobrarían vida y comenzarían a recorrer su cuerpo, retirando el camisón para poder sentir y grabar la textura de su piel en sus manos y en su memoria, escuchando a Shuichi suspirar cuando abandonará sus labios para saborear su cuerpo con su boca.

Lo colmaría de caricias, lo llenaría de beso; lo llevaría al éxtasis y se excitaría con él. Lo llenaría de besos, se perderían en sus miradas, se abrazarían como náufragos a una playa y se unirían en un sólo ser en la danza más antigua de todos los tiempos. Deseando que el tiempo se detuviera en ese momento y poder estar así con él - y sólo con él - hasta el fin de los tiempos.

 

Sintió su cuerpo arder por sus pensamientos; hormigueando en su sangre y cosquilleando en su vientre bajo de forma agradable. Deseando que aquello fuera real, arrepintiendo de haber rechazado la invitación de Shuichi. ¿Esta seguiría en pie? ¡¿Qué estaba pensando?! ¡Idiota! Tenía que sacarse esos pensamientos de la cabeza. Había dicho que velaría el sueño de Shuichi, y ponerse a fantasear con él no era una forma muy correcta de hacerlo.

Sacudió discretamente la cabeza para sacarse esas ideas de la cabeza, aunque aun sentía su cuerpo hormiguear, y el calor de la chimenea no ayudaba mucho.

Se levantó del asiento y camino hacía el balcón, sabiendo que el aire frío de la noche le ayudaría a pensar con claridad.

Sin embargo, al pasar a un lado de la cama, no pudo evitar girar el rostro para ver a Shuichi, quien ya se había quedado profundamente dormido.

Lucía tranquilo pero cansado, con sus labios entreabiertos inhalando y exhalando el aire de sus pulmones.

Se sentó en la cama y lo contemplo por unos segundos, levantando su mano y acariciando su mejilla con las yemas de sus dedos, sintiendo su suave piel.

Shuichi sintió su mejilla hormiguear, frunció levemente el seño al mismo tiempo que gemía levemente incomodo, y tras ello se movió, quedando acostado boca arriba, con una mano bajo las colchas y la otra sobre la almohada, cerca de su rostro.

Eiri no aparto su mano del rostro de Shuichi, acariciando su nariz, sus labios, sus ojos, su frente. Quería memorizar cómo se sentía la piel de Shuichi bajo sus dedos, deseaba grabar todo los detalles que ese chico le pudiera brindar; y cuando llegó a su cuello se detuvo, pero sin dejar de mirarlo dormir.

 

-          Fue un día muy largo. - Dijo antes de acercarse a él, depositando un furtivo y fugaz beso sobre sus labios. - Descansa.

 

+-+-+-

 

Sentía su corazón palpitar con fuerza, su rostro frío, le picaban los ojos por las lágrimas y el cálido vaho escapada de sus labios ante cada exhalación.

Habían vuelto, cansados, Nakano herido, pero había vuelto. Todos regresaron, excepto Tatsuha.

 

"Juro por mi vida que lo traeremos de vuelta"

 

Aquellas palabras habían adquirido otro significado. Esa frase sabía a despedida. Juraba que su hermano volvería, aunque eso le costara la vida. ¡Aunque el muriera!

¡¡NO!! No podría vivir sin Tatsuha, no soportaría una vida sin él.

 

-          Tiene que volver. - Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. - Tiene que volver. - Se decía a sí mismo, sintiendo sus esperanzas perdidas a cada segundo que pasada en el oscuro silencio.

 

Pero lo haría, lo esperaría en esa puerta hasta que amaneciera, hasta que volviera, no importaba que pasaran horas, días o años.

Tenía que ver a Tatsuha una vez más, abrazarlo, besarlo. Sentir su mirada clava en él y escuchar su voz diciendo su nombre.

 

Se arrepentía profundamente de su tonta "pelea" de su orgullo y terquedad que los distanció, de sus miedos y confusiones; porque ello le quito valioso tiempo a su lado. Momentos que no volverían, y que si Tatsuha no regresaba, le dolerían como yagas por toda su vida.

¡NO! Tatsuha iba a volver ¡Tenía que regresar!

 

El sonido de unos cascos lo hicieron reaccionar.

Levantó la mirada y vio - con sus acuosos ojos - a una persona encapuchada que caminaba por la entrada del palacio, llevando consigo a 5 caballos. Caminaba con paso lento y cansado.

Los ojos de Ryuichi se iluminaron y sus labios dejaron escapar un jadeo de sorpresa al reconocer ese andar elegante pero ligeramente relajado que se ocultaba detrás de esa capa. No podía ver su rostro, pero sabía que era él ¡Tenía que ser él!.

 

Sintió los deseos de correr hacia él, pero sus piernas no respondían. Sentía una gran felicidad al saberlo ahí pero sus ojos no dejaban de derramar lágrimas de ansiedad.

 

Un soldado acercarse a él, hizo una reverencia y entabló una corta conversación con él, quien simplemente asentó con la cabeza y le entregó las correas de los corceles.

 

Entonces, aquella persona levantó la cabeza y lo miró unos segundos, inerte en su lugar, como si le extrañara verlo ahí. Ryuichi lo vio correr hacía él, subiendo rápidamente los escalones y sujetándole de los hombros.

 

-          Ryu ¿Que sucede? - Le preguntó preocupado.

 

Era su voz. ¡era él!

 

-          ¡Natura! Estas helado. ¿Cuánto tiempo has estado aquí afuera? - Se quitó la capa y la colocó en la espalda de su prometido para frotar con sus manos los brazos de éste. - ¿Ocurrió algo? ¿Shuichi, mi hermano y los demás están bien? - Indagó, pero Ryu no respondió. - ¡Por Natura! Di algo.

-          ¡TATSUHA! - Sin pensarlo siquiera se aventó al joven delfín, abrazándolo con fuerza y llorando toda su angustia en el pecho de éste.

 

Tatsuha tuvo que echar un pie atrás para evitar caer por los escalones. Estaba sorprendido y extrañado por esa reacción., escuchando a Ryuichi llorar y abrazarlo como si fuera a desaparecer en cualquier momento.

 

-          …No lo hagas… niif… no de nuevo…… niff

-          ¿Qué?

-          no… no me asustes así… niff… cre-creí que……  que no… niff… que no volvías.…

 

Tatsuha lo miró por unos segundos, sintiendo las manos de Ryuichi aferrarse con fuerza en su espalda mientras enterraba su rostro en su pecho, humedeciendo  sus ropas.

Lo comprendió. Ryuichi había estado todo ese tiempo en la entrada, esperando su regreso, preocupado porque todos volvían menos él, haciendo que su imaginación le jugara las peores y más crueles bromas que le puede jugar a una persona: creer que una persona amada ya no volverá.

Suavizó su mirada y lo abrazó suavemente, depositó un pequeño beso en su cabeza y una de sus manos acarició su espalda para calmarlo.

 

-          Ya estoy de vuelta. - Dijo.

 

A esas palabras sólo obtuvo un abrazo más fuerte y posesivo, como si Ryu quisiera que se fundieran en un sólo cuerpo.

 

-          Perdona que te haya preocupado.

 

Ryu negó con la cabeza apenas moviéndola en el pecho de Tatsuha, oprimiendo los ojos con fuerza para evitar que las lágrimas siguieran brotando, apretando los dientes para que sus gimoteos desaparecieran.

 

-          …No me asustes…… no lo hagas de nuevo…  Dijo con voz quebrada y amortiguada por la ropa. - No… quiero perderte…

-          Jamás lo harás.

 

Lo separo un poco de él, notando que Ryu lo hacía con resistencia. Tomó el rostro del rey entre sus manos y besó su frente, Ryu cerró los ojos, sintiendo que Tatsuha los besaba y luego besaba sus mejillas, como si deseará borrar los vestigios de su llanto con sus besos; y tras ello beso sus labios, escuchando un jadeo ahogado de Ryu por la falta de aire debido al llanto, pero aceptando el beso con gusto, abrazándolo de nuevo como si la vida se le fuera en ello.

 

No sabía qué cosas había estado imaginando Ryuichi en su ausencia, pero de algo estaba seguro: Ryu ya no estaba enojado con él y eso era lo que más le alegraba.

 

+-+-+-

 

Giró sobre la cama y se abrazó a sí mismo antes de gemir y entreabrir los ojos, adormilado.

Tenía frío y eso no lo dejaba dormir.

Se enderezó de la cama y talló sus ojos para despabilarse. Tras ello los abrió y miró la habitación, primero la chimenea, donde el fuego  danzaba en los lechos, después miró a Yuki, sentado en el sofá, con el rostro inclinado hacia un lado y sus cabellos cubriendo levemente sus ojos, parecía dormido.

Sintió una corriente de aire que lo hizo abrazarse, giró el rostro y descubrió la puerta del balcón abierta.

Se levantó de la cama, pisando el suelo frío con sus pies descalzos, y caminó hasta la puerta para cerrarla.

Giró sobre sus pies y regresó a la cama, sin embargo, antes de entrar a la cama, se detuvo y volteó el rostro para ver a Eiri dormir.

Estaba cerca de la chimenea, y eso sin duda le ayudaba a no tener frío, sin embargo podía enfermarse por estar tanto tiempo frente al fuego y con corrientes de aire frío colándose a la alcoba.

No podía dejarlo así. Pero sabía que no tenía la fuerza suficiente para cargarlo y llevarlo a la cama. Tampoco sentía que despertarlo fuera buena idea.

Tomó una de las colchas de su cama y camino hacia Eiri, cubriéndolo con la cobija.

 

-          Shuichi - Murmuró, moviéndose levemente al sentir la cálida cobija sobre él, pero sin despertar.

 

Shuichi dio un pequeño respingó al escuchar su nombre en la boca de Yuki. Por un instante pensó que lo había despertado, pero su respiración continuaba relajada y sus ojos cerrados demostraba que lo había llamado entre sueños.

Su corazón latía con fuerza y sus mejillas se sonrojaron. No sabía cómo sentirse al saber que Eiri estaba soñando con él. Era halagador y al mismo tiempo doloroso.

Mordió su labio inferior y colocó su mano derecha sobre su pecho, tratando de controlar su acelerado corazón.

¿Había escuchado bien? ¿En verdad Yuki soñaba con él? ¿Era un sueño suyo? ¿Aún estaba dormido? ¿Estaba somnoliento e imaginaba cosas?

Sabía las respuestas de esas preguntas, estaba total y completamente lúcido, había escuchado claramente la voz de Yuki, sabía que no era un sueño.

Sin embargo. ¿Por qué Yuki soñaba con él? ¿Poe qué lo llamaba? ¿Acaso lo amaba?

 

"Lo que quiero, es a ti"

"Vine a buscarte"

"No me burlo de ti"

"Quiero besarte"

"¿Crees que no me importas?"

"No quiero jugar contigo"

"No me asustes de esa manera"

"Creí que te perdía"

"Shuichi"

 

Todas esas frases, todo lo que habían vivido juntos: las peleas, los besos, las veces que se habría arriesgado para rescatarlo. Todo eso ¿Quería decir que Yuki en verdad lo amaba?

 

CONTINUARÁ

Notas finales:

* La canción de Shuichi es un fragmento de una canción llamada: Kagayaku Sora no Shijima ni wa, la canta: Kalafina. Les dejo el link (Es el segundo ending de Kuroshituji II)

http://www.youtube.com/watch?v=BJw7ZFbZg2k&feature=related

 

Espero este capítulo haya sido de su agrado.

Nos vemos, kuidense y besos

Bye bye!!

 

PD: Un súper favor. Si alguien, en su infinita buena voluntad me puede pasar algún sitio de donde pueda descargar el manga en español de sekaiichi hatsukoi. (Que no sea la pag de Alicia, xq ya no se puede descargar de ahí ¬¬) Se lo agradeceré con el alma!!!! ^o^ 


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