Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Turandot por Dulce_Pena_Hime

[Reviews - 736]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todas!!
Me disculpo por la super-ultra-mega-archirequete larga demora!!!
(Les pido comprendan: 2 escuelas y un trabajo es la muerte!!)
Este capitulo esta dividido en dos (de nuevo)

Aviso: tal vez algunas digan: "tanta espera para esto" - incluso yo llegue a pensar que la espera es, en extremo larga - pero no puedo regresar el tiempo para reducirlo... y como el cap todavia no termina - pero me esforzare estas noches para escribir la continuacion y subirla esta semana... pues espero eso pueda compensar la espera.
Por otro lado, este capitulo habla de sentimientos encontrados: una vez más...
Hare lo posible xq esta semana éste le nuevo cap. y hare lo posiboe por no volver a tardar con esta misma magnitud.

 

Sinceramente, espero este cap sea de su agrado!!

Hola!!!

Sorry por la demora

Espero este capítulo sea de su agrado. ;p

 

TERCER ACTO: ASGARD

ESCENA 13: ULTIMA OPORTUNIDAD

 

El cansancio en su espalda le hizo despertar. Gruñó levemente y parpadeó repetidas veces para despabilarse el sueño.

Abrió levemente los ojos y su vista chocó contra una chimenea encendida. Estaba desorientado. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía en el sillón? ¿Qué hora era? ¿Cuándo se quedo dormido?

Cerró de nuevo los ojos mientras su mente reaccionaba correctamente, tardado unos segundos en recordar los sucedido el día anterior y el motivo de porque había dormido en el sofá.

Aún tenía sueño, y quería volver a dormir, pero hacerlo en ese lugar le resultaba una idea pésima, de hecho - y ahora que lo pensaba con calma - había sido una mala idea dormir ahí desde el inicio, pero nada podía hacer para cambiar lo pasado.

Dejo de recargarse en el respaldo del sofá, hecho los hombros hacía atrás haciendo un circulo y se estiró un poco para acomodar sus músculos. Sintió un poco de frío en su tórax al hacer ese movimiento. Miró su regazó, sorprendiéndose al encontrar una colcha que lo cubría de la cintura hacia abajo. No recordaba haber agarrado algo para cubrirse, es más, ni siquiera recordaba a qué hora se había quedado dormido.

 

-          ¿Shuichi? - Pensó.

 

Giró la vista hacia la puerta que conducía al balcón, descubriéndola cerrada. No le quedaba duda alguna, Shuichi fue el solidario de aquellos actos.

Su corazón palpitó con júbilo en su caja torácica y una discreta sonrisa adornó - sin querer - su rostro, pero estas agradables sensaciones desaparecieron tan rápido como llegaron.

Miró la chimenea sin expresión en su rostro. Le resultaba agradable que Shuichi se preocupara por él, sin embargo, eso no cambia las circunstancias entre ambos; y no sabía si eso era bueno o malo.

 

Sintió la imperiosa necesidad de salir de ahí, de alejarse lo más posible de ese lugar y de Shuichi, como si el ambiente fuera asfixiante.

 

Se levantó del sofá y dejo la cobija sobre éste, caminando con paso decidido y silencioso hacia la puerta, con toda la intención de ir a su alcoba, acostarse en su cama y dormir más. Podía hacerlo por algunas horas, después de todo, por la puerta del balcón no se colaba luz alguna, signo inequívoco de que el alba aún no llegaba. Llegó a la puerta, tomo la perilla y la giro, justo en el mismo instante en que Shuichi se movió en la cama y murmuraba algo que Eiri no alcanzó a comprender. Se quedó inmóvil en su lugar por unos segundos, esperando no haber despertado al príncipe, pero no escucho ningún otro sonido.

Abrió la puerta pero no salió por ella.

Shuichi había estado enfermo los días pasados, y también tenía una herida en la cabeza. Podía tener fiebre o algo. No podía irse y dejarlo así como así, no podría estar tranquilo.

Cerró la puerta y se acercó sigiloso a la cama, con el claro pensamiento de: "antes de irme verificaré que se encuentre bien".

 

Se acercó a la cama y vio a Shuichi, dormido sobre su costado derecho, con las cobijas un poco más abajo de su pecho, los labios entreabiertos, sus cabellos ligeramente revueltos y su flequillo cubriendo levemente sus ojos. Se inclinó un poco y con el dorso de su mano tocó su mejilla, comprobando que su temperatura era la adecuada, sin embargo, no retiro su mano, le resultaba muy agradable la sensación de su piel al contacto con sus dedos.

Entonces, la simple idea de alejarse de él le pareció imperdonable.

No lo pensó, simplemente actuó según sus deseos: Rodeó la cama y se acostó del otro lado de la cama por sobre las cobijas. No era la primera vez que compartían la cama, pero si la primera vez que lo veía dormir desde ese ángulo, y le resultaba muy agradable.

 

Su mano cobró vida, acariciando su rostro, subiendo hasta su frente para poder ver sus ojos cerrados, descubriendo - con sorpresa y malestar - la venda que cubría su frente.

 

-          De nuevo lo hizo. - Pensó.

 

Apretó levemente los labios, el vendaje era la prueba tangible de lo que sucedió la noche anterior, cuando la imprudencia de Shu lo llevó a poner su vida en peligro, una vez más.

No quería pensar en eso, no deseaba imaginar que hubiera sucedido de no haber llegado a tiempo.

Recordó las ocasiones pasadas, aquellas veces en las que Shuichi se puso en riesgo sin darse cuenta, las mismas veces que él lo había salvado, arriesgando su propia vida en el proceso, pero no era algo en lo que pensara; cuando Shuichi estaba en peligro, su mente sólo decía un: "ve por él"; sólo pensaba en llegar a tiempo, en que nada le pesara; y esa ansiedad no desaparecía hasta que lo sabía sano y salvo. Si lo pensaba con detenimiento, todo eso parecía irreal, un sueño bizarro; algo que - si no le hubiera pasado a él - creería que es sólo una estúpida historia.

 

-          ¿Cómo puede ser tan problemático? - Era una pregunta que no podía responderse.

 

Deslizó su mano hasta llegar al costado de su cabeza, enredando sus dedos con sus cabellos, sintiendo la sedosidad de éstos.

Shuichi era inquieto, imprudente e hiperactivo. Hacía las cosas mucho antes de pensarlas, sólo porque eso era lo que quería, lo que - suponía - era lo mejor. Y no importaba lo que los demás le aconsejaran, al final hacía su santa voluntad.

 

-          Debería dejarlo. - Se reclamó a sí mismo. - A ver cuánto soporta sin que lo cuide.

 

Lo miró arrugar levemente la nariz y luego estornudar, pero sin que aquello lo despertará.

Eiri suspiró con cierta resignación, como si aquel estornudo hubiera sido una respuesta a su queja. Se levantó de la cama y cubrió a Shu con las colchas hasta los hombros, notando que éste se encogía un poco en sí mismo para conservar el calor.

 

-          Debería dejarte. - Dijo en voz baja antes de acostarse en la cama, esta vez bajo las colchas, acercándose a él, rodeando su cuerpo con sus brazos, sintiendo que Shu se acurrucaba en él, acunándose perfectamente en su cuerpo, siendo arrullado por el latir de su corazón y cobijado por su calor. - Debería dejarte. - Pensó instantes antes de dar un suave beso en la cabeza de Shu. -  Como si pudiera. - Añadió, entregándose al sueño.

 

Estaba consciente de que no podía dejar de preocuparse por Shuichi, y tampoco podía abandonarlo a su suerte sabiendo que era capaz de meterse en el lio más extraño. Porque hiciera lo que hiciera, lo iría a buscar y lo salvaría de cada problema en el que se metiera.

 

+-+-+-

 

El sol comenzó a dar los primeros vestigios de luz por el horizonte, manchando el cielo en tonalidades azules, blancas y amarillas.

La suave neblina que adornaba el firmamento comenzaba a disiparse, llevándose la helada noche, pero dejando una fría humedad en el alba.

El castillo de Asgard se mostraba en todo su esplendor, iluminándose con los sutiles rayos del sol que lo coronaban. Los sirvientes comenzaban a hacer su rutina diaria, mientras los soldados realizaban el cambio de guardia. Todo parecía rutinario aquel día, como si la noche anterior no hubiera ocurrido algún desafortunado evento. Y así era; el rey había ordenado a los sirvientes en turno, no hablar de la fuga del príncipe de Turandot; no deseaba escuchar rumores por los pasillos acerca de aquel suceso.

 

En una de las amplias habitaciones, dos personas dormían sobre la cama, ante el silencio, la oscuridad y la privacidad que les otorgaban esas cuatro paredes.

Con un suave gemido y un ligero apretar de ojos antes de entreabrirlos, mirando el colchón de la cama y parte de la pared como única vista. Poco a poco comenzó a tomar conciencia, trayendo algunos recuerdos que poco a poco llegaron a su memoria.

 

-          Anoche... - Pensó, aún con sus memorias confusas y dispersas.

 

Intentó levantarse, pero el peso de un brazo que le sostenía firmemente le impidió hacerlo. Sintió una cálida y pausada respiración cerca de su nuca, seguida del agradable calor de una persona que mantenía su cuerpo lo más pegado a él.

Entonces lo recordó todo - casi de golpe - provocándole todo un vértigo de sensaciones que iban del más sofocante terror a la más maravillosa felicidad.

Giró sobre su propio cuerpo, quedando de frente a la persona que dormía y lo sujetaba: aquel rostro de piel blanca enmarcado por revueltos mechones de cabello color ébano, esos parpados cerrados que ocultaban los ojos azules más maravillosos que había visto en toda su vida, y sus delgados, pálidos y adictivos labios entreabiertos que inhalaban y exhalaban aire. No podía negarlo: Tatsuha era el amor de su vida.

Sonrió dulcemente, sus ojos brillaron con júbilo y un discreto rubor baño sus mejillas. Anoche - tras la angustiosa espera que tuvo que pasar por el regreso de Tatsuha - se reconciliaron.

Recordó que, entre trompicones, besos, tímidas risas, furtivas caricias y palabras cargadas de cariño y pasión, llegaron a su habitación y entraron casi sin darse cuenta; tal vez los había visto algún soldado o alguien de la servidumbre, pero no les había importado. Luego, resguardados en aquellas paredes, comenzaron a desnudarse, con las respiraciones aceleradas, las miradas ardientes y los cuerpos acalorados, sintiendo directamente al  otro, buscando con sus manos memorizar cada milímetro de piel, besándose con desesperación, enredando sus lenguas con ímpetu, abrazándose como si temieran que fuera un sueño.

Esa noche fueron enamorados, cómplices, novios, amigos, esposos, compañeros, amantes… Amos y esclavos de su propio deseo; donde cada beso, cada mirada, cada caricia, cada frase sin censura, cada suspiro, cada gemido, cada "más y más" alimentaron sus sentidos y elevaron su necesidad hasta el límite de la locura.

Lo hicieron contra la pared, en el suelo, en el sofá, sobre la cama. De una y mil maneras. Fueron agresivos, divertidos, pasionales, románticos, incluso un poco vulgares. Hasta que sus cuerpos perlados, exhaustos y satisfechos, terminaron sin fuerza alguna para continuar. Y durmieron abrazados lo poco que les quedo de la noche, ese era el único lugar donde ambos deseaban estar.

 

Tenía el recuerdo nítido de cada segundo a su lado, desde que se arrojara a sus brazos hasta que cayera en un profundo sueño. y sabía que aquello quedaría guardado en su memoria como un gran tesoro.

 

Levantó una de sus manos y con ella acarició sutilmente su mejilla, retirando algunos mechones de cabello de su rostro. Una triste sonrisa adornó su rostro. El tiempo que se distanciaron - por su culpa - habían sido doloroso; se sintió perdido durante los días, con el tiempo en su contra, y los pensamientos derrochados; durante las noches se sentía solo, abandonado, incapaz de conciliar el sueño porque la cama era demasiado amplia y fría sin la presencia de Tatsuha.

Pero eso ahora era un triste capitulo que había terminado, uno que no quería volver a repetir. Porque no volvería a alejarse de él. ¡No quería! Tatsuha - para él - era tan necesario como el aire.

Con su  mano retiro los mechones de su frente y la beso, apenas tocando su cálida piel, y tras ello bajo a sus labios, dando un suave y fugaz roce sobre éstos, separándose lentamente.

 

Las manos de Tatsuha cobraron vida, sujetando el rostro de Ryu por los costados y guiándolo de nuevo a sus labios, en un beso profundo e intenso, acariciando su lengua para incitarla a corresponder, mirándolo con sus intensos ojos azul oscuro, notando la sorpresa en el rostro del joven Rey. Se separó apenas unos milímetros de él para tomar un poco de aire.

 

-          ahh... Tatmm... - Gimió Ryu.

 

Lo volvió a besar, con la misma intensidad que antes; notando que Ryuichi, lentamente, comenzaba a corresponde el beso, cerrando los ojos, acariciando sus hombros y sus pectorales con las yemas de sus dedos, entregándose a las agradables sensaciones que inundaban su ser.

Se movió,  girando un poco y acomodándose sobre su prometido, quien deslizó sus manos por los hombros de Tatsuha hasta su espalda, su mano derecha subió a su nuca, jugando suavemente con sus cabellos, mientras la izquierda se deslizó por el costado de su espalda, en una caricia intima y gentil, pegándolo más a él.

Tatsuha se separó de él, terminando con aquel largo beso y mirándose a los ojos en aquella intima distancia.

 

-          Si estabas despierto, debiste decirme. - Reclamó Ryuichi.

-          Fue agradable despertar con tus caricias. - Respondió Tatsuha.

 

Ryuichi se ruborizó un poco más y desvió la mirada intimidado, sonriendo. No sabía cómo, pero Tatsuha podía ponerlo en ese estado de "chiquilla enamorada" con mucha facilidad.

Sintió un beso en su mejilla y luego un suave suspiro sobre su cuello.

 

-          Te extrañe. - Dijo sobre su oído.

 

Ryuichi lo miró a los ojos, notando una discreta nube en ellos. Comprendía aquella frase; a Tatsuha también le había dolido su distancia; lo había sumido en la espera, sin explicarle porque se alejaba.

 

-          Tatsuha. - Dijo Ryuichi. - yo… - Pensó por unos segundos cómo podría explicarle aquello. -  yo no...

-          shhh… no digas nada. - Pidió Tatsuha colocando uno de sus dedos sobre sus labios para callarlo.

-          Pero...

-          No necesito que digas nadas. - Llevó su mano hasta el mentón de Ryuichi y lo levantó un poco. - Sólo demuéstrame que me extrañaste. - Pegó su frente a la de Ryuichi. - Que también me amas. - Y tras ello lo beso.

 

Ryuichi dejó de insistir. Si Tatsuha no le pedía explicación es porque sabía el motivo de su extremista decisión; tal vez la había tomado algunas horas entenderlo, pero lo había hecho, después de todo, lo conocía muy bien. Y eso hacía que su corazón palpitará con ímpetu.

Cerró los ojos con fuerza para evitar que las lágrimas escaparan por ellos. Tatsuha había sido muy paciente con él, lo había esperado y le había dado su espacio, a pesar de dolerle esa repentina y extraña separación.

 

-          No llores. - Musitó Tatsuha dejando sus labios y besando sus ojos para secar sus lágrimas.

-          Te extrañe tanto. - Respondió Ryuichi, abriendo sus ojos y mirándolo.

-          Y yo a ti.

 

Se miraron con intensidad por un eterno segundo, sintiendo la necesidad de tocarse, de sentir sus cuerpo unidos y sus almas conectadas.

Se besaron con ímpetu, devorándose con sus bocas mientras se abrazaban y acariciaban, sintiendo que la temperatura se elevaba drásticamente.

Tatsuha dejo sus labios y se deslizó a su cuello, besándolo y mordiéndolo levemente mientras su respiración se aceleraba al sentir que las manos de Ryuichi se aventuraban a bajar cada vez más;  él hizo lo mismo para brindarle el mismo placer que iba a recibir.

Se besaron y acariciando a placer antes de girar sobre la cama una vez, y luego otra, y luego otra, hasta que la cama se termino y cayeron al suelo enredados en las colchas.

 

-          Auch. - Se quejó Tatsuha al sentir el fuerte golpe que recibió en la espalda y la cabeza; sintiendo a Ryuichi encima de él.

 

Ryuichi se rió, no sería la primera vez que se caían de la cama; pero no podía negar que era algo divertido.

 

-          ¿Estás bien? - Preguntó antes de dar un pequeño beso en sus labios.

-          Si, no es nada. - Respondió antes de girar y acorralarlo en el suelo. - ¿En qué estaba? ¡Oh! Ya recordé.

 

Y se deslizó por el cuerpo de Ryuichi, bajando con sus besos y caricias. Escuchando a Ryuichi suspirar y gemir, mientras sus manos acariciaban su espalda, hombros y cabeza, y su mirada se perdía en el alto techo de la habitación unos instantes, antes de cerrar los ojos y emitir un ahogado gemido de placer.

 

+-+-+-

 

Su despertar fue extraño.

Con un suave quejido, entreabrió los ojos, mirando de forma borrosa el techo de la habitación.

Se sentía cansado, aturdido, laxo y adolorido por estar tanto tiempo en la misma posición. Cerró los ojos y exhaló el aire de sus pulmones, notando que aquello le causaba un gran dolor en el pecho.

Lentamente comenzó a tomar conciencia de su alrededor. Aquella cálida cama sobre la que estaba recostado, el silencio sólo era roto por el suave trinar de la madera en la chimenea, la alcoba estaba impregnada del olor de la madera. Todo el ambiente era muy relajante y lo hacían sentir seguro.

¿Cómo llegó hasta ahí? No lo sabía. Intentó recordar que había sucedido, pero su mente no respondía con la velocidad de siempre, sólo estaba consciente de que quería descansar, dejar que el sueño lo venciera de nuevo y entregarse sin voluntad alguna a Morfeo.

Entonces, como si le hubieran dado una repentina y rápida descarga eléctrica, lo recordó todo en rápidos y descontrolados recuerdos que inundaron su mente sin control: enterarse del escape de Shuichi, ir a buscarlo, el frío de la noche, la oscuridad del bosque, los feroces aullidos, relinchidos de caballos, encontrar a Shuichi y permitirle escapar mientras ellos distraían. Todo era rápido, confuso, amorfo, revuelto y oscuro... hasta que sintió un fuerte peso caer sobre su espalda y tirarlo del caballo, seguido de un punzante y agudo dolor en su hombro... luego... luego no recordaba más, sólo dolor, mucho dolor; antes de que todo se volviera oscuridad y silencio.

¿Cómo llegó ahí? ¿Qué pasó con el dolor? ¿Cómo estaban los demás? ¿Cómo llego Shuichi? ¡¡Shuichi!!

Abrió los ojos con sorpresa y se enderezó bruscamente y consiguiendo una fuerte punzada en su hombro izquierdo.

 

-          ¡AHhhggg! - Apretó los dientes para acallar su grito en la garganta y cerró los ojos con fuerza.

 

Se dejo caer sobre la cama y sujeto su herida con la mano derecha, tratando de mitigar aquel lacerante dolor.  Esperó largos y agonizantes segundos, notando que - poco a poco - el malestar disminuía. Su rostro dejo de mostrar una mueca de dolor y sus labios se abrieron para inhalar y exhalar aire para tranquilizarse.

 

-          Será mejor que no se mueva, o la herida puede abrirse.

-          ¿eh? - Abrió los ojos y volteó el rostro hacia donde provenía la voz.

 

Enfrente de la chimenea se encontraba un sofá, sentado en éste estaba Suguru, con un libro entre sus manos y mirándolo con su imperturbable y serio rostro, sutilmente iluminado y contorneado por la luz de la chimenea.

 

-          ¿Alteza? - Indagó Nakano al verlo.

 

Fujisaki cerró el libro con parsimonia y lo dejo sobre la mesita de centro que a su lado. Sujeto el bastón que descansaba en el brazo del sillón y se levantó del sofá, acercándose a Hiroshi. Nakano pudo notar que Suguru caminaba con lentitud y con un ligero cojeo que trataba de ocultar lo mejor posible con el bastón. No había duda alguna de que aún le dolía la pierna, pero con lo orgulloso que era, no lo demostraría.

Llegó hasta la cama y desde arriba lo miró por unos segundos. Tras ello se sentó en la silla que estaba a un lado de la cama.

 

-          ¿Qué hace aquí? - La sorpresa por saber que el joven vizconde se encontraba ahí fue demasiado fuerte, que no se dio cuenta de su pregunta, ni la agresividad de esta.

-          Poco después de que lo curaran, el marqués Seguchi me contó lo que sucedió.

-          ¿Lo que sucedió? - Musito Hiro. - ¿Qué fue lo que pasó? - Pensó desorientado.

-          En vista de su estado, debía estar vigilado por alguien, así que me quede con usted. - Añadió.

-          ¡¿Estuvo aquí toda la noche?! ¡¿En vela?! - Casi gritó. - ¿Por... por mí? - Pensó.

-          ¿Cómo se siente? - Preguntó Suguru, ignorando la cuestión del caballero.

 

Nakano desvió la mirada unos segundos, sabía que de nada servía volver a preguntarle, así como también era una falta de respeto no responderle; de hecho, le había dado mucha información antes, cosas que no sabía cómo debía tomar. Analizó su cuerpo por algunos instantes, en cada uno de sus miembros y tras ello respondió.

 

-          Como si me hubiera pasado encima una carreta. - Dijo colocando su mano en su herida. - Además, no recuerdo que fue lo que me sucedió.

-          Un lobo lo atacó, su herida es producto de una mordida.

-          ¿Una mordida de lobo?

-          Su herida no es de gravedad, sin embargo hay que cuidar que cicatricé bien y no contraiga alguna infección. Así que descanse.

-          Disculpe, pero ¿por qué me dice todo esto, alteza?

-          Es natural que conozca su estado de salud.

 

Nakano no respondió y miró el techo de la habitación, encontraba la respuesta de Suguru lógica; además, lo que le contó - a grandes rasgos - eran cosas que tenían mucha lógica según sus vagos recuerdos de lo sucedido durante el enfrentamiento.

Estaba herido y sabía que debía descansar, sin embargo, la incertidumbre por saber que había sucedido con Shuichi era más fuerte. Apoyó su brazo derecho sobre el colchón de la cama e intentó levantarse, obteniendo una fuerte punzada en su herida.

 

-          ¡¿Qué está haciendo?! - Suguru se levantó de su silla con cuidado y trato de sostenerlo, evitando que se enderezará.

-          De-debo levantarme.

-          Acabo de decirle que necesita descanso. - El regaño fue claro.

-          N- hhgg - no puedo quedarme en cama, debo... hhgg... tengo que...

-          Tiene que quedarse tranquilo si quiere recuperarse pronto.

-          De... debo verlo.

-          ¿A quién?

-          Su... su majestad Shuichi...

-          Su majestad Shuichi se encuentra en perfectas condiciones.

-          ¿Eh? ahggg...

-          Recuéstese de nuevo en la cama y le explicaré.

 

Nakano pensó por algunos segundos, por su cabeza cruzo la idea de desobedecerlo, pero al saber que le sería imposible levantarse, obedeció y se recostó de nuevo, con lentitud y apretando los dientes para evitar gritar. No había podido - si quiera - sentarse en la cama ¿Cómo podría levantarse, quitarse aquella camisola blanca, vestirse e ir a buscar a Shuichi?

Suguru lo ayudó a recostarse, y esperó hasta que el dolor mitigará para comenzar a hablar.

 

-          Como decía: su majestad Shuichi se encuentra en buen estado de salud. - Hizo una pequeña pausa, mientras acomodaba las palabras en su mente. - Anoche Eiri lo trajo a palacio y lo llevó directo a su habitación, donde ya lo esperaba un médico.

-          ¿Un médico?

-          El rey le indicó a los galenos de palacio estar preparados hasta que todos volvieran.

-          Ya veo. - Dijo. - Era prevención. - Pensó.

-          Su majestad presentaba un poco de hipotermia por el tiempo afuera, pero eso, afortunadamente, no perjudicará su resfriado.

 

Nakano suspiró aliviado de saber que Shuichi estaba bien.

 

-          La herida de su cabeza no es gra...

-          ¡¿Herida?! - Se enderezó levemente sin darse cuenta. - ¡hhhgg...!

 

Se dejo caer en la cama, sujetando su herida y presionando los dientes para evitar gritar. Suguru se asustó al ver su repentina reacción, pero tras unos segundos, se tranquilizó y lo miró con seriedad en su rostro, como si nada hubiera sucedido.

 

-          Debo insistir: en la medida de lo posible, evite moverse.

-          ¿Cómo puedo quedarme quieto? ¡Esta herido! - Respondió Nakano con los dientes apretados y sujetando su herida.

-          Como dije hace unos instantes, no es nada de gravedad. Sólo una pequeña brecha. El médico asegura que no le traerá ninguna consecuencia.

-          ¿Cómo puede decirlo con tanta frialdad?

-          Es practicidad. - Respondió. - Además, estoy seguro que el médico tiene razón. Y Eiri lo está cuidando. Si algo le sucede, tenga por asegurado que nos informará.

-          ¿Su majestad Eiri está con él?

-          En efecto.

-          Pero... - se quedó callado. - ¿Él está con Shuichi, mientras que su prometido está conmigo? - Pensó, aquello le resultaba extraño, confuso e incluso ilógico.

-          ¿Hay algún problema?

-          ¿No... no está molesto?

-          ¿Por qué debería estarlo?

-          Bueno... Su majestad Eiri, es su prometido... y... el ex-prometido de Shuichi.

-          Reitero: ¿Dónde se encuentra el problema?

 

Nakano no respondió. No sabía cómo ponerlo en palabras sin sonar cruel. Era sabido que, si dos prometidos dejaban de serlo, no podían volver a estar juntos a solas. Además, no sería la primera vez que Eiri se quedará a cuidar de Shuichi. Tal vez Shuichi desconocía esa norma - como muchas otras - pero era claro que Eiri y Suguru las conocían perfectamente. Sin embargo, Fujisaki se mostraba tranquilo ante sus palabras. Se sintió tentado a preguntarle por aquella "indiferencia" que aparentaba, pero no sabía cómo formular su pregunta. Pero antes de poder - si quiera - abrir la boca; Suguru se levantó y le dio la espalda, caminando hasta la chimenea y mirando el fuego con sumo interés, bajo la atenta mirada de Nakano.

 

-          Comprendo perfectamente lo que quiere decir. - Dijo Suguru tras un largo mutismo. - Pero no tiene de qué preocuparse. Confió plenamente en Eiri. - Añadió.

 

Nakano no dijo más. Desconocía por completo la relación que tenían el príncipe y el vizconde; pero por lo poco que había visto esos días, se daba cuenta que su relación era muy discreta.

No había besos, ni abrazos, ni palabras cariñosas delante de las personas; aunque si había miradas directas y - hasta cierto punto - cómplices; y se movían con una extraña simetría, como si supieran que iba a ser el otro con antelación.

La relación que había visto entre Eiri y Shuichi había sido muy diferente: casi siempre estaban discutiendo, o mejor dicho, Shu discutía mientras Yuki se burlaba de él. Aunque también había descubierto varias veces a Eiri ensimismado mientras miraba a Shu; incluso Shuichi llego a lanzarle discretas miradas sin darse cuenta.

Por otro lado, la relación de Tatsuha y Ryuichi era muy abierta. Varias veces los había visto besarse, abrazarse, sonreírse, mirarse como corderos hablarse con palabras cargadas de cariño o algunas un tanto subidas de tono... aunque si lo pensaba con calma, ellos eran la primera y única pareja que veía tan acaramelados, así que - en cierto punto - no podía contarlos.

¿Así eran las personas de Asgard? Si lo pensaba con calma. Ni Seguchi y Mika, Ni K y Judy se mostraban muy amorosos en sus relaciones, al menos no delante de los demás; aunque se notaba una extraña conexión entre ellos, algo casi mágico. ¿Así serían las personas de Asgard? No lo sabía.

 

-          Más importante aún.  - Dijo de nuevo Suguru, girando sobre sus pies y mirando a Hiroshi desde ese lugar, quien salió de sus pensamientos y miró al vizconde. - ¿Por qué le preocupa tanto su majestad Shuichi?

-          ¿Eh? - Lo miró extrañado. - Me preocupo porque soy su escudero. Mi deber es servirle con mi vida.

-          Su fidelidad llega más allá del servicio. Incluso cae en lo obsesivo. - Objetó. - Esa no es su verdadera razón.

-          ¿Mi verdadera razón?

-          Tuvo un duelo conmigo para evitar que me enfrentará a él. Se arriesgo a morir contra los lobos por salvarlo, aún cuando carecía de todo conocimiento sobre esas fieras. Y además, se atrevió a abofetearme.

-          Disculpe, pero no entiendo que quiere decir.

-          Por supuesto que lo entiende.

 

El fuego de la chimenea a su espalda iluminando sutilmente su firme y recta posición, aquel semblante serio e impenetrable, su inexpresiva mirada y aquella pregunta tan directa le daban a Suguru un aire de superioridad y poder imposible de penetrar.

Sabía que debía responderle con la verdad, sin embargo, no estaba seguro de poder hacerlo; de confesarle los motivos que tenía para ser tan leal a Shuichi, para seguirlo siempre y ayudarlo en todo lo que fuera necesario.

El silencio de la habitación fue la respuesta que Suguru estaba esperando: sabía que Nakano ocultaba algo que iba más allá de la servidumbre que le debía; y de la amistad que tanto pregonaba.

 

-          Entonces; es cierta mi suposición. - No era una pregunta, sino una afirmación.

-          ¿Su suposición?

 

Se acercó de nuevo a él, desafiante y directo, como si todo el conocimiento del mundo estuviera en la palma de su mano. Hasta quedar parado a un lado de la cama, con la cabeza recta y mirándolo con superioridad, desafiándolo con la mirada.

 

-          Usted ama a su majestad Shuichi.

 

+-+-+-

 

El trinar de las aves, los suaves y gentiles rayos del sol lo despertaron. Se enderezó de la cama y talló sus ojos con pereza antes de estirarse, levantando sus manos, sintiendo como sus músculos se relajaban con esto.

Abrió los ojos y con su vista recorrió toda la habitación, como si buscará a alguien, pero al descubrirse sólo, suspiro cansado y se recostó de nuevo en el mullido colchón, cerrando los ojos y pensando que dormir - unos minutos más - sería fabuloso.

Se acurrucó un poco y se envolvió en las colchas, sintiendo que estas tenían impregnado una sutil y deliciosa fragancia que lo inspiraban a no alejarse de ahí, aquel aroma que tan bien conocía y que tanto le gustaba; ese era el olor de...

 

-          ¡Yuki!

 

Se enderezó bruscamente de la cama, llevándose una punzada en la cabeza por el brusco movimiento. Y todo lo ocurrido anoche llego a su cabeza, como rápidas y fuertes explosiones que inundaron su cerebro por completo. Cada instante de aquella larga y extraña noche que terminó con él, sumido en un largo y profundo sueño producto de la fatiga y la debilidad por el resfriado.

 

-          Yuki estaba aquí. - Recordó.

 

Levantó de nuevo la vista y lo busco, pero no había ni un sólo rastro del príncipe de Asgard. Sintió alivio y terror al mismo tiempo, mientras su corazón palpitaba de forma amorfa. Le alegraba saber que Yuki ya no estaba ahí, pues no sabía cómo debía verlo; pero por otro lado, se moría de ganas de poder mirar su rostro y saber que él lo miraba.

Recordó esa forma tan sensual y apasionada que tenía para besarlo, como poco a poco lo iba seduciendo mientras sus manos lo acariciaban y lo acercaban más a él; la forma en la que su cuerpo se acaloraba, las exquisitas sensaciones que le ocasionaba y lo maravilloso que se sentía al saber a Yuki junto a él.

Deseaba más de eso, quería más besos, más caricias... quería entregarse a Yuki.

 

-          ¡Qué tontería! - Se regaño a sí mismo. - Shuichi, ya tomaste una decisión ¡Respétala! - Con sus puños se golpeo levemente la cabeza, como si aquello fuera capaz de sacarle aquellos pensamientos de la memoria.

 

"Shuichi"

 

Entonces, llegó su nombre, aquel que Eiri pronunciara entre sueños como un murmullo que escapo valiente de su eterna prisión.

¿Qué significaba aquello? No lo sabía,  quería entenderlo, pero ¿cómo? No podía ir y preguntarle directamente a Eiri. ¡No! Pero...

 

-          Debo dejar de pensar en él. - Pensó.

 

Se tendió en la cama y se abrigo con las colchas, tratando de sacarse a Yuki de sus pensamientos.

 

-          Huelen a Yuki. - Pensó.

 

Giró sobre su propio cuerpo y abrazo la almohada, hundiendo su rostro en ésta, llenándose de aquel aroma que tanto lo embriagaba. No sabía porque su cama olía a Yuki, pero poco le importaba en esos momentos que disfrutaba de aquellas sensaciones.

Sabía que no era correcto, que debía parar de aquello que - a la larga - le haría daño; pero no sabía cómo hacerlo, una parte de él no quería dejar ir a Yuki.  ¿Cómo dejar de amarlo? ¿Cómo no confundirse con los detalles tan simples que tenía con él?

 

Llamaron a la puerta con dos suaves pero seguros golpes. Shuichi se asustó por unos segundos y se enderezó en la cama. ¿Sería Yuki? ¿Había ido a verlo?

Su corazón se aceleró unos instantes y el rubor baño sus mejillas. No sabía si debía darle el paso o no, no sabía si quería verlo o no.

Volvieron a tocar la puerta, y esta vez, le siguió una voz.

 

-          Shuichi ¿Estas despierto?

 

La emoción de Shu se fue al demonio. Esa no era la voz de Yuki, era su padre quien tocaba. Se sintió deprimido por unos instantes, pero al mismo tiempo ligeramente aliviado. Aunque no comprendía del todo el porqué de sus contradictorias emociones. Otorgó el paso con un "adelante", mientras él continuaba debatiéndose entre lo que quería y lo que debía hacer.

 

-          Buen día, Shuichi ¿cómo despertaste?

-          ¿Eh? Ahh... Bien ¡Estoy bien! - Dijo levantando ambas manos y sonriendo con entusiasmo, demostrando su bien estado de ánimo, ocultando sus sentimientos hacia Eiri que lo mortificaba como nunca nada antes lo había hecho.

-          Me alegro mucho de escuchar eso. Anoche no pude verte, pero el médico me aseguró que estabas en buen estado.

-          Ahh... pues si... no tengo nada jajajaja... - Se rió de forma nerviosa mientras se rascaba la nuca.

-          Me alegra verte de tan buen ánimo. - Sonrió. - De todas formas, el doctor te hará una revisión para asegurarnos de tu pronta recuperación.

 

Era cierto, anoche, por su culpa, se puso en riesgo a él y a los demás, los preocupó a todos por su imprudente escape; y se llevó esa pequeña herida.

 

-          Yo... lamento mucho lo que sucedió.

-          ¿Lo que sucedió?

-          Yo... sé que no debí escaparme, pero... en verdad lo lamento. No volverá a suceder.

-          Shuichi, no prometas cosas que no puedes cumplir.

-          ¿Eh?

-          Estoy seguro de que todas las veces que te has puesto en peligro han sido sin pensar que algo malo sucedería.

-          Es cierto, pero... si usara un poco más la cabeza, evitaría esas situaciones.

-          Tal vez, si usaras la razón en lugar de tu corazón, tus problemas serían menos.

-          Si...

-          Bueno, basta de charla. Doctor, por favor. - Pidió el rey, dándole espacio al galeno y sentándose en el sofá cercano a la chimenea, en espera del chequeo.

 

El médico revisó sus signos, preguntó por algún malestar, lo hizo preguntas sobre su vida, le pidió que caminará un poco e hiciera algunos movimientos de motricidad y cambio sus vendajes, por una vendoleta más discreta que únicamente cubría su herida.

 

-          Como pensé, su majestad se encuentra en perfectas condiciones. Ahora sólo debemos esperar a que la herida cicatrice.

-          ¿Y su resfriado? - Preguntó el rey, parándose de su lugar y acercándose a la cama.

-          Bastante recuperado, majestad. Aún así debe continuar bebiendo las infusiones.

-          ¡¿Qué?! ¿Más de esas pociones amargas? - Se quejó Shuichi.

-          Es por su bien, majestad. - Le respondió a Shuichi.

-          Uuhh... - Se quejó, bajando el rostro derrotado y suspirando con desganó.

-          Si me permiten, ahora mismo iré a atender al caballero Nakano.

-          ¡¿A Hiro?! ¡¿Qué le paso?!

-          Doctor, espéreme fuera de la habitación. Yo también iré.

-          Como ordene, majestad. Permiso.

 

Hizo una reverencia y se retiró. Dejando solos al rey y al príncipe.

 

-          ¿Qué le paso a Hiro? ¿Está bien?

-          Al caballero Nakano, lo atacó un lobo, está herido.

-          ¡¡¿QUÉ?! ¡HIRO! - Shuichi se levanto rápidamente de la cama, tan rápido que perdió el equilibrio.

-          ¡Cuidado! - El rey alcanzó a detenerlo antes de la caía; notando que Shuichi trataba de soltarse. - ¿Shuichi?

-          Suélteme ¡Tengo que ir a verlo!

-          Lo que tienes que hacer es calmarte.

-          Pero Hiro...

-          Nakano se encuentra bien.

-          ¿Eh?

-          Su herida no es de gravedad, aunque si limitará su movimiento por algunos días.

-          Hiro... Es mi culpa. ¡Hiro está herido por mi culpa!

-          Tu no querías que esto pasara.

-          ¡Pero paso! Hiro...

-          Tienes que calmarte. Si vas a ver a Nakano en ese estado lo vas a preocupar.

-          pero.. pero...

-          Recuerda: A veces es mejor hacerle caso a la razón que al corazón.

 

Shu no refutó y dejo que el rey lo sentará en la cama, mientras él continuaba pensando en lo ocurrido con Hiroshi.

La ansiedad brotaba de cada uno de sus poros, su respiración era algo complicada y las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos; lo último que quería era que su mejor amigo tuviera algún problema por su culpa.

 

-          Relájate, toma la infusión, date un baño y cuando estés listo y más tranquilo ve a verle. Estoy seguro que le hará muy bien tu visita; pero sólo si le demuestras que estas feliz de saberlo a salvo.

-          bien. - Respondió mecánicamente, sin escuchar del todo sus palabras.

-          Dejare que te arregles. Te veré después.

 

Caminó a la puerta de entrada y giro la perilla.

 

-          Shuichi. - Llamó.

-          ¿Sí?

-          Es cierto que es bueno usar la razón en lugar del corazón. - Le miró por el hombro. - Pero a veces, es mejor hacer lo contrario, y dejar que el corazón hable por nosotros.

-          ¿Eh?

 

El rey no dijo más, salió de la habitación, dejando a Shuichi sumido en un total y completo mar de dudas. ¿Que significaban aquellas palabras?

 

+-+-+-

 

Nakano observó fijamente los ojos de Suguru, aquella mirada inexpresiva, esos labios apretados y ese semblante serio y firme. Lo notó: Aquella actitud era la máscara de alguien que tenía un mar de dudas en su cabeza, de cosas que no podía comprender y no sabía cómo preguntar, mucho menos interpretar.

 

"Usted ama a su majestad Shuichi"

 

Aquella pregunta era una afirmación, y al mismo tiempo, una extensa duda sobre lo que eran los sentimientos; todo aquello que implicaba el corazón y hacia que - a veces - la razón no existiera. Todo un mundo complejo de interpreta, y mucho más difícil de explicar.

Pero sentía, que debía hacerlo, que ese joven necesitaba comprender algo de aquel mundo, y tal vez él podía ayudar a eso.

 

-          Si lo amo. - Dijo con la mirada en el techo y una sonrisa en su rostro. - Pero no de la forma que usted cree.

-          ¿La forma que yo creo?

-          Yo no amo a su majestad Shuichi con un amor pasional. Me es imposible verlo de esa manera.

 

Vio que Suguru entornó los ojos, como si aquella respuesta no le hubiera gustado, o mejor dicho, no la hubiera entendido. Lo miró sentarse en la silla y apretar levemente los labios, molesto por no comprender aquello, paseando la mirada de un lado al otro y haciendo discretas muecas con la boca, tratando de comprender aquello.

 

-          ¿Tanto le molesta desconocer algo? - Pensó Nakano.

-          No comprendo. - Dijo Suguru confundido. - ¿Cómo es que una persona se puede arriesgar tanto por alguien a quien no ama de esa forma?

 

Hiroshi sonrió con discreción, no sabía si aquella situación hacía que sintiera ternura o cierta lástima por el joven vizconde.

 

-          Es joven e inexperto, por eso tiene dudas. Pero también está todo ese amor del que se le privo; por eso no lo entiende. - Pensó Nakano.

-          Explíquese de forma clara. - Era una orden y una petición.

-          Le debo mucho a la familia real de Turandot, en especial a Shuichi. - Dijo, perdiendo toda formalidad para con el príncipe. - La emperatriz Noriko me salvo la vida y Shuichi, él... salvo mi corazón.

-          ¿Su corazón?

-          Desde que era niño fui el escudero de su majestad Shuichi, pero él jamás me vio de esa forma, para él, yo siempre he sido su mejor amigo, su confidente, su hermano. Tendrá que disculpar que no ahonde en más detalles. Pero puedo decirle que, por el bienestar de Shuichi yo daría mi vida con gusto.

-          Ese es su deber.

-          No como sirviente, sino como amigo.

-          Un amigo que da tanto... No me lo creo.

-          Le puedo asegurar, que usted también tiene amigos así.

-          ¿Yo, amigos?

-          Todos los que viven en palacio le tienen gran aprecio.

-          Eso es diferente, ellos son mi familia.

-          Tener lazos sanguíneos no significa nada cuando no hay cariño de por medio.

 

Suguru apretó los labios molesto.

 

-          ¡Mierda! - Pensó Hiro. Había tocado su punto flaco sin siquiera darse cuenta. Debía arreglar eso y rápido. - Usted mismo lo comprobó. Cuando cayó al lago, todos corrieron para salvarlo.

 

Suguru lo miró con cierta impresión en el rostro; había "olvidado" aquel detalle del incidente; o mejor dicho, no lo había visto de esa forma. Creyó que lo habían salvado por solidaridad.

Bajo la mirada, pensando en esas palabras. Encontrando puntos y cabos sueltos, no sólo de ese hecho, sino de todo su pasado, que le daban un giro a varias de las situaciones que había vivido antes.

 

-          Créame; el amor que siento por él es el más puro que, hasta ahora, he sentido en toda mi vida. - Terminó Nakano, retomando de nuevo el tema central: Shuichi.

-          ¿Y su familia? ¿Ellos no cuentan en su amor?

-          Eso... es diferente.

 

Fujisaki se quedó en silencio por largos segundos, pensando en esas palabras, en el significado de estas. Un sirviente que debe dar la vida por el noble que cuida, pero que lo hace sin siquiera pensar que es un deber, es algo que nunca antes había visto.

Sabía que todos los sirvientes de su padre, darían con gusto la vida por él, pero ¿alguno de ellos lo quería en realidad o esa preocupación era por obligación para con él?

Alguien que ama tanto que es capaz de dar su vida por esa persona, y aún así, ese amor no es carnal en realidad. ¿Cuántas personas son dignas de ese sacrificio?

 

-          Entiendo porque su majestad Shuichi lo estima tanto. Saber que usted daría su vida por él...

-          Se equivoca.

-          ¿Eh?

-          Shuichi no me aprecia por eso. De hecho, a él le molesta el simple hecho de que le mencione tal acto.

-          ¿Molestarle un acto tan noble? ¿Cómo podría?

-          Shuichi no entiende la nobleza de esa forma. Él no quiere actos de valentía; no quiere personas que mueran por él. Shuichi sólo que las personas que quiere vivan y sean felices.

 

Eso explicaba claramente las palabras que, la noche anterior, le dijera el Rey. Shuichi amaba tanto a Eiri, que le deseaba felicidad, aún cuando él no estuviera a su lado.

Pero ¿desearle felicidad a todos? ¿Eso no es utópico? No se puede querer que todos sean felices ¿o sí?

 

-          ¿Y sus enemigos?

-          Shuichi no tiene enemigos.

-          ¿Ninguno?

-          No, nin.... -  Se quedó callado por unos segundos. - No sé si deba considerar al príncipe Aizawa como enemigo. Pero no están en buenos términos.

-          ¿El príncipe de Alejandria?

-          Debo pensar que su majestad Eiri ya le contó lo sucedido.

-          En efecto, estoy informado de lo ocurrido.

-          Entonces sabrá, que Shuichi le pidió a su majestad Eiri que no terminará con la vida de su majestad Aizawa.

-          Si, lo sé. - Ladeó levemente el rostro. - Y me sigue sorprende ese acto.

-          Ya se lo dije, a él no le gustan las batallas. Menos que alguien muera por él. Sea por el concepto que sea.

 

Fujisaki lo pensó por algunos segundos. Recordaba claramente lo que Eiri le relatará sobre ese acontecimiento, sorprendiéndose al saber que Shuichi le suplicó que no lo matara - a pesar de hacerle lo que le hizo -  y también le sorprendió mucho que Yuki le hiciera caso; además de impresionarle de sobremanera el hecho de que no sólo se jugaban la mano del príncipe de Turandot, y que quien más tenía que perder era el mismo príncipe de Asgard. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué se arriesgo de esa manera? ¿Por qué Shuichi no dejo que lo matara? ¿Cómo pudo él hacerle caso a ese príncipe? ¿Cómo fue que el Sultán tolero que la ley se "quebrara" de esa forma? Esas fueron algunas de todas las preguntas lógicas y de normas que se le ocurrieron a Suguru y se atrevió a preguntarle; esperando con impaciencia la respuesta a cada una de ellas.

"No lo entenderías"

Sin embargo, esa fue la respuesta que le dio Eiri, dejándolo completamente confundido y con más dudas en su mente. ¿Por qué no iba a entenderlo? ¿Que era diferente como para que no pudiera comprender? ¿Acaso lo estaba tratando como a un niño? ¿Por qué no le respondió?

 

Eso había pasado varias semanas atrás, de hecho, pocos días después de que Eiri, K y Seguchi volvieran a Asgard tras su larga travesía.

Bajo el rostro y sonrió con discreción. Y hasta ahora, tras todo lo ocurrido desde la llegada de Shuichi, tenía las respuestas a esas preguntas, o por lo menos podía interpretarlas a su manera; una que ya no era tan cuadrada y que había adquirido más matices, aún cuando estaba consciente de que le faltaba mucho por entender; y que le tomaría mucho tiempo comprenderlo.

 

"¿Cuál es la mejor forma de ganar una guerra?"

Podía entender esas palabras también, todo tenía ahora un sentido diferente.

 

-          Creo que puedo comprender lo que intenta decirme.

-          Me alegro. - Respondió Hiro, mirándolo con una discreta sonrisa. - Es difícil explicar éste sentimiento, y mucho otros.

-          Sobre todo si se trata de una persona como yo. ¿No es así?

-          Yo nunca dije eso.

-          Estoy consciente de que fui yo quien lo dijo. - Respondió, dejando a Hiro desconcertado.

 

Nakano lo miró con cierta sorpresa y preocupación. Ese chico era muy maduro para su edad, pero también era muy estricto consigo mismo, exigiéndose el doble de lo que podía dar, sólo para poder hacer las cosas bien. Pero siempre persiguiendo lo mismo: agradarle a su padre. Eso le dejaba un mal sabor de boca. ¿Cómo podía ese hombre no querer a su hijo? ¿No valorar todo lo que hacía para ganarse su aprecio? ¿Cómo puede un padre odiar a su hijo? Era algo inconcebible para él.

 

Suguru, por su parte, se sumergía en sus pensamientos. Los sentimientos eran algo extraño, confuso, complicado de comprender, fácil de confundir, difícil de interpretar, pero con tantos matices y colores que parecía fabuloso querer probar cada uno de ellos.

Era como si el Rey de Asgard hubiera abierta la puerta de la torre donde Suguru había estado encerrado, y Hiroshi hubiera iluminado su camino con una antorcha.

Bajo el rostro hasta que su cabello oculto sus ojos, sus manos se empuñaron y sus labios se fruncieron en una mueca apretada.

 

-          Me disculpo si mis palabras lo confundieron. - Dijo Nakano, sintiendo que sólo había ampliado las dudas del vizconde.

-          No tiene porque disculparse. Por el contrario, soy yo quien le debe una disculpa a usted y a su majestad Shuichi.

-          ¿A mí?

-          Yo... ahora entiendo porque me abofeteó. - Levantó levemente el rostro y le regalo una discreta y sincera sonrisa. - Discúlpeme, por ofender de esa forma a su majestad Shuichi.

-          No tiene nada de que disculparse conmigo, alteza; usted lo dijo porque así lo creyó en aquel momento. Por el contrario, lo le debo una disculpa por mi osado acto para con usted.

-          No creo que deba disculparlo. Usted lo hizo porque creyó, en aquel momento, que era lo correcto. - Le respondió con sus propias palabras. - Aunque estoy seguro de que lo volvería a hacer en cualquier otro momento.

 

Nakano no sabía cómo responder a esas palabras, le causaban cierta gracia y al mismo tiempo incomodidad.

 

-          Hay otra cosa que deseo preguntarle.

-          ¿Qué es?

-          ¿Por qué llama al príncipe Shuichi con tanta confianza?

-          Porque él me lo ha permitido. - Lo miró.

-          No le había escuchado hablarle así.

-          Sólo lo hago en contadas ocasiones, cuando la situación lo amerita.

-          ¿Y lo ameritaba en esta ocasión?

-          En efecto. Porque le hablaba de mi amigo, no del príncipe que debo proteger.

 

Suguru desvió levemente la mirada, pensando en aquellas palabras. Le resultaba halagador que Nakano le tuviera la confianza para hablarle de Shuichi como un amigo y no como un sirviente; pero también resultaba extraño; ya que no era alguien a quien conocieran mucho, de hecho, él y Shuichi eran rivales. ¿Por qué explicarle todo eso?

No deseaba quedarse con aquella duda, abrió la boca para preguntarle, pero llamaron a la puerta en ese momento, tocando con los nudillos la madera en dos ocasiones, y tras ello, se abrió la puerta

Suguru y Nakano levantaron la vista para ver entrar al rey, seguido del médico.

 

-          ¿Suguru? - Preguntó el rey en cuanto lo vio, extrañado por su presencia.

-          Buen día, tío. - Saludó cordial, ignorando la muda pregunta que había hecho con su mirada. - Veo que han venido para examinar al caballero Nakano. - Añadió.

 

El rey no respondió, giró el rostro y miró a Hiroshi, quien lo veía con cierto nerviosismo.

No era ningún tonto, y sabía que el rey se preguntaba por la presencia de Fujisaki. ¿Era su imaginación o el rey lo veía con recelo? Quería responderle con un "no es lo que parece, sólo platicábamos" pero eso sonaría a una tonta y absurda excusa; además, tampoco podía decirle de que habían estado hablado. Esa charla - y las pasadas que tuvieron - era como un "secreto" entre ellos dos, o así lo sentía él.

 

-          Espero haya podido descansar ¿Cómo se siente? - El rey cambio el tema.

-          ¿eh? ahh.. me siento cansado y adolorido, su majestad. - Respondió.

-          Es normal, su herida fue profunda, afortunadamente no es de gravedad. - Dijo acercándose a él, mientras el médico iba hacia la mesa y preparaba todo para atenderlo. - Me alegra saber que se encuentra bien. - Dijo el rey. - El médico a venido para revisar su herida, él se encargará de informarle sobre los cuidados que debe tener. - Añadió mirando al médico un instantes, para después volver a ver a Hiroshi. - También quiero decirle que es usted muy valiente.

-          ¿Eh?

-          Pelear contra lobos sin tener conocimiento sobre cómo afrontarlos; es algo que muy pocas personas hacen.

-          Sólo cumplía con mi deber, alteza. - Respondió.

 

Suguru le dirigió una fugaz mirada, sabía que eso - después de lo que hablaron - era mentira; pero era claro que nadie conocía - y tal vez no entenderían bien - el lazo que unía a Shuichi y a Nakano. Se sintió cómplice y confidente de aquel secreto; y era una sensación agradable para él, el ser guardián de una amistad o hermandad tan linda como la que compartían ellos.

Y al mismo tiempo, sintió un poco de envidia al saber que él no tenía a un amigo de esa magnitud.

 

-          Les dejo a solas para que puedan tener un poco más de privacidad.

-          Ah... muchas gracias alteza. - Respondió Nakano, al ver que el rey caminaba hacia la salida; sin embargo, antes de salir, giro sobre sus pies y extendió su mano.

-          Suguru. - Dijo el rey.

 

Fujisaki se levantó de la silla y miró a Nakano.

 

-          Sin duda alguna su majestad Shuichi es muy afortunado. Al tener  un amigo como usted. - Dijo en voz baja, lo suficiente para que sólo Hiro lo escuchara.

-          ¿Alteza?

-          Espero se recupere pronto de sus heridas. - Añadió en voz alta antes de caminar hacia el rey de Asgard y salir de esa habitación.

 

Hiroshi se quedó mirando la puerta cerrada por unos segundos, se sentía extrañamente contento. Suguru era un chico de pocas palabras, muchas dudas, buena educación, mucha practicidad, y un gran corazón. Alguien a quien le costaba expresar sus sentimientos y dudas, pero que - lo poco que demostraba - era con sinceridad. Le resultaba muy agradables y halagador que Fujisaki tuviera la atención de velar por él.

 

-          Cuando lo conocí, si alguien me hubiera dicho que el vizconde cuidaría de mí por estar herido, jamás lo hubiera creído.

 

Era cierto, de hecho, la primera vez que lo vio, aquel segundo día que estuvieran en Asgard, lo había encontrado falso, insoportable, pedante, presuntuoso y molesto- Un noble que se fija mucho en el "qué dirán", una persona difícil de tratar que menospreciaba a quienes no eran igual a él. ¡Oh, que equivocado estaba! Ahora podía ver que Suguru, en cierto sentido, tenía cierto parecido con Shuichi. ¿Habrá sido esa semejanza la que llevó a Yuki a casarse con Fujisaki? No lo sabía.

Vio que el médico se acercaba a él, era hora de revisar su herida. Sabía que dolería, pero era necesario.

 

+-+-+-

 

Suguru caminaba por el pasillo junto con su tío, ambos en completo silencio.

 

-          Suguru. ¿Te parece bien que desayunemos en la terraza?

-          Me parece bien, pero ¿Qué hay de los demás?

-          Tatsuha y Ryuichi desayunaran en su habitación, lo mismo harán K y Judy.

-          Debo suponer que el marqués Seguchi y Mika imitaran dicho acto.

-          En efecto. Desean pasar un momento en familia tras lo sucedido ayer.

-          Comprendo. ¿Y Eiri?

-          Lo vi al alba caminar rumbo a su habitación, sólo dijo que no lo molestaran. Al parecer tenía sueño.

-          Debe ser, estuvo toda la noche en vela.

-          ¿Qué hay de ti?

-          ¿De mí?

-          También estuviste la noche en vela, vigilando al caballero Nakano.

 

Suguru no respondió, presionó levemente los labios y continuó caminando.

 

-          ¿No me preguntarás cómo es que lo sé?

-          No debo preguntar lo obvio, el marqués Seguchi le informó sobre ello. - Respondió Suguru, Thoma era el único que sabía sobre eso.

-          ¿Te molesta?

-          No tiene porqué; no era ningún secreto. - Respondió. - ¿A ti te molesta que haya estado ahí?

-          En absoluto, sólo me desconcertó por un momento saber que seguías ahí. - Respondió. - Sin embargo, sí me preocupa.

-          ¿Por qué debería? No hice algo malo. - Pensó unos segundos. - Tal vez no es muy bien visto que un noble vigile a un caballero, pero....

-          Sabes bien que a mí no me interesa lo que es o no bien visto. - Interrumpió el rey. - Y tampoco me preocupa que hagas algo malo o no; eres demasiado centrado como para hacer algo que vaya en contra de tus principios.

-          En ese caso ¿Que es lo que te preocupa?

-          Tu estado de salud.

-          Estoy en perfectas condiciones. Mi tobillo ha mejorado bastante y no me encuentro resfriado. Además, dormí unos momentos en el sofá.

-          Ya veo. Me alegro saber que te sientes mejor.

-          ¿No me preguntará algo más?

-          No tengo porque hacerlo. Me has dicho lo que quería saber.

 

Continuaron su camino; en completo silencio.

Suguru sabía que el rey no le reprocharía el haber estado esa noche en la alcoba de Nakano, conocía bien a ese hombre y sabía que respetaba todas sus decisiones; y las cosas que preguntaba eran únicamente por la preocupación que sentía por su propio bienestar.

Ese hombre siempre estaba al pendiente de todas las personas, aunque nunca intervenía en sus vidas ni en sus decisiones.

 

+-+-+-

 

Nakano estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en el respaldo de esta, unos vendajes blancos cubrían su torso y hombro, imposibilitándole el libre movimiento de su brazo.

Veía como el médico terminaba de guardar todo lo que había utilizado.

 

-          Lo mejor será que se quede en cama los siguientes días. - Dijo el médico tras guardar sus cosas.

-          Gracias.

-          Permiso.

-          Espere.

-          ¿Sí?

-          Su alteza Shuichi. ¿Cómo se encuentra?

-          Se encuentra en perfecto estado. Su herida está bastante repuesta, es probable que no le deje cicatriz; y se recupera exitosamente de su resfriado.

-          Me alegra escuchar eso.

-          Con su permiso, caballero.

 

El galeno salió, dejando a Hiro sumido en un largo y profundo mutismo.

Miró su herida, las hierbas que había puesto bajo las vendas tenían un hedor fuerte y desagradable, se sentían calientes en su hombro, e incluso le había ardido mientras era curado, teniendo que apretar los dientes para evitar gritar. Ahora esa sensación había bajado un poco, pero aún había cierto malestar, una constante y sutil punzada que enervaba sus nervios. Colocó su mano sobre su hombro y poyó su nuca en la cabecera, dejando la mirada hacia el techo.

Seguía con lagunas en su memoria, pero tampoco era algo que quisiera recordar en realidad. Sin embargo, agradecía profundamente que las cosas no hubieran sido más graves, que Shuichi no hubiera resultado herido.

 

-          Ojala pueda verlo pronto. - Pensó.

 

-          ¡HIRO!

 

Se sobresalto al escuchar aquel grito y ver que la puerta se abría estrepitosamente, Shuichi se encontraba en la entrada de la puerta, con la respiración acelerada y el cabello húmedo, vestido con un pantalón negro, una camisa blanca mal abrochada, un sobretodo completamente desabrochado de color blanco con vivos en color negro y broches de color violeta.

 

-          ¿Alteza? - Pregunto al verlo, extrañado por la facha que traía, como si se hubiera vestido a toda prisa antes de salir de su alcoba y correr por el pasillo.

-          ¡HIROO~!

 

Shuichi corrió hacia Hiro y lo abrazó con fuerza, obteniendo por respuesta un ahogado grito de Nakano.

 

-          ¡Lo siento! No me fije. ¿Te lastime? - Preguntó, separándose de él.

-          No... estoy bien, sólo... agghhh... sólo... dame unos minutos.

 

Shuichi se quedó parado a un lado, mirando el rostro compungido de Nakano, viendo como éste tomaba bocanadas de aire para mitigar el dolor.

Se sintió culpable. No sólo había arriesgado a todos por su imprudencia; Hiro había resultado herido, y ahora lo había lastimado con su abrazó. ¿¡Por qué tenía que ser tan impulsivo!?

Pasaron largos segundos que para ambos fueron eternos, antes de que el dolor mitigara y Hiro pudiera abrir los ojos y centrarse en algo que no fuera aquel daño recibido

 

-          Lo- lo siento. - Dijo de nuevo Shuichi, bajando el rostro.

 

Hiro volteó a mirarlo, notando lo arrepentido que estaba Shuichi por todo lo sucedido, su actitud hablaba por si sola: cabeza baja y mirada esquiva, puños apretados y cuerpo tenso. No le agradaba en absoluto ese semblante.

 

-          No es tu culpa. - Respondió Hiro

-          ¡Sí que lo es! - Shuichi levanto la mirada.

 

Hiroshi pudo apreciar con toda claridad las lágrimas que pugnaban por escapar de sus ojos, su respiración entrecortada demostraba que no podía aguantar por más tiempo.

 

-          Si no me hubiera escapado. Si usara la cabeza. ¡Si no fuera tan tonto!

-          Shui...

-          Per-perdóname, Hiro, es... es mi culpa que estés herido. Yo no quería ¡No quería lastimarte!

 

Bajo la cabeza y se soltó a llorar, deseando sacar todo el dolor y la culpa que tenía, purgando su angustia, deseando que aquello logrará liberar su alma y mitigar con ese mal sabor de tenía.

Nakano lo miró con tristeza, odiaba ver llorar a su mejor amigo, le molestaba que se culpará por las cosas que le pasaban a él.

 

-          Shuichi. - Dijo en voz baja antes de extender su mano.

 

Shuichi, sin pensarlo siquiera, se acercó a Hiro, sentándose en la cama y abrazándose ligeramente a Hiro, apoyando su cabeza sobre su pecho y colocando una de sus manos en su espalda.

Nakano colocó su mano derecha sobre la cabeza de Shuichi y de ahí la deslizó a su espalda, acercándolo un poco a él, aunque eso le ocasionará un poco de dolor, no quería que el príncipe de Turandot lo viera más débil de lo que ya estaba.

Depositó un pequeño y suave beso en el cabello de Shuichi y recargo su frente en su cabeza, inhalando su aroma; sintiendo como Shuichi mojaba su pecho y vendajes con sus lágrimas.

 

Shuichi sentía la imperiosa necesidad de llorar hasta el cansancio, hasta que las lágrimas se secaran. Se sentía terriblemente mal. No sólo Hiro había terminado en la cama por su imprudencia; Suguru también resulto herido por salvarlo; y Yuki varias veces se había arriesgado por él. ¡No lo entendía! ¿Por qué se metía en tantas dificultades? ¿Por qué todos tenían que ir a solucionar los problemas en los que se metía? ¿Por qué alguien resultaba herido con todo eso? Se sentía patético, inútil, tonto. ¡Se sentía un niño! ¡¿Hasta cuándo iba a madurar?! ¿Cuándo sería el momento en el usara la cabeza?

 

No supieron cuanto tiempo transcurrió, bien pudo ser media hora, o tal vez más. Pero aquello no les importaba. Shuichi sólo quería sacar todo su dolor, y Hiro consolarlo. Y así fue hasta que su llanto se convirtió en pequeños y acallados sollozos y suspiros.

 

-          Lo siento. - Repitió Shuichi, sin separarse de Hiro..

-          No te preocupes, sólo debo pedirle al galeno que cambie los vendajes. - Respondió.

 

Entendía que esa disculpa era por lo sucedido, sin embargo, él le quito peso, aseverándola como un "llore sobre ti y moje tus vendajes".

 

-          ¡No hablo de eso! - Se separó bruscamente. - Bueno, sí pero... - Desvió el rostro. - Sabes porque me disculpo. - Shuichi se sabía incapaz de explicar lo que sucedió ayer, al menos no era capaz sin ponerse a llorar y sentir que de nuevo la culpa invadía todo su ser.

 

Nakano levantó la mano y la acercó al rostro de Shuichi, retirando - con sus dedos - los vestigios de lágrimas que había en sus ojos.

 

-          Shuichi, sabes que por ti daría la vida con gusto.

-          ¡NO! - Respondió Shuichi. - Sabes que odio que digas esas cosas.

-          Lo sé, pero sabes que es verdad. - Sonrió gentilmente.

-          Hiro.

-          Sabes que te adoro.

 

Una larga sombra los cubrió de pronto, haciendo que ambos voltearan la vista hacia la puerta para ver quién había llegado.

 

-          ¡Yuki! - Pensó Shu cuando lo reconoció.

 

Eiri estaba parado en el umbral, serio y con la vista fija en la escena.

 Shuichi sintió que algo comprimió su pecho y un vertiginoso revoloteo en su estomago. Se mostraba tranquilo, pero, de alguna forma que no comprendía, Shu sabía que Eiri estaba molesto, podía ver los discretos rastros de ello: Su mirada ligeramente oculta tras sus largos y delgados cabellos rubios, las cejas levemente encorvadas, la mirada amenazante. Sus labios apretados formaban una perfecta línea recta y su mandíbula levemente apretada.

 

Se levantó de la cama, sintiendo su corazón palpitar con fuerza dentro de su pecho, sin saber si era de emoción o de miedo. Quería acercarse a él, pero sus piernas no respondían, deseaba decirle algo, pero de sus trémulos labios no escapaba ni una sola palabra, menos al no saber qué era lo que quería decirle. Por un lado, una parte de él quería explicarle la escena que había presenciado, otra parte quería preguntarle ¿qué hacía ahí?, otra deseaba lanzarse a sus brazos y besarlo como si la vida se le fuera en ello, y otra ansiaba gritarle que se fuera y lo dejara en paz, que lo dejara de confundir. Aunque no se decidía por ninguna de ellas.

 

Nakano miraba la escena sin decir ni hacer nada. No entendía que hacía el príncipe de Asgard ahí. Eiri no era tan condescendiente con él como para ir a verlo. Entonces lo recordó: Suguru había estado con él momentos atrás. ¿Sería por eso? ¿Había ido a buscarlo? Sin embargo, la mirada directa - y extraña - que tenía en esos momentos sobre Shuichi, lo desconcertaba por completo. Sabía que Yuki había estado cuidando de Shuichi esa noche...  ¿Sería que Shu se escapó de su habitación para ir a verlo? Entonces ¿Yuki buscaba a Shuichi?

 

Por su parte, Yuki miraba fijamente a Shuichi a los ojos. Había pasado por ahí por simple y pura casualidad, volteando - inconscientemente - al ver la puerta abierta, descubriendo una imagen intima que había provocado que su sangre se congelara y su paso se detuviera:

                Shuichi sentado tan cerca de Nakano y este acariciando su rostro mientras le decía un "te adoro".

 

Te adoro

 

Lo había tuteado, lo estaba tocando, lo miraba con anhelo, le sonreía con devoción, le confesaba sus sentimientos...

 

Sintió unos deseos asesinos en ese mismo segundo. Las ganas de entrar a la habitación, alejar a Shu de ahí, darle un fuerte y duro puñetazo a Nakano y llevarse a Shuichi lo más lejos que pudiera de ese maldito... de todos.

Pero debía controlarse, tenía que hacerlo. Sus ojos viajaron por el cuerpo de Shuichi, apreciando la facha desmadejada que tenía el príncipe de Turandot. Se notaba que se había vestido a prisa, todo para ir a ver a ese caballeresco de cuarta.

¿Tan importante esa ese sujeto?

 

-          Yu... - Musito Shuichi de repente, incapaz de decir algo más.

-          Arréglate esa ropa.

 

Shu sintió su corazón helado al escuchar el frío tono que Eiri uso con él. Hiro se quedó callado, viéndolo con extrañeza y Eiri sólo dio media vuelta y se fue, para sorpresa de ellos dos.

El silencio que se formó en la habitación fue incomodo y denso.

Shuichi se sentía herido, confundido, ansioso. ¿Por qué tenía que pasarle eso?

 

-          ¿habrá venido por su alteza Suguru?

-          ¿ehh?

-          Su alteza Suguru estuvo aquí. - Dijo. - Vino a ver cómo estaba. - No reveló más información, no quería hacerlo.

-          Ya-ya veo. - Respondió Shu mirando de nuevo la puerta.

 

Eiri había ido a buscar a Suguru, eso le causaba daño... pero si fue a buscar a su prometido ¿Por qué lo había besado de esa forma la noche anterior?

 

+-+-+-

 

Se encontraba en la biblioteca, sentado a un lado de una ventana abierta; leyendo un libro mientras dos pequeñas aves brincaban un poco en el marco de la ventana, mirando hacia todos lados y picoteando un poco la piedra.

La puerta se abrió de repente y fue azotada al cerrar, provocando que las aves volaras asustadas y que Suguru levantará la vista del libro, mirando al recién llegado.

Eiri tenía la quijada apretada y el ceño fruncido.   Suguru pudo notar sus puños apretados y como las aletas de su nariz de agitaban violentamente ante su respiración.

 

-          Asustaste a las aves. - Dijo tras verlo, como si le restara importancia a su enojo.

 

Yuki no respondió, para lo que le importaba, lo único que quería en esos momentos era un lugar en donde poder tranquilizarse.

Giró la vista repetidas veces, buscando algo con lo que distraerse, encontrando una mesa llena de libros y pergaminos.

 

-          ¿Sucedió algo?

-          No.  - Se acercó a la mesa y tomo un libro, cual fuera, para comenzar a ojearlo.

-          Entonces ¿Por qué estas molesto?

-          No estoy molesto.

-          Molesto no, pero sí enojado.

-          ¿A dónde diablos quieres llegar?

-          Únicamente estoy preguntando. Si no quieres responder basta con que lo digas.

-          Si no respondo es porque no quiero hacerlo.

-          Como digas. - Y continuó leyendo.

 

Conocía el mal carácter de Eiri, uno que - a veces - podía sobrellevar, y que - en otras ocasiones - era mejor ignorar y esperar a que se calmara.

Por su parte, Eiri tomaba libro tras libro de la mesa para ojearlo, pero nada lograba calmarlo.

Esa imagen - que tanto le desagradaba - no la podía sacar de su cabeza. Estaba ahí, nítida, completa; junto con aquella declaración tan directa. Ese maldito de Nakano, se había atrevido a abrazar a Shuichi, a pegarlo a su pecho desnudo. ¿Por qué? ¿Cuánto tiempo habrán estado así?
La sangre le hervía como no lo había hecho en mucho tiempo. Como no lo había hecho desde que Aizawa tuviera la osadía de atacar a Shuichi. Le molestaba de sobremanera que alguien se le acercará tanto, y lo que era peor ¡Que él no hiciera algo para alejarlo!

 

Cerró los ojos y trato de canalizar toda esa rabia en otra cosa; pero - de nuevo - la imagen de Nakano abrazando a Shuichi inundaba su mente.

¡Maldito Nakano!

Entonces lo recordó. Aquello que Seguchi le comentará cuando se lo encontró en el pasillo.

 

-          ¿Qué hacías en la habitación de Nakano?

-          Velaba por él. - Respondió sin retirar la vista del libro.

-          ¿Qué diablos le tienes que cuidar a ese?

-          Esta herido, necesitaba que alguien cuidará de él durante la noche.

-          ¡Qué se cuide sólo! Por algo es un caballero.

-          ¿Cómo podría cuidarse estando inconsciente?

-          Que lo cuide un soldado o una doncella, para eso están.

-          No tiene algo de malo que haya sido yo quien lo cuidará.

-          Y hubiera sido mejor que su ineptitud no le hubiera producido esa herida.

-          Se enfrentó a lobos sin saber nada de ellos.

-          Fue porque quiso, se pudo quedar en palacio.

-          Su deber es cuidar a su alteza Shuichi.

-          Pues no lo hace muy bien que digamos.

 

Suguru cerró el libro y miró a Eiri fijamente, con sus grandes y profundos ojos castaños, con esa mirada profunda y penetrante que demostraba lo poco que le intimidaba la furia de Yuki.

 

-          ¿Te molesta?

-          ¿Qué?

-          Nakano. ¿Te molesta?

 

Eiri apretó los labios.

 

-          Claro que me molesta.

-          ¿Por qué?

-          ¡Joder! Estas herido, tendrías que estar descansado en lugar de cuidar a ese caballerucho.

-          Estoy en perfectas condiciones.

-          Usas bastón ¿Eso no es estar bien?

-          Eres exagerado y sobreprotector.

-          Di lo que quieras, pero te tienes que cuidar ese tobillo.

-          Discute lo que quieras, pero si fui a cuidarlo es porque quería sentirme útil; después de que tú, amablemente, me dijeras que estorbaba. - Suguru lo golpeo bajo.

 

Eiri se quedó callado. No recordaba haberle dicho aquello, pero si Suguru lo decía, debía ser cierto.

 

-          Sabes que no lo dije de esa forma.

-          En efecto, lo sé.

-          Entonces ¿Por qué me lo reclamas?

-          Para que dejes de regañarme por mis decisiones. - Dijo Suguru. - Pero has desviado el tema con toda intención.

-          ¿El tema?

-          No has respondido a mi pregunta.

-          Me preguntaste si estaba molesto; es obvio que lo estoy.

-          Te pregunte si te molestaba Nakano.

 

Eiri no respondió. Suguru jamás quitaba el dedo del renglón, y si uno respondía con evasivas, él regresaba - directamente - a la pregunta inicial, hasta tener su duda resuelta.

 

-          ¿Qué es lo que te molesta de él? - Indago de nuevo, como si aquel silencio le hubiera dado la respuesta.

-          Yo no he dicho que me moleste.

-          Tampoco has dicho que no lo haga.

-          Tsk.

-          Me sorprende que pierdas de esa manera la cabeza por los celos que el caballero Nakano te provoca.

-          ¿Celoso, yo? ¿De ese? ¿De un caballero?

-          Celoso de él. - Entornó los ojos. - De un hombre.

-          ¡Te equivocas! No son celos.

-          ¿Entonces, que es lo que tanto te molesta de él?

 

Eiri no respondió. Sabía que Suguru era muy perspicaz, y que fácilmente se daba cuenta de las cosas que pasaban a su alrededor, sin embargo, esta vez había algo diferente en él, como si tuviera completamente claro los sentimientos de Yuki, como si pudiera entender - por primera vez desde que se conocían - su verdadero sentir; y eso lo molestaba, lo hacía sentir incomodo, como si su alma estuviera desnuda ante él.

El silencio en la habitación era largo y tenso, el ambiente pesado y un poco asfixiante; ninguno de los dos se atrevía a pronunciar palabra alguna. Eiri con incomodidad de decir algo que lo dejará más al descubierto; Suguru en la espera de alguna respuesta. Pero tras 5 largos y tediosos minutos, se dio cuenta de que Yuki iba a decir nada, y que su enojo iba en aumento.

Abrió el libro, regresó la vista a este.

 

-          Si estas tan molesto ¿Por qué no vas a buscar a K, y tienes un duelo con él? - Sugirió, cortando el tema  bruscamente.

-          Tsk. - Eiri salió de ahí, con un humor peor de cuando llego.

 

Le molestaba saberse descubierto.

 

+-+-+-

 

El sol giró sobre Asgard, empezando en el oriente y terminando en el poniente. Las horas habían transcurrido amorfas y extrañas durante el día: Habían sido largas y tediosas en algunos momentos, cortas y asfixiantes en otras... todos las habían sentido de diferente forma según sus actividades.

 

Eiri, ni por error, volvió a caminar ese pasillo; de hecho, no entro al palacio en todo el día. Había estado en la zona de entrenamiento, peleando contra cuanto soldado pudiera, había salido a recorrer el lugar en su corcel y regresado para practicar con el arco... Había hecho toda actividad física que se le ocurriera, encontrando en ello desahogar toda la energía y molestia que sentía, logrando controlar sus nervios y calmar la ansiedad, incluso - por momentos - olvido aquella escena que se había grado tan bien en su memoria.

 

Shuichi, había estado todo el día en la habitación de Nakano, platicando de trivialidades y travesuras de la infancia. Hiroshi había podido hacer que Shu olvidará el incomodo momento que habían pasado con Eiri horas atrás. Comieron y tomaron el té ahí, jugaron damas chinas y discutieron un poco sobre el mejor platillo que habían comido. Un caballero había ido a avivar el fuego de la chimenea, y el galeno pasó dos veces para revisar la herida de Nakano y darle un brebaje a Shuichi para su resfriado.

Cuando el sol abandonó el cielo, y las primeras estrellas brillaron junto con la gran luna en el cielo, una doncella y un soldado llegaron a la habitación de Nakano.

 

-          Buena noche, su majestad. He venido a informarle que le esperan en el comedor para cenar.

-          Discúlpame con ellos y diles que cenare con Hiro. - Respondió cordial.

-          Majestad; el rey insiste.

-          Pero... - Miró a Hiro.  No quería dejarlo sólo, temía que algo malo le pasara durante su ausencia. Nakano comprendió aquella mirada y sólo sonrió.

-          No se preocupe por mí, majestad; le están esperando.

-          Es que yo... quería pasar más tiempo contigo.

-          Ya tendremos más tiempo para platicar, majestad. Le están esperando.

-          De acuerdo, pero vendré después.

-          Tenga buen provecho, majestad.

 

Shuichi se levantó de la cama y caminó hacia la salida, notando que la doncella entraba para comenzar a escombrar la mesa para la cena de Nakano. Salió de la alcoba y fue escoltado por aquel soldado hasta el comedor. El camino fue largo y silencioso. Al llegar al comedor, su vista recorrió el lugar, notando a las personas que se encontraban ahí, quienes guardaron silencio en cuanto él llego.

Se quedó parado en la entrada por unos segundos, sintiendo una vertiginosa y extraña sensación subiendo por todo su cuerpo.  Ahí estaban todos, las personas que se arriesgaran para salvarle la vida, quienes se habían quedado en palacio a la expectativa de su regreso; todos ellos mirándole con tranquilidad, aun cuando él podía sentir un extraño y sofocante peso en aquellos ojos de diversos colores. ¿Era eso o era él mismo quien se juzgaba?

 

-          Shuichi, buenas noches, me alegra que nos honres con tu presencia. - Saludo el rey, poniéndose de pie para recibirlo.

-          ¿Eh?

-          Ven, toma asiento.

 

Shuichi no se dio cuenta de cuando le rey había llego a su lado y lo había tomado - cortésmente - del brazo para guiarle a su asiento, al lado de su hermano y enfrente de Eiri. Retiró la silla para que Shuichi se sentará y esperó a que lo hiciera. Sin embargo, Shuichi se quedo de pie por unos segundos.

 

-          ¿Sucede algo? - Preguntó el rey al verlo inmóvil.

-          Yo... - Bajo levemente el rostro. - Yo en verdad lo lamento. - Dijo de pronto, provocando miradas de sorpresa en todos los presentes. - Me disculpo por mi imprudencia, por ocasionarles tantos problemas anoche y... - apretó levemente los puños. - también quería agradecerles por haberme salvado la vida.

 

Un largo silencio invadió la habitación, mientras todos continuaban con su mirada fija en Shuichi, no se arrepentía de haber dicho eso, pero estaba empezando a creer que: No lo iban a disculpar tan fácilmente y que había elegido muy mal sus palabras.

Una mano en su hombro lo hizo sobresaltarse levemente y voltear el rostro.

 

-          No tienes nada de que disculparte, Shuichi. - Dijo el rey. - A todos nos alegra mucho que te encuentres en perfecto estado. - Olvida ese incidente, que nadie te reprochará. toma asiento, es hora de cenar.

 

Shuichi lo hizo, sintiéndose levemente apenado, proponiéndose hacerle caso a las palabras del rey; después de todo, debía tener razón: Si no hubieran querido salvarlo, no hubieran ido a buscarle.

Levantó la mirada casualmente y su vista - sin querer - choco con Eiri, quien estaba muy entretenido -  por no decir aburrido - jugueteando con uno de los cuchillos. Yuki, al sentir la mirada de Shuichi sobre él, levantó la vista para verlo, provocando un ligero respingo en Shu, quien desvió la mirada apenado. No entendía que le sucedía. Eiri era capaz de ponerlo nervioso con su sola mirada, de cautivarlo con su presencia, de hipnotizarlo con su voz; y al mismo tiempo, lo confundía con su conducta y actitudes; con aquel extraño y perverso "estira y afloja" en el que estaba atrapado.

 

El rey camino a su lugar y se quedó parado delante de su silla y haciendo una discreta señal;  varias doncellas se acercaban a la mesa para llenar las copas de vino de los comensales.

 

-          Antes de comenzar con la cena. Quiero dirigirles unas palabras.

 

Eiri puso cara de fastidió; dejo de juguetear con el cubierto y cruzó los brazos de mala gana.

 

-          Los acontecimientos sucedidos en estos últimos días, sumado al gran evento de mañana; me han hecho pensar en muchas cosas.

 

Shuichi se encogió un poco en sí mismo, esos acontecimientos estaba directamente relacionados con él, quien llegara a causar diversos y variados inconvenientes por sus indecisiones.

Y eso sumado a mañana. ¿Mañana? ¿Que era tan importan...? Sintió que la sangre se congelaba, su corazón se detuvo por unos segundos y olvido como se debía respirar correctamente. ¡Lo había olvidado! Mañana, en unas cuantas horas... Eiri se casaría con Suguru.

Inconscientemente, dirigió una angustiosa mirada a Eiri y Suguru. Sintió la imperiosa necesidad de gritar y detener las palabras del rey, pero se quedo callado. ¡¿Qué le estaba pasando?! Ya había tomado una decisión.

 

-          Es por ello, que quiero decir las siguientes palabras. - Levantó un poco la copa y dijo: "Y" y "si" son 3 letras que en sí mismas, parecen no decir mucho, pero al ponerlas juntas, una al lado de la otra, pueden atormentarnos por el resto de nuestras vidas: "y si..." "y si.." "¿qué tal y sí...?" ¿Cuántas cosas dejamos ir cosas por miedo? Tantas, que a veces es imposible contarlas con los dedos, pero recordamos cada una de ellas, con pesar y dolor.

 

Shuichi sentía un extraño malestar en el estómago, era como si esas palabras fueran total y completamente dirigidas hacia él.

 

-          Cosas que queremos, que deseamos, que amamos; y que, por diversas razones, a veces nos negamos a alcanzar.

 

Shuichi, volteo el rostro levemente, mirando a Eiri por unos segundos, notando que éste le lanzaba una disimulada mirada antes de desviar la vista hacia ningún punto en realidad, a pesar de escuchar claramente las palabras de su padre.

 

-          Sinceramente creo, que nunca es demasiado tarde ¿Si ama algo, siempre se amara? Sólo nos falta valor para seguir a nuestro corazón.  Para abandonarlo todo, para cruzar el mundo o parar dar la vida, por aquello que se ama. Brindo. Por el amor. Por aquel puro y noble sentimiento. - Levantó su copa. - Porque las personas que están en esta mesa, alcances su felicidad al tener la fuerza suficiente para expresar sus sentimientos con toda la fuerza que lo sientan. Salud.

-          ¡Salud! - Las copas se levantaron ante las palabras del rey.

 

Shuichi se quedó inmóvil, analizando aquellas palabras, sentía un extraño nudo en la boca de estómago. No sabía si entendía bien aquellas palabras, o sólo quería interpretarlas de esa forma, pero sentía una extraña e intima conexión con aquel discurso. Como si el mensaje fuera directo para él. ¿Era así?

Levantó la mirada, notando que Eiri le miraba fijamente, con aquellos profundos ojos que lo cautivaban.

Lo tenía tan cerca y tan lejos en esos momentos. Estaba a pocas horas de perderlo, sabiendo que en realidad no era suyo.

Sintió la imperiosa necesidad de levantarse y gritar a todo pulmón que amaba a Yuki, pero había algo que le impedía decirlo, una fuerza y un miedo asfixiante que oprimía su garganta. Sintió que los ojos le picaron levemente por las lágrimas, no quería ponerse a llorar, no delante de todos; pensó en levantarse de ahí y salir corriendo, escondiéndose en su habitación y sacar todas esas dudas con llanto y gritos, para después calmarme y poder pensar con claridad; pero su cuerpo no respondía a sus deseos, como si su mente no pudiera coordinar con su motricidad.

Todo eso, era muy doloroso, demasiado extraño y confuso. ¿Que debía hacer?

 

-          Para mí nunca será tarde. - Anunció Tatsuha, sacando a todos de sus pensamientos.

 

Shuichi se despabiló ligeramente ante las palabras de su cuñado, volteando el rostro para verlo.

 

Tatsuha se giró hacia Ryuichi, tomó su cabeza de la nuca y lo acercó a él, robando un rápido beso de sus labios para después pegar sus frentes.

 

-          Por ti, recorrería el mundo entero, cruzaría todos los mares y me enfrentaría a un ejército completo. - Confesó.

 

La devoción de su voz provocaron que Ryu sonriera con timidez y se ruborizará un poco, musitando algo que sólo Tatsuha fue capaz de escuchar por su cercanía, y Tatsuha le respondió algo en el mismo tono.

 

Eiri rodeó los ojos ante aquella confesión. Shuichi se sintió un poco fuera de lugar por aquella escena tan cercana a él. Y alguno que otro carraspeó con incomodidad.

 

-          ¿Acaso no les basto el día entero para demostrarse su amor? - Dijo Suguru de pronto, rompiendo un poco de esa mágica y romántica escena.

-          No, no nos basto. - Respondió Tatsuha petulante. - Y de hecho, esta noche continuaremos con...

-          ¡Por Natura! - Interrumpió Suguru. - Tatsuha, si no te importa, estoy tratando de cenar.

-          Adelante, con confianza; puedes seguir con tu cena.

-          Sabes perfectamente a lo que me refiero.

-          Fujisaki, no seas tan amargado. - Dijo Tatsuha, teniendo como respuesta una amenazante mirada por parte del vizconde. - Bien, bien. No diré más, pues seguir con comiendo, te doy permiso.

 

Suguru simplemente negó con la cabeza. Tatsuha podía llegar a desesperarlo con una facilidad única. A veces era tan infantil que incluso le sorprendía la edad que tenía.

 

Aquella pequeña discusión había logrado enfriar un poco la cabeza de Shuichi, quien comenzó a comer, sintiendo - extrañamente - que la comida en realidad no le pasaba en lo absoluto. Sin decir nada sobre eso, trato de comer lo más que pudo; pero antes de llegar a medio plato, sintió que - forzarse a comer - le revolvía el estomago de forma desagradable.

Se disculpó de la mesa con un "estoy un poco cansado", para poder salir de ahí sin que nadie le preguntará nada. Sin embargo, mientras caminaba hacia la entrada, sintió la mirada de Yuki sobre su espalda, pensó - por unos segundos - en voltear a verlo, pero algo más le decía que no lo hiciera.

Caminó en silencio por el pasillo y llegó hasta su habitación, encerrándose en ella y olvidando por completo que había quedado en volver con Nakano.

 

Llegó a su habitación y - de forma mecánica - se cambio la ropa para colocarse el camisón blanco que usaba para dormir; camino a la cama y se sentó en ella.

La boda estaba a pocas horas de efectuarse. Una ceremonia en la que perdería a Eiri para siempre.

Sintió que su corazón se comprimió con fuerza y las lagrimas inundaban sus ojos.

No quería que Eiri se casará con Suguru ¡No quería! Sin embargo, no podía, ni debía hacer nada para evitarlo. Había decidido hacerse a un lado para que Eiri fuera feliz, sin embargo, algo dentro de él, le decía que su decisión era mala. Que olvidará esa tonta idea y luchara - una vez más - por él .

No, no ¡No! Eso no podía estar pensando en eso. No ahora, a poco tiempo de la boda. ¡Ya era tarde!

 

Nunca es demasiado tarde.

 

-          ¡Claro que lo es! - Se reclamo a sí mismo. - Además, Yuki tampoco me ha demostrado que deba luchar por él.

 

Eso era cierto. Eiri le había dicho que era un juego y tuvo el cinismo de invitarlo a su boda después de burlarse de él.

 

-          Sólo soy un juego para él.

 

Y sin embargo. No podía olvidar los besos de Yuki, la forma en la cual Eiri lo miraba, la manera en la que lo abrazaba. Lo enamorado que lo tenía. Pero nada de eso era real ¡NADA! Porque, a pesar de todo, Yuki seguía comprometido con Fujisaki.

Si lo amara, si en verdad lo amara, terminaría su compromiso con el vizconde.

Se dejo caer sobre la cama, quedando bocarriba sobre esta y con la fija en ningún punto del techo.

 

Yuki... Yuki... Yuki...

No podía sacarlo de su mente, era difícil dejar de pensar de él, le era imposible no amarlo. Cuando estaba con él, sus ojos le veían con una intensidad nunca antes demostrada; sus besos nublaban su mente, sus brazos lo acogían con gran gentileza, sus manos lo acariciaban con suavidad... lo trataba como si fuera lo más importante que hubiera en su mundo.

 

-          Pero sólo era un juego. - Se acostó boca abajo y abrazó la almohada.

 

Lo fue, el mismo Yuki se lo dijo, le había confesado que sólo había sido un juego, que nada de eso era real.

 

Tocaron dos veces la puerta. Shuichi entreabrió los ojos y se enderezó.

 

-          A-adelante - Dijo.

 

La sorpresa y la ansiedad invadieron a Shuichi cuando su vista choco con la figura de Eiri.

 

-          Yu-yuki... - Pensó en cuanto lo vio.

 

Eiri estaba en el umbral de la puerta, callado, serio, con su mirada clavada en Shuichi, parecía tranquilo, pero ¿lo estaba?

 

CONTINUARÁ

Notas finales:

Nos vemos luego, cuidense mucho y besos
Bye bye!!!

PD: Creanme, ya estoy escribiendo la otra parte del cap.!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).