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Turandot por Dulce_Pena_Hime

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Notas del capitulo:

 Hola a todos!!!
Sé que dije que no pasaba de una semana, y me pase por unos días, pero hubo un factor que no considere llamado: trabajos finales y exámenes ¬¬...

Como sea, aquí les dejo éste nuevo capítulo.
Espero sea de su agrado.

TERCER ACTO: ASGARD

ESCENA 14: ULTIMA OPORTUNIDAD (Parte II)

 

Una torrente de emociones invadieron a Shuichi de forma drástica ante la presencia del príncipe en su alcoba. Sentía su corazón palpitar con fuerza, con tanta que incluso dolía.

Un largo silencio los envolvió por largos y agonizantes segundos que, en pronto se convirtieron en minutos el aire se enrareció y provocó que fuera difícil respirar.

Shuichi no esperaba que Yuki fuera a buscarlo, y no sabía que debía decirle.

 

Eiri, por su parte, quería hablar con Shuichi; era una necesidad que brotó en él tras escuchas las palabras de su padre; de ser total y completamente sincero con él. Sin embargo, ahora que ya estaba ahí - tras largo tiempo de meditar sobre ir o no - sentía que esa decisión era estúpida. Sin embargo, ya estaba ahí. Ahora se debatía entre irse o quedarse.

 

-          ¿Qu-qué haces aquí? - Preguntó Shuichi de pronto, quien ya no podía soportar el asfixiante ambiente.

-          Quiero hablar contigo. - Su respuesta fue automática.

 

Aquellas palabras activaron algo en las defensas de Shuichi. Era un mal presentimiento que invadió por completo su ser, provocando que confusos y contradictorios pensamientos llegaran a su mente.

Deseo correr hacia él, lanzarse a sus brazos y besarlo, evitando las palabras, dejando que sólo sus sentimientos hablaran; olvidándose de lo demás, de todo.

Quería que se fuera, tenerlo lo más lejos posible de su lado, como si su presencia fuera tóxica.

Al siguiente instante quería golpearlo y regañarlo por lo confundido que lo tenía, por enredar su mente y su corazón con su sola presencia.

También quería escucharlo, que le dijera lo que tenía que decirle.

Al mismo tiempo sintió la necesidad de preguntarle sobre todo lo que le decía y hacía. ¿Por qué enamorarlo? ¿Por qué jugar con él? ¿Qué ganaba? ¿Por qué lo invitó a su boda? ¿Por qué se casaba con Suguru? ¿Por qué, a pesar de todo, lo cuidaba tanto? ¿Por qué siempre estaba, de cierta forma, ahí, con él? ¿Por qué lo abrazaba y besaba? Y sobre todo ¿En realidad nunca sintió nada por él?

Por otro lado, quería ser el primero en hablar; decirle todo lo que sentía, lo mucho que lo amaba y como le dolía esta situación.

Una parte de él lo amaba con una locura atemorizante, la otra, empezaba a odiarlo por crear todo ese tumulto de sensaciones en él.*

 

Todo eso nublaba su mente y su corazón. Sentía que las lágrimas picaban sus ojos, pero se negaba a llorar delante de él. No quería que Yuki lo viera enredado en sus sentimientos. No, no podía ¡No! Y al mismo tiempo, quería que Eiri leyera su actitud, que comprendiera cómo se sentía y se lo explicará, que todo aquello se aclarara. Que todo terminara.

 

Eiri apretó los puños, no sabía cómo interpretar el silencio de Shuichi, menos al darse cuenta de la insegura mirada del príncipe. ¿Qué pasaba con él? ¿Que debía hacer para quitar esa angustia de sus ojos? No lo sabía, pero quería hacerlo.

 

-          Shuichi, yo... - Dijo, acercándose a él.

-          Vete - Musitó.

-          ¿Qué?

-          ¡Que te vayas! ¡VETE! No te quiero ver.

 

La ansiedad  y la angustia de Shuichi pudieron más. No quería verlo, ni escucharlo, ni nada. Sólo quería que se fuera, quedarse sólo y en paz para poder pensar, para que dejara de confundirlo con su presencia. No quería a Yuki ahí, no deseaba verlo, no podía; lo confundía tanto que lo mareaba, le dolía tanto que ya no quería seguir sintiéndose así.

Que se fuera ¡Que se fuera ya!

 

Eiri detuvo su andar, extrañado por esas palabras y la reacción de Shuichi. Dudo unos instantes, echando el pie hacia atrás, pensando que debía volver sobre sus pasos e irse; pero su convicción ganó ese pensamiento y volvió a dar un paso hacia adelante. Había ido para aclarar las cosas y eso iba a hacer.

 

-          No. - Dijo Eiri, provocando una dolorosa punzada en el pecho de Shuichi. - Tengo que hablar con algo. - Su determinación era férrea.

-          ¡No quiero escucharte! - Se cubrió los oídos y cerró los ojos, deseando, con eso, borrar la presencia de Yuki.

-          ¡No seas infantil, Shuichi!

 

Se acercó a él, tomando sus manos muñecas para quitárselas de las orejas, sin embargo, Shuichi no pensaba ceder y comenzó a forcejear con él, tratando de librar sus muñecas de las manos de Eiri.

 

-          Suéltame.

-          No hasta que me escuches.

-          ¡No quiero!

-          Maldición. ¡ No seas tan necio!

-          ¡Déjame en paz!

-          ¡Ya basta!

 

Eiri, cansado de aquello, jaló bruscamente a Shuichi, tomando su nuca con una mano y con la otra sujetando su muñeca. No lo pensó ni un sólo segundo, lo beso brusca y fuertemente, apretando sus labios contra los de Shuichi, quien dejo de forcejar y lo miro sorprendido. El elixir y calor de Eiri lo estaban invadiendo, nublando su razón. Sentía su corazón latir veloz y la temperatura de su cuerpo subir; pero también tenía un sabor amargo y un extraño escozor en el pecho que lo lastimaba con fuerza.

Deseaba entregarse a aquel beso y a al cálido sentimiento que Eiri le hacía sentir, pero le angustiaba aquel malestar en su pecho, aquel lacerante dolor que oprimía su corazón. Un sentimiento que ya no quería sentir. No más...

 

Tenía a Eiri sobre sus labios, pero tenía la sensación de que Yuki estaba extremadamente lejos.

Podía sentir las manos de Yuki tocando su nuca y su mano, pero era una sensación lejana e irreal.

Porque eso era un sueño, una vana y absurda ilusión que él mismo se estaba montando.

¡Porque Yuki no lo amaba! ¿Cómo podía amarlo si estaba a punto de casarse con alguien más? ¡No! Eso era un juego de él. ¡Sólo un juego!

Se soltó bruscamente de aquel besó, empujándolo fuertemente del pecho. Levantó su mano libre y, con toda la fuerza que tenía en esos momentos, le soltó una fuerte bofetada que se escuchó en toda la habitación y le volteó el rostro a Yuki.

 

-          No lo vuelvas a hacer. - Gruñó Shuichi, jalando su otra mano para que Eiri lo soltará. - ¡Ya deja de jugar conmigo!

-          ¿Jugar? ¿Quién demonios está jugando?

-          ¡Tú!

-          Eso no es verdad, te dije que venía a hablar contigo.

-          Y yo dije que no quiero hablar contigo.

-          No me iré hasta hablar contigo.

-          No me importa lo que quieras decir. ¡No voy a escucharte!

-          ¡Maldita sea! Eres tan obstinado.

-          ¿Y tú no?

 

Tomó el rostro de Shu por los costados y lo acercó a él, dejando una ínfima distancia entre ellos.

 

-          Demasiado. - Dijo antes de volver a besarlo.

-          mm... - Lo separó de él empujándolo del pecho. - Ya bas... - Pero Eiri lo volvió a besar, esta vez con más intensidad, sintiendo el forcejeó de Shuichi. - Suel... mmm... Yuk...mmm... - Parecía que Eiri quería quitarle el alma por la boca.

 

Shuichi podía sentir las manos de Yuki sujetando su rostro con firmeza y delicadeza, era como si lo guiara a sus labios, le diera apoyo y al mismo tiempo le decretara para no alejarse.

Se sentía seducido, burlado, sometido, confundido. ¿Por qué pasaba eso?

Cerró los ojos con fuerza queriendo que Eiri se alejara, su cuerpo inerte se estremeció a causa del miedo y la duda, mientras que sus dóciles labios comenzaron a responder aquel beso.  Deseaba aventarlo, anhelaba abrazarlo. ¡¿Que quería?!

No sabía que sentía, si el placer era mayor que el dolor o viceversa; su corazón palpitaba con fuerza y su cuerpo ardía en leguas de fuego que reducían a nada su fuerza de voluntad, mientras que su cabeza daba vueltas de forma vertiginosa, mareándolo.

Eiri no dejaba aquellos labios, en un principio lo había besado para callarlo, calmarlo y poder hablar con él, sin embargo, ahora era una imperiosa necesidad la que lo tenía unido a él, era algo superior a él. Su sabor era embriagante y su aroma asfixiante. No podía - ni quería - negarlo: la sola presencia de Shuichi lo cautivaba.

 

Yuki deslizó sus manos por sus costados, desde sus mejillas hasta su cintura, sosteniéndolo de forma suave pero decidida, y, casi sin proponérselo, recostó a Shuichi sobre la cama, sintiendo su menudo cuerpo estremecerse debajo de él. Dejo sus labios, escuchando un apagado suspiro que escapo de la boca de Shu por la falta de aire, pero aquello no lo detuvo, lenta y sensualmente se deslizó por su rostro, depositando uno que otro beso, notando que sus ojos estaban cerrados con algo de fuerza, quería tranquilizarlo, que se relajar. Se movió un poco más y llegó hasta su oído.

 

-          Shuichi. - Murmuró antes de bajar, lento por su cuello.

 

Shuichi tenía el sabor de Eiri en su boca, y no podía negarlo, quería volver a probarlo. Sentía los pequeños besos que Eiri daba sobre su cuello y clavícula, aumentando su expectativa y los deseos de sentir más. Las caricias que los dedos de Eiri le proporcionaban en su cintura y costados le nublaban la razón. Estaba abrumado por todos sus sentimientos, por lo que empezaba a sentir en esos momentos y por sus pensamientos revueltos. Los nervios lo traicionaban y la ansiedad lo invadía. Su corazón latía como loco, su cuerpo entero ardía y se estremecía, su estomago tenía un hueco extraño y molesto, su vientre hormigueaba, sentía que su respiración y pulso se aceleraban cada vez más. Deseaba que continuara, quería que se detuviera.  El miedo y el placer envolvían su ser

Abrió los labios, un pequeño y ahogado quejido escapo de ellos. Sus ojos ardían y las lágrimas escaparon de éstos.

 

-          ¿Shuichi? - Preguntó Eiri, quien detuvo sus acciones y lo miro, desde arriba.

-          Suéltame. - Pidió Shuichi.

-          Shu...

 

Había una extraña sensación de Deja vú en la situación, algo similar había ocurrido tiempo atrás, no tenía duda de eso.

 

-          ¡Qué me sueltes! ¡Déjame tranquilo! ¡Vete de aquí! ¡No te quiero ver!

 

Shuichi forcejeó un poco, serpenteando su cuerpo y lanzando algunos golpes a Eiri, quien se levantó de cama. Fue entonces, que Yuki se dio cuenta de lo que estaba sucediendo ¡De lo que estuvo a punto de hacer! Y de que algo muy parecido ocurriera la última noche que había estado en Turandot.

¡¿Qué demonios!? Se dejo llevar. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¡Maldita sea! Había ido para hablar con Shuichi, no para hacerle el amor. Y sin embargo, no se arrepentía de haberlo besado y acariciado.

Shuichi se enderezó de la cama, quedándose sentado en ésta y llevando ambas manos a su cabeza, respirando con cierta dificultad a causa del llanto que, por todos los medios, trataba de controlar. No podía creer que Eiri pudiera someterlo tan fácilmente a sus deseos. No podía ser que estuviera tan enamorado de él.  Lo que más le extrañaba es que, a pesar de toda esa confusión que tenía, era realmente agradable estar de esa forma con Yuki, y una parte de él, quería seguir con todo eso. ¡Rayos! ¿Cómo podía ser eso posible? Que su determinación flaquera tan fácilmente. Se detestaba por eso.

Yuki, al ver la reacción de Shuichi, se preocupó. Era cierto que no se arrepentía de lo sucedido, pero para Shuichi, todo aquello parecía ser más fuerte que él. La situación se había salido de sus manos, ya no sabía cómo arreglar aquello, si es que tenía arreglo.  ¿Qué le hacía pensar que hablando con él las cosas iban a ser diferentes? ¡Ingenuo!

 

-          Lo siento.

-          ¿Crees que con eso vas a cambiar las cosas? - Reprochó Shuichi sin alzar la vista, alterado, enojado consigo mismo y con Eiri.

-          Tal vez no, pero... ahh ¡Demonios! - Giró sobre sus pies y se alejó un poco de Shuichi. - Yo he venido para hablar contigo, y tú no me has dejado ni decir media palabra.

-          ¿Y eso te da derecho para hacerme todo eso?

-          Ya me disculpe.

-          Y yo ya te dije que eso no arregla nada.

-          ¿Podrías no armar tanto problema y escucharme?

-          ¡No, no puedo! ¡Déjame en paz! - Levantó la mirada, y Yuki pudo ver los ojos rojos y brillantes de Shu, quien de nuevo retenía las lágrimas en estos. - ¿Qué quieres? ¿A qué has venido? ¿Por qué me haces esto? - Preguntó Shuichi. - Por qué no dejas de confundirme? - Pensó.

-          Vine a hablar contigo.

-          ¡Yo no quiero hablar contigo!

-          Quieras o no, tendrás que escucharme.

-          Di lo que quieras. Yo no escucharé nada de lo que digas.

 

¿Por qué demonios ese chico tenía que ser tan obstinado? Lo estaba sacando, por completo, de sus casillas. Su sangre hirvió dentro de sus venas y su cabeza se calentó, quitándole un poco de razón para pensar.

 

-          ¿Quieres que me vaya? - No era una pregunta, sino una afirmación.

-          ¡Sí! Quiero que te vayas.

 

Yuki apretó los dientes levemente, escuchar aquella respuesta fue más duro de lo que creyó. Bajo levemente el rostro, permitiendo que sus cabellos ocultaran sus ojos. ¿En verdad tendría caso hablar con Shuichi? No lo sabía. No lo creía.

 

-          ¿Eso es lo que quieres de mí?

-          ¡Quiero que me dejes en paz! - Le grito. - Quiero que me dejes de confundir. -Pensó

 

Lo quería, no lo quería, quería que lo quisiera, quería que no lo quisiera, quería saber que sentía por él, no quería saberlo, quería quererlo siempre, quería dejar de quererlo, quería que fuera feliz, quería ser feliz, quería amarlo y al mismo tiempo, dejar de hacerlo.

Shuichi era un torrente de confusión que hablaba en ese momento por él. No sabía lo que quería ni lo que estaba sintiendo en ese momento. Lo único que deseaba en esos momentos era estar sólo para poder llorar hasta el cansancio y sin pensar en nada. Sin pensar en Yuki.

 

-          ¡Lárgate! - Gritó Shuichi.

-          Cómo quieras. - Eiri dio media vuelta y caminó hacia la salida.

 

Shuichi escuchó claramente las pisadas de Eiri mientras se alejaba. ¿Qué? ¿Se iba? ¿Así nada más? ¿No iba a insistir más? ¿No le iba a decir nada mas? ¿No iba a intentar, una vez más, hablar con él? ¿No volvería a besarlo? ¿Lo iba a dejar tan fácil? ¿Qué no quería hablar con él?

 

¡¿Qué estaba pensando?! Cómo se le ocurría todo eso. ¡Imposible! Yuki se iba a casar con alguien más. No podía pensar ni imaginar esas cosas. Lo mejor era irse y dejarlo en paz. Desaparecer de su vida por completo y rehacer la suya como pudiera.

Todo eso sucedía por culpa de Eiri, por los sentimientos que desataba en él, por lo confundido que lo tenía. Todo se debía al gran amor que le tenía, a saber que no podía estar con él, a no tener la fuerza para decirle lo que sentía en realidad, por esos sentimientos, por todo eso él...

 

-          Te detesto - Dijo Shuichi de pronto, hablando para sí mismo pero sin darse cuenta de que las palabras escaparon de su boca.

 

Eiri se detuvo en seco, sorprendido por la frase. Sentía que el mundo bajo sus pies se movía vertiginosamente y el aire en sus pulmones de congelaba. No podía creer lo que estaba escuchando. No... imposible... No después de todos esos momentos que pasaron juntos.

Recordó los besos que le robó, uno tras otro, y a cada uno de ellos Shuichi correspondió; al igual que a las caricias y a las miradas que llegaban a darse.

 

Te detesto. Te detesto. Te detesto. Te detesto.

 

No, eso no era verdad, no podía ser verdad, se negaba a creer que lo fuera.

No ¡No lo era!

Giró sobre sus pies y regresó sobre sus pasos.

 

-          Eso es mentira. - Dijo.

-          ¿Eh?

-          Tu no me detestas.

 

Shuichi no entendía de que hablaba Eiri. ¿Qué lo detestaba? ¿De dónde sacaba eso?

 

-          Dime que sientes por mí.

 

Llegó hasta la cama y apoyó sus manos en esta, acercándose a Shuichi, provocando que el rostro de ambos quedara a escasos centímetros de distancia.

Shuichi sintió su corazón - una vez más - palpitar con fuerza, tenía esos ojos color ámbar mirándolo con determinación y la respiración de Eiri acariciando su rostro con sutileza, sus mejillas se tornaron carmín ante aquella proximidad que invadía su espacio personal.

Se sentía y sabía acechado por Yuki y, extrañamente, aquello le gustaba. Eiri podía romper todas sus barreras y crear un mundo sólo para ellos dos, eso lo tenía cautivado y al mismo tiempo, cohibido, irritado, confundido y molesto.

 

-          ¿Por qué no dices nada? ¿Cómo debo interpretar su silencio?

-          ¿Eh? - Shuichi salió de su extraña ensoñación y miro fijamente los ojos de Eiri. - a-aléjate. - Pidió, reaccionando de repente.

-          No hasta que me respondas.

-          Responder ¿qué?

-          ¿Que sientes por mi?

 

Shuichi lo miró sorprendido por unos segundos. Esa pregunta tan directa tenía una sola respuesta, una que moría por decir, pero que, al mismo tiempo temía salir. Sintió su rostro arder y, con timidez, volteó el rostro hacia un lado para dejar de ver aquellos ojos que lo dominaban.

 

-          Estas muy cerca.

-          No evadas la pregunta y responde.

-          Aléjate.

-          ¡Ya basta! - Eiri levantó una mano y con ella tomó con firmeza el mentón de Shuichi y lo hizo, a la fuerza, voltear para que lo viera.

 

Shuichi, ante ese acto, se enojo. Yuki lo estaba tratando como un crío. En cierta forma, sentía que no lo estaba viendo como un adulto, sino como un niño que, necio en su berrinche, desobedece a su padre.

Trató de liberarse, pero la mano de Yuki ejercía una presión férrea en su rostro, a pesar de ello, se daba cuenta de que no tenía la fuerza suficiente para lastimarlo; y aun así, eso no le gustaba. Quería que lo soltará, que lo dejara en paz, que dejara de usarlo a su conveniencia, que sólo estuviera con él cuando quería. ¿Por qué tenía que ceder siempre a los deseos de Eiri? ¿Por qué Yuki no podía acceder a los suyos?

 

-          Ya suéltame.

-          Dime que sientes por mí.

-          ¿Por qué debería hacerlo?

-          Porque quiero saberlo.

-          ¿Y qué hay de lo que yo quiero?

-          ¡Jah! Ahora resulta que sabes lo que quieres.

-          ¡Claro que lo sé!

-          Y ¿Qué es?

-          ¡Quiero que me dejes en paz!

-          Bien. Eso hare, pero antes tendrás que responder lo que te he preguntado.

-          ¿Qué cosa?

-          ¿Me amas?

 

¿Qué si lo amaba? ¡¿Le estaba preguntando que si lo amaba?! ¿Acaso la respuesta no era lógica desde un inicio? ¿Por qué preguntaba aquello que era obvio?

Por un momento pensó en responder afirmativamente, decirle lo loca, irrevocable y estúpidamente enamorado que estaba. Pero algo le detenía a hablar, una sensación de dolor que estrujaba su corazón y laceraba su pecho. ¿De qué servía responderle con la verdad ahora, si estaba a horas de su boda? ¿Cómo saber que no se volvería a burlar de él? ¿Que aquello no era más que un juego más?

Las dudas se volvieron molestas y esa molestia se convirtió en enojo, uno que cada vez se iba haciendo más y más intenso, hasta llegar al grado de la ira; la cual calentó su cabeza más de lo que ya estaba, nublando todos sus sentimientos y ardiendo en llamas que se llevaban el dolor y  dejaban únicamente una rabia que lo consumía por completo; provocando que sólo pensara en librarse de Yuki, y si para hacerlo tenía que decir cosas hirientes ¡Lo haría!

Quería lastimarlo, herirlo profundamente. Demostrarle que él también podía ser cruel. Que probará lo mismo, o algo parecido, a lo que él sintió cuando lo dejo, a lo que él sentía en ese momento.

 

-          Responde. - Insistió Eiri. - ¿Me amas?

-          ¿Cómo puedes preguntar eso después de lo que me hiciste?

-          ¿Lo que te hice?

-          ¡Jugaste conmigo! ¿Te parece poco?

 

Eiri no respondió, aquello era algo ante lo que no tenía una respuesta para refutar. Sabía que lo había hecho, y también sabía que se arrepentía de ello. Si hubiera alguna forma de arreglarlo, lo haría, pero - sinceramente - no encontraba ninguna.

 

-          No tienes una idea de cuánto me lastimaste. ¡Me rompiste el corazón!

-          Eso... eso quiere decir que en verdad sentías algo por mí.

-          En verdad llegue a quererte. - Dijo. - Y no sé cuando empecé a amarte. - Pensó.

-          ¿Por que hablas en pasado?

-          Porque eso quedo en el pasado.

-          ¿Significa que ya no me quieres?

-          No, no te quiero. - Le sostuvo la mirada. - Te amo. - Pensó. - Deje de quererte desde que dejaste Turandot.

-          No te creo.

-          No me importa.

-          No se puede dejar de querer tan fácilmente.

-          ¿Cómo querer a quien jugó contigo?

-          Si no me quieres, entonces ¿Por qué...? - su pregunta quedó inconclusa, sentía que su corazón latía de forma extraña, como si una parte él temiera continuar con aquello, mientras otra quería aclararlo todo.

-          ¿Por qué, qué? - Preguntó Shuichi, dándole cierto valor a Eiri, quien hablo sin más.

-          ¿Por qué dejas que me acerque tanto a ti? - Se aproximó un poco más a él, dejando sólo milímetros de separación. - ¿Por qué no dices nada cuando te acaricio o te abrazó? - Levantó una mano y la colocó sobre la de Shuichi, entrelazando levemente sus dedos con los de Shu. - ¿Por qué me miras de esa manera cuando te veo? - Podían reflejarse en el rostro del otro, notando que sus miradas estaban, mágicamente, conectadas. - ¿Por qué respondes mis besos? - Murmuró con un extraño tono en su voz, uno que, sutilmente, demostraba que aquello le estaba lastimando.

 

Shuichi no respondió, aquellas preguntas lo tomaron desprevenido. ¿Que podía responder a eso? Sólo la verdad.

Yuki, por su parte, notó un atisbo de duda y sorpresa en los ojos de Shuichi. Se dio cuenta de que aquel cuestionario era algo que el joven príncipe no esperaba. Lo vio abrir los labios para responder, pero sin que una palabra saliera de sus vacilantes labios, esos que tantas veces había besado y de los que no se cansaba.

No fue consciente de sus actos. Su mirada de situó en aquella suculenta boca entreabierta y poco a poco se fue acercando a él, quería terminar con la distancia que los separaba y robar un nuevo beso de sus labios.

Shuichi, sintió aquellos labios sobre los suyos, apenas tocándolo, provocando  que su boca ardiera y hormigueará agradablemente.

Pensó en corresponder el beso, también pensó en rechazarlo... sin embargo, no hizo nada. El aturdimiento lo dejo estático como una estatua; sintiendo los labios de Yuki y su lengua acariciando la parte interna de sus labios para incitarlo.

Fue como besar a una piedra, no había respuesta alguna, ni de aprobación ni de rechazo. ¿Qué significaba eso? ¿No lo amaba? ¿Lo odia? ¿No sentía nada por él? ¿Estaba aturdido? Yuki no lo sabía, pero era algo que no le gustaba en absoluto. Sintió el miedo recorrer su cuerpo en un espantoso escalofrío. Era como si estuviera perdiendo a Shuichi, aun cuando, en realidad, no lo tenía.

Lentamente se separó de Shuichi, notando que este lo veía con sus grandes ojos color violeta, pero era una mirada extraña, una que no comprendía. Era como si no sintiera nada.

Pero en realidad. Shu tenía un tumulto de enredadas y contradictorias emociones en su ser, que, de tan confundidas y mezcladas que estaban, ya no sabía cómo explicarlas.

 

-          ¿No sientes nada por mi? - Pregunto Eiri.

-          N-no he dicho eso. - Dijo Shuichi.

 

Ahora que, de nuevo tenía Eiri separado de él, tan cerca y tan lejos, sintiendo su sabor en su boca. las emociones se volvieron un huracán. Yuki lo desconcertaba, lo mareaba, lo aturdía; y eso lo hacía enojar. Detestaba sentirse así, y más sabiendo que Yuki era el causante. ¡Yuki era el culpable de todo eso! De nuevo la rabia regreso a él, aún con más fuerza debido a aquel último beso, a ese que no supo cómo responder y que lo hacía sentir y dejaba como un total y completo estúpido.

Estaba molesto con Yuki, consigo mismo, con la situación y con el mismo amor que le profesara. Ese maldito sentimiento que quería arrancarse de raíz para dejar de sentir como lo laceraba y quemada desde las entrañas.

 

-          Te odio. - Dijo Shuichi de pronto.

 

El mundo de Eiri se movió bajo sus pies.

 

-          ¿Eso... es lo que sientes por mi? - Preguntó, temeroso de la respuesta.

 

¿Eso era lo sentía por Eiri? Si, lo sentía. Sentía tanto, lo sentía todo por él.

Bajo levemente la mirada y musito aquel sentimiento que inundaba su cabeza, quemándole el cerebro.

 

-          Te odio.

 

Shuichi las sentía y sabía ciertas. En esos momentos eso era lo que sentía por Yuki.

Eiri lo miró con sorpresa por unos segundos.

 

-          No. No lo dices en verdad.

-          Lo es. - Lo miró. - No tienes una idea de cuánto te odio. - Dijo, apenas separando los labios, con un tono de voz lleno de rencor y sufrimiento. - Te odio por lo que me has hecho. Odio amarte de esta manera. - Pensó.

 

Aquel sentimiento era lacerante. Tanto que dolía profundamente, como nunca antes le había dolido.

 

-          No es la primera vez que me lo dices.

-          Lo sé. - Dijo, recordando que eso mismo se lo dijo cuando dejo Turandot. - Ya deberías de hacerte a la idea.

-          Si me odias. ¿Por qué viniste?

-          Vine porque tenía que decirte eso. - Respondió. - Tenía que terminar con todo esto. - Pensó

-          ¿Por qué me dijiste que querías saber la verdad?

-          Para poder odiarte con más fuerza. - Respondió. - Para poder olvidarte. - Pensó.

-          ¿Por qué te enfrentaste a Suguru?

-          Eso fue por orgullo.

-          ¿Por qué esa noche me deseaste felicidad?

-          Para que me dejes en paz.

 

Respondió a cada pregunta sin pensar, con palabras que demostraran el odio que sentía en esos momentos. Ese delgado hilo de sentimientos encontrados, que parecían contradictorios pero que en realidad no lo eran. Esos sentimientos que lastimaban y sanaban su corazón con la presencia de Yuki. Lo que dijo, era una parte oculta de sus motivos, una verdad a medias que el mismo se negaba a ver en un inicio y que ahora salían de su boca sin control alguno, mientras otra parte quedaba atrapada en su mente. Cada respuesta tenía un trasfondo que, en esos momentos, Eiri no alcanzaba a ver, debido al shock de esas respuestas tan directas.

 

Eiri lo miraba fijamente a los ojos, sintiendo que de ellos emanaba algo que no sabía ni podía interpretar. ¿En verdad Shuichi sentía eso por él? De ser así. ¿Qué caso tenía haber ido esa noche a hablar con él? No, sí que tenía caso. Habían cerrado ese ciclo, esa extraña, confusa y dispersa relación que tuvieron. No de la mejor manera, no había terminado bien. Pero ahora, podían avanzar. O eso es lo que ambos querían creer.

 

El silencio inundo la habitación, mientras ambos se veían a los ojos y sentían sus respiraciones mezclarse. Todo eso parecía irreal, sus cuerpos estaban a escasos centímetros, y sabía que había un mundo entero que los separaba.

 

-          ¿Eso es todo lo que tienes que decir? - Preguntó Yuki.

-          ¿Hay más?

-          Al menos no de tu parte. - Eiri se movió, alejándose de Shuichi y caminando hacia la salida.

-          ¿Cómo que no de mi parte? - Shuichi lo detuvo con esa pregunta.

-          Te lo dije desde que vine: Tenía que hablar contigo. Había algo que quería decirte.

-          ¿Qué cosa?

-          ¿Ahora sí quieres escuchar?

 

Shuichi se quedó callado y bajo el rostro. Eso era cierto. Desde un inició Eiri había ido a verlo para hablar de algo, y él no lo dejo en ningún momento. Ahora que habían cerrado el circulo ¿Qué caso tenía escuchar sus palabras?

Escuchó que Yuki abrió la puerta, pero antes de salir dijo.

 

-          Vine porque creí que podríamos arreglar algo. Ahora veo que no.

 

Shuichi levantó el rostro y lo miró con sorpresa. Sintiendo algo extraño ante esas palabras. ¿Arreglar algo? ¿Arreglar qué? ¿Había algo que tenía arreglo?

 

-          Adiós. - Dijo Eiri, saliendo de la habitación, cerrando la puerta.

 

Adiós. Adiós. Adiós.

 

Eso era el final. Todo terminaba ahí. Ya no había nada más.

No sabía que sentía en esos monumentos. Por un lado sentía la soledad que lo absorbía tras la partida de Eiri, por otro lado, un alivio al recuperar el espacio que tanto necesitaba.

La adrenalina recorría todo su ser, de una forma agresiva y molesta. No sabía qué era lo que estaba sintiendo, pero sumado a eso, estaba el hecho de que ya no sentía su corazón latir, como si se hubiera parado, no... como si hubiera desaparecido y en su lugar quedara un espacio vacío; era un hueco que quedo tras la ausencia de Yuki, tras aquel "Adiós" que terminaba con todo.

 

Una pequeña parte de él quería suspirar y sentirse aliviado de que todo aquello hubiera terminado de una vez por todas.

Pero mayormente, sentía la necesidad de verlo, volver a sentir sus manos en su piel, sus besos en su boca y sus labios murmurando su nombre. Era una necesidad imperiosa que empezaba a sofocarlo, provocando que se arrepintiera de haberlo corrido.

 

-          Yuki... ven. - Suplicó en un murmullo. - No me dejes, no lo hagas. - Sintió que las lágrimas comenzaron a resbalar de sus ojos. - Te amo.

 

Era difícil tener a Yuki tan lejos y cerca al mismo tiempo. Pero saberlo total y completamente fuera de su mundo, era algo devastador para él.

 

Yuki, Yuki, Yuki.

 

No podía sacárselo de la cabeza, aunque ahora, ya no sabía que pensar de él. Estaba aún más confundido, perdido entre las últimas palabras y aquella despedida que, para él, eran contradictorias.

Eiri no se había dado cuenta de que esas palabras, habían creado una brecha en el ciclo, como una cadena que se rompe del fragmento más delgado ante una pequeña y suave tensión sobre ella. Pero que también cerró la puerta con su "Adiós"

 

¿Por qué se sentía de esa manera? ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado?

¡¿Porque tenía que pasar eso?! ¿Cómo debía interpretar todo eso?

 

Se sentía estúpido, como un niño ignorante. ¿Por qué se enamoro de él si lo había lastimado? ¿Por qué lo seguía amando si no podían estar juntos? ¿Cómo decirle al hombre que amaba lo que sentía cuando este le dijo que sólo era un juego y se estaba comprometido con alguien más? ¿Cómo sincerarse tan fácilmente? ¿Cómo no extrañarlo? ¿Cómo no amarlo cuando lo cuidaba tanto? ¿Cómo no querer sus besos y caricias? ¡¿Qué debía sentir por él?!

 

Eiri le había demostrado que no era indiferente a él.

Porque lo había salvado en diversas ocasiones, arriesgándose a sí mismo.

Porque lo miraba de una forma en la que nunca nadie lo había mirado.

Porque había dicho su nombre entre sueños y en otras ocasiones de una forma muy agradable.

 

¡¿Qué tontería?! Eso no significaba absolutamente nada.

Pudo haberlo salvado por simple solidaridad.

Podía besarlo sin sentir nada.

Podía mirarlos por otras razones.

Podía decir su nombre entre sueños porque soñaba con él, pero eso no quería decir que fuera un sueño romántico.

Podía decir su nombre porque es normal llamar a las personas por su nombre.

 

Y aún así, que agradable era creer que en verdad lo amaba; que - a pesar de todo - en verdad sentía algo por él.

 

Todo eso lo confundía. Eiri lo confundía como nunca nadie lo había hecho; y dolía, le dolía mucho todo eso.

¿Por qué tenía que amarlo tanto? ¿Por qué amar a quien no te ama? ¡Eso era! ¡Eiri no lo amaba! ¡No podía amarlo! Debía convencerse de eso.

 

-          No me ama, no me ama, no me ama, no me ama... - Se repitió una y otra vez, como un mantra eterno, aunque ya no podía creer del todo esas palabras.

 

Porque no podía amarlo.

¿Cómo amarlo cuando le dijo que fue un juego?

Y aún así, su voz varias veces le dijo que "estaba a salvo"

¿Cómo creer que lo amaba cuando se burlaba de su torpeza?

Aunque esas mismas burlas y peleas fueran las más divertidas que hubiera.

¿Cómo lo iba a querer cuando lo vio de esa forma tan despectiva?

Aun cuando decenas de ocasiones lo mirara como si fuera lo único en su mundo.

¿Cómo creer que lo quería cuando su mano había sido el apoyo de la de Fujisaki?

Esas mismas manos que lo acogían, acariciaban, abrazaban y protegían con delicadeza.

¿Cómo pensar que lo amaba cuando sus labios se movieron para decirle que lo dejaba?

Aquellos labios que tantas veces lo habían besado como si el alma se le fuera en ello.

¿Cómo poder amarlo cuando lo abandona?

Sabiendo que en diversas ocasiones, había corrido hacia él para salvarlo de mortales peligros.

¿Cómo poder amarlo cuando iba a casarse con alguien más?

Aunque esa misma noche haya ido a buscarlo para hablar con él.

 

¿Cómo no amarlo? ¿Cómo no odiarlo? ¿Que pesaba más? ¿Dónde empezaba uno y terminaba el otro?

 

-          Te odio, te odio tanto... - Sus lágrimas seguían brotando de sus ojos, a pesar de ya tener zurcos marcados en sus mejillas. - Te odio por hacerme esto... Odio amarte de esta manera... Yuki...

 

Vine porque creí que podríamos arreglar algo. Ahora veo que no.

 

¿Qué significaba eso? ¿En verdad su relación tenía arreglo? Quizá, si lo hubiera dejado hablar, las cosas ahora serían diferente; quizá no.

Tal vez ahora estarían juntos, tal vez estarían separados pero en buenos términos, a lo mejor estarían peor que ahora.

Pero ¿Por qué no lo dejo hablar? Fue por miedo, porque, dijera lo que dijera, no quería volver a escuchar que Eiri se burlará de él, que le dijera que no lo amaba. No lo soportaría. Aunque... esas palabras indicaban totalmente lo contrario. ¿Era cierto eso? ¿Yuki sentía algo por él? ¿O era sólo una vana ilusión?

 

¿Por qué las cosas se torcieron de esa manera?

Quizá, si hubiera respirado lento, muy lento y controlado sus sentimientos y emociones, habría podido tener una plática civilizada con él.

¿Qué sentido tenía pensar en eso ahora? Eiri ya no estaba ahí.

 

Se acostó boca abajo en la cama, abrazando la almohada y llorando con más fuerzas, sintiendo sus sentimientos acumulados en su ser, junto a la imagen de Yuki.

Quería gritar de dolor, gritar a todo pulmón el nombre de Yuki y el amor que le profesaba, esas palabras tan importantes que, ahora sabía, Yuki nunca escucharía.

Ahogó un lamento, diciendo contra la almohada ese "Te amo" que tanto dolor le causaba.

Y sin parar de llorar, sintió como todos los recuerdos de Eiri llegaron a su mente, como una incesante lluvia que quemaba y refrescaba al mismo tiempo.

Y quiso desde lo más hondo de su corazón, regresar el tiempo, tener una nueva oportunidad para dejar que Yuki hablará, para escucharlo, para no ser tan necio. Pero no. Todo estaba perdido y sólo le quedaba, llorar sobre la leche derramada.

Y así lo hizo, lloró hasta el cansancio, hasta que las lágrimas se le secaron, ahogando sus gritos en la almohada, llamando a Yuki una y otra vez, repitiendo intensamente lo mucho que lo amaba y odiaba al mismo tiempo.

 

Yuki, Yuki, Yuki... una y otra vez, su mente lo recordaba en todo momento, en lo bueno y lo malo. Cada uno de sus gestos, cada una de sus palabras, cada mirada, cada caricia, cada beso. Eiri había grabado su presencia en su ser sin que se diera cuenta. Lo había llenado de él. Y ahora... no lo podía tener.

¿Por qué? ¿Por qué la vida tenía que ser tan cruel? ¿Por qué tuvo que enamorarse de él? ¿Por qué no se dio cuenta antes de sus sentimientos? ¿Por qué Eiri estaba comprometido? ¿Por qué jugó con él? ¿Por qué lo enamoró? ¿Por qué lo besaba de esa forma? ¿Por qué lo salvaba y cuidaba? ¿Por que seguía confundiéndolo? ¿Por qué no podía dejar de amarlo?

Y sobre todo... ¿Que sentía Eiri por él? Ya no lo sabía.

 

Tocaron a la puerta. Shuichi se sobresalto levemente y abrió los ojos.

Se enderezó de la cama y miró hacia la puerta. Se sentía un poco desorientado. No sabía qué hora era, no sabía si había dormido o no, no estaba seguro de que todo aquello lo hubiera soñado o lo había pensado en vigilia. Sólo sabía que se sentía cansado, triste y más confundido que horas atrás.

 

Volvieron a tocar la puerta antes de que la abrieran.

 

-          Shuichi. - Dijo su hermano, colando su cabeza por la puerta.

-          Ryu. - Musito Shu al verlo entrar, vestido con un elegante traje de color verde esmeralda con vivos en blanco y bordados dorados y una capa con los mismos colores.

-          Shu ¿Qué pasa? ¿Te ves horrible?

-          ¿Eh? - Shuichi recordó que toda la noche lloró por Eiri, no dudaba tener cara de muerto.

-          Tampoco te has arreglado; y queda poco tiempo.

-          ¿Arreglado? - Musito, mirando que su hermano caminaba hasta la puerta del balcón y la abría, mostrando que los rayos del sol ya estaban en lo alto.

 

¿Qué hora sería? ¿Cuánto tiempo estuvo llorando? ¿Cuánto faltaba para la boda? Shuichi sintió que algo le oprimía el pecho de forma molesta y dolorosa. Eso no podía ser cierto. No podía ser cierto, no debía ser cierto, no quería que fuera cierto. ¡NO!

 

-          ¿Shuichi? - Preguntó Ryu al ver a su hermano ido.

 

Se acercó a él y tomo su rostro de los costados.

 

-          Natura, estas helado. - Dijo al sentir su piel fría.

 

Se retiró la capa y la colocó atrás de los hombros de Shu, quien se estremeció levemente al sentir lo cálido de aquella prenda en su espalda.

 

-          Date un baño rápido mientras pido a una doncella que arregle tu ropa.

 

Aquellas palabras cayeron con un gran peso en él. Durante todo ese tiempo, hasta ese momento, Shuichi, a pesar de saber de la boda, sentía aquel evento lejano, irreal y bizarro; ahora era algo real, tangible.

Se estremeció levemente, sintiendo que las pocas fuerzas que le quedaban se iban al carajo, junto con todo su ánimo.

Quería cerrar los ojos y pensar que todo aquello era un mal sueño, una pesadilla que desaparecería cuando volviera a abrir los ojos. Quería olvidar todo eso, darse un golpe en la cabeza que le ocasionara amnesia para, nunca más, recordar a Yuki. Quería que ese día terminará, es más, que jamás hubiera llegado. Deseaba dormir y olvidarse de todo y de todos... olvidar a Yuki.

A pesar de llorar toda la noche, sintió que de nuevo sus ojos picaban por las lágrimas que querían volver a brotar, la mirada se le volvió acuosa.

 

-          ¿Shu?

-          No quiero ir.

-          ¿Eh? Pero... Eiri me dijo que ayer ustedes hablaron, que ya todo estaba solucionado entre ustedes.

-          No... no quiero ir... - Bajo la mirada. - No podría verlo. yo... yo no...

-          Shuichi...

 

Sabía que le sería imposible soportar semejante visión. Ver al hombre que ama al lado de otra persona frente al altar, era una imagen que carcomía su alma por completo.

 

Ryuichi miró a su hermano con tristeza. Sentía que no había algo que pudiera hacer por él, y verlo así le rompía el alma. Se sentó a su lado y lo abrazó, sintiendo a Shu débil, como si apenas tuviera fuerza para mantenerse sentado en la cama.

Esa misma mañana, había visto a Eiri en el pasillo por simple casualidad, al principió le extraño verlo despierto tan temprano y más cuando notó su rostro relajado, aunque podía sentir un aura taciturna rodeándolo; sin embargo, cuando le preguntó si estaba bien. Eiri sólo le dijo que: "ya todo está bien" y siguió su camino, como si nada. Ryu comprendió aquello como un "ya hable y aclare las cosas con tu hermano", ahora se daba cuenta de que, en realidad no era así, todo indicaba que, aquella charla intentó cerrar un cicló, pero que no lo logró.

 

-          Shu. Amas a Yuki con toda tu alma, ¿verdad?

 

Shuichi asentó suavemente con la cabeza.

 

-          ¿Él sabe que lo amas?

-          él sabe... que lo odio.

-          ¿Por qué?

-          ¡Porque es verdad! Lo aborrezco. - Cerró los ojos con fuerza. - Odio que me haga sentir de esta manera; y me odio por no dejar de pensarlo.

-          ¿Sabes que siente Eiri por ti?

 

Se quedó callado por unos segundos.

Debía decir: "No lo sé"

Temía decir: "No siente nada."

Pero se moría porque su respuesta fuera un: "Me ama."  Aunque a esas dos palabras se le anteponía un "creo"

Sin embargo, la duda lo tenía peor que confundido y sólo pudo negar con la cabeza.

 

Ryuichi lo entendió todo, ninguno de los dos expreso algo en realidad, sólo buscaron lastimarse mutuamente, o eso es lo que parecía. Hablaron, pero no fueron claros. ¿Cómo cerrar algo cuando no se era sincero con la otra persona?

Sin embargo, él no podía llevarlos de la mano, como niños chiquitos, y estar ahí pidiéndoles que dijeran lo que sentía. No, debía nacer de ellos dos o vivir en la incertidumbre por siempre.

 

-          Shu. No te obligare a nada. - Le dijo. - Pero, creo que Eiri debe saber que sientes por él; y tú tienes derecho a saber que siente por ti. -

-          No... no puedo decirle... no ahora... ya no.

-          ¿Por qué no?

-          Es tarde.

-          Mientras haya vida, nunca será tarde.

 

Shu no respondió. Como si aquellas palabras ya no significaran algo para él.

Ryuichi suspiró en silencio y tras ello dio un pequeño beso en su frente.

 

-          Cierra el ciclo, Shu. O jamás podrás salir de él.

-          Ya... ya lo cerré.

-          No, no lo has hecho. Porque de lo contrario, podrías afrontar la situación, no seguir escapando de ella.

 

Se levantó de la cama y salió de la alcoba, dejando sólo a Shuichi, quien, simplemente se quedo sentado en su cama, con la cabeza baja y pensando en todo lo sucedido desde aquel primer y accidentado encuentro que había tenido con Yuki, hasta anoche, cuando se despidieran de esa forma tan extraña y cruel.

 

Sus discusiones, sus largas charlas, las veces que lo salvara, los besos que se dieran, todos esos momentos en los que habían estado juntos...

¿Cómo no se dio cuenta de sus sentimientos antes? Si todo indicaba que, desde hacía mucho, había empezado a amarlo. Tal vez, desde el inicio empezó a quererlo.

Pero, Eiri no lo quería,  porque jugó con él. ¡Se lo había dicho! Con una cruel sonrisa y una burla tangible en su voz.

¿Por qué se enamoró de él? ¿Por qué no podía dejar de amarlo?

 

-          Lo amo. - Pensó. - Siempre lo voy a amar.

 

+-+-+-

 

5 carruajes se encontraban en la entrada del palacio, esperando a que las personas subieran a él.

Suguru acaba de subir a uno de ellos, ayudado por dos soldados, ya que su pierna aún no sanaba bien, además de que su elaborado traje le limitaba la movilidad. Su atuendo constaba de escarpines blanco, calcillas del mismo color, un pantalón blanco corto que llegaba abajo de sus rodillas y terminaba con encaje blanco y un pequeño moño color rosa pálido a cada costado de su pierna, camisa blanca cubierta por un elaboradísimo abrigo que llegaba hasta medio muslo de color blanco y orilla color rosa pálido, las mangas estaba llenas de gruesos encajes blancos y dos moños rosas pálidos se ubicaban en éstas a la altura de las muñecas, el mismo abrigo tenía una pequeña capa  que llegaba hasta sus codos en elaborados encajes, en su pecho tenía otro moño rosado, más grande . A su punto de vista, parecía uno de esos muñecos de porcelana, pero termino accediendo a esa ropa, elegida por Mika y Judy, al ver lo emocionadas que ellas estaban al verlo.

 

-          Sólo les falto ponerme en un aparador. - Pensó resignado.

 

No le gustaba, en absoluto, la facha que tenía; aunque interiormente estaba agradecido de que esa dos mujeres no hubieran tenido la loca idea de ponerle un vestido.

 

-          Juro que es la última vez que dejo que me vistan.

 

 

 

Mientras tanto, Eiri salía del palacio con la cabeza baja, ocultando sus ojos tras su largo flequillo. Vestía zapatos de color blanco y un pantalón del mismo color, una camisa blanca con cuello Mao que tenía una delgada franja de color rojo, sobre este un saco que llegaba hasta medio muslo de color blanco, las empuñaduras estaban dobladas hacia afuera, dejando ver esa parte de color rojo con dos pequeños botones dorados; las solapas del saco también eran de color rojo y tenía un pequeño y discreto bordado dorado. Sobre sus ropas tenía una capa doble de color blanco por fuera y roja por dentro, la capa de abajo era más larga y caía hasta sus tobillos, delgados bordados rojos se ubicaban en la esquina de esta, la segunda capa, de arriba, llegaba a su cadera y tenía los mismos bordados  que la de abajo. Ambas eran sujetas con un broche dorado con una piedra roja en el centro, ubicado del lado izquierdo y que tenía una delgada cadena que abrochaba la capa hacia el lado derecho, dejando colgar un poco la cadena.

 

Bajó los escalones y caminó con parsimonia hacia el carruaje, sin embargo, a menos de 5 metros de él, se detuvo. Una extraña fuerza le decía que debía girar el rostro y ver hacia la ventana que daba a la habitación de Shuichi; no, lo que quería hacer, era regresar sobre sus pasos e ir con Shuichi y tratar por todos los medios de hablar con él, no quería que las cosas terminaran con ellos dos peleados de esa forma.

 

Te odio.

 

¡Qué tontería! Las cosas ya estaban concluidas, de nada servía pensar en un "debería hacer". Se hizo lo que se pudo y ya. Cerró los puños con fuerza, y caminó, sin mirar atrás en ningún momento.

 

-          Yuki.

 

Eiri se detuvo y volteó para ver a la persona que lo llamaba.

 

-          ¿Estás seguro de esto?

-          ¿De qué hablas, Ryuichi?

-          Hace rato, cuando me dijiste eso, yo... creí que habían arreglado algo.

-          Como te dije: ya está todo bien.

-          Yo no creo que lo éste.

-          Creerlo o no, es elección tuya, no mía.

-          ¿En verdad arreglaron algo?

-          Repito: Ya todo está bien.

-          ¿Cómo puede estarlo si los dos...

-          Escucha bien. - Interrumpió Eiri. - Lo que muere, muerto esta. - Le dio la espalda y se fue.

 

Ryuichi no podía creer lo que estaba escuchando. Eso no era una respuesta, de ninguno de los dos obtuvo una respuesta en realidad; ambos sólo hablaron con necesidad. Con el objetivo de tener la razón, de convencerse a sí mismos de que estaban haciendo lo correcto.

 

-          Eso no es... - Ryu trató de seguirlo, pero la mano de alguien en su hombro lo detuvo.

-          Déjalos, Ryuichi. - Dijo el padre de Eiri.

-          Pero...

-          Hiciste lo que pudiste. Si ellos no quieren, no hay más.

-          Si... tiene razón. - Bajo la mirada.

 

 

 

Eiri subió al carruaje sin ver a Suguru, aún tenía la palabras de Ryuichi en la cabeza y no sabía cómo sentirse con ellas.

Una parte suya quería ir con Shuichi, bajar del carruaje y correr a su habitación, acercarse a él e intentar hablar con él de nuevo, de ser necesario, obligarlo a escuchar todo lo que tenía que decirle; pero algo lo detenía, y eso era el "te odio" que le dijo, aquellas palabras que embargaban un sentimientos tan profundo.

 

-          Lo que muere, muerto esta. Aunque duela. - Pensó.

 

No, debía olvidar lo que Ryuichi le quiso dar a entender, también debía olvidar ese escozor que tenía y el hormigueó que le decía que fuera a buscarlo. Ya estaba en el carruaje y cumpliría con aquel compromiso, necesitaba despejar su mente, relajarse, y que mejor manera que platicando para usar la cabeza en algo. Giró para ver a Suguru y al momento se quedo callado, mirándolo de pies a cabeza con la boca entreabierta.

 

-          ¿Qué demonios traes puesto? - Preguntó al mismo tiempo que arqueaba una ceja.

 

No es que se viera mal, sólo que era... muy extravagante.

Suguru era muy elegante al vestir, pero no recordaba nunca haberlo visto con tantos encajes y moños. De hecho, sabía que Fujisaki creía que eso era una exageración total. ¿Entonces, por qué?

 

-          Es obra de tía Mika y tía Judy. - Respondió con la vista fija en la ventana.

 

Conociéndolas, eso tenía mucha lógica.

De nuevo lo miró, revisando cada detalle de su atuendo y pensando en que decirle.

 

-          Te vez... amm……

-          Ni un sólo adjetivo acerca de mi atuendo. - Literalmente lo ordenó.

 

Sabía que Eiri, en cualquier momento, soltaría un comentario sarcástico. ¿Qué le diría? ¿Que parecía muñeca? ¿Que parecía un merengue? ¿Un pastel? ¿Qué era lo más ridículo que había visto en su vida? No quería escuchar nada de eso, ya bastante fastidiado estaba consigo mismo como para todavía aguantar aquellas palabras. Ahora que lo pensaba, aun tenía que enfrentarse a Tatsuha ¡Natura! Con lo pesado que podía ser ese chico.

 

-          Como quieras. - Dijo Eiri al ver que Suguru se sumergía en sus pensamiento, sin ánimos de hablar.

 

Giró el rostro hacia la ventana para ver el paisaje, aunque en realidad no veía nada. En verdad había querido distraerse hablando con Fujisaki, pero al ver el pésimo estado de ánimo de éste, prefirió no hacerlo; aunque podía entender el porqué de su molestia.

Por otro lado, estar en completo silencio sólo le hacía pensar en Shuichi y en la discusión de ayer. No podía creer que todo terminará así, no quería creerlo, pero debía hacerse a la idea.

 

-          ¿Está todo bien? - Pregunto de pronto Suguru.

-          Si.

-          ¿Seguro?

-          Ya dije que sí.

 

Suguru se quedo callado y bajo levemente el rostro, sabía que algo preocupaba a Eiri, pero que no quería decírselo. ¿Acaso...?

Miró de nuevo hacia afuera, enfocando su vista hacia la ventana que conducía la habitación de Shuichi. Estaba al tanto de que la noche anterior, Yuki había ido a platicar con Shuichi, sin embargo, ya no sabía más.

Escuchó a los caballos relinchar y el carruaje comenzó su caminó hacia la iglesia.

Suguru miró a Eiri, quien fingía ver por la ventana con sus ojos ocultos tras su cabello, aunque Fujisaki pudo ver e interpretar aquella discreta y simulada mueca en la boca de Eiri.

¿Qué había sucedido entre ellos? Sin duda alguna, nada bueno.

Eso no le gustaba en absoluto, le ocasionaba un amargo sabor de boca.

 

+-+-+-

 

Escuchó el relinchar de unos caballos, seguido del sonido de varios carruajes avanzando. Se levantó de la cama y salió al balcón, vio que los carruajes se alejaban hacia una dirección que él desconocía, pero que, en cierta forma, también conocía.

En uno de esos carruajes iban Eiri y Suguru. No le quedaba duda de eso.

Le dolía, le quemaba.

 

-          Yuki. - Se llevó una mano al pecho. - A pesar de todo, no puedo dejarte de amar y... quiero que seas feliz, al lado de la persona que quieres.

 

Querer, querer...

 

"Te quiero"

 

Entonces lo recordó. Aquellas palabras que Eiri le había dicho la primera vez  que lo besara. Aquella noche en Turandot, cuando lo separó de él por miedo a lo que estaba sintiendo.

Yuki, entre beso y beso, le había dicho esas dos palabras. ¿Eran ciertas? ¿En aquel entonces lo eran?

 

"Te quiero"

 

Qué bien que  escuchaban esas palabras saliendo de la boca de Yuki, que delicioso era escucharlo de su voz. Que magnifico era saber que se lo había dicho a él.

 

"Te quiero"

 

¿En verdad lo quería? ¿Sólo mintió? No lo sabía.

¿Aquella vez si lo quería? Tal vez si, tal vez no...

Pero... si no lo quería:

¿Por qué lo salvó tantas veces?

¿Por qué lo cuidaba tanto?

¿Por qué lo besaba de esa forma?

¿Por qué fue a buscarlo anoche?

Acaso... acaso...

 

-          ¿Me quería? ¿Aún me quiere?

 

Su corazón latió con fuerza, no sabía la razón, ya que se creía y sabía muerto, pero su corazón palpitaba cada vez más y más fuerte, demostrándole que estaba vivo.

Los buenos recuerdos que tuvo con Yuki llegaron a su cabeza con una fuerza arrasadora, esta vez no con dolor, sino como buenos y nostálgicos recuerdos que lo hacían sentir, extrañamente bien. Cosas que quería volver a vivir con él.

Pero ¿cómo? Eiri estaba a punto de casarse y, anoche todo quedó finalizado.

Sin embargo:

¿Que pesaba más en su alma: un "jamás te quise" o un "te quiero"?

¿Que valía más: un "Creí que podíamos arreglar algo" o un "adiós"?

¿Qué palabras repitió más: un "fuiste un juego" o un "estas a salvo"?

¿Que era verdad y que mentira?

No lo sabía... pero quería saberlo. ¡Necesitaba saberlo!

 

La duda lo estaba matando. Debía preguntarle para tener la respuesta. ¡No! Quería y necesitaba hablar con él. Deseaba decirle lo que sentía.

 

-          Yuki. - Musito. -  te amo.

 

Sintió su corazón latir con fuerza en su pecho. Una fuerza desconocida le mantenía los pies pegados a ese lugar, mientras que otra fuerza misteriosa, picaba en su torrente sanguíneo y le impulsaba a moverse, a correr.

¡NO! ¿Qué estaba pensando? No podía ¡No debía!

 

Su razón le dictaba con todo control: "déjalo ir", renuncia a él.

Pero una voz oculta en su interior, un grito ahogado y acallado le suplicaba: "una vez más... inténtalo."

 

¿Por qué debía creerle a ese extraño murmullo?

Por que las palabras son capaces de mentir, los actos no.

Y Yuki, con sus actos le había demostrado - o quería creer - que sentía algo por él.

Lo salvo, arriesgo su vida una y otra vez, siempre estaba atento a él, siempre, de alguna forma y otra, era por él.

 

-          Por mí... él por mí, ha hecho tanto...

 

Apretó los puños con fuerza, giró bruscamente y salió de su alcoba, la capa de Ryu cayó en algún lugar de la habitación, pero eso no le importó. Corrió por el largo corredor y bajo los escalones lo más rápido que sus pies dieron.

 

Tenía que ir con Yuki, debía decirle que lo amaba, quería saber que sentía por él. ¡Necesitaba respuestas!

 

Al llegar a los jardines, dos guardias lo miraron con sorpresa y extrañeza.

Shuichi respiraba agitado y su facha era un desastre total, con el cabello revuelto, el camisón cubriendo su cuerpo, descalzo, el rostro marcado de surcos de lágrimas secas, los labios levemente secos, la nariz roja de frío y los ojos ligeramente rojos.

 

-          Un caballo. - Les dijo sin aliento.

-          ¿Eh?

-          ¡Un caballo, ahora! - Ordenó.

-          A la orden.

 

Los guardias se movieron con rapidez, colocando una silla de montar en un caballo negro azabache y ajustándola rápidamente, ante la apremiante mirada de Shuichi, quien no dejaba de respirar agitado y con los labios entreabiertos, como si algo lo preocupara y le produjera una falta de aire.

 

-          Su majestad. - Dijo uno de los guardias.

 

Shuichi subió al caballo, su camisón se levantó, descubriendo un poco más de la mitad de sus muslos. Los soldados no pudieron evitar sonrojarse al ver las torneadas piernas de Shuichi, pero eso era algo que a Shuichi no le importaba en absoluto, al menos  no en esos momentos.

Tomó las riendas del animal con fuerza y lo giró hacia la entrada.

 

-          ¡¿La iglesia?! - Dijo al montar.

-          ¿Eh? Ahh... A-al noreste. - Dijo uno de los guardia, señalando con su mano la salida del palacio. - Gire en la pan... es-espere... ¡Majestad!

 

Shuichi golpeó los costados del caballo y salió disparado hacia la salida, sin esperar ninguna otra indicación del paradero de la iglesia.

Sentía el frio viento del alba golpear su rostro con fuerza; los rayos del sol, a pesar de brillar, no alcanzaban a calentar el suelo que se cubría con una ligera neblina que tapaba los cascos del animal que trotaba hacia donde Shu le ordenaba.

Respiraba con la boca abierta y su cuerpo se enfriaba cada vez más y más, aunque su corazón palpitaba con fuerza y descontrol, mientras que su vista se enfocaba únicamente en el camino delante de él.

Sus emociones eran un caos total que no lo dejaban pensar con claridad. En esos momentos sólo se dejaba controlar por lo que sentía y quería. Debía llegar a tiempo.

 

Algunas personas del pueblo, que aquel día madrugaron, miraban con sorpresa cuando escuchaban los cascos del caballo pasar, extrañados de ver a aquel desaliñado joven sobre uno de los caballos reales; pero eran incapaz de reconocerlo por el poco tiempo que tenía Shu ahí y por la velocidad a la que pasaba.

 

Shuichi daba vueltas entre las calles, siempre girando hacia el noreste. Sabía que no conocía esas calles y que estaba perdido. Pero no quería detenerse, tarde que temprano tendría que llegar a la iglesia. ¡Tenía que llegar!

 

El tiempo pasaba rápido, sofocante, amorfo. Sentía que la ansiedad comenzaba a matarlo y la preocupación por no llegar era cada vez mayor. No podía ser que eso le estuviera pasando a él. ¡Que se hubiera perdido! ¡No! imposible. Sentía que tenía horas buscando el lugar y nada. ¡¿Por qué?!

Las lágrimas escaparon de sus ojos debido al miedo y al frío, pero eso tampoco lo iba a detener.

 

Largos y eternos minutos dando vueltas por toda la zona noreste de Asgard, hasta que, finalmente a lo lejos, colina arriba, vio un alto edificio de caprichosas formas y largas cúpulas puntiagudas; un  gran rosetón de colores en el centro brillaba levemente con los rayos del sol; las grandes puertas de madera estaban cerradas cerradas. Su rostro se iluminó y renovadas fuerzas llegaron a él. Golpeó los costados del caballo y aceleró el paso, notando que aquella lejana puerta se acercaba más y más... pero no con la velocidad que él quería. ¡Tenía que darse prisa y decirle a Yuki, lo mucho que lo amaba!

 

+-+-+-

 

Dentro de la iglesia, únicamente se encontraba la familia Eiri, Ryuichi, K, Judy y el padre de Fujisaki como testigos de esa unión. Todos estaban en silencio, mirando hacia el atrio. Donde estaban Eiri y Suguru, ambos mirando y escuchando los extraños cantos que el sacerdote daba en esos momentos a la gran estatua de Natura.

Suguru se mostraba serio y tranquilo, con ese control que tanto lo caracterizaba.

Eiri, por su parte, mantenía la cabeza ligeramente baja, permitiendo que sus cabellos ocultaran. A simple vista parecía tranquilo, pero su familia podía ver que esa aura taciturna no dejaba de rodearlo.

Todos sabían el motivo de eso, y Eiri sabía que ellos lo sabían, sin embargo, nadie se atrevía a preguntarle ni decirle nada, no después de lo que le dijera a Ryuichi.

Pero no era algo que le preocupara, sabía que si alguien le preguntaba algo, bastaría con decir un "no puede dormir" para quitárselos de encima. Después de todo, no era una mentira, sólo una verdad a medias; ya que después de salir de la alcoba de Shuichi, se dirigió a la suya, pero a pesar de acostarse no pudo conciliar el sueño en absoluto, pensando en todo lo sucedido desde que se interesará en conocer a Shuichi, hasta la noche de ayer, cuando su "Adiós" diera la libertad de ambos.

 

-          Eiri. - Llamó de pronto Suguru, en voz baja para que sólo él pudiera escucharlo.

-          ¿Eh? - Yuki volteo discretamente a verlo.

-          Sabes que no quiero que...

-          Ya lo sé. - Dijo Eiri. - Es mí decisión.

 

Suguru lo miró por algunos segundos antes de volver la vista hacia la estatua. No sabía que pensar ni que decir en esos momentos, esa situación era incomoda, mucho más incomoda de lo que llegó a creer en un inicio.

 

El sacerdote giró hacia ellos, llevando en un pequeño cojín dos argollas doradas, se acercó a ellos y levantó los anillos.

 

-          Su unión...

 

De repente, la puerta se abrió estrepitosamente, y a aquello le siguió el estridente relinchido de un caballo. Asustando al sacerdote, quien se quedo callado y miró la entrada.

 

Todos voltearon a ver de dónde venía semejante ruido. Viendo a contraluz un caballo que se paraba en sus patas traseras y las delanteras las empujaba hacia adelante repetidas veces.

La luz del lugar únicamente les permitía ver la silueta del animal, pero cuando éste se paro en sus 4 extremidades, vieron a la persona que lo montaba.

 

-          ¿Majestad Shuichi? - Pensó Suguru al verlo.

 

El caballo bajó sus pies y entró corriendo por el largo pasillo que se formaba entre las bancas, parándose poco después de medio camino.

 

-          ¿Shuichi?

 

Eiri no cabía en su sorpresa. Sus ojos debían estar engañándolo. No podía ser que Shuichi estuviera ahí, vestido así. No después de todo lo que hablaron.
Pero.. ¡era Shuichi! De él se podía esperar cualquier cosa, después de todo, siempre actuaba según sus locos e irracionales impulsos.

 

-          ¡Yuki!

 

Bajo del corcel casi de un brinco y tratando de correr hacia ellos, pero trastabillo levemente con la alfombra al querer bajar y correr al mismo tiempo.  Estuvo a punto de caer, pero no podía en esos momentos, ¡No tenía tiempo! Apoyó una de sus manos para no caer y se levantó para correr un poco más, acercándose otro poco.

Quería llegar más cerca, necesitaba acercarse más, pero las palabras le quemaban la boca y la distancia era demasiada. No, no soportaría más espera, se detuvo en seco a menos de 5 metros de ellos, y abrió la boca para decir aquello que tanto que lo quemaba por dentro.

 

-          ¡YUKI, TE AMO! - Gritó.

 

Todos dentro de la iglesia escucharon aquellas palabras, manteniendo la mirada fija en Shuichi, quien respiraba agitado por la larga carrera, la ansiedad que lo consumía y la adrenalina del momento.

No sabía si había llegado a tiempo o no. No sabía si sus palabras tendrían peso o no... pero lo había hecho, siguiendo el lema de: "a veces, toda tu vida, se define en un acto de locura".

 

Eiri lo miraba fijamente, sin saber que debía sentir y hacer en esos momentos.

Shuichi sólo miraba a Yuki, esperando por una respuesta, que no sabía cuál sería.

Ahora, la pelota estaba del lado de la cancha de Yuki.

 

CONTINUARÁ

Notas finales:

* Aclaro aquí una cosa que tratare de explicar lo mejor posible: El odio y el amor no son sentimientos contrarios,  se sienten con la misma intensidad, son sentimientos que - no van como líneas paralelas, van en el mismo hilo y en la misma recta. Se odia con la misma intensidad que se amo y viceversa. A una misma persona se puede amar con todas las fuerzas con las que se le puede odia y al revés. (así que: quien creería que eran contrarios se equivocan) Aclaro: Eso no quiere decir que siempre se odie a quien se ame o se deba amar a quien se odia. El sentimiento contrario al amor y el odio, es la indiferencia.

 

Otra cosa que olvide mencionar en el cap anterior: las palabras del rey en la cena, las saque de la pelicula: "cartas a julieta" Se las recomiendo, me gusto mucho - y eso que no me gustan las peliculas romanticas jejeje...

 

La frase que medio dice aquí Yuki "lo que muere, muerto esta, aunque duele" esta inspirada en la canción "gulliver" de Miguel Bosé.

 

Sé que les que en una semana - y demore un poco más - pero no contaba un pequeño facto llamado: trabajos finales y exámenes. Así que: imaginen como ando de loca xD  jajaja.
Es por eso que me disculpo por la demora. y también les digo que me desapareceré hasta pasado el 8 de diciembre, tanto para responder reviews como para publicar otro cap.
Pero hare lo posible, en la medida de mis posibilidades, de tener el prox. cap. para antes de que termine el año. Es por esto que tampoco he respondido sus revs, aunque ya los leí todos y me alegraron mucho, juró que luego del 8 me tomare tiempo para releerlos y responderlos como es debido.

Espero este cap. les haya gustado. Nos vemos, cuídense y besos.

 

Nos vemos, kuidense y besos
Bye bye!!


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