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Plasmados en Gloria por AkiraHilar

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Notas del capitulo: Los gemes compartiendo presa no pueden compartirse a Shaka (O Defteros los revienta vivo), Shaka de caprichoso e incosciente y los gemelos intentando acercarse a él. Ahora que ambos por su parte decidieron ceder, ¿qué ocurrirá?
“Buenos Días hermano, todo bien ¿verdad? Aquí ha hecho mucho calor. En la noche nos trasladaron a un nuevo batallón. Dante ya anda molesto. Dice que nos han movido mucho y nada de acción. Es difícil, la vida aquí es algo complicada. Comer, dormir, incluso beber agua se han vuelto en acciones valiosas para nosotros. Sabemos que en cualquier momento, si las cosas no mejoran, podría ser lo último.

¿Sabes que tan interesante es el proceso de beber un vaso con agua? Antes me parecía algo normal, común, pero últimamente casi dedico eternos minutos sintiendo como el agua penetra por mi boca, se escurre en mi garganta y baja hasta el estomago, con esa sensación fría dejada dentro de mi ser, para luego dejarme con la impresión de frescura. Y es eso, simplemente eso, agua.

Cuando me di cuenta de ello, pensé, en tanto tiempo que perdí. Saga tenía razón, la tuvo todo el tiempo. Algún día me daría cuenta de mi error… mis errores hermano. Y ahora, que siento que al movilizarnos se agotan los días; el tiempo es más volátil, el futuro… incierto. Cuando se hablan de aquellos, de nosotros, en los libros de historias, la historia no hace justicia hermano, no hace justicia a lo que se vive y se siente aquí… al temor nocturno de algún bombardeo, al hambre, a que se te cierre el estomago porque uno de los tuyos ha muerto, la ansiedad, la rabia, la ira… Shura lo vi ayer llorar… él, él quien siempre estaba sereno y decía que todo estaba bien, lloró sobre el crucifijo de su esposa e hija. ¿Sabes? Yo también lloré sobre este rosario que me diste, pero no rezo por mí… rezo por ti. Porque tú puedas ser feliz, porque tú puedas perdonar, mis años de silencio.

Perdóname hermano…

Siento que si no lo digo hoy, no tendré tiempo para hacerlo… ¡Rayos! ¡He manchado la hoja con mis lágrimas! Ciertamente, ahora recuerdo… pero no mucho del tiempo que compartimos en el apartamento, no mucho, porque yo mismo lo quise… porque me aislé… porque te deje hermano. Yo te deje… pensarlo ahora, darme cuenta ahora, justo aquí, que ya empiezan a oírse el estallido de las bombas a lo lejos… es ridículo… pero al menos espero, al menos espero que puedas leer este pedazo de papel escrito con toda mi alma.

Siempre te amé Asmita…

Perdona mi necedad…

Perdona mi egoísmo…

Perdona a tu hermano menor, por amarte tanto, que no quiso compartirte…”


Defteros terminó la lectura, con su voz, extrañamente turbia… Decir las últimas palabras lo había quebrado incluso a él, quien intentaba mantenerse fuerte, fuerte para su pareja, fuerte para aquel a quien estaba remitida la carta. Asmita, por su lado, quedó pensativo, tragando grueso, con sus manos temblorosas en sus piernas.

-Asmita… si quieres, abrimos las últimas dos que quedan…

-No…-le dijo con voz turbia, extendiéndole la mano, pidiendo así la hoja. El mayor se la entregó, mirándolo con ojos profundos, buscando dolor, dolor que su pareja se negaba a mostrar. El rubio tomó el papel, lo envolvió en su sobre y lo puso, al final del bulto. Quedando así sólo dos sobres por abrir-. Estoy bien. Mañana seguimos con el siguiente y el viernes, el último-Defteros se levantó, viendo contristo aquella tormenta encerrada en la piel de su amante-. Ciertamente, la historia no hace justicia…

Asmita se levantó, dejando la caja cerrada en el mesón de la cocina. Se puso su delantal, y fue sacando la verdura que acababan de comprar esa mañana en el supermercado. Las noticias seguían llegando, el periódico donde, todos los viernes, anunciaban la lista de los caídos en las trincheras de la frontera. La guerra, aún a pesar que ya llevaban un año desde que se inició, no había aún indicio de terminar. Aspros, quien había avanzado a ser parte de los mecanismos de paz en la ONU, junto con otros, hacían un esfuerzo en vano de que las partes conversaban. Pero mientras aquellos discutían sobre mesa de caoba y madera pulida; jóvenes, miles de jóvenes aparecían en la lista de los viernes…

Defteros se quedó de pie en el umbral a la cocina, viendo como Asmita pelaba los jitomates, picaba el cilantro, iba moviendo ya el guiso que tenía en el fogón. Comprendió que cocinaba… era ese guiso que en la carta del día anterior Shaka había mencionado.

-Huele bien…-acotó el mayor, intentando no hablar más al respecto. Sabiendo o al menos asumiendo el porqué justo ese plato para ese día.

-¿Sí?-sonrió mientras molía el jitomate-. Shaka decía que le recuerda a mamá. Ella siempre nos hacía este platillo, el día que papá llegaba después de una jornada de pesca, en la India. Nos lo servía en platos de porcelana, y Shaka siempre reñía porque no le gustaba el jitomate. Yo le enseñé a tomarle el gusto, y de repente, se volvió su plato favorito-echpó la mezcla a la sazón y con una paleta de madera iba rodando, poco a poco, todos los ingredientes que conformaba la receta.

El olor se iba acentuando, un olor delicioso… un olor al mismo tiempo amargo, amargo para el alma, amargo para los recuerdos que se van acentuando, al ritmo que el jitomate se cocinaba. La mano que hacía la mezcla poco a poco iba temblando… labios delgados que temblaban, discretamente… el dolor que estaba colapsando…

Defteros se acercó a su espalda. Bajó la llama… lo cubrió con sus brazos…

Recordando, lo consoló…

Luego que los gemelos decidieran ceder el paso, meses pasaron. De repente, Shaka había notado que ambos gemelos se fueron alejando poco a poco. Un silencio concertado, notó. Nadie hablaba al respecto y de alguna forma, empezó a resentir la falta de atenciones por parte de quienes fueron sus compañeros, últimamente, de interesantes conversaciones. Pensó en algún momento el acercarse y buscar preguntar porque se habían distanciado pero su orgullo, ese orgullo, no le permitía hacerlo. Darles a entender que les hacía falta para él no era una opción.

Cada vez su trabajo de tesis lo absorbía, y las conversaciones en la universidad giraban en el trabajo de Tesis o en el reciente conflicto que atravesaban algunos países europeos. Shaka veía las noticias desde su universidad, hablaban de como Grecia pensaba plegarse al conflicto bélico, que Francia había empezado el ataque, que Italia estaba por defenderse… todo era muy confuso y nadie quería pensar en lo que sucedería si Grecia se involucraba y terminaba siendo un blanco. Sin embargo, la situación sobrepasó todo los límites, Grecia se involucró, la guerra era inminente.

-Aspros me estaba diciendo que se juntará con algunos otros diplomáticos de renombre, para armar una fortaleza de paz que ayude a las negociaciones entre Francia e Italia-comentaba el mayor de ellos en la mesa-. Parece que mañana va de nuevo a Francia. La situación se vuelve caótica.

Shaka tomaba un trozo de pan, escuchaba todo mientras mordía, sin levantar su voz, como siempre.

-Esto puede complicarse-comentaba Saga, con la vista perdida en la televisión, escuchando las noticias.

-¿Crees que empiecen a enviar fuerzas a la frontera?-preguntó Kanon, algo distraído con la pasta que comían.

-Es posible…

Para Shaka todo el conflicto que estuviera pasando no le era de su importancia. Sabía que en cualquier momento acabaría, se escribiría en la historia, los políticos se sacarían fotografías tomándose las manos y abrazados, en artículos documentales en cambio saldría las fotos de los despojo de la guerra. Leyendas militares, medallas de honor, tumbas de recuerdos… Todo pasaría muy lejos de él, nada le afectaría, él no sentiría esas pérdidas, ni la incertidumbre, ni el dolor. Por ello, hacía caso omiso de todo ese conflicto. En cualquier momento acabaría.

-Me retiro-dijo, dejando su plato, inclinándose solemnemente antes de ir a su habitación.

Se encerró de nuevo, encendiendo su computador, trabajando en su tesis. Dejó de lado todo lo demás, sólo debía enfocarse en una única misión, graduarse, buscar empleo, independizarse. De vez en vez se detenía entre párrafos, pensando en las razones que habían alejado a los gemelos de él. Quizás se cansaron de tratar de alcanzarlo y aunque los extrañaba, no iba a admitir que era así… No, seguro después se le pasaría…

Los días pasaron. Ahora en cada aula de clase entraba el tema de la guerra, el gobierno iba pidiendo la entrada de jóvenes a sus tropas, avisos con leyendas de “Tu pueblo te necesita”, “Muestra el amor a tu patria”, “Protege a los tuyos”; inundaba las paredes de su universidad. Pronto varios de sus compañeros más lejanos, empezaron a faltar a clase, a enlistarse, a buscar salvar a una nación, su tierra. Pero para Shaka, Grecia no era su tierra, no se sentía atado a ella. Estaba allí, porque su hermano se lo llevó con él. Después de todo, Asmita seguía siendo su única familia, muy a pesar de sentirse abandonado por él… cuatro años con sólo conversaciones cortas, preguntas cerradas, respuestas escuetas… en eso se había convertido su relación con el ser que más amaba. Pensarlo, en esos momentos, le dolía… pero su orgullo, su orgullo era más fuerte.

-Me enlistaré para ir al frente.

Esas palabras resonaron en los oídos del rubio, en la cafetería de la universidad. Aioria había sido su compañero desde que entró en la carrera. El siempre hablaba de la hermosa pelirroja que vivía en la esquina de su calle, que con sus ojos azules lo tenía cautivado. Había pasado todos esos años de carrera comentándole como conquistarla, todos sus esfuerzo, metiéndose en el equipo de futbol donde su hermanito menor jugaba, para así tenerla cerca, llamándola, buscándola, invitándola a salir, comprando rosas… en fin, el león estuvo de cacería y finalmente, luego de dos agónicos años de cortejo, ella lo había aceptado. Marin y él tenían para ese tiempo dos años de noviazgo, por esa razón, esas palabras le habían caído de sorpresa.

-¿Cómo que te enlistaras?-pregunto seriamente el hindú, buscando algún indicio de broma-. No puedes hacer eso, tienes a tu hermano Aioros que te quiere y te cuida como su hijo-lo dijo, con un leve tono turbio, recordando precisamente a su hermano-, además de Marin, que es una mujer hermosa y te ama. ¿Para qué dejarlo todo?

-Shaka, tal vez no lo sientas igual que yo porque, no eres griego. Pero esta es mi tierra, es mi país, me necesita Shaka y aquí, aquí viven los dos seres que más amo. Quiero protegerlos. Quiero proteger lo que amo.

Esas palabras se grabaron en su corazón, para siempre. Ante esas palabras, Shaka no tuvo nada con que rebatir la decisión de su amigo. Esa semana, fue la última que lo vio.

Encontrarse ahora con los asientos de los salones vacíos, se convertía en una rutina. Cada semana, decena de jóvenes abandonaban los pupitres y se enlistaban para proteger sus tierras, para proteger lo que amaban. Shaka sólo podía ver con nostalgia el asiento de su derecha, donde se sentaba Aioria, vacío. La guerra era una realidad y aquella burbuja de indiferencia, para el joven rubio, se hizo trizas.

Se encerró en sí mismo, meditando las palabras de Aioria, las razones para que jóvenes con un futuro brillante, una carrera por concluir; se metieran en esas rivalidades, guerra que no les pertenece, motivos que no les atañen. Pasaba noches en vela pensando en si Aioria estaría bien… tenía miedo de buscar las listas de los viernes y encontrar el nombre de algún compañero o conocido marcado. Pero, aún sin buscarlo, terminaba enterándose. Los llantos llenaban la universidad. Grupos de jóvenes llorando en los salones porque uno de los suyos se fue para no volver más. Shaka estaba en medio de todo un país que se arremolinaba y no se había dado cuenta que la guerra había entrado hasta su casa. El país empezó a llamar a antiguos en servicio… Aún no era obligatorio… pero muchos estaban ya asumiendo el compromiso… Los tres griegos de su casa recibieron su correspondencia… los tres meditaban en silencio… ninguno hablaba de lo sucedido, Defteros no le comentó a Asmita… los tres griegos meditaban en que hacer…

Cierta tarde, cuando Shaka practicaba atletismo, ya con menos compañeros que antes, Kanon lo había ido a ver en su motocicleta. Lo vio correr primero los 100 metros planos, luego los 200 metros. Pronto, hicieron práctica de una carrera de relevo. Shaka estaba al final, sería quien coronaría la carrera si los demás trabajaban bien y en equipo. Los compañeros corrían, Shaka esperaba pacientemente su turno, con su cabello sujeto en una larga trenza en lo alto de su cabeza, una camisa que por el sudor se ceñía en su esbelta figura, unos pantaloncillos a la mitad de sus muslos, gruesos, torneados…

Deliciosos…

El griego no pudo evitar verlo y sentir deseos de tomarlo, acariciarlo. Acariciar esas piernas que esperaban tensas el momento de correr, con el vello dorado, liso… Shaka había crecido… Shaka había madurado y permanecía lejos, lejos de ellos, encerrados en su orgullo, alejados de todos y aún así… aún así lo amaba... Había notado que su hermano no se le acercó más desde esa conversación, pensó esperar, a ver si se arrepentía, pero parecía no ser así y luego de esa correspondencia, ahora Kanon sopesaba, pensaba, meditaba… ¿Podría dejarlo e irse?

El turno de Shaka llegó, vio cuando su compañero le pasó el testigo y Shaka, de inmediato comenzó a correr, con fuerza, con velocidad, adelantándose a su contrincante, ganando terreno. Sus mejillas rosadas por el esfuerzo, el sudor que corría por su frente, que corría por sus piernas que tensando sus músculos ejercían la fuerza y velocidad necesaria para que Shaka al final obtuviera la victoria para su equipo. El rubio llegó a la meta, agitado, sosteniéndose con sus manos en la rodilla, reclinado buscando aire luego de tal carrera. Kanon entonces se acercó, con una botella de agua energizante en manos, fría, que acababa de comprar en una panadería cercana. Se la extendió, y el menor con una ceja enarcada por la sorpresa, la recibió.

-¿Qué haces aquí?-preguntó el rubio bebiendo un largo trago de esa revitalizante bebida, que le hacía recuperar un poco la frescura de su cuerpo.

-Vine a secuestrarte-dijo amenamente el griego, con una sonrisa divertida. Shaka lo miró y se rio animadamente, burlándose de las palabras.

-¿Secuestrarme? ¿No me viste correr? Antes de que pudieras atraparme ya estaría a kilómetros a la redoma.

Sin darse cuenta, Shaka estaba respondiéndole, aunque con sarcasmo, con verdadero interés. Se había contentando, muy dentro, de recibir la visita de uno de ellos. Los había extrañado, terminó por admitir en ese momento. Decidió aprovechar que ya uno estaba allí y en vez de preguntar la razón por la que se habían alejado repentinamente, acordó dejarse secuestrar.

Luego de esperar por una hora que terminaran la práctica y Shaka se echara un baño en los vestidores, para cambiarse, ambos ingresaron en la moto a un destino desconocido.

Pasaron de un parque de diversiones, a un centro de juegos, de allí, a un conglomerado centro comercial, comiendo helados, refresco, buscando la revista que Shaka coleccionaba, hablando de tonterías. Shaka por primera vez en meses pudo olvidarse de la guerra, de sus compañeros que estaban combatiendo, de los familiares y amigos que atrás sufrían la pena y la incertidumbre. Se encontró sonriendo, como mucho tiempo tenía sin hacerlo y se preguntó: ¿Por qué no los busco cuando ellos se alejaron? ¿Cuánto hubieran compartido si hubiera dejado un lado su orgullo? ¿Era orgullo? Pronto se dio cuenta, reflexionando mientras veían una película en el cine, en la última función, que no era orgullo. Fue miedo…

Miedo a volver ser sustituido…

Miedo a ser dejado de lado…


Miedo a sufrir la misma impotencia de ver un ser querido amando a otro, compartiendo con otro, entregándose a otro y él, conformarse de nuevo, con las migajas de su cariño… Así se sentía y para cuando Kanon se dio cuenta, Shaka desataba por fin, en muchos años, una lágrima frustrada.

-Siempre pensé que sólo seriamos Asmita y yo-le hablaba, ahora en un mirador a las alturas de Athenas, donde se veía toda la ciudad hermosamente iluminada-. Cuando papá y mamá murieron, pensé que sólo me quedaba él. Se había encargado de criarme desde que tenía ocho años. Aún ciego, se las arreglo para hacer diversos tejidos, mochilas, suéteres, mantos, en fin… artesanía. Siempre sonríe… no hay momento en que lo vea débil, siempre esta sereno…-su voz se turbaba. Vio necesidad de cerrar sus ojos y respirar hondo.

-Asmita es admirable…-consentía el griego a su lado, mirándolo entristecido. Quería abrazarlo, pero estaba inseguro de proceder.

-Lo es… siempre lo admiré, siempre… ha sido mi modelo a seguir-otra lágrima frustrada, la segunda en la noche. Kanon veía que para Shaka le era difícil llorar-. He sido un idiota ¿no?

-Todos cometemos errores, lo bueno es darnos cuenta a tiempo. Aún estás a tiempo, Shaka.

Kanon tomó la iniciativa, se decidió y acercándose, lo abrazo por detrás. Por un momento, el rubio opuso resistencia, extrañado con el trato, mostrándose incomodo, pero el griego supo vencer cada barrera, y afianzarlo en un acogedor abrazo fraternal. Hizo recargar su mentón en el hombro izquierdo del menor, sintiendo el viento que corre. El respirar de ambos conectados.

-Quizás, si no hubiera sido tan necio, hubiera ganado más hermanos mayores, ¿no crees?-Kanon escuchó esas palabras con dolor… hermanos… él no lo veía como hermano.

-Sí, aunque ya te cuidábamos como hermanito menor-Shaka sonrió, viendo el horizonte, perdiéndose en la cálida sensación de un abrazo que había dejado de recibir, por su necedad, hace mucho. De un momento a otro, el griego aspiro el aroma del champoo del rubio, para luego depositar un beso en su cabeza. Una electricidad gobernó todos los nervios del hindú-. Te amo…-le susurró, desde lo más profundo de su alma.

-¿Cómo hermano?-preguntó Shaka, casi inconsciente, contrariado por esas corrientes adversas en su piel. Kanon tragó grueso, cerrando sus parpados con fuerza al sentir ese espadazo en el pecho.

-Sí… como hermano…

-¿Sabes?-cortó el rubio el silencio-. Cuando me gradúe, estaba pensando en abrir un pequeño consorcio. Claro, antes tendría que trabajar para ganar capital, pero poco a poco podría abrir una consultora, ayudar a otras empresas con proyectos pequeños, ir ahorrando y ganando fama dentro del campo…

Shaka relataba, Kanon escuchaba… El futuro de Shaka… en Grecia… El futuro del hombre a quien había aprendido a amar, junto a su hermano, su primo y su pareja… su familia…

De su parte, no hubo más palabras…

Esa noche, el griego tomó una decisión…

El resto de los días, Shaka notó cierto movimiento en su departamento. Nadie decía nada, nadie hablaba nada y él, aún estaba inseguro de si debía preguntar. La universidad seguía agitada, cada viernes se publicaba la lista en la cartelera principal y de allí, salían algunos agitados, otros esperanzados y unos pocos, llorando y lamentándose. Shaka veía la cartelera de lejos, deseando no tener la necesidad de acercarse a ella, con miedo de buscar el nombre de Aioria, con miedo de verse frente a frente con la realidad de la guerra…

Hasta aquella noche, donde Kanon entró con cuidado a la habitación del rubio, siendo ya más de medianoche. Shaka dormía, arropado por varias colchas, con todo su cuerpo oculto, sólo su cabeza adornada con oro sobresalía sobre la almohada. Se acercó, sonrió. Despejó el flequillo de su frente, tragó grueso. En el umbral de la puerta, estaba su hermano mayor, Saga, conteniendo vanamente las lágrimas. Kanon le sonrió, decidido. Volteó de nuevo hacía el rubio. Depositó una barra de chocolate en su mesa de noche, beso su frente. Le susurró…

Te amo Shaka… Te amo mucho…

Se levantó, lo dejó atrás. Pasó al lado de su hermano, quien luego de cerrar su puerta, lo acogió en un abrazo aprensivo que no se quería soltar. Saga empezó a llorar, ya no resistiendo el dolor de la separación. Una mano en la cabeza de su gemelo, una sonrisa cubierta de lágrimas…

Cuídalos… yo los cuidaré, a mi manera…

Separación…

Unas últimas palabras a su primo que con su mirada más bien, le decía que lo admiraba. Que se cuidara. Sonrió

Una oración por parte de Asmita. Un abrazo de hermanos con el rubio. Finalmente, el adiós…

Kanon marchó a la guerra…
Notas finales: ¡Espero les guste! ^^

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