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Notas del capitulo:

Holaa!

Aquí llega el tercer capítulo de esta historia...

Gracias a fabibp y diana por sus reviews :)

 

Dos meses habían pasado desde que Friedrich discutió con su padre, a causa del nuevo colegio. Y hacía dos meses que había conocido a la persona de la que estaba enamorado sin remedio ni oportunidad.

Lo único que hacía soportable el estar encerrado en ese internado eran los chicos que poco a poco se convirtieron en sus amigos. Christopher, Isaac y Kale eran muy agradables y relajados, sobre todo el primero, a quien llamaban "Sloth" debido a lo flojo y distraído que era. Pasaba mucho tiempo con ellos, bromeando, saliendo los viernes o sencillamente sacando la vuelta.

A Friedrich le sorprendía mucho la actitud que tenían en lo referente a su orientación sexual; tanto él como Gabriel, Matt y Kale eran gay, pero no les preocupaba en lo más mínimo. Sí que tuvo suerte al conocerlos... por otro lado, estaban Claire y Hannah, que eran muy simpáticas, aunque no tan relajadas como ellos.

Y se había dado cuenta de una cosa, que en realidad era bastante obvia; no podía seguir compartiendo habitación con el ángel. Intentó superar la situación, eso era innegable, y dejar de lado sus crecientes sentimientos; pero no lo conseguía, era terrible vivir con la persona a la que quería y que le era inalcanzable. Quería tanto al ángel que le estaba deprimiendo el no ser correspondido.

Hannah se había dado cuenta de lo que sentía por su hermano, y, un día, lo invitó a dar una vuelta por la ciudad para hablar.

Ella le preguntó, sinceramente; "Si lo quieres ¿Por qué no te la juegas por él?"

Él sabía que ella no tenía la intención de entrometerse o arruinarle el noviazgo a su hermano menor, sólo era una pregunta curiosa.

"Eso es egoísta" le había contestado.

No se sentía con el derecho a irrumpir en una buena relación como la de Gabriel y Matt, por mucho que quisiera al primero. Eso era lo que explicó a Hannah, quien, luego de escucharlo, lo miró sonriendo compasivamente.

"Eres un sol Fred, me encantaría que encuentres a alguien que te quiera como mereces".

 

Friedrich no se atrevía a reconocer que ya no quería seguir en esa habitación, pues se suponía que todo estaba bien, y que lo ocurrido al principio no fue más que un error. Pero ya no aguantaba la situación; el ver a Matt ir de vez en cuando, aunque nunca se quedaba ni era demasiado cariñoso con el ángel en su presencia, lo cual agradecía infinitamente; el ver al ángel todos los días, arreglándoselas perfectamente con todas las cosas que hacía, verlo reír, oír su voz...

Tenía que salir de allí; aunque no se consideraba un cobarde, en ese momento lo único que deseaba era escapar.

 

La alarma de su celular sonó. Fin de la siesta.

Se había tendido a dormir apenas llegó de clases, pues tuvo un difícil examen y se sentía agotado, pero en la tarde tenía entrenamiento, por lo que no podía continuar descansando. Se levantó y fue al baño a refrescarse la cara, luego buscó el buzo de la institución.

Estaba sentado en su cama, poniéndose las zapatillas, cuando Gabriel regresó. Siempre volvía tarde a causa de todas las actividades que solía realizar. Se fijó en el par de gruesos libros que el ángel cargaba, señal inequívoca de que iba a estudiar.

- Yo ya me voy, podrás estudiar tranquilo...- Dijo Friedrich sonriendo fugazmente, mientras se levantaba para coger una polera.

- Vale.- Murmuró Gabriel pasando junto a él con la cabeza baja, para dejar su bolso sobre la cama.

Friedrich se apresuró a preparar su propio bolso, una vez que terminó de vestirse.

- Nos vemos.- Dijo antes de salir velozmente rumbo al gimnasio.

 

 

Definitivamente Gabriel no lograba acostumbrarse. ¿Cómo podía acostumbrarse, o simplemente ignorar, a semejante criatura paseándose con poca ropa frente a sus narices? Verlo sólo en pantalones lo ponía extremadamente nervioso, cada vez que ocurría, lo cual era bastante seguido; ya que Friedrich tenía la costumbre de quedarse sólo con lo de abajo luego de bañarse, e incluso dormía así, sólo con la ropa interior.

Él era muy pudoroso al respecto y se cambiaba en el baño, o eso se decía a sí mismo; pero la verdad era que le daba vergüenza que su compañero lo viera, teniendo en cuenta el cuerpazo que este se gastaba. En comparación a Friedrich se sentía bastante apocado. Además, el sólo pensar en la desnudez le alteraba los nervios, pues le recordaba su situación actual con Matt.

Llevaban saliendo seis meses y su novio ya no se conformaba con besarlo; quería más. Ahora temía quedarse a solas con él; cuando esto pasaba las caricias se volvían demasiado apasionadas. Todo el tema lo tenía inquieto y estresado. Sabía que no era nada del otro mundo, pero no podía evitarlo; la sola idea de de tener relaciones en ese momento de su vida le aterraba.

Y la razón era simple: estaba confundido, terriblemente confundido. Cuando comenzó a salir con Matt realmente le gustaba y todo era perfecto, tranquilo y divertido...

Pero apareció Friedrich.

Ya no se lo negaba; le gustaba, y más que demasiado. Y no era sólo algo físico, a pesar de que le parecía extremadamente atractivo, si no porque realmente le gustaba todo de él. Era gracioso, directo, seguro de sí mismo, sarcástico en ocasiones, insolente con quien no tenía su respeto, pero muy amable con quienes si lo tenían...

Le sorprendía que alguien pudiese ser tan arrogante y humilde a la vez. Pero Friedrich era así.

No valía la pena arruinar lo que tenía con Matt. Ni siquiera entendía por qué se complicaba tanto, si él no le gustaba a Friedrich.

Luego de aquel beso, Friedrich no volvió a dar señales de interés por él. Cada vez que salían Friedrich terminaba comiéndose a besos a algún tipo, sin molestarse en hacerlo en privado. Pero tampoco se sentía bien estando con Matt, consciente de que se la pasaba pensando en otra persona.

Si las cosas no cambiaban se vería obligado a tomar una difícil decisión.

 

Desanimado y con la cabeza en otra parte, Gabriel se instaló en su escritorio para estudiar; no tardó en concentrarse y olvidar sus preocupaciones. Había repasado el primer capítulo detalladamente y comenzaba a revisar el siguiente tema. Era bastante tarde y el sueño empezaba a atacarlo; por suerte se preparó y trajo una cafetera.

Se levantó para hacer un poco de café antes de seguir, pero en ese instante llegó Friedrich. Lucía agotado; jadeaba y traía el cabello mojado. Gabriel apartó la vista de inmediato, antes de que el otro notara que lo miraba con cara de idiota.

Estaba rematadamente seductor.

 

- Entrenaron mucho hoy...- Comentó fingiendo indiferencia, pese a las tentadoras ganas de echarle una buena ojeada a su compañero. Agregó unas gotas de endulzante natural a su café.

Friedrich se fue directo a la cama y se dejó caer sobre esta con bolso y todo.

- Estoy muerto.- Murmuró con voz cansada.- Ese Varley es un explotador.

- ¿El capitán?- Preguntó Gabriel con curiosidad. Según sabía ese chico era muy tranquilo.- ¿Por qué lo dices?

- Ha añadido minutos extra a los entrenamientos.- Resopló Friedrich molesto.- Como nos ha ido bien en las clasificatorias se ha vuelto ambicioso.

Cierto. Pese a ser nuevo, Friedrich ya era titular del equipo de vóleibol, en lugar de estar en la banca, como correspondía a los nuevos. Sin embargo, eso no lo ponía para nada contento, ya que no lo dejaban faltar a las prácticas y no podía sacar la vuelta jugando videojuegos. El sonido del celular de Friedrich lo sacó de sus pensamientos.

- ¿Quién mierda...?- Bufó el mayor enfadado.

- ¿No contestarás?- Preguntó alarmado.- Puede ser una emergencia.

Friedrich se levantó de mala gana y cogió su celular, que estaba sobre el velador.

- ¿Qué?- Espetó sin siquiera mirar el número de su interlocutor. No pasó mucho antes de que el fastidio se tornara en alegría.- ¿En serio? ¿Y qué estás esperando mi amor?- Ahora estaba muy animado y sonreía con picardía. Gabriel se quedó de piedra al oír lo último.- Ven cuando quieras, te hago un hueco en mi cama si hace falta, pero tienes que venir.- Escuchó un rato, con una alegre sonrisa.- ¡Eso es!- Exclamó contento.- Bien... de acuerdo... te estaré esperando... yo también te quiero, nos vemos.- Colgó.

Había permanecido sentado rígidamente en su escritorio, aparentemente estudiando, pero concentrado en cada palabra que su compañero decía.

- ¡Al fin algo bueno!- Celebró Friedrich muy feliz, preparando su cama. Luego entró al baño, nada más salir se metió en la cama y le dio las buenas noches.

Fue difícil concentrarse luego de escuchar todo eso.

 

 

Al día siguiente Friedrich despertó cinco minutos antes de que sonara la alarma. Recordó la llamada de la noche anterior y una gran sonrisa le iluminó el rostro. Se puso de pie de un salto, pero casi se cae luego de mirar hacia el escritorio; Gabriel se había quedado dormido allí. Fue hasta él y lo sacudió suavemente por un hombro.

- Ángel, despierta...- Le susurró al oído. El ángel emitió algo muy parecido a un gemido. Eso fue muy... Erótico. Eran las siete de la mañana y ya estaba pensando en esa clase de cosas. Volvió a remecer su hombro. Esta vez el ángel despertó.

- ¿Qué pasa...?- Preguntó el ángel, aún adormilado.- ¿Qué hora es?

- Las siete de la mañana.- Informó Friedrich. Al oír eso Gabriel se levantó tan repentinamente que lo asustó.- ¡Mierda! ¿Cuál es el apuro?

- ¡Me quedé dormido!- Exclamó alarmado.- ¡No alcancé a estudiar todo!

Friedrich sonrió. ¿A quién le importaban los dolores que dejaba el dormir en una posición tan incómoda? El ángel no tenía remedio.

- ¿Te faltó mucho?- Preguntó Friedrich, fingiendo comprensión.

- ¡La mitad de la última clase!- Dijo Gabriel, como si fuera el fin del mundo, asustado y con los ojos muy abiertos.

- Vamos, aún es temprano. Yo ocuparé la ducha primero, así aprovechas de estudiar mientras tanto.- Dijo el mayor,  intentando tranquilizarlo.

- Está bien.- Aceptó Gabriel más calmado, volviendo a sentarse. Hizo una mueca de dolor.

- ¿La espalda? ¿El cuello?- Supuso Friedrich resignado. Gabriel recién acababa de darse cuenta de que le dolía todo... El ángel debía replantearse sus prioridades.

- Los dos.- Reconoció Gabriel.

Suspirando con paciencia, Friedrich fue por su bolso y rebuscó en él hasta encontrar lo que quería.

- Quítate la camisa.

Gabriel se quedó de piedra.

- ¿Có-cómo?- Tartamudeó encogiéndose.

- Sólo te voy a aplicar un poco de esto.- Friedrich agitó el frasco de spray que tenía en la mano. El ángel se calmó luego de dar la vuelta y ver el frasco.

 

 

¿Por qué le pasaba eso? Lo último que necesitaba era que Friedrich viera lo flaco que estaba. Muerto de vergüenza, y consolándose al pensar que al otro no le importaba, se quitó la prenda, sin mirar hacia atrás.

- ¿Dónde te duele?

- La-la la espalda... Arriba...- Murmuró Gabriel, mirando sus apuntes sin leer nada.

- Vale.- Dijo Friedrich acercándose. Sintió una de sus manos apoyarse sobre su hombro izquierdo y se sonrojó de inmediato.

Algo frío se extendió por el área que había señalado. El dolor desapareció poco después. Sintió esa cosa fría en el cuello y luego Friedrich se alejó. Gabriel se puso la camisa en el acto.

- Listo.- Dijo el mayor.

- ¿Qué es?- Preguntó Gabriel asombrado.

- Lo usamos durante los partidos para aliviar alguna lesión y continuar jugando.- Explicó Friedrich antes de meterse al baño.- Es temporal, pero si te duele de nuevo puedes usarlo.

- Gracias.- Dijo nervioso.

- Por nada, ángel.

 

 

Se suponía que a estas alturas Dave se encontraría lejos, con otro nombre y libre de su padre. Pero ahí estaba, más feliz y tranquilo que nunca; había encontrado a un par de personas maravillosas en ese lugar.

La primera era Ashley, la mejor y más auténtica persona que había conocido, no tardaron en hacerse muy amigos. Pasaban juntos la mayor parte del tiempo, escuchando música o haciendo cualquier estupidez; pese a conocerse hace poco confiaba plenamente en ella, y ella lo apoyaba cuando se deprimía. Simplemente la adoraba.

Luego estaba Tom, la inocencia personificada. Era el chico más tímido que había conocido. A él y Ashley no les fue fácil ganarse su confianza, pero habían logrado que el chico les tratara normalmente y los mirara a los ojos cuando le hablaban, lo cual era todo un logro. Tom sólo reía y bromeaba cuando estaba con ellos, eso le hacía sentir bien, por muy egoísta que fuera. Pero Tom le gustaba, y, como era de esperarse, dado lo posesivo que era, lo quería para él.

Le fascinaba lo puro de Tom, el que no supiera mentir y que no captara un simple chiste en doble sentido. Le encantaban sus grandes ojos castaños y sus tentadores labios, que solía morderse con frecuencia. Y por sobre todo, le encantaba cuando intentaba ocultarse tras sus largos rizos rubios.

Por otra parte, no dudaba que fuese virgen, es más; daba por hecho que ni siquiera había besado a alguien. Mejor, así podía enseñarle, ya que, pese a su edad, contaba con más experiencia de la permitida.

Dave estaba loco por él, pero teniendo en cuenta el carácter de Tom, no se arriesgaba a nada; algo raro, pues cuando alguien le gustaba solía decirlo de frente. Pero esta vez era distinto; Tom le gustaba en serio y no quería arruinarlo, por lo que se mantenía atento a cualquier señal que le indicara alguna posibilidad.

No tenía idea de cuál era la orientación sexual de Tom, aunque tenía el presentimiento de que ni siquiera pensaba en ese tipo de cosas. Encima de todo, lo que normalmente serían señales seguras, Tom lo convertía en gestos indescifrables: si se le quedaba mirando fijamente, el chico bajaba la vista y se sonrojaba...

¡Pero reaccionaba así con cualquiera que hiciera lo mismo!

La situación no era para nada alentadora, pero de ninguna manera iba a quedarse sentado y de brazos cruzados. Iba a intentarlo. Lo único que tenía claro era que Tom no lo odiaría.

Probaría suerte esa misma noche. Debía admitir que nunca había estado tan condenadamente nervioso.

- Hola Verde.- Saludó Ashley entrando en su cuarto sin siquiera tocar. Su compañero de cuarto se había ido del colegio, así que tenía la pieza entera para él.

- Hola Roja.- Respondió, saliendo de entre el basurero que era su cama. Solían decirse así. Tom era "Amarillo". Ocurrencias de Ashley...

- Lo vas a asustar.- Dijo ella desde la cama de su antiguo compañero. Ante la difícil tarea de declararse a Tom, había pedido auxilio a Ashley.- Tienes que ser muy, extremada e insuperablemente suave con lo que digas y hagas.- Aclaró ella con su risueña expresión.- Pero bueno... De todas formas se asustará... Además, no tengo idea de si le gustan las chicas o los chicos... O si le gustas tú u otra persona...

- En un rato me sacaré la duda.- Dijo él sonriendo.

Había elegido esa noche porque Tom se quedaría en su cuarto, pues en el suyo estaban haciendo reparaciones debido a una falla eléctrica.

Era una oportunidad única.

 

Ashley se había ido hace un rato, deseándole suerte y pidiéndole enfáticamente que no fuera agresivo.

Tocaron a la puerta. Estaba tan nervioso que las manos le temblaban ligeramente. Se apartó impaciente el negro flequillo de los ojos y fue a abrir.

- ¡Hola!- Allí estaba Tom con su metro ochenta y un pequeño bolso al hombro. A pesar de que hacía frío, sólo llevaba un delgado, y holgado, chaleco a medio abotonar sobre la camiseta. De inmediato su mente corrupta comenzó a liberarse, mientras observaba a esa inocente criatura que le inducía a pecar.

Deseó más que nunca que ese chico le quisiera aunque fuese un poco.

- Hola, pasa, pasa...- Lo invitó a entrar. Obviamente había ordenado un poco el desastre que tenía.

- Gracias.- Dijo Tom, entrando.- Lamento causarte molestias...

- No es ninguna molestia.- Afirmó Dave. De pronto se quedó sin saber qué hacer. Sólo se había preocupado de llevar a Tom; ahora que lo tenía frente a él, a solas, con mucho tiempo por delante... No tenía idea de lo que haría.

 

Pasaron largo rato hablando de las cosas de siempre; música y cine solían ser sus temas favoritos. A Tom le encantaba el Heavy Metal, algo que no acababa de comprender, pues no le gustaba ese género; aún así le gustaba como se veía Tom con su polera negra de "Testament"-una de sus bandas favoritas-, lo cual era bastante superficial, pero no podía evitarlo.

El asunto era que, de alguna manera, habían acabado sentados en el suelo viendo una película en un canal cultural.

Se encontraban a escasos centímetros de distancia, la luz estaba apagada y sólo eran iluminados por la pantalla del televisor. No resistió más lo que para él era "una desesperante tensión", y, sin previo aviso, se acercó gateando hasta Tom y se detuvo frente a él. El chico tenía una expresión somnolienta y relajada, pero un leve desconcierto asomó por su rostro.

- ¿Qué suce...?

No le dejó acabar la frase, porque presionó sus labios contra los de él lo más delicadamente que pudo. Tom no respondió al contacto, pero tampoco hizo ningún ademán de rechazo. Dave se apartó un poco, lo suficiente para hablar, pues sus respiraciones chocaban.

- ¿Por qué lo hiciste?- Preguntó Tom simplemente. Sus ojos eran sinceros como siempre; no había en ellos reproche, desconfianza ni enfado.

- Porque me gustas.- Contestó él con la misma simpleza.

Tom lo miró con los ojos muy abiertos y llenos de sorpresa.

- ¿Yo...?

- No, la pared.- No pudo evitar soltar una ironía mientras contenía la risa.- Claro que tú.- Dijo más serio. De alguna manera, Tom no reaccionó como había imaginado; estaba exageradamente tranquilo. Quizás tenía mucho sueño.- Pero quiero saber lo que sientes tú.

Tom lo observó de forma diferente. Por primera vez no fue capaz de ver lo que había en sus ojos castaños. Pero entendió perfectamente cuando el rubio se inclinó sobre él y lo besó. Eso si que no se lo esperó, pero se recuperó de la impresión en un segundo y comenzó a guiar a Tom, que aunque besaba con ganas, no tenía mucha experiencia.

Dave se fue acercando, hasta sentarse sobre las piernas de Tom, con las suyas a ambos costados de éste. Ese contacto terminó de encenderlo y rodeó el cuello de Tom con sus brazos.

Quería comerse esos inexpertos labios.

 

Sencillamente estaba en el cielo. Y de paso en ese momento comenzó a creer en que existía.

Aún no asimilaba la respuesta de Tom, que trataba de seguirle el ritmo ansiosamente y lo sujetaba con firmeza por la cintura y la espalda. Abrió los ojos para mirarlo y se separó un poco de él; aún tenía esa extraña mirada en los ojos. Acarició sus largos rizos lentamente, recuperando el aliento.

- A mí también me gustas.- Dijo Tom de repente.

Dave se sorprendió como nunca, pero lo disimuló muy bien. Se acomodó en su asiento, sacándole un exquisito gemido a Tom; eso le hizo sonreír con malicia y repetir el movimiento varias veces más, hasta que sintió algo duro bajo él. Lo que sea que hubiese en los ojos de Tom se intensificó, haciendo que se estremeciera.

Nunca le había visto mirar de esa forma alguien. Hasta que finalmente cayó en la cuenta; era deseo. Por lo visto Tom no lograba ocultar nada; todo lo que sentía se proyectaba claramente en sus ojos.

Se lanzó a besarlo de nuevo, restregándose lascivamente contra el cuerpo del rubio para provocarlo. Él mismo no se contenía y gemía en los oídos del mayor cada vez que sentía sus "inocentes" manos deslizarse bajo su ropa.

Y tenían toda la noche...

 

Notas finales:

Límite

La situación alcanzó el límite y han llegado a un punto en que ya no se sienten capaces de aguantar más; Fred quiere irse, Gabriel explotará por la confusión, Dave atacó con todo... las consecuencias de esto en el transcurso de la historia ;)

 

PERSONAJES

Dave Blanchard.

Ciudad/País: Londres, Inglaterra.

Estatura: 1.71 m

Aquí la imagen: 

http://i578.photobucket.com/albums/ss223/Yamamura12/003.jpg?t=1287761997

 

Gracias por leer y saludos :)


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