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Notas del capitulo:

Holaa!!

Primero, gracias a KittyShemale; es motivador leer reviews :)

Traigo rápidamente el séptimo capítulo jajaja.

Para este capítulo, durante la escena final (cuando cambia a la perspectiva de Gabriel) recomiendo escuchar el, en mi humilde opinión, excelente cover del tema Careless Whisper, hecho por Seether ;)

Aquí el link a YouTube:

http://www.youtube.com/watch?v=I7imqO-OBVk

Espero que les guste y recibo feliz sus comentarios y demases :D

 

Genial.

¿Que acaso eran todos tan antipáticos en ese lugar? ¿O él era particularmente desagradable? No, no era eso; él fue bastante amable y si no les gustó, era cosa de ellos. Debía haber alguien agradable allí, no tenía pensado pasar el resto del año solo.

Evan ya tenía suficiente con el simpático compañero de cuarto que tenía. No era ningún idiota, y se dio cuenta fácilmente de lo que ocurría ahí; esos dos eran pareja, por eso su compañero de cuarto se enojó tanto cuando le dio la mano al otro. Bueno, Evan hizo eso a propósito, para molestar un poco al chico, quien, a pesar de su actitud, no le caía mal. Molestarlo sería muy divertido, porque no tenía paciencia y era muy irritable.

Su compañero de cuarto, cuyo nombre desconocía... La secretaria dijo su apellido... Era algo con "Blan"... ¿Blanchett? No, no era ese... ¡Ah, sí! Era Blanchard... El punto era que llegó tarde, y, como era de esperarse, ni lo miró, aunque él supuestamente dormía. 

Le hacía gracia pensar que Blanchard pudiese ser tan infantil.

 

Alguien golpeaba rítmicamente la puerta." ¿Qué creía? ¿Que era una maldita batería?" Era temprano, y todavía no era hora de levantarse. Blanchard dormía como tronco. Evan fue muy molesto hasta la puerta, dispuesto a descuartizar a...

- ¡Hola!- Lo saludó una encantadora chica, agitando una mano para reforzar el saludo y sonriendo alegremente.- Tú debes ser el nuevo compañero de Verde.- Dijo contenta. Su rostro parecía iluminado por la alegría que irradiaba, acrecentando el efecto con su vibrante cabello rojo.

- ¿Verde?- Dijo Evan torpemente, regresando lentamente a la realidad. Se dio cuenta de que él ni siquiera llevaba una camiseta, pero la chica parecía no haberlo notado siquiera. Eso lo decepcionó un poco. Tampoco es que estuviese tan mal...

- ¡Sip!- Dijo ella sonriendo.- Me refiero a Dave.

¿Dave? Ese tenía que ser el nombre de Blanchard.

- Ah... Sí, soy yo...- Murmuró Evan inseguro.

- Mucho gusto entonces, soy Ashley.- Repuso ella y le tendió la mano.

Él se la estrechó torpemente, sin dejar de mirarla. Ashley se rió.

- ¿Qué?- Pregunto confundido.

- ¿Cómo te llamas tú?

- ¡Ah...!- Estaba quedando como un estúpido. Sólo le faltaba ponerse a babear...- Me llamo Evan.

- ¿En serio? ¡Me encanta! Es un nombre genial.- Dijo ella aplaudiendo.

¿Podía ser así auténticamente...? Tan espontánea y alegre...

- Apártate, exhibicionista.- Le espetó Blanchard, empujándolo hacia un lado y apoyándose él en el marco de la puerta.- Hola Roja.- Dijo el chico con un tono más amable.

- ¡Hola!- Dijo Ashley igual de contenta que antes.- Acabo de conocer a...

- Será mejor que no hables con él; es un degenerado.- Dijo Blanchard muy serio y sin preocuparse de bajar la voz.

- ¿De verdad?- Preguntó ella sorprendida. Evan estaba atónito. ¿¡Se lo estaba creyendo!?- No me lo pareció...- Opinó Ashley muy tranquila.

- Pues lo es, así que ya no puedes entrar sin tocar; de hecho, es mejor que ya no vengas.- Ese maldito Blanchard avivaba el fuego.- Como sea, ¿Por qué tan temprano?

- Dijiste que me ayudarías a subir los amplificadores...- Le recordó ella.

- ¡Oh! ¡Cierto, cierto!- Se lamentó Blanchard.- Dame un segundo, me pondré zapatos y...

- No te preocupes, yo la ayudaré.- Interrumpió Evan con una sonrisa malvada. Había aprovechado el tiempo para terminar de vestirse. Pasó como una rayo junto al otro, que no tuvo tiempo a nada, salvo a sentir el portazo en la nariz.

- Vamos, yo te ayudo.- Dijo a Ashley, que parecía divertida.

- ¿Evan el degenerado?- Preguntó ella riendo.

- No le hagas caso.- Dijo algo incómodo.- No soy un degenerado.

- Pero sí exhibicionista.- Ella sonrió y comenzó a caminar más rápido.- ¡Te quedas atrás!- Le dijo sacando la lengua.

Ashley compensaba con creces al resto de pesados de ese lugar.

 

 

Eso sí que era inesperado. Jamás habría imaginado que sería Gabriel quien terminaría la relación. De hecho, Kale comenzaba a pensar que nunca se terminaría.

Pese al tiempo que llevaba esperando a que Matt fuera libre de nuevo, no lo estaba disfrutando debido a la forma en que sucedió. Su amigo llegó tarde, con el ánimo por el suelo y claros indicios de haber estado bebiendo. No era momento para pensar en sí mismo.

Cuando Matt llegó, lo único que dijo fue: "Gabriel me dejó" y corrió al baño a vomitar. Kale se pasó la noche limpiando, luego de cambiarle la ropa a Matt- eso fue difícil y tentador-, y esquivando los golpes que este intentaba darle. Nunca lo había visto borracho, ni deseaba que se repitiera, teniendo en cuenta lo violento que se ponía.

A la mañana siguiente, al despertar, vio a Matt apoyado en la ventana y mirando hacia afuera. Lucía terrible. Kale se levantó en silencio y fue a bañarse. Cuando salió, observó que Matt seguía en el mismo lugar. No supo qué decir, por lo que pensó en algo mientras se vestía.

- Anoche me sirvió la cerveza...- Dijo Matt de pronto, sin moverse y con voz tensa. Kale se quedó quieto y lo miró, alerta a cualquier posible reacción violenta.

- Oye...- Murmuró Kale, buscando las palabras apropiadas.

- No digas nada.- Lo detuvo Matt.- ¿Cambiaría algo?

- Lo lamento...- Dijo pensando que había metido la pata.

Matt se dio la vuelta y esbozó una ligera sonrisa.

- No te preocupes.- Dijo tranquilo.- Gracias por hacerte cargo... la noche pasada.

Kale le devolvió la sonrisa, sacándose un peso de encima. Matt se veía mucho mejor que hace unas horas atrás, eso lo alegró.

- Para eso estoy, hermano.

Tener su amistad era más de lo que podía pedir.

 

 

Cómo odiaba ese maldito lugar.

Leo nunca soportó la rutina de los colegios y sus clases, por eso terminaba haciendo cualquier cosa para que lo expulsaran; y siempre lo conseguía. Sus padres ya no sabían qué hacer, así que ahí estaba. Aunque reconocía que ésta vez supieron moverse; lo encerraron en un internado, ni más ni menos.

La razón de lo paciente que estaba siendo, era porque ahora les daría el más grande dolor de cabeza a sus progenitores. Pero lo haría en su cumpleaños, dentro de un mes, ya que cumpliría la mayoría de edad y se libraría de las estupideces y las órdenes... só;lo necesitaba paciencia.

Leo llegó al salón, fue tranquilo y sin mirar a nadie- como siempre-, a sentarse en su puesto, al fondo del salón. Nunca hablaba con nadie; no le caía bien a los chicos, ya que desconfiaban de él, y las chicas le tenían miedo. Eso le divertía.

Pasaron unos cuantos minutos y el salón comenzó a llenarse de alumnos, charlas y ruido de sillas. Estaba por dormirse de nuevo cuando alguien se sentó a su lado.

Nadie se sentaba junto a él. Alzó la vista.

- Tú.- Dijo Leo secamente, al reconocer al idiota del empujón.

- Sí, yo.- Se burló el otro riendo e instalándose.- Qué suerte que estés en esta clase también.- Comentó de buen humor, ignorando las miradas asesinas que el pelirrojo le lanzaba.- ¿Alguien se sienta aquí?

- Tú.- Repitió Leo, usando el mismo tono de voz.

- Me impresiona la variedad de palabras que usas.- Ironizó el tipo nuevo.- ¿Te llamas Leo, cierto?

Otra mirada asesina.

 

 

Fue un día agotador para Friedrich. Tuvo un complicado examen de lengua, para el que no se preparó demasiado, a causa de la visita de su hermanastra. Le había subido bastante el ánimo verla, aún cuando ella no se mostró muy contenta por la manera en que llevaba las cosas con Gabriel. Bueno, ese asunto no tenía vuelta. 

Lo que importaba era que el maldito entrenamiento de ese día lo dejó exhausto...

- Se me van a caer los brazos.- Se quejó Nield, uno de los delanteros y famoso por sus fintas, mientras se dejaba caer en una de las bancas de los camarines.- Se los juro, hasta tengo pesadillas con el balón...

El resto se partió de la risa.

- Si ese par de locos no me deja descansar, me voy a dormir en el próximo partido.- Dijo Massey con expresión grave. Abrió su casillero y sacó una toalla limpia, que puso sobre su hombro, y fue a bañarse.

- ¿Estás loco?- Intervino Lyndon, atónito y divertido, levantando la cabeza, ya que se encontraba tendido en el suelo. Como estaba boca arriba, el paño verde que solía usar se le cayó, dejando libres sus abundantes rizos color cobre.- Si lo haces ayudaré a Varley en tu asesinato; no pienso perder con esos bastardos del Saint George.

- ¿Una histórica rivalidad?- Preguntó Friedrich interesado, luego de beber un alrgo trago de agua. Sus compañeros sonrieron.

- ¿Cómo es que nadie te dio una clase de historia sobre el equipo?- Bromeó Lyndon sentándose.- Nosotros y los tarados del Saint George nos hemos repartido el primer y segundo lugar por años. Ellos ganaron el último, lo cual fue maldita suerte, de manera que ahora debemos ganar sí o sí.

- Ah... Ya veo.- Rió Friedrich.

- Además...- Dijo Massey con voz fuerte desde las duchas.- Uno de ellos le quitó la novia a Caswell; esto es algo personal.

Hubo una explosión de carcajadas.

- Gracias por ventilar mi vida privada.- Se quejó Caswell también desde las duchas. Su comentario fue seguido por el sonido de un golpe y un quejido de Massey.

- ¡Ay! ¡Oye, es compañerismo! ¡El equipo se vengará por ti!- Se defendió Massey.

- Seguro.- Dijo Caswell. El resto se quedó en silencio para oír lo que decían.- ¡Y pobre de ustedes, cabrones cotillas, que mencionen esto de nuevo!- Advirtió.- ¡Yo mismo partiré a pelotazos a ese desgraciado en el partido!

- ¡Así se habla!- Celebró Lyndon entusiasmado.

Unas risas femeninas se dejaron oír repentinamente. Provenían de las gradas cercanas a los camarines.

- ¡Oh mierda, nos espían!- Exclamó Nield conteniendo la risa.

- ¡Tápense mozalbetes! ¡Escondan a Varley y a Rosendorff, que estas pervertidas los desvirgan!- Agregó Lyndon sofocado de tanto reír.

- Oh cállate.- Dijo Friedrich riendo por las tonterías que soltaba el otro.- Vienen por ti; ayer las escuché hablando sobre lo sexy que es ese pañuelo.

- ¿En serio?- Preguntó Lyndon, prestándole atención.

- Claro, escucha...- Aseguró Friedrich, levantándose y yendo hasta la puerta. Se asomó y gritó.- ¡Hey chicas! ¿A que el pañuelo de Lyndon es sexy?

Se escucharon muchas risas.

- ¡¡¡Sí!!!- Gritaron a coro.

- ¡Las espero en el partido!- Les dijo Friedrich antes de cerrar la puerta. Ese comentario provocó más gritos, risas y chillidos.

- Vaya, así que Lyndon es el galán del equipo.- Dijo Nield divertido.

- ¿Que no entendiste?- Le gritó Caswell desde las duchas.- ¡Les gusta el pañuelo!

 

Friedrich se dejó caer en la primera silla libre que vio. Había ido al casino por una bebida para refrescarse, luego de darse una buena ducha fría.

- ¿Puedo sentarme?

Miró hacia su izquierda y arriba; era un chico. Nada mal.

- Claro.- Accedió Friedrich, dando un trago.

El chico se sentó. La forma en que sonreía era bastante confiada y... ¿Provocativa?

Le echó una mirada de reojo y le gustó su cabello, que era largo- más abajo de los hombros-, extremadamente liso y de un opaco tono castaño. Era además delgado y, de cierta manera elegante, lo cual se acentuaba gracias a los finos rasgos de su rostro.

En resumen: era atractivo.

- Te he estado observando.- Dijo el chico.

- Qué detalle. ¿Eres un psicópata?- Bromeó.

El chico se rió.

- No, pero sé que eres gay.- Dijo en tono insolente y acercándose a él.

- Gran logro, ¿Y qué hay con eso?- Dijo Friedrich sin darle importancia.- ¿Pretendes chantajearme o algo así?

- No.- Contestó el chico.- No ganaría nada con ello.

- ¿Entonces?

- Tú me gustas.- Dijo el chico muy seguro de sí mismo. Friedrich volteó hacia él, pues eso lo tomó por sorpresa. El chico lo miró intensamente y con una sonrisa que reflejaba sus, muy probablemente, nada inocentes pensamientos.

- ¿Y qué harás?- Preguntó Friedrich con una sonrisa maliciosa.

- He pensado en muuuchas cosas...- Respondió el chico bajando la voz, sin quitarle los ojos de encima.- Pero por ahora me conformo con salir contigo.

- Vaya, eso me suena a que ya lo das por hecho.- Comentó Friedrich riendo.

- Así es, porque te he gustado.- Aseguró el chico. Friedrich se largó a reír. Ese chico sin duda tenía agallas.- ¿Qué tal uno de estos días? Me avisas cuando tengas tiempo.

- Por mi no hay problema.- Aceptó Friedrich.

- Excelente.- Celebró el chico y se puso de pie, luego se inclinó y le susurró al oído.- De verdad que no entiendo como puedes estar soltero.- Y se fue, pero antes de alejarse demasiado se detuvo y volteó para mirarlo.- Por cierto; me llamo Julian.

 

 

El partido sería en la cancha principal, por lo que a las cinco, hora en que se efectuaría, la mayoría de los alumnos se dirigieron a ese lugar. Isaac y Christopher insistieron en hacer un vistoso lienzo blanco que decía: "Más ardientes que nunca", para apoyar al equipo. Al director no le hizo ninguna gracia, pero los alumnos protestaron, de modo que decidió dejarlo.

Friedrich notó que casi todos los alumnos estaban presentes. Según lo que Massey le explicó, el fútbol y el vóleibol eran los deportes más destacados y respaldados del internado.

- Muy bien.- Dijo Varley, el capitán, a su equipo.- No hay nada qué decir o discutir, ¡Porque debemos ganar!

- ¡Eso!

- ¡Dalo por hecho!

- ¡Púdranse Georginos!

- Rosendorff, debes estar atento.- Le dijo Varley muy serio.- Esos imbéciles te atacarán fuerte cuando rematen, siempre hacen lo mismo con los nuevos.

- ¡Caswell se vengará!

- ¡Cállate idiota!

- De acuerdo.- Dijo Friedrich con expresión concentrada, intentando no reír con las tonterías que seguían gritando los demás.

- No te preocupes, Rosendorff sabe defenderse.- Aseguró Nield dándole una palmada en la espalda.

- ¿Qué tal un pelotazo en las bolas?

- ¡Dije que yo me haría cargo!

- ¡Es compañerismo!

La puerta se abrió; era el entrenador.

- Chicos, es hora; y más vale que dejen de gritar estupideces.

 

Salieron rumbo a la cancha. Las gradas bullían por ambos lados; por lo visto los de Saint George habían traído una gran cantidad de animadores. El equipo visitante iba de verde, mientras que ellos de azul, y los esperaban tras la malla. De verdad tenían cara de matones. Los árbitros dieron las instrucciones y procedieron con el saludo. La tensión era evidente, porque le apretaron la mano con ganas.

Mientras Friedrich tomaba su posición se fijó en el lienzo y sonrió. Bajo este vio algo blanco; el cabello del ángel, este miraba a Hannah con ansiedad. Parecía ser que ella le explicaba algo... Probablemente en qué consistía ese deporte, dudaba que el ángel supiera sobre el tema.

Se sintió más alegre.

 

 

- ¿Por qué estamos aquí?- Preguntó Dave contrariado y con los brazos cruzados.

- Porque Ashley quería ver el partido.- Le recordó Tom, hablándole al oído casi a gritos, debido al ruido.

Cierto. Ashley estaba muy entusiasmada con el encuentro; ella no era fan de ese deporte, pero le emocionaban las competencias. Tampoco los había obligado a ir, pero era difícil no complacerla. A esa alegría no se le podía negar nada.

- Ahí estás.- Dijo Tom haciéndole un hueco a la chica, que usaba unas antenas azules. El rubio se rió al verlas.

- ¿Te gustan, Amarillo?- Preguntó ella contenta. Él asintió.- A mi también; la próxima vez traeré unas para ti.

Para mala suerte de ella y Dave, el equipo de básquetbol decidió instalarse frente a ellos, en la fila de adelante. La alegría de Ashley dio paso a una triste cara.

- Sube.- Le dijo Tom agachándose y señalando su hombro. Ella dudó.- Vamos, llevas pantalones; si no es por eso no admito peros, dijo sonriendo.

Ashley le hizo caso y se sentó en sus hombros. La alegría regresó. Él y Tom la mimaban bastante...

- ¡Woooow! ¡Se ve genial!- Exclamó ella dando unas palmaditas en la cabeza de Tom, como si fuera un tambor.- ¡Gracias Amarillo!

A Dave le tocaría ponerse en puntas de pie. Pero no importaba; después el caballero Thomas tendría que complacer sus caprichos...

El partido comenzó.

 

 

Gabriel no sabía por qué, pero estaba nervioso. Quizás era porque el equipo de Saint George era algo... En realidad bastante... Violento. Friedrich no lo sabía, tal vez se ensañaran con él... Eso era lo que le preocupaba.

Luego de terminar con Matt, de alguna manera, le costaba el doble estar con Friedrich y se estresaba por cualquier cosa. A veces sentía ganas de decirle que ya era libre, pero enseguida recordaba el nulo sentido que tendría hacerlo. Friedrich perdió el interés, si es que realmente lo tuvo, después de enterarse de que tenía novio. Eso lo hacía sentir terrible.

Trató de mirar el partido y distraerse, al menos entendía de que se trataba, gracias a que Hannah se lo explicó minutos antes.

Las chicas que habían en la primera fila gritaban como locas cada vez que Friedrich tocaba el balón, o si se quitaba el cabello de la frente, o si miraba hacia las gradas... En una ocasión le pareció que lo miró a él... Tonterías; o si hacía cualquier cosa que resaltara su atractivo, lo cual incluía el simple hecho de estar parado.

Sin poder evitarlo, los ojos se le fueron directo a los brazos de su compañero de cuarto, que podía apreciar perfectamente gracias a la camiseta sin mangas que usaba. Sin duda el vóleibol ejercitaba los músculos de las extremidades superiores...

Gabriel se sonrojó al caer en la cuenta de lo que estaba pensando. Volvió a mirar hacia la cancha, justo en el momento en que Nield remataba y hacía un punto.

 

El partido fue largo, duró más de dos horas; estuvo muy reñido y los sets furon duros. Friedrich se lastimó una mano, pero le aplicaron aquel spray milagroso y continuó jugando. Las chicas hicieron un gran alboroto por eso. Aparte de ese incidente, no ocurrió nada grave, si se tenía en cuenta la agresividad con que atacaban los de Saint George. Aunque en realidad si hubo otro incidente fue que el mismo chico que provocó la lesión de Friedrich recibió un fuerte pelotazo en la cabeza, que además fue un punto, por parte del mismo Friedrich.

Los visitantes habían perdido el encuentro; la fiesta sería inevitable.

 

Hannah y el resto esperaban a Friedrich cerca de los camarines. Desde el interior se escuchaban gritos, cantos, risas y mucho ruido. El equipo tardó en salir, y cuando lo hizo se notaba a lo lejos lo feliz que estaba.

- ¡Recuerden la celebración!- Les dijo el capitán muy contento, mientras abrazaba a su novia, que llevaba rato esperándolo.

- ¡Rosendorff, no lo olvides!- Gritó un chico de cabello rizado y con un paño en la cabeza a quien Gabriel no conocía. Friedrich sonrió y alzó el pulgar positivamente.

- ¡Fred estuviste genial!- Dijo Christopher muy contento y dándole un apretón de manos. 

- ¡Fue como la final del mundial!- Agregó Claire todavía entusiasmada. Ella era muy aficionada a los deportes y también practicaba vóleibol.

- ¿Cómo está tu mano?- Intervino Hannah, con su habitual preocupación maternal, cogiendo la mano de Friedrich para examinarla.

- Vamos Hannah, no fue grave.- Dijo Isaac, saludándolo de igual manera que Christopher.- Ese pelotazo pasará a la historia, viejo.

Friedrich rió.

- Gracias.- Dijo dirigiéndose a ellos.- A mi me gustó la frase del lienzo.

- Ese fue Isaac.- Dijo Christopher aguantando las ganas de reírse.

Gabriel, al igual que su hermana, no apartaba la vista de la mano vendada de Friedrich. Debía doler; la forma en que se dobló cuando recibió aquel potente pelotazo no fue agradable de ver. Estaba seguro de que le dolía, pero no se atrevía a preguntar, es más; hasta le acobardaba mirarlo a los ojos.

- ¿Y Matt?- Preguntó Friedrich de pronto. Gabriel no supo qué contestar por culpa de la impresión y la vergüenza. ¿Por qué preguntaba por él? Hannah era la única que sabía sobre la ruptura, aunque no conocía la razón- o eso creía él-. Le había pedido que no se lo dijera a nadie.

- Eh... Le dolía el estómago.- Dijo su hermana, salvándolo.

- Ah... Dijo que quería ver el partido.- Murmuró Friedrich.- ¿Vienen a la fiesta?- Les preguntó luego, sonriendo muy animado.- Está todo el internado invitado y será en el gimnasio; el director nos autorizó, pero no se permite alcohol ni música fuerte...

Todos se miraron, sonriendo con sorna ante lo último. Luego de eso acordaron verse rato después en el gimnasio.

 

 

Apenas llegó a su cuarto se tiró en su adorada cama, que era muy cómoda por cierto. El ángel se instaló en su escritorio. No era posible.

- No me digas que...

- Prometí a Hannah que iría a la fiesta.- Dijo el ángel para defenderse, ya listo y dispuesto para estudiar.- Y ya que iré, debo repasar antes.

- ¿Qué voy a hacer contigo?- Dijo Friedrich sonriendo.

En realidad, esa pregunta se la hacía a sí mismo con frecuencia, cada vez que veía al ángel. ¿Era posible enamorarse un poco más cada día que pasaba? Porque a él le pasaba eso. Sin embargo, ya no quería continuar así, sufriendo por algo ante lo que no podía hacer nada.

Enamorarse fue muy fácil, en especial si tenía en cuenta de quien, pero olvidarlo... Fue por eso, porque ya no sabía qué hacer, que decidió darse una oportunidad con Julian. El chico le había gustado y tal vez, si tenía mucha suerte, aquello podría evolucionar y convertirse en algo más. En algo que le ayudara a sacarse al ángel de la cabeza.

Y del corazón.

 

Friedrich durmió una hora, hasta que el ángel lo despertó con una suave sacudida. ¿De verdad pretendía despertarlo?

- Friedrich, es hora...- Lo llamó Gabriel, en voz baja.

Friedrich contuvo las ganas de agarrarlo y arrastrarlo a la cama. El ángel lo miraba ingenuamente como siempre; tenía la costumbre de ocultarse detrás de su cabello y agachar ligeramente la cabeza cada vez que le hablaba. La única explicación que tenía para esa reacción, era que el ángel temía que quisiera besarlo de nuevo.

"Ángel, ángel, ángel... Jamás haría algo contra tu voluntad".

Llevaba todo ese tiempo conformándose con la cercana y distante presencia del ángel, satisfecho con sólo hacerlo reír, o tener el privilegio de poder cuidarlo cuando no estaba bien; esas pequeñas cosas calmaban su desesperación, y eran momentos sagrados para él, en los cuales tenía la oportunidad de darle un poco, de expresarle, un pedacito de todo el amor que tenía atrapado en el pecho para él. 

Friedrich ya estaba acostumbrado a sorprenderse a sí mismo pensando en esas cosas y ya no le molestaba ni le avergonzaba; ¿Cómo podía avergonzarse de estar enamorado de un ángel? ¿Y cómo podría amar a alguien que no fuera él...? Aunque a eso tendría que obligarse. De ninguna manera debía arruinar la tranquilidad de Gabriel. Aún cuando estuviera pasándolo mal, lo que quería no era dejar de amarlo; lo único que pedía era que no doliera tanto.

Sin darse cuenta, se había quedado mirando al ángel, perdido en todos esos pensamientos, mientras éste se paseaba por la habitación en busca de sus cosas. 

- ¿Qué hora es?- Preguntó Friedrich irguiéndose.

- Las diez y media.- Contestó el ángel mientras se metía al baño.

- Oh mierda... Tenía que llegar hace media hora...- Exclamó, comenzando a sacarse el buzo.

 

 

Gabriel salió del baño distraído, sin esperar encontrarse con aquella sugerente imagen.

Friedrich estaba entre ambas camas desdoblando un par de jeans, de espaldas a él y usando sólo unos bóxers negros. Gabriel ya lo había visto con esa mínima cantidad de ropa antes, pero esta vez el efecto fue mucho mayor.

Ahora ya no se sentía culpable, pues estaba soltero, de modo que no pudo contener ni siquiera su inconsciente, como estoicamente hacía antes. Recorrió el cuerpo de Friedrich con la vista una y otra vez... Y no encontró nada, ni un sólo centímetro que pudiese criticar; era condenadamente perfecto.

Sin la capacidad de refrenarse, su imaginación lo desnudó y le sugirió bastantes escenas que lo hicieron sonrojar. Esa maldita prenda... Tan ajustada... Tan...

¿Cómo era posible que un chico de diecisiete estuviese tan desarrollado?

"Un metro con ochenta y ocho" le había respondido Friedrich una vez, cuando Gabriel le preguntó acerca de su estatura. Por lo menos unos catorce centímetros más que él; para su desgracia, pues le atraían los hombres altos.

Y esa ancha espalda, que se hacía más estrecha a medida que su vista se deslizaba hacia abajo. No quería ni pensar en la palabra que denominaba a... A lo que sostenía tan bien aquella maldita prenda por la parte de atrás. Sabía que a Friedrich le hacían trotar mucho; y se notaba. 

Qué ganas de tocar y comprobar que aquel cuerpazo era real...

 

Aquello duró unos segundos, antes de que Gabriel diera media vuelta a toda velocidad y volviese a encerrarse en el baño. Se quedó un largo rato apoyado de espalda a la puerta, esperando que su corazón latiera con normalidad y que el calor, junto al sonrojo, se le pasaran. Sentía la piel ardiendo.

La reacción en la parte baja lo sorprendió; miró ese delator bulto que se había formado bajo sus pantalones, sin acabar de creérselo. La imagen de Friedrich volvía a cada segundo para atormentarlo y agrandar el bulto.

- ¿Ángel estás listo?- Preguntó Friedrich desde el otro lado, tocando la puerta. Sentir su voz tan cerca hizo que se le erizara el vello de todo el cuerpo y que aquello comenzara a doler, pero no se atrevía ni a tocarlo. No terminaba de asimilar que hubiese perdido tanto el control.

- ¡Y-ya vo.. voy...!- Dijo Gabriel con el tono más normal del que fue capaz.- ¡Adelántate!

- De acuerdo... ¿Pero está todo bien?- Preguntó Friedrich preocupado.

- ¡Sí, sí!- Mintió, rogando para que el otro se fuera.- Dijiste que estabas atrasado.

- ¡Cierto! ¡Debo llevar las cervezas!- Recordó Friedrich afligido. Oyó el ruido de pasos apresurados y botellas chocando. ¿Dé dónde las habría sacado...? ¡No era el momento de preocuparse por eso!- ¡Nos vemos allá!- Dijo em mayor, antes de cerrar con un portazo.

 

No quería. No quería hacerlo a causa de él; ya era suficiente con no tener su amor. Pero no tenía salida; no pretendía andar con eso por ahí, a vista de todos.

Se desabotonó el pantalón y metió la mano, la tenía fría como siempre, contrastando con la piel de aquella zona, que estaba muy caliente; ese contacto lo hizo gemir. No sería difícil, porque estaba muy excitado gracias a lo que acababa de presenciar: la deseable anatomía de Friedrich.

Sólo cerró los ojos y pensó que su mano, helada y delgada, era la de él...

 

 

- ¡Estuvo genial!- Profirió Ashley contenta. Estaban en la dichosa fiesta, esta vez a petición de Dave, quien aseguraba que habría alcohol gratis. Tom tenía los hombros adoloridos y se sentó apenas llegaron.- ¡Fue muy intenso! ¿Vieron el pelotazo? ¡Ese chico me cayó bien!

- ¿Te volverás una fan de ese tipo?- Bromeó Dave.- Tenía una especie de club de fans en la primera fila.

- Oh, no.- Rió ella.- Es lindo, pero no soy su fan.

- ¿Ah sí?- Se interesó Dave, sorprendido. Ella nunca encontraba lindo a nadie.- ¿Te parece lindo?

- Vamos, ¿No te fijaste en el físico que tiene?- Ironizó ella. Esa no era Ashley.

- Me asustas...- Dijo él fingiendo temor. Ella se rió.- Y sí me fijé.- Agregó, mirando a Tom, que abrió los ojos y lo observó interrogante.- Pero prefiero a Tom.- Afirmó sonriéndole a su novio.

- ¿Y a ti qué te pareció?- Le preguntó Ashley a Tom luego de celebrar lo que Dave había dicho.

- La forma en que mira es... Intimidante...- Opinó Tom tranquilamente.

- Eso es lo que a todas les gusta.- Precisó ella sonriendo.

 

Dave no tardó en conseguir una cerveza fría. Les ofreció a los otros dos, pero ninguno aceptó. Qué sanos... Él se moría por beber algo.

Tom y Ashley discutían sobre los mejores momentos del partido, sin decidirse por uno. Él, distraído, paseaba la vista por los alumnos presentes, deteniéndose en uno. Era el chico rubio de hace unos días, Gabriel.

Observó a sus acompañantes; una chica rubia, con otro chico igual de rubio que supuso era su novio, ya que estaban tomados de la mano; un chico negro con una cabellera que no sería bienvenida en el cine y cara de sueño; una chica de cabello corto y negro, menuda y risueña, parecía una muñeca; un chico con el cabello algo largo y muy desordenado, con un gorro mal puesto sobre él, se veía de mal humor; otro chico, de cabello corto y castaño, con expresión dormilona; y por último aquel jugador, el tipo del que estaban hablando hace unos minutos.

¿Alguno de esos chicos sería el amor no correspondido de Gabriel?

Se dedicó a observarlos mientras charlaban. Al cabo de un rato descartó a dos de ellos; al rubio ni siquiera le prestaba atención y, el de gorra, que por cierto fulminaba con ganas al rubio, parecía ausente de lo que hablaban y no miraba de manera especial a Gabriel. Quedaban el dormilón, el chico del peinado afro y el jugador. Bastó con que este último hablara para que supiera que era él, porque cuando lo hizo Gabriel bajó la cabeza evitando mirarlo y puso una cara algo triste.

Así que a Gabriel le gustaba ese tipo...

Por un segundo pensó que el chico rubio era igual a los demás, igual de superficial que las chicas que el "club de fans", pero esa teoría no demoró en desvancerse. Aquel día Gabriel estaba destrozado. La forma en que lloraba era demasiado lastimera, como para haber sido provocado por algo superficial. Gabriel conocía a ese tipo. Probablemente no se trataba de algo meramente físico.

Al darse cuenta de eso sintió pena por Gabriel, que se guardaba todo, pese a lo que sentía, ya que no era correspondido. Ese tipo era hetero, no le cabía duda. Gabriel había sido muy descuidado al enamorarse de él, nunca tendría oportunidad. De seguro ese tipo era un maldito imbécil; Gabriel le parecía un buen chico, inclusive más inocente que Tom.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de la persona más desagradable que existía.

- ¡Evan!- Lo saludó Ashley sonriendo feliz.

- ¿Qué tal?- Dijo ese pesado, sentándose junto a ella.

- ¡Bien! ¿Fuieste al partido?

- Claro; estuvo muy emocionante.- Comentó él con esa sonrisita que detestaba.

Qué mal le caía. Tan mal como el peor de los dolores de estómago. Todo en él se le antojaba falso e irritante. En especial el hecho de que había puesto los ojos en su mejor amiga.

- Mira, ya comienza la música ¿Bailas?- Propuso Evan con un tono, que en su opinión, buscaba ser casual.

- ¡Claro! ¿Crees que toquen a los Ramones?

- ¡Esperemos a que sí!- Dijo Evan extrañado, pero sonriendo. Si pudiera borrarle la sonrisita de un puñetazo...

Ashley y esa peste se fueron a bailar.

- ¿Qué ocurre?- Le preguntó Tom.

Estaba furioso.

- ¿No lo ves? A ese tarado le gusta Ashley.

- ¿Y qué tiene?- Preguntó Tom. El rubio no le tomaba el peso al asunto.

- Tiene que es un idiota.- Dijo Dave.- No es para ella, merece a alguien mejor.

 

 

La fiesta transcurrió normalmente. Gabriel bailó con Claire, que bebió más de lo normal y se puso a dar sermones. Sólo quedaban ellos, más Isaac y Christopher. El primero estuvo amargado en un rincón desde que el baile comenzó, y Christopher sencillamente andaba en la luna. Friedrich, Hannah y Anthony se habían perdido hace rato, a la pareja podía verla de repente entre la multitud que bailaba. De su compañero de cuarto, ni la sombra.

Gabriel se sentía cansado, por lo que se excusó con Claire, que fue a sermonear a Isaac, y se fue a acostar. El incidente del baño aún rondaba por su cabeza, llenándolo de culpa y vergüenza. Después de eso no sería capaz de mirar a Friedrich a la cara nunca más.

Caminó lentamente, riendo al ver a alguna pareja escabullirse por un rincón, hasta que llegó al pasillo en el que se encontraba su cuarto. Lo que vio hizo pedazos su atormentado corazón.

Apoyados en la puerta de su cuarto estaban Friedrich y un chico al que no reconoció. El primero tenía acorralado al otro contra la puerta, muy pegado a su cuerpo, con una mano perdida bajo la camisa y la otra bajo el pantalón. Sobraba decir que se lo comía a besos. El desconocido gemía sin contenerse, aferrándose a la espalda de Friedrich con fuerza y tratando de quitarle la camisa con desesperación.

Se cubrió la boca con una manga, tratando de ahogar los sollozos y su voz. 

 

"¿Por qué...?"

Las lágrimas fueron abundantes y la manga no bastó para secarlas. Comenzó a retroceder.

"¿Por qué...?"

La escena cada vez se tornaba más pasional.

"¿Por qué...?"

La pregunta le devoraba el alma.

"¿Por qué, Friedrich, por qué...?"

 

 

"Mi corazón late con fuerza cada vez que me dices ángel...

Y tu presencia me hace más feliz que nada...

 

No te pido que me ames...

Eres libre...

Y puedes amar a quien quieras...

 

Has roto mi corazón.

Y es el peor dolor que he sentido.

Pero sé que no dejaré de amarte... de amarte tanto..."

 

Se alejó en silencio, corriendo con toda su fuerza.

 

Notas finales:

Esop!!

Corazones Rotos II

Pobre Gabriel!! Qué mala fui con él T-T

Bueno, el título obviamente se refiere a él, pero también al pobre y resignado Kale :)

PERSONAJES

El atrevido Señor Julian Howell.

Ciudad/País: Londres, Inglaterra.

Estatura: 1.78 m

Aquí la imagen:

http://i578.photobucket.com/albums/ss223/Yamamura12/mic945.jpg?t=1273605535

 

Saludos!


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