Después de escuchar esas palabras, pensé que sólo debía ser un rumor. Pronto te curarías de la lesión, volverías y jugaríamos juntos. Pero pasaban los días y tú no volvías. Ni siquiera ibas a la escuela. No podía creer que habías abandonado el básquet. Te habías ido sin decir nada, como un cobarde, una persona que tú no eras. Me dolió muchísimo.
Las prácticas no eran lo mismo y yo lo único que hacía era fingir todo el tiempo que todo estaba bien. Siempre con esa sonrisa inocente, siempre resolviendo los problemas de los demás, siempre pensando en tí.
Los meses pasaban y tú seguías sin aparecer. El Profesor Anzai no tenía idea de lo que te había pasado. Hasta que, un día, volviendo de la escuela, te ví en una esquina. Estabas con esos tipos que se la pasaban peleándose. Habías cambiado mucho, tenías el pelo largo y una sonrisa sobradora. Estabas fumando, apoyado contra una moto y te jactabas de la golpiza que le habías dado a unos chicos. Afortunadamente, no me viste. Porque habrías visto el dolor y la ira en mi cara. Habrias visto las ganas que tenía de preguntarte por qué demonios te fuiste sin decirme nada.
Llegué a mi casa con un humor de perros. Esa escena no paraba de dar vueltas en mi cabeza.
"¿Cómo llegaste a esto? Maldita sea. Tenías tanto por delante. Si te hubieras quedado... no tendríamos los problemas que tenemos. Nos haces falta. Me haces..."
Mi madre llegó, interrumpiendo mis pensamientos.
-Kimi, ¿estás bien? ¿Qué te pasa?-
Aparentemente, mi cara no era de muchos amigos. Tenía demasiadas cosas guardadas, demasiadas cosas en las que pensar.
-Estoy bien, mamá. No te preocupes. Sólo muy cansado. Me voy a acostar.
Después de ese día, te vi varias veces en la misma situación. Cada vez que pasaba, corría en la dirección contraria. No quería que me vieras, no sabía en qué te habrías convertido. Poco a poco, las cosas fueron cambiando en Shohoku. Dos chicos nuevos entraron al equipo. Uno, un escandaloso pelirrojo que no sabía nada de básquet pero su empeño era algo nunca antes visto; y el otro, un moreno que no decía más de dos palabras juntas pero con un juego espectacular. Le trajeron vida al equipo nuevamente. Nos dieron esperanzas, sobre todo a Takenori que se había convertido en el capitán. Todo fue mejorando, pero yo seguía sin poder dejar de pensar en tí.
-¡Ey, cuatro ojos! ¿Qué te pasa? Estás maravillado por las habilidades de este Tensai, muajajajaja
En esos momentos, las bromas de Hana me devolvían el buen humor. Sonreí, mientras veía como la práctica se volvía el zoológico de siempre.
-Torpe
-¿A quién le dices torpe, zorro apestoso?
-Sakuragi, basta - decía Akagi, pegándole un coscorrón
-Pero Goriii
-¡NO ME DIGAS GORI!
Realmente era muy gracioso. No sabía como Takenori mantenía la paciencia con aquellos dos. Aunque Hana siempre terminaba con un chichón, el "gori" como lo llamaba el pelirrojo, terminaba accediendo a perdonarlo. Era un buen cambio.
Sabía que era hora de parar con mis malos recuerdos. Te habías ido y no volverías. Ya eras otra persona, no eras el Mitsui que yo había conocido. Lamentablemente, no había vuelta atrás y, de algún, modo tenía que olvidar todo lo que había pasado. Las nacionales estaban en la mira, nuestro sueño... lo iba a realizar, para mostrarte que yo no rompería mi promesa. Y de ser necesario lo haría por los dos.
Tuve que alejar mis pensamientos para detener una pelea entre esos dos peleoneros. Suspiré y sonriendo divertido, me dispuse a separarlos.
Unos días después, se agregó otro miembro al equipo. Me sorprendí mucho al ver que, finalmente, Ryota había salido del hospital y volvía al equipo. Por supuesto que ya el primer día terminó en la enfermería por una pelea con Hanamichi, obviamente por celos hacia Ayako. Las cosas se ponían a nuestro favor. Era hora de pensar en positivo. Mi meta era ganar el campeonato nacional y nada me iba a alejar de ello. Iba a volver a sonreír, sin que tu recuerdo me doliera.
Así fueron...dos años sin tí.