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Memoryless por ParadiseNowhere

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Notas del capitulo:


 


 


 Uoh, estás a punto de leer el segundo capi de Memoryless


espero que te guste :3

Capítulo 2_Less


 


 


 


 


Se miró a sí mismo a los ojos. Eran grandes y expresivos. Y eran verdes. Verdes claro, con el reborde interior de color azul. Se podría decir que eran bonitos. Y poco comunes.


Su cabello era negro y corto. Bastante difícil de peinar. Pero era suave. Sus dientes eran blancos y regulares. Su nariz recta y chata. Se miró el cuello.


Se quitó la camiseta del pijama. Era delgadito, pero musculoso. Su piel era morena. Se miró bien el pecho, los hombros y lo que alcanzaba a ver de su espalda. Era raro mirar tu propio cuerpo y no reconocerlo. Muy raro.


Alguien entró en la habitación.


-¿Hola?- se escuchó la voz de Cristian.


-Estoy aquí.


Cristian fue instintivamente hacia la voz y entró en el baño, ya que la puerta estaba abierta. Se lo quedó mirando un momento.


-¿Qué haces así?


-¿Eh?...- se miró el torso desnudo- Ah, lo siento- dijo buscando con apuro la camisa-. Es que, quería ver como era.


-¿Cómo era qué?


-Mi cuerpo. Es que... bueno, ya sabes, no lo recuerdo.


-Ah. Tiene sentido. ¿Qué tal te encuentras hoy?


-Muy bien.


-¿Ya han venido a hacerte las curas?


-Si, hace un rato. Me han dicho que hoy me dan la patada, que estoy como una rosa.


-Ah. Eso está bien.


-... ¿adónde me van a llevar?


-Pues no lo tengo claro. No creo que te lleven muy lejos. Cuando vengan a buscarte, te lo dirán, supongo.


-Ya. ¿Aún guardan la ropa que traía el día que me trajeron aquí?


-Ehm, supongo que sí. Pero te darán algo de ropa, por eso no te preocupes.


-No es por eso. Es que me gustaría saber que tipo de ropa me gustaba llevar, si tenía algo en los bolsillos... ese tipo de cosas.


-Ah. Comprendo. Mandaré a alguien que te la traiga, ¿Vale?


-Vale. Gracias. Por cierto, doctor Cristian.


-¿Qué?


-¿Te parezco un chico guapo?


Cristian no sabía qué cara poner. Se sonrojó un poco.


-¿Eh? ¿A qué viene eso?


-No se. La enfermera me dijo que era un chico guapo... y no sabía si era cierto.


-Ah. En tal caso, mejor pregúntaselo a alguna enfermera, no me lo preguntes a mí- dijo un poco avergonzado.


-Ah, lo siento.


-Pero bueno... yo diría que si... eres guapo. Ah no se, ¿Quién soy yo para opinar?


-Vale. Era una pregunta rara, lo siento. La enfermera también me dijo que debía buscarme un nombre.


-Mira, eso estaría bien. Piensa en uno bonito, ¿Vale? En fin, he de irme.


-Ah, espera. ¿Cuándo vendrán a buscarme?


-Supongo que hacia la noche o así.


-Vale. ¿Es esta la última vez que nos vemos?


Parecía un poco afligido. Cristian no pudo evitar sonreír.


-No. Vendré antes de que te marches. Me gustaría saber a dónde van a llevarte.


-¿Por qué?


-Bueno... tal vez necesites una cara conocida de vez en cuando.


-... No tienes que tomarte tantas molestias por mí. Ya has hecho suficiente.


-No eres molestia. Además, Miguel no para de darme la vara con que conmigo te será más fácil recordar y bla, bla, bla... los psicólogos son un coñazo, creen que lo saben todo y van de sabihondos. Nunca te hagas amigo de un psicólogo. En serio. En fin, me marcho. Nos vemos luego.


-Hasta luego.


 


 


 


 


-Entonces, ¿Esta era mi ropa?


-Si, con esto llegaste aquí. En esta bolsita tienes todo lo que llevabas en los bolsillos- dijo la enfermera tendiéndole una bolsa de papel marrón.


La abrió apresuradamente. Dentro había un mechero zippo plateado, un billete de veinte, unas cuantas monedas, una caja de cigarrillos con tres cigarrillos dentro y el envoltorio de un chicle.


-¿Esto es todo?


-Si, eso es todo. ¿Por qué crees que nos cuesta tanto ubicarte?


-Ah, ya. Sería mucha suerte que me diera por salir con el carné de identidad aquel día, ¿Verdad?


-Hubiera sido una gran ayuda, si. Va a ser una pena no tenerte por aquí, eres un chico majo. Te dejo solo, ¿Vale?


-Vale. Oh, espera. ¿Te parezco un chico guapo?


-¿A qué viene eso?


-No sé. Alguien dijo que era guapo, y no sé si es verdad...


La enfermera se rió y lo miró de arriba abajo, como evaluándolo.


-Si, yo diría que eres un chico bastante guapo. Muy guapo si señor. Y majo además. Te vamos a echar de menos. Te deseo mucha suerte. Chao.


-Chao. Gracias.


Dejó la bolsa de papel sobre la cama y cogió el zippo. Así que fumaba. Bueno, era un dato. El mechero era bonito. Tenía grabado una carta del tarot en una de las caras, la carta de la muerte. Debía de tener un sentido del humor un poco macabro...


Dejó el zippo y cogió la cazadora negra. Tenía un rasgón en la manga izquierda, manchado de algo oscuro que supuso sería su sangre. Revisó todos los bolsillos por si acaso, pero no había nada. Lo mismo hizo con los pantalones vaqueros. Nada. Por último cogió la camiseta gris, que tenía un bufón dibujado en la parte de delante y cuatro cartas estampadas en la espalda.


Le gustó su ropa. Era algo suyo... no lo recordaba, pero era suyo. Se preguntó si le quedaría bien aquella ropa... si la llevaba, supuso que si. Sólo estaba acostumbrado a verse con el pijama verde que le habían dado en el hospital. Combinaba con sus ojos, eso si, pero no era gran cosa.


Se preguntó si era alguien presumido, o si tenía gusto para la ropa. No tenía nada con qué comparar, ya que hasta el momento solo había visto a gente de blanco y verde.


-¿Hola?


-Ah, Cristian. Mira, mi ropa- dijo mostrándole la camiseta.


-Ah, es verdad. ¿Has encontrado algo interesante?


-Bueno... resulta que fumo.


-¿Ah, si?


-Si. Por lo visto llevaba tabaco encima. Y esto- dijo tendiéndole el zippo.


-Caramba, es bonito. Macabro, pero bonito.


-Ya. Esta ropa no me ayuda a recordar. Ni siquiera recuerdo haberla llevado puesta.


-Vaya. Un día de estos, cuando te ubiques un poco, iremos al parque en donde te encontré. Tal vez allí encuentres algo.


-¿Querrás verme... después de que me vaya del hospital?


-Ehm, si, claro, ya te lo dije. Hoy he terminado un poco antes para estar aquí cuando lleguen los de los servicios sociales, para saber adonde te mandan.


-Gracias, de verdad. Pero no es necesario.


-Hay, deja de darme las gracias. No sé por qué, pero no quiero dejarte tirado. No creo que pueda hacer gran cosa, pero... lo poco que pueda ayudarte, lo haré de buen grado. Si alguna vez necesitas algo, no dudes en pedírmelo. Te apuntaré mi número de teléfono, así podrás localizarme.


-Gracias. Otra vez.


Cristian sonrió mientras apuntaba un número en un bloc de notas.


-Ten. Es mi móvil, así que suelo cogerlo a cualquier hora del día... bueno, por decencia supongo que no me llamarás a las cinco de la mañana por charlar, pero si es urgente, no lo dudes, ¿vale?


-Sonará repetitivo, pero gracias. No sé si podré pagarte todo lo que haces por mi.


-Si no hago nada.


-Si haces, y mucho... por cierto, le pregunté a una enfermera y me dijo que sí.


-¿Qué si que?


-Que sí era un chico guapo.


Cristian se rió de buena gana.


-Yo también te dije que eras guapo.


-Si, pero también me dijiste que tu no sabías de esas cosas y que le preguntara a una chica.


-Cierto. Oye... ¿No has pensado un nombre todavía?


-He pensado en muchos nombres, pero ninguno me dice nada... excepto uno.


-¿Cuál?


-Less.


-¿Less? ¿Por qué Less? ¿Te hace recordar algo?


-No. Es una estupidez.


-Vamos, dime.


-Es que... es una terminación inglesa que designa “carencia de” o “que no tiene”. Homeless, sin hogar; nameless, sin nombre; memoryless, sin memoria... por eso me gusta Less.


-¿Así es cómo quieres que te llame? ¿Less?


-Si. Me gusta.


-No suena mal. Además, sabemos otra cosa de ti. Sabes inglés.


-Si, es otro dato.


-Oye... Less... yo...


-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?- dijo un hombre entrando en la habitación. Era un hombre alto y delgado, algo mayor, vestido de traje.


-¿Puedo ayudarlo en algo?- dijo Cristian.


-Soy David Costas, enviado de los servicios sociales. Vengo a buscar a un chico que sufre amnesia.


-Creo que soy yo.


El hombre recién llegado miró a Less.


-Mucho gusto en conocerte, chico- dijo acercándose a él y tendiéndole la mano. Less se la estrechó-. Y usted es...- dijo dirigiéndose a Cristian.


-Soy el doctor Cristian Gálvez, y he estado a cargo de él.


-Muchas gracias por hacerse cargo, pero ahora es mi responsabilidad.


-Esto... a mi me gustaría saber adónde lo van a llevar.


-¿Por qué, señor Gálvez?


-Oh, bueno, yo encontré al chico, y... es una historia larga y difícil, el doctor Miguel Castro sabe explicarlo mejor que yo. El caso es que me gustaría saber adónde lo llevarán.


-¿A ti te importa que el lo sepa?- preguntó a Less.


-Ah, de hecho, me gustaría que él lo supiera. Querría seguir en contacto con el doctor Cristian.


-Bueno, no hay problema entonces. Vamos a llevarte a la residencia anexa a este hospital. Ya está todo tramitado, no hay problemas. Te llevaré a tu departamento.


-¿Ya? Qué rápido.


-Aunque no te lo creas, los funcionarios también trabajamos rápido. Bueno, ya todo el papeleo está en orden. Si tienes algo que coger, recógelo y nos vamos.


-Vale. ¿Puedo llevarme mi ropa y mis cosas?


-Claro que si.


-Pero te daremos algo de ropa en la residencia, no te preocupes.


-Ah, no es por eso... es que... bueno, me gustaría conservar esta ropa.


-Bueno, no hay inconveniente.


-Eh... yo ya he acabado mi turno. ¿Podría ir con ustedes?


-Si, ¿Podría él venir con nosotros? Es decir, si no hay ningún problema.


-Veo que han hecho ustedes muy buenas migas. En fin, no tengo nada que objetar. Vamos.


 


 


 


 


La residencia anexa al Hospital Santa Helena era un edificio alto y de color gris. La fachada tenía doce ventanas de ancho y quince de alto.


Entraron por la puerta principal y David le enseñó a Less la cantina. Le dio un horario para que supiera a qué horas servían la comida. Por supuesto, no tendría que pagar. Luego, subieron en el ascensor hasta el piso número trece, a la habitación 1302. Abrió la puerta y le mostró el interior. Había una cama, una mesilla de noche, una mesa, una silla, un armario y un sofá. Una puerta contigua daba a un baño. Eso era todo. El pequeño departamento ocupaba tres ventanas en total, dos en la habitación principal y una en el baño. No era muy grande ni muy lujoso, pero era algo.


-Bueno... eh... No me has dicho tu nombre.


-Es que no lo recuerdo. Pero puede llamarme Less.


-Bien, Less, aquí tienes las llaves del departamento- dijo poniéndoselas en la mano. Tenían un llavero que ponía el número de la habitación. -Pero ahora ven conmigo. Buscaremos algo de ropa de tu talla en la ropa de las donaciones. No es mucho, pero es lo que podemos ofrecerte.


-Muchas gracias.


 


 


 


El funcionario de los servicios sociales ya se había ido. Le había dejado un teléfono de contacto y la promesa de volver la semana siguiente con noticias sobre él y para ver cómo le iba. Less y Cristian estaban solos en la habitación. Less llevaba puestos unos vaqueros que le venían un poco grandes y una camiseta de propaganda de una charcutería o algo así, y una chaqueta de punto negra. Le habían dado algunas mudas más de ropa y un par de pijamas verdes del hospital.


-Bueno, Less. Vas progresando. Ya tienes una casa y algo de ropa aparte del pijama.


-Si. Supongo que es algo.


-Bueno... tendrás mucho tiempo libre.


-Si, eso parece. Me dedicaré a hacer amigos mañana. Espero ser una persona sociable. A ver que pasa.


-Je, seguro que se te da bien. Oye, ¿Te gusta leer?


-No lo se. Tal vez. No recuerdo haber leído ningún libro...


-Podría traerte alguno... para probar, a ver. Para que tengas algo que hacer.


-Gracias. Estaría bien. ¿Vendrás mañana?


-Eh... si puedo si. Supongo que si. Tu por si acaso espérame por aquí a eso de las diez menos cuarto, o así.


-Vale. Esperaré.


-¿Qué clase de libro te gustaría que te trajera?


-No tienes nada del tipo, “cómo recuperar su memoria perdida en diez sencillos pasos”.


Cristian sonrió.


-No, creo que de esos no tengo. Pero veré que puedo hacer.


-¿Me llevarás algún día al parque donde me encontraste?


-Si, lo haré. Ya hablaremos de eso, ¿Vale?


-Vale.


-Ahora tengo que irme, o no dormiré nada. Y mañana tengo que madrugar.


-Claro, ve. Nos vemos.


-Hasta mañana.


-Hasta mañana.


 


 


 


 


Por alguna razón se le hacía difícil despegarse de aquel chico. Era agradable y todo eso, pero... se sentía como si fuera a traicionarlo si lo dejaba a su suerte. ¿Por qué, si no lo conocía de nada? En fin, cosas de la vida.


Less... el chico tenía imaginación. ¿Cómo podía uno olvidarse de todo su pasado y recordar una terminación inglesa?


Aquella era una situación muy extraña. Llegó a su casa y la sintió vacía. Miguel tenía razón; era una casa muy grande para él solo. Pero no, no iba a picar en el juego de Miguel y a traerse Less. No y no.


Pero... había empezado a planteárselo. Y muy seriamente. La idea se había colado sin que se diese cuenta en su cabeza.


En fin. A ver cómo evolucionaba la historia.


 


 


 


 


Less. Less. Ahora podía dirigirse a si mismo como Less. Era agradable pensar en uno mismo como alguien con un nombre. En vez de pensar, “yo” o “este chico” podía pensar en si mismo como Less. Era una tontería, pero no dejaba de ser agradable. Y Cristian podía llamarlo Less, en lugar de “chico”. Era más personal.


Se puso a jugar con el zippo tumbado en la cama. Le habían dicho que allí no podía fumar. Tampoco tenía ganas. No sabía si era un fumador empedernido o no, pero el caso es que en aquel momento no tenía ganas.


Luego cogió el envoltorio del chicle. Era de fresa. Eso significaba que le gustaba la fresa. O los chicles de fresa. O ambas cosas. Podía parecer una tontería, pero cuando no recuerdas nada de ti mismo, cualquier detalle que descubres, por ínfimo que sea, hace ilusión.


Mañana daría una vuelta por allí. Hablaría con la gente. Con algo de suerte (con muchísima suerte y la ayuda de algún santo), tal vez alguien lo reconocería. Y si no, pues que más daba. Tenía ganas de hablar con gente. Aunque no sabía de qué diablos iba a hablar él con alguien, pero todo se andaría.


Y además, mañana vendría Cristian... ¿Por qué le hacía tanta ilusión?


 

Notas finales:

Siguiente capi, ya mismo!


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