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Tiñendo de Amor y Sangre por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

La conti está larga ovo pero bueno.. para que no se quejen XDD

Cuando Mu abrió los ojos estaba recostado en algún lugar calentito. Los pies le hervían y tenía el cabello seco. Además, allí se sentía acolchonadito. Confuso, miró hacia arriba, esperando encontrar el cielo, pero se encontró con un techo rojizo cálido. No tenía fuerzas para moverse, por lo cual no intentó hacer ningún movimiento. Pensó que quizás estaba en un ataúd y alzó la mano, intentando tocar el techo. No obstante una mano tomó la suya con fuerza, transmitiéndole un sentimiento de apoyo y cariño. Al segundo vió aparecer el serio rostro de un hombre. No reaccionó. Se quedó mirándole con ternura. Lo último que recordaba era estar entre la nieve y sentirse movido. Luego un calorcillo envolverle… y luego nada más.

-    ¿Estoy muerto? – preguntó con voz suave. El otro sonrió dulcemente, haciendo que sus labios se arqueasen - ¿Eres un ángel?

Saga rió y acarició la tersa mano del otro. Ayudó a Mu a sentarse y entonces calló el joven en la cuenta de que: 1- Estaba en una casa elegante; 2- Estaba en una cama; 3- Tenía otra ropa puesta. Como notó que comenzaba a reaccionar, el mayor se apresuró a hablar.

-    Estás en mi casa. Te encontré medio muerto de frío y te traje. Te ofenderá muy probablemente… Pero te puse ropajes rusos. Y escondí tu bandera… Estás en Rusia y soy un soldado bolchevique. – acarició su rostro y notó el pánico en las puras orbes del otro- No temas que no te haré nada… Estoy dispuesto a esconderte aquí para que no te encuentren.

-    ¿Estás fingiendo que soy ruso? – preguntó Mu tranquilamente, el otro asintió-. Yo perdí a mis amigos…

-    ¿Cómo llegaste aquí? – no contestó a la pregunta del ariano, pues supo que más que pregunta era una afirmación.

-    vine… vinimos –corrigió rápidamente- en un avión. Us… ustedes bombardearon la cola… y yo estaba ahí. Recuerdo caer y la nieve… el… el avión siguió andando pero… cayó, creo… y…

-    Lo siento –interrumpió el otro- Nosotros bombardeamos ese avión.

Un silencio incómodo los dominó. Mu miró el rostro del otro y notó la culpa en su expresión. Miró a su alrededor y vió algunas mesitas, comida, vendas y un botiquín. “Puedo arriesgarme a confiar en él” pensó el ariano, “si se molestó en tráeme aquí y curarme… cambiarme la ropa y alimentarme… ¿porqué me mataría?”.

-    Confiaré en ti – rompió Mu el silencio – Gracias por todo, pero no quiero estorbar… no te conozco y…

-    No te preocupes. Vivo sólo y nunca serías una molestia – se sorprendió al oírse decir eso- Podemos ir conociéndonos poco a poco. Me llamo Saga.

-    Soy Mu – contestó el otro- Eres griego.

Saga le miró sorprendido. No sólo porque atinó, sino por la seguridad con la cual lo dijo.

-    Exacto… ¿cómo lo sabes?

-    Tengo un amigo de Grecia… tiene la piel como tú, así bronceada – tocó sus mejillas con curiosidad – Venía conmigo… ¡Ah, espera! Son dos.

El otro rió.

-    Mu… ¿qué edad tienes? Realmente tengo mucha curiosidad por saberlo… te… vez tan pequeño y delicado… ¿seguro que eres militar?

El pelilila rió, develando la risa más dulce de todas y asintió.

-    Tengo 20 y sí, soy militar… a la gente a veces le sorprende y se dejan guiar por mi apariencia… por eso es más facil pelear. Piensan que soy un niñita, pero… -suspiró- ¿Crees que mis compañeros estén bien?

-    No lo dudo – contestó el otro con rapidez- Te ayudaré a buscarlos en cuanto te recuperes… por mientras, me gustaría que dijeses, si te preguntan, que eres un ruso al cual atacaron los alemanes y por eso estoy cuidándote. Así no te apartarán de mi lado… Aquí estás seguro. –besó su frente y le sonrió con calidez.

-    Tengo una duda… ¿cómo hablaré? Porque pronuncias mucho las “r” y a mi no me sale así… -admitió apenado.

-    Te enseñaré, es fácil. Me encargaré de ello. Pero ahora… creo que es mejor que comas algo – se acercó a una mesita con un platillo. Allí había ensalada, patata y un trozo de carne bien cocido.

-    Muchas gracias… Saga… aunque aún no entiendo porqué lo haces… después de todo soy tu enemigo.

-    No lo sé, pequeño – Saga admiró al bello joven. Sí que lo sabía. Lo había ayudado porque sus ojos le habían cautivado por completo, porque su aroma le había embriagado de lleno, porque era angelical, suave y dulce. Le había gustado el orgullo con el cual portaba la bandera a su espalda, el brillo de sus ojos al hablar y la fortaleza de sus palabras- Si no comes, te daré de comer yo en la boca.

Mu sonrió divertido y tomó el tenedor. Miró con curiosidad las patatas pero las comió tal como estaban. Saga notó cómo se le dificultaba el comer y moverse al mismo tiempo, por lo cual tomó el tenedor y el cuchillo y comenzó a darle de comer. Al principio Mu se quedó estático, pero luego comenzó a comer dócilmente. La comida era apetitosa y el agua aún más, ya que tenía la garganta sequísima y le ardía de la sed. Luego de alimentarle, Saga comió su propia comida, la cual se veía muy extraña, al menos para Mu. Un olor fuertísimo le llamó la atención. Miró a Saga beber con tranquilidad. Arrugó la nariz ante el fuerte aroma, pero el otro tomaba como si fuese agua.

-    Saga, ¿qué es? – preguntó.

El otro le miró sorprendido, pues había pensado que el otro dormía. Le enseñó la transparente botella, la cual tenía pegada una etiqueta rusa. Carraspeó un poco y se acercó al joven. El olor se hizo más intenso.

-    Es vodka puro. No puedo darte, pequeño – le sonrió con amabilidad y movió la botella. – Es para gente más grande, además no lo soportarías, es mucho más fuerte que la cerveza alemana.

El otro no dijo nada. La botella era linda, transparente y el líquido también parecía ser bastante limpio. Comparó con las coloridas botellas de Alemania y el líquido amarillento.

-    Repites mucho que soy pequeño… ¿qué edad tiene?

Saga caminó alrededor de la habitación y terminó sentándose al lado del otro.

-    Tengo 28, Mu. Y bueno… pareces un pequeño carnerito lila, por eso – acarició sus cabellos distraídamente- Debes estar lleno de mujeres, ¿verdad?

Mu frunció el entrecejo pensativo. Saga alzó las cejas al ver aquella expresión en el rostro del pelilila.

-    No quiero hablar de eso… hace poco herí el corazón de una bella muchacha, pero pronto lo pagaré.

Saga le miró inquisitivo.

-    Vine aquí a pelear por mi Reino, por ella, por la gente y por los niños que allí viven. Vine aquí a pelear por mi familia, mis amigos y mi Kaiser. Vine aquí a morir por Prusia – apretó los ojos con fuerza y los abrió, encontrándose con la expresión martirizada de saga.- Lo siento… - pidió con la voz rota de frustración.

-    Descansa, Mu. Olvida tus problemas… en este momento deberías ser un muchacho común como cualquier otro. El mundo de la guerra es cruel y duro y quien entra en ella gana nada y lo pierde todo. Piensa en eso… todavía puedes volver a casa. Ayudarás más a Prusia viviendo feliz.

-    Si tan mal te hace la guerra… ¿porqué combates? – el ojiverde no podía entender la posición del otro.

-    Los austríacos mataron a mi hermano gemelo. Kanon se involucró con un austríaco llamado Sorrento y terminó siendo asesinado por el padre de ese infeliz. Asesinaron a mi madre cuando quiso ir a buscar el cuerpo de mi hermano. Mi padre quedó destruído por ello. Mi hermano mayor Defteros ahora es un salvaje… -suspiró, a punto de largar sus lágrimas- ¡Ellos arruinaron mi vida!

El ariano tomó con brusquedad la nuca del otro y le atrajo contra su pecho. Dejó que llorara mientras le consolaba con suaves caricias en el cabello. Besó su frente pero se quedó quieto. Hizo algunas muecas de dolor, debido a su vendado y herido pecho. Saga, mientras, lloraba la muerte de sus queridísimos seres. Su cuerpo tembló y alzó las pupilas para mirar enfrente. Sentía los músculos del pecho de Mu por detrás de las vendas. Alzó un poco más la cabeza y se encontró con su cuello. Hundió una mano entre sus cabellos y tironeó con suavidad hacia atrás. El ariano no comprendió el movimiento pero no se opuso. Echó la cabeza y pronto sintió suave mordida en su cuello. Jadeó de sorpresa, mientras Saga pasaba su lengua sobre aquella dulce y suave zona. Clavó los dientes más abajo. Finalmente, Mu gimió.

~

-    Hay algo que no entiendo – decía Aioria caminando con Afrodita en su espalda. Pese a que podía caminar, prefirieron que no gastase energías.

-    ¿Qué parte es la que no entiendes? – preguntó Shura observando al menor. Se sentía un poco celoso de ver como el otro cargaba a su amigo, pero nada podía hacer.

-    La del plan – admitió avergonzado.

-    Osea no entendiste nada – concluyó Shaka irritado. Quería encontrar a Mu, pero no podían en ese estado. Primero debían curar al pisciano y aliementarse ellos. – Es sencillo… ninguno aquí es prusiano, nacimos en otros lugares, así que tenemos que pedir ayuda con nuestros idiomas madre.

-    Recuerdo el español, pero me temo que no podré ayudar – se sabía de la amistad entre prusianos y españoles- Pero tú y Milo pueden hablar, Ria.

-    Y ¿qué voy a decir? Ni siquiera sé adónde vamos… ¿y si hay muchos militares? ¿Y qué hacemos con la ropa? Afrodita se salva por el traje de pioloto y tú por esa bata fea, ¡pero yo, Shaka y Milo tenemos el traje! Nos van a reconocer…

-    ¡Mi bata no es fea! – protestó el ibérico.

-    ¡Basta! –los calló Shaka. La discusión se dio por terminada.

Llevaban horas caminando. Milo había estado tirando sus medallas, en un intento de disimular más la ropa. Mentalmente estuvo practicando el griego. “Kalimera”, era buenos días. “Kalispera”, buenas tardes. “Kalinichtá”, buenas noches. Continuaron hasta que por el horizonte comenzaron a dejarse ver algunas luces. Milo echó a correr primero y detrás de él, Shaka. Aioria iba a comentar algo cuando oyó suaves ronquidos. Al menos Afrodita podía descansar. Aioria suspiró y fue entonces cuando sintió la caricia de un “algo” en sus cabellos. Miró a su lado y vió a Shura sonriéndole.

En ese momento llegó Shaka corriendo con una sonrisa brillante. Hablaba rápido y en un idioma extraño. Abrazó a Shura y le tironeó de la mano.

-    Vamos Shaka, que no te entendemos nada… ¿qué pasa? – preguntó divertido Shura. Podía jurar que nunca vió tan feliz al rubio.

-    ¡Es un pueblo! ¡Llegamos a un pueblo! ¡Es perfecto! Aunque llamaremos la atención pero… ¡llegamos!

-    Eso es genial, Shaka. Pero… recuerda que no tenemos dinero ruso. Si pagamos con nuestras monedas sabrán quienes somos.


Se quedaron callados. Touché.

-    Aioria… ¿guardas tus medallas del ejército todavía? –el Leo asintió- Dámelas.

-    ¿No vez que tengo las manos ocupadas? –entrecerró los ojos- Las tengo en el bolsillo del trasero – se ruborizó.

El ibérico asintió y metió la mano en el bolsillo mencionado. Sonrió al sentir las firmes nalgas del otro contra su mano y las acarició fingiendo que buscaba. El rostro de Aioria se puso rojo y tensó los glúteos. Shura apretó con algo de fuerza y el Leo dio un pequeño salto.

-    ¿Las encontraste o no? –preguntó cohibido por los manoseos. Sintió que finalmente sacaba la mano de allí- ¿Qué harás con ellos? No me lo dijiste.

-    Se pueden vender – anunció Shura- podemos decir que los robamos a alemanes y de esta manera de paso nos desharemos de ellas. Los militares reconocerían el emblema, pero dudo que pueda hacerlo una persona común. Tenemos suerte de que no diga “Alt for Preussen”, o algo así.

-    Qué gracioso… no me imagino un “Alt for Preussen”. Además, los noruegos se pondrían celosos. ¿No quieres cambiar el nombre del reino, además? ¿A Kongeriket Preussen? – Aioria comenzó a caminar en nueva cuenta, con Dita en la espalda. No sabía si el sueco estaba gordo o el estaba cansado o ambas, pero comenzó a hacérsele difícil.

Pronto descubrieron porqué Shaka estaba muy emocionado. El pueblo era pequeñísimo y la gente parecía ser muy amable. Había una posada y una muy pequeña clínica, donde podrían curar a Afrodita. La posada se llamaba “The Imperial Russia”, lo cual les intimidó un poco. El hombre miró asombrado a los muchachos pero le encantaron las medallas.

Aioria observó cómo perdía dos de sus preciosidades. Cuando vieron las camas el leo se tiró directo a dormir. Shura tuvo que acobijarlo y secar su cabello.

~

Defteros frunció el ceño ante la escena que veía. Saga estaba en la cama, contra un muchachito de cabello lila. Tenía el cuello expuesto y lleno de marquitas. Las vendas de su pecho estaban sueltas y sus ojos, ahora abiertísimos, brillaban del gusto. Saga no se movió y Mu no habló. Su acento lo delataría.

-    Saga, ¿quién es él? –preguntó mirando sorprendido (mas no enojado) al ariano.

-    Mu.

-    Ah.

Lo miró unos minutos más y desapareció tras la puerta. El silencio duró unos momentos, hasta que escucharon la puerta de la casa cerrarse. Entonces, Saga volvió al ataque. Besó los labios del menor y jugó adiestrando su  lengua. Acarició encendido cada rincón de su cuerpo y enredó sus piernas con las de él. Pronto, el frío de Rusia fue reemplazado por el calor de Grecia. Aquellas bronceadas y expertas manos se frotaron contra las pálidas y formadas caderas del otro. La ropa pronto terminó regada por el suelo.

-    ¡Espera, Saga! – pidió el otro manteniendo la distancia. Sus mejillas estaban coloradísimas- No sé cómo hacer eso… ¡es decir! Y además…

-    Entiendo – sonrió el otro, comprensivo- pero no te haré daño, Mu. ¿Quieres que pare? –el otro negó- ¿Sigo? –Mu entornó lso ojos- Vale, Vale… te amo, Mu. Sé que es imposible, pero… te quiero conmigo. Cuando estás todo se siente mucho mejor… tus ojos tan vivos… despiertan una pasión avasallante en mí. Te quiero a mi lado, quiero cuidarte, protegerte de la guerra – le abrazó con fuerza- No permitiré que pelees…

-    Saga… yo también te amo. Me salvaste de que me muera a pesar de ser tu enemigo… pese a no conocerme, tuviste bondad, me diste comida, ropa, techo, tu amor… te abriste conmigo y permitiste que te consolara… y ahora me entregas tu cuerpo sin ninguna condición. Soy tuyo, Saga.. como tú eres mío. Quizás no lo entendía. Amo a Prusia y a su gente… y te amo a ti… Ya peleé por Prusia… ahora pelearé por ti, por mantenerme a tu lado y para mantenerte conmigo… Tómame, Saga.

El geminiano apoyó su mano en la mejilla del otro y acarició con amor y calma. Besó sus labios una vez y procedió a abrir las piernas del menor… quien aferró sus brazos al cuello de su amante para mantener el equilibrio. Comenzó Saga a ingresar en su interior con cuidado. Mu sollozó pero no profirió sonido alguno. Se sonrieron y así comenzaron a moverse con lentitud y cuidado. Fusionaron sus cuerpos, así como cualquier amante. Mu dobló los dedos del pie debido a la nueva sensación de placer que le recorría el cuerpo. El geminiano acarició el resbaloso falo de su compañero, el cual se hinchó y comenzó a gemir de gusto. Ambos terminaron al mismo tiempo, pero no se separaron en ningún momento. Saga se quedó admirando el rostro de Mu y viceversa.

-    Cuando te pregunté de mujeres hablaste de una en especial – recordó Saga.

-    Si… Victoria… ella era la mejor amiga de Sorrento y de su novio. Siempre sentí celos de esa relación suya… pero era buena muchacha. No quería que se preocupase por mí, adem…

-    Espera, dijiste Sorrento – Saga se incorporó de un salto, saliendo de su interior- ¿Sorrento y su novio? ¿Quién era ese novio? ¿Lo viste? –tomó al ariano de sus hombros- ¿sabes quién es?

-    No yo…. No sé…. Pero… Sorrento estaba feliz de estar con el. Incluso aprendió a hablar griego.

-    Kanon enseñaba griego – volvió a interrumpir Saga- El nació allí.

Mu asintió lentamente. Había olvidado que Kanon era su hermano gemelo… pero si Saga tenía razón y él también, entonces Kanon estaba vivo… todavía al lado de Sorrento.

~

Defteros entrecerró furioso los ojos; su jefe tenía razón. Saga había ido a buscar algún sobreviviente del avión y no había regresado solo al parecer. Se suponía que debía quitarle información y se acostaba con él. Iba a tener que llevar esas noticias a su superior. Era peligroso que su hermano se involucre con un prusiano. Sus planes de ataque se veían amenazados por esa relación, la cual habría que destruír de alguna manera. Si no le hubiesen dicho que Saga fue a buscar algún sobreviviente, no hubiese creído que aquel joven fuese prusiano, alemán o quién sabe qué más. Parecía de algún país nórdico. Se ajustó los guantes y rebuscó por la casa silenciosamente. Había sido un truco muy inteligente el fingir que se había retirado. Se acercó al tacho de basura y comenzó a hurgar. Sin esperarlo, encontró un gran trozo de tela. Tironeó y extrajo con algo de dificultad una bandera. Era blanca y con dos líneas negras. El dibujo estaba arañado y el resto bastante descocido y sucio… Había algunas manchas de sangre alrededor del centro y algunos huecos en los bordes. Parecía chamuscada y casi no se notaba el color… pero era la bandera de Prusia.

Notas finales:

lalalala =7=9


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