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Ojos al Cielo por Lady_Calabria

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Notas del capitulo:

Hola. Siento mucho la tardanza. Es increible lo bruscamente que puede cambiar la vida de uno, sin darte tiempo a nada.

Os traigo la 1r parte del capitulo de NICK voy a tener que dividirlo. voy subiendolo.

espero que os guste.

NICK.

Nick despertó sin saber si era día o de noche, si estaba en casa o en el hotel.

 

La única información que supo filtrar su celebro fue que un estruendoso sonido le había despertado. Una mala noticia, su sueño no volvería tan fácilmente.

 

 

 

Solo él estaba en la cama. A su lado Alex no estaba. Puso la mano sobre las sábanas de color azulado. Estaban calientes.

 

 

 

Suspiró.

 

Olía raro.

 

¿A quemado?

 

No, no tanto. Pero estaba cerca de estarlo. Un olor dulce pero cargado.

 

 

 

Se levantó de la cama. Se sorprendió al sentir el frío de la baldosa en sus pies. ¿Dónde estaba la alfombra? 

 

 

 

En su reloj digital, las lucecitas fluorescentes dibujaban la hora. Las cuatro y diez.

 

 

 

Despacio siguió los ruidos que le servían de guía hasta la cocina.

 

Nick sabía que viviendo, como lo hacía, con el chico rubio debía estar preparado para todo.

 

Pero hasta que no se vio compartiendo el mismo techo no se dio cuenta de que nunca dejaría de sorprenderse.

 

Alex hacía más locuras de las que pensaba, y debía asumirlo.

 

 

 

Se quedó mirándole desde lejos, sin que él se percatase de ello.

 

 

 

Despeinado y con su pijama blanco, trasteaba buscando una sartén.

 

Tenía un porro en los labios del que salía un aroma que ya encontraba familiar.

 

 

 

En la encimera había un cuchillo pequeño apenas afilado rodeado de comida troceada. Tomate, Pimiento verte y ajo.

 

 

 

En una olla hervía agua, desde allí le pareció ver las punta de unos espaguetis.

 

 

 

El rubio solía ponerse a cocinar cuando estaba nervioso, daba igual la hora.

 

 

 

-¿Estas son horas para ponerse a cocinar?- le dijo con voz soñolienta. Lo bueno y lo malo de vivir con alguien es que se acostumbra a verte con todas las facetas, incluso con legañas.

 

 

 

Alex se asustó y se levantó de golpe. Se le cayó la  sartén de las manos y cayó muy cerca del pie.

 

 

 

-¡Joder!- gritó y le miró con cara de enfado. Recogió su sartén y muy dignamente se puso a seguir cocinando- ¿Qué haces levantado?

 

 

 

Nick se acercó hasta un taburete que tenían en una esquina y se sentó. Enseguida pensó que había que comprar uno nuevo. Que cosa tan incomoda.

 

 

 

-¿Cómo voy a dormir con este ruido?- le dijo bostezando. Alex se encogió de hombros.

 

 

 

-¡vaya! Yo tengo unas estupendas pastillas para eso- le dijo el chico sin girarse hacía él. Puso aceite en la sartén.- Lo que deberías hacer es volver a la cama y dejar de quejarte. Tú siempre te quejas demasiado. A todas horas. Y si no tienes intención de volver a dormir mueve tu culo hasta aquí y ayúdame a rayar el queso.

 

 

 

El moreno rió y asintió. Cuando Alex estaba de mal humor era mejor dejarle en silencio. Así que ayudó a cocinar el plato de Alex.

 

En un descuido del chico se deshizo del porro.

 

Su rubio tenía un peculiar gusto para la cocina. Bocadillos de atún en escabeche y tomate frito… Mejillones con queso… azúcar con mantequilla…

 

Y hoy tocaba espaguetis con salsa de soja.

 

 

 

Alex estaba totalmente concentrado en echar la cantidad justa de sal. Pero decidió interrumpirle, porque no le gustaba tanto silencio.

 

 

 

-¿Dónde está la alfombra de la habitación?- le preguntó acordándose de sus pies fríos.

 

 

 

-¿Por qué debería saberlo yo?- le dijo con cara de pocos amigos- ¡claro! Como yo estoy loco… si desaparece algo seguro que lo ha cogido Alex ¿verdad? No pueden ser las señoras de la limpieza. ¡Tiene que ser Alex el loco de remate!

 

 

 

Nick esperó a que acabase en silencio, mejor que se desahogase el mal humor.

 

 

 

-¿Pero la has cogido tu o no?- le dijo sin inmutarse.

 

 

 

Un tenso silencio en el que casi podía oír como funcionaba rápido la cabecita del chico.

 

 

 

-Si- le dijo más obstinado que de costumbre- Está en la azotea.

 

 

 

Nick le miró unos segundos sin decir ni hacer nada. Tenía demasiado sueño como para ponerse a desentrañar las extrañas razones que llevaba a hacer a Alex cosas como esa.

 

Pero la curiosidad le pudo.

 

 

 

-¿Por qué está ahí?- le preguntó con una ceja alzada como un puente sobre su ojo.

 

 

 

Alex sonrió de forma más que enigmática.

 

 

 

-Quizás quería ver las estrellas…

 

 

 

**********************************************************************

 

 

 

 

 

-¿Un perro?- Inquirió Nick sorprendido.

 

 

 

 

 

Nick había insistido en subir a la azotea para recuperar la alfombra. Y eso había hecho, a pesar de los intentos de Alex para evitarlo. 

 

 

 

Lo primero que le mosqueó al subir fue los ruiditos extraños que venían de arriba de la escalera. 

 

Y cuando allí estuvo, allí le vio.

 

 

 

Un pequeño cachorro de color blanco como un folio sin dibujar y un hocico negro.

 

Ignoraba de razas de perros, pero ese cachorro le auguraba ser de una raza grande y fuerte.

 

 

 

El pequeño cachorrito se puso como loco al verles llegar. Movía la cola de un lado a otro con emoción.

 

Sus ladridos frenéticos eran molestos a los oídos.

 

 

 

¡!! Un perro ¡!!

 

 

 

Alex dejó el bol de espaguetis en las manos de un pasmado Nick y se fue enseguida a tranquilizar a su perro.

 

 

 

-¡vaya! Si, un perro- le dijo levantándolo en brazos- Es macho. Un dogo Argentino de tres meses… ¡que bonito es! ¿Verdad que es lo más bonito del mundo?

 

 

 

Nick se puso frente a él y Alex le miró de pronto. Parecía asustado.

 

Debía estarlo.

 

Nick estaba enfadado. ¿Cómo se le ocurre traer un perro a casa sin consultárselo?

 

 

 

-Explícate- le dijo muy seriamente. Alex le miró adornando su carita con esos ojitos que le hacía derretir. ¡Maldita sea!

 

 

 

El rubio bajó la cabeza.

 

-Venía de la sesión con el Doctor Ruiz… y me encontré a un señor en la calle que regalaba cachorros- le contó. El perrito se entretenía intentando morder el cuello de la camisa de Alex- Nadie quería este porque tiene el rabo feo.

 

 

 

Nick se fijó. Tenía el rabo con manchas negras que parecía un goteo de pintura sobre su cuerpo blanco, una cola con pelos de punta, que ciertamente, era fea.

 

 

 

-¿Y?- le dijo fingiendo seguir tan enfadado como antes.

 

-Oí como el señor decía que si no se lo llevaba nadie lo lanzaría al río- musitó con voz queda- No podía permitir eso y seguir durmiendo bien por las noches.

 

 

 

Nick suspiró. Propio del chico… No podía enfadarse con él por salvar una vida, ¿pero como confiar en el para que cuidase de ella?

 

 

 

Alex se sentó en la alfombra y él le imitó con el bol en el regazo.

 

 

 

Comieron en silencio, mirando al pequeño animal ir de un lado a otro sin apenas coordinación.

 

 

 

 

 

-¿Estas seguro de querer quedártelo?- le dijo cuando tragó. Estaba riquísimo. Alex cocinaba cosas extrañas, pero buenas.

 

 

 

Alex asintió. Por supuesto. ¿Cómo no?

 

No hubo más preguntas porque intuía que no encontraría más respuestas.

 

Un silencio mucho más relajado se apoderó del momento.

 

 

 

Nick no estaba seguro que querer un perro en su casa, no le gustaban los animales tanto como para querer ser responsable de uno. Darle de comer, limpiarlo, educarlo, vacunas, sacarlo a dar paseos para que no le ensuciase en suelo… Peor que un crío.

 

Pero sabía que Alex si. Que el chico se aburría enjaulado y quizá era eso lo que necesitaba. Estar ocupado. Responsabilidad.

 

 

 

-Míralo, es feliz- le dijo Alex rompiendo el silencio, con los ojitos brillantes.

 

-¿y tu no?

 

 

 

Alex intentaba contener las lágrimas. Tenía la nariz colorada.

 

No. no lo era.

 

Nick lo sabía. A veces pensaba que no era suficiente para él.

 

 O solo era su enfermedad…

 

Lo importante es que a Alex le pasaba algo que no era capaz de comprender.

 

Nunca se le había dado bien hablar. No sabía que palabras decir, y justo las que escogía no querían salir de su boca. Tragó saliva y le abrazó.

 

 

 

Solo era un niño inocente, daba igual los años que pasasen. Su cuerpo cambiaría, pero seguía siendo un niño al que hay que abrazar de vez en cuando para que llore a gusto.

 

 

 

-Dime que te pasa. Por favor- le rogó.  ¿Qué iba a hacer sino? Alex era el ser más complicado que conocía, imposible de llegar a comprender por completo.

 

 

 

-Me siento inútil- le dijo entre sollozos- no valgo para nada. Quiero ser una persona, pero solo soy un loco enfermo. Quiero tener un trabajo.

 

 

 

Nick le miró fijamente. Se apartó de él y se puso en pie.

 

¿Cómo que un inútil? ¿Cómo que un trabajo? ¿Es que todo lo que había hecho por él no valía para nada? 

 

¡Lo hacía todo para que estuviese bien! Para que estuviese a salvo de la gente y de las drogas. En casa estaba seguro. ¡Debería estar agradecido!

 

 

 

La mirada del joven mostró sorprenda, y de pronto… serio. Lo había comprendido.

 

 

 

-No vas a trabajar- le dijo muy serio. Alex frunció el ceño y también se puso en pie.

 

 

 

-¿Por qué no?- le gritó enfadado.

 

 

 

-¡Tenemos dinero de sobra!!Tu estas bien aquí y punto!- le gritó él a su vez.

 

 

 

-¡Tu trabajas! ¡Sales por ahí!- dijo Alex- ¿y yo tengo que morirme aquí encerrado? ¡Me muero!

 

-¡He dicho que no!- dijo Nick y antes de darle tiempo a responder al rubio bajó la escalera como alma que lleva el diablo.

 

 

 

El perro se quedó en la azotea, jugueteando con la alfombra que le servía de cama.

 

 

 

Desgraciadamente para Nick, Alex no era de las personas que dejan una conversación que le interesa a medias.

 

 

 

Le siguió al salón.

 

 

 

-¡¿Cómo voy a vivir si me tienes encerrado como un muñeco en una caja?!- le dijo gritando - ¿Cómo voy a mirarle a la cara a toda esa gente que se gana el dinero con trabajo?

 

 

 

Nick rió con amargura.

 

 

 

-¿Ahora te preocupa eso?- le dijo. Quizás gran parte de su enfado venía más por la preocupación que por la ofensa de no poder tener nunca a Alex contento.

 

 

 

El rubio se acercó.

 

-¿y a ti que te preocupa? ¿Qué empeore? ¿Qué me drogue?

 

 

 

Chico listo. Siempre lo había sido.

 

Nick no contestó. Y pudo ver en la cara del chico dibujado el momento exacto en que el enfado pasaba a la rabia por la ofensa.

 

Iban de mal en peor.

 

-¿Tan poco confías en mi?- le dijo en voz baja. Le temblaban las manos por la rabia.

 

No era bueno.

 

 

 

Demasiado peligroso estando enfadado. Le conocía lo suficiente como para saber que cuando bajaba la voz no era nada bueno. El verdadero enfado es el que ahoga la voz y no le permitía gritar, porque no valía la pena. El que se guarda.  Prefería mil veces que estallase en gritos y se desahogase. Pero Nick no iba a ceder.

 

 

 

-Trabajar es para quien no puede vivir sin evitarlo- le dijo en voz baja también- si realmente quieres poder mirarles a la cara, disfruta tu dinero.

 

 

 

-No he hecho nada para merecerlo. Nunca he hecho absolutamente nada. No valgo para una mierda. Soy un inútil- le dijo él pasando de la rabia a la tristeza- ¿quieres que sea como el perro de ahí arriba? ¿Que te espere entre estas cuatro pareces, feliz, dependiendo de ti? ¿Que cuando te dignes a venir te lo agradezca moviendo la colita?

 

 

 

Nick notó perfectamente el doble sentido de esa última frase. Se puso nervioso.

 

 

 

-Eso está fuera de lugar- le dijo.

 

 

 

-Sabes perfectamente que es para lo único que me quieres últimamente- le dijo  se sentó en el sofá.

 

 

 

A Nick a veces le entraban ganas de agarrar al chico y ponerle una cinta en la boca, para que dejase de tener siempre la última palabra.

 

 

 

-Me da igual lo que digas. No vas a trabajar.

 

 

 

-Eso ya lo veremos.

 

 

 

**********************************************************************

 

 

 

 

 

El motor hacía un ruido tan agradable que a veces le daba lástima poner la radio. Aún así la encendió para oír las noticias. Al confirmar que solo hablaban de política la apagó de nuevo.

 

 

 

Nick pasaba por las calles del centro con su impecable coche nuevo. Alguna gente se paraba a mirarlo pasar. Aunque él ya estaba acostumbrado.

 

 

 

Frunció el ceño, le dolía la cabeza. Y no era para menos. Apenas había dormido en dos días.

 

Alex estaba enfadado con él. No le hablaba, apenas le veía. Se encerraba en el salón o en la terraza con el perro, y así pasaban las horas.

 

 

 

Aunque hubiese preferido eso a su táctica de ahora.

 

Habían discutido la noche anterior. 

 

Mucho.

 

Tanto que se le había ido la lengua, había dicho cosas de las que incluso su orgullo se arrepentía.

 

 

 

Alex le había gritado, insultado, incluso tirado a la cara algún objeto. Y él le había dicho cosas que sabía que dolían.

 

“que si estas loco” “que si mientras yo te pague el doctor…” “que si mientras vivas aquí”

 

 

 

Conclusión.  Alex se desvivía por molestarle en una guerra psicológica de la más vil clase.

 

 

 

Se sobresaltó cuando se dio cuenta que, demasiado inmerso en sus pensamientos, había estado apunto de atropellar a una anciana con los labios muy pintados.

 

 

 

Siguió camino a ninguna parte, conduciendo para no estar en casa. Hasta que el móvil sonó.

 

 

 

No pudo evitar una sonrisa al ver el nombre de quien llamaba en la pantalla.

 

Aparcó en el arcén, como aconseja la ley.

 

 

 

Lo que le faltaba era estamparse contra otro coche o un muro. Eso sería ponerle el broche a un día “perfecto”.

 

Lo cogió y descolgó.

 

 

 

-¡Max!- exclamó sin creérselo. Oyó la risa de la voz grave del hombre en quien su amigo de adolescencia se había convertido.

 

 

 

-¡Pequeñín!- dijo el otro con entusiasmo, metiéndose con su tamaño- ¿Qué hace el cabroncete más majete del mundo?

 

 

 

-Quedar contigo, si tienes tiempo para mí- le contestó con una sonrisa.

 

 

 

-¿Crees que si estuviese ocupado te hubiese llamado?

 

 

 

Siempre tan brutalmente sincero y a la vez tan embustero. Que su amigo se hacía el duro no era ningún secreto, lo más probable es que Max desease quedar con él incluso más que Nick.

 

 

 

**********************************************************************

 

 

 

-¿Mozart?- repitió Max como si la idea fuese un vil ultraje.

 

 

 

-No solo eso. También Chopin, Weber- le contaba dejando el vaso de cerveza en la barra- y luego pasa a slipknot, motorhead…Estoy harto. No hay un solo segundo de silencio…

 

 

 

Max rió.

 

En aquel bar de luces cálidas muchas mujeres miraban a su amigo, lo que ponía nervioso a Nick. ¿No podían tener intimidad?

 

Por otro lado… era normal.

 

Max era alto y fuerte, unos músculos trabajados bajo la ropa. Una cara tan atractiva como su personalidad.

 

 

 

La camarera le preguntó a Max de nuevo si quería pedir algo más, ignorándole a él. Nick deseaba a menudo ser tan seguro de si mismo como Max, ser arrogante, caer tan bien como él. Que se girasen a mirarle por la calle. Que le quedasen tan estupendamente bien los trajes de chaqueta con camisas. Max manipulaba. Esa era la palabra.

 

Sabía controlar a la gente a su antojo como muñecos en una caja.

 

Y él quería saber hacer eso.

 

 

 

-Así que el loquito te está haciendo chantaje musical- dijo cuando la camarera se marchó- Es un chico muy… especial.

 

 

 

Nick no dijo nada al respecto. De todos era sabido lo especial de su chico.

 

 

 

-¿No te parece indignante?- saltó Nick tras un silencio. Las personas que estaban a su lado se sobresaltaron y le lanzaron miradas de odio y recelo.- ¡trabajar!

 

 

 

Max se encogió de hombros. Pidió otra ronda de cervezas.

 

 

 

-Yo trabajo- le dijo. Nick suspiró. Ya lo sabía.

 

 

 

Max había huido de su familia como alma que deja de estar atada. En cuanto fue mayor de edad se compró una casa con el propio dinero que había ahorrado. Sus padres habían cortado el grifo económico y él se tuvo de buscar la vida. Fácil.

 

Siendo el hijo de quien era.

 

Siendo manipulador como era.

 

Siendo guapo como nadie.

 

 

 

-Tú eres diferente. Tu trabajas sin sudar ni una gota. Hablando y hablando.

 

 

 

Max debió aceptar su objeción. Pero no dejó su argumento.

 

 

 

-Tu trabajas.

 

 

 

-Para darle a él lo que necesita ¿sabes cuanto cuesta sus tratamientos?

 

 

 

Max rió y negó.

 

 

 

-Embustero… Te gusta ser el señor Surrey, estar al frente del orgulloso imperio de tu padre. Porque lo haces bien. Te gusta demostrar que puedes, que no eres el inútil que todos creían que eras. A él le pasa lo mismo.

 

 

 

-Oh, ¡vete a la mierda!- le soltó con rabia. Max rió triunfante. ¿Cómo tenía el poder de hacerle cambiar de opinión tan fácilmente? Odiaba que entrase en su cabeza, en la de todos.

 

 

 

-Sabes que lo que digo es verdad- le dijo insistiendo- La peor enfermedad mental es sentirse inútil, y hablando en confianza… tu chico nunca estuvo muy cuerdo.

 

 

 

Nick iba a objetar, sintió que debía defender a Alex, pero cerró la boca con un suspiro. Era la pura verdad.

 

 

 

-¿Pero es que no ves que lo hago por él?- susurró frunciendo el ceño con repentina frustración- El mundo es peligroso. Él no tiene necesidad alguna de trabajar. Y menos como pretende hacerlo…como si no fuese nadie. No le entiendo. No.. ¡Él es alguien! ¿Por qué quiere fingir ser un pobretón? Buscarse un trabajo por su cuenta, sin ayuda…

 

 

 

Max alzó una ceja.

 

 

 

-El mundo es una mierda- sentenció- como tu y yo sabemos, porque lo hemos visto en la televisión. Porque caminas por la calle y te cruzas con mendigos o con viejas que te quieren leer el futuro en tu mano aunque le digas que no hace falta. Porque ambos hemos visto como pegaban a un pobre niño entre cuatro y nadie hacía nada para evitarlo. ¿o no?- Nick bajó la mirada avergonzado por ese detalle-Hay guerras. Crisis. La gente llora… es lo normal. ¿no? Todo el mundo sabe que es así. Pero tu y yo no podemos opinar. Somos afortunados. Nacimos con dinero suficiente como para tener que darnos cuenta de las desgracias de mundo por la televisión y por lo que vimos por la calle.

 

 

 

-Se como son las cosas…

 

 

 

-Pero…- siguió él sin molestarse por la interrupción- Nosotros lo sabemos, en cierto modo lo agradecemos. Aceptamos las cosas. Y así nos sentimos útiles. Alex no.

 

Nadie sabrá nunca como funciona la cabeza de ese chico… supongo que tu más que nadie. Tú eres su puta alma gemela ¿no? ¿Cómo ve Alex el mundo?

 

 

 

-Como un lugar peligroso… y maravilloso. Fascinante.

 

 

 

-Le tienes encerrado. Como a un tigre salvaje que de pronto lo enjaulan- comentó él sin darle la menor importancia a que las chicas que acababan de entrar en el local se le quedasen mirando- Y él no acepta que el mundo sea como es. Lo sabes. Debe sentirse realmente avergonzado de sus actos…

 

 

 

Tenía sentido, pero seguía sin comprender.¿porque no se alegraba y se dejaba de tonterías?!¿Quien no querría vivir sin trabajar, sin preocuparse de nada?!

 

 

 

-Tengo que volver a casa.- le dijo con la voz quizá demasiado seca de lo que debería ser con su amigo.

 

Pero Max no se lo tomó a mal. Al contrario. Se sonrió por esa actitud.

 

 

 

-Voy contigo. Hace mucho que no veo a Flipy.

Notas finales:

Bueno. Dejen su opinión, por favor.

Subiré la segunda parte pronto, si mientras tanto quereis seguir leyendo algo... he subido una historia a fanfic.es.

aqui os dejo el link por si os interesa pasaros.

http://www.fanfic.es/viewuser.php?uid=32824 

hasta pronto :)

(Tmb subiré las continuaciones de las historias de las otras parejas^^)


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