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El Trato por Katrinna Le Fay

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TITULO: El Trato

 

 

 

Capítulo: Frente a Frente

 

 

 

Libro: Harry Potter

 

 

 

Pairing: H/D   B/R   T/N

 

 

 

Category: Tiene algo de Fluffy, Angs, Romance y quizá algo más.

 

 

 

Raiting/Warning: PG-13 por el momento. M-Preg. Algunos Spoilers del último libro (sin llegar a ser todos y cambiando, obviamente, mucho).

 

 

 

Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de Harry Potter, pertenecen a su Creadora J. K. Rowling y a sus respectivos socios comerciales. Ésta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.

 

Lo único mío son la historia, las ideas y OCC (Personajes originales).

 

De todas maneras si te gusta la historia y quieres publicarla, te pediría que antes lo consultes conmigo.

 

CAMPAÑA LE FAY : No permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. ALZA LA VOZ, NO TE QUEDES CALLADO ANTE EL PLAGIO.

 

Tiempo: Posterior a la “saga” de libros.

 

               En calidad de Universo Alterno.

 

                  

 

FEEDBACK: katrinna_le_fay@yahoo.com.mx ó katrinna_le_fay@hotmail.com  

 

 

 

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Facebook: katrinna_le_fay@hotmail.com

 

 

 

Nota: Esta historia, por ser lo que es contiene OCC en los personajes (creo que eso está claro desde el momento en que se llama: FanFiction) y M-Preg. Hago hincapié en esto.


¿Qué es M-Preg? Es la contracción para referirse a un: Masculine Pregnant (embarazo Masculino).

 

 Si no te agrada esta temática, entonces no lo leas. De esa manera te ahorrarías algún sentimiento de contrariedad. Pero si te da curiosidad, entonces adelante. Recuerda que yo no me hago responsable de nada pues son tus decisiones. Gracias


 

 

 

 

         Draco Malfoy vivía en el número 25 de Spell Street, un suburbio refinado y ubicado, por supuesto, en el Londres Mágico.

 

El paso de los años había favorecido su reputación, convirtiéndolo en un hombre exitoso de negocios que de vez en cuando se paseaba por el ministerio de magia como un día lo había hecho su padre.

 

Ciertamente no llevaba buena relación con Kingsley Shacklebolt, el actual ministro de magia, pero había logrado limpiar su apellido poco a poco y más que nunca estaba orgulloso de ser un Malfoy.

 

No era secreto para nadie que recordara, que el apellido del hombre se había ido a pique después de la guerra.

 

Que Lucius fuera un Death Eater y hubiera cometido delitos imperdonables, era algo difícil de olvidar, por ello el lodo, los murmullos y las falsas sonrisas de condolencia habían manchado el apellido por mucho tiempo, cosa que Draco había erradicado de a poco.

 

En la actualidad, la fortuna gastada casi en su totalidad para reconstruir un poco de dignidad, había sido restaurada y hasta duplicada por el rubio, quien si bien no era invitado a todas las fiestas y celebraciones importantes, ocupaba un buen espacio en la agenda de varias familias ricas y personalidades de la alta alcurnia ministerial.

 

Su principal fuente de ingresos radicaba en la distribución y fabricación de varias pociones supervisadas y autorizadas por el ministerio; pero también se había convertido en un buen administrador de varias franquicias de tiendas mágicas adquiridas a lo largo de los años, y por supuesto, en uno que otro negocio que involucraba a personas extranjeras y con muchos galeones por gastar.

 

Draco poseía el toque de midas, como el Profeta lo había catalogado una vez, pues todo lo que tocaba se convertía en oro por lo que no existía negocio o persona que al tocar, no se volviera importante y fructífero.

 

 

 

Su vida personal se encontraba apartada, casi en el anonimato. A eso había deseado él que se redujera la atención que en la pre y post guerra había tenido.

 

Solo decir y hacer lo suficiente ante la prensa y sociedad, lo demás quedaba resguardado entre las cuatro paredes de su espléndida casa.

 

Con el tiempo se había vuelto prudente pero no por ello menos presuntuoso, defecto que probablemente lo acompañaría hasta el día de su muerte.

 

 

 

Se había casado dos veces. La primera vez por compromiso, de esos que la sociedad suele realizar para preservar el linaje.

 

Astoria Greengrass fue la primera. El matrimonio se disolvió un par de años después alegando diferencias irreconciliables y al gusto no público de Draco por acostarse con el asistente de su ex esposa.

 

Su segunda y actual consorte era Pansy Parkinson, su compañera de colegio. La chica latosa que lo seguía a todas partes y que más parecía chicle en el zapato que lo que verdaderamente deseaba mostrar.

 

 

 

 

 

La mujer de cabellera negra y pose retadora no había sido la mejor opción para el rubio, pero tenía que mantener cierta imagen respetable y el divorcio no se la daba, por ello comenzó a cortejar a la muchacha quien rápidamente cayó a sus pies, casándose tres meses después de comenzado el noviazgo.

 

 

 

Pansy resultaba ser una mujer celosa y posesiva, engreída pero orgullosa del hombre que tenía por marido. Muchos viejos conocidos murmuraban sobre el triunfo de Parkinson al haber conseguido por fin al amor de toda su vida, pero muchos otros se compadecían de ella pues si bien era cierto que Draco había logrado mucho para tan pocos años de post guerra, ella solo era una herramienta más de sus planes.

 

 

 

Lógico era el hecho de que no tuvieran hijos, pero eso no le restaba méritos al llamativo matrimonio, que se la pasaba asegurando que pronto engendraría un heredero. Cosa más falsa que la luna de queso.

 

Si bien era verdad que Malfoy necesitaba un heredero, no estaba en sus planes procrearlo tan pronto, mucho menos con una mujer como Parkinson, la cual trataba de mil y un formas de ser la madre del primogénito de Draco.

 

Una cosa era la apariencia del matrimonio, y otra muy distinta, la intimidad. Probable secreto a voces, algo que nunca se sabría en realidad.

 

 

 

En síntesis, Draco Malfoy vivía cual rey. Había sabido salir adelante y lo demás no interesaba, o al menos eso había dicho Harry cuando la información sobre el rubio le había llovido de distintas maneras.

 

Ciertamente no había esperado encontrarse con tanto sobre el rubio, pero definitivamente jamás había estado en su sangre rendirse y no lo haría.

 

Por ello le pidió a Neville que le consiguiera la dirección del hombre y tan rápido como lo creyó pertinente, se paró frente a la puerta con el número veinticinco y aguardó a que todo el valor del mundo lo acompañara de nuevo.

 

Se requería de toda la valía del universo para tomar una decisión, y otra cantidad considerable para llevarla a cabo.

 

 

 

“El otro candidato es, o era, Voldemort. Pero obviamente está muerto y sino lo estuviera no creo que lo aceptarías”

 

 

 

Reveló Neville aquel día en su consultorio, esperando menguar un poco la ansiedad del ojiverde.

 

Pero ni todas las buenas intenciones del mundo habían bastado para que leyera una y otra vez el nombre de los dos únicos candidatos en todo el bendito mundo que eran compatibles con él.

 

 

 

“Podemos hacer otra prueba”-Sugirió el medimago, pero Harry se negó a ello. El mismo Longbottom lo había dicho la primera vez: la prueba era cien por ciento certera.

 

Así pues, ante el espanto de Ron y la condolencia de Neville, Harry se vio en la necesidad de decidir: Pedir ayuda a Malfoy u olvidarse de concebir.

 

Indudablemente aun existía la opción de la adopción, pero incluso en el mundo mágico los trámites eran excesivamente largos y un hombre soltero no era muy fiable para quedar a cargo de un niño.

 

El pelinegro suponía que para cuando lograra cubrir todos los requisitos que se necesitaban, ya estaría lo suficientemente viejo para lo que fuera. En esos casos ni ser el famoso Harry Potter lo ayudaría.

 

Por ello no hizo falta que lo pensara con mucho detenimiento, tenía que procrear y si solo una persona en todo el ancho mundo podía ayudarlo, entonces lo convencería. Aunque eso significara rebajarse ante Draco Malfoy.

 

 

 

Un elfo doméstico, con la cara un poco aplastada y de ojos saltones de color azul, le abrió la puerta.

 

Por un momento recordó a los elfos domésticos que habían convivido con él en antaño. Había pasado mucho desde que miró a una de esas criaturitas peludas y de largas orejas, por ello le sonrió y tan educadamente como pudo le habló.

 

 

 

-Buenas tardes. Me dijeron que esta es la casa del señor Malfoy.

 

 

 

El elfo lo miró detenidamente unos minutos antes de asentir.

 

 

 

-Si señor, señor. Esta es la casa de mi amo Draco Malfoy, señor.

 

 

 

A Harry siempre le había hecho gracia la manera en que los elfos domésticos hablaban, por ello trató de reprimir su sonrisa y se dedicó a avanzar de una vez por todas.

 

 

 

-Bien, yo…quisiera entrevistarme con él.-Musitó y esperó que la criatura lo hubiera escuchado.

 

-Mi amo, señor, no se encuentra en casa.-Anunció el elfo doméstico entrecerrando la puerta como si con ello Harry fuera a retirarse por fin.

 

-¿Tardará mucho en regresar?-Indagó, esperando una pronta respuesta que la criatura tardó en dar.

 

 

 

Sus grandes ojos azules lo escudriñaron tan a fondo que el ojiverde pensó que lo traspasaría de un momento a otro.

 

 

 

-No lo se, señor. Los amos de Crushed no le dan esa información a él, señor. Crushed solo se encarga de los deberes de la casa y de abrir la puerta cuando su ama se lo ordena, señor.

 

 

 

Harry movió la cabeza y antes de que Crushed le estampara la puerta en la cara, preguntó.

 

 

 

-¿Puedo ver entonces a tú ama?

 

 

 

El elfo doméstico no esperó encontrarse con esa pregunta, por lo que Harry pudo ver de inmediato la batalla interna que la criatura estaba sosteniendo.

 

Seguramente le habían ordenar abrir y despedir a quien fuera de manera rápida.

 

 

 

-Crushed tendrá que preguntar a su ama, señor. ¿Quién busca a la ama de Crushed, señor?

 

-Harry Potter.-Pronunció el pelinegro fuerte y claro.

 

 

 

El elfo movió la cabeza y azotó la puerta, Harry aguardó lo que le parecieron horas.

 

Por fin y después de un rato el elfo doméstico de nombre Crushed volvió a abrir la puerta.

 

 

 

-Mi ama lo espera, señor Harry Potter, señor.

 

 

 

La criatura le dio paso libre y él avanzó con un poco de aprehensión.

 

La casa en verdad era linda. El mobiliario era lujoso y de las paredes colgaban varios cuadros de paisajes en movimiento, así como también de rostros que lo observaban fijamente al pasar.

 

 

 

-Mi ama bajará enseguida. ¿El señor Harry Potter desea le sirva algo, señor?

 

 

 

Harry negó, se encontraba demasiado ansioso como para tomar o comer algo, por ello agradeció que el elfo desapareciera con un chasquido.

 

Trató de tomar asiento pero se incorporó rápidamente. Su perturbado estado le impedía permanecer quieto, por lo que se dedicó a echar un vistazo a su alrededor.

 

Más obras de arte y cosas bonitas, que si bien se imaginó que el rubio poseía, no se comparaba con admirarlas en vivo.

 

El busto de un hombre de apariencia temible llamó su atención.

 

 

 

-El tatarabuelo de mi esposo. Él lo tiene en suma estima, por ello está aquí.-Anunció una voz apenas acercarse a leer la placa que pendía de la estatua.

 

 

 

Harry se encontró frente a frente con una elegante mujer de larga cabellera negra y ojos azules, quien con todo el porte que había adquirido a lo largo de los años, o tal vez de su suegra, lo miraba inquisidoramente.

 

 

 

-Buenas tardes.-Saludó el ojiverde sin saber cual sería la frase correcta para dirigirle a una de sus ex compañeras de casa rival.

 

 

 

La mujer enarcó una ceja y se sentó con sutileza en un sofá. Después le señaló otro a su inesperado invitado, el cual aceptó por compromiso.

 

 

 

-¿Té?-Invitó Parkinson, sin olvidar los modales que probablemente le habían inculcado en su hogar.

 

-No, gracias.-Negó Harry pero aun así la mujer sirvió dos tazas del té que Crushed había llevado.-Yo…

 

-No puedo creerlo.-Murmuró Pansy después de probar el líquido ambarino y mirar a Harry.-Aun no puedo creer que estés aquí, en mi casa.

 

 

 

El aludido asintió, tratando de pensar qué sería lo más apropiado conversar con una mujer con la que no tenía nada en común.

 

En el colegio apenas si le había hablado, y el haberlo hecho cuando su ahora esposo lo insultaba, no habría resultado muy conveniente. Además no tenían nada que decirse, como aparentemente Harry lo notó en esos momentos.

 

 

 

-Pensé que Crushed había vuelto a aplastarse la cara con la puerta de la cocina, pero ahora que te veo…no sé que creer.-Expresó ella y el ojiverde pensó que probablemente era lo más coherente que jamás diría.

 

-Yo solo…he venido a ver a Malfoy. Es decir, a tú esposo.

 

 

 

A Harry le parecía extraño pronunciar esa frase, pero dado que la mujer frente a él siempre pensó que se casaría con el rubio, solo era una oración más como tantas otras.

 

 

 

-Me lo dijeron.-Asintió ella sin dejar de mirarle.-Pero no sé que cosa tendría que tratar el famoso Harry Potter con mi marido. O más bien.-Se corrigió sonriendo con un poco de ironía.-Qué es lo que desea tratar el desaparecido Harry Potter con él.

 

 

 

El aludido memoró a la misma chiquilla impertinente que en más de una ocasión lo había sacado de quicio en el colegio.

 

Por ello respiró un par de veces. No deseaba expresarle a la mujer el desagrado que sentía por ella.

 

 

 

-Asuntos que solo él puede resolverme.-Señaló, tratando de parecer cortés ante la inevitable atmósfera cortante.

 

-Puede ser, Potter. Pero yo soy su esposa y tengo todo el derecho de saber lo que has venido a tratar con él después de tantos años. Solo te lo informo, por si no sabías.-Indicó, tan orgullosa por su estatus que era difícil no mirarlo.

 

-Lo sabía, Parkinson. Como también sé que no eres la primera mujer de Malfoy, así como sé que tú apellido no ha dejado el paterno.

 

 

 

Las palabras salieron sin apenas pensarlo, percatándose de ello cuando el rostro sonrojado y enfadado de la mujer lo miró con el infinito odio que quizá siempre le profesaría.

 

 

 

-Lo lamento.-Se excusó el ojiverde. Lo que menos quería era hacer enfadar a la esposa del único hombre en todo el planeta que podía ayudarlo. Pero quizá ya era demasiado tarde para ello.

 

-Lárgate de mi casa.-Exigió la mujer tras incorporarse velozmente del sofá.-Quise ser diplomática pero al parecer contigo jamás se podrá, Potter. Ahora, lárgate.-Volvió a decir, señalando la puerta de la sala con el dedo.

 

-Yo…

 

-¡HAZLO!-Ordenó la mujer, con un enfado tan palpable que Harry temió que en cualquier momento explotaría.

 

 

 

Por ello el ojiverde hizo lo que la mujer le indicaba. Esa visita no había salido como lo deseó, solo esperaba que no lo afectara para futuros intentos. Cosa que veía imposible.

 

Sin embargo, cuando cruzaba la puerta principal, Crushed lo detuvo.

 

 

 

-Señor Harry Potter, señor. Mi amo ha pedido que permanezca en casa, señor.

 

 

 

El aludido miró al elfo doméstico con algo parecido a la incredulidad.

 

 

 

-El amo Malfoy se lo ha dicho a Crushed, señor Harry Potter.-Dijo la criatura, abriendo la puerta de par en par para que el ojiverde regresara.

 

 

 

No lo pensó demasiado, por lo que Harry retornó sobre sus pasos, esperando no encontrarse con la furiosa Pansy, quien tal vez estaba ideando la manera más rápida de asesinarlo.

 

 

 

-El amo Malfoy llegará en cualquier momento, señor. Espere ahí.-Indicó el elfo la sala.

 

 

 

El ojiverde miró antes de entrar. Al parecer la esposa de Malfoy había decidido retirarse y Harry lo agradeció. No sabía si podría aguardar pacíficamente mientras el rubio llegaba.

 

Esta vez se dejó caer en un sofá y se cubrió el rostro con las manos.

 

Estaba a un palmo de entrevistarse con el hombre que podía hacer realidad su deseo, pero sabía que sería muy difícil convencerlo.

 

Si Parkinson aun le guardaba rencor, por lo que fuera, suponía que Malfoy era del mismo pensamiento, por lo que se temía alguna especie de rencilla o represalia. Probablemente por ello aun permanecía en esa casa. Pero era, lamentablemente, un precio que pagar por un regalo tan grande como lo era engendrar.

 

Por eso decidió que trataría de ser lo más prudente posible para solucionar todo eso en el acto.

 

 

 

oOoOoO

 

 

 

Ron dejó la habitación de los gemelos para dirigirse a dónde su esposo, quien lo aguardaba con un pedazo de tarta de chocolate.

 

 

 

-¿Esto es para mi?-Indagó el pelirrojo con una enorme sonrisa en los labios.

 

-Claro, ¿o ves por aquí a alguien más con antojos tontos?

 

 

 

Ron gruñó pero le arrebató el plato de inmediato.

 

Lo que odiaba eran los antojos porque algunos podían ser muy sencillos, pero otros rayaban en la locura. Al menos se alegraba de que la tarta fuera cosa simple de conseguir.

 

-¿Cómo están los gemelos?-Preguntó Blaise antes de sentarse.

 

-Se han quedado dormidos casi de inmediato. ¿Qué tal Derek y las gemelas?

 

 

 

Zabini suspiró y cerró los ojos un momento.

 

Cuando el pelicastaño no tenía que atender nada urgente en el ministerio, se quedaba en casa para ayudar a su ataviado esposo con los niños.

 

No era tarea sencilla, mucho menos cuando las gemelas alborotaban a sus tres hermanos y hacían una revolución en casa.

 

 

 

-¡Por las barbas de merlín!-Expulsó Blaise.-Pareciera que jamás se cansan. ¿Cómo rayos hacen ellas para meter a Derek en sus travesuras? Es…es…como si tuvieran un poder maligno en ellas o algo así.-Refunfuñó el hombre, quien solo pudo escuchar la carcajada de su consorte.

 

-Lo que pasa es que eres un amateur. Eso es todo.

 

-¡Oye!-Defendió Zabini.-No soy amateur pero esas niñas son el mismo Voldemort reencarnado.

 

-¡Cállate!-Riñó Ron con enfado.-Ni se te ocurra volver a decir eso, nunca más.

 

 

 

Blaise se dirigió a donde su esposo se había sentado y lo envolvió en un abrazo.

 

 

 

-Lo lamento, rojo. Te juro que nunca más volveré a decir eso. ¿Me perdonas?-Preguntó, llenando de besos el rostro enfadado de Ron.

 

 

 

Por obvias razones Ron siempre odiaría ese nombre, pero que fuera invocado en su casa era algo que no toleraría, por ello después de mirar a su esposo de manera enfada, suspiró. No podía enojarse con ese hombre, no después de que  sanara su alma. Lo amaba demasiado, pero era bueno recordarle ciertas cosas de vez en cuando.

 

Así pues le devolvió un par de besos y asintió.

 

 

 

-Bien. Te perdono solo porque te amo.-Murmuró el pelirrojo, comiendo más tarta.

 

 

 

Blaise sonrió tanto que volvió a llenar a su esposo de besos.

 

Podía ser que fuera el más afortunado del mundo por tener a la familia que poseía, pero sobre todo por tener a ese pelirrojo que podía cabrearlo con sus necedades, pero a quien amaba más de lo que jamás haría.

 

Lo estrechó aun más contra él y besó su cabello de fuego.

 

Cuánto le gustaba.

 

 

 

-Fred y George eran como demonios. Mi madre sufrió mucho con ellos, la familia entera lo hizo pero eran muy buenos chicos. Ya verás que Hara y Kara serán igual que ellos. Lo llevan en la sangre.-Expresó Ron, haciéndole entender a su esposo que estaba acostumbrado a las bromas y berrinches que sus hijas pudieran hacer, pero sin importar qué, se sentía tremendamente orgulloso de ellas.

 

 

 

Blaise no era la excepción, el hombre adoraba a sus hijas y a su ingenio, pero lo que no concebía era cómo Ron lo soportaba todo sin gritar.

 

De verdad que lo admiraba.

 

 

 

-Si Ander y Aidan no fueran tan tranquilos, no se lo que haría. Dos revoltosas y un niño con carácter Slytherin es difícil de sobrellevar.-Sonrió el pelirrojo, depositando el plato vacío en una mesita.-Ahora solo esperemos que este retoño sea un poquitín más apacible aun.-Dijo, señalando su abultado vientre.

 

-Será una bella niñita, ya lo verás.-Indicó Blaise, besando la frente de su consorte y acariciándole la barriga.

 

 

 

Sin saber el sexo del bebé Ron sospechaba que su esposo no erraba en que sería niña. Fuera como fuera y se enfadara quien se enfadara, él pondría el nombre a su próximo bebé y sería lindo.

 

 

 

-Estoy preocupado.-Reveló Zabini tras un momento de mimos para su esposo.

 

-¿Por qué? ¿Ocurre algo en el ministerio?

 

 

 

Blaise negó, acariciando la cabeza del pelirrojo.

 

 

 

-No de eso, sino por Potter.

 

 

 

Al pelicastaño aun le costaba trabajo llamar al ojiverde por su nombre, por ello Ron no le riñó. Su consorte se había portado muy bien con su amigo esos días y eso le satisfizo.

 

Blaise y Harry nunca habían tenido una conversación en sus vidas, por ello le agradó saber que hablaban del quidditch, el ministerio, los aurores y las viejas épocas de Hogwarts como dos conocidos.

 

Si Ron temía que su amigo no aceptara a su esposo, todo quedó olvidado con la buena interacción entre los dos.

 

Si él y Blaise habían podido superar el pasado, Harry también podía. El pelinegro siempre había sido el más prudente de los dos y le alegraba que así siguiera siendo.

 

 

 

-¿Qué ocurre con Harry?-Interrogó Ron, mirando los ojos azules de su esposo.

 

-No tengo un buen presentimiento.-Expresó el otro.-No que vaya a ocurrirle nada, es solo que…Draco.-Indicó, esperando que su consorte entendiera lo que trataba de expresar.

 

 

 

Ron besó su mejilla y asintió. Harry le había pedido hacer todo el “tramite” él solo y lo había respetado.

 

Lo había mirado pensativo varios días y aunque aun no terminaba de gustarle que “el hurón” fuera la única persona que podía ayudar a su amigo, tenía que respetar la decisión de Harry.

 

Madurar no solo conllevaba convertirse en padre y esposo, sino en buen amigo, y tras desearle la mejor de las suertes, lo miró partir hacia la casa de Malfoy.

 

 

 

-No saldrá bien a la primera, cielo.-Reveló Blaise quien continuaba acariciando el vientre de su esposo.-Estamos hablando de Draco.

 

-Lo sé, y aunque no me guste.-Gruñó, efectuando un mohín gracioso.-Debo aceptarlo. Por Harry, más que nada. Será bastante difícil hacer recapacitar al hurón.

 

 

 

Blaise continuaba frecuentando a Malfoy, cosa que Ron no le impediría pues independientemente de todo eran amigos.

 

Sin embargo que él accediera a verlo era muy diferente. Algo que ni toda la evolución del universo podría obligarle a hacer. No al menos que mirara que el rubio podía cambiar. Cosa imposible con Draco Malfoy.

 

 

 

-Es divertido escuchar cómo lo llamas.-Medio rió Zabini.-Pero tienes razón, Draco sigue siendo un niño grande y probablemente no le hará gracia ver a Potter, ni mucho menos la razón de su visita.

 

-¿Crees que vaya a hacer algo contra Harry?-Inquirió el pelirrojo, esperando la respuesta del amigo de Malfoy, no de su esposo.

 

-Probablemente, amor, probablemente. Como tú lo dijiste, estamos hablando de Malfoy y aunque el mundo cambie, muchas cosas con él no lo harán.

 

 

 

Si Ron previó un calvario para su amigo, eso no remediaba mucho las cosas. Suspiró, recargándose aun más en el pecho de su consorte.

 

 

 

-Solo quiero que Harry sea feliz.-Expresó, esperando que se hiciera el milagro.

 

-Esperemos que pueda serlo.-Murmuró Blaise, besando la cabellera roja de su esposo.

 

 

 

Solo restaba esperar y ver quien contactaba primero a quien.

 

Si Harry a Ron, o Draco a Blaise. De cualquier forma se enterarían del resultado de la entrevista.

 

 

 

 

 

oOoOoO

 

 

 

 

 

Draco Malfoy arribó a su hogar a las siete menos quince. El “plof” de la chimenea del recibidor así lo indicó.

 

De inmediato y como era costumbre, Crushed le dio la bienvenida, reverenciando hasta que sus orejas tocaron el piso y esperando cualquier orden que su amo pudiera darle.

 

 

 

-¿Pansy?-Indagó, enarcando una ceja con cierta hostilidad.

 

-En su habitación, amo, señor.-Respondió el elfo doméstico, mirando atentamente el rostro del rubio por si este ordenaba algo.

 

 

 

Pero Malfoy no lo hizo, sino que se desató la túnica y la colocó con sumo cuidado en un perchero.

 

Miró su reflejo en el espejo del recibidor y se sonrió, acomodando su larga melena rubia-platina.

 

 

 

Muchas personas solían confundirlo con su padre, y aunque eso no le molestaba en lo más mínimo, debía admitir que los rasgos que había adquirido con el tiempo eran muy similares a los de su progenitor, por ello con arrogancia lucía su cabellera. Uno de los atractivos del hombre.

 

 

 

-¿Y él?-Preguntó por fin y cuando se sintió a gusto con su cabello.

 

-En la sala, señor, amo. Como usted lo ordenó.

 

-Excelente.-Sonrió con cierto desdén y sin nada más se alejó del elfo doméstico quien no desapareció sino hasta que perdió de vista a su amo.

 

 

 

Draco caminó pausadamente, no tenía prisa.

 

Había tenido tiempo de sobra para pensar exactamente en las palabras que le dirigiría a su inesperada visita.

 

Cuando Crushed, por órdenes explícitas de él, le comunicó que un visitante había llegado a su casa, jamás imaginó que fuera precisamente él.

 

En primera instancia pensó que el elfo doméstico se había vuelto a aplastar la cabeza contra la puerta de la cocina, pero cuando la criatura esperó sus órdenes, confirmó que era verdad. Harry Potter se encontraba en su casa y al parecer su amable esposa lo había echado.

 

Pudo haberle dado la razón a Pansy, pero tras un momento de meditación le ordenó a Crushed que dejara al invitado en dónde se encontraba.

 

Al paso de las horas pensó claramente en ese inesperado encuentro. No se encontraba ansioso, sino todo lo contrario. Tan tranquilo como siempre aguardó cada minuto que seguramente para Potter fue un infierno.

 

No tenía ni pizca de idea sobre lo que Potter estaba haciendo en su casa, pero tenerlo ahí sería lo más ventajoso del universo. Por ello sonrió y antes de entrar a la sala lo meditó todo con sumo cuidado para no olvidar nada.

 

Sin embargo cuando abrió la puerta y lo miró, después de tantos años, un pequeño pinchazo en el corazón le recordó cosas que había tratado de olvidar.

 

 

 

-Potter.-Habló, exaltando al pelinegro.

 

 

 

Harry, quien había aguardado largas horas con un nudo en el estómago, brincó sobre el sofá cuando la voz fría de Malfoy lo llamó.

 

Se incorporó y quedó de frente con la copia casi exacta de Lucius Malfoy. El detalle diferencial eran los rasgos de aquel pálido chiquillo que encontró alguna vez en Diagon Alley.

 

 

 

-Malfoy.-Repitió, tratando de modular su voz. Aunque esas horas le habían servido para tranquilizarse un poco, no se comparaba con el momento cumbre que estaba por llegar.

 

 

 

El rubio lo miró un momento.

 

El cabello negro seguía igual de revuelto. Quizá un poco más largo, quizá un poco más esponjado. La cosa era que la legendaria cicatriz seguía en su lugar al igual que los anteojos, los ojos verdes y las facciones que eran casi las mismas de aquel niño de once años que lo había humillado públicamente al rechazar su amistad.

 

Pero aun no era momento de lanzarse en su contra, por ello y con toda la educación que poseía tomó asiento, invitando a la fuerza a su visitante, quien aceptó el detalle.

 

 

 

Harry aguardó unos minutos. Sabía que Malfoy no hablaría, por ello reunió todo su valor y pudo juntar varias letras sin flaquear.

 

 

 

-Yo…tengo bastante esperando.

 

-No me disculparé por ello.-Señaló el rubio, llamando a Crushed quien llevaba dos tazas de té.

 

-Lo sé.-Asintió Harry, mirando al elfo doméstico desaparecer.-Es solo que…no sabía si vendrías.

 

-Es mi casa, ¿no? Además, si vengo o dejo de hacerlo no es asunto tuyo, Potter.

 

 

 

Malfoy le dio a su apellido una connotación de enfado y burla que solo el rubio había podido efectuar siempre.

 

Harry suspiró. Aunque deseaba enfrentarse al hombre y reñirle por su tardanza, que seguramente había sido adrede, se repitió varias veces que debía soportar. No podía rendirse antes de la batalla, y aunque al parecer el rubio no había cambiado ni un poco, él si lo había hecho.

 

Muestra de ello era que se encontrara en casa del hombre.

 

Así pues miró los ojos grises del rubio e ignorando la mofa que le dirigía, simplemente lo soltó.

 

 

 

-Te preguntarás qué hago aquí, ¿no?

 

 

 

Malfoy enarcó una ceja. Había estado planteándose el cómo comenzar a insultar a Potter pero al parecer el cara rajada tenía prisa. Así pues escuchó. No perdía nada.

 

 

 

-Si los muertos hablaran.-Dijo el rubio sonriendo de lado, aguardando cualquier muestra de enfado por parte de Potter. Algo que sorpresivamente no llegó.

 

-Han sido muchos los años desde que nos vimos por última vez, Malfoy y aun así es como si continuara viendo al mismo niño caprichoso del colegio. No has cambiado.-Pronunció el ojiverde, retando al rubio con la mirada. Paciencia o no iba a externar lo que sentía

 

-¿Y tú si?-Interrogó Draco con cierto aire de mofa.-A mi me parece que continuo viendo a San Potter. Eso es lo que yo veo. ¿Te fuiste a caso porqué la fama era excesiva para ti? ¿O solo para darle un toque de dramatismo al asunto? Siempre te lucirás, ¿verdad?

 

 

 

Harry contuvo el deseo de abofetear al muchacho. ¿Cómo era posible que continuara hablando igual?

 

Pero se recordó, casi a la fuerza, que Draco Malfoy siempre sería orgulloso y que tal vez si había cambiado, pero con él siempre expresaría altivez.

 

 

 

-No lo entenderías.-Murmuró, no queriendo ahondar en el asunto.

 

-Claro que no.-Sonrió el rubio, reclinándose en el sofá.-Nadie podrá hacerlo jamás porque tú siempre eres el centro de atención, ¿no?

 

-¿Qué es lo que tienes contra mi?-Indagó Harry al fin. Estaba claro que ya no tenían ni once ni diecisiete, por lo que esa pregunta era perfecta.

 

-Tú debes saberlo.-Siseó el rubio, entrecerrando los ojos con bastante enfado.

 

 

 

El de anteojos trató de buscar la respuesta.

 

La guerra no podía ser. Los Malfoy habían sido torturados lo suficiente por Voldemort. Draco había sido obligado a matar y solo el cielo sabía a cuantas cosas más. Eso quedaba en el pasado, tras la guerra. Él no tenía nada que ver con ello, mucho menos que el rubio siempre lo hubiera molestado con calificativos horribles e insultos hacia sus amigos. Él solo había reaccionado como cualquier adolescente lo hubiera hecho con un bicho molesto, pero que Malfoy continuara guardándole rencor era absurdo. Mucho más porque no tenía ni idea del por qué.

 

¡Vamos, que hasta lo había salvado de morir quemado!

 

 

 

-Eso es.-Murmuró, mirando los ojos grises del muchacho.-Estas enfadado por la deuda mágica, ¿no es así?

 

 

 

Malfoy frunció el entrecejo.

 

Ni siquiera recordaba la absurda deuda mágica, pero ahora que lo hacía…

 

 

 

-No por eso, idiota. De cualquier forma nunca la pagaré.-Señaló, depositando la taza de té en la mesita de centro.-Es por lo que le hiciste a mi familia y que estoy seguro disfrutaste. Maldito seas.-Insultó, mirándolo con mucho más odio, si era posible.-Si aun estas en esta casa es solo porque me pienso cobrar eso. Seas o no seas el  Maravilloso Harry Potter, me lo cobraré.

 

 

 

El ojiverde no comprendía, pero al parecer el rubio estaba por volver realidad sus palabras, así que antes de que Malfoy se abalanzara hacia él, reveló lo que había ido a buscar.

 

 

 

-Necesito algo de ti, por eso estoy aquí.-Dejó salir, incorporándose cuando el rubio lo hizo.

 

-¿De mi? ¿Y qué querría San Potter de mí?-Expresó burlón Draco, avanzando hacia el pelinegro quien a su vez retrocedió.

 

-Necesito…necesito…que me hagas un bebé.

 

 

 

Harry se golpeó con la pared a su espalda pero Malfoy simplemente se detuvo a una distancia prudente y lo miró.

 

El ojiverde no podía explicar la mirada, pero era algo entre asustada y choqueada.

 

 

 

-Mal…

 

-¿Qué dijiste?-Cuestionó el rubio, abriendo los ojos de forma horrorizada.

 

-Que necesito, más bien quiero que me hagas un bebé. Por eso he venido a buscarte.-Respondió Harry, no sorprendiéndole la mano que lo tomó por la solapa de su ropa.

 

-¡¿PERO ES QUE TE VOLVISTE LOCO?!-Indagó la voz alterada de Draco, quien miraba al muchacho intentando encontrarle la broma a todo eso.

 

-No me he vuelto loco.-Negó el ojiverde, tratando de soltarse del fuerte agarre.-Es simplemente el examen de compatibilidad que…

 

-Longbottom.-Murmuró el rubio alejándose un poco de su presa.-Tenía que haberlo sabido.

 

-Si, acudí a él y…

 

-¿Y no se les ocurrió a alguien más a quien molestar? ¡Malditos sean todos los Gryffindors!-Exclamó, mirando al pelinegro de manera amenazante.

 

-Malfoy.-Enfatizó Harry empezando a perder la paciencia.-Créeme que no eres mi mejor opción, dado el pasado que nos atañe, pero el caso es que solo tú eres la única persona que…

 

-Espera, aguarda un momento.-Detuvo el rubio. Estaba sintiendo que se asfixiaba con todo eso, pero al parecer un rayito de esperanza existía aun tras toda esa locura estúpida.- ¿Quieres decir, que solo YO soy compatible contigo?-Indagó, volviendo a sonreír con la malicia de siempre. El color había regresado nuevamente a su rostro.

 

 

 

Harry tragó con fuerza y asintió. Por lo que intuía no se avecinaba nada bueno.

 

 

 

-Es decir, no solo tú pero…

 

-¿Quién otro?-Preguntó el rubio cada vez más repuesto.

 

-No tiene caso mencionarlo.-Repeló Harry quien era el que estaba perdiendo el color.

 

-Oh sí, me lo dirás. ¿Quién es el otro Candidato? ¡Responde!-Exigió el rubio, arrinconando al pelinegro como lo había deseado en un principio.

 

 

 

Harry se dio cuenta de que no tenía alternativa. No deseaba pelear, mucho menos con magia pues aun le costaba volver a dominarla. Por ello y ante la inminente burla solo lo dijo.

 

 

 

-Voldemort.

 

 

 

Draco retrocedió un poco. Verde y gris se encontraron. Harry aguardaba la mofa mientras que Draco trataba de asimilar todo eso.

 

 

 

-¿Entonces si soy el único que puede ayudarte?

 

 

 

El otro asintió, no muy seguro de ello.

 

Fue entonces que Malfoy sonrió con autosuficiencia, con esa mueca que tanto le disgustaba a Harry pero que demostraba cuan inteligente era.

 

 

 

-Bien, bien.-Dijo Draco, mostrando una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios.- ¿Así que soy YO el que tiene el poder, San Potter? Soy yo tú única ayuda.-Aseguró, sonriendo más si era posible.

 

 

 

Harry se sintió entonces tan humillado como jamás en su vida.

 

Deseaba estamparle un golpe al rubio, deseaba maldecirlo, quería hacer muchas cosas pero lamentablemente Malfoy había acertado en una cosa: Él era su única ayuda.

 

 

 

-Créeme que serías la última persona a quien desearía.-Explicó el ojiverde, tratando de tener un poco de dignidad ante todo eso.

 

-Lo sé.-Aseguró el rubio.-Pero lamentablemente para ti, lo soy. Solo yo, porqué tú otra maravillosa opción ya está muerto.

 

-No te vanaglories, Malfoy. No he venido aquí a pedirte limosna.-Gruñó Harry a punto de explotar.

 

-¿Ah, no? Pues eso me parece a mí. Has venido a pedir mi ayuda porque no tienes a nadie más.-Se mofó el rubio, tratando de sacar de quicio al ojiverde.

 

-¡Nunca he dicho eso!-Casi gritó el otro.-Voy a pagarte por ello.

 

-Oh, vaya. ¿Pagarás por que te haga un hijo? Eso si es gracioso. ¿Y de cuanto estamos hablando? ¿Diez? ¿Treinta galeones?-Rió, burlándose del rostro enfadado de su contrincante. Si en un principio pensó que todo aquello se le salía de control, en esos momentos estaba recuperándose y con creces.

 

-Lo que pidas.-Respondió el pelinegro sin tardanza.-Mi fortuna en el mundo mágico es grande y no he gastado nada en estos años, por lo que puedo pagarte muy bien por tus espermatozoides.

 

-¡Auchh!, me ofendes, Potter.-Sonrió el rubio tras sentarse en el sofá.- ¿Crees que soy de los hombres que van por ahí donando lo más sagrado que tienen?

 

 

 

Harry friccionó las manos y estaba a punto de mandarlo todo al caño cuando el rubio agregó.

 

 

 

-Lo pensaré, Potter. No es algo fácil de aceptar.

 

-Pero…

 

-He dicho que lo pensaré.-Indicó, esta vez en un peligroso tono que asemejó mucho al de Lucius cuando se molestaba. -Crushed, acompaña a Potter a la salida.-Ordenó al elfo doméstico que apareció en el acto.

 

-Si amo, señor.-Aceptó la criatura y empujó a Harry fuera de la sala.

 

-¡Malfoy!-Gruñó el pelinegro tratando de zafarse del elfo.

 

-Espera mi respuesta, Potter. Y mejor que sea sentado.-Sonrió, sabiendo que esa vez la victoria era suya.

 

 

 

Cuando Crushed le cerró la puerta en la cara, sintió un calor enorme cruzándole el cuerpo.

 

Sentía enfado, odio, vergüenza y todo lo que un ser humano pudiera sentir a lo largo de su vida.

 

Malfoy se había mofado en su cara como nunca, y él no había hecho nada porque el maldito era su única esperanza.

 

Golpeó una pared con el pie y el dolor solo le hizo maldecir mil veces.

 

Estuvo consciente de que la entrevista con el rubio no saldría del todo bien, pero jamás se imaginó que el hombre continuara siendo un insoportable chiquillo.

 

 

 

-¡Maldita sea!-Casi gritó, encaminándose hacia la casa de su amigo pelirrojo.

 

 

 

Tal vez entre los dos podrían lograr maldecir tanto hasta dejar su alma en paz para volver a pensar en frío nuevamente.

 

 

 

Por otro lado Draco Malfoy seguía sonriendo.

 

 

 

-¿Ya se ha ido?-Indagó la mujer altiva que era su esposa.-No sé porqué tuviste que dejarlo aquí cuando me ha…

 

-Deja de cacarear, Pansy. Yo tuve mis motivos para ordenar que se quedara, ¿o a caso vas a cuestionar mi autoridad?-Indagó el rubio, mirando a la mujer que simplemente negó y se sentó frente a él.

 

-Sabes que nunca lo he hecho ni lo haría.-Murmuró ella.

 

-Eso está mucho mejor.-Sonrió él.-Además, nada en este momento puede enturbiar mi felicidad.-Reveló, sirviéndose una copa de Brandy.

 

-¿Qué es lo que sucede? ¿Para que ha venido Potter después de tantos años?-Era la cuestión que Parkinson había mantenido durante toda la tarde.

 

 

 

Pero Draco no respondió. Del odio que había mantenido hacia el ojiverde durante todo ese tiempo, al fin podía verle un buen fruto.

 

Si esa tarde se había planteado humillar a su viejo rival con todo el bombo y platillo que requería la situación, tras saber las intenciones del muchacho, todo se había reducido a una palabra: Poder.

 

Porque él tenía ahora el poder que ni Voldemort, ni nadie jamás tendría. Porque él era el único que podía ayudar al salvador del mundo mágico a cumplir su más ferviente anhelo. Él tenía ahora el poder absoluto sobre Harry Potter, y eso era lo más maravilloso que podría pasarle jamás.

 

 

 

-Soy su dueño.-Murmuró sonriendo como en muchos años no lo había hecho: con autosuficiencia y deseos de venganza.

 

 

 

El camino para Harry no sería tan sencillo.

 

 

 

Continuará…

 

 

 

Sigo agradeciendo sus comentarios (que son respondidos de inmediato) y la aceptación que esta historia ha tenido.

 

Muchísimas gracias por ello, en verdad.

 

Ahora, solo para despejar una duda que quizá varios pudieran tener: Han transcurrido más de diez años desde que Harry se fue del mundo mágico pero para redondear digo exactamente diez, por lo que el protagonista y compañía tienen entre 27 y 30 años.

 

Solo para aclarar un poco las cosas y por si se lo estaban cuestionando como alguien amablemente me lo preguntó.

 

Gracias nuevamente por sus comentarios y espero verles muy pronto.

 

 

 

 

 

Katrinna Le Fay

 

 

 

Septiembre 2010

 

 

 

 

 

 

 

 


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