Un rayo cayó sorprendentemente cerca sacándome de mi trance, las sirenas de la policía se escuchaban cerca, de seguro si giraba mi cabeza vería las luces rojas y azules dirigirse hacia el lugar en donde me encontraba parado, pero no tenía ganas de hacerlo, seguía observando el auto y los cuerpos sin vida en el, dos cuerpos sin nombre ni identidad, tan solo cadáveres, en eso se habían convertido en el momento en el que me habían dejado.
No me había dado cuenta de cuando había empezado a llover, de seguro la lluvia había evitado que el carro se incendiara, parecía que el destino quisiera que siguiera con vida, que sufriera más, estaba empapado y temblaba, era tan irreal seguir vivo, sentir frío y hambre pero aun así ocurría.
-¿Cómo pudo ocurrir algo así? Es horrible- dijo uno de los policías que habían llegado a la escena del accidente.
Acerco una cobija a mis hombros y me cubrió con ella, dirigiéndome una cálida sonrisa, ¿Cuánto no había dado yo por una sonrisa así de mis padres? Hasta hace unas horas, todo, absolutamente todo.
-De seguro tenías frio, está lloviendo mucho, no deberías estar aquí ¿donde están tus padres?- parecía ciego, ¿por que ignoraba el hecho de que un carro con 2 pasajeros que murieron en condiciones inhumanas se encontraba justo a sus espaldas? ¿Y qué pensaba de mí? ¿Era acaso posible que un niño de mi edad se dirigiera solo a un observatorio al extremo de la ciudad y de pura casualidad haya tenido la mala suerte de ver semejante escena? Vale, era más joven de lo que aparentaba, pero aún así era improbable.
-¿Estás desde hace mucho aquí? ¿Viste que sucedió?- asentí suavemente, parecía horrorizado.
-Jamás había visto algo como esto, ¿Qué te parece si vamos a la comisaria y llamamos a tus padres?- parecía negarse a pensar que después de todo yo era el hijo de los cadáveres a unos pasos de distancia, no valía la pena intentar hacerlo entrar en razón, así que me limite a seguirlo a la patrulla, abrió la puerta y me ayudo a sentarme y abrochar el cinturón de la silla del copiloto, cerró la puerta con fuerza y se dirigió a uno de sus compañeros, solo podía ver sus labios moverse a través del vidrio para después dirigirse a la patrulla y arrancar en silencio ¿de qué estarían hablando?
El camino fue largo y tedioso, las ventanas empañadas no dejaban ver el exterior y no tenía ganas de quitar el vaho del vidrio, así que todo lo que pude ver fue aquella especie de neblina en la ventana y la silueta alta y fuerte a mí lado. Al llegar a la comisaria estaciono el auto en el espacio más cercano a la entrada, saco las llaves del switch y las guardó en su bolsillo para no dejarlas caer al salir, cerrando la puerta con fuerza para ir rápidamente al baúl y sacar un paraguas, al parecer seguía lloviendo, por eso corría de una forma un tanto graciosa en dirección a mi puerta para ayudarme a bajar con cuidado, cubriéndome con el paraguas que dejaba caer numerosas gotas en los charcos, formando ondas en el agua que capturaron mi atención rápidamente, como si no hubiera cosa más interesante o importante en la que pensar, pero pronto desaparecieron siendo sustituidas por las baldosas grises que caracterizaban las comisarias de la ciudad.
-Siéntate por favor- hice lo que me pedía sin protestar, como solía hacerlo en casa, pero inmediatamente sentí unas ganas prácticamente irrefrenables de pararme, y solo por darme el gusto de hacer mi voluntad una vez en mi vida, de hacer algo por decisión propia, por un bien propio, sin esperar que los demás se sintieran felices por ello, decidí pararme, nunca me había dado cuenta de lo fácil que era tener voluntad y de lo satisfactorio que era, en algunos casos claro está, después de todo, si yo no me preocupaba por mi, nadie lo haría.
-Debo llamar a tus padres, han de estar preocupados por ti…- seguía ignorando lo obvio por alguna razón desconocida para mi, tal vez, creía que por mi edad no entendía nada de lo que me rodeaba, y que con mentirme sufriría menos o algo por el estilo, pero no era así, tal vez, entendía mucho más que él, y lo afrontaba mejor, aunque tal vez no lo suficiente.
-Esto… señor, mis padres… eran los que estaban en el carro- no podía más, ellos estaban muertos y no había marcha atrás, el que evadiera la realidad por mi no me ayudaba, por el contrario, hacia que el filo de cuchillo recorriera aún más la herida que mis padres se habían encargado de mantener en carne viva por tanto tiempo. El silencio se prolongo por un minuto que se me hizo eterno hasta que aquel desconocido se dirigió hacia mí y me abrazó con todas sus fuerzas, pude sentir como sus lágrimas caían en mis hombros, estaba llorando por mí, llorando lo que yo no podía llorar.
-Señor, no llore por favor, está bien, en verdad- aunque ellos no hubieran muerto, estaría solo, todo sería igual, así que no tenía porque llorar por la muerte de mis padres, preocuparse por mí, nada, no conocía mi nombre, al igual que yo no conocía el de él.
-Eres fuerte, eso te será útil algún día- dijo cuando logro contener sus lagrimas. Era una buena persona, pero yo no, había deseado que mis padres murieran y se había cumplido, las estrellas habían hecho realidad mi deseo, y nunca más me concederían otro, no merecía que alguien se preocupara por mi nunca más.
Rogaba porque tuviera razón en sus palabras y que mi fuerza para no derrumbarme, me sirviera de soporte para seguir viviendo, que fuera suficiente, porque tal vez era lo único que me quedaba.
-Es tarde , deberías ir a dormir, unos cuantos pasos hacia allá hay una habitación, es la enfermería, allí hay una camilla en la que de seguro podrás descansar, no te preocupes por nada, yo veré que hacemos contigo, te tendré preparado el desayuno para cuando despiertes- me despidió con una sonrisa mientras yo caminaba lentamente hacia la habitación.