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VAMPIROS por KING-OF-THE-DARK

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Notas del capitulo:

Bien, aquí está el capitulo de Saga y Aioros.

Para que nadie se me haga un lío, aclaro.

"las palabras entre comillas, negrita y cursiva, son los pensamientos de Saga"

Vale, quizás al final del capitulo digais, ¿a quien se supone que van a transformar?.

Al final del capitulo, Radamanthis (con la ayuda de Saga) convencerá y transformará a Shura.

Primer problema: no sé con quien poner de pareja al de Capricornio.

En un momento del capitulo, dejo claro que Kanon tarde o temprano, transformará a Milo.

Segundo problema: tampoco sé que pareja ponerle al de Escorpio (no me acaba de gustar el Milo x Camus).

Y al final de la historia, dejo bastante claro, que Saga transformará a Shion y este a su vez a Dokho (Shion y Dokho son pareja).

Tercer problema: tampoco sé con quien emparejar a Aioria (odio a muerte el Aioria x Shaka, y sinceramente no quiero liar al de Leo con Death Mask porque estoy pensando en poner al de cáncer de pareja con Shura)

SE ACEPTAN OPINIONES.

 

 

-POV AIOROS-

Demonios.

“serás mío aunque para ello deba darte un susto de muerte”

Monstruos.

“serás mi esposo aunque deba obligarte a tragar cada gota de sangre que caiga de mi muñeca abierta”

Vampiros.

“Y serás inmortal, al igual que yo”

Esas fueron las palabras que asaltaron mi cabeza aquella noche.

“esta noche te toca hacer guardia, pasearás casi a oscuras entre las mil escaleras que conforman el Santuario, atento a cada sonido que pueda romper la paz de los trece templos”

Porque quise creer que el agotamiento propio de recorrer mil veces las escaleras del Santuario me estaba jugando una mala pasada.

“Nos verás, me aseguraré de ello, verás mi silueta en la noche, y la de mi gemelo”

Cuando al llegar al gran reloj de piedra, las nubes del cielo dejaron libres al astro de la noche, y sus rayos plateados iluminaron vuestras dos figuras sosteniendo a una tercera.

Uno de los soldados rasos que en ocasiones tiene el poco descaro de acercarse demasiado a los límites impuestos por el Santuario.

Y sin saber por qué os distingo en la distancia, siendo consciente de que es Kanon quien está apoyado en el reloj, y tú eres quien sujeta a ese soldado entre tus brazos.

Y algo me dice que no lo estás seduciendo, pero tampoco reprendiéndolo por su osadía.

“Radamanthis no vendrá esta noche, está demasiado ocupado a petición mía, imagino cual será tu sorpresa, cuando te comunique que se de antemano que eres incapaz de vivir la inmortalidad sin tu mejor amigo.

Pero, compréndelo, aunque sea ante tus ojos, debo enseñarle a un recién convertido Kanon a no derramar tanta sangre cuando clave los colmillos en el cuello de sus víctimas”

Y como si la luna quisiera hacerme mejor testigo de lo que sucede ante mis atónitos ojos, veo como clavas dos blancos colmillos en la piel oscura de ese soldado que tienes en brazos.

Mientras tu hermano observa fijamente y con gesto contrariado, como si fueses un maestro que le está enseñando una lección demasiado difícil de aprender para él.

Sé que te amo, pero la atrocidad que cometes ante mis ojos, hacen que mi cuerpo reaccione.

Y preparándome en segundos, alzo y tenso el arco de Sagitario, con esa flecha de oro, que se con certeza que dará en el blanco.

Y te mirare a los ojos con el poder de la sangre corriendo por mi garganta, atrapándote en la prisión hipnotizadora propia de los vampiros”

Sin quitar tus labios del cuello de ese soldado, clavas esas esmeraldas que tienes por ojos en mi persona.

Y por primera vez desde que consiguiese mi armadura, el arco que sostengo comienza a temblar ante tu embrujo.

Te deseo, aunque parezca imposible en estos momentos.

“Haciéndote desear que sea tú sangre la que sacie mi hambre, mientras cómplice, mi hermano, te atrapará con esa sonrisa rebelde que nos distingue al uno del otro”.

Dame fuerzas, mi diosa.

Porque siento celos de ese despreciable soldado al que le arrebatas la vida.

Dame fuerzas, para que mi cabeza siga guiándose por la fría lógica y no este apuntando a ese hombre inconsciente al que yo deseo suplantar.

Sentir tus labios en mi cuello, traspasándome con los colmillos la barrera impuesta por la piel que cubre mis venas.

Y dame fuerzas, para poder apartar mi mirada de los ojos de tú hermano, ese que me mira con unos ojos tan esmeraldas como los tuyos.

Ese que me sonríe de la forma más sensual que jamás haya visto en mi existencia.

Perdóname Saga.

Porque durante unos instantes, me he dejado llevar por su embrujo y he pensado que Kanon es hermoso.

“Y caerás, porque llevo metido en tus sueños tantas noches como las que llevo rondando como vampiro”

El arco y la flecha caen de mis manos, débiles ante las dos miradas gemelas que apresan mi alma mientras al mismo ritmo, el cuerpo muerto de ese soldado va deslizándose desde tus brazos hasta el suelo.

Y sigo segundo a segundo tus movimientos al incorporarte, mientras sin perder el contacto conmigo, arrimas a tu cuerpo la silueta de tu hermano.

Porque soy yo quien provoca con mis poderes que te levantes por las noches con el cuerpo sudado y la respiración agitada.

Preso de un deseo que no te atreves a consumar tu mismo en la soledad de tu templo.

Paliando tu orgullo con una ducha de agua helada que ya no consigue evitar el calor que te posee por completo”

Eras tú, ahora lo comprendo.

Esa silueta que ocupa mis sueños.

Ese ser que recorre cada milímetro de mi piel, perlándolo de sudor ante el toque de las yemas de tus dedos mientras duermo.

Eres quien nunca consigo ver, ese rostro en las noches que me seduce hasta que lograr que despierte agitado, frenético, alterado.

Y deseando por más.

Siempre más.

Porque si no tengo tus caricias, ¿de qué me sirve engañar al deseo con mis propias manos?.

Si no son tus labios quienes me sacien, no lo será el agua congelada que hace tiempo ya no me afecta.

Veo que le susurras algo a Kanon, y compruebo que después de una sonrisa, este desaparece ante mis ojos.

Y sin saber por qué te doy la espalda.

Porque Sagitario me llama aunque parezca una locura.

Mi propio templo me arrastra hacia él.

Y no desoiré su llamada.

Soy consciente de que me seguirás de cerca.

Y soy consciente, de que lo deseo.

“E imitando al signo del que es custodio tu hermano, entraré como un felino en la oscuridad de tu templo.

Acercándome a tu oído.

Susurrando la única palabra que me acompañó en los duros momentos de la transformación.

Tu nombre.

Aioros”

(Fin del Pov)

 

El noveno templo estaba a oscuras, en silencio, custodiado únicamente por un guardián recién llegado.

Un guardián silencioso al que le carcomía el deseo, la pasión y la lujuria.

Pero no estaría mucho tiempo Sagitario ocupado por una sola persona.

Ya que una sombra entraría en él, con movimientos gráciles y felinos, en silencio y sabiéndose victorioso de una batalla no declarada.

Una sombra que imperceptiblemente se acercaría al custodio del templo.

Provocándole un estremecimiento, un escalofrío que recorrería su cuerpo al notar el suave aliento de su acompañante contra su mejilla.

Y su nombre susurrado en tono sensual y con voz ronca en su oído.

-Aioros-

 

-POV AIOROS-

El cuerpo me arde por ti, mi alma se esconde, y mi corazón se acelera.

Estas tan cerca amor mío, tanto que te siento, en cada fibra, en cada poro, en cada molécula de aire, en cada silencio.

Cierro los ojos mientras me alzas en brazos, esos poderosos brazos que me acunan aunque sean fríos, esos que no aquejan el peso que representa mi cuerpo.

Y ni siquiera he sido consciente de en qué momento me despojé de mi armadura, pero me aprieto en tu pecho firme, aunque sé que no escucharé sonido alguno saliendo de su interior.

Así que escondo mi rostro en tu hombro, y sin poder evitarlo comienzo a repartir besos en tu cuello mientras tú me llevas hasta el lecho donde me harás tuyo.

Dioses, te deseo tanto que me abalanzo a tus labios apenas mi espalda toca la cama.

Me sacias, me exploras, me llenas con tu lengua, te siento, te extraño, te apego más a mi cuerpo.

Te necesito.

Me abrazas, me asfixias, mientras por encima de nuestras ropas hacen contacto nuestros miembros.

-se mío-me dices con voz profunda mientras desgarras mi camisa.

-no puedo-te contesto con la voz ronca de tanto deseo.

-únete a mí-vuelves a ordenarme instantes antes de apoderarte con tus manos de mi pecho, de pasear tus labios por mi cuello, mientras mis manos pierden la fuerza con la que intentaban desnudarte.

Lo sabes, eres consciente, hay alguien que me impide entregarme a ti por completo.

No es ella, no es la diosa, renegaría de ella mil veces.

Pero de él no, de mi pequeño no.

Y lo sabes.

Tú también tienes un hermano.

Te alzas, te miro, te desgarras la camisa, me enseñas la palidez de tu cuerpo.

Jadeo, me excitas, vuelvo a apresarte con fuerza contra mi cuerpo.

-Aioria-te digo para que entiendas porque te rechazo.

-pronto, muy pronto-me contestas mientras te deshaces de la ropa que todavía cubre mi cuerpo.

-promételo-te suplico, te jadeo, mientras tus manos vagan desde mi pecho hasta mis muslos y abres con tus manos mis piernas.

-te lo juro-me respondes antes de inclinarte y que mi miembro sea engullido por el frío de tus labios.

Sudor, calor, asfixia, pensamientos turbados mientras mi cuerpo se estremece y mis pulmones trabajan por conseguir oxigeno.

Arqueo mi espalda, no quiero llorar, pero lo hago.

De placer.

Que me consume al tiempo que con tus finos dedos comienzas a abrir para ti el interior de mi cuerpo, sin parar por ello de seguir succionándome, intentando sacar de mi cuerpo cada jadeo que te dedico, cada gemido, cada susurro o grito en el que lo único que hago es pronunciar tu nombre.

-haz…hazme…hazme tuyo-y entonces, tras esa suplica, exploto.

Mi orgasmo, en tu boca, mientras mi mente permanece ya ajena a todo pensamiento.

Y me volteas, quedando tú con la espalda en el colchón de mi cama.

Me aferro a tus hombros, tú a mis caderas.

Y hacemos contacto.

Más adentro, más profundo, lléname, gózame, pero termina con esta tortura que me está matando.

Y entonces me muevo, lento para ti en un baile exótico, mientras veo como tus cabellos se pegan a tu cuerpo.

Esas hebras azules que me impiden disfrutar de la desnudez de tu espalda.

Y tú acompasas mi baile con tus caderas, profundizando más las embestidas, llenándome como he deseado desde hace tiempo.

Te incorporas, te sientas, acoplas mi cuerpo al tuyo, y comienzas a ser tu quien desesperas, quien no aguantas.

Necesitas más de mí.

Tómalo.

Cógelo.

No pidas permiso.

Ámame, devórame con esa pasión que veo brillar en tus ojos, acaríciame hasta dejar impresos en mi piel cada uno de tus dedos, perla mi cuerpo del sudor que ya no podrá cubrir el tuyo, posee para ti mismo el calor que desprendo.

Pero por favor, júrame que cuando esto acabe no olvidarás que no puedo vivir sin mi hermano.

Y entonces, lo haces, más rápido, más profundo, más violento penetras dentro mío, yo jadeo mientras tu susurras, yo gimo mientras tu comienzas a besar mi cuello.

Agarro con fuerza tu rostro, quiero que me veas mientras consigues que llegue hasta el cielo.

Lo sientes, mi cuerpo aprisionándote en mi interior, mis músculos tensándose.

Tus manos alcanzan mi miembro, acaricias desesperado al mismo ritmo con el que me amas, quieres más de mí, deseas un grito, quizás tu nombre, quizás un te amo.

-Sa…Saga…aahh-grito, gimo, mientras al mismo tiempo que derramo mi semilla y alcanzo el cielo, siento como mi piel es rasgada por tus colmillos.

Y te apretó contra mi cuerpo, sin parar de moverme, mientras el éxtasis de sentirme tuyo me consume.

Y lo siento, las imágenes de mi cabeza, se que este será el único momento en el que seas capaz de leer mis pensamientos.

Y te lo transmito, las noches en soledad mientras mi cuerpo deseaba el tuyo, los días en los que me ocultaba para observarte sin ser visto.

Me vuelvo gelatina entre tus brazos hambrientos, me fatigo, pero tú no dejas que mi cuerpo se aleje, lo mantienes en alto mientras sigues amándome, deseándome.

Y entonces me transmites un pensamiento.

Y veo al juez de ojos dorados que comenzó con esto.

Veo a tu querido hermano cayendo en sus brazos, amándole.

Y entonces, te miro fijamente mientras tú limpias con la lengua la herida de mi cuello, y comprendo porque estabas con tu hermano al mismo tiempo que veo como te tensas, gritas y de dos furiosas embestidas, llenas con tu semilla el interior de un cuerpo que acabas de hacer tuyo.

-¿beberás?-me preguntas antes de desgarrarte la muñeca izquierda.

-¿en qué me convertiré si lo hago?-te pregunto aún receloso.

-en mi amado esposo-me contestas.

Y soy yo quien coge delicadamente tu maltrecha muñeca y me la llevo a los labios, no sabía cuan afrodisiaco podía ser el olor de la sangre.

Espesa, amarga, con un sabor que sólo puede ser tuyo.

Lo confieso, tenía miedo de que me dieses a beber la sangre de ese soldado.

Siento tú sangre en mi garganta, mientras tus ojos se clavan en los tuyos.

-tranquilo amor mío, tú querido Aioria pronto se unirá a nosotros, pero antes debemos traer a alguien más a nuestro lado-me dices leyendo en mis ojos que nuevamente me asalta el recuerdo de mi pequeño hermano.

Y entonces, apartas la muñeca que me alimentaba, y clavas tus ojos verdes en los míos, unos ojos que ahora tienen un brillo especial.

Siento mi cuerpo pesado, siento mi mente embotada mientras me acomodas en la cama al lado de tu cuerpo.

-¿Saga?-consigo murmurarte.

-duerme Aioros, duerme, no tengas miedo, no me iré de tu lado-me respondes.

-¿Dónde…está…Ra…Rada?-mis ojos se cierran, peleo contra el cansancio, contra tu embrujo hipnotizador.

-trayendo a tu lado a tu mejor amigo-me contestas con una sonrisa que ya veo borrosa por el sueño.

-POV SAGA-

Sonríes antes de caer en la inconsciencia, sonríes antes de dejar tu cuerpo al resguardo del mío.

-¿me quedo con él?-me dice Kanon entrando por la puerta de tu habitación.

Sé que estaba esperando fuera, escuchando en silencio, incluso soy consciente de que mi gemelo ha dudado por un instante que yo lograse convencerte de traerte al lado oscuro.

Al igual que sé que dentro de poco, Kanon logrará convencer a su mejor amigo para que se una a los hijos de la noche.

Me gustará ver en que se convierte Milo cuando la inmortalidad recorra su cuerpo, un lujo de tener entre los inmortales al hombre que con solo una mirada podría seducir al mundo entero, es algo que no tiene precio.

Porque sé que el de Escorpio no dudará ni un segundo de mi gemelo, sé que le seguirá cual fiel sombra que siempre ha sido, y lo único que me provoca dudas en este instante, es que no sé qué estrategia tendremos que utilizar con Aioria de Leo para convencerle y yo pueda cumplir el juramento que le he proferido a mi ahora esposo.

-¿lo ha conseguido tu marido?-le pregunto a mi gemelo.

-sabes que quieres traer al más terco de todos, le va a costar convencerle-me responde mientras se acomoda en la cama y yo pongo en sus brazos a mi más preciado tesoro.

No quiero dejar a Aioros mientras él se transforma, pero sé que no sufrirá gracias a mi hechizo.

Y sé que Kanon lo cuidará como si fuese su propio marido.

-no permitas que sufra mientras yo convenzo a este terco-le digo con mirada tan seria como mi tono de voz.

-lo juro hermano, pero ves antes de que ese español cabezota me deje viudo-me dice con una media sonrisa.

Llego minutos más tarde al decimo templo, agotado, al fin y al cabo, ningún inmortal debería transformar a otro antes de cumplir su primer año, y yo solamente llevo dos semanas en este nuevo mundo.

Veo a dos hombres sentados en las escaleras de la entrada del templo, y espero que el juez del averno haya facilitado la tarea, pues faltan pocas horas para que el amanecer bañe el Santuario y nosotros debamos escondernos.

-¿es cierto?-me pregunta el hispano en cuanto estoy frente a él, algo hambriento, para más información.

-sí, lo es-le contesto.

-¿sabes que casi mato a Radamanthis cuando le vi aparecer en mi habitación?-me vuelve a preguntar el de negro cabello.

-no te conviene hacerlo, Kanon se hubiese enfadado bastante-le contesto con voz apagada, lo que yo daría ahora por un trago de sangre fresca.

-¿Aioros, está bien?-me pregunta preocupado por su amigo.

-durmiendo, acabo de transformarle-le contesto sentándome al lado de ambos.

-entonces estás demasiado cansado para llevar a cabo otra transformación-me comenta Radamanthis.

-si a Shura no le importa, deberás hacerlo tú-le contesto mirándoles a ambos.

-¿podré….?-pregunta el de capricornio sin acabar la frase.

-a mi me ha costado dos semanas, y tu eres más terco que yo-le contesto con una sonrisa entendiendo la petición del hispano.

-entonces, hazlo juez de Wyvern-dice en tono seguro acercándose a mi cuñado.

-tú deberás pasar el dolor si quieres convertir a quien ames-le digo mientras veo como Radamanthis le clava con cuidado los colmillos.

-no…importa, por estar… a su lado…hare…lo que haga falta-contesta entrecortado por el dolor.

Sé que tanto yo como mi cuñado deseamos estar con otra persona en estos momentos, que ambos añoramos a los dos hombres que se encuentran en el noveno templo.

Pero a pesar del cansancio, debemos seguir trabajando.

Y mientras Radamanthis transforma con su sangre a Shura de capricornio, yo voy preparando en mi cabeza el discurso con el que le diré a Shion, que si él lo desea, ya nada ni nadie podrán separarle de Dokho.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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