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El Fantasma por Eiri_Shuichi

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Notas del capitulo:

Si... se me fueron un poco las cabras pero como la historia ya esta terminada, aca el cap 2 ^^ suert

     Yo lo sabía, lo supe siempre y quizá eso era lo que más dolía, que no quedaban dudas en mi mente o en mi corazón de que yo solo podía ser el segundo lugar… mucho, mucho después de él. 

 

     La estaca yacía clavada en mi pecho, trayendo consigo la resignación de quien sabe perdida la guerra y que lo único razonable es buscar tregua contra el enemigo, desafortunadamente, mi enemigo era también mi mejor amigo y, probablemente, el único que aún no caía en cuenta de mi lamentable situación. No lo culpaba, porque en su estado, que casualmente era el mío, era incapaz de ver nada más allá de su propio anhelo, que, a diferencia mía, estaba a su alcance.  

 

     Conocía a Gustav desde hacía ya muchos años y había encontrado en él a una persona noble, inteligente y agradable, pero infinitamente frágil en un modo que entonces no comprendía. Con el tiempo y un par de malas experiencias lo supe; él era demasiado inestable para su propio bien, su felicidad pendía de un hilo muy delgado que a veces se rompía y mientras otro llegaba a suplirlo, él se sumía en la tristeza más profunda.

 

     Perdí la cuenta de las veces que lo vi con la mirada vacía, a punto del llanto, botado en el suelo o en su cama, con expresión de fatiga, hastío, sin ganas de vivir. Aquello podía durar solo unas horas o prolongarse por meses en los que yo intentaba animarlo y, cuando por fin aceptaba lo inútil de mi esfuerzo, solo me quedaba a su lado para que supiera que no estaba solo.

 

     Al volver a su estado normal, Gustav no terminaba de agradecerme mi solidaridad y así me convertí en su mejor amigo, el único capaz de estar a su lado en los peores momentos. Para mí, él también era mi mejor amigo, porque incluso cuando se encontraba mal se esforzaba por estar a mi lado ayudándome, apoyándome, diciéndome lo mucho que yo valía y que me quería.

 

     En algún momento las cosas cambiaron para mí, comencé a verlo de forma diferente hasta darme cuenta de la terrible realidad, de la naturaleza de mis sentimientos que clamaban por tenerlo a mi lado como algo más que un amigo.

 

     Enamorarme de él ha sido una de las cosas más dolorosas de mi vida, porque aún sabiendo que es gay, me veía solo como un amigo o peor aún, como un hermano, y yo quería ser más que eso: quería que me amara.

 

     Me debatía entre confesarme o dejar las cosas como estaban, incapaz de olvidarlo, de ignorarlo, de enterrar el amor que sentía. Aquella silenciosa agonía me consumía como un cáncer que poco a poco va matando, peor aún, que me iba volviendo loco porque con el transcurso del tiempo se hacía imposible mantener el secreto de los vagos deseos que guardaba en mi interior. Puse todo mi empeño y fuerza de voluntad en resistir al instinto que nacía, porque si algo me asustaba era alejarlo, porque aún me quedaba suficientes neuronas para saber que era mi mejor amigo y que si él llegaba a saber de mi enamoramiento, entonces todo se iría al demonio.

 

     Tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos era doloroso, aunque siempre me dije a mí mismo que verlo partir sería mucho peor, por ello callé una y otra vez, convenciéndome de que eso era lo correcto y que la herida no me mataría.

 

     Crecimos uno al lado de otro: siempre juntos, siempre afectos, siempre amigos… y nada más; suficiente para seguir con vida, pero no tanto como para no perder la cordura.

 

     Hoy se que me he vuelto completamente loco porque sobrepase los límites del dolor, del capricho, los celos, la inseguridad, la tristeza, la negación, la resignación, la sensatez, de todo cuanto existe, porque reinventé límites a mi paciencia y a mi tolerancia, porque le busqué mil caras a la moneda y porque sobre todos mis deseo personales estaba él, que sin saberlo o desearlo, me impulsaba a veces y me limitaba otras.

 

    Mi amor ha sido desde el principio como una herida que comenzó pequeña y superficial, adentrándose con el transcurso de los años hasta apoderarse de casi todo cuanto me conforma, aunque por fuera apenas si se vea. Y parece tan diminuta e inofensiva que nadie jamás le da importancia, no ven el daño que me hace aferrarme al sentimiento que me arrebata la cordura.

 

     Las cosas no mejoraron, aunque admito que la amistad con Gustav es una de las mejores cosas de mi vida. Es curioso como en algún momento me acostumbre a vivir con el dolor de ese amor no correspondido, y se me hizo tan normal que no tuve mayor problema en seguir así, al menos no hasta que apareció Marcelo.

 

     Gustav pronto se fijó en el de forma diferente, aunque, al tener la mala costumbre de salir con varios chicos, no tomé muy en serio sus intensiones al principio. Me lleve una amarga sorpresa al darme cuenta que las cosas iban muy en serio por ambas partes y aquello revivió la intensidad de mi pena.

 

     Marcelo era listo, social, muy alegre y suficientemente noble para estar con Gustav cuando volvía a caer en depresión; de pronto me sentí inútil en la vida de mi amigo, pues lo que me hacía diferente de los demás me lo había arrebatado su nuevo novio.

 

     Nunca lo odie, para mi mayor desgracia, he de admitir que me agradaba bastante y lo único de él que me enfadaba era que ocupaba el lugar que yo quería y por ello lo trataba con frialdad. Gustav se percató de mi actitud seca para con él y tras intentar que yo le confesara la causa, llegó a la conclusión de que no me simpatizaba.

 

     Aquella relación duró más de tres años en los que yo me mantuve distante. Mi amistad con Gustav seguía, incluso mejoraba, solo debíamos procurar ser tolerantes en nuestras respectivas posturas: él aceptaba que yo no me hiciera amigo de su novio y yo no intervenía en su noviazgo. Aunque me pesara, era obvio que estaba feliz a su lado, por ello me mantenía resignado, evitando hacerle pasar un mal rato y porque sabía bien que si debía elegir a alguno de los dos, yo saldría perdiendo.

 

     Una tarde de Abril llamaron a mi puerta, no cabía de sorpresa al ver a mi amigo con el rostro pálido y con una expresión más demacrada que ninguna que le hubiera conocido; la desolación que lo embargaba no se comparaba ni con la peor depresión que hubiese sufrido y supe de inmediato que cualquier cosa que lo tuviera en aquel estado, debía ser muy grave.

 

     Pasó un rato antes de que pudiera asimilar la noticia que Gustav me dio con la voz entrecortada y las lágrimas escapando sin piedad de sus ojos; sus sollozos me decían que todo era verdad, pero igual no podía solo creerlo: Marcelo había muerto.

 

     Nunca supe cómo fue que él lo supo, solo estaba seguro de que necesitaba estar con alguien esa noche y por ello se quedó en mi casa. Al siguiente día fuimos al funeral, donde me di cuenta de la gran simpatía que en realidad sentía por aquel chico, incluso si siempre le ignore, porque en el fondo me hubiera gustado ser su amigo.

 

     Creo que el sepelio fue el peor momento en la vida de Gustav, cayó en completa desesperación mientras veía el féretro descender en el hoyo profundo que sería su tumba y mientras, yo debía mantenerlo en su lugar y ser fuerte por ambos, porque a mi también me dolía la pena pero más me dolía verlo en ese estado.

 

     Los siguientes seis meses fueron una pesadilla. La depresión en que cayó fue sin duda la peor de toda su vida; no dormía, bebía de más, comenzó a fumar, no hablaba con nadie, a mí apenas si me dirigía la palabra, la situación terminó siendo clínica y sus padres lo internaron en un hospital donde yo solía visitarlo. Se me partía el corazón de verlo sufrir. Cuando consiguieron estabilizarlo y pasó algún tiempo “bien” le dieron el alta, volvió a su casa, pero seguía sin ser el mismo. Su familia también padecía por verlo así y ninguno podía ayudarle.

 

     Dos meses después intento volver a su vida normal sin conseguirlo; había perdido la entrada a la universidad, recayó en la bebida, otra vez fumaba aunque menos y nuestro único consuelo era que, al menos, ya no parecía querer morir. Desafortunadamente Gustav volvió a una vieja maña que, por cierto, había empeorado.

 

     Esa noche le fui a buscar al bar para evitar que hiciera algo estúpido, pero era inútil, había dejado de escucharme hacía mucho, sumido en el recuerdo que lo acosaba constantemente impidiéndole pensar con claridad. Marcelo seguía en su vida con mayor intensidad que nunca y el saberlo lejos, imposible de alcanzar, le había arrebatado la consciencia y la felicidad.

 

     Me dolió no poder evitar que se embriagara, pero más me dolió ver como se iba con aquel extraño a los baños, porque yo sabía sus intensiones y que nada podía hacer al respecto. Aún así me arme de valor para enfrentarlo, no por mí, por el amor que él y Marcelo se habían tenido, recibiendo a cambio palabras tan hirientes que me hicieron hablar de más antes de dar media vuelta e irme, dispuesto a alejarme de su vida para siempre aunque en el proceso mi corazón se partiera en mil pedazos.

Notas finales:

Feliz dia de muertos!!!!! o d los Santos Inocentes... si, creo que ese era el nombre catolico ^^


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