Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Fantasma por Eiri_Shuichi

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Capitulo final d la historia d este año y no puedo evitar sentir q tiene un gran parecido con "Paradise", otra historia que escribi mas o menos al tiempo q pensaba en este... supongo q por eso hay similitud ^^

     A veces uno se esfuerza, da todo de si para que las cosas funcionen y aún así no lo hacen. Nunca sabré por qué, ni seré capaz de creer que es o no justo, porque no es tan simple.

 

     En algún punto de mi vida comencé a creer que todo ocurría por una razón, que nada era al azar y que por cada mal rato nos espera algo realmente bueno; no es fácil. Soy un simple ser humano, con las limitaciones y los vicios que cualquiera posee, como la necesidad exasperante de comprender todo lo que ocurre para no sentir que se esta perdiendo el error. He ahí el primer error: no tenemos control de nada.

 

     Lamentablemente, saber todo eso no es suficiente porque uno igual cae en esos baches de la vida por los que hay que pasar y al final, duelen sin importar lo mucho que uno se esfuerce por mantener la cordura.  Lo peor es que la herida es doble, porque uno ve de antemano el abismo pero no puede dejar de correr hacia él, porque uno sabía desde el principio que todo terminaría mal, pero igual no puede contenerse.

 

     Eso fue exactamente lo que me pasó a mí; caí en un abismo grande y profundo, aunque lo que realmente me preocupa es el no saber si ya llegué al fondo o si aún me queda algún tramo por recorrer, porque si ahora mismo no estoy más devastado, es porque mi cerebro no termina de asimilar lo que ocurrió.

 

     Siempre supe que enamorarse era igual a salir lastimado, que sería más de lo que podría soportar, que al final iba a terminar llorando la poca cordura que me quedaba.

 

     Toda mi existencia es como una montaña rusa, con más “bajas” que “altas” y la mayor parte de tiempo me domina el miedo a que aquella tormenta se desate de nuevo llevándose las cosas buenas que conseguí. “Hola, soy Gustav y sufro depresión”.

 

     Mis padres lo notaron cuando tenía seis años, mas nunca imaginaron la magnitud que podía llegar a tener, después de todo, nadie piensa que su pequeño hijo tendrá que pasar por algo así el resto de su vida, mucho menos cuando es aparentemente sano.

 

     Entonces me llevaron con una psicóloga y todos esperaban que fuera un asunto temporal. Cuando mi ánimo volvió a ser bueno ellos se alegraron, hasta que la doctora les habló de sus sospechas sobre mi padecimiento.

 

     Pasaron los meses y yo seguía feliz, por lo que dejé de asistir a las sesiones. Al año recaí, volví con la doctora y si bien no se animaba a diagnosticarme por mi corta edad, les advirtió que aquello era bastante anormal, por lo que las sesiones no volvieron a suspenderse. Crecí sabiendo que estaba enfermo, pero se negaron a explicarme mi padecimiento hasta que tuve once años, cuando tanto la psicóloga como mis padres consideraron que tendría suficiente consciencia para terminar de comprender lo que de a poco me habían ido advirtiendo. Su mayor preocupación era que yo empeorara debido al proceso natural de la adolescencia, y se debatían entre la esperanza de que pudiera sobrellevarlo y el temor de medicarme siendo tan joven.

 

     El destino fue benévolo conmigo y durante tres años mi salud se mantuvo estable; para cuando tuve una nueva recaída, ya era suficientemente grande para entender que era por mi enfermedad, mis padres también se encontraban mejor preparados, tenía una buena relación con mi psicóloga y había conocido a mi mejor amigo: Michael.

 

     Él padeció conmigo muchos malos ratos, cuando me sentía demasiado cansado física, emocional y espiritualmente, y él tenía que darme la fuerza que a mí me hacía falta para seguir adelante. Nunca se quejó, nunca me abandonó, nunca hubo un reproche o un cuestionamiento, fue mi idea decirle toda la verdad y Michael solo me sonrió diciendo que todo estaba bien.

 

     Me conocía tan bien como yo o incluso más; le estaba sumamente agradecido, sin mencionar que, desde ante, se había ganado mi confianza. Michael era demasiado maduro para su edad, más allá de su sonrisa fresca y su aire alegre, siempre parecía pensar y comportarse como alguien mayor; admiraba eso de él porque me parecía una persona fuerte y entonces me sentía muy débil. Además, era bastante interesante: amaba leer más que nada en el mundo, solía escuchar música clásica casi todo el tiempo, tenía una memoria extraordinaria y era capaz de la mayor bondad que yo hubiese conocido.

 

     Con el transcurrir del tiempo nuestra amistad fue creciendo tal y como nosotros lo hacíamos y no dejaba de sorprenderme, lo supe el día en que me confesó que sabía de mis preferencias. Apenas se lo había dicho a la doctora, cuestionándome si debía hablar de aquello con mis padres; en cambio él lo decía con gran tranquilidad, restándole total importancia, haciéndome saber que para él yo seguía siendo el mismo sin importar si me gustaban los hombres o las mujeres, incluso me dijo que era bisexual.

 

     Finalmente la adolescencia se terminó, el tratamiento con medicinas había comenzado y también la Universidad. Nuestros caminos eran diferentes, así que nos aseguramos de mantenernos cerca sin importar nada y así, seguimos tan amigos como antes.

 

     Fue en la Universidad que conocí a Marcelo, el gran amor de mi vida. Entró a la carrera un año después de mí y apenas coincidíamos en un par de clases, pero cada vez que lo veía en la Facultad no podía evitar sentir que mi pulso se aceleraba; me gustaba y mucho.

 

     No fue difícil hacerme su amigo porque era bastante afable; me gustaba hablar con él sobre nuestra carrera, sobre nuestras vidas, sobre cualquier trivialidad o lo que fuera, porque siempre me parecía interesante, me hacía reír y porque podía perderme contemplándolo. Cada gesto, cada mirada, cada pequeño detalle suyo captaba mi atención y hacía crecer ese sentimiento repentino hasta que no pude más y le confesé mis intensiones a las cuales él correspondió.

 

     Evitamos el descaro, pero nunca escondimos nuestra relación; mis padres lo sabían, así como mi psicóloga, pero quien más me interesaba que se enterase era Michael. Desafortunadamente, él no parecía feliz con la noticia; me esforcé por presentarlos para que pudieran hacerse amigos, pero fue en vano y al final dejé las cosas por la paz. Aún así yo era feliz, fui increíblemente dichoso durante tres años, en los que mi salud se mantuvo estable y yo estaba infinitamente agradecido con la vida por mi buena suerte.

 

     Desafortunadamente la dicha tuvo fecha de caducidad, una que llegó sin previo aviso y en una forma sumamente cruel. Si él me hubiera dejado igual la tristeza me habría invadido, pero aquel desenlace para alguien tan joven, maravilloso y con un gran porvenir, no solo me hirió a mí, sino también a todos los que lo conocían, incluso noté pena en la mirada de Michael, porque también él sabía lo trágico que resultaba que muriera.

 

     Casi tan repentino como su fallecer, volvió mi vieja depresión, más voraz que nunca, dispuesta a arrebatarme las pocas ganas de vivir que me quedaban. Intenté ahogarme, me provoqué una sobredosis y una vez llegué a cortarme las muñecas, pero siempre algo o alguien me salvaba de las garras de la muerte, condenándome a vivir otro día sin él.

 

     Convencidos de que nada más podían hacer, me internaron en un Psiquiátrico durante algunos meses en los que terminé de sumirme en la más profunda miseria. El tiempo transcurrió y con él mi tristeza se volvía más profunda y menos obvia, hasta que fui nuevamente “apto” para volver al “mundo real”.

 

     Mis padres y Michael me recibieron con mucho entusiasmo, esperando que yo realmente estuviera mejor, y que gran pena se llevaron cuando me volví un maldito alcohólico y fumador incapaz de llevar mi vida con cierto grado de decencia. Me perdí, tan simple como eso, tan simple y tan aterrador.

 

     Si él se hubiera marchado de mi vida por decisión, por falta de amor, por un error mío, pero no fue así, algo que no comprendo lo alejó de mí y de todas las personas que lo querían, terminó una vida que podía haber sido maravillosa. Por eso no puedo apartar las horribles ideas que me atormentan día y noche, los recuerdos que me sumen más en mi locura, ni siquiera ahora que soy consciente de lo que Michael siente por mí.

 

     “Espero que me perdonen…” pienso en ellos, en todas las personas buenas que ha habido en mi camino y a las que ahora no puedo valorar “lo lamento mucho…”

 

 

 

 

 

     De algún modo siempre supuse que esto pasaría aunque quisiera creer lo contrario, de algún modo eso no lo vuelve menos doloroso y, de algún modo, igual me invade un poco de paz ahora que estoy aquí cerca de él como no había podido en mucho tiempo.

 

     No diré que estoy feliz, ni que acepto la decisión de Gustav, pero me queda como consuelo el creer que su sufrimiento se terminó y que, posiblemente, este a punto de llegar con Marcelo, aunque aún le queda un largo camino por recorrer.

 

     Todo fue un verdadero caos, nadie acepta a los suicidas, ni siquiera yo, pero no lo culpo, porque si su perdida me duele como lo hace, no imagino lo que él debió haber parecido y no concibo que tras haber llevado una buena vida en la que procuraba hacer el bien, de pronto ahora arda o se congele en el infierno porque una vez no fue suficientemente fuerte.

 

     Tal vez es que me siento culpable, porque después de aquella noche me aparté de él para tratar de sanar mis propias heridas y cuando quise volver, era demasiado tarde. Gustav fue mi mejor amigo, alguien a quien amé y posiblemente amaré por el resto de mi vida, estuvimos juntos en nuestros momentos felices, en los que la vida nos parecía más difícil, cuando fuimos rebeldes, cuando fuimos madurando, en todo momento hasta que el egoísmo de cada uno se volvió demasiado grande y sí, fue eso lo que nos apartó.

 

     ¿Podría perdonarme Gustav por haber sido débil y no estar con él cuando más me necesitaba?... algún día lo sabré, por ahora, me quedo tranquilo porque, a nuestra manera, se que somos tan amigos como siempre.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).