Mi nombre es Kikumaru Eiji. Pelirrojo, simpático y alegre. Hace unos días termine con mi novio Fuji Syuusuke. Él es todo un genio, es atractivo, castaño y tiene unos hermosos ojos azules. Sin duda era la mejor pareja que había tenido en años… por desgracia me engañó con mi Jefe. Tezuka Kunimitsu, el inalcanzable sex simbol de la editorial. No lo culpo, pero si me molesta. He empezado una nueva vida. Renuncié a aquel trabajo y busqué un nuevo lugar para vivir… caro, mucho. Pero qué más daba. De ahora en adelante mi objetivo es esforzarme al máximo y conseguir un nuevo empleo, en el que me den una mejor paga, con descanso los fines de semana, ah! y con dos horas completas para salir a comer. Los demás inconvenientes ya luego los resolveré… eso espero.
Capitulo 2
Adiós Fuji
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Eiji Kikumaru tenía unas grandes ojeras que no podía disimular con nada. Su cabello que siempre relucía brillante con las puntas hacia afuera acomodado armoniosamente… hoy simplemente estaba caído y sin gracia. Sostenía entre sus manos al fin, la última caja. Podía decir que, con eso, se había mudado por completo.
De no ser por Kawamura, uno de sus vecinos y Momoshiro su ayudante en la editorial y entintador de sus historias, no habría podido cambiarse tan pronto. Le había tomado más o menos 5 horas, todo el cambio. Lo peor había sido su cama, la verdad es que no tenía idea de cómo sacarla de la puerta… después de una hora intentando cargarla con Momo-chan, descubrieron que la dichosa cama se tenía que desarmar antes. Solo de recordarlo le hacía suspirar. La verdad todas esas cosas y detalles técnicos en su vida era resueltos por Fuji. Hasta ahora siempre se había encargado de disfrutar su vida, primero había sido protegido, más bien sobreprotegido por su familia. Luego Fuji fue quien se encargó de él. Le había ayudado en todo desde que había decidido el pelirrojo salirse de su casa.
Eiji sintió un nudo en la garganta de recordarlo. Empujó todas las cosas que estaban regadas en su nuevo departamento y se tiró a llorar. Era lo que quería en ese momento, simplemente desahogarse. Apenas esa noche lo había visto de nuevo. Fuji había llegado a su casa con una canasta llena de dulces y chocolates blancos. Aquellos que tanto adoraba. Sintió el impulso de ir directo a estos y comerlos pero se contuvo cuando recordó la imagen de Fuji con Tezuka abrazados en la oficina.
Eiji miró al castaño con algo de desprecio, intentado no gritarle siguió su camino hasta la entrada de su puerta, dando un simplón “hola” a aquel chico que le miraba sonriente. Eiji creía que eso sin duda era una burla. ¡Llegar como si nada a su casa y con esa sonrisa!
Abrió la puerta de su casa y le dejó pasar, justo cuando cerró la puerta tras de sí el castaño, no aguanto más y gritó.
-¡eres de lo peor Fuji!- fue su primera frase, dicha en un grito, porque eso era; aunque Eiji negara que algún momento hubiera gritado. También le dolía, aunque eso también lo negara.
Después de esa frase vinieron más reclamos, todas aquellas cosas que nunca se había atrevido a decir el pelirrojo, lo dijo; como la vez que lo dejó solo en un hotel de madrugada por que Tezuka tenía una emergencia en la editorial. También aquella vez que celebraban su aniversario y que tuvo que salir de emergencia por que no había quien auxiliara en la editorial, también aquella ocasión en que lo dejó plantado sin ninguna explicación. Pero el momento cumbre llegó cuando le reclamo que Fuji nunca lo había llevado con su familia. Aunque fingía que no le molestaba, realmente le dolía saber que, para su novio no era lo suficientemente importante como para presentarlo formalmente. Fuji finalmente habló. Y aquellas palabras solo lograron que el pelirrojo tomara la decisión de salir por completo de la vida de Fuji.
-¡Eiji, no te das cuenta! No estás listo para una relación seria- sus ojos azules chocaron, mientras el castaño suspiraba y miraba tristemente a Eiji. Si Fuji tenía que ser sincero, había algo de razón en lo que el pelirrojo decía. La verdad siempre lo había dejado un paso atrás de sus actividades… además de que no era un secreto que, si Tezuka necesitaba algo, él siempre estaría dispuesto a ayudarle. Tampoco que sentía y tenía, una cierta debilidad si se trataba de él. Por otro lado Eiji era muy importante para él. Era esa parte alegre de su vida, y aunque a veces era un problema, justo como ahora, la verdad hacía su vida más entretenida. A este punto de la relación le era difícil a Fuji controlar a Eiji. Sobre todo porque, sabía lo precipitado que era el pelirrojo, seguramente había mal interpretado “eso”. Recuerdo que, aunque era imperceptible para cualquiera hacia medio sonrojar al castaño.
-lo mejor será que hablemos de todo esto cuando estés más tranquilo- después de esas palabras el castaño se dio la vuelta y salió del lugar.
Desde entonces Eiji Kikumaru decidió no buscar a Fuji, tomar sus cosas y cambiarse de casa, sentía una incomodidad en la garganta y los ojos le ardían. Sorbió por la nariz y se limpió la cara, toco la puerta de Kawamura y le llamó a Momo. Comenzó a cambiarse. Se suponía que debía cambiarse al otro día, pero en fin. Así era como se había cambiando antes de lo planeado.
Después de llorar casi por dos horas el pelirrojo se durmió y cerró las puertas y ventanas, después de todo con ese cambio de madrugada no había dormido nada.
A las diez de la mañana escuchó unos golpecitos en su puerta, que lo descolocaron. Así no sonaba su puerta normalmente. Entonces se removió de su cama con pesadez girando a la derecha, lo cual resultó ser el lado equivocado. Cuando abrió los ojos estaba en el suelo. Sintió ganas de llorar de nuevo pero los golpes en la puerta eran insistentes. Así que solo se levantó y abrió.
Era el chico que le enseño el apartamento aquel rubio de cabellos con rizos, Jiroh si no mal recordaba, seguramente molesto porque se había cambiado antes de tiempo sin firmar contrato.
-Buenos días- dijo sonriendo, a lo que el otro solo bostezaba. Y se tallaba los ojos.
-Buenos días Kikumaru-san, vengo a que firme y a dejarle el numero a donde debe depositar la renta, y espero que sea hoy mismo, porque si Atobe se entera que se mudo antes…- el rubio bostezó de nuevo interrumpiendo, luego estiro su mano dejándole los papeles.
-Si claro, pasa en lo que firmo… aunque aun no he acomodo nada- le dijo a su invitado mientras arrojó todo lo que había en la mesa, se sentó enseguida y comenzó a leer que todas las clausulas estuvieran en orden. Todo estaba bien y en orden a punto de firmar.
-Sugooooi, es el boceto de UHSIYA con otra ropa y este el tomo uno con la pasta gruesa- dijo el rubio entusiasmado mientras tenía en sus manos aquel objeto el chico rubio, el pelirrojo sonrió.
-Sí, antes esa era la idea, pero le puse más estilo, si te gusta puedes quedártelo, tengo muchos de ese tipo regados por ahí- le dijo el pelirrojo señalando una montaña de papeles en una esquina de la casa mientras el rubio brinconteaba mirando todos los dibujos.
-Jamás creí que un mangaka viviera a vivir aquí, que emoción… yo siempre creí que eran mal pagados y que trabajaban mucho- el pelirrojo lo miraba con cara de angustia al recordar que hasta ahora su vida era más sencilla con Fuji, tal vez ahora se complicaría. Lo mejor era encontrar un trabajo pronto. Sobre todo si no quería quedarse sin comer por pagar la renta del lugar.
-Je, bueno eso pasa a veces, bueno tengo que salir iré a buscar trabajo-
- ¿En serio se acabó? ¡no habrá secuela!-
- No lo creo… esa historia está vendida a la editorial y renuncie… y por suerte acabé –
-Demonios… ahh por cierto, Kikumaru –san te recuerdo que no puedes hacer tanto ruido de noche, los inquilinos son algo especiales aquí. Esta vez por ser la primera… pero espera mi teléfono- El pelirrojo creyó que, sin suda su novia debía de llamarlo muy seguido. También creyó que era adorable ese chico con el sonrojo que tenía en su cara. Dio tres pasos, pero sin duda no pudo evitar oír la conversación.
-Si ya estoy despierto-
-Sí, se acaba de mudar- sin duda hablaban del pelirrojo y le estaba dando curiosidad saber que era lo que decían, pero no considero apropiado acercarse a escuchar.
- Ah… pues ya le dije ya firma el contrato-
-¡Afuera!-
- Pero si a ti nunca… no te interesa… pero el joven Kikumaru-san ya se va. Porque no mejor pasas al departamento a desayunar…
- Está bien nos vemos-
-Disculpa, me tengo que ir yo también. Muchas gracias por el manga y los dibujos- el rubio salió del apartamento corriendo, mientras Eiji miraba como se llevaban más dibujos de los que había regalado. Solo suspiro, después de todo para él solo eran papeles. Los podía dibujar en cualquier otro momento. Bueno no había ningún problema. Fue hasta el espejo y se miró. ¡Con esa cara se había atrevido a abrir la puerta! Se arregló el cabello y se lavó la cara. Salió del baño para levantar algunos de los papeles antes de salir de su casa y buscar desayuno, luego trabajo.
Se quedó helado cuando descubrió que algo faltaba entre toda la bola de papeles que el rubio se había llevado. El nuevo dibujo que usaría para su entrevista. En cuanto lo notó no pudo hacer otra cosa más que salir corriendo detrás del chico.
Estaba al lado así que no tardó mucho en llegar; pudo ver que su puerta estaba abierta suspiró. Abrió un poco más para entrar sin tocar, justo como era su costumbre. Su sorpresa fue, encontrar al rubio arrinconado por un joven bastante más alto y con cabellos grises, que no podía ver bien ya que estaba de espaldas. Y eso sin duda era un beso. Uno que no debía de estar viendo. Pues en cuanto noto que su nuevo “amigo” lo veía con cara de pánico, decidió huir de ahí lo más rápido posible. Ya después recuperaría su dibujo. Sentía que su vida estaba en riesgo si que quedaba un segundo más ahí.
De nuevo se vio corriendo por los departamentos, hasta llegar a las escaleras y bajar al siguiente piso. Lo que encontró fue todo menos una cara amigable.
-¡Que no te han dicho que el ruido nos molesta! – un chico con el entrecejo fruncido lo interceptó en las escaleras. Era delgadito, menudito y también pelirrojo. Pero con esa cara de fastidio entendió Eiji Kikumaru que tal vez nunca se llevaría bien con ese joven.
-Lo siento- dijo mirándolo con miedo, y hasta un poco arrepentido. Sin duda la vida aquí sería muy diferente a lo que estaba acostumbrado.
- No estás en una vecindad barata así que comportare ¿quieres?- ok, eso había sonado ofensivo. Para nada le gustaba que lo trataran así. Estaba por contestarle cuando vio a un chico atrás de cabellos azules y lentes. Era apuesto, mucho. Ya se había olvidado que lo habían ofendido solo por ver a aquel sujeto que tal vez entraría entre sus expectativas, sobre todo porque ahora estaba soltero.
- Déjalo, es nuevo aquí. Hola soy Oshitari Yuushi y el amargado es Gakuto- Eiji camino directo al chico de lentes para mirarlo y sonreírle ampliamente, listo para presentarse. Enseguida se detuvo, más bien lo detuvieron. Había sido sujetado por su camisa cuando estaba por decir su nombre y presentarse con aquel prospecto.
-¡cuidado con mi novio! – esas palabras no había sonado nada bien. Sus ánimos decayeron de nuevo. Trago saliva y sonrió de nuevo.
La cara de joven de cabellos azules, Oshitari, era una leyenda. Casi como si no entendiera lo que decía el otro. Tenía una ceja alzada y la boca abierta.
El pelirrojo tenía el entrecejo fruncido, si es que era posible y la cara roja. Eiji Kikumaru supo que estaba de nuevo en un mal momento. El ambiente era bastante tenso. Decidió solo huir de nuevo.
-Bueno yo… voy para abajo- Eiji se escurrió como pudo de las escaleras dándoles gracias al cielo no estar ni un segundo más con ese par. Solo pudo escuchar de nuevo como Yuushi dijo un “así que entonces si soy tu novio después de todo” eso sonaba comprometedor… y realmente no quería saber más… solo una cosa, aquel chico de cabellos azules ya tenía dueño y realmente no quería ningún enfrentamiento con el otro pelirrojo.
Lo mejor era desayunar, así que terminó por bajar y tomar de nuevo el ascensor. Caminó cabizbajo hasta entrar al pequeño elevador cuando de nuevo chocó con alguien.
-Buenos días- recibió un saludo mientras se sobaba la nariz, después de haber chocado. -¿Estás bien?- le preguntaron con una voz de sincera preocupación, asintió mirando a su interlocutor. Era el joven de ojos verdes.
- Si… estoy bien- dijo suspirando un poco. Eiji Kikumaru en ese punto de su vida quería morir, ya no quería pensar en nada más que en ir a desayunar y luego buscar trabajo, solo un detalle. - ¿disculpa donde venden comida por aquí?- le preguntó al otro quien solo lo miró y le sonrió.
-Por aquí cerca hay un restaurante de comida familiar, voy para allá, si gustas puedes acompañarme- el pelirrojo asintió con desgano, ya nada podría salir mal. Y después de todo, ese chico de ojos verdes y cabello negro le agradaba.
Le siguió en silencio hasta llegar al restaurante y pedir algo sencillo. Justo cuando había comido fue que notó que aquel joven vestía de blanco y notó que era doctor. Detalle que fue confirmando por el pelinegro. Había tenido una plática amena y un desayuno ameno cuando llegó la hora de pagar su cuenta. El pelirrojo notó un pequeño detalle. Había salido tan deprisa que nunca sacó su billetera y había dejado la puerta de su casa abierta. Azotó su cabeza contra la mesa. Luego de eso miró con preocupación a doctor para darle la mala noticia.
El doctor le sonrió y pagó la cuenta, la de ambos, luego le sugirió que lo mejor era ir a su casa y cerrar. No tenía que preocuparse, tenían un vigilante y dudaba que alguien de ahí le pudiese robar algo.
Eiji agradeció y corrió de nuevo a su casa, sin duda ahora debía pagar ese favor con el chico de cabellos negros, quien por cierto aun no sabía su nombre. También buscar trabajo estaba en su lista… y si podía, recuperar aquel dibujo que había sido robado por el rubio. Todo eso sin duda hacía que irremediablemente pensara en todo menos en Fuji. ¿Debía de estar agradecido? ¿No?