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Amigo imaginario por heartless-loveless

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Notas del capitulo:

Primer capítulo real de la historia. No hay mucho que decir, sólo que espero que os guste :)

Oh, y una recomendación, cuando leáis cierta risa, pensad en esto:

http://www.youtube.com/watch?v=zClHS5vXy68

Nada más, podeís empezar a leer xD

 

Era un día como otro cualquiera en aquellas pequeñas Islas. Soleado, sin ninguna nube en el cielo, totalmente azul. Y, como todos los días, un pequeño castaño de cuatro años se había despertado tarde y ahora corría entre las casas de aquel pequeño pueblo, rezando porque él no se hubiera marchado aún. Llegó hasta el embarcadero, dónde otro chico con el pelo plateado y ojos azul celeste lo esperaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

-¡Llegas tarde otra vez, Sora! –lo reprendió.

Sora sólo se llevó las manos al pecho, jadeando, para luego reír inocentemente mientras llevaba una de sus manos a la nuca.

-¡Lo siento, Riku! –se disculpó. –Es que estaba tan bien en la camita…

-La próxima vez no te esperaré. –amenazó el peliplateado, avanzando hacia una de las barcas de madera que se encontraban en el embarcadero.

El castaño miró hacia los lados, algo nervioso. Se supone que no deberían ir solos a la otra Isla. Hasta ahora, su padre siempre les había acompañado y luego les había ido a buscar al caer la tarde. Pero hoy, el padre de Sora no podía llevarles porque tenía que trabajar, y Sora había mentido a su madre antes de salir…

-Riku… ¿Y si no vamos hoy? Si mi papá y mi mamá se enteran, se enfadarán…

-¿Tienes miedo, Sora? –lo retó el mayor con una sonrisa burlona.

-¡N-No! –mintió, pues la idea de atravesar solos el mar le aterraba.

Pero no sonó muy convincente, ya que Riku rió tras escucharle y esa expresión burlona no desapareció de su rostro. Sora sólo enrojeció y desvió la mirada hacia la barca.

-Sólo… creo que puede ser peligroso… -murmuró.

-No será peligroso. Ya somos bastante mayores para ir solos, ¿no crees? –respondió Riku antes de coger su espada de madera del suelo. –Yo cuidaré de ti, Sora. Si estamos juntos, nada puede pasar. –añadió con una sonrisa.

Al final, Sora asintió con la cabeza, devolviéndole esa sonrisa. No sabía por qué se negaba, si Riku siempre lograba convencerle con esa sonrisa tranquilizadora, y esas palabras. Sí, siempre que estuvieran juntos, no habría nada que temer. Riku era muy fuerte para su edad, ningún otro chico de la Isla se atrevía a enfrentarse a él, así que nunca se metían con Sora, por miedo a tener que enfrentarse a Riku. Sora lo sabía, y eso le hacía sentirse algo mal a veces, porque se veía débil. Pero, al mismo tiempo, le gustaba que Riku lo quisiera proteger…

-Bueno, ¿vamos? ¿O te dejo solo aquí? –preguntó Riku, al ver que su amigo parecía en las nubes.

-¡No! ¡Vamos, vamos! –respondió rápidamente el pequeño, sacudiendo la cabeza y corriendo hacia su amigo.

El peliplateado sólo sonrió satisfecho y ambos se subieron a la pequeña barca, asegurándose de que nadie los observaba, antes de remar hasta la otra Isla.

La otra Isla era más pequeña que la Isla principal, y estaba completamente deshabitada. Todos vivían en la otra Isla, y esta era utilizada por los más pequeños para jugar, siendo siempre acompañados por sus padres. Aunque sólo Riku y Sora iban allí a diario, pues el resto de niños encontraban algo aburrido un lugar tan vacío. Pero eso era lo que a los dos amigos les fascinaba. Ambos sabían que tenía que haber algo ahí, y siempre iban a explorar, luchar con sus espadas de madera, bañarse, echar carreras… Se pasaban el día ahí, hasta que el padre de Sora venía a recogerlos, ya estando agotados, para llevarlos a casa.

Cuando llegaron, Riku no dejó de mirar alrededor, como buscando algo, y Sora sólo pudo mirarle confundido. Aunque dedujo enseguida qué era lo que Riku estaba buscando. Aquel chico mayor que el día anterior al caer la tarde se encontraba en este mismo lugar. Riku habló con él, pero Sora sólo los observó desde la lejanía, preguntándose qué era lo que aquel chico le dijo a su amigo, que ahora estaba tan interesado en volver a verle…

-Eh, Riku… -comenzó a decir Sora, observando al mayor con gran interés. -¿Quién era ese chico de ayer? ¡No me contaste nada!

Una risa fue la primera respuesta de Riku, que negó con la cabeza mientras cogía su espalda de madera y echaba a andar por la isla. Sora no dudó en coger la suya y seguirle, esperando una respuesta, pero Riku no decía nada, y eso sólo enfadaba a Sora.

-¡Oh, Riku! ¡Dímelo!

-Ya te lo dije ayer, debo guardar el secreto.

-¡Pero yo soy tu mejor guarda-secretos! ¡Puedes confiar en mí! ¡No diré nada! ¡Ni a Tidus, ni a Wakka! ¡Ni siquiera a papá y mamá! –insistió el castaño, dando saltos sin dejar de seguir a Riku.

Hasta que pisó mal y cayó al suelo, provocando una nueva carcajada en el mayor, que luego se agachó y le tendió su mano para ayudarle a levantarse.

-Quizás, algún día, pueda decírtelo. –le dijo con una sonrisa.

Sora sólo infló los mofletes, enfadado, y se levantó sin sujetar la mano de su mano. Recogió nuevamente su espada de madera, que estaba en el suelo, y echó a caminar.

-¡Tonto!

Riku sólo se encogió de hombros y lo siguió sin decir nada. No podía contarle nada, aunque en el fondo deseaba contarle cada detalle de su conversación con aquel chico de ayer. Quería contarle que, dentro de un tiempo, podrían salir de las Islas, podrían visitar otros Mundos, y que él lo protegería hasta el final. Pero no podía, si se lo decía, no se cumpliría, o eso es lo que le dijo el chico. Al parecer, para salir de aquí, necesitaba esa especie de llave gigante…

El enfado de Sora no duró mucho y enseguida retrocedió para caminar al lado de Riku. No tardó mucho en empezar a hablar por los codos y contarle a Riku cada detalle de lo que hizo ayer, después de que se separaran para volver cada uno a su casa. Sora siempre le contaba todo, hasta el más mínimo detalle. Y Riku sólo escuchaba, pues aunque a veces parecía que no le importaba, realmente agradecía que Sora necesitara contarle todo lo que hacía, necesitaba saber si estaba bien, si le pasaba algo, si necesitaba su ayuda… Todo. Siempre quería saber todo de Sora. Por eso entendía que Sora quisiera saber lo que sucedió ayer, porque ambos eran amigos, los mejores amigos, y ambos querían saberlo todo el uno del otro…

-¡Oye, Riku! –lo llamó entonces Sora. -¡Compitamos!

-¿Ah? ¿Tan pronto? ¿Estás seguro?

-¡Sí! ¡Esta vez te ganaré! ¡No tendrás tanta suerte!

-Como quieras… -suspiró Riku, encogiéndose de hombros. -¿Qué quieres hacer?

-¡Una carrera, una carrera!

-Pero si te cansas enseguida…

-¡No! ¡Esta vez te alcanzaré! ¡Ya lo verás!

-Está bien… -volvió a suspirar.

Caminaron de nuevo hasta la playa y dejaron sus espadas de madera junto a los botes. Ya volverían a por ellas cuando Sora quisiera retar a Riku en un duelo de espadas.

-Bien, correremos desde aquí, cruzaremos la puerta e iremos al otro lado de la isla. El primero que llegue a la otra playa, gana. –explicó Riku, mientras Sora ya estaba preparado. Sonrió, su rostro cuando parecía concentrado en algo era realmente divertido…

-¡Estoy preparado!

-Bien. Preparados, listos… ¡ya!

Ambos echaron a correr, pero apenas habían comenzado cuando Riku ya le llevaba bastante ventaja a Sora, y por mucho que el pequeño castaño corría, no lograba alcanzarle. Riku ya estaba cruzando la puerta para llegar al otro lado de la isla, y fue entonces cuando Sora trató de correr más rápido. Lo estaba consiguiendo, podría alcanzarle…

-Ríndete. No vas a alcanzarle. Nunca podrás alcanzarle.

Fue entonces cuando Sora, distraído por aquella voz desconocida, volvió a tropezar, cayendo de bruces contra el suelo. Pero Riku no volvió, ya había cruzado la puerta cuando eso ocurrió, no había visto nada.

-¡JAJAJAJAJA!

Aquella carcajada asustó a Sora, que se levantó dando un bote y miró a su alrededor, buscando a la persona que emitía esa risa tan escalofriante.

Y ahí estaba, sentado sobre el puente de madera. Un chico, mucho mayor que él y Riku, que llevaba una ropa muy extraña y oscura, con un casco que le impedía ver su rostro. Daba auténtico miedo, pero a pesar de eso, Sora se levantó y se acercó lentamente hasta quedar debajo del puente. Miró sus rodillas, estaba sangrando…

-¡Vaya enano más torpe! ¿Y eres tú el que posee el corazón que está conectado a Ventus? Tan patético como ese idiota… -se mofó el chico enmascarado.

-¡Deja de reírte! ¡He caído por tu culpa!

Fue entonces cuando el desconocido bajó del puente de forma agresiva, asustando a Sora, quién retrocedió varios pasos. Esto volvió a divertir mucho al enmascarado, que rió nuevamente, haciendo que Sora sintiera un escalofrío.

El enmascarado observó con detenimiento al pequeño cuando dejó de reír. Su actitud, sus gestos, su torpeza… Era casi idéntico a Ventus, era de esperar que conectara su corazón al suyo. Si acababa con él, entonces Ventus no podría detenerle, le obligaría a unirse a él y por fin tendría la X-Blade en su poder.

 

Pero algo le detenía, y desde luego no era el rostro asustado de aquel enano, o el sentimiento de culpa… No. Era ese otro chico. Aunque derrotara a Ventus, aunque Terra sucumbiera a la Oscuridad, aunque acabara con Aqua… Ese maldito crío tenía el poder de invocar a la Llave-Espada, y no sabía por qué. Terra o Aqua debían de haberle pasado esos poderes…

-Mierda… -maldijo para sí.

Entonces se dio cuenta de que Sora estaba acercándose a la puerta. Caminaba lentamente debido a sus heridas, así que no le supuso ningún problema llegar a la puerta y cortarle el paso.

-¿A dónde te crees que vas? –preguntó con todo amenazante.

-…

-¡Responde, idiota!

-Mi mamá dice que no hable con desconocidos… -respondió el pequeño Sora, volviendo a retroceder, pensando en cómo podría alejarse de aquel chico y encontrar a Riku a tiempo.

-¡JAJAJAJAJAJA! –esa nueva carcajada del enmascarado hizo temblar a Sora. –Vanitas.

-¿Ah?

-Mi nombre es Vanitas, pequeño idiota. ¿Ves? Ya no soy ningún desconocido.

-Hm…

Sora no parecía muy convencido de ello, lo que hizo bufar a Vanitas. Se agachó para quedar casi a su altura y posó su mano sobre la cabeza del castaño, en un acto que debería ser una caricia, pero que sólo asustó más a Sora.

-¿Cuál es tu nombre? –preguntó con una falsa dulzura aún más escalofriante.

-S-Sora…

-¿Ves como no era tan difícil?

Vanitas apartó la mano del cabello del chico y volvió a incorporarse, agarrando a Sora de la muñeca y arrastrándolo con él, lejos de aquella puerta de madera. Sora trató de resistirse, pero sólo era un niño, y Vanitas era infinitamente más fuerte que él, así que lo llevó hasta aquel pequeño islote sin ninguna dificultad.

-¡S-Suéltame!

-¿Soltarte? ¿Por qué? –preguntó Vanitas, fingiendo sorprenderse ante el terror de Sora. –Si yo sólo quiero jugar contigo…

-¡P-Pues yo no quiero! Q-Quiero jugar con R-Riku…

Una nueva carcajada escapó de los labios de Vanitas, dejando a Sora paralizado y aún más asustado, si es que podía. Volvió a acariciar su cabeza, disfrutando del temblor del cuerpo del pequeño, que podía sentir bajo su mano. Sora no volvió a decir nada, sólo se quedó muy quieto, esperando a que Riku apareciera en cualquier momento a ayudarle…

-Riku no quiere jugar contigo. Ni va a venir a ayudarte. –dijo Vanitas fríamente, como si hubiera podido leer sus pensamientos.

-¡Mi… mientes!

-No miento. Él no quiere ser tu amigo.

-¡M-mentira!

-No confía en ti, te esconde cosas, ¿verdad?

Sora sólo abrió los ojos muy sorprendido y, bajo su casco, Vanitas sonrió. Era cierto. Ese tal Riku había heredado el poder de invocar la Llave-Espada y, al parecer, no le había contado su pequeño secretito a Sora, quién parecía no tener ni idea, sólo sabía que Riku le escondía algo…

Bien, acababa de tener una gran idea para fastidiar a esos tres guerreros de la Luz. Y ese pequeño niño asustadizo iba a serle de gran ayuda…

-Yo sí te lo contaría todo. Confiaría en ti, y volvería a recogerte si te cayeras…

-¡Riku no me ha visto! –siguió defendiéndolo Sora.

-¿Y no crees que debería de parecerle extraño que hayas llegado? Le da igual lo que te pase, seguro que está contento de que no hayas llegado y se estará divirtiendo solo.

Sora sólo negaba con la cabeza una y otra vez, negándose a hacer caso a aquel chico, y deseando marcharse de ahí, pero Vanitas aún sujetaba su muñeca y, si salía corriendo, estaba convencido de que lo alcanzaría. Todo lo que podía hacer era esperar a que Riku apareciera…

-Seguro que está cansado de tener a alguien tan débil como tú por amigo. Tarde o temprano, hará otros amigos tan fuertes como él, y te dejará solo, y entonces recordarás mis palabras y te arrepentirás de no haber jugado conmigo.

-¡No! ¡Riku jamás… haría eso!

Nuevamente, Vanitas rió. Podía ver los ojos del pequeño humedecerse, mientras reprimía el llanto. Era igual que Ventus, Ventus también defendió a su amiguito Terra, pero en el fondo desconfiaba, como este estúpido crío desconfía de su amigo. Por eso llora, y por eso su mano se mueve hasta sujetar la de Vanitas, aferrándola ahora fuertemente.

-Yo podría ayudarte a cambiar eso. –dijo con todo misterioso. –Podría ayudarte a ser más fuerte que Riku, y así Riku nunca se separará de ti.

-¿De verdad…?

-Sí. Lo único que tienes que hacer es… ser mi amigo. –pronunció aquellas palabras con aquel tono que producía escalofríos.

Pero, a pesar de que aquel chico enmascarado daba auténtico miedo, aunque su madre le dijo mil veces que no hablara con desconocidos, aunque incluso él podía darse cuenta de que esto era peligroso… Sora asintió con la cabeza.

-Bien. –fue todo lo que Vanitas dijo, antes de hacer aparecer su Llave-Espada, sorprendiendo a Sora, quién ahora en vez de mirarlo con miedo lo miraba asombrado, o más bien miraba aquel arma asombrado. –Para ser más fuerte que Riku, sólo tienes que sostener esta Llave.

Sora acercó su mano, temeroso, vacilante, hasta el mango de la Llave, para finalmente cogerlo, sintiendo un escalofrío casi al instante de hacerlo. Vanitas contuvo la risa y sujetó la mano de Sora, evitando que pudiera soltar el arma.

-Eres mi amigo, ¿verdad?

-S-Sí…

-Y los amigos se ayudan, ¿verdad?

-Hm… Sí...

-Algún día, Sora, esta Llave-Espada llegará a tus manos. Ese día deberás vengarme. –dijo con total seriedad, abandonando su tono burlón por ese momento.

-¿Ve… vengarte? –repitió Sora, entre confundido y asustado.

-Sí. Acabarás con todo aquel que intentó destruirme, acabarás con los otros portadores de la Llave-Espada y juntos… forjaremos la Llave-Espada más poderosa de todas…

La mano de Vanitas abandonó la de Sora para volver a posarse en su cabeza, acariciándola. Sora dejó de temblar, empezaba a sentirse extraño, como mareado. Sus ojos se entrecerraron, le costaba ver con claridad, pero lo que sí pudo ver fue como el casco de aquel extraño chico desaparecía, dejándole ver su rostro. Aquellos ojos amarillentos y brillantes le llamaron la atención, y a la vez le asustaban. Pudo ver también su pelo, más puntiagudo que el suyo, y oscuro, totalmente negro, como la propia Oscuridad. No alcanzaba a poder observar con detenimiento su expresión, pero la imaginaba, burlona, pero no como la de Riku cuando caía. No. Esta expresión… sabía que le asustaría tanto como sus ojos…

-¿Me lo prometes, Sora? Si lo haces, te harás más fuerte, y Riku estará siempre a tu lado.

-Te… te lo p-prometo… -fue la temerosa respuesta del ojiazul.

Y, de pronto, un aura oscura rodeó la Llave-Espada, para luego rodearlos a ambos. Sora se desplomó en el suelo, inconsciente, con la imagen de Vanitas sonriendo en su cabeza. Del pequeño cuerpo de Sora salió una masa oscura que, poco a poco, fue tomando forma. Un nesciente.

Vanitas rió nuevamente.

-¿Quién iba a decir que un cuerpo tan pequeño ocultara unos sentimientos tan negativos? –se preguntó en voz alta mientras absorbía a aquel nesciente.

Sí. Aquellos sentimientos negativos que él había hecho crecer en su corazón hasta convertirse en aquella enorme criatura. Miedo. El miedo de perder a ese amigo suyo, el miedo a que lo dejara atrás… Sólo miedo. Ni odio, ni furia, ni ansias de poder. Nada. Sólo eso, miedo. Era tan asquerosamente dulce… como Ventus. O tal vez incluso más que Ventus.

-Algún día, Sora, apagaré esa luz tuya…

Cogió aquel pequeño cuerpo inconsciente y lo llevó hasta dónde había caído minutos atrás. Lo dejó ahí tendido y dio media vuelta, dispuesto a irse. Pero se detuvo. Aún podía divertirse un poco más…

Se agachó, hasta quedar de rodillas frente al pequeño, acariciando su rostro y sonriendo al ver cómo temblaba nuevamente bajo sus manos. Y, finalmente, acercó su rostro un poco más, hasta rozar esos inocentes y suaves labios. Una mueca de asco se dibujó en su rostro. Como pensaba, demasiado dulce, y un acto demasiado cariñoso como para que pudiera gustarle. Se apartó un poco y puso su mano esta vez sobre el pecho del pequeño, sintiendo los latidos de su corazón. Ese corazón lleno de luz, incompleto.

Como Ventus. Y que, como Ventus, correría el mismo destino…

-Nos veremos muy pronto, Sora… -se despidió en un susurro, haciendo aparecer un portal oscuro tras él y marchándose de aquel lugar…

 

Mientras, al otro lado de la isla, Riku se encontraba tumbado en la playa, aburrido y… algo preocupado. Sora debería haber llegado ya. Era más lento que él, pero no tanto. Conociéndole, seguramente se habría caído, era tan torpe…

Se incorporó, quedando sentado. Debería volver a por él, ¿y si se había hecho daño? Tenía un mal presentimiento… pero puede que también fueran imaginaciones suyas, puede que Sora estuviera a punto de llegar. Sin Sora, los segundos le parecían horas… Sí, sería eso… Sora estaba bien, Sora iba a llegar en cualquier momento…

-Seguro que se ha distraído… -se dijo en voz alta para convencerse.

-Yo no estaría tan seguro, idiota. –dijo una voz burlona.

Riku se levantó de golpe y miró hacia los lados, alerta. No le sonaba esa voz, no le sonaba de nada, pero era escalofriante y estaba seguro de que no era para nada el chico que encontró en la playa ayer.

-¿Quién eres? Sal de tu escondite. –lo retó.

Pero la voz no respondió. Vanitas se había ido. Ya había visto lo que necesitaba ver. Ese chico iba a ser el portador de la Llave-Espada. Es más, apostaría lo que fuera a que era Terra quién le había cedido los poderes. Era ese al crío al que tendría que destruir…

Y había visto algo más. El miedo de ese chico, era exactamente igual al que había hecho crecer en el interior de Sora anteriormente. Había hecho bien, ahora sólo debía informar al maestro Xehanort sobre su plan. Incluso que el estúpido de Ventus lograba derrotarlo, no podría detenerlo. Su plan era perfecto…

¿Qué haría el nuevo portador de la Llave-Espada si tuviera que acabar con su mejor amigo?

 

Riku volvió a la otra parte de la isla, asustándose al encontrar a Sora inconsciente en el suelo. Se acercó a él si dudar, agachándose a su lado y cogiéndolo en brazos, zarandeándolo para que despertara.

-¡Sora! ¡Sora! ¡Despierta! –empezó a gritar, casi desesperado.

Siguió zarandeándolo y, finalmente, los ojos de Sora se abrieron, lentamente. Riku suspiró aliviado y, sin pensarlo dos veces, abrazó a su amigo con fuerza, tal vez demasiada. Le había asustado, le había asustado más que nunca, había temido lo peor… su piel estaba fría… ¿Qué demonios había pasado? Esa voz…

-Riku… no puedo… respirar…

Fue entonces cuando el mayor fue consciente de lo que estaba haciendo y se separó, con un ligero rubor en sus mejillas. Nunca había abrazado a Sora, nunca había dado esas muestras de cariño… El miedo le había traicionado, pero eso ahora no importaba. Sora parecía demasiado asustado como para darse cuenta de lo que había pasado. Fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía heridas en las manos y en las rodillas. Debe de haberse caído, sólo eso…

Sí, claro. Sora se había caído montones de veces, y se había hecho heridas peores, pero nunca se había desmayado.

-Sora, ¿qué ha pas-?

-No te vayas. –dijo el castaño de pronto, interrumpiendo a Riku. –Seré fuerte. Muy fuerte. Te lo prometo…

-¿De qué estás hablando, Sora? –preguntó el peliplateado, ahora confundido.

Pero, en vez de decir algo, esta vez fue Sora quién lo abrazó, rompiendo a llorar. Todo lo que no lloró cuando aquel chico lo estuvo asustando, lo lloró en los brazos de Riku. Y todo lo que pudo hacer éste fue responder a su abrazo, sin entender absolutamente nada, y cada vez más asustado.

Estuvieron así durante varios minutos, hasta que Sora dejó de llorar, para quedarse dormido segundos después. Riku no hizo nada, sólo esperó a que despertara, sin soltarlo ni un momento, acariciando su cabeza, preguntándose una y otra vez qué había pasado, pero, cuando Sora despertó de nuevo, no fue capaz de preguntarlo. Parecía más tranquilo, no quería recordárselo ahora. Tal vez… le preguntara más tarde.

 

El resto del día, lo pasaron echando carreras, explorando y luchando con sus espadas de madera, como siempre. Hasta que decidieron volver y, fue entonces, cuando algo diferente ocurrió.

-Bueno, Sora. Vamos a casa... –dijo Riku, al ver que su amigo parecía distraído mirando al cielo.

Pero Sora no respondió. Siguió mirando el cielo sin decir nada, sin moverse ni un centímetro. Esto preocupó a Riku nuevamente, que se acercó a él y puso la mano en su hombro. Cuando lo miró, se dio cuenta de que algo malo sucedía…

Una lágrima caía por la mejilla de Sora, pero este parecía demasiado concentrado en su tarea de observar las estrellas como para darse cuenta de ello. Sólo dio un respingo cuando Riku la limpió con sus dedos.

-¿Hm? ¿Qué pasa? –preguntó distraído.

-Estás… llorando. –respondió Riku, como si fuera algo obvio que, en realidad lo era.

-No… no sé qué me pasa. –confesó. –Siento como un pinchazo en el pecho… -murmuró mientras llevaba la mano dónde indicaba. –Duele…

Riku lo miró, pensativo, sin darse cuenta de que su mano seguía en la mejilla del castaño. Sólo podía pensar en la extraña actitud de su amigo, y nuevamente se preguntó qué había sucedido antes de que encontrara a Sora inconsciente…

Finalmente, Sora cerró los ojos, y Riku sólo siguió observándolo, apartando al fin la mano de su mejilla. Parecía nuevamente concentrado en algo, llevaba las dos manos a su pecho. El peliplateado no dijo nada, sólo observó a su amigo, hasta que este volvió a desplomarse en el suelo…

-¡Sora!

Después de eso, cuando Sora despertó, no recordaba absolutamente nada de lo sucedido aquel día, por muchas veces que Riku insistiera y preguntara, todo lo que conseguía era que al castaño le doliera la cabeza. Así que, terminó desistiendo. Tal vez no debería preocuparse tanto, Sora volvía a estar como siempre. No lloraba diciendo cosas extrañas, ni se desmayaba, volvía a ser el Sora alegre y despistado que conocía.

Aunque algo sí había cambiado. Muchas veces, descubría a Sora hablando sólo. El pequeño le decía que hablaba con un muchacho enmascarado, que se llamaba Vanitas, y que era su amigo. Al principio, esto preocupó a Riku, pero finalmente pensó que tal vez era normal. Sora, además de ser menor que él, era más infantil. Era probable que fuera un amigo imaginario, sabía que algunos niños tenían uno. Pero, por alguna razón, esto le molestaba. Y no estuvo tranquilo hasta que Sora dejó de hablarse de ese amigo invisible…

Pero no era sólo eso. No se trataba sólo de un inocente amigo imaginario de un niño pequeño. Ese amigo imaginario realmente existía, ahora oculto en el corazón y en la mente de Sora, esperando a que llegara el momento…

“¡JAJAJAJAJAJAJAJA!”

Su risa triunfal se escuchó varias veces en la mente de Sora, despertándolo aturdido más veces de las que el pequeño castaño querría…

Notas finales:

Hasta aquí llega el primer capítulo :) Si habéis jugado a Birth by Sleep, os habréis dado cuenta de que no he narrado la escena de Ventus y Sora, era porque pensaba que el capítulo se haría demasiado largo, y prefiero esperar, pero la mencionaré posteriormente ^^

Pues eso, espero que os haya gustado, y si así es, dejad review ;)


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