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Infierno de Ángeles por PokeGirl Uchiha

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Notas del capitulo:

Gracias a todos los que me están leyendo!! :) me animan a seguir con esta historia!

Según la ley: tenías que esperar setenta y dos horas para declarar a alguien desaparecido, pero yo no iba a esperar tanto tiempo. Recorría las calles más comunes por las que solía transitar mi padre, sin embargo no había rastros de él. Parecía como si la tierra se lo hubiera tragado.


Aquella ciudad no era lo que muchos catalogarían como grande, aunque llevaba ya cuatro horas buscándole  sin descanso. Adrian se había quedado con mi madre ayudándola a llamar a los hospitales, amigos, compañeros de trabajo o donde  se les ocurrieran a preguntar por él. Menuda hora la que decidieron dejarme ser hijo único.


Finalmente llegué a lo que muchos llamaban: “La franja”. Le decían así porque aparentemente había una división invisible donde se mostraba el otro lado de la ciudad, uno donde todos decían que la gente honorable no frecuentaba, pero ya no se me ocurría otro lugar donde buscar.


Me había prometido nunca ir a esa zona, aunque en estos momentos aplicaba el dicho momentos desesperados, medidas desesperadas. Así sin más tomé el valor y empecé a caminar por el lugar. Las calles apenas  estaban iluminadas. La mayoría de edificios apenas mostraban luces mortecinas. Allí ningún policía se atrevía a entrar, estaba consciente de eso. Se rumoraban que allí había algo más que ladrones, ahora me arrepentía de no haber preguntado que más podías encontrar allí.


A medida iba avanzando las luces empezaban a aumentar. Al parecer había encontrado la zona céntrica  de la franja. Me sentía tan abrumado por lo que mis ojos veían que apenas y sabía a dónde mirar. Era una calle amplia, dónde no me esperaba encontrar autos de tan buenas marcas: Audi, BMW, Ferrari, Aston Martin y un largo etc.


Los edificios que antes parecían ser viviendas en muy mal estado se habían transformado en comercios  que seguían abiertos a pesar de las altas hora de la noche. Los escaparates se exhibían todo tipo de juguetes sexuales. Algunos que nunca me hubiera imaginado. Aquel lugar lejos de excitarme empezó a hacerme sentir incómodo. Caminaba cada vez más lento, recorriendo calles que no sabría bien a dónde me conducirían.  Llegué a la que parecía la zona de Cabarets o vaya usted a saber qué más. Varias personas me hacían señas para que entraran, pero yo ni loco iba a entrar a uno de esos lugares.


Estaba planteándome seriamente irme de allí cuando lo vi: estaba entrando a un local, aparentemente el más grande y llamativo de todos. Las luces de neon anunciaban el nombre del lugar: “Placer Salvaje”. No dudé en seguirle. El de la entrada me miró de mala manera. Intentaba creer que los que me habían dicho que me veía mayor no lo habían dicho en broma.


—Son veinte dólares—fue lo único que me dijo. Empecé a buscar entre mis bolsillos, pero al parecer la suerte no estaba de mi lado. Iba a decirle que no tenía dinero cuando lo vi  acercándose a la entrada. Tal como sucedió la primera vez un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.


—Claudio—Pronunció con voz autoritaria—. Viene conmigo, déjalo pasar…—El hombre solo me miró de pies a cabeza y me dedicó una sonrisa aterradora. Aún estaba a tiempo de salir de esa. Aunque  la mirada de Morello me indicó  que correr ya no era una opción viable.


Entré a paso lente. Una vez frente a frente no pude evitar mirarle con detenimiento. El muy maldito debía medir por lo menos el metro noventa y dos porque me llevaba por mucho. Si no tuviera esa mirada tan aterradora podría pasar perfectamente como una persona sumamente apuesta: nariz recta, pequeña y respingada, con unos ojos verde jade y cabello de color arena, piel bronceada que era exquisita a la vista. Sí, sería definitivamente alguien apuesto si no me intimidara tanto.


Me dio la espalda y se dirigió hasta el centro de la pista donde se ubicaba un enorme bar circular. Se sentó y me indicó con la mirada de que fuera hasta allí. La música que sonaba en esos momentos era un tanto erótica. Fue cuando me percaté que allí solo había hombres. Me quedé anonadado mirando el lugar hasta que pude apreciar cómo varios de ellos se besaban con deseo. Tragué hondo. Aquello era una disco gay.


Miraba a dos tipos que se toqueteaban sin ningún pudor. No supe porqué aquello me excitó mucho. Decidí no mirar más allí, pero encontrarme con la mirada de Morello no me hizo ningún bien y menos por la sonrisa diabólica que me dedicaba— ¿Dónde está mi padre? —saqué el valor de preguntar.


— ¿Y por qué debería saber yo dónde está tu papi?


El tono sarcástico me hizo hervir la sangre—Porque da la casualidad que le dijo que se iba a ir a encargar de algo este día precisamente—Solo me miraba sonriente mientras daba un largo sorbo a su Martini—. No tengo tiempo que perder, así que mejor dígame dónde está…


No supe en qué momento me dejó acorralado contra la barra, el resto de personas parecían ajenas a lo que hacíamos— ¿Con que prisa eh? —Me susurró en mi oído, mi piel se erizó por completo—No parecías tener prisa cuando estabas viendo como aquellos tipos querían montársela…—Susurró mientras echaba una ojeada rápida a aquellos hombres— ¿Te excita ver como dos hombres se tocan?


—N-no…—dije temblando y no precisamente por el miedo. No pensé que había sido tan obvio, pero es que nunca lo había visto más allá de una que otra peli porno.


— ¿Estás seguro? —preguntó  al oído—Porque algo por aquí me dice que mientes…—abrí  mis ojos  al máximo al sentir como metía su mano dentro de mi pantalón, sobrepasando más allá de mis ropas—Lo sabía, eres un chico travieso, Ariel…


— ¡Suéltame!—Exclamé asustado. Intenté empujarlo, pero solo se pegó más a mí sin dejar de tocar mi sexo que iba despertando a cada segundo—Basta…-un gemido salió de mis labios al sentir como apretaba la punta con fuerza.


— ¿Basta? —Preguntó contra mi oído—Lo húmedo que estás no me convence, ¿seguro que quieres que me detenga? —me removía intentando alejarme de él, pero no podía. Sentía como el borde del bar se clavaba dolorosamente en mi espalda— ¿Te gusta que te toque? —Negué con todas las fuerzas que tenía—No te creo…anda niñato, gime para mí—sentí como volvía a apretar la punta con fuerza sacándome un gemido más fuerte. Me miró a los ojos y los míos se volvieron llorosos, tenía miedo, el este superaba el placer de ser tocado de esa manera—Shh…no llores, no te voy a hacer nada que no te guste.


Cuando se inclinó para morder mi cuello me asusté, y más al sentir que muy a mi pesar  aquel gesto me gustó. Gemí con fuerza—Dime algo… ¿Tu papi sabe que te ponen caliente los hombres? —Aquella pregunta me hizo temblar lleno de miedo.


—No, me gustan los hombres—dije intentando parecer lo más seguro de mí mismo.


—Sí, claro. Y a mí no me gustaría violarte aquí mismo sobre la barra—por la manera en que me miraba sabía que no mentía.


—No, basta…—suplicaba, pero mi cuerpo no quería reaccionar a mi favor. Me sentía como un títere, me movía a la voluntad de aquel hombre—Morello…—gemí inconscientemente. Aquello pareció gustarle porque empezó a besar mi cuello. Gemía cada vez más, sin embargo derramaba lágrimas de frustración. ¡Maldita sea! No podía defenderme. Intenté empujarle nuevamente y solo conseguí que  aprisionara mis dos manos con facilidad, su otra mano no dejaba de masajear mi sexo que ya estaba más que húmedo—Basta, mi padre…


—Civella está muy ocupado, primor—Su lengua acariciaba lascivamente mi cuello—. No creo que venga tan rápido. Además no creo que le guste ver a su hijito gay en este lugar…


¿Mi padre estaría aquí? Mordió mi cuello sin piedad sacándome un gemido de dolor. Mis piernas ya no podían sostenerme y cuando menos lo esperé sentí como Morello se separaba, mejor dicho lo separaban con brusquedad de mí. Aquel movimiento solo logró hacerme más  daño. Caí al suelo sin poder evitarlo, mis piernas temblaban. Estaba muy agitado y a mi pesar demasiado excitado.


—Te advertí maldito, que no te acercaras a mi hijo—al escuchar aquella voz alcé la mirada aterrado. Vi como mi padre le daba un puñetazo a aquel hombre y este caía al suelo. Me miró antes de ponerme de pie y obligarme a salir de ese lugar. Pronunció un puñado de palabras que no comprendí nada de lo asustado que estaba. El tal Claudio le dio unas llaves. Me montó en una motocicleta Harley Davidson del año. Si no hubiera estado tan asustado en esos momentos aquello definitivamente hubiera sido un momento digno de recordar.


En menos tiempo del que esperé estuvimos frente a nuestra casa—Bájate…—Obedecí sintiendo como mis piernas temblaban aún. Miré a mi padre, este solo lucía preocupado preocupado. Nos quedamos viendo unos segundos sin saber bien qué decir—Ni una palabra a tu madre. Entra y ve directo a la cama. Si pregunta dile que volveré en diez minutos…


—Pero…— ¿es que aún pensaba volver a ese lugar?


—Diez minutos, Ariel. Se acaba la discusión. Mañana tú y yo hablaremos…


Aquello no me pareció vaticinar nada bueno, por lo menos para mí. Salió nuevamente por la calle que acabamos de llegar. De todas las preguntas que surgieron en mi mente quizás la más estúpida fue: ¿Desde cuándo mi padre sabe manejar una moto?

Notas finales:

Bueno espero que les haya gustado este capítulo!! :)


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