Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cuando el Hielo se Derrite en Tu Cuerpo por Arwen Diosa

[Reviews - 76]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ah...

Fue muy duro escribir para mi éste capi.

Como simpre pongánse cómodas y cómodos, pasen y lean por favor.

CUANDO EL HIELO SE DERRITE EN TU CUERPO

 

 

 

 

 

 

 

Capitulo 4.- Sigo cayendo

 

        El ambiente se había tensado entre ambos y el silencio incómodo los acompañaba desde unos minutos atrás. Se habían alejado un poco con la sensación que sí mantenían la distancia su enojo también pasaría y pronto retomarían sus conversaciones afables. A ninguno de los dos les gustaba pelearse pero, cuando era necesario contradecir y hacer notar su posición no dudaban en hacer callar al otro. Sobre todo en temas referidos al amor.

 

        - Yo también debo partir – Saga fue el primero en matar el silencio. Estaba apoyado en la pared de su Templo con la cabeza gacha, dejando que el flequillo del cabello cubra su mirada, tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza le dolía ¡Nunca paraba de dolerle! Tan molesto… tan punzante. Sentía que lo absorbía y sólo bastaba un momento de debilidad para ceder a ésos impulsos asesinos  y mundanos que siempre le asechaban. Sentía que sería tragado sin remedio por aquel hoyo negro, le leyenda propia de su Constelación, la de los gemelos y doble personalidad… Debía mantener la calma, quería hacer distancia del Santuario y de todo ser humano, al menos por un tiempo.

 

        “Si no quiero lastimar a nadie debo alejarme”.

 

        - Saga… - soltó el aire de sus pulmones sintiéndose vencido, frustrado. No hallaba argumento que no había usado antes para convencer al Caballero de Géminis pero, sin importar lo que dijera no era útil para conseguir una respuesta favorable a sus deseos, a sus sentimientos.

 

“Siento tanto miedo de no tenerte”

 

        - Saga… no te vayas – musitó ya sin remedio. Sin guión alguno o razón que utilizar, al menos una que a Saga no le parezca una tontería o la contradiga fácilmente, ante todo eso sólo le quedaba exponer sus sentimientos – No quiero estar sin saber de ti.

 

“Quédate”

 

        Entre la penumbra de su casa, alzó la cabeza y con eso la mirada, vislumbrando la figura de su compañero, por primera vez que lo conoció adoptaba esa expresión. En sus orbes se distinguía la tristeza, mantenía los labios separados y esperaba una respuesta dejando todo a la deriva.

 

        No creyó que su partida le afectara tanto.

 

        - Tranquilízate, que no es seguro – habló Saga con la seriedad que lo caracterizaba, se puso firme queriendo romper la atmósfera y se dirigió a su habitación – Mejor vuelve a tu Templo.

 

“No te pido que me quieras… sólo no me apartes”

 

        Se sintió aliviado al no ser seguido, quería estar solo. Pero ahora que lo notaba tampoco escuchó pasos saliendo de su Templo. Volteó a ver y como lo sospechó… Camus continuaba ahí, mirándole desarmado… con ansia de oír de sus labios algo que le dé una señal que no sería la última vez que vería al gemelo mayor.

 

        - No puedo creer que lo quieras tanto – Dijo el Caballero de Acuario sin cambiar su expresión mellada – Tanto… estás pensando en alejarte de la Orden y del Santuario…

 

“Como quisiera oír que te quedas por mi”.

 

        - ¡Basta con eso Camus! – Exclamó empezando a molestarse enserio – Me voy porque lo deseo y no por él. Todos necesitamos nuestro espacio.

 

        Camus se mordió el labio inseguro de continuar, deseaba sacar aquello que le latía con tanto ímpetu en el pecho… dejar su orgullo por un instante y encargarse que Saga comprenda sus sentimientos, que lo alcancen…

 

“Que los corresponda… cuan feliz sería”

 

        Sus pies se movieron solos hacia Saga, hasta sujetarlo del brazo pero sin pronunciar palabra.

 

        Miró a Camus, el muro que lo rodeaba, algo parecido a una burbuja de hielo que lo solía aislar no estaba… vulnerable. Tenía que hacer algo para parar eso. Ver a Camus así no le agradaba, lo concia de tanto tiempo, desde que era un aspirante a armadura y fue testigo de cómo se forjó tal carácter frío y serio, que verlo tan sensible era…

 

        Recordaba a Camus de niño, aislado del resto de los postulantes por su origen francés y su falta de conocimiento del idioma en Grecia. Por el carácter amable de Saga y el hecho que era unos cuantos años mayor los unió bastante, los problemas de comunicación los superaron sin mucho esfuerzo. Cuando Camus tuvo que partir a Siberia  mantuvieron contacto y su amistad no fue mitigada por la distancia.

 

        Cuando volvió al Santuario dueño de la armadura de Acuario y todo un Caballero el abrazo de recibimiento por parte de Saga… al sentirlo, al ser estrujado entre ésos brazos varoniles, sentir la fragancia de su cabellera y piel tan cerca… Su corazón latiendo a mil, sin querer romper el abrazo que los unía en el contacto humano más sutil y dulce, con esperanza de perderse en Saga para siempre.

 

“Así supe que estoy enamorado”.

 

        Camus recordaba ésos días donde Saga era especialmente amable con él, con tal trato fue fácil agarrarle aprecio al Caballero de Géminis, las conversaciones interesantes, su compañía, sus sonrisas y su personalidad misteriosa… poco a poco  sin darse cuenta fue una pieza importante en su vida y sin pedir permiso en su corazón se transformó en un pilar, que lo sostenía, le alegraba el día. La vida…    

 

        Sintiendo todo eso, albergando tal devoción a Saga nunca podían pasar el suficiente tiempo juntos, sus obligaciones como Santos no se lo permitían. Aún a la distancia, sin importarle el número en crecimiento de los días sin verle su corazón no comprendía razones y continuaba latiendo por él, alimentándose de recuerdos ¡Y cuándo al fin podían estar juntos! Sin importar la situación lo disfrutaba, incluso si su encuentro se resumía a caminar juntos por la escalinata de piedra que unía los templos, para después cada uno tomar su rumbo.

 

“Te quiero tanto Saga”

 

        Fue presa de la resignación cuando no halló consuelo ante un amor no correspondido. Sin declararse al dueño de sus insomnios, Saga rompió la ilusión cuando le confesó que para él también existía una persona amada.

 

        Tuvo que fingir y no mostró gran interés apegándose a sus reacciones naturales. Creyó entonces que sus sentimientos se mitigarían al ver a Saga en una relación con Mu. Le deseó lo mejor por dentro y no mostró su desolación.

 

        ¿Quién entiende al corazón?

 

        Nunca se creyó masoquista pero, estaba tan acostumbrado a Saga. Acostumbrado a su presencia, a su voz, sus consejos en batalla, consejos en la alimentación, su simple conversación sobre banalidades… a su sonrisa y aroma… a su mano que suele pasearse por sus cabellos y sus inesperadas y escasas sonrisas leves… lo extrañaba… y sin proponérselo se convirtió en el confidente de Saga. Paso a paso supo por los labios de Géminis cómo avanzaba su relación.

 

“Me da gusto al menos poder

 

ser tu amigo”.

 

        Cobraron fuerza, renacieron con ímpetu los sentimientos hacia Saga cuando la relación con Mu terminó sin gloria. El caballero de Aries decidió la finalización sin motivos aparentes dejando a Saga en la nada.

 

        Le destrozaba, que por Mu, que no supo valorar su amor, Saga decidía alejarse del Santuario.

 

“Saga deja que mis sentimientos te alcancen”

 

        - Camus suéltame y deja de darle crédito a Mu de todo esto – Saga no ocultó su molestia – Si decido irme… no debo explicaciones a nadie… ni a ti.

 

        Sin soltarle el brazo clavó la mirada al suelo adolorido por las últimas palabras, Saga estaba matando su razón dejando a su corazón y desbordantes sentimientos apropiarse de sus acciones.

 

        - Si él no hubiera hecho nada de esto… te quedarías – dijo ignorando el tono de voz de Saga – Te quedarías.

 

        Cansado de la situación, decidido de ponerle una terminación  y sin mediar a cabalidad sus acciones sujetó a Camus de los hombros y con la fuerza necesaria lo acorraló contra el muro contrario dejándolo sin escapatoria, preso entre el muro y su cuerpo.

 

        - ¡Ah!

 

        - Basta – dibujó en sus labios las palabras – No quiero volver a oírte repitiéndote del tema.

 

        - Saga…

 

        Las pupilas de Acuario  temblaban ante la inesperada reacción, ni siquiera respiraba teniendo a Saga tan cerca… pero era verdad, Saga tenía toda la razón, no podía insistir con lo mismo si desde el principio obtuvo la misma respuesta. Debía hallar otro medio para ser comprendido pero… ¿Cómo podría cambiar todo esto?

 

        ¿Declarándose?

 

        Si no lo hacía, le perdería… si lo hacía corría el riesgo de perderle también ¿Si no corresponde?

 

“¿Si me rechaza?”

 

        - Quiero a Mu lo suficiente como para respetar su decisión – empezó a hablar Saga sin soltar a Camus pero desviando la mirada al suelo. Camus tragó en seco, quizá le había obligado a hablar – Le respeto y por eso me alejo… es lo que quiere y lo necesito. Mi vida continuará donde sea que me encuentre, el Patriarca decidió darme la opción de cumplir una misión lejos del Santuario… como anillo al dedo ¿Verdad? Mu fue sincero conmigo y se lo agradezco…

 

        - Pero lo sigues queriendo – se animó a confirmar. Saga afirmó con un movimiento de cabeza.

 

        Saga no lo vio, como los ojos de Acuario se empaparon de lágrimas y la ilusión albergada era rota… destrozada como cristal al caer al suelo, más ni una gota salada resbaló por sus mejillas, se tragó las ganas de llorar junto con el pudor y sonrió por lo bajo.

 

        - Me tienes aquí acorralado contra la pared… en tu casa Saga. Si hay algo que desees hacer… hazlo.

 

        En realidad no hubiera comprendido ésas palabas si Acuario no hubiera actuado a medida que las decía… tenía enroscado al cuello los brazos de Camus y sus rostros estaban anulando la distancia a cada segundo.

 

        - ¿Qué haces?

 

“Esperando que mis sentimientos te alcancen”

 

        - Que parece que hago.

 

        - Yo no te amo Camus – dijo Saga mirándole directo a los ojos.

 

        - No te pido amor…

 

Te pido que me dejes amarte”

 

        Saga lo miró sin creer a sus oídos, esperaba que ésas palabras sean producto de su dolor incesante de cabeza y Acuario haya dicho algo diferente. Pero ahí estaba con los labios franceses a unos milímetros de distancia, sintiendo su respiración sobre la suya.

 

        - ¿Por qué haces esto? – Saga no era un jovenzuelo que se dejaría llevar con tanta facilidad. Además que, hasta ése día no había notado que Camus albergaba sentimientos hacia él, esa clase de sentimientos – Eres mi amigo.

 

“Trato de hacerte comprender que te amo… si te lo digo te alejarás, si te pido hacer el amor me rechazarás. Sólo tómame Saga, puede que después de ésta noche mi amor por ti fallezca, tal y como mueren las flores sin primavera… hazlo y sabré que lo que siento por ti no es más que curiosidad y deseo. Hazlo… posee lo que te entrego”.

 

        -  Mira Saga… - debía decir algo que le convenza de tomar aquello que le entregaba con el latir de su corazón, preso de todas las mariposas que revoloteaban en él -... – no hallaban nada coherente. Lo amaba… esa debía ser razón suficiente para obrar sin obedecer a principios, valores… sentido común… al qué dirán…

 

        Rubor en crecimiento, incertidumbre y ofuscación, la respiración de Camus se había agitado tal punto que Saga advertía la presencia de lágrimas acumuladas en las orbes celestes.

 

        - No – fue lo que dijo moviendo la cabeza y con intenciones de apartarse – Camus…

 

        - Puede que mañana de vayas – Dijo encontrando argumento – Antes déjame llevarte lejos… lejos de aquí.

 

        - ¿Qué?

 

        - Sin necesidad de apartarnos, déjame enseñarte como ir lejos… alcanzar el cielo Saga… sin mirar atrás, sin arrepentimientos ni meditaciones, ni reflexiones profundas del los pros y contras. Saga hazlo si en éste preciso momento te late el corazón con fuerza – Camus llevó la mano hacia el pecho de Saga, sintiendo indudablemente el latir contra sus costillas – tal y como el mío lo hace.

 

“Tengo tanto miedo a perderte y morir lento…

 

 Ven, acércate y consume conmigo ésta mentira…

 

 finge que me amas por una noche…

 

dame la posibilidad de mostrarte cuanto te amo,

 

 la oportunidad de rozar contigo el cielo…”

 

 

 

         

 

        La noche cayó sobre el Santuario, como un manto estrellado y sin nubes. La reina de la noche brillaba testigo de los que sucedía a la luz de sus rayos plateados que se filtraban con ligereza y elegancia por los espacios que dejaban la cortina aterciopelada de la habitación de Saga.

 

        Ni una palabra, nada…

 

        Por la oscuridad a medias no pudo descifrar sus gestos…

 

        Parecía una obligación…

 

        No quería que sucediera así…

 

        Pero como refutar… si sentía el peso de su cuerpo sobre el suyo, su aliento rozando su pecho con… ¿Ternura? ¿Pasión? ¿Dulzura? ¡Cuántas clases de besar existen! Sentía esos labios tan deseados y soñados acariciando su piel sólo como Saga sabe hacerlo, sin importar el matiz, eran sus labios… sus manos que lo aprisionaban contra la cama y restringiéndole el movimiento pronto lo soltaron y terminaron por quitarle la ropa interior. Él mismo se había despojado del resto. Saga mantenía la camisa abierta mostrando sólo la piel desnuda de su pecho, el resto de la ropa lo traía puesto.

 

        No podía reclamarle o exigirle, ésa dedicación al besarle el cuello y las manos explorando sus piernas con deseo le robaban los restos de cordura sobrante y no hallaba problema alguno. ¡Saga le estaba besando!… sus sueños materializados, la fragancia de Saga en su cabello y sentirlo tan cerca, las sensaciones que provocaban en su cuerpo era llegar más allá del cielo, morir y revivir al mismo tiempo.

 

        Deseaba que sea eterno…

 

        - Déjame escucharte – dijo Saga, sus primeras palabras al retirarle la mano a Camus de la boca. Seguro necesitaba de sus gemidos para estimular su cuerpo y sentidos.

 

        - ¡Saga! – Exclamó en un gemido al sentir la lengua ardiente de éste perderse entre sus muslos – yo… Saga.

 

        Quería gritarle que lo amaba, que sus sentimientos estaban impregnados de su presencia en todo momento y con un beso… esperaba el momento glorioso en que sus labios se encuentren en una danza romántica, para luego demandarse más, quería el aliento ardiente de Saga inundándole los sentidos, que introduzca su lengua y que juegue con la suya, con un beso… poder tatuarse su amor en el alma más que en el cuerpo.

 

        Los espasmos producidos eran increíbles, su cuerpo no hallaba principio ni fin en todo lo que Saga le provocaba…  se reclinó lo suficiente para mirar a Saga entre sus piernas y tomar su cabello azulado con una mano incitándole a continuar.

 

        - ¡Saga! – Exclamó fuera de sí llevando el cuello para atrás y separando más las piernas – Ah… mmmn – Jadeó entrecortado al sentir los estímulos en su piel que le obligaban a apretar los ojos y temblar ante la lengua ardiente de Saga que se paseaba sin restricciones ni límites - ¡Si! Ngh…

 

        Incluso creyó que perdería la conciencia cuando sus músculos se tensaron y un cosquilleo anunciaba que terminaría pronto…

 

        - Saga… yo… voy a…

 

        No se inmutó de las palabras de Camus, continuó hasta que su cuerpo anunció que había quedado satisfecho. Mientras jalaba aire a sus pulmones para recuperar el ritmo de su respiración normal.   Acariciándole el rostro, Saga se acercó a Camus hasta quedar rozando la punta de sus narices con suavidad mezclada – Saga… - musitó en un suspiro cerrando los ojos esperando sentir sus labios junto a los suyos – yo te a… ah!

 

        Su declaración fue interrumpida, y sus jadeos se hicieron presentes en la alcoba. El Caballero Dorado de Géminis devoraba la piel de su cuello con una fiereza y deseo renovado.

 

        Camus lo abrazó con fuerza y avidez hundiendo también sus labios en la piel de la clavícula del peliazul y entrelazando sus dedos en aquella melena salvaje. En algún momento que no se dio cuenta sus dedos llegaron a rozar la piel de Saga por debajo de su camisa, paseándose por el abdomen bien formado,  luego subiendo y bajando por la línea de su espalda.

 

“Saga bésame”.

 

        Sentía la tibieza de su piel, contrastando con la suya que siempre estaba fría. Sus dedos andaban sin seguir patrón alguno, se escabullían a la parte baja de sus espalda ancha, tocándole la cadera y masajeándole los muslos macizos y musculosos para subir por la extensión de su cintura y gozar del contacto con sus pectorales. Acariciar a Saga era más delirante de lo que había imaginado. 

 

        Saga se separó de golpe interrumpiendo los besos que le daba a Acuario en el cuello y bajaban parando a Camus también.

 

        - ¿De veras quieres llegar hasta el final? – Preguntó en un tono de voz inasible. Las manos de Camus habían cobrado un nuevo rumbo y ésta vez sujetaba del cinturón a Saga con intenciones de quitárselo.

 

        El francés se sonrojó de golpe pero no cedió, su agarre continuó firme. ¿Acaso Saga pretendía dejarlo ahí?

 

        - Si…

 

“Estoy seguro que lloraré después de esto…

 

pero no hay nada que pueda hacer…

 

lo deseo tanto…

 

te amo tanto, tanto Saga ”.

 

        No estuvo seguro, tampoco existía manera de preguntar después, pero vislumbró sonreír a medias a Saga mientras le agarraba de las manos con las suyas y le guiaba el camino para despojarlo del cinturón negro. Cuando los botones anidados en la prenda cedieron Saga metió las manos francesas dentro de su ropa interior.

 

        El rubor en Camus se intensificó.

 

        Saga suspiró extasiado, las manos de Camus eran tan frías pero no menos deliciosas. Su inexperiencia y nerviosismo hacían de las caricias más irregulares y enloquecedoras, exigiendo a Saga llegar a las últimas consecuencias abandonando también la cordura junto a sus pantalones. 

 

         De un solo movimiento Saga lo había volteado dejando que Camus se apoye a la cama con los brazos y piernas. Antes de comprender nada sintió los besos de Saga ésta vez en la extensión de su espalda, sobre los hombros y dejado caminos de saliva por la región trasera del cuello. Le acariciaba los pezones con los dedos, pellizcándolos y haciendo círculos y su mano bajando al ombligo excitándolo en nueva cuenta y para luego pasearse por sus glúteos.

 

        Era la gloria, hacer el amor… entregar y poner en juego el cuerpo mezclado con tantos sentimientos desbordantes, su corazón palpitaba golpeando sus costillas y su cuerpo exigía más, le temblaban las piernas y jadeaba… su primera vez. Pero la posición adquirida… mató las esperanzas de consumarse con Saga en un beso pasional mientras lo poseyera o disfrutar el vaivén cardiaco de sus cuerpos en un ardiente abrazo que funda incluso sus corazones en un solo latir. Sólo atinó a estrujar las sábanas con ambas manos y jadear más fuerte obedeciendo a sus impulsos.

 

        Saga fue amable… lento, pero no dolió menos. La almohada absorbió sus lágrimas y la pellizcó con los dientes. Efímero y fútil así fue el dolor de su cuerpo. Amándolo de más, nada importaba, no en ése momento de rozar el cielo, fue luego que el sufrimiento se grabó con fuego en el corazón dejando una llaga sangrante en su alma.

 

        No importó cuantas veces llame a Saga entre jadeos y gemidos entrecortados de placer absoluto pero, esperando que de los labios de Saga se pronuncie su nombre con el mismo éxtasis. No había beso, ni abrazo, oír su nombre con amor de los labios de Saga… se sentía capaz de esperar hasta morir.

 

        - Sa… Saga.

 

        - Mhga! Ah! – sólo escuchaba su respiración forzada.     

 

        Alcanzar el cielo… tocarlo sin despegarse de la cama con las sábanas deshechas y su sudor entremezclado, sus jadeos formando una melodía ronca y excitada. Las embestidas resonaban en la cama y se oía el chocar seco de sus pieles, de sus caderas… Saga lo abrazó dejando que su pecho cubra toda la espalda del francés, pegando sus labios a la audición de Camus, lo vislumbró entre la escasa luz que la luna les regalaba. Sus pestañas estaban húmedas por las lágrimas, con los ojos entre abiertos, jalaba aire a los pulmones mientras el cabello acuamarín se le pagaba a la frente por el sudor y una capa tenue de carmín sobre las mejillas.

 

        - Aguanta un poco más…

 

        Las estocadas que había impuesto Saga aceleraban tomando un  ritmo demandante, como si quisiera ir más allá de su cuerpo, hundiéndose en su interior sin consideraciones ni respuestas… y así lo deseaba, que Saga también pierda la noción del tiempo estando a su lado, estando sobre su cuerpo, en su interior, rozando sus pieles… el cielo… ¡Ah! se sintió en él cuando Géminis atrapó en sus labios el lóbulo de su oreja y se encargaba de darle más placer.

 

        Con profundos gemidos llenaron la habitación del tercer Templo, volviéndose cada más roncos. Una exclamación final que fue la más fuerte por parte de ambos, dio lugar a jadeos y suspiros que poco a poco clamaban por hallar la calma, respirar con normalidad y su corazón recupere incluso su sitio.

 

        Aunque no lo quiera aceptar ése encuentro carnal debía terminar.

 

        Camus se volteó hasta quedar de espaldas en la cama y abrazar a Saga que estaba a su lado a medio echar apoyado sobre un codo. El gemelo mayor aceptó el abrazo correspondiéndolo aunque en menor proporción. Poco a poco sus sentidos volvían a la serenidad, y el mar excitado en sus cuerpos se apaciguaba devolviéndoles a ambos  parte de su cordura.

 

        - Fue un viaje maravilloso – le dijo mientras le acariciaba el rostro con dulzura – Camus…

 

        - Quiero estar junto a ti Saga.

 

“No me destroces… dime que sí”.

 

        Camus se perdió al observar las orbes de Saga, ése azul profundo como el mar, aquella mirada que lo enamoró y llegó a amar con locura y pasión desbordante… Tanto tiempo llevándolo en el pensamiento, amándolo tanto sin condiciones ni restricciones, le había dado aquello que sólo guardaba para el amor… tanto que su corazón se contrajo al encontrar en el mar azul de sus ojos la respuesta que en situaciones anteriores lo habían detenido de declararse… Saga no lo amaba, y aún sabiéndolo llegó a tal punto…

 

Cómo duele… me doy lástima”

 

        Pasa que Saga no lo amaba… y después de tal entrega nada cambiaría, sin pena ni gloria, entre ésas cuatro paredes de la habitación de Saga ni siquiera olía a amor, ni tristeza, tampoco era una despedida. Y aunque le doliera para Saga era sexo… nada más que una banal entrega de sexo… aún cuando en el fondo no fue así.

 

        Las facciones de Saga, tan varoniles y exquisitas, sus labios carnosos, la piel tersa y la musculatura del cuerpo tan deseable… su corazón un tesoro que no quería perder, no quería perder su amabilidad al tratarse y sus gestos que se ablandaban con él,  sus dedos pasearse por su cabellera… su amistad…

 

“Soy patético”.

 

        Diga lo que diga y haga lo que haga… lo había comprobado, Saga no le correspondería, ni con la unión y lenguaje mudo de su cuerpo en tal entrega sus sentimientos pudieron alcanzarlo… tocarle el corazón ni robarle un suspiro de amor, un beso…

 

“Por mi orgullo…

 

 por mi vanidad…

 

para sobrevivir, debo hacerlo”.

 

        Se convenció en sus interiores que lo siguiente que haría era lo mejor. Debía olvidarlo, si podía… si encontraba fuerzas…

 

        - Esto no significó nada ¿Verdad? – Dijo Camus.

 

“Si sabe que lo amo con tal locura seguro me alejará de él”.

 

        Su voz sonó tranquila pero suave… deseando no ser escuchado pero, por el silencio propio de la noche Saga no fue inadvertido de sus palabras.

 

        - Seguimos siendo amigos.

 

        Saga lo miró sin parpadear, lleno de tranquilidad. Se acercó al rostro de Camus rozando como antes la punta de sus narices sin soltare el rostro.

 

        Camus le sujetó las manos deseando parar el tiempo con Saga tan cerca de su rostro… “Al menos uno… ¿Si no te veo regresar qué sucederá conmigo?” Moría por un beso de ésos labios griegos y se arriesgó…

 

        Saga no se movió y cerró los ojos al tiempo que Camus lo hacía y esperó lo inevitable. Una caricia, un roce apenas… como si una mariposa se hubiera posado sobre sus labios, casto… virginal… y puro. Después de la entrega de Camus en su Templo un beso así… Rompió el contacto sin abrir los ojos y aprovechando que tomaba a Acuario del rostro guió sus labios a dejarle un beso sobre la frente y la punta de la nariz.

 

        - Definitivamente quiero que sigamos siendo amigos – Saga le abrazó una vez más… Camus no correspondió. No pudo al sentir su corazón triturándose sin remedio. Es más, tembló.

 

        Caótico… creyó murmurar a Saga un “-Perdóname” al tiempo que se ponía de pie y caminaba a su cuarto de baño tras una puerta aledaña a su habitación.

 

“Si te vas de mí el único responsable soy yo…”

 

        Debía actuar como siempre ante Saga y los demás, atesorar en silencio esa noche que se hizo posible y guardar para sí todo pensamiento… sentimiento… deseo… una amistad como la de Saga no la debía perder por nada, incluso a costa de él mismo. Olvidarlo tampoco era una opción que se le antojaba ¿Olvidar aquello que le hizo sentir completo, lleno… vivo?

 

        Cuando Saga volvió a la habitación Camus se ponía la ropa.

 

        - ¿Está todo bien? – Peguntó – Sólo fui a mojarme la cara… creía que…

 

        - ¿Qué? No te preocupes – Dijo ajustándose el pantalón – Me voy a mi Templo, tengo cosas que hacer… las recordé de repente – mala excusa pero, en un momento así no tenía cabeza para formular algo mejor – Seguramente tú también.

 

“Necesito estar solo para empezar a llorar”

 

        Pensó Camus con la mirada gacha y agradeciendo que la penumbra no exhibía la tristeza de sus ojos y el timbre de su voz no variaba.

 

        Saga que tenía la idea de dormir acompañado ésa noche no respondió al instante, se quedo un momento en silencio analizando a Camus. Lo tenía en frente con la seriedad propia de él, tan distinto a como se encontraba cuando le dijo que se iba del Santuario… acababan de tener relaciones y no quería pensar en detalles pero… 

 

        - Parto al amanecer – Dijo al fin.

 

        - ¿Qué? Pero me dijiste que no era nada seguro – habló Camus sorprendido – ¿Cuándo lo decidiste y por qué no me lo conta…? – No terminó de hablar recordando que Saga le había reclamado que no tenía que dar explicaciones a nadie – Olvídalo. Seguro te irá bien.

 

        Se sentó en la cama mullida afirmando con la cabeza – Cuídate Camus.

 

        - Eso es seguro – respondió – Tú también Saga… si puedes mantente en contacto conmigo.

 

        Silencio… Sin saber si respondería o no, Camus giró sobre sus propios pies dispuesto a salir de ésa habitación y buscar a su soledad.

 

        Saga no le siguió, la culpa lo acechaba al darse cuenta que  con ésa actitud Camus intentaba recobrar un poco su orgullo y quizá se había arrepentido de su entrega. Dado el momento no dijo nada del asunto, pero cómo no notarlo.

 

        - Fui el primero en su cuerpo… 

 

 

 

 

 

 

 

“Alcanzar el cielo… subí demasiado alto

 

 con alas de fantasía que al ser cortadas

 

la altura es demasiado alta…

 

siento que caigo…

 

caigo”.

 

       

 

        - Es increíble como unas heridas que creía que estaban cerradas…  de la nada se abren y comienzan a sangrar – pensó en voz alta Camus.

 

        Había recordado un fragmento de su vida, que a pesar de ser pequeña, lo marcaba y comprobándolo, aún dolía.

 

        Recordaba que después de abandonar el Templo de Géminis ése día en que se despojó de su orgullo y más… no encontró consuelo ni en el silencio de su casa. Tal y como dijo, Saga partió y no quiso despedirle… perdió todo contacto y señal de él. De un tiempo a otro hasta su cosmos dejó de percibir. Resignándose a vivir esperándolo… aprovechó la oportunidad de concentrarse en otra actividad y continuar con su vida cuando el Patriarca le recomendó aprendices y partió por un corto tiempo a Siberia. Los acontecimientos a su alrededor se lo llevaron por delante y el hecho que perteneciera al Santuario lo llevó a afrontar una batalla, pereciendo en el proceso a manos de su pupilo.

 

        La encrucijada contra Hades sólo le demostró y aclaró que sin importar el tiempo, la distancia o circunstancias Saga no le correspondía y él no disminuía el nivel del amor profesado y a la vez silenciado. No hablaron de lo sucedido entre ellos, es más, por los hechos no hablaron de nada.

 

        Con la nueva oportunidad que Atena le concedió de ésta nueva vida… pues ahí estaba Camus, liado en una venganza contra Milo, haciendo lo que jamás creyó hacer… y por Saga…

 

        - Hoy no habrá nubes.

 

        - ¡Shura!

 

        - Hola – saludó acercándose al protegido por la constelación de Acuario – Sabía que te encontraría aquí.

 

        Estaba en el techo de su Templo, lugar que se le hacía costumbre visitar cuando sus pensamientos estaban tan enredados y su corazón muy inmiscuido.

 

         Shura se sentó a su lado dejándose caer con pesadez.

 

        - Paliamos con Aioria – contó molesto.

 

        - ¿Por qué?

 

        - Se que hay cosas que aclarar entre nosotros, pero aún si no las aclaramos nuestros sentimientos siguen siendo los mismos ¿no? – Empezó a contar hablando rápido como si hubiera repetido bastante tal discurso – Pero, él se comporta como si yo fuera un desconocido y me fastidia eso. Necesito tiempo a su lado y Aioria no hace más que apartarme  de repente. En los entrenamientos es dulce y asequible pero poco a poco en la noche va cambiando su actitud, cada vez que puede me bota como un pañuelo sucio, se lo reclamé y él es el ofendido…

 

        - ¿De qué me estás hablando? – Dijo Camus - ¿Qué le has hecho al pobre león?

 

        - ¿Disculpa? – Shura no esperaba tal interrupción.

 

        - Nada de “disculpa” a mí, ve y discúlpate con él… - Shura se veía atónito y Camus continuó – Tu mismo me has contado el problema y no te has dado cuenta del porqué de su enojo. Si ya cayendo la noche se molesta es por… - Esperó a que Shura lo captara - ¿Qué es lo intentas hacer con él por la noche?

 

        …Nunca en su vida creyó que Camus fuera tan directo en ésos temas y se sonrojó de golpe.

 

        - ¿Tú crees que sea por eso? – Preguntó

 

        - Mínimo – dijo golpeando suavemente la palma de su mano contra su frente – el que necesita más tiempo es él.

 

        - Oh! Nunca lo vi de ése modo – dijo Shura sintiéndose un tonto – Con razón no quiere separarse del grupo cuando ya estamos a punto de llegar a su Templo y cuando lo invito al mío… no sabe que inventar para rechazarme.

 

        - Bueno, al menos no te dice que “no” directamente – dijo Camus - ¿Cuál es tu prisa? Tienes mucho tiempo aún a su lado, dale su espacio.

 

        - Precisamente el tiempo es mi problema ¿Sabes cuánto le he esperado? Y luego con la batalla… - Shura se veía cansado, al final se sujetó el cabello y parte de la frente – Le quiero tanto…

 

        Camus se rascó el cuello, incómodo.

 

                -  No te pongas romántico ¿quieres? – Dijo sonando a una orden – Me das urticaria.

 

        El Caballero de la décima casa le miró fijo, como si se debatiera en contestar y a la vez disipar sus dudas sobre el comportamiento reciente de Camus.

 

        - Disculpe usted Camus de Acuario… es que no todos son tan rápidos como vuestra presencia digna de…

 

        - ¿De qué estás hablando? – Le interrumpió. Desde que Shura se apareció a su lado sabía que intentaría instigar hasta disipar sus dudas.

 

        - ¿Qué pasó con Milo? – Fue tan directo como siempre, no le servirían de nada los rodeos.

 

        - Lo de siempre – dijo con naturalidad – El Escorpión es un mal entretenido ¿Te refieres a lo que gritó en el entrenamiento de hoy verdad? Supongo que se volvió loco por el calor.

 

        “El loco por el calor eres tú, Camus”.

 

        Pensó Shura afirmando ante las palabras de su vecino.

 

        - Si… loco ¿Cómo se atreve a decir eso? – La ironía en Shura era infaltable – Niégalo y patalea, haz berrinche si deseas o te sirve de algo pero Camus, a mi no me engañas ¿Qué planeas con Milo? O mejor dicho ¿a qué estás jugando? - Habló más serio.

 

        Silencio.

 

        - …

 

        Camus no quería responder sin estar seguro que Shura no sabía más de lo que aparentaba y sí que lo aparentaba.

 

        - No quiero verte sufrir amigo… apenas te repusiste de Saga, atreviéndome a decir que lo superaste – Shura se oía más afable adoptando de algún modo el timbre de voz de un hermano mayor – Sé lo que sucedió con Milo – Camus le miró sorprendido, pero no dijo nada – no entiendo porqué lo hiciste… no lo sé, puedo imaginarlo pero corro el riesgo de hacer demasiadas suposiciones y Milo también es mi colega - Pausa larga - Temo que salgas lastimado… Camus.  

 

        Suspiró vencido encorvándose un poco, Camus dejó máscaras y perjuicios.

 

        - Es tan miserable… cuando sentía que agonizaba por Saga, viene Milo y abarca mi tiempo, se mete en mi vida en cada espacio sin pedir permiso, en cualquier momento se aparecía en mi Templo o en mi camino y con su personalidad tan curiosa y genial se me hizo imposible alejarle… con Milo y sus ocurrencias me olvidaba de Saga, olvidaba que estaba tan cerca, me olvidaba de mi amor no correspondido. Milo fue gracioso, atento y divertido conmigo como nunca antes se dio la oportunidad. Estando a su lado reí en mis adentros de sus tonterías y hablamos de casi nada importante y aún así no me aburría, es más, algunos días fui yo quien llegaba a buscarle. Todo era… genial.        

 

        - Suenas adolorido.

 

        - ¿Por qué tenía que acercarse a mí por razones tan bajas? A su lado pasé las dos semanas más… toda de mi vida siguiendo reglas y preceptos, él se encargó de derrumbar cualquier barrera y mis principios se extinguían como espuma… Shura – Dijo apretando los puños- No era razón suficiente para él acercarse a mí porque nos conocemos de tantos años y peleamos juntos bajo el mismo estandarte,… porque simplemente soy yo… ¿Tenía que hacer justamente eso?

 

        Shura apretó los labios comprendiendo a cada palabra los sucesos que empujaban a Acuario a mostrar tal faceta mellada. Si con Saga había estado desolado y triste, Ahora lo veía ofendido, molesto y sobre todo dispuesto a cambiar la situación con Milo… no rendido como con Saga.

 

        Suspiró.

 

        - ¿Cómo te enteraste de lo que Milo planeaba? – Por las palabras de Camus podía tantear por ése lado.

 

        El onceavo custodio se alzó de hombros sin ánimo.

 

        - Eso no interesa, lo importante es que lo comprobé.

 

        Shura se apoyó en sus manos dejando que su cuerpo se estire mirando el cúmulo de estrellas en el cielo.

 

        - ¿Qué piensas hacer ahora?

 

        Prefería saber sus planes a dedicarse a entenderle ¿Si sabía de la apuesta por qué rayos tuvo que acostarse con Milo? ¿No era más sencillo salir airoso dejando al Escorpión con las ganas?

 

        - Continuar simplemente – respondió Camus, no quería explicar sus verdaderas intenciones – Suceda lo que suceda debo continuar.

 

        - Lo sé…

 

        - El mundo sigue girando… y no gira alrededor de mí. Gira y no me va a esperar…

 

“Lo que me hiciste sentir Milo…

 

¿Por qué?

 

Sigo cayendo”

 

 

 

                    

 

                            

Notas finales:

Muchas gracias por sus reviews, no olviden de dejar más si?

Es un gusto escribir para ustedes.

Proemto actualizar pronto.

No leemos!!! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).