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LA CONTINUACIÓN DE UN FINAL……¿UNA VIDA SIN TI?. por Lady Marivette

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OMAKE:

 

TIEMPOS, MEDIAS VERDADES, LOCALIZÁNDOTE.

 

 

 

ºº - Necesitamos sus servicios. La paga será la que usted pida - ºº

 

ººº - De acuerdo. Necesito que me envíe la información del sujeto en cuestión. Los horarios en los que se mueve continuamente. ¿A que país debo ir? - ººº

 

ºº - Australia… Necesitamos de su profesionalismo en Australia. – ºº

 

ººº - Bien… Debe pagar mis gastos de traslado y hospedaje. Aparte del costo de trabajo. - ººº

 

ºº - No habrá problema… Sólo queremos que lo elimine. No importa el precio. - ºº

 

ººº - En una semana estaré con usted y a su disposición. Haga las reservaciones respectivas. Y ya lo sabe… todo debe estar a su nombre… por que el mío no debe aparecer. Todo debe quedar como si nunca hubiera pisado Australia y… usted y yo no nos conoceremos. La operación completa será vía móvil. Como usted habrá oído en las recomendaciones… No nos veremos los rostros, prefiero no conocer a los clientes. – ººº

 

ºº - Lo sé, y agradezco ese tipo de servicio… - ºº

 

ººº - No es cordialidad… es sólo seguridad. Aunque le agradezco la confianza. Sólo espero que mi próximo objetivo… - El rubio sonrió, y sus ojos castaños brillaron divertidos. -  no termine siendo usted, Señor Phanton. - ººº

 

ºº - ¿Cómo sabe? – La voz de su cliente se tornó insegura y temerosa. – Usted… ºº

 

ººº - Es mi deber estar informado… Buenas noches… - ººº Cortó la comunicación del móvil.

 

- El mundo está tan podrido… unos matan a otros por venganza o diversión… y yo soy una de las armas que esos cobardes utilizan. – Masculló, apagando su celular.

 

Dobló el celular y comenzó a girarlo en sus manos, mirando las estrellas brillar bajo el manto de la noche. Estaba parado e inclinando su peso en el alfeizar de la ventana. La brisa nocturna hizo estremecer la piel de su pecho, recorriendo su cuerpo expuesto, hasta sus pies… Si, se encontraba desnudo. Y sin pudor alguno, mostraba su anatomía estilizada hacia el público incauto que se atreviera a levantar la mirada en dirección a una de las ventanas del quinto piso. Shizuka, vestido con el perfecto conjunto que brindaba la penumbra de la habitación y su propia desnudez, observaba a lo lejos, perdido en las luces parpadeantes de los letreros publicitarios que recubrían hipnotizantes las noches de Tokio, a la vez que recordaba con algo parecido a la fascinación mezclada con fastidio, como una mujer limpiaba con un pañuelo, la boca y mejillas embadurnadas de helado del pequeño niño que se dejaba hacer y cubrir por las atenciones de su madre.

 

Sólo estaba dando un corto paseo por las calles ataviadas de tiendas, dispuestas a saciar cualquier capricho naciente que se les antojara a los potenciales clientes. Horas antes de realizar su trabajo recién encargado… Sería pan comido. Y ahí en medio de sus teorías criminales… Los vio. La madre y su hijo. Esa confianza, que el pequeño depositaba en la mujer de cabellos negros; le era anhelada y desconocida. Totalmente negada. Su madre, nunca permitió que él tuviera esa intimidad de hijo con ella. Nunca. Su madre era preciosa… Shizuka se perdía entre las hebras doradas del largo cabello y ojos grandes y profundamente negros de su madre. Madre… su progenitora no merecía que la llamara así, no lo merecía. Apartó de su mente ese cuadro de amor tan insoportable.

 

Se alejó del alfeizar y dejó su móvil en uno de los estantes llenos de libros que adornaban el lugar. Regresó a la enorme cama de sábanas color champagne y colchón de agua. Al recostarse, el bendito colchón se tensó en pequeñas ondas y el cuerpo que dormía en el lado izquierdo del lecho, se removió entre las sábanas; el rubio no quería despertarlo, pensaba que debía estar exhausto por el trajín del trabajo y el pasional encuentro que tuvieron - vio el reloj que colgaba en la pared: 22:45pm -  unas dos horas antes.

 

Horas antes…

 

Shizuka regresaba después de haber culminado su trabajo, se estaba sacando los guantes de cuero negro y pensando en lo violento que resultó ser el matar a un embajador ruso. Pues inexplicablemente éste hombre lo vio y siguió mirándolo mientras agonizaba y era sacudido por su esposa rota en desesperación. Esos ojos le vieron fijamente, interrogantes y asustados, estaban oscurecidos quizá por la sombra de la muerte, la sangre brotó por sus labios abiertos, en una última convulsión. Le había acertado en el corazón.

 

El rubio se prometió no volver a hacerlo de tan cerca, pero tampoco lo estaba, entonces ¿Cómo pudo verlo? Si estaba bien resguardado por la sombra alada de las campanas de la iglesia, que colindaba con simetría perfecta y hasta graciosa con el Consulado Japonés, en donde tenía cita el que hasta ese momento fue el Embajador de Rusia. Shizuka lo sintió, como todas las veces que mataba… podía sentir la energía y humanidad ajena, perdiéndose en todo el esplendor y desolación que se experimentaba al cruzar la línea del final de la vida de forma brutal y sorpresiva. Era un don que le maldecía como pago adicional cada vez que realizaba su arte a la perfección. Se suponía que su “don” debía ser utilizado de otra forma… con otra misión, otra razón de ser… Pero como siempre sucedía cuando la fatalidad llamaba a tu puerta, se vio obligado a tomar la opción que más aborrecía, sino perdería lo que más protegía.

 

En medio de sus pensamientos, su móvil vibró. Lo sacó del bolsillo trasero de sus jeans negros, todo él vestía de negro incluyendo un pasamontañas que ya se había quitado, contestó y Fausto le decía sin aceptar negativas que… - Nos veremos en el hotel y la habitación que ya conoces. 20:00p.m. Sin tardanzas. – Y luego colgó.

La orden le vino como anillo al dedo. Necesitaba sentirse deseado, amado si fuera posible… Negó con la cabeza. -  Esa es una estupidez, sólo quiero sexo para olvidar lo detestable que soy –  sonrió y volvió a negar con la cabeza. No era momento para cuestionarse por la “relación”, si es que se podía llamar así, con Fausto.

 

Estando en la zona trasera y bien camuflada de un callejón que era la extensión oculta de un Edificio, se desabotonó rápidamente la cazadora negra, descubriendo que en el interior llevaba puesto un polo que se le pegaba como piel en el torso, de mangas cortas y color vino tinto; dobló la cazadora y la colocó en un maletín grande que ocultaba “otro” maletín de cuero, algo más pequeño, lleno de armas. Se revolvió el cabello, revisó la hora en su reloj-pulsera – 17:43 – aún tenía mucho tiempo. Tomó con más fuerza su maletín de “trabajo”, acomodó el asa de forma cruzada entre su cuello y hombro, lo acomodó detrás de su espalda, se puso el casco de seguridad, tipo motocrocista  y subió a su muy bien implementada moto verde petróleo. La encendió y arrancó, saliendo del callejón hacia su departamento. Necesitaba una ducha. Lavarse toda la sangre que se derramaba insistente en cada parte de su cuerpo, había momentos en la que la podía ver gotear, eso le causaba escalofríos; era tan difícil sacársela desde que todo empezó, al parecer no podría quitársela con nada.

 

Una vez listo y algo más relajado, llamó a un taxi y le indicó la dirección del hotel al que fue citado. Decidió dejar la moto en la cochera que el departamento en donde se hospedaba, le ofrecía. Llegó al pomposo hotel, favorito de Fausto, habló con la recepcionista desplegando todo su encanto y sonrisa con la cada vez más sonrojada y no menos interesada joven. Era algo que no podía evitar hacer cada vez que tenía la oportunidad. Fausto siempre se molestaba por su actitud desvergonzada y vulgar, según él. Shizuka se burlaba del otro diciéndole: ¿Celoso?... – Y Fausto lo negaba rotundamente diciendo…- ¿De quién? ¿De ti?... Ya quisieras.- 

 

El rubio desde que vio al  Soy-lo-máximo-Fausto se quedó prendado de él y su arrogancia, bueno no tanto así… “Sólo le pareció interesante, nada más”.  Conoció a Fausto cuando su madre se lo presentó, en una de las visitas que hacía al laboratorio en donde ella se pasaba la vida de experimento en experimento. En ese entonces, Shizuka, era un adolescente estadounidense de 17 años y Fausto un hombre de origen japonés-belga de unos 28 años muy atractivo en ese momento y en la actualidad no era la excepción.

 

Mientras caminaba en dirección a la habitación en donde le esperaban, después de coquetear y recibir la llave-tarjeta junto con un guiño y roce de manos con la recepcionista, recordaba con una sonrisa disimulada, la indiferencia y falsa cordialidad con la que empezaron a tratarse. Simplemente no podía evitar quedársele mirando, obviamente de forma disimulada, cada vez que se lo encontraba por casualidad… Sentía “curiosidad” y cierta fascinación por los ojos rubí del pelinegro, pero nunca se lo diría, claro que no. Sus visitas al laboratorio en donde trabajaba su madre, eran más frecuentes y rápidas, tampoco quería que el otro se sintiera acosado por un adolescente revuelto en hormonas incontrolables, así que cada vez que se cruzaban, le daba el saludo de rigor e ignoraba olímpicamente. Siempre le causaba gracia recordar esos tiempos. Pasó la tarjeta por la ranura electrónica y ésta se activo abriendo la puerta, obligándole a detener sus recuerdos. Además, si seguía en ello tendría que rememorar las otras situaciones en las que se vio involucrado…  para siempre.

 

Ni bien ingresó a la Suite se quedó extrañado, pues todo se encontraba a oscuras. Cuando estaba por presionar el interruptor que se ubicaba cerca al marco de la puerta, fue tomado por uno de sus brazos y tiraron de él sin aviso de nada… Solo escuchó un… - 20:15pm… llegas tarde. -  Shizuka trató de sonreír y responder algo elocuente, pero el otro no le dio ni tiempo, ya que estaba pegado dándole la espalda a otro cuerpo que, si su percepción no le engañaba, se encontraba desnudo. Jadeó al sentir una dureza pelear contra la tela del pantalón que resguardaba su trasero, y tragó duro cuando las manos del salvaje “violador” pasearon lentamente, a la vez que presionaban, con algo de rudeza por su cintura, caderas, la unión de sus piernas hasta llegar a su entrepierna. Esas manos rodearon su miembro atrapado en el pantalón y lo apretaron, quedando deliciosamente extasiado con la forma larga y dura del pene intruso grabándose en sus arropadas nalgas mientras que masajeaban con tela y todo, su hombría cada vez más despierta.

 

El rubio tumbó la cabeza hacia atrás, colocando su nuca en el espacio del cuello y hombro del sujeto que le tocaba sin pudor. No opuso resistencia cuando desabrochaban su correa, desabotoban el botón, corrían su cierre, bajaban sus pantalones italianos hasta sus rodillas y los dedos expertos de Fausto se colaban por sus bóxer, tomando su miembro ya despierto y deseoso… -  ¿Cuánto tiempo coqueteaste con la recepcionista?... – Le preguntó mientras subía y bajaba la piel tersa que cubría su dureza. Shizuka se permitió sonreír y jadear un poco por la caricia.

 

- Creo que unos quince minutos… -  Dijo sin alterar su voz. Fausto presionó con las yemas de su índice y pulgar la cabeza ligeramente húmeda del objeto de su deseo y lamió la oreja derecha del rubio… la descarga placentera hizo que Shizuka se empujara contra esa mano torturadora en busca de más velocidad, pero la mano libre del pelinegro le rodeó la cintura e inmovilizó en su cometido.

 

– Eres un maldito desvergonzado… ¿lo sabías? – Masculló Fausto y bajó el boxer hasta donde estaba el pantalón, sin soltar el miembro del rubio, y aprovechó que su rostro quedaba a la altura de las nalgas níveas de su presa, dándole un mordisco a cada una de ellas. Fausto sonrió con malicia, le haría perder el control.

Shizuka abrió la boca y casi gritó por la sensación de la lengua caliente de Fausto sobre su entrada. En un abrir y cerrar de ojos, le había separado sus nalgas y dado una lenta lamida… sólo una, pero malditamente caliente y húmeda, lamida. -  Ahora pagarás el haberme hecho esperar… por tu vulgaridad… Shizuka.- Dijo el pelinegro, incorporándose y quedando otra vez detrás del rubio. Al contrario de lo que había dicho, el pelinegro ahora besaba la nuca y aspiraba la fragancia del shampoo que utilizaba su compañero. – Eres delicioso… - Comentó dejando que el halito de su aliento estremeciera al rubio. Shizuka disfrutaba cuando el otro hacia eso, era como si le estuviese reconociendo. Sintió increíble cuando Fausto comenzó a acariciarlo con suavidad después del asalto casi depredador del que fue protagonista ni bien pisó el interior de la Suite. Se estaba sintiendo demasiado bien, quería más de eso... pero esa suavidad atípica y pocas veces dada con la que estaba siendo tratado le parecía inmerecida. No debía ser tratado así… No así. Él no era alguien que merecía tal despliegue de ternura, y menos de Fausto… menos de él.

 

Aspiró hondo y dijo lo que se le vino a la cabeza, para caldear los ánimos e instintos animales de pertenencia que rebalsaba en el carácter orgulloso de Fausto… -   Sabias que, hace menos de una semana… me encontré por casualidad con Nicolai?... -  Los besos y caricias tiernas de las que era objeto, cesaron de golpe.

 

– ¿Así? ¿Y cómo está el idiota ese?... – Preguntó “amablemente” Faust.…

 

- Según lo que vi… esta… Muy bien  - Dijo Shizuka y  cerró los ojos jadeando por el agarré tosco que el otro le estaba haciendo a sus nalgas… Sabía que Fausto “adoraba” con todo su corazón y vísceras a su ex-novio.

 

– Y ¿De qué hablaron?… si se puede saber, claro…  - Masculló el científico mordiendo, con más fuerza de la necesaria, el hombro izquierdo, en donde el rubio tenía un tatuaje de forma extraña. A pesar del dolor de la mordida, gimió excitado.

 

-  Recordamos viejos tiempos… tú sabes, esos recuerdos en los que no necesitas hablar más de lo necesario.  – Ya estaba. Sería suficiente para que el otro se pusiera como un Neanderthal.

 

Fausto lo volteó de un tirón. Shizuka trastabilló un poco porque su pantalón y bóxer estaban bajados y atrapados en sus rodillas, notó como el otro envolvió su cintura de forma posesiva, pegándolo a su cuerpo.

Shizuka se embadurnaba con la sensación del cuerpo desnudo frente a él, a pesar de la tela de su camisa de seda negra, sentía claramente la piel caldeante rozarse con la suya. Sus erecciones se encontraron, erguidas, duras, preparadas para sentir y emitir chorros de placer... los dos gimieron ante el contacto. -  ¿Viejos tiempos?... – Cuestionó el científico fulminando con la mirada al de ojos castaños, que no se amedrentó ante su creciente y casi palpable enojo. 

 

-  Si, pero a ti no te debe importar… tú y yo no somos nada más que…  esto… - Respondió Shizuka, rodeando con una de sus manos el miembro enhiesto del hombre de ojos rubí. Sin apartarle la mirada, el rubio frotó el miembro como sabía que le gustaba al otro. Fausto se mordió el labio inferior y aflojó un poco  el       “abrazo       del Oso”, literalmente; aprovechando esto, Shizuka con suma habilidad, se escurrió de los brazos que le apresaban y se arrodilló a la altura de la entrepierna de su amante furibundo, y dijo, dando antes  una lamida a la punta, que fausto respondió con un siseo involuntario… -   No te pertenezco Fausto… ni a mi mismo… sólo a mi deseo.-  Dio otra lamida desde la base hasta la cabeza del miembro, en donde chupó con los labios masajeándolo con la punta de su lengua. Escuchó como Fausto tragaba con dificultad, entonces engulló toda la hombría erguida del otro hasta hacerla chocar contra su garganta. Fausto lanzó un juramento ante la sobrecogedora atención. Shizuka se esmeró más en la mamada que estaba dando, cuando el pene del pelinegro dio dos tirones seguidos, poniéndose ambos amantes insoportablemente excitados, uno recibiendo y el otro en la faena de dar y dar más placer con el instrumento que no sólo sabe hablar.

Una vez que fue lanzado por Fausto a la cama y desvestido con desesperación, Shizuka se preparó él mismo con el gel que sacó del pequeño frasco de lubricante, mientras Fausto se lo comía a besos y algo más…

Retuvo la respiración al ser empalado con rapidez. Había jugado con fuego, y ahora lo estaba pagando. Entre jadeos y siseos, Fausto le tomó por la nuca y lo besó a la vez que le penetraba sin tregua. Besos con lengua, con saliva, con ganas de desgarrar al otro, de hacerles gritar… Fausto le susurró al oído, con las gotas de sudor goteándole por la frente y nariz… -   Te equivocas… si crees… que con la palabrería de… pertenencia, evitarás que rastree al imbécil ese… y lo mate… -

 

Shizuka quiso mirarle desafiante pero para su desgracia estaba envuelto en espasmos y gemidos. Trató de controlar lo mejor que pudo su voz… -  ¿Celoso… Fausto? Escucha… Te juro… que sólo… follamos… nada más… - Dijo con descaro y trató de sonreír a pesar de sus jadeos, pero no pudo, porque Fausto lo penetró de una forma tan profunda, tocando con más contundencia “ese” punto que le hacia olvidar su nombre, que Shizuka no pudo evitar gritar y arquearse clavando sus uñas en la espalda sudorosa del vengativo hombre de ciencia.

 

– Celoso, yo?... sólo quiero librar al mundo del idiota y… perdedor más grande que haya visto… la… humanidad… - Aclaró el pelinegro sin perder el ritmo de las profundas y desfallecedoras arremetidas que mantenían mudo en respuestas coherentes a Shizuka. Esa era la forma perfecta de callarlo, según Fausto (*¬* Seeehh…). Shizuka se aferró al cuello del hombre que le estaba haciendo ver luces blancas en la oscuridad que le propinaban sus parpados cerrados, lo abrazó fuerte mordiendo el hueco que dejaba la clavícula y sin creer poder soportarlo más, por la fricción que recibía su pene atrapado entre las pieles ardientes y el sudor hecho agua que se cernía entre los dos… Sí que hacía calor. Sus mejillas, pectorales y entrepierna se sentían como llamas, agregando los movimientos que Fausto realizaba con total fluidez dentro y fuera del cuerpo de piel pálida de Shizuka… Sin poder aguantarse más, explotó… fuertes chorros de lechoso y sustancial semen abandonaron su ser, junto con sus fuerzas. Aún era conciente del vaivén que realizaba el otro dentro de él. Fausto se puso rígido y lo apretó en el abrazo que Shizuka había iniciado como si lo protegiera para que no se rompa y tampoco pudiera escapar de las últimas embestidas profundas que le prodigaba como poseso… El rubio estaba dando el último chorro generador de vida, cuando sintió que era otra vez golpeado “ahí” en el punto G masculino… entonces el último espasmo de su orgasmo fue tan desbordante que casi se siente morir, y volver a la vida cuando la semilla tibia de Fausto se liberó en su interior.  Los dos cayeron exhaustos y adormilados. Sin decirse nada más… Sólo dormir. Sólo saborear la pereza adormecedora que traía como manta acogedora el éxtasis.

 

Al despertar, se levantó con sumo cuidado del lecho ondeante… Fausto y sus excentricidades: Un colchón lleno de agua… Shizuka negó con la cabeza sonriendo. Se dirigió al baño y dio a su cuerpo magullado por los trajines del sexo, una ducha reparadora. Al terminar, se estaba secando el cabello y escuchó a su celular vibrar en la mesita apartada de la cama, con algo de pereza se acercó y lo tomó. Vio en la pantalla el número con el código de región desconocido. Resopló, ya sabía de donde era y para qué… aún así contestó, después de todo alguien necesitaba de su “ayuda”.

 

Fue como se lo imaginaba. Necesitaban de sus servicios. Habló con el sujeto que ya tenía su vida con fecha límite de caducidad. Shizuka sabía que éste pobre desgraciado se iba a comunicar con él para contratarlo. El rubio no sentía ningún tipo de remordimiento por la suerte burlona que correría el australiano, por que éste también estaba pagando el crimen de otro ser humano.

 

Viajaría a Australia. Realizaría su trabajo y con algo de suerte y habilidad, recopilaría algo de información que necesitaba.

Sonrió al recordar la reacción de Fausto, cuando “inocentemente” le contó de su encuentro con Nicolai… Fue un encuentro de amigos, no sucedió nada de lo que le inventó a Fausto.

Aunque Nicolai le insinuara de forma descarada, el recordar aquellos “buenos tiempos” de desenfreno juvenil. Y Shizuka sin molestarse en lo más mínimo, rechazó con una sonrisa y un enfático: - Ya te lo dije, y con gusto te lo voy a repetir: Cosa que tiro al tacho, no la vuelvo a recoger.-

 

Nicolai sonreía divertido, enmarcando sus preciosos ojos azules y soltando su exquisito acento inglés con un: - Quiero a mi Shizuka devuelta… Al parecer ese “belga” te tiene capturado. Pobre Shizuka. Creo que el mundo ya lo ha perdido. – Se lamentaba su ex-amante.

 

Shizuka respondía con el seño fruncido.- No seas estúpido… - Luego sonreía presuntuoso. -   nadie me ha atrapado. Es sólo que con el tiempo me he convertido en alguien más selectivo. Y obviamente tú  –Lo miraba de pies a cabeza, con aire despectivo-  ya no entras en la categoría de… selecto. – respondió con toda la intención de molestarle. Y como bien sabía, Nicolai se desternillaba en carcajadas, pues *el muy cretino* -pensamiento de Shizuka- sabía perfectamente cuan atractivo era, con esa melena verde petróleo que le llegaba hasta los hombros, y ese aire de sexy aristócrata salido de la realeza bohemia… (Mejor no sigo *¬*)...

Y el rubio no podía negar lo loco que estuvo por el inglés de penetrantes ojos azul-metálico, en aquel tiempo que decidieron ser pareja. Aunque siempre se le venía a la memoria la imagen de Fausto. Por supuesto que nunca se lo diría a Fausto, ni bajo tortura medieval. Sabía que se volvería  insoportablemente creído, si se enterara.

 

Pero de cierta forma le divertía y satisfacía las reacciones que tenía Fausto, su “amante de estaciones”, cada vez que mencionaba el nombre de su ex-novio. Eran reacciones territoriales, animales, sexuales. Sólo faltaba que orinara alrededor de Shizuka, marcándolo como suyo. Aunque sabía que era un arma de doble filo, prefería que Fausto entendiera que no debían equivocar el sentido de su “relación”. Que Shizuka debía permanecer libre… y él también. Evocó el rostro apuesto de Nicolai y sonrió por segunda vez. Si tan sólo Fausto supiera la realidad de su contacto con el que fue su pareja por tres años… de seguro que le mataría. O quizá no... Mejor no tentar la suerte.

 

Ahora volvía a estar acostado cerca de Fausto. Dormiría unas horas más y después comenzaría a preparar todo para “su viaje de negocios”.

 

Pero no, al parecer aún no podría dormir por que un brazo que no era el suyo, le rodeó ambas piernas y jaló para pegarlas al torso desnudo del otro hombre que ya se había despertado. Shizuka sonrió y estremeció cuando los labios del pelinegro besaron su ombligo y lamieron la piel de su pelvis. Relamió sus labios ante esa sensación. Se llevó una mano a la cara y la otra se enredó en los cabellos oscuros del hombre que en esos instantes atrapaba con la boca su miembro aún dormido. Mordió su labio inferior, reteniendo un jadeo al sentir como la lengua intrusa rodeaba en movimientos circulares la punta de su incipiente erección, ya estaba despertando para el siguiente “round”. Fausto siempre lograba ponerle así de caliente, así de erguido con cada caricia, anticipada o no, que esas manos, boca o cualquier parte contundente del cuerpo de éste le prodigaba, con su permiso o no. No quería aceptarlo, pero se sentía como un adolescente revuelto en hormonas, cada vez que se podían tocar, rozar o lo que sea que se pudiera hacer para tener placer.

 

- aaahh… faus… - intentó vocalizar Shizuka, cuando después de ser recostado por completo en la cama, Fausto le abrió las piernas tomando firmemente su pene con una mano, pasando su lengua caliente y húmeda por la fruncida y aún floja entrada, rastros de la sesión de sexo anterior. Amaba cuando hacía eso. El rubio boqueó al sentir como el otro le penetraba con ese músculo que en otros momentos era blando y ahora se tornaba duro y flexible, sin olvidar que una de las manos del pelinegro agitaba su sexo hasta hacerle sentir el hormigueo y comezón, invitadores excelsos del orgasmo, a la vez que la otra mano se aferraba y crispaba la piel de su cintura, como si lo sostuviera e impidiera zafarse del acto sexual. La lengua dejó de follarle, cediéndole paso a dos dedos que no tardaron en abrirse camino en el abrigo hirviente que era su ano. Shizuka estaba a punto… sentía su miembro tan duro como un yeso, estaba a punto de... Fausto dejó de sumergir sus dedos, y con una sonrisa torcida combinando con sus ojos rubí más escarlatas de lo común… dilatados, tan dilatados como lo estaban sus deseos animales; se recostó en la cama, que no paraba de balancearse por el líquido que tenía como relleno, y se llevó ambas manos detrás de la nuca, viendo el techo y sonriendo con algo de malicia. Shizuka, excitado y al borde… se le quedó mirando con el ceño fruncido y confundido. Observó que el semblante de Fausto era de diversión y que se traía algo entre manos… ¿Pero, qué? Recorrió su anatomía bien trabajada… Fausto era un obsesionado del bien estar, y aunque algunas veces sacaba de quicio al rubio por ser tan quisquilloso con su apariencia. Según lo que sus ojos estaban presenciando con mal disimulada codicia,  no daba malos resultados los extraños movimientos que el pelinegro practicaba como ejercicios físicos todas las mañanas…

 

*

- Son movimientos ancestrales para matar… era el arte que tenían los Ninja, todo el linaje de mis ancestros, de parte de mi padre, se sometía a esta empresa, sólo que murió conmigo… por que yo me dedico a la ciencia, como te podrás dar cuenta… - Le había dicho Fausto, la vez que le pilló en pleno entrenamiento.

Durmieron juntos esa noche y al amanecer, Shizuka se despertó solo en la cama… ni rastros del pelinegro. Se reincorporó del lecho y se puso una bata blanca, que le llegaba hasta la mitad de sus muslos, para cubrir su denudes, y salió en busca del dueño de casa. Estaban en un templo que era propiedad del científico. Bello lugar, con decoración feudal y alguna que otra influencia extranjera, pero predominando las costumbre y gustos ancestrales, en cada detalle de tallado, jarrones, jardín, habitaciones y otras estancias que ofrecía tal reliquia familiar. Caminó curioso y absorto por toda la destilación de belleza y armonía que se mecía como brisa en el ambiente. Para alguien extranjero como Shizuka, era toda una novedad y viaje fascinante, cada vez que podía presenciar y palpar algo así (Y para mí también, a las justas lo he visto en la tele T_T). Pues a pesar de tener el apellido japonés, no conocía a profundidad la cultura oriental de la que provenían los padres adoptivos de su padre, o sea sus abuelos paternos. Cada habitación y pequeños recibidores eran con puertas corredizas. En cada una de ellas buscaba a Fausto, cruzándose con uno que otro silencioso sirviente que le sonreía y, discretamente, observaba con cierta diversión. El rubio se daba cuenta de eso. Se acercó a uno de ellos y le preguntó por Fausto, éste le indicó que el Señor estaba entrenando en el “salón de armas”.

 

Shizuka, algo confundido, se dirigió al lugar mencionado y guiado personalmente por la amable y sonrojada sirvienta… (Shizuka coqueto… *¬*). Cuando llegó a la puerta semi-corrida, le indicó a la colorada joven que le dejara solo. Se inclino de forma discreta en el espacio expuesto que dejaba la puerta corrediza, sin entrar aún. Ahora comprendía el por qué le dijeron que a ese lugar se le denominaba como el “Salón de Armas”. En cada pared que podía captar su vista, estaba repleto de forma ordenada y armoniosa, distintos tipos de armas de guerra. No pistolas ni nada por el estilo, sino eran armas de combate cuerpo a cuerpo, según recordaba de los libros que ojeó en alguna ocasión, indispensable para el entrenamiento que recibió para perfeccionar sus aptitudes con cada tipo de arma bélica; salió de sus pensamientos al escuchar el ruido de pasos rápidos. Metió un poco más la cabeza para ver lo que pasaba en el lado derecho del fondo de dichoso salón, y ahí vio a Fausto, descalzo y vistiendo sólo un cómodo pantalón-buzo de tela negra, realizando movimientos por demás atléticos, eran más que eso.

 

El pelinegro sostenía dos espadas medianas y realizaba una especie de danza con una soltura y rapidez sorprendente. El filo de cada arma terminaba cortando limpiamente varias figuras masculinas de tela y rellenadas con arena; todas siendo sujetadas por cuerdas anudadas desde el techo. Los saltos, vueltas, patadas y zarpazos que daba Fausto a los muñecos de prácticas, tensaban sus músculos por los bruscos  y, al mismo tiempo, elegantes movimientos. Su cabello negro azabache y corto hasta la nuca, se mecía y liberaba algunas gotas de sudor… sudor, la fina capa que cubría su torso desnudo dejaba a Shizuka lelo. Tragó duro, cuando de repente los ojos rubí de Fausto se posaron sobre los suyos, esbozando una sonrisa torcida, y con carrera resuelta, se acercó a Shizuka empuñando las dos cuchillas con clara intensión de atacar y…

El rubio contuvo la respiración a la vez que el otro abría completamente la puerta con una patada y sin perder equilibrio, se impulsó en el aire y en un ademán de cruzamiento de brazos llevó los filos de sus espadas a la yugular y al estómago de Shizuka. El de ojos castaños se quedó parado y algo pálido, con el rostro del otro a centímetros del suyo. La mirada rubí penetrándole la Psiquis. Podía escuchar la muy bien disimulada respiración entrecortada del pelinegro.

 

Tal vez Shizuka, tendría que pensar seriamente si debía recibir ayuda profesional de inmediato, por que estar así de acorralado por un Fausto sudoroso, casi desnudo y con pinta de guerrero a punto de cortarle y despedazarle, le excitaba hasta el delirio… - Tienes una piel tan suave que me dan ganas de cortar… es tan bella… -  Le dijo Fausto retirando suavemente una de las espadas de su yugular, bajándola sobre la ropa que cubría el pecho del rubio. Shizuka jadeó ante este movimiento, pero jadeó más cuando sintió la otra espada bajar por la falda de la bata hasta rozar con el metal frío la piel de su muslo derecho… El rubio cerró los ojos ante la sensación.

-  Te gusta ¿verdad? – Ante la pregunta, Shizuka sonrió sin abrir los ojos. La espada que se paseaba lentamente por sus piernas, se abrió camino debajo de la tela…

 

- Qué piensas hacer… piensas cortármelo?… Pervertido… -  Shizuka escuchó la risita divertida que daba Fausto.

 

-  Sólo estoy constatando cuan sinvergüenza eres… Pervertido, dices?  - Levantó la tela un poco y vio la hombría despierta del rubio. Fausto soltó la otra espada y, aún con una entre las piernas de Shizuka, se acercó a los labios de éste y casi besándolo le dijo -  No negaré que si lo soy… Pero tú, mi querido Shizuka… - Lamió los labios del castaño -  Tú… me superas con creces… Y eso me encanta de ti… -  y lo besó. Shizuka abrió los ojos encontrándose con los escarlata de Fausto. Esa mirada que le estaba dando era suficiente para empezar, y repetir todo lo que hicieron la noche anterior.

 

*

 

El sólo recuerdo de aquello, la mirada y sonrisa que Fausto tenía ahora… ahí recostado a su lado y desnudo, fue suficiente para saber qué es lo que deseaba el otro. Rápidamente tomó el frasco de lubricante y se untó y preparó con algo de impaciencia… Gateó lentamente y contorneándose como un felino, hasta acomodarse en cuatro sobre el cuerpo que deseaba que le poseyera hasta dejarle hecho masa.

Fausto le sonrió con languidez y luego alzó una ceja en señal de pregunta. El rubio no dijo nada. Sosteniéndole la mirada, paseó con suma lentitud su mano derecha por todo el torso, hasta llegar sin mucho apuro al miembro erguido del científico. Lo frotó haciendo puño, alternando con acaricias de su dedo pulgar en la punta. Sin apartar los ojos del rostro siseante del otro. Fausto apartó las manos de su nuca, llevándolas directo a la erección de Shizuka para acariciarla, y jadeó con anticipación al sentir como éste llevaba su miembro hecho piedra por las acertadas y conocedoras caricias, hacia el abrigo acogedor y carcelero que era el interior del castaño.

 

Shizuka primero jugó rozándose con la punta húmeda del moreno, aguantando su propia necesidad de ser penetrado. Quería que Fausto se lo pidiera. Sujetaba la base del miembro, estabilizando su peso sobre sus rodillas flexionadas a cada lado de las caderas del pelinegro. Fausto sin dar su brazo a torcer ante las claras intenciones de dominio del rubio, tomó a manos llenas las nalgas níveas del otro y las presionó con la intensión de apurar su llegada triunfante… Shizuka detuvo la acción, imponiendo rigidez a sus piernas. Sonrió. -  Que impaciente… es que no te gusta… - Relajó su entrada y se dejó penetrar suavemente y con movimientos circulares, solo un poquito. Consiguiendo que Fausto cerrara los ojos y suspirara… - … jugar?... – Completó en un susurro y gimió a propósito. Tan sólo para incitar más al otro. Se acercó a la oreja del pelinegro y con voz sugerente le dijo. – Sólo tienes que pedirlo… - Le mordió el lóbulo de la oreja e introdujo la punta de su lengua en el oído de éste.

 

Fausto se estremeció y entreabrió los labios, dejando escapar su aliento con agitación. – Si no me dejas follarte de una maldita vez… te juro, que una vez que pueda… te dejaré de tal manera… que no podrás sentarte como Dios manda… por mucho, pero mucho tiempo. Y no me compadeceré de tu pobre trasero, las veces que seguirán a esta. – Terminando de “prevenirle”, lo besó con pasión y acarició toda la espalda del rubio, pellizcando sus nalgas.

Al terminar el besó, Shizuka, cogiendo oxígeno, le respondió: -  Sabía que me lo pedirías… - Le guiñó un ojo y sonriendo con malicia, agregó. – muy a tu estilo, claro… - Sin más que decir y harto de esperar en una tortura iniciada por él mismo. Se empaló de una sola vez, jadeando sin pudor. Hicieron el amor con todo lo que les permitía las últimas reservas de energía de esa noche.

 

 

 

Llevaba dos semanas y media en Australia…

 

El primer trabajo que realizaría, consistía en asesinar de forma muy discreta a un empresario ruso, llamado Ulinov Shackova.  Un hombre muy alto, robusto y de apariencia bonachona. Le había investigado, y según sus informes, éste individuo hacía grandes y jugosas transacciones de dinero manchado en droga, a su cuenta bancaria; y había cometido el grave error de emprender la abrupta y legal retirada del mundo del narcotráfico, hacia una vida más calmada y en todo lo que se pudiera, honrada. Shizuka sabía que eso era imposible. Sólo lograbas salir de esa sociedad, a menos que estuvieras frío, rígido y sin poder dar otro suspiro que indicara que aún seguías con vida.  Injusto, pero real… Y ahora, éste individuo tendría que pagar el precio de su libertad, de su traición… Pues respaldado y protegido hasta el tuétano de sus huesos robustos, por la INTERPOL. Denunció a muchos de los integrantes de dicha mafia. Muchos cayeron. Otros lograron probar por medio de extorsión y “donaciones” de grandes sumas al Estado de ese país, que estaban limpios de cualquier “injuria” lanzada a su prestigiosa reputación como ciudadanos y prósperos empresarios.

 

Shizuka tendría que mandarle el mensaje de muerte, que habían preparado los que lograron salir libres de “polvo blanco” y paja.

 

Estaba siendo algo engorroso el encontrar aquel momento indicado para realizar su trabajo. Todos los malditos días, aquel hombre estaba siendo vigilado por varios hombres especialistas en desarticular emboscadas, amenazas bélicas y todo lo que correspondiera el significado de “Seguridad Nacional”.

 

¿Cuánto tiempo le duraría la gracia? Además, no le estaba poniendo ganas a su futura presa. Ni siquiera había planeado cómo le mataría. Si lo haría de la forma normal, o sea como francotirador, posición que más cómoda le resultaba. Tal vez tendría que matarlo en su propia habitación, de cerca. Un encuentro de personas con funciones específicas. Una como víctima y el otro como victimario.

 

Shizuka en el momento en que llevaba a cabo su criminal arte, se transformaba radicalmente en alguien completamente distinto al ser sensible y atormentado que resultaba después de todo lo que realizaba y se daba lugar a alguien que se podría considerar como el asesino perfecto; lugar que se vio obligado a tomar para proteger lo que más quería, y ayudar a alguien que realmente lo necesitaba. En estos trabajos que él hacía, llegaba a ser el asesino que era indiferente y encandilado en lo que mejor se desempeñaba. Lo peor era cuando su lado humanitario tomaba control nuevamente sobre su conciencia asesina; y en uno de aquellos lapsos de indulgencia con los demás seres, se prometió regresar de una buena vez y retornar a su adoptada vida japonesa. Dejar por un momento que esa lucidez le cubriera… que por esta vez no tuviera que hacerlo. Lo haría después. No le quedaba de otra. Debía cumplir con el contrato, y no sólo era por el dinero, sino que tenía que hacerlo o habría desastrosas consecuencias…

Necesitaba ver a Fausto. Una vez más... Verlo… y acurrucarse en sus brazos, aunque el otro solo fuera capaz de abrigarle en la funda de su frialdad. Fausto, por momentos era alguien que Shizuka no comprendía. Había veces en las que ambos eran idénticos, tan desinhibidos… tan instintivos, tan sexuales.

 

El carácter del pelinegro le atraía tanto, pero en ocasiones solo le sacaba de sus casillas. Era reconfortante el hecho de sólo verse por temporadas, lo era… pero, ya había dejado de serlo, desde aquella vez en la que, éste, le dijo por primera vez que: “Te quiero, no sé lo que signifique esto…”  Era una frase tan tonta. Tan inusual entre ambos. Tan falta de sentido, si se analizaba el “acuerdo” no verbal, en pocas palabras tácito, que habían pactado, de no involucrarse más de lo necesario. En ese instante lo infringieron. Y ahora, con sus dudas y necesidades, lo estaba rompiendo y lo peor era que se sentía solo en aquella tormenta de confusión. Odiaba depender de alguien. Odiaba los sentimentalismos que los demás podrían demostrarle. No los soportaba. Los únicos sentimientos que se permitía eran los que su causa de lucha y sacrificio le inspiraban… esos debían ser los únicos que debía y merecía conocer. Nada más, ni nada menos. Ya había sentido demasiado en el transcurso de su vida, y se suponía que ya tenía suficiente de todo eso. Pero, al parecer no era así.

 

Mejor no ahondar más en aquel dilema. Debía dejarlo así.

 

Necesitaba ver a Fausto por que… bueno, por que era muy bueno en la cama, y Shizuka sólo quería sentir esa sensación de llenura y relajo, que  solo una buena sesión de sexo te podría dar. Sí, así tenía que ser… (O__ó piensa igual que Fausto… ¬_¬ ho ho ho)

 

La temperatura de aquel país extranjero se mantenía alta durante las veinticuatro horas, y la tarde a medio morir por la noche, pues estaban siendo cerca de las 18:00, le serviría como excusa para despabilarse un poco de todas sus responsabilidades. Debía concentrarse sólo en una… la más importante.

 

Se vistió con ropa informal, un conjunto de camisa guinda, jeans oscuros y sus infaltables zapatos italianos, y salió de la Suite en donde estaba temporalmente hospedado, llevando consigo sólo un ligero maletín de cuero (Que manía con los maletines… ¡¡Hombres!!! ¬_¬ Ah, si… yo lo escribo… jejeje U_ú) Paseando por las  bulliciosas, algo oscuras y llenas de enormes edificios, calles de Sydney, cap. de Nueva Gales. Grandioso lugar ¿Por qué, no hacer turismo… o algo parecido?.

 

*Realmente es irónico, cómo los hilos del destino se entretejen caprichosamente, hasta que la realidad y actos pasados se revelan como verdades absolutas… dañando, destruyendo y reparando todos los cimentos de las vidas que se ven involucradas… Así como revolucionó la mía y la del desgraciado que me tocó ayudar y sostener… con mi propia integridad.*

 

- ¿Sabías que Australia es en realidad una isla, sólo que tiene dimensiones continentales?-  Fue interrumpido en sus cavilaciones, por una voz masculina.

 

Shizuka detuvo sus pasos, y dispuesto a despachar rápidamente al atrevido. Volteó lentamente, esbozando una sonrisa conciliadora.- Si leyera el diccionario y libros guía con tanto ahínco, creo que lo sabría y… - No pudo completar la respuesta llena de sorna que estaba a punto de escupir. El rubio se quedó de una pieza al ver y reconocer al individuo que le había interrumpido en sus pensamientos.

 

- Si, creo que tienes razón… siempre fui alguien muy pegado a los libros y diccionarios. – Contestó su sorpresivo interlocutor, sonriéndole y guiñándole uno de sus profundos ojos negros.

 

- Ha-Haruka… - Perdió el aliento al decir ese nombre.

 

- El mismo que viste y calza… hermanito.- Dijo el sujeto de rubios cabellos y ojos negros joviales y muy penetrantes. Varios centímetros más alto que Shizuka. Embutido en un elegante y formal traje de ejecutivo.

 

La calidez embargó su corazón y con pasos rápidos eliminó la corta distancia que los separaba. Abrazó a su hermano mayor, tan fuerte que sintió que la sangre no circulaba por sus brazos.

 

 

Caminando al lado de su hermano en tierras extranjeras y pudiendo verlo después de tantos años… demasiados años, según le reprochaba su amor fraternal.

 

- Así que negocios… - Dijo Shizuka.

 

- Si, me han tenido todo el mes de viaje en viaje… - Sonrió con cordialidad su hermano. – me quedaré una semana más… o según lo que dure la negociación con aquella compañía… -

 

- Ya veo… siempre supe que lo tuyo era la vida de conciliador negociante… y como siempre… -

 

- No te equivocaste… - Completó Haruka con voz divertida.

 

- Exacto… no puedo evitarlo, mis poderes de vidente me lo dijeron. – Acotó el de mirada castaña, poniendo una cara de total concentración a la vez que llevaba la palma de su mano derecha para cubrir sus ojos. -  Estaba escrito… Oh, si… lo veo… veo… -

 

- ¿Qué ves…? – Preguntó su hermano, fingiendo interés y ansiedad.

 

Tiempos atrás, ellos siempre jugaron al “vidente” cuando la conversación se volvía seria y las dosis de humor les permitían seguirle la corriente al otro. Y siendo Shizuka menor en tres años a su hermano, tal despliegue de “clarividencia” siempre se presentaba con la intención de poder ser malcriado por su hermano o con la simple misión de jugarle bromas o burlarse “con moderación” de él. Haruka era alguien con el que se podía hacer ese tipo de cosas, porque poseía la paciencia y sincera disposición por entablar simpatía con cualquiera que lograra pasar por su caparazón de educada indiferencia. Por qué no agregarle también que tal empatía naturalmente plasmada en su semblante y lenguaje corporal, servía de mucho a la hora de conseguir lo que se propusiera.

 

- Lo veo muy claro… es una revelación. – aseguró Shizuka con los ojos cerrados y frunciendo el ceño.

Los dos estaban parados a la sombra de un inmenso y luminoso anuncio de comidas y bebidas exóticas.

 

- ¿Ah, sí?... - 

 

- Si… veo que… consentirás a tu pequeño y desvalido hermanito, invitándole unas bebidas exóticas, en específico… - apuntó con el pulgar el lugar indicado en el anuncio… - eso es lo que me fue revelado.

 

- ¿Justo ahí?… ¿Sabes cuanta distancia tendremos que recorrer? – Trató de convencer el de ojos negros.

 

- ¿Por favor? – Tanteó el menor.

 

- Al parecer aún no dejas esa vida… - Sonrió su hermano mayor.

 

- Ya lo sabes… - Sonrió con algo más que mero plan de juerga.-  Quiero recordar esos buenos tiempos… además, nuestro encuentro no puede ser desperdiciado… ¿verdad? – Shizuka levantó una de sus cejas rubias.

 

Su hermano le devolvió el gesto, y dando un suspiró de derrota, volvió a sonreír. -  De acuerdo… será bueno que me relaje un poco de tanta responsabilidad… vamos, te llevaré en mi auto. Y entonces, no podrás eludir mi pregunta del por qué estás aquí… o eso creo. -  Puso sus manos en los hombros de Shizuka. – Tienes mucho que contarme… hermanito.

 

Ambos se dirigieron en donde estaba estacionado el auto de Haruka. Un hombre de unos treinta años aproximadamente, vestido formalmente con saco y corbata, rasgos latinos y dientes muy blancos, por la sonrisa con la que los recibió; les abrió la puerta del coche negro en los asientos traseros, luego éste se acomodó en la parte delantera, y preguntó: - Dígame la dirección Señor Motomiya… - Dijo el chofer, con un tono muy peculiar en su ingles, mirando por el retrovisor con sus enormes ojos grises.

 

-  Diogo, te presento a mi hermano, Shizuka…- El chofer volteó levemente y le sonrió con cordialidad. -  Son cinco años que no lo he visto, y el muy ingrato me ha animado para salir con él y beber unos tragos… exóticos… - explicó con voz divertida.

 

- Por fin algo de diversión… - Dijo por lo bajo el chofer, rodando los ojos levemente.

 

- ¿Perdón?...- Preguntó Haruka, alzando una de sus casi oscuras cejas.

 

- ¿Eh?... – El chofer llamado Diogo se hizo el desentendido.

 

- ¿Qué dijiste? … Repítelo? – Ordenó el hermano de Shizuka entrecerrando los ojos…

 

- Pues… bueno… -

 

- ¿Estas insinuando que me estoy volviendo aburrido? - Haruka se cruzó de brazos y puso cara de estar muy ofendido…

 

Shizuka rió con ganas. El chofer esbozó una sonrisa cómplice para el castaño y rápidamente cambió su semblante a uno de preocupación al ver a Haruka. – Yo no dije nada…- Trató de excusarse.

 

- Te escuché… - Se inclinó hacia delante quedando frente a frente con el latino y le dijo en un susurro que Shizuka a pesar de haberlo escuchado claramente, no pudo entender ni pío, pues lo dijo en otro idioma. “Así que no te parezco divertido?...” – Escrutó todas las facciones del rostro varonil que tenía frente al suyo…-  “mi hermano me pidió que lo llevará a un bar que está muy lejos… cambio de planes… llévanos al lugar que tú, señor-diversión, creas conveniente…” – Luego terminó sonriendo con suficiencia.

 

Shizuka se quedó embelesado al ver la cercanía entre ambos y la forma tan ¿sugerente? (O.O?) con la que su hermano le hablaba al Oh-sí-muy-masticable chofer, agregándole el hecho de escuchar otro idioma en susurros. Tenía que agradecer a todas las deidades que existieran por que… realmente era genial el estar rodeado de tanto hombre guapo. Sí, que lo era. (Debes agradecérmelo a miiii… >.<)

 

La sonrisa ladina y un par de ojos rojos, muy perturbadores, se dieron asilo en la muy concurrida mente del rubio de mirada castaña. Sonrió por el repentino recuerdo… Luego, como si se percatara de lo que estaba haciendo, negó con la cabeza y espantó con las manos a unos insectos imaginarios.

 

Su hermano, que seguía conversando con el chofer, volteó de repente y le preguntó. – ¿En quién piensas?... ¿Alguien que yo conozca?... uhmmm…- Lo pensó por un momento… y sonrió pícaro. –  Nicolai?... – Su hermano sabía, desde hace mucho, de sus inclinaciones y preferencias sexuales y a diferencia de la cara de asco e hiriente decepción que puso su madre; Haruka, no sin dejar de impresionarse, le aceptó y apoyó en todo.

 

- por favor Haruka… - Puso cara de ofendido. -  Actualízate. -

 

- Oh, discúlpeme… - Dijo su hermano en tono teatral. -  Olvidé que no nos vemos desde hace casi cinco años, y por lo tanto no estoy “Actualizado”. – Hizo comillas con los dedos al decir la última palabra, en claro tono de sarcasmo.

 

- no te preocupes… estás disculpado. – Dijo Shizuka.

 

- Oh-magnánimo-Shizuka… gracias, muchas gracias.- Agradeció Haruka, mientras hacía la simulación de besar las manos de su hermano… finalizando la actuación con un codazo que dejó sin aire a Shizuka. – Ya enserio… dímelo ¿Quién es?.

 

Tomando aire y sonriendo socarronamente. – No hay nadie… en absoluto, hermanito.

 

- Ja!!... Sí, claro. – Sonrió Haruka, volteando a ver al chofer. – Nada que un par de tragos no le haga confesar…

 

- A la orden… - Dijo Diogo, a la vez que procedía a pisar el acelerador y emprender la marcha.

 

 

Recorrieron las largas carreteras australianas, en espera del lugar recomendado por el chofer de Haruka.

Por la ventanilla polarizada del coche, podía ver con gran claridad los distintos sitios de esparcimiento nocturno. Todo luminoso, todo parpadeante. Una que otra música de moda llegaban a sus oídos, a pesar del bullicio de las calles abarrotadas de transeúntes con andar veloz, sin dejar de lado a los individuos de aspecto llamativo y estrafalario; no cabía duda que tal moda de pantalones súper pegados, abrigos, camisas cortísimas, y muchos accesorios puntiagudos, hechos en casi su totalidad de cuero negro y metal, y no olvidemos el maquillaje de aspecto gótico tanto en hombres como en mujeres, eran algo que te encontrabas en todas partes. Shizuka recordaba que en NY, en su época de adolescente, también fue parte de dicha moda. Todas esas imágenes y sonidos indistintos, se mezclaban con la del propio ruido del coche provocado por el motor en marcha.

 

Extraño o no, agradeció mentalmente que su hermano le dejara envolverse en el mutismo en el que se encontraba. Se suponía que hablarían sin parar de todo lo que hacían mientras llegaban al lugar de destino… Pero no. Al parecer, su hermano mayor le estaba dando un pequeño lapso de espacio mental, tal vez notó la fugaz preocupación  en su semblante. Tal vez adivinó su intento de adormecer sus problemas con un chocar de copas… Quizá, Haruka no había perdido esa habilidad de leer sus facciones y sentimientos, como si estuviera viendo el fondo de un riachuelo de aguas cristalinas.

 

Una mano acariciando sus dorados cabellos le hizo voltear el rostro hacia su izquierda. Haruka le sonrió con afecto y luego apartó su mano de la cabellera de Shizuka. Era una muda comprensión.

 

Realmente la sangre no aseguraba nada. El lazo que ellos compartían era más fuerte que el de la hermandad en su totalidad. Ellos eran hermanos por parte de madre, aunque Haruka fue reconocido y criado por el padre biológico de Shizuka, su madre siempre hacía la diferencia de a quién amaba y a quién no. Y la segunda opción siempre fue Shizuka… siempre fue él. Pero no odiaba a su hermano por eso, no le odiaba… era imposible hacerlo. Después de la muerte de su amado padre, Haruka pasó a ser el ser que más se acercaba a esa calificación,  a pesar de los reclamos e indiferencia de su madre. Su madre. No podía evitar pensar en ella cada vez que veía a su hermano… mas no había sido esa la razón por la que se tuvo que separar de él, claro que no. La razón era mucho más fuerte  que toda su gratitud y amor de hermano… había sido más. Y aún lo seguía siendo.

 

- He conocido a una chica… muy especial… - La voz de su hermano le interrumpió en un tono cortés y hasta algo tímido. Shizuka, extrañado por el lenguaje pocas veces solemne y tímido que estaba utilizando con él, se concentró en el rostro de Haruka.

 

- Especial?... – Lo pensó un poco. -  Oh, no!!! Eso me suena a… - Tragó de forma teatralmente afectada, y llevando una mano a su pecho, completó en un susurro dudoso… - amor…

 

- Bueno, creo que… - Buscó los ojos castaños de Shizuka… - … si.

 

- Oh, mierda… estas enamorado!!! – Shizuka se quedó con la boca abierta. Parpadeó un poco. – Eres hétero?

 

Su hermano se le quedó mirando confuso por un momento. Solo se escuchó el leve toser del chofer. Como si ese sonido hubiera sido una señal para salir de su estupor. – Hétero?... –  Preguntó el mayor de los dos. Shizuka le arqueó una ceja en símbolo de duda y pregunta. Haruka arqueó la misma ceja, y torció los labios. Entonces, la ronca y algo cantarina carcajada de Haruka se hizo escuchar por todo el espacio del vehículo. – No cambias Shizuka… mira que… preguntarme eso… si soy hetero… ¡oh, por dios!... necesito un pañuelo… para las lágrimas… si vieras la cara de… de idiota que tienes… - Dijo entre carcajadas.

 

Shizuka se molestó un poco, pero contagiado por las carcajadas de su hermano, comenzó a reír. Hasta el chofer se unió al concierto de risas que los hermanos habían armado.

 

- O sea que… ¿No eres gay?. – preguntó Shizuka aún agitado por la risa.

 

- De donde sacaste eso…? -

 

- Déjame recordar…- Puso cara de concentración. – Esa vez que te fuiste con tu “amigo” Gerald, al baño… sí, claro… en esa fiesta a la que me llevaste por primera vez… creo que era el cumpleaños de tu amiga… uhmm… Mary…? Cómo olvidar las horas de horas que te encerrabas con George… en tu habitación… del cuál, en algunas ocasiones, escuché uno que otro sonidito extraño escapar de las paredes… o aquel Suizo espectacular con el que te desaparecías en “plan de guía turística”… – Haruka iba responder, pero le cortó, acotando algo más… - Noté muy bien las miradas que se daban… ¡ja!... y no pretendas engañarme. – Terminó triunfante.

 

El chofer, Diogo, viró hacia la izquierda y bajó la velocidad. Volteó a ver directamente al rostro de Haruka y sin poder ocultar muy bien las ganas de seguir riendo, le dijo en tono “algo” burlón… - Llegamos…

 

Dejando el tema de inclinaciones sexuales a escoger, para después. Salieron del coche y ante sus ojos se vislumbró sin mucho esfuerzo el letrero con luces de neón variopintas “Oasis”, ese era el nombre del video-pub, y la música contagiosa de un ritmo pocas veces escuchado por los hermanos, se colaba por debajo de la piel de los pies, incitándote a moverlos de una forma atípica…

Shizuka sonrió y volteó a ver la cara de su hermano, éste se estaba desabrochando el saco de ejecutivo, se lo sacó y la siguiente en ser despojada fue la corbata azul-marino.-  No me digas que tienes complejo de exhibicionista... – Le cuestionó a su hermano. – No veo por ningún lado el letrero de “Nudistas”.

 

- Ja!... siempre tan graciosillo.- Respondió Haruka, entregándole las prendas que se había sacado a Diogo; éste las dobló con destreza y rapidez, y las guardó en uno de los compartimentos cerca al asiento del conductor. Haruka arremangándose hasta los codos las mangas largas de su camisa lila y desabrochando los tres primeros botones del cuello, miró con expresión burlona y cómplice a Diogo. – No esperarás entrar así… ¿verdad, Señor-diversión?.

 

- No suelo mezclar mi horario de trabajo… con la diversión. – Respondió con una leve sonrisa el chofer. – Usted me pidió que le trajera a un lugar divertido… y sin temor a equivocarme, éste es el lugar.

 

- Siempre tan modesto… pues entonces te ordeno que nos acompañes, de todas formas tú nos trajiste aquí… así que es tu deber el hacernos de guía. – Argumentó el hermano de Shizuka.

 

Diogo se le quedó mirando por un momento, luego dirigió su mirada gris hacia Shizuka, como buscando ayuda. Shizuka le respondió con una sonrisa y un… - Vamos no será tan horrible… - Lo pensó un poco, como sopesando la veracidad de sus palabras. – Aunque comprendo tu desidia… con mi hermano como compañía de parranda, es algo que debes ponerte a pensar muy seriamente… Pero no temas… Yo estoy aquí, y te aseguro que no te morirás de aburrimiento, lo juro… - Terminó de forma solemne y con aire de súper héroe.

 

Haruka le dio un codazo y le mostró una mirada de desaprobación, pero no objetó su “convincente” argumento. Diogo sonrió y asintió. -  Ahora me siento más seguro… - Haruka pidió paciencia al cielo, y Shizuka le dio unas palmaditas en el hombro al chofer… que estaba muy bueno (*¬*).

 

Una vez que Haruka y Diogo estaban más cómodos e informales. Los tres se adentraron al recomendado, y objeto de discordia, Video-pub “Oasis”. Sorteando a las personas que se aglomeraban en la estancia principal de dicho pub, muchas de los cuales eran de rasgos latinos y uno que otro caucásico; según notó Shizuka.

 

El pub, era de extensión considerable. Televisores de pantalla gigante, emitiendo canciones y bailes en los cuales las parejas se restregaban una contra el otro, en un meneo certero y sensual. Las luces en algunos sitios tintineando en colores metálicos, y en otros predominaba un ambiente tenue con luces doradas pero muy bajas y sugerentes. Los asientos acolchonados dispersos en esquinas rodeando mesitas negras y rectangulares. Varias parejas bailando y cantando en un idioma familiar pero no aprendido; era el mismo tono y murmullos que utilizaron su hermano y el chofer, según recordaba.

 

Alguien chocó con él, y volteó a ver quien era. Una morena de piel bronceada, ojos celestes y cabellos rizados en acentos rebeldes, al parecer se disculpaba con él, pero Shizuka no entendía nada de lo que le estaba diciendo. La chica sonrió al ver en su rostro grabada la palabra confusión; se aclaró la garganta e hizo gala de un ingles masticado a medias. – Hola guapo… me disculpas, no te vi. Tú estas muy bueno… -

 

Shizuka frunció un poco el ceño, decodificando las palabras de la espectacular morena. Al captarlo le sonrió con descaró y le dijo. – Ya lo sabía… - La chica sonrió extrañada, pero se recuperó rápidamente, iba a contestarle algo en su pobre ingles; pero fue interrumpida por Diogo, éste Le dijo algo a la chica en el idioma de ésta, y la chica sonrió encantada y le respondió otra cosa, hizo un gesto de espera con las manos, y se fue.

 

Shizuka volteó a ver a su hermano. Haruka estaba con los brazos cruzados y le sonreía a Diogo.

 

- Y luego dices que no eres gay… - Le dijo Shizuka, agarrándole desprevenido.

 

Su hermano le miró largamente, y se puso a reír. – Shizuka, el mundo no se divide sólo entre… Gays y Heteros… - Le guiñó un ojo y le tomó de la mano para jalarle hasta donde Diogo se encontraba.

 

En el corto paseo para buscar una mesa libre, varios de los presentes saludaban de forma eufórica, cariñosa, y con toda la confianza del mundo, que parecían tenerle, a Diogo; y éste saludaba de forma correctamente cordial, pues aún estaba “trabajando”.

 

Llegaron a la mesa que Diogo les consiguió. Ya instalados, un mozo de rasgos duros y latinos, se le acercó a tomarle el pedido de bebidas. Diogo habló con él.

 

Shizuka fue atraído por su hermano y este le dijo en susurros. – Es un pub brasileño… Diogo es brasileño.-

 

- Empezaba a creer que estaba en la dimensión desconocida…- Dijo de forma despreocupada; observando el baile complicado que hacían las chicas, el cual se concentraba en sus pies y el balanceo de sus caderas. Comenzó a mover, inconcientemente, sus pies al ritmo de la Zamba.

 

- Como te dije antes… he conocido a una chica muy especial.- Volvió a mencionar el rubio de ojos negros.

 

- Y como te respondí antes. – ¿eres hetero?... – Haruka sonrió. Shizuka rodó los ojos…-  Ok, Ok… ¿Eres bisexual?...

 

- Ya he dejado eso en el pasado… - Shizuka observó cómo Diogo le sonreía al mozo y este le respondía el gesto. Haruka desvió su atención de su hermano, para centrarla en Diogo.

 

- Siiiiii, claro… es cosa del pasado.- Haruka se sobresaltó por el comentario. – Oh, vamos hermanito… te gusta el Oh-sí-sexy-sexy-Diogo.

 

- No es lo que piensas… o lo que parece.- Trató de negar el mayor de los dos.

 

- Tienes razón… no es nada de eso.- Haruka pareció tranquilizarse un poco. La sonrisa maliciosa de Shizuka, le trajo a la realidad. – es lo que es…

 

- Tengo novia… y la quiero mucho. -

 

- Y debe ser una chica muy linda y buena. Eso no lo dudo… pero, ¿Es lo que buscas? – Le preguntó alzando una ceja.

 

- Ella es perfecta para mi… es… es… - Cerró los ojos y respiró hondo, tranquilizándose, pues estaba agitado.- es lo mejor que me puede pasar… la… la amo. – Terminó, mirando a su hermano.

 

- Pero que confesión de amor tan… tan sublime, y “segura”.- Hizo comillas con los dedos al decir la última palabra. – Por todos los cielos, hermano!!!… espero que seas feliz. No soy nadie para decirte qué esta bien o qué esta mal. Si sientes que ella…

 

- Hashimoto…

 

- ¿Qué?...

 

- Ese es su nombre… Hashimoto.

 

- Hashimoto… bonito nombre. Bueno, si sientes que Hashimoto es la indicada para ti, yo no tengo más nada que decir, que… que, por favor sólo busques el ser feliz, hermano… enserio.-

 

- Si, lo es… - Haruka sonrió levemente, y volvió a ver a Diogo por un fugas momento. – Estoy seguro.

 

- Bueno, se supone que los menores no debemos meternos en cosas de adultos… y yo soy menor que tú.- Bromeó, deseando darle una salida fácil a su hermano.

 

Haruka estaba a punto de contestarle, pero el mozo apareció de la nada con la fuente metálica, mostrándose sobre ella varias copas largas, repletas de un coctel blanco y como adorno una sombrillita de papel junto a un pedazo de fresa en el borde de la copa.

 

- Se llama “Pinga”, es una bebida nacional… pero de Brasil.- Le explicó Diogo, quién alzó su copa y dijo: Ha sus salud…

 

- No, creo que el brindis debe ser en honor a Diogo, por traernos a un lugar tan… - Shizuka volteó a ver a los bailarines, y completó… - movido…

 

- Salud por Diogo… - Aceptó sonriente Haruka.

 

Diogo sonrió, mostrando sus dientes blancos que contrastaban con su piel bellamente bronceada.

 

- ¿Y hace cuanto tiempo se conocen?... – Preguntó dándole otro sorbo al coctel. Estaba muy bueno.

 

- Estoy unos tres años a servicio del Señor Motomiya. - Respondió con algo de seriedad.

 

- Me siento tan viejo, cada vez que dices eso… Ya te he dicho que eso de “Señor” lo dejes para cuando estemos entre extraños. Hoy estamos ante el singular y grandioso Shizuka, o sea mi hermanito.

 

- Has dicho una gran verdad, Haruka… soy grandioso.- Sonrió, Shizuka. – Y tan bien… ya estas viejo.- Otro codazo fue recibido de forma resentida por sus pobres costillas.

 

- Es la costumbre… - Se defendió el chofer.

 

- Olvídalo… solo por hoy.- Pidió Haruka.

 

- Si, Haruka tiene razón. Diviértete con nosotros.-

 

Diogo lo analizó un poco, clavó su mirada gris en los ojos negros de Haruka, y asintió. – Si es así… entonces no les molestará que invite a unos amigos a nuestra rueda.- Les dijo con una sonrisa traviesa.

 

Shizuka asintió divertido y Haruka, dudó un segundo, y también asintió con una pequeña sonrisa mirando a su hermano. Diogo les dijo que ya regresaba, y se perdió entre la gente que no paraba de bailar. Shizuka tomó la mano de su hermano y le sonrió con calidez. – ¿Ha pasado algo entre ustedes? – Fue su pregunta. Haruka abrió completamente los ojos, y soltó un jadeo de conmoción, a la vez que negaba frenéticamente con la cabeza; al parecer la voz se la había ido. Shizuka sonrió y le dijo: - Ok. – Guiñándole un ojo.

 

- Ahora dime… hay alguien especial ahora?- Shizuka dio otro sorbo a su copa al escuchar la pregunta.

 

- Define… especial. -

 

- Sabes a que me refiero… -

 

- Pues no, no lo sé… - Respondió testarudo, sin poder mirarle a los ojos.

 

- mmm… ok. Especial. Hay alguien que pase de lo común por ahora?. -

 

- Si, tú… tú eres muy especial.-

 

Haruka le sonrió condescendiente; pero suspiró con exasperación. A pesar de la música a todo volumen y las risas de los demás asistentes, ellos hablaban de lo más tranquilos y sin gritar. – No me cambies de tema… te estas yendo por la tangente, como siempre lo haces. Aunque, conmigo no puedes hacer eso, así que responde.- Lo retó con la mirada, Shizuka suspiró derrotado.

 

- Bueno… especial, especial… si lo es…- Se dio cuenta de lo que acababa de decir, y se apresuró a corregirlo.- él es especial, es alguien especial por si solo… pero no especial para mi ¿entiendes?...

 

Su hermano alzó una ceja y se puso a reír de lo lindo, le causaba mucha gracia el repentino nerviosismo de su hermano. – Ya… sí, claro… totalmente entendido.- Dijo con mofa.-  Y cual es el nombre de ese alguien-no-especial.

 

- Es mejor que no lo sepas… además, no debemos darle la importancia que no tiene.-

 

- ¿Insisto?... -

 

-No.-

 

- Ok, mmm… y que pasó con Nicolai… era muy agradable el conversar con él…-

 

- Pues… diferencias irreconciliables. – Dijo, más relajado por el cambio de tema, es decir, por el cambio de sujeto.

 

- ¿Diferencias irreconciliables?...- Preguntó con extrañeza su hermano. – Pero si ambos se llevaban de maravilla, es más, recuerdo que hasta te fuiste a vivir con él. Estabas todo emocionado por estar con él, y ni siquiera hiciste caso a mis consejos de que: Es muy pronto Shizuka, apenas se conocen hace unos meses…

 

- Nos conocimos en la preparatoria… sólo que no hubo oportunidad en ese tiempo para… pasarla bien.- Le dio otro trago a su coctel.- Al terminar nuestros estudios de preparatoria, hubo uno que otro “flirteo”. – Dijo con voz sugerente y haciendo comillas con los dedos.

 

- Ya veo… cuanto tiempo duró la relación? -

 

- ¿La formal?...- Shizuka sonrió socarrón.

 

Haruka entrecerró los ojos y le dio una apretada sonrisa. – Realmente no tienes remedio…- Masculló.- Cuánto tiempo duró… la relación formal.

 

- Tres años… - Miró a otro lado al responder.

 

- Cuando te fuiste a vivir con él comenzamos a vernos menos seguido… poco a poco ya no sabia nada de ti.-

 

- Si… - Sólo podía responder eso.

 

Haruka se quedó en silencio por un momento. Shizuka sintió una caricia en su hombro izquierdo. – Te extrañé mucho, Shizuka. Si tienes algo que contarme lo harás en su momento.

 

Por estos momentos de comprensivo silencio, y otra cosas más… Shizuka amaba a su hermano. El rostro, cabellos y ojos, le recordaban tanto a ella que no pudo evitar preguntar. – ¿Cómo está… Elena?

 

 

Su hermano desvió los ojos, y mirando a una pareja que se comía a besos, le dijo.- Nuestra madre se encuentra bien, según lo que pude averiguar… - Pasó su dedo índice por el borde la de copa, en un claro gesto de incomodidad y retraimiento.-  hace unos tres meses que no la he visto… - Dijo en un susurro, que no fue audible pero si descifrable por el movimiento de sus labios.

 

Shizuka se arrepintió por haber preguntado. No debió hacerlo; lo sabía. Lamentablemente no podía evitar preguntar por ella, pues a pesar de todo… era su madre y no podía reprimir el, por momentos, irracional impulso de cariño e interés por su progenitora. Por que eso era… su progenitora, más no su madre; ese título era demasiado significativo como para que ella lo llevara impreso en una de sus tantas denominaciones y logros profesionales. Al menos con él, por que con su hermano era otra historia. Una muy diferente.

 

- ¿Sabías que ya es casi oficial que nuestra madre se casará con Sebastian… su eterno amante? – Haruka le preguntó de repente, dándole, conciente o no, un tono de amargura a su voz.

 

- Dicen que el que persevera alcanza…- Tomó su copa por la base y la acercó a la de su hermano, chocándolas levemente.- Ambos se merecen.- Y bebió.

 

- Detesto a Sebastian… no me parece alguien de confianza. – Mascullo Haruka, también bebiendo de su copa.

 

- Pues ya somos dos…-

 

- A pesar de todo su rechazo, tú siempre ibas a verla en el laboratorio donde trabajaba… -

 

- Si, lo recuerdo… -

 

- Te escabullías de mis cuidados e ibas en busca de ella… te interesaba algo de la ciencia de su especialidad?.

 

- En realidad… no. Sólo quería acercarme a ella… aunque no sirvió de nada.- Lo dijo como si tal cosa le importara un comino… Cuando en realidad no era así.

 

- Las veces que iba a verla a su trabajo fueron muy pocas y cortas… no me gustaba estar rodeado de tanto hombre de ciencia.-

 

- A Elena, eso le molestaba mucho… creo que lo que más deseaba era que siguieras sus pasos.- Aseguró Shizuka y Haruka asintió.

 

- ¿Quieres verla?... -

 

- Mejor no… no debo malograrle el momento de felicidad con mi presencia.- Dijo dejando la copa en el borde de la mesa.

 

- Entiendo… -

 

- ¿Y ya le presentaste a tu novia?. –

 

Haruka dio un suspiro largo, como de cansancio y negó con cabeza. – Aún no… -

 

- No te preocupes… Elena te adora y más aún si le presentas a una novia. -

 

- No quiero que Hashimoto se vea involucrada con nuestra madre… es mejor que no la conozca… - Esbozó una sonrisa tímida. – Quisiera que tú la conozcas… te agradará, es muy inteligente y amable, además de bella.-

 

- Estoy empezando a creer que estas enamorado.- Dijo de forma falsamente seria. Haruka le dio una sonrisa más amplia.- No sé, si sea buena idea que ella me conozca…- Completó, provocando que la sonrisa de si hermano se evaporara.

 

- ¿Por qué?...- Haruka frunció el ceño.

 

*¿Por qué? Pues por un millón de razones… claro está, que ninguna de ellas puedo decírtelas*… - Tal vez no le agrade…-

 

- Qué tontería estas diciendo… es imposible que no le agrades.-

 

- Pues existen casos muy raros en los que sucede eso… Aunque no lo creas. Por qué demora tanto Diogo.- Lo último fue para zanjar el tema.

 

Como si la simple mención le hubiera sacado de un trance, Haruka se puso alerta al instante y comenzó a buscar al susodicho con la mirada.- Es cierto… por qué demora tanto. – Su mirada se detuvo en un punto que Shizuka no pudo visualizar con facilidad, pero lo logró… y ahí estaba Diogo, con la camisa desabotonada hasta la mitad del pecho, bailando en un ritmo movido, sensual y muy pegado con la morena despampanante al ritmo de una “lambada”; según lo que Shizuka pudo leer, en letras parpadeantes de cada televisor de pantalla gigante. El semblante de su hermano se tornó duro y apartó la mirada de donde se estaba dando tal espectáculo, pues, al parecer, Diogo era la sensación en aquel lugar bailando tal género. Los aplausos y porras que los demás individuos le proferían, eran prueba de eso.-  No lo busques más… está… ocupado.- Comentó Haruka, quizá pensando que su hermano aún no le veía entre toda la muchedumbre; le dio el ultimo sorbo a su coctel y con un silbido llamó al moso. Este apareció al instante y Haruka, haciendo gala de su perfecto portugués, pidió unas cervezas bien heladas.

 

- Oh, oh… no pensarás emborracharte, ¿verdad? - Tanteó Shizuka. Su hermano volteó a verlo con una advertencia en su mirada que raras veces le veía.- De acuerdo… yo inicié esto… no te preocupes, cuidaré de ti.- Dijo levantando las manos y mostrando sus palmas como señal de paz.

 

- Que amable… - Fue la mordaz respuesta.

 

El mozo regresó rápidamente con dos vasos de vidrio enormes y repletos de ambarina cerveza. Haruka tomó firmemente el asa del vaso y se llevó todo el contenido hacia su garganta. Shizuka estaba en shock. Su hermano, tan pulcro, tan buen chico, tan correcto; según sus recuerdos de antaño… estaba buscándose la borrachera de su vida. Esto era de antología.

 

- Haruka tómatelo con calma…- Se vio obligado a decirle.

 

Hasta la última gota fue a parar a su boca entre abierta. Se relamió los labios y miro al mozo, éste parpadeó y Haruka sonrió.  El enorme vaso ya vacío fue puesto con un poco más de fuerza de la necesaria. – Quiero que me traigas una jarra de cerveza, la más grande que tengas.- El mozo asintió y se retiró como flecha veloz a traer el pedido.

 

- ¿Qué le dijiste al mozo?...- Preguntó curioso y a la vez divertido a su hermano tan pocas veces desinhibido.

 

- Que trajera más diversión… pues esta noche es de celebración.

 

El mozo llegó con una jarra, considerablemente grande, llena hasta el tope de cerveza, y con suma habilidad llenó el vaso de vikingo de Haruka y se la entregó, le guiñó un ojo y se fue.

 

- Y pensar que el desvergonzado soy yo… Oh, por favor hermano, con el mozo no…- Suplicó Shizuka.

 

Haruka casi se atraganta con la cerveza, y entre toses y risas le dijo.- ¿De que hablas? Sólo estoy pidiendo cerveza. Que no se te olvide que tengo novia.

 

- eso te lo digo a ti… que no se te olvide.- Le reprochó, y se tomó todo el contenido de su primer vaso antes que se calentara. Se sirvió otra vez y esta vez brindó con Haruka, que ya iba por el tercer vaso, y bebieron todo de golpe. Terminaron riéndose por que casi se atragantan. Un poco achispado por la mezcla de bebidas, Shizuka se atrevió a preguntar. – Y cuándo piensas decirle a Diogo que te gusta.-

 

- Nunca…- respondió, al tiempo que sacaba una cajetilla de cigarrillos del bolsillo derecho de su pantalón. Lo prendió llevándoselo a sus labios y dio una larga calada. Al expulsar el humo, acotó.- Ya tengo suficientes problemas… y no quiero uno más.-

 

- ¿Y no bastaría con sólo un polvo?... – Con la mano le pidió un cigarrillo. Su hermano se lo dio y prendió.

 

- No… al principio intenté llevar una vida así… pero me dí cuenta que no es lo mío.- Le mostró una sonrisa de complicidad.- a diferencia de ti…

 

- No volteemos el tema hacia mí.- Pidió Shizuka, expulsando el humo suavemente de sus labios.

 

- Por qué no? Tu vida de seguro será más interesante…- Una aspirada larga al filtro y el cigarrillo se consumió hasta casi llegar a la mitad. Haruka lo expulsó con sumo placer. – Hace tiempo que no fumaba…

 

Shizuka sonrió y negó con la cabeza, sirvió cerveza en los dos vasos; otro brindis y comenzaron a beber a lo macho.- Te pareces tanto a papá…- le dijo Haruka, apagando los restos del cigarro en el cenicero que estaba empotrado en el medio de la mesa.

 

- Sólo que no tengo sus ojos violeta intenso. Aunque en personalidad, quitándole lo sexual, tú te asemejas más a él…- Los dos se pusieron a reír.

 

- Tienes razón… esos ojos… esa mirada dulce y desafiante, que le ponía un pare a nuestra madre cuando se pasaba de la raya contigo. Nunca olvidaré esa mirada violeta.- Comentó nostálgico el mayor de los dos.

 

- Si… - Dijo apenas en un susurro, Shizuka, perdido en algunos recuerdos. De repente se le fueron las ganas de fumar, dobló y apagó su vicio en el cenicero.

 

- Pero viéndote bien… tú también tienes ese color en los ojos… cuando te enojas o cuando estas muy feliz… es extraño.-

 

- ¿Ah sí? No lo sabía.- La música comenzaba a meterse por debajo de sus pies, y sin que se diera cuenta comenzaba a coger un ritmo a pesar de estar sentado.

 

- Papá era algo excéntrico… empezando por los nombres. Haruka… Shizuka… ¡y siendo norte-americanos! Me parecía hilarante.-

 

- Kimihiro, le pusieron nuestros abuelos… estaba enamorado de la cultura japonesa. Era lo mínimo que se esperaba de él.-

 

- Aún le extraño… siempre lo haré.- Una sonrisa ida se asomó por los labios de Haruka.

 

- También yo.- La imagen de su padre en el lecho de su muerte: Shizuka, por favor, cuida de él… tienes que hacerlo, pues su destino es quedarse sólo… por favor hijo…

 

- ¿Recuerdas?...- La voz de su hermano le sacó de aquel fugaz y abrumador recuerdo.

 

- ¿Disculpa? Lo siento, me distraje…-

 

- Que nuestra madre insistía en llamarnos por nuestros segundos nombres.- Shizuka asintió.

 

- Detestaba los que nos puso papá… Edward, me decía.- Se quejó Shizuka, frunciendo el ceño.

 

- Si. Chrístal, siempre usa ese nombre conmigo. Pero sabes qué… prefiero mil veces Haruka.

 

- Y yo Shizuka… Entonces, salud por Kimihiro Motomiya.- Alzó su vaso, otra vez lleno.

 

- Salud por él…- Convidó Haruka.

 

Se la pasaron bebiendo como barriles sin fondo, por más de una hora. Conversaban de todo y de nada, riendo por ratos y recordando la mayor parte del tiempo… más cerveza añadida a la cuenta de Haruka. Diogo apareció de la nada junta a la chica que estuvo coqueteando con Shizuka y con la cual terminó bailando, y otros dos chicos más… Shizuka se ponía al corriente de la conversación que tenían los demás, gracias a la traducción que le hacía su hermano. No se le escapó el hecho de la total indiferencia y educada cordialidad con la que trató Haruka a Diogo y a la chica que le acompañaba y toqueteaba al brasileño hasta que uno podía sentirse incómodo de sólo ver: Haruka era alguien que no se dejaba llevar por sus emociones más animales, era dueño de si mismo. Eso agradaba a Shizuka a tal punto que siempre trató, y seguía haciéndolo, de imitar tal despliegue de autocontrol.

 

Tras la intespectiva aparición de dos chicas más, las cuales se los comían con los ojos y algo más…, agregándole el hecho de estar muy alegres por el alcohol que corría por sus venas; cuando ambos se dieron cuenta estaban en medio de la pista de baile tratando de seguirle el ritmo a las danzantes que se contorneaban sobre ellos. Shizuka no cabía en sí mismo, por las carcajadas que le provocaban tal situación, y la cara de espanto que tenía su hermano, al ser, ambos, el centro de la atención de todos los presentes. Shizuka le pellizcó y Haruka volteó para mandarlo a la… - Relájate. Observa…- Apuntó a uno de sus costados. No muy lejos de ellos, Diogo bailaba algo ido, centrando su mirada gris en la pareja que hacían Haruka y la estilizada joven de cabellos y ojos oscuros. Shizuka sonrió y Haruka también.

 

- Aún así, sabes que yo no puedo tomar a esta chica por que…- Haruka estaba empezando a decirle al lado de la oreja, pero Shizuka le interrumpió rodando los ojos…

 

- Ya se… ya se… no tienes que hacer nada. No estas siendo infiel ni nada de eso, si a las justas le das una que otra mirada distraída a esta chica. Sólo te aconsejo que te relajes y dejes llevar por unos momentos… Además, estamos celebrando nuestro reencuentro. Que ningún… - Volteó a ver a Diogo.- adonis, nos debe arruinar la noche. ¿Correcto? - Alzó una ceja.

 

- Correcto… - Haruka sonrió, y sus ojos negros brillaron. Tomó por la cintura a la joven escurridiza, la pegó a su cuerpo y empezó a menearse hasta coger el ritmo que la embriaguez y el género del “bosanova” les incitaba a seguir.

 

- Ese es el espíritu, hermano… - Dijo Shizuka y le mostró una de sus más encantadoras sonrisas a la chica que le estaba haciendo un baile muy sensual.

 

La mirada que le lanzaba la susodicha, le hacía cosquillas a su ego. Se acercó más a ella; definitivo, le encantaba jugar con las chicas al eterno coqueteo…

Estando nariz con nariz y moviéndose suavemente a la par de ella, la chica jadeó cuando éste le hizo una leve presión en la cintura; le rodeó el cuello con sus brazos y se pegó más a él. La cercanía le hizo notar lo blando de sus pechos redondos, que se insinuaban apetitosos a través de su escotada y ligera blusa… estaban a punto de besarse. Shizuka veía venir el beso. Sentía el aliento caliente y frutado de la chica sobre sus labios. Los labios carnosos, sus pestañas rizadas, le daban cierto misterio a sus oscuros ojos; todo el conjunto le despertaba mucha curiosidad por probar si sabían como se veían.

 

Las chicas siempre le provocaban eso: curiosidad.

 

Cuando sus labios ya estaban cerca, y para frustración de la joven, Shizuka cerrando los ojos volteó el rostro y el beso fue a dar a su mejilla. El gruñido que dio la chica, le hizo sonreír internamente. Al abrir los ojos, casi le da un paro cardiaco… Pues la imagen de Fausto estaba frente a sus ojos. Por un momento el sonido abrazador de la música no llegaban a sus oídos. Fausto le sonrió y siguió su camino a través de la gente. Shizuka dejó a la joven sin dudarlo por un momento y se fue detrás de él. Escuchó que su hermano le llamaba, pero los latidos de su corazón y la frialdad de sus manos y pies, le impedían hacer caso a algo más que a su necesidad de encontrar al culpable de sus desvaríos. Lo encontró. Estaba pidiendo una cerveza en la barra del bar, dándole la espalda a Shizuka. Inconcientemente se relamió los labios y retorció sus manos, sin detenerse a pensar que tal situación era inverosímil. Causas originadas por el alcohol. Puso sus manos alrededor de los hombros de Fausto y lo volteó de un solo tirón… El alma se le cayó a los pies. El sujeto era muy parecido a Fausto, a excepción que sus ojos eran casi amarillos, sus cabellos lacios eran castaño oscuro, no negro azabache y era más joven; definitivamente no era Fausto. Su mente le había jugado una mala pasada y se odiaba por haberse dejado llevar así. El joven primero frunció el seño al ser volteado de esa forma, pero luego sonrió al ver al rubio. Shizuka pidió disculpas, sin importarle si el sujeto le comprendía o no, levantó su mano derecha como diciendo: -ahí te quedas. No me interesa conversar.- Y fue a sentarse en la mesa en donde antes había estado ocupando con su hermano. Pensar, era lo que menos quería; así que llamó al mozo y con la lengua adormecida y torpe por el alcohol, le pidió una jarra de cerveza en su etílico ingles. El mozo parpadeó y asintió. Dos minutos después, la jarra estaba siendo inclinada sobre su vaso de vikingo, rociando la burbujeante y amarga cerveza. Shizuka levantó el vaso y apuntando al servicial camarero, le dijo:- A tu salud… y por los idiotas como yo.- Y se lo bebió todo. La cerveza estaba tan helada que sintió como la cabeza se le congelaba. Muy bien, justo lo que quería, una excusa para no pensar y sacar conclusiones. El mozo ya se estaba retirando, pero el brazo de Shizuka le detuvo.- No te vayas… no quiero estar solo.- Dijo en un susurro el rubio. El sorprendido joven estaba apunto de decirle algo.

 

- Ok, ok… suficiente. Ve a trabajar, que yo lidiaré con él…- El joven se vio algo decepcionado pero asintió y se fue. Haruka miró con desaprobación a su hermano.- Ahora el que tiene que decirte esto soy yo: Oh, por favor, hermano… con el mozo, no…- Imitó a Shizuka. Éste rió entre dientes.- Qué pasó? Dejaste a Karenina bailando sola. No te dí esa educación jovencito…- Le dijo con falsa severidad.

 

- Me aburrí… eso es todo.- Dio otro sorbo a su cerveza.

 

- Ya…- Haruka se sirvió otro vaso y bebió un poco; estaba sediento. Siendo sincero consigo mismo, también le aburrió la chica con la que estaba bailando. Pudo notar que Fernanda, ese era el nombre de la chica, deseaba algo más que bailar.-  Por que a pesar de las luces, noté tu palidez…

 

- Lo odio… lo odio tanto.- Masculló Shizuka.

 

- Uhmmm… ¿lo odias? - Haruka parpadeó confundido.

 

- Sí… lo odio.- Enfurruñado con su vaso.

 

- ¿Y por qué le odias?...- Haruka, disimulaba su inmenso interés por saber quién era el causante de tales estragos en Shizuka.

 

- Por que le extraño… y hace un momento… acabo de confundirlo con otro hombre.-

 

- Ah, bueno… eso le llega a pasar a cualquiera- Dijo filosóficamente su hermano.

 

- ¿En serio? – Shizuka levantó la vista de su vaso para posarla en Haruka.

 

- Si… a cualquiera… que esté enamorado sin remedio.- Completó el mayor.

 

- Hermano, enserio… no debes embriagarte si vas a decir una sandez como esa.- Shizuka bufó.- Enamorado yo… por favor.- Se rió negando con la cabeza.

 

 

A las tres de la mañana y más ebrios que nunca; Haruka decidió que ya era muy tarde y que estaban lo suficientemente ebrios y al borde del colapso. Shizuka no estaba de acuerdo con la hora, pero sí con lo de estar hecho de masa y alcohol. Diogo, que había bailado más que bebido, pues estaba en horas de “trabajo” (6_6), se despidió de sus amigos con la promesa de repetirla en otra ocasión, y les arrastró, literalmente, hasta el auto y emprendió la marcha.

 

Cuando llegaron al imponente hotel. Diogo, haciendo gala de sus mil y una habilidades, se las apañó con los dos, al entrar al hotel, subirlos al ascensor manteniéndolos quietos para que no jugaran con los botones de dirección, hasta llegar al quinto piso, jalarlos hasta la puerta de la Suite de Haruka, cuidar de ellos mientras abría la puerta con la llave electrónica, y ¡Por fin! Lanzarlos a la inmensa cama. Sopesó la alternativa de dejarlos solos, pero decidió quedarse a dormir en el sofá que estaba cerca de la cama.

 

--

 

Se removió en la cama. Rodó una par de veces sin abrir los ojos. El cuerpo le escocía, en especial el cuello, la punta de algo le estaba rozando. Llevó sus manos al cuello, estrujando un papel, lo llevó cerca de su rostro, entreabrió sus párpados por la luz tintineante que entraba por las rejillas de la ventana. La imagen borrosa de la caligrafía redondeada de su hermano, le hizo parpadear varias veces. Una vez enfocada y con un dolor pulsante atravesando sus sienes como varilla de acero, leyó la nota:

 

 

“Shizuka, tuve que salir a trabajar. No quise despertarte. En la nevera encontrarás algo de comer. Llamaré a tu celular para fijar un nuevo encuentro más sano, por que aún estoy con las consecuencias de la borrachera de hace unas horas… Hasta más tarde.

 

Haruka.

 

Pdta. Encontrarás unas aspirinas en el cajón de la mesita de noche.”

 

 

Inmediatamente esculcó en el cajón y sacó un blister de aspirinas, se levantó rápidamente de la cama; un mareo le hizo estremecer todo el cuerpo. Dejando las pastillas se dirigió a la puerta que estaba a unos tres metros de la cama y entró al cuarto de baño, subió la tapa del inodoro y vomitó. La mezcla dulzona del coctel y la amargura de la cerveza le produjo más arcadas. Ese era uno de los motivos por el que no bebía muy seguido. Bueno, beber socialmente, si. Beber hasta emborracharse, no. Creyó que vomitaría hasta el estómago. Salió del bañó, sintiéndose mal y viéndose peor. El sabor amargo del vómito colándose por toda su boca y garganta; se tapó la boca con la mano para obligarse a no vomitar otra vez. Se volvió meter al baño, esta vez quería el lava manos. Necesita cepillarse los dientes. Buscó en las estanterías en donde se guardaban las toallas, jabones líquidos, perfumes… lo encontró. Un cepillo de dientes. Cogió la pasta dental, la embadurnó en el cepillo y comenzó a cepillarse, a la vez que se miraba en el espejo y juzgaba sus ojeras.

 

Se sacó la ropa y paseando en calzoncillos, comenzó a rebuscar en la nevera, después de haberse tomado una aspirina. Sólo comió frutas, su estómago no daba para más.

El estar recostado en la cama, semidesnudo y comiendo una manzana roja y jugosa… le daba placer.

Recordó su comportamiento y cómo se había sentido al creer que el chico que vio en el bar había sido Fausto; se pateó mentalmente por tal error. Él no le debía fidelidad a nadie, pensó en Fausto y sus ojos rojos… bufó y se reiteró en la aseveración de: - NADIE…-

El sonido de una canción le sobresaltó, pues esta sonó de pronto… observó a su alrededor, y recordó que su maletín lo dejó en el auto de su hermano; casi entra en pánico. Luego se sintió como un idiota, pues la canción que estaba sonando, era el timbre de su celular. Estirándose por todo lo ancho de la cama, dobló el brazo y tanteó su maletín en un extremo debajo de la cama. Puso el maletín sobre sus rodillas flexionadas al estilo indio, corrió el cierre, abrió el móvil y contestó.

 

ºº ¿Diga?...- ºº

 

ººº ¿Shizuka? - ººº

 

ºº ¿Si? - ºº

 

ººº ¿Mi amor como estas?... ººº

 

ºº Vete a la mierda, Nicolai - ºº Dijo dándole una mordida a su manzana.

 

ººº Pero que boquita tan dulce… - ººº Nicolai, soltó una risita traviesa.

 

ºº Voy a colgar…- ººº Amenazó Shizuka, con voz de aburrimiento.

 

ººº Ok, ok… sólo estaba probándote… tú sabes. Sin errores.- ººº Esta vez, usó un tono levemente serio.

 

ºº Lo sé, lo sé… Entonces, tengo que hacerte la pregunta de rigor…- ºº

 

ººº Hazla… -ººº Podría jurar que el otro estaba sonriendo. Ese tono ronco y profundo le hacía estremecer toda la espina dorsal.

 

ºº ¿Quién es el idiota más grande del mundo? ºº Shizuka sonaba exasperado, pero divertido. Ellos acordaban las preguntas que iban a hacerse… en caso de que sus planes y movimientos fueran detectados,  y alguien se hiciera pasar por ellos. Las preguntas variaban.

 

ººº Esa es fácil… Fausto.- ººº Después de decirlo, Nicolai se puso a reír.

 

Shizuka, no dijo nada.

 

ººº Ya, esta bien… que sensible eres. Y luego dices que no tienes nada con él… Sebastian, esa es la respuesta. Clave: 140595.- ººº

 

Shizuka sonrió. ºº La clave es: 080899.- ºº

 

Quitándole a su voz todo el tono divertido. ººº Shizuka, he descubierto algo. Estoy seguro que te caerás de espaldas cuando lo sepas…- ººº

 

Shizuka frunció el ceño. ºº Dónde estas?... y, ¿qué es eso tan importante?- ºº

 

ººº No puedo decirte en estos momentos. Lo siento… Te lo diré todo cuando nos veamos.- ººº

 

ºº De acuerdo… ¿Nicolai, estas bien? Siento que algo esta mal contigo.- ºº

 

ººº Lo sabía, me amas… aunque lo niegues.- Shizuka bufó. Nicolai sonrió.- No te preocupes, todo está bien, de maravilla…- ººº

 

ºº No me ocultes nada, Nicolai…- ºº Le advirtió. No podía evitarlo, la aprehensión en su pecho era casi dolorosa. Algo estaba pasando con él.

 

ººº Son imaginaciones tuyas… bueno, tengo que colgar. Cuídate mucho Shizuka.- ººº Le colgó antes de que el rubio siguiera preguntando y de seguro sintiéndose inquieto. Era imposible que Shizuka lo viera, pero sabía que podía sentirlo, podía sentir su dolor. Nicolai, al doblar su celular lo guardó en el bolsillo de su camisa, y se llevó una mano al abdomen, en el cual tenía un agujero de bala. No paraba de sangrar, pero, el que más le dolía era la bala que caldeaba en su pecho en el lado derecho. Se mordió los labios para no gemir de dolor. Sólo necesitaba tiempo para sanar… sólo un poco más de tiempo para escapar de aquel infierno y poder “ivernar”; y entonces, podría volver a ver a Shizuka. Si, ese era un buen plan… ver a  Shizuka. Le había entrado la necesidad de escuchar su voz para tener las fuerzas necesarias y escapar de aquel aprieto. La información que pudo sacar era valiosa para Shizuka. Sólo eso importaba. Con sumo cuidado, se levantó del piso mugriento de aquel callejón y empezó la retirada. Arrimándose por las paredes, para no caer, pues, estaba muy débil. El revólver que llevaba era suficiente para conseguir ayuda.

 

Shizuka, vio su celular con la sensación de ligero pánico. Pobre de Nicolai si le estaba ocultando algo.

Dejando de lado la fugaz alarma que se activó en él, se puso a pensar en las posibles noticias que éste le tenía. Si Nicolai usó ese tono tan serio al decirle que descubrió “algo”, entonces, ese “algo” era importante. Tendría que esperar a que Nicolai volviera a comunicarse, y eso era irritante. Inconcientemente, se rascó el tatuaje que tenía en el hombro izquierdo.

Sin poder sacarse ese tema de su mente, se dio una ducha rápida, se vistió y salió del hotel cinco estrellas en el que estaba hospedado su hermano. Debía regresar a su propio departamento y hacer unas llamadas.

 

Ya pasado el medio día.

 

Miró el reloj en su muñeca; faltaban quince minutos para llegar a la hora pactada con su hermano a aquel bar-restaurante. Pasados los minutos, el taxi se detuvo frente a un  local que estaba estructurado en combinaciones de cristales que hacían de paredes y con cierto toque de naturaleza exótica rodeándolo. Le pagó al taxista y, cargando un maletín de cuero, se encaminó hacia dicho establecimiento. En la entrada le esperaban dos hombres fornidos, que le pidieron su nombre, buscaron en la libreta con sujetapapeles; al parecer en aquel lugar no entrabas sin previa reservación. Le sonrieron a Shizuka y le adelantaron que estaba siendo esperado por el señor Motomiya en la mesa de atrás, la cual estaba situada cerca una pequeña cascada y paisaje de coral artificial; Shizuka estaba encantado. Ya había avistado a su hermano sentado, volteó hacia la izquierda y el minibar, que ya estaba dudando que lo sea pues se veía muy amplio, tenía toques rústicos, repleto de copas de cristal de todos los tamaños, sin dejar de lado la cantidad y variedad de licores, desde las minúsculas botellitas, hasta barriles de madera llenos de cerveza. El lugar llamado “Paradise” estaba considerablemente lleno, las voces, risas, cuchicheos y choques de cubiertos y copas; eran prueba de eso.

 

La mesa de madera tallada y con asientos igual de trabajados, le resultaron interesantes por las figuras extrañas; se sentó y sonrió a su hermano, que le devolvió la sonrisa haciéndole un guiño y levantándose para saludarle estrechándole la mano.- Shizuka, ya regreso… voy a hacer una llamada y a pedir unos bebidas frías…- Shizuka sonrió y asintió. Vio a su hermano alejarse sacando su celular del bolsillo; suspiró.

 

Tenía ganas enormes de regresar a Tokio. Estaba considerando el regresar y posponer sus asuntos, tan sólo por unos días… Quizá estaba extrañando demasiado a cierto científico engreído.

Quizá, no deberíamos exagerar en las proporciones poco saludables de sentir la ausencia de alguien-no-especial ¿verdad?

Shizuka estaba mirando la pantalla de su celular; sin poder contenerse, marcó el número de Fausto y esperó a que el otro contestara… Mientras esperaba, su hermano se le acercó a decirle que si quería un té helado, con el celular aún pegado a su oreja; en ese preciso instante, la llamada que estaba haciendo es  contestada, mientras él le contestaba a su hermano que:- Mientras sea algo que no contenga alcohol… lo recibiré.- ambos se rieron, y Haruka fue a traer las bebidas; Shizuka saludó a Fausto con un:-  ºº Hola fausto. Ya no aguanté más… tenía que llamarte. Te extraño tanto…- le dijo esto último en un susurro, para después seguir hablando con normalidad… ºº Como va todo, es decir…. Como estás?...ºº  Se había sincerado en ese momento. Las palabras “tenía que llamarte. Te extraño tanto…”  salieron de su boca como si fuera una necesidad parecida a la de respirar. Craso error.

Fausto le cuestionó sobre su hermano, poniéndolo en duda. Se portó como un cretino celoso, dejándole en claro que si se demoraba en regresar se buscaría alguien más que sí pudiera cubrir sus necesidades… Shizuka, técnicamente lo mandó a la mierda. Cambio de planes. Se dedicaría a terminar con sus asuntos, que reclamaban más atención y todos ellos componían su carácter de urgencia. Pero, de cierta forma se sentía decepcionado y furioso consigo mismo por permitirse tal despiste de sentimientos que, él mismo, se había visto obligado a ignorar y enterrar en el centro de la tierra…

 

Haruka regresó.

- ¿Pasa algo Shizuka?....- Preguntó su hermano, dejando los largos vasos, llenos hasta el tope, en la mesa de madera tallada; y acomodándose en su silla, cerca de Shizuka.

- No, claro que no…- Le dio un sorbo a su bebida y sonrió dulcemente a su amado hermano…- Estoy muy feliz de verte, Haruka… - Si, eso era verdad. Sin penumbras y música estridente que hiciera de fondo, notó cuán guapo se había vuelto su hermano, esos ojos joviales y negros eran capaces de transmitir, en momentos como ese, tanta paz… tanta lucidez; a pesar de sentirse tan desdichado.

- ¿Seguro?...- Su hermano entrecerró los ojos, como si estuviera tratando de leer su mente.- No tiene nada que ver con…- Hizo una pausa, como si estuviera pensando seriamente en lo que iba a decir.- … ¿Fausto?

 

La pregunta casi le hace caer de la silla. ¿Cómo demo…?

 

- Tranquilo, no mueras aún…- Le pidió Haruka, conteniendo una sonrisa.

 

- Pero… ¿Cómo?- Pudo preguntar.

 

Haruka le miró largamente, se tomó un poco de su refrescante agua de Guayaba.- Tengo mis contactos…- Le respondió con seriedad.

 

Los dos se quedaron en silencio. Haruka se removió en su sitio sin dejar de mirar al otro. Luego Shizuka vislumbró la sonrisa pícara de Haruka y él también sonrió.- No me digas que…-

 

- ¡¡¡Caíste!!!... – Se burló Haruka.- Lo supe porque ese era el nombre que no dejabas de repetir cuando estabas ahogado en alcohol… Que, quiero ver a Fausto… ¿Fausto dónde estás?... Fausto, oh, Fausto… te la pasabas diciendo durante todo el trayecto.- Shizuka estaba sintiendo sus mejillas arder.-  Y si mal no recuerdo…- Continuó Haruka, sin apartar el tono burlón de su voz.- hasta intentaste besar a Diogo en el ascensor, repitiéndole: Fausto, maldito cretino, ¡¡¡bésame!!!…- Esta vez, Shizuka estaba completamente rojo. Haruka, entre risas que no podía contener, añadió.- Creo que deberías presentar a Fausto a la familia… o sea a mí.- Se apuntó a sí mismo con el pulgar, hinchando el pecho de orgullo.

 

Shizuka recordó que Haruka no llegó a conocer a Fausto en las esporádicas visitas que hizo, años atrás, al laboratorio en donde trabajaba su madre. Tal vez, habrá escuchado de Fausto por boca de su madre, pero, no era el único Fausto del mundo ¿verdad? Al menos no para él… Eso le alivió. Aún así se sentía avergonzado, muy apenado por haber dado tal espectáculo “amoroso”. Pero podría hacer su intento de revancha. – Que bueno, que no te haya molestado el hecho de que me atreviera a hacer algo que TÚ no te atreves… como, el besar a Diogo.- Dijo con todo el veneno que podía escupir.

 

Haruka estaba tomando de su vaso, y al escuchar el comentario de su hermanito, se quedó estático y con el borde del vaso en los labios; fulminándole con la mirada. Shizuka sonrió complacido. No se habló más del tema. Almorzaron y se dedicaron a conversar de otras cosas.

 

Haruka, con clara pena reflejada en su apuesto rostro, le dijo que ese mismo día tendría que regresar a Japón y de ahí volver a viajar, en esta oportunidad, a España, y como se defendía muy bien en aquel otro idioma, no le significaba problema alguno.

 

Shizuka acompañó a su hermano y a Diogo al aeropuerto. Diogo los había esperado fuera del restaurante con las maletas y pasaportes listos.

 

A través de las grandes ventanas de cristal, vio como el avión con destino a Japón, y que llevaba en su interior a su hermano y a Diogo, se perdía en el horizonte en medio de las nubes. El fuerte y cariñoso abrazo que su hermano le había dado antes de partir, aún rozaba su piel, junto a las palabras:- Te llamaré… esta vez, no permitiré que te alejes ¿entendido?.- que  seguían resonando en sus oídos. Shizuka tuvo que regresar al mundo real y a su trabajo.

 

 

Dos meses después…

 

 

Fausto le llamó y hablaron; la sensación de estar asqueado consigo mismo aún no abandonaba sus entrañas. Su trabajo ya había sido realizado.

 

El planearlo no resultó problema. El ruso, Ulinov Shackova, como había sentenciado anteriormente, fue el primero en caer. Un disparo en medio de su pecho, fue suficiente. Logró burlar toda la seguridad que le resguardaba y garantizaba la embajada rusa. Le causaba cierta gracia el haber entrado por la puerta principal y hasta haber saludado al oficial en jefe de toda esa banda de inútiles que se hacía llamar: SWAT; y la misma INTERPOL estaba metida en este caso. De cierta forma, fue divertido elaborar todo el plan de invasión silenciosa y descarada a la embajada.

 

El trabajar con la ayuda del propio gobierno australiano y con la sarta de mafiosos sedientos de venganza, le facilitaron el camuflar su identidad bajo el nombre de Daving Snow, el asistente torpe y tímido de un funcionario de gobierno que ni enterado estaba de la verdadera función que su “asistente” cumplía. Shizuka disfrutaba de todo el show y despliegue que se desarrollaba. Actuar cómo alguien torpe y pusilánime afianzaba su diversión, pues sabía que si le entraba la gana podría matar a su provisional “jefe-grito-por-todo”, simplemente lo haría.

Hacer su trabajo al estilo tradicional, cuidadoso y paciente de un espía, le llevaría unas dos o tres semanas. Era mucho tiempo, pero debía utilizar a su favor todo ese tiempo invertido en averiguar a sus otras víctimas.

 

La noche, la noche del día esperado… llegó. Ulinov, partiría del país en dos días para reunirse con su esposa e hijos. Todos los pasos burocráticos que el gobierno se tomaba para que él y su familia estuvieran bajo la modalidad de “Protección a Testigos”, ya habían terminado, éstas personas serían trasferidas a otro país con domicilio desconocidos, cambiando sus identidades y dejando atrás sus antiguas vidas. Era una pena que Ulinov no pudiera acompañar a su familia en éste viaje, pues a él ya le habían comprado los boletos de un viaje con despegue rápido y sin retorno terrenal.

 

Mató a los guardias que cuidaban las puertas de la habitación de Ulinov… El romperles el cuello era cosa fácil, y más aún, en la temporal oscuridad en la que sumió a la embajada, al presionar el botón del detonador que llevaba en bolsillo de sus pantalones, haciendo explotar los fusibles de energía eléctrica. Se cambió de ropa en una de las oficinas en desuso, esta vez ya no llevaba un maletín lleno de papeles en blanco, ésta vez llevaba su maletín de trabajo. Su verdadero trabajo.

 

Realmente, el estar completamente vestido de negro, incluido pasamontañas, le iba de maravilla; de cierta forma le divertía mucho más el combate cuerpo a cuerpo. Eso le liberaba del estrés, pues en esas ocasiones, sus improvisados contrincantes le plantaban pelea, a diferencia de las víctimas escogidas, pues a ellas sólo les mandaba un plomazo a los sesos o al pecho, directo al corazón, y ahí terminaba todo. Nada era comparado con la descarga de adrenalina al machacar tu puño en el cuerpo de alguien al considerarlo tu igual. Nada.

Pero en esta ocasión no debía perder el tiempo, así que la oscuridad le ayudó a facilitar su intrusión en la habitación de aquel extranjero. Gracias a su trabajo en la embajada, ingresó con facilidad para “dejar” unos documentos importantes en la oficina de su jefe y mezclarse con los demás bajo su disfraz, para  matarlo de cerca, por que en aquel espacio ocupado por Ulinov, no tenía ventanas. Era de alta seguridad. Todos sabían que lo querían muerto. Y éste difícilmente salía de esa habitación.

 

Bueno pues, si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma.

 

Al entrar a los aposentos, le encontró, entre penumbras, parado y apuntándole con un revolver y con las manos tan temblorosas que se podría suponer que aquel desgraciado sufría de Parkinson. Pero no era así. Simplemente se estaba muriendo del miedo y luchaba contra su cobardía e instinto de supervivencia. Shizuka sonrió, envuelto totalmente en su papel de verdugo.

 

- ¡Aléjate!...- Chilló Ulinov apuntándole con la pistola.

 

Cuando estaba frente a sus victimas, el idioma no existía. Se creaba tal conexión, que Shizuka podía entender y hablar el lenguaje que su presa tuviera. Aunque esa habilidad distaba con el origen de ser asesino. Esa habilidad era suya, con ella había nacido, pero sólo funcionaba cuando estaba cerca de alguien en agonía de muerte, o cómo en éste caso… cuando estaba a punto de matarlo. No le gustaba en lo más mínimo hablar con los que ya estaban condenados a morir por su culpa.

 

- Si vas a matarme hazlo…- Shizuka estaba tranquilo, y eso asustaba más al otro.- De todas formas alguien va a morir aquí…- Se rió por lo bajo. Ulinov al escucharlo reír, jadeó.- Y según el plan… ése serás tú… Ulinov.

 

- ¿Por qué?... Si sólo hice lo correcto.- Preguntó con voz quebrada, a pesar, de ser él el que apuntaba con un arma.- Sólo quería salir de todo eso. Sólo quiero estar tranquilo… con mi familia. Esto… esto es ta-tan injusto… ellos son unos malditos que destrozan la vida de los demás...- La voz del ruso se quebró.

 

- No soy nadie para decidir qué es lo correcto o qué no lo es… sólo hago mi trabajo.- Shizuka, a pesar de tener la voz tan tranquila; estaba empezando a sentir el horror y angustia asfixiante de ese hombre. Casi podía saborear su muerte. Un temblor y nauseas que venían de lo más profundo de sus entrañas, le estaba avisando el estado en el que se encontraba Ulinov. Era como si separara su alma para dar paso a otro ente en su cuerpo. Como si Ulinov fuera él. Se sentía como la presa. Una ventaja tan dolorosa como castigadora y a la vez tan efectiva. – Si quieres culpar a alguien… pues piensa en que todas tus acciones tienen consecuencias.- Todas las sensaciones arremolinándose en su pecho, no eran impedimento para que su cuerpo actuara de la forma en que debía hacerlo. Dio un paso hacia Ulinov.

 

Un disparo se escuchó…

 

El eco del tiro se difundió por toda la embajada.

 

El ardor en su pecho fue molesto. Muy molesto. Al levantar la vista, sonrió.

Ulinov estaba sentado en el piso, con sangre escurriéndose por su pecho, manchando de rojo su pijama.- Te dije que alguien moriría aquí…-

 

Los ojos del ruso presentaban una pregunta muda. Era un… ¿Por qué?

 

- Si te lo digo, no lo creerás…- Shizuka pateó el revolver de la mano de Ulinov. El ruso no la necesitaba más.-  sólo te diré que… para que veas que la vida no es tan injusta… Aquellos que ordenaron tu muerte… también morirán…- Se acercó a Ulinov y se arrodilló frente a él. Ambos compartían el mismo dolor de la bala; sólo que uno estaba herido y el otro no. Pasó una de sus manos por la frente sudorosa de su víctima.- La muerte no es tan mala ¿verdad?...- Le preguntó.

 

Ulinov abrió mucho los ojos y ahogó un grito. Sus labios temblaron dejando escapar un suspiro. Su semblante asustado se relajó y hasta una sonrisa complacida apareció lentamente en sus labios. Miró a Shizuka con suma tristeza, susurrándole un casi insonoro.- Lo… siento… mucho…-

 

Shizuka le sonrió.- Lo sé… solo déjate llevar…- Bajó su mano posada en la frente hasta el pecho herido. Ulinov se agitó un poco.- No he hecho esto en mucho tiempo… así que estoy un poco fuera de forma…- Los ojos fijos del ruso le miraron comprensivos por unos segundos, luego perdieron el brillo. Estaba muerto.- No eras alguien malo… no lo eras, Ulinov…-

 

Shizuka salió rápidamente de ahí, envuelto aún por la oscuridad. Obligándose a sí mismo a no sentir nada.

 

El siguiente trabajo era desarticular a toda esa mafia. Era irónico. Todos los integrantes de ésta, desconfiaban entre sí. Le habían facilitado todo, al contratarlo para eliminar a los otros socios. Los mataría a cada uno; sin mencionar el hecho de que había alguien detrás de todos estos crímenes. Alguien más poderoso que todos ellos. Y, ¡¡oh, sorpresa!! El gobierno del país de Rusia tenía mucho que ver. Maravillosas conspiraciones.

 

Le llevó un mes encontrarlos a todos… Eran quince las personas que debía eliminar, los más importantes. La mafia organizada se basaba en una mezcla de nacionalidades: Cubanos, colombianos, rusos, australianos, alemanes, españoles, mexicanos, estadounidenses, entre otros…

 

Ese sería un trabajo arduo.

 

El pequeño temblaba ahí, tirado en el piso. Sus ojos infantiles, estaban desorbitados, asustados. Las convulsiones eran violentas. Shizuka nunca maldijo tanto su capacidad para sentir la muerte de los demás. Se arrodilló, todo tembloroso, y levantó al niño hasta recostarlo en su regazo; el niño tembló aun más y la sangre comenzó a salir por su boca.- Papá… ma-mamá…-

 

Esto no era justo. Shizuka sabía de eso, de justicia. Sabía que la justicia era un adjetivo que los hombres utilizaban para justificar el valor de un “acto bueno” y condenar las aberraciones; sólo servía para loar decisiones y tranquilizar conciencias. De ese tipo de justicia, Shizuka conocía muy bien.

 

Los ojos de este niño eran tan parecidos a los de ese muchacho que conoció años atrás. Tan verdes, tan transparentes que le provocaban escalofríos el sostenerle la mirada al infante. Todos esos cuerpos desperdigados alrededor de ambos. Todos muertos, sólo éste niño agonizante se resistía a irse. Lo peor de todo era que el propio asesino de sus padres le sostenía del abismo oscuro de la muerte. Era un niño más. Una víctima más; entonces ¿Por qué no acababa con su dolor?

 

- No puedes morir.- Dijo Shizuka.- No debes hacerlo.- Acarició su tierna mejilla manchada de sangre; pudo ver que los dientes ya no estaban blancos, sino rojos.- Yo no mato niños.- Estaba horrorizado por el destino que ésta criatura tendría pasada esta noche en las manos de sus padres y las de ese maldito.

 

El cuerpo del pequeño se hizo flojo, ya no se tensaba.- Si hago algo por ti… moriré.- Sus irises comenzaron a dilatarse, el momento estaba cerca. El cuerpo de Shizuka fue recorrido por un aire helado, en combinación con el dolor más insoportable que pudo haber sentido, sintió como si le estuvieran sacando las entrañas sin miramientos. Boqueando, miró al pequeñín expulsando más sangre por la boca, a la vez que sus extremidades se retorcían; sus oídos le zumbaban por el grito del inocente. No iba poder salvarlo. La energía de este infante iba a ser absorbida por ese maldito árbol. A pesar del dolor que ambos compartían, Shizuka decidió. Recostó al frágil cuerpo, que se retorcía y gritaba de forma desgarradora, y se sacó la daga que tenía incrustada en la pierna; uno de los hombres de seguridad, aquella cosa deforme había logrado herirlo, fue muy hábil, tenía que aceptarlo; tomándola por el mango con las dos manos, la elevó por encima de su cabeza.- No puedo impedir que mueras, pero sí que algo tan repugnante te absorba, Robert.- El brillo rojo de la daga brilló en la penumbra al bajar rápidamente hacia el menor. Un casi inexistente ruido de succión se esculló en aquel macabro espacio. El niño gritó aun más, pero en esta ocasión por última vez. Miró a Shizuka con asombro.- Formarás parte de alguien que necesita de ti para seguir aquí. Tiene tus ojos. Es todo lo que puedo hacer… No tengo el poder de mandarte a otro lado que no sea ese.- Las extremidades del rubio temblaron incontrolablemente, pero aun así no soltó su agarre del puñal, debía seguir sosteniendo la daga, clavada en el pecho de Robert. La sensación de abandonar su propio cuerpo, desdoblándose lentamente, le provocó mareos. Tenía que resistir. Nada se comparaba con lo que ese niño tendría que recorrer para llegar a su destino.- Ahí va… ahí va la esencia que faltaba para limpiar las pequeñas partes que aún están sucias.- Otro dolor, distinto al que estaba compartiendo con el pequeño, intensificó su debilidad. El Sakura estaba rabioso, reclamaba a ese niño. Shizuka se permitió sonreír. La sensación compartida cesó, y Shizuka en esos momentos solo tuvo fuerzas para invocar a alguien que podría curarlo y sacarlo de ahí.- Ni-Ni-colai…- Y Como si lo que le pasaba fuera poco, la presión en su cabeza casi le hace soltar en llanto. Demasiado dolor para una noche; ojalá no demorara tanto. Pensando en eso, Shizuka se desvaneció. No acaba de tocar el piso frío, cuando unos brazos le rodearon.

 

- Hasta que te has decidido a llamarme.- Abrazó el cuerpo agotado del rubio.- Has sido un tonto… un descuidado, Shizuka.- Lo levantó entre sus brazos y tomó el maletín en donde guardaba sus armas.- Debiste estar muy desesperado para llamarme. Sabes que nos pones en riesgo a los dos, una cosa es llamarme y otra muy diferente es tratar de curarte… estando a kilómetros de distancia. No me importa. Este cuerpo astral fue hecho para ti - Salieron de aquella fábrica abandonada.- Tal vez de esta manera sé que… aún piensas en mí.

 

Shizuka exhaló suavemente a la vez que decía: Faus-to…- muy bajito.

 

Nicolai sonrió.- He ahí tu respuesta.-

 

Fausto frente a él, acercándose lentamente, provocándole, sonriendo para él. Para Shizuka. Parpadeó pues la luz del sol molestaba sus ojos. – Fausto…- Sonrió el rubio al moreno que le devolvía el gesto pero de una forma más sugestiva.

Estaba más cerca. Harían el amor como dos posesos. Si, eso era una promesa que los ojos del científico le auguraban. Sus dedos se rozaron, yema con yema, palma con palma, torso con torso. Shizuka solo podía ver la aproximación de los labios del otro hacia los suyos. Estaban a punto de besarse cuando el moreno dijo su nombre: Shizuka.- Éste levantó los ojos hacia los rubíes del otro. Tal fue la impresión del cambio de personaje, que Shizuka se quedo tieso, por lo tanto no pudo esquivar el beso que Nicolai le daba, y lo más tirado de los pelos era… que el aliento fresco y el sabor de la boca del inglés de ojos azules le obligaron a corresponder. Siempre fue muy bueno besando, sus recuerdos no se equivocaban. El beso era más y más intenso, el calor de ese cuerpo duro en contacto con el suyo estaba causando estragos en sus hormonas. Ese aroma tan embriagante, ligera mezcla de almizcle con toques de menta. Cuando las manos de Nicolai recorrieron su espalda apretando la piel desnuda de su espalda hasta llegar a sus nalgas, Shizuka reaccionó. Abrió los ojos asustado dejando de corresponder al beso salvaje del otro.- ¡No!- Fue lo único que pudo decir, para abrir los ojos por segunda vez, aunque en esta ocasión la imagen simple del techo  de la habitación en la que estaba hospedado le recibió.- ¿Un sueño?...- Se pasó las manos por los cabellos.- ¿Desde cuándo sueño con Nicolai? – Retiró las sábanas, y se vio desnudo. Se deshizo de ellas y busco la herida de su pierna. No estaba ahí. Ni vestigios de ella.- Supongo que tendré que agradecerle al idiota ese. Aunque lo que hice fue muy arriesgado… él también pudo haber muerto.- Resopló y se levantó de la cama; un mareo le hizo tambalear, por unos días estaría un poco débil. La incómoda sensación de picor (aleteos) en su estómago le era fastidiosa ¿Qué diablos le pasaba? Suspiró con fastidio, al inhalar pudo percibir el aroma característico del cuerpo de Nicolai. Pero si sólo fue un maldito sueño. Se olió la piel de sus brazos, manos. ¡Diablos! Olía a él, pero cómo… ¿Cómo podía suceder eso? ¿Si sólo estaba soñando? Corrección, teniendo una pesadilla. Era momento de una ducha y muy fría.

 

Su trabajo estaba terminado. Podría regresar a Japón y tomarse un descanso. Casi cinco meses se había alejado de todo. De Fausto. Por unas horas olvidó lo sucedido con aquel niño llamado Robert, en aquella reunión que realizaron sus victimas para rendir cuentas. Ese niño que se interpuso abrazando a su padre contra las balas, y éste utilizándolo cómo escudo sin importarle nada. Eso lo sabía Shizuka, podía identificar esa mirada de desentendimiento en cualquier lugar. Su madre le enseñó eso. Debía agradecérselo.

 

Shizuka se había hecho pasar por uno de los hombres de seguridad de uno de los gángsteres. Así era más divertido. Aunque le pareció sumamente estúpido el hecho de que un niño estuviera presente en aquel hostil lugar, siendo cuidado por su madre al lado de su esposo, el cabecilla de dicha mafia. En el momento en que estaban discutiendo a quién mandarían a matar, Shizuka se hizo escuchar, con algo de aburrimiento y burla en su voz.- Me temo caballeros, que tales planes no podrán llevarse a cabo; pues, como ustedes podrán observar los presentes en tan estimable reunión están… digamos… ¿reduciéndose? – Cada palabra que salía de sus labios era acompañada con balazos de su arma silenciadora.- Se preguntaran quien soy ¿Verdad?-

 

Como era de esperarse la seguridad de cada fino delincuente no se hizo de rogar. Las balas comenzaron a arremeter en contra de él. Cada munición lanzada hacia Shizuka era como si estuviera cayendo en un espejo de ellos mismo, pues las balas regresaban hacia sus emisores. El bajón en su carga espiritual por utilizar tan peligroso artificio le iba a salir muy caro; de cualquier manera ya estaba acostumbrado, para eso estaban los descansos. Sólo que se percató demasiado tarde de alguien que podría causarle problemas. Nada más quedaba esta pareja y su hijo, y aquel extraño que susurraba palabras ininteligibles las cuales paralizabas sus manos y pies, obligándole a estar arrodillado. El cabecilla, un estadounidense, tomó en brazos a su hijo y le dijo al otro extraño, que con sus rezos impedía que Shizuka se pusiera en acción.- Ya lo sabes… Si lo eliminas mi hijo será tuyo. Será para ti. Sólo tienes que protegerme.- dicho esto, el contrincante de Shizuka soltó una sonrisa ansiosa y algo parecido a hipos. Caminó hacia el rubio y sin perder esa risa repugnante, se arrodilló frente a él, la voz rasposa y gutural de aquel tipo, le hizo estremecer la piel.- Será mío… mío. Si, y es un niño bello, muy bello.- El aliento del otro que se metió en sus fosas nasales, le produjo arcadas. Aquello no era un hombre, era una cosa, con aquella ropa negra, sucia y rota por todas partes. Pobre niño, tener que lidiar con sujetos como su padre y con criaturas como la que tenía enfrente. Los cabellos largos de su rival de seguro tenían piojos y otros bichos, pues a esa distancia tan corta Shizuka podía distinguir varios movimientos en los bordes de sus hebras; la poca iluminación le daba a su piel llena de mugre y hollín, un color plomizo. Lo siguiente que sintió le dejó sin respiración. Fue tan rápido que el dolor le llegó de sorpresa segundos después de haber sido herido. El borde filoso de aquella daga traspasó su piel y músculo como si de mantequilla se tratara. Shizuka ahogó el grito en su garganta, estaba acostumbrado al dolor.- Me gustaría que gritaras… tu voz debe ser melodiosa, es una pena que ya no seas un niño, me hubiera divertido más si lo fueras. Tan tierno como aquel que me espera después que acabe contigo.-

 

Tanto como escucharlo y olerlo era un suplicio.- ¿Podrías callarte? Algunos necesitamos respirar oxigeno… no el basurero que traes por boca ¿No conociste la pasta dental?… ¿O comes ratas podridas? – Dijo con burla a pesar del dolor en su pierna.

El sujeto en cuestión le respondió hundiendo más la daga en la pierna lastimada; Shizuka hubiera aullado de dolor, si no tomaba aquella oportunidad. Haciendo acopio de fortaleza concentró sus energías en su mano derecha logrando moverla y sostuvo el brazo del otro. – ¿Sabías que algunos me dicen “Mirror”? ¿Adivinas por qué? – La herida que le hizo, se copió en el cuerpo de aquel hombre, se copió no sólo una, sino varias veces hasta llenar cada parte de su cuerpo con heridas profundas. Nada de lo dicho, rezado, o cualquier cosa invocada pudo evitar su desenlace. Sin tiempo a más Shizuka sacó un arma y le disparó a la pareja. La presencia de ellos ahí le dio a entender que debían esperar a que el otro lo matara, por que la entrega era inmediata. Le darían al niño ni bien terminara con su trabajo, conocía muy bien esa clase de tratos. Primero mató a la mujer, pues había presenciado todo. Cuando fue por el otro y disparó, éste hombre tomó al niño y lo interpuso entre la bala y él. El pequeño recibió el impacto, sin que Shizuka pudiera detenerse, siendo soltado como cualquier cosa en el piso. Nunca sintió y experimentó tantos deseos de matar, que en el instante en que el hombre se puso a correr, sin importarle la herida que le impediría caminar, lo siguió olvidándose de todo. Haciendo caso omiso a que no debía mezclar sentimientos con su trabajo. Que no debía sentir nada, en absoluto.  Cuando estuvo a una distancia prudente, disparó tantas veces y con tanto placer, que hasta se podría decir que se sintió excitado. Al regresar por su maletín, pudo ver al niño agonizar; y hacer todo lo que le estaba prohibido.

 

Estaba en el aeropuerto de Australia, decidiendo si regresar o no. Cuando, mientras iba a los sanitarios, vio a un niño muy parecido al que había asesinado, y el recuerdo de todo aquello se le hizo asfixiante, sumándose sus otras responsabilidades. Habló con Fausto, lo cual, a decir verdad, necesitaba como loco.

 

Al sonar su móvil, supo quien era. Estaba saliendo del baño, cuando lo escuchó.

 

ºº- Evitémonos las preguntas. Y dime de una vez qué es lo que tienes.- ºº

 

ººº- ¿Si eso es lo que quieres? Tus deseos son los míos, Shizuka. Te quiero a ti - ººº

 

ºº- No comiences con…- ºº

 

ººº- Descuida, tú ya sabes que te amo… lo que tengo que decirte es algo que no sabes.-ººº

 

Extrañamente Shizuka se sintió enrojecer, sólo un poco. Malditos sueños. ºº- ¿Es lo que has estado posponiendo? -ºº

 

ººº- Si. Te quiero en tres horas en la dirección que te mandaré por mensaje de texto ¿Esta bien? Estoy en Australia.-ººº

 

ºº- ¿Es por eso que tu “Proyección Astral” fue más efectiva? -ºº

 

ººº- Fue más efectiva por que tú me llamaste. Lo sabes muy bien.-ººº

 

Shizuka no dijo nada.

 

ººº- Esta bien, no quiero incomodarte más. Nos vemos.-ººº Cortó la comunicación.

 

Tres horas después.

 

- Sólo a él se le ocurriría citarnos en un lugar así.- Shizuka se pateó mentalmente por utilizar la palabra “citarnos”, eso NO era una cita, era una reunión. Salió del taxi, le pagó al chofer que le miró raro por visitar un lugar así.

 

Era una zona muy descuidada y poco transitada del barrial en donde habían acordado que sería el encuentro. El letrero destartalado y mugriento del “Motel” de dudosa reputación, en el que tendría que presentarse le hizo rascarse distraídamente su hombro izquierdo a la vez que despotricaba internamente.

El recepcionista, tenía toda la pinta de ser un proxeneta. Le sonrió a Shizuka, mostrándole todos sus dientes cubiertos con laminillas de oro. Ha Shizuka le parecía de muy mal gusto. Aceptó la llave que éste individuo le ofrecía. Subió por la estrecha escalera de madera. Todo el lugar estaba iluminado con fluorescentes de color rojo. A donde él viera, olía a burdel. Las chicas paradas en el marco de las puertas de las habitaciones y vestidas con sólo ropa íntima, le confirmaban sus sospechas. Típico de Nicolai. Él tenía una idea algo distorsionada de pasar inadvertidos, francamente. Pasó por varias habitaciones que estaban cerradas, y de las cuales se podían oír gemidos y uno que otro grito. Sonrió negando con la cabeza. Haciendo caso omiso a las palabras melosas y movimientos obscenos que le hacían las chicas, llegó a la habitación Nº 23. Topó la puerta y la voz de Nicolai le dijo: - Pase…-

 

Sacó la llave de su bolsillo y abrió la puerta. La habitación era pequeña y tapizada con imágenes de flores enredadas entre sí. La luz era azulada. La cama era pequeña y de apariencia dudosamente limpia, junto a una mesita de noche. Y sentado con las piernas cruzadas en la única silla presente, estaba Nicolai. Era un lunar en total desentonación con todo el lugar, vestido con su traje Armani y zapatos de cuero brillante. Shizuka resopló cerrando la puerta.

 

- ¿Desapercibido?...- dijo el rubio con fastidio.

 

- No pude evitarlo… tenía que estar presentable para ti.- Sonrió el inglés.

 

- No lo lograste…- Dijo con total indiferencia. Shizuka le estaba lanzando improperios mentales. Nunca se lo diría otra vez, recordando el hecho de que ellos fueron pareja, pero Nicolai estaba para morirse.

 

- Gracias…- Nicolai le guiñó un ojo.- Enserio quería verte… necesitaba hacerlo.

 

Shizuka bufó.- No me digas que todo esto es por puro gusto tuyo… por que…

 

- No. No, no lo es… no puedo dejarme llevar sólo por mis necesidades…- Shizuka ignoró eso. Nicolai sonrió y continuó.- Es la información que pude obtener… - Sacó un maletín de debajo de la cama, extrajo algunos papeles para mostrárselos a Shizuka y comenzó a explicarle su descubrimiento.

 

Minutos después, vio que el rubio estaba rígido y con el ceño furiosamente fruncido.

 

- Estas diciendo que… todo fue un complot, ¿Un engaño?...-

 

- Al parecer… así es… le hicieron creer una mentira. Creció en una mentira.- Nicolai tenía un cigarrillo entre sus dedos. Shizuka sabía que Nicolai sólo fumaba cuando se sentía nervioso o ansioso.

 

- Los planes eran otros ¿verdad?...-

 

- Sí… pero no salieron como se esperaba. Al heredar dos personalidades tan poderosas y opuestas, le hicieron alguien completamente peligroso. Pero, Sebastian, se encargó de que todo se torciera según sus intereses…- Cerró su maletín.

 

- Maldito bastardo… nunca me dio buena espina…-

 

- Lo sé, lo sé muy bien…-

 

- Sabemos que los dos son muy poderosos… pero sólo me dijiste el nombre de uno… ¿y el otro padre? ¿Quién es? –

 

- Sólo sé que lo hicieron con un prototipo que se parece mucho al primer experimento. Esa información parece que se hizo humo, no pude conseguirla.- Nicolai suspiró, parecía triste.- Debes saber algo más…

 

- Dímelo…- El presentimiento que le acogió, no era nada bueno.

 

- Pues…- Sus ojos azul metálico brillaron con intensidad.- Tu madre…

 

- ¿Qué pasa con ella?...- Estaba alarmado.

 

- Ella es partícipe de todo… -

 

- ¿De todo?... que quieres decir con… todo.- El sabor amargo de enterarse de la verdad que revoloteaba en su cabeza hace tanto tiempo, volvió a su garganta, ya que antes la descartó como imposible de que ella participara en lo que sea que estaba metido Sebastian.

 

- Ella… ella es la principal cómplice, y por qué no decirlo… una de las autoras y artífice de esta abominación.-

 

Shizuka se quedó en silencio; asimilando.

¿Por qué tenía que sorprenderse?...- Pero aún falta más información… ¿Estas seguro?- Preguntó un ansioso Shizuka.

 

Nicolai le dio una larga mirada, luego dio una profunda calada a su cigarrillo. Se tranquilizó al sentir que el humo abandonaba su boca. – Seguiré investigando… - Fue lo único que pudo decirle. No quería que Shizuka sufriera innecesariamente. Pero, la respuesta a la pregunta del otro era: Si, estoy completamente seguro. No tengo dudas…- sólo lo pensó.

 

- De acuerdo… La próxima vez yo te llamaré.- Dijo Shizuka.

 

- Si. ¿Estás mejor? Te ví muy mal. Hasta llegue casi a preocuparme. ¿Por qué traes guantes? - Preguntó Nicolai con una sonrisa, aunque su mirada era más intensa. Más azul.

 

Shizuka tragó.- Aun estoy algo débil, y tengo las manos heladas… creo que estoy descompensado. Ya pasará.- Dirigió su mirada castaña hacia el tapiz. La relación entre ellos había terminado hace mucho. Ahora estaba con Fausto, bueno estaban, pero, sólo follando cada vez que se veían ¿Por qué debía estar pensando en eso? – Gracias.- Dijo secamente.

 

- Tú sólo tienes que llamarme y estaré ahí para ti. No importa qué es lo que pase. Sabes que la vida que tengo te la debo a ti… y planeo vivirla para ti.-

 

- Cállate, Nicolai… no sabes lo que dices.-

 

- Tienes razón, debo hacerlo. No debemos hablar de esas tonterías. Es puro romance barato. Lo vi en una novela que estaba siendo exhibida en vitrina, así que no me hagas caso.- Los dos permanecieron en silencio por varios segundos. Se podía sentir la tensión entre ellos.- Diablos…- Susurró Nicolai.

 

- ¿Qué pasa? – Cuestionó Shizuka.

 

- Esto es pura mierda.- Respondió el ingles, prendiendo otro cigarrillo.

 

- Vaya, siempre tan elocuente.- Se burló el rubio.

 

- No te hagas… que es el mismo lenguaje que utilizabas antes, cuando tú y yo...-

 

- No me jodas…- Le cortó Shizuka.

 

- No digas eso. Porque eso es lo que más quiero hacer. Joderte.- Otra calada de nicotina.- Pero como estas tan enamorado de Fausto.

 

- Yo no me enamoro.-

 

Nicolai en esta ocasión dejó escapar lentamente el humo del cigarrillo, se relamió los labios, parpadeó suavemente, moviendo esas pestañas terriblemente negras, tupidas y rizadas en contraste con esos ojos azul- metálico mirando a Shizuka, curvando sus labios en una sonrisa muy sugerente. Entonces su boca emitió esa voz grave y ronca que tanto fastidiaba a Shizuka.- Lo que tú digas. Siempre te creeré mi querido, Shizuka.- Se inclinó a tomar su maletín y se acercó a centímetros del rubio, que no se perdía cada detalle, cada movimiento del otro. Tomó la mano izquierda de Shizuka acariciándole con el pulgar el dorso enguantado, llevándola en dirección de sus pantalones; y Shizuka se dejaba hacer. Nicolai se inclinó más hacia el rostro del otro, casi rozando los labios de su compañero, recorrió su mejilla, oliendo, hasta llegar a su oído derecho, el aliento abrazador de su ex-amante estremeció la piel de su espina dorsal.- Pero sé que sí eres capaz de hacerlo.- La mano izquierda de Shizuka palpó algo duro y se aferró a él.- Buen chico…- Le dijo, con esa voz que debería ser de locutor, o como mucho recepcionista de alguna línea caliente. Tuvo que hacerlo, aspiró su aroma; idéntico al de su sueño y al que tenía su cuerpo esta mañana. Se retiró lentamente, rozando sus mejillas. ¡Maldición! No debería estar haciendo esto.- ¿No deberías estar haciendo qué, Shizuka? -

 

Estaba tan hipnotizado por su timbre de voz, su aroma y cercanía, que no dudó en responder una pregunta que se inició en sus pensamientos, que no vocalizó.- No lo sé, yo no deb…- Nicolai le besó suavemente. Fue sentir sus labios contra los suyos, como un tierno masaje. La mano de Shizuka comenzó a palpar aún más la turgencia que tenía entre sus dedos, enredada entre la tela de esos pantalones.

 

- Esta bien, sólo no debo olvidar que: Lo que tiro a la basura, no lo vuelvo a recoger… Lo sé.- Se separó del rubio, lo taladró con esos ojos que antes le hicieron delirar, y al parecer aun tenían ese efecto. La luz azulada de la habitación, no se comparaba con el azul de su mirada.- Ya debo irme… creo que lo que hay en el maletín te interesa mucho. Quédatelo, yo no puedo llevármelo… Nos veremos en otro momento Shizuka, y suerte con Fausto.-

 

- Qu…- Otro roce de labios le impidió hablar. Pero en esta ocasión quiso responder, mas no pudo hacerlo pues la presencia de Nicolai se desvaneció. Se sorprendió de su desaparición; entonces ¿Qué es lo que su mano sostenía? Miró hacia abajo y ahí lo vio. El maletín. Confundió con otra cosa el asa del maletín. Se dio un coscorrón así mismo.- Maldito Nicolai.

 

Salió de aquel lugar. En la noche estaba en el avión rumbo a Tokio.

 

Llegó en la madrugada. A la salida del aeropuerto, un coche le esperaba. Sabía de quien era. Se subió al auto y fue llevado al hotel en donde se encontraría con él.

 

Ya había amanecido. El reloj empotrado en la pared indicaba: 9:18 a.m. Se estaba amarrando las agujetas de sus zapatos de cuero negro. – ¿Continuarás enseñando al prospecto de “genio”? – Preguntó el rubio, ajustando el nudo terminado en sus zapatos, y haciendo comillas con los dedos al decir lo último.

 

Sólo obtuvo un gruñido como respuesta. Sentado en el filo del lado izquierdo de la cama. Volteó a ver a Fausto, éste continuaba desnudo y plácidamente recostado bocabajo, enterrando su rostro en la almohada de plumas. Shizuka le dio una palmada cariñosa al trasero expuesto del otro. Fausto volvió a gruñir, y restregando su rostro en la tela de la almohada, contestó con voz pastosa. – Tiene posibilidades… además, tiene a quién sacar. –

 

Fausto no lo vio, pero Shizuka sonrió con amargura y apretó fuertemente el puño que hizo con la mano que tenía libre. – Si, claro… Sí, que lo tiene.- Corroboró con voz fingidamente condescendiente. *Ese maldito bastardo*; acotó mentalmente el rubio. – ¿Y sabes algo de él… del padre de Yuuta? -  Se atrevió a preguntar a pesar de sus pensamientos; mientras acariciaba la curva del trasero con las yemas de sus dedos.

 

Fausto ladeó el rostro, recostando su mejilla izquierda en la superficie suave, con los ojos cerrados. Y sonriendo le preguntó con voz divertida – Pensé que no lo soportabas… por lo de tu madre. Dime, ¿ya lo aceptaste como tu padre?... –

 

Shizuka sabía perfectamente que Fausto se regodeaba con aquel tema. No le daría el gusto. Sonriendo, volvió a darle otra palmada, pero esta vez no tan cariñosa, al trasero respingón de Fausto. -  El hecho de que mi madre tenga gustos pésimos… No quiere decir que me uniré a su club.  -  * Nunca lo haré…  Nunca podrá llegar siquiera a las suelas de los zapatos de mi padre. Maldito sea.* Se reprimía la opinión personal.

 

- Desde que trabajo en la resurrección de Seishirou-sama… mi comunicación con él, es sólo la necesaria. – Se removió en el lecho. – Aunque lo último que supe… fue que se encontraba en alguna ciudad de Oceanía. Ni Yuuta sabe decirme en donde está su “querido padre”. – Bostezó con moderación y respiró hondamente. Su cuerpo se balanceó por la agitación que provocó sus movimientos en el colchón lleno de agua. Sonrió con algo de pereza, y dirigió su mirada rubí hacia el rostro levemente serio del rubio. - ¿Pasa algo? –

 

Shizuka se obligó a sonreír. – No… ¿Por qué la pregunta?-  Con semblante inocente le sostuvo la mirada al otro.

 

Fausto se volteó totalmente y con la ayuda de su brazo derecho se incorporó, quedando sentado, frente a frente con Shizuka. Entrecerró sus ojos rojos y con voz susurrante le dijo. -  Shizuka, sé que me ocultas muchas cosas. – El rubio dejó escapar el aire con lentitud, sin cambiar su actitud de total incertidumbre. -  Yo lo sé… lo sé muy bien. – Tomó el rostro angelical y lo acercó al suyo. Recorrió con la mirada y dedos, los labios ligeramente carnosos y bien delineados, el puente recto de la nariz, las cejas rubias y definidas, los ojos castaños que por momentos tomaban matices de un dorado y violeta intenso, que le enloquecían cuando la mirada de éste se volvía fría y distante. Esos ojos… esos ojos, atraparon al científico en el primer momento que besó a Shizuka esa vez… esa vez, hace dos años aproximadamente. La primera vez que ellos se besaban. La primera vez que pudo tener así de cerca al hijo de aquella horrible mujer. Esa vez que lo sujetó de forma brusca, y sorpresiva por ambos brazos. En aquel momento Shizuka quiso soltarse con todo lo que sus flaqueantes fuerzas le permitían. Después de una explosiva discusión en la que habían llegado hasta los golpes. En un momento de locura, Fausto le sujeto de los brazos, inmovilizándolo, y jaló hasta que estuvieron tan cerca el uno del otro, que podían respirar el aliento de ambos. Shizuka le miró sorprendido y luego rabioso, y cuando Fausto lo acercó más, su mirada cambió a una llena de confusión y desconcierto. Según lo que podía recordar, el rubio tembló entre sus brazos y trató de disimular su reacción forcejeando como loco, sin poder soltarse. Fausto en ese entonces se sintió tan embargado por el color  e intensidad de ojos del joven, que lo único en lo que pensaba y necesitaba era… besar. Besarlo hasta que la fiera que se retorcía como poseso y asustado, gimiera complacido. Ni bien la idea se formó en su cabeza, la llevó a cabo sin pensárselo dos veces.

 

Sonreía cada vez que recordaba ese momento.

 

Y ahora conociéndolo un poco más… sabía y sentía la falsedad en muchas de las acciones de Shizuka. – Y no te estoy reclamando nada… después de todo yo también tengo muchos secretos… -

 

El castaño trato de soltarse del escrutinio visual de Fausto. Fausto no le soltó. – Todos los tenemos… - Fue lo que le respondió, decidiéndose a participar en el juego de miradas y medias verdades.

 

- Así es… y no te pido que me los digas. Pero sé que los tuyos compiten en gravedad y magnitud, con los míos… - Fausto luchaba contra la sensibilidad y apego que la humanidad heredaba como bendición y maldición. Shizuka era como él. Competían en soledad, en odios, en rencores y la lucha de sobrevivir. La diferencia era que Shizuka era cálido y sensible, a pesar de su oficio. Eso atraía y espantaba a Fausto.

 

- ¿Qué es lo que quieres, Fausto? - Cuestionó con su voz y con sus ojos.

 

Con rapidez, Fausto le robó un beso, que Shizuka no tuvo tiempo de responder, por lo rápido que fue. -  Es esto lo que quiero… Agarrarte desprevenido. Por que tengo curiosidad de ver tu verdadero yo. El verdadero Shizuka.- ¿Desde cuándo le había surgido ésta necesidad?; Fausto se estaba sintiendo confundido.

 

Shizuka tragó, y no pudo recomponerse de inmediato, como para evitar la verdad que iba a decir y demostrar.-  Este soy yo… al que tienes frente a ti. Mírame fijamente, Fausto. – El tono de voz con el que le respondió, dejó a Fausto, sin señal de cobertura, o sea  como en trance. En los ojos de Shizuka se reveló una dulzura y serenidad abrumadora. Le sonrió con total sinceridad y besó con suavidad. Lento, pausado, necesitado, tierno, tembloroso. Shizuka nunca le había besado así, nunca le había transmitido esa energía tan pacífica y mortalmente caótica. Cómo podía su joven amante tener tal despliegue de poder. Fausto se estremeció. Cuando Shizuka dejó de besarle, sus miradas se encontraron otra vez. En esos momentos el color castaño estaba mezclado con ese brochazo de violeta, que tanto turbaba al científico, sólo que no era una mirada fría y distante la que el rubio le estaba dando. Era profunda y serena… -  Éste soy yo… sólo yo. Alguien que no debe sentir nada. Absolutamente nada… - Shizuka acarició las mejillas de Fausto, pasó las yemas de ambas manos sobre sus cejas negras y bien tupidas, rozando apenas sus pestañas… -  Amo tus ojos. Son como el fuego eterno en el cual me consumiré cuando todo termine. Sé que suena cursi, pero así lo siento. No quiero que me prometas nada. No necesitas hacerlo. No debes hacerlo. Pero quiero que sepas que siento algo muy especial por ti. Sólo eso te diré.- Se levantó de la cama y tomando sus dos maletines volteó a ver a Fausto.- Nos vemos, Fausto.- Se acercó a su puerta. La voz de Fausto le detuvo.

 

- No te vayas tan pronto.-

 

- ¿No escuchaste lo que te dije? No debe haber nada más que esto… Además Fausto, tú no eres capaz de amar a alguien más que a ti mismo. Y creo que eso es lo mejor que puedes hacer. Nos vemos luego, tengo que regresar a mi departamento.- Abrió la puerta.- Y por favor, olvida lo que dije con respecto a mis sentimientos.- Y salió de la Suite, con un portazo.

 

Fausto se quedó ahí, sentado, mirando la sombra inexistente de Shizuka.- También creo que es lo mejor. Pues esto me esta haciendo alguien débil; y eso no debe ser algo que me permita. Aunque también te diré Shizuka… que… que también siento algo especial por ti.- Se volvió recostar en la cama, debía descansar. Se le estaban viniendo días difíciles. 

 

 

 

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- ¡¡Matt!! … Mathew, regresa… debes regresar, se está haciendo tarde…- Llamaba una voz femenina, al pequeño que corría sobre la hierva húmeda.

 

- No… no quiero… hoy quiero jugar…- Sigue corriendo el niño de candidos ojos verdes. Las pisadas que da provocan que la tierra se remueva y tome la forma de sus pequeños pies.

 

- Debes hacerlo… sino, ya sabes quien vendrá por ti…- Advierte la voz.

 

El niño que atravesaba a toda carrera los jardines repletos de flores blancas y amarillas, rozándolas con sus finas y diminutas manitos, y con una sonrisa impresa en sus rosados labios; se detuvo en seco. Sus ojos color jade se tornaron vacíos, dejando atrás la luminosidad de hace unos segundos. Se mordió los labios, y sus mejillas, antes sonrosadas por la excitación y la carrera, empalidecieron instantáneamente. Presionó sus pies desnudos sobre la tierra negra que estaba humedecida por la lluvia que cayó la noche pasada, y preguntó: - ¿Él vendrá?- Sentía que la voz se le iba. Trató de recomponerse. - No me importa. Solo quiero jugar, quiero ser un niño normal…- Cerró fuertemente los párpados para evitar que los traicioneros nervios se apoderaran de su cuerpo.-  Tan normal como sea posible…

 

- ¿Normal?... Por favor Matt, no me hagas reír… Tú puedes ser todo lo que quieras, menos normal. Lo sabes muy bien.- Dijo con voz burlona la mujer de cabellera rubia y ojos negros intensos, mientras alcanzaba al niño. Se puso frente a él, arrodillándose en la parte del césped, y llevó una de sus muy bien cuidadas manos a la carita ceñuda del niño. – Mírame Matt…- Le ordenó. El pequeño obedeció, mostrando sus acuosos ojos. – Tú sobrepasas lo normal, tú eres especial… sumamente especial, y eres conciente de eso ¿verdad?- Le dijo acariciando la tersa piel de su rostro infantil.

 

- Especial… - Repitió el niño, haciendo puños con sus manos que estaban reposando a sus costados.- Especial… especial…- Volvió a repetir, esta vez con amargura. – Odio esa palabra, la detesto… como a todos ustedes.- Su mano derecha apartó bruscamente la mano intrusa que le acariciaba.

 

- ¿También a él le odias? – Cuestionó la mujer con voz suave y calmada, sin molestarse por el arrebato de rabia que le mostraban.

 

El niño abrió los ojos más de lo acostumbrado, se volvió a morder los labios y clavó su mirada verde en las flores que se mecían con el viento. ¿Por qué tan solo no lo dejaban, aunque sea fingir, ser un niño normal, común y corriente… en todo el cortísimo tiempo que le quedaba? ¿Por qué se empeñaban en recordarle lo que sentía por él?

 

Al no obtener respuesta, la rubia sonrió levemente. – Pequeño Matt, sé que lo amas y… eres correspondido.- Había un brillo extraño en los ojos de aquella mujer, que Matt no podía descifrar; después de todo, sea como sea, especial o no, aún no dejaba la fase de la niñez en la que estaba atrapado.

 

- No puede ser amor lo que él siente por mí. Él no ama a nadie…- Respondió mientras retorcía sus manos. – Además, es mi padre, es mi creador… -

 

Unos pasos se escucharon bajo el crepitar de la hierba mojada. Y la voz profunda y ronca de un hombre revestido con una bata blanca, pantalones y zapatos negros, remarcando sus ojos con anteojos de marco plateado, hizo eco en sus oídos.

 

- Mathew, es hora de tu tratamiento…- Le dijo aquel hombre, a la vez que se sacaba los anteojos y los limpiaba con un pañuelo que sacó de unos de sus bolsillos.

 

Matt volteó hacia él.  El aire se hizo pesado y ligero en el mismo instante en que sus enormes ojos verdes encontraron la mirada verde-amarillenta del hombre que le llamaba con una sonrisa en los labios.

 

 

RIIIINNNNG!!!!!…. RIIIIINNNNG!!!!!

 

 

El sonido estridente y repetitivo del despertador que tenía en la mesita de noche, le dio un jalón doloroso a sus tímpanos. Con la mano derecha alzada, le dio un golpe y mandó al pequeño artefacto colisionar contra la mullida alfombra. Se levantó inclinándose sobre sus piernas aún extendidas y adormiladas sobre el colchón; se quedó mirando sin ver en un punto inespecífico de su habitación.

 

- ¿Siempre será así?…- Se dijo con voz pastosa, llevándose ambas manos al rostro y frotándose lo ojos con las yemas de sus largos dedos, casi con violencia. – Hasta cuándo lo recordaré… maldito seas… - Susurró y se quedó en silencio. Dio un suspiro de cansancio a pesar de recién haberse levantado de dormir. - Ya lo encontré… eso es lo importante, ya está a mi lado…-

 

Se removió en el colchón, quitándose las sábanas que cubrían y enredaban sus piernas. Plantó sus pies en la alfombra redonda que marcaba desde el piso la ubicación de su cama; incorporándose flemáticamente sobre su peso. Caminó en dirección al baño privado de su habitación. Se mojó la cara con el agua helada, temperatura graduada a conciencia por las manijas que la hacían de controles,  y burbujeante líquido que emanaba del grifo, quedándose inclinado sobre el lavamanos; sintiendo los chorros suaves derramarse desde sus cabellos azulados, hasta su frente, sus ojos cerrados, su nariz recta, sus mejillas pálidas, sus labios entreabiertos, para finalmente llegar hasta su mentón. Se quedó en esa posición por unos minutos más, hasta que sintió sus facciones totalmente entumecidas e insensibles. Tomó una toalla blanca, que estaba colocada en uno de los estantes de madera oscura, cerca al espejo rectangular. Mientras se secaba, vio en el espejo su reflejo, rápidamente apartó la vista y continuó secándose.

 

No podía escapar.

 

Resoplando, tiró violentamente la tolla, hecha bola, sobre el piso. Posó sus manos en las losetas acrílicas de color guinda y volvió sus ojos celestes al espejo. Al observarse, teniendo la cara casi besando la superficie lisa e imitadora del cristal, notó que sus ojos estaban enrojecidos, es más, amenazaban con soltar lágrimas a borbotones. Se mordió con mucha fuerza el labio inferior. Quería sangrar. Quería sentir dolor. Deseaba gritar.

 

Le odiaba tanto, con la misma intensidad que alguna vez lo amó.

 

Dejó de morderse, al sentir la tibieza y el sabor metálico de su propia sangre. Se chupó la herida y se alejó un poco del espejo. Su torso desnudo mostraba pequeñas cicatrices, pequeños orificios taponados superficialmente con piel encarnizada, casi diminutos y, a pesar de eso, tan notorios, tan palpables. Parecidas a las huellas que dejan la varicela, pero, éstas solo estaban esparcidas, y en pocas cantidades, por los lados de sus costillas, el lado izquierdo de su pecho, o sea el sitio del corazón; y una que se encontraba en el interior de su ombligo, esa cicatriz sólo Daichi sabía de su existencia sin siquiera verla. Al pasar sus dedos por las razones de sus atroces dolores infantiles y adolescentes, rememoró con ardor y verdadero realismo las sesiones intensivas e interminables a las que fue sometido por ser alguien “especial”.

 

Sus dedos se crisparon sobre su propia piel, y clavando sus uñas, hizo puños, tratando de jalar y arrancarse el tejido vivo que cubría sus carnes. Esa piel… Ese cuerpo que le pertenecía y sostenía… Por momentos lo detestaba. El simple y complejo hecho de vida, le producía náuseas. Su sola y continua existencia, del día a día, era tan insufrible. Antes de poder hacer algo, su respiración se agitó… su cuerpo vibró… 

 

Lloró.

 

Convulsivas, punzantes y detonadoras lágrimas se deslizaban con elegancia y tortuosa lentitud sobre su cutis pálido. Odiaba esas sensaciones, tan débiles… tan humanas.

 

 

- No se si odiarte o quererte Seishirou, pues… nuestro Subaru te ama. Y yo por él soy capas de todo… de todo.- Sollozó el muchacho cerrando los ojos. No debía permitir que la tristeza le abrigara en su manto cálido y frío a la vez. Suspiró con suma lentitud, calmándose o intentándolo. Unos segundos después esboza una sonrisa débil hacia su reflejo, al ver que no le convencía, ensancha los labios y endulza su mirada celeste, el resultado… una sonrisa encantadora.

 

- Así esta mejor… Subaru-san no debe verme triste…- Abre el grifo y se lava la cara, quitándose las lágrimas. Lo cierra. – Hoy es el gran día de Subaru-san… y debo estar impecable. –

 

Se quita el ligero pantalón-pijama y los calzoncillos. Una vez desnudo, toma otra toalla de la estantería y se dirige a la ducha.

 

 

Dos horas y media después….

 

 

Daba leves golpes a la madera pulida y rojiza de la puerta que estaba frente a sus narices. Sólo una cifra de números gravados en metal amarillento le daba la seguridad de que ese era el departamento de Subaru, pues todas las puertas de aquel hospedaje eran idénticas. Esperó a que le abrieran. Sentía un poco de nervios… éstos hormigueaban y marchaban seguros a través de sus venas, dándole una sensación de estar mutando en alguna extraña criatura… Volvió a topar antes de que la mutación diera paso. Era atípico ese tipo de sensaciones en él. El descontrol no llegaba a su Psiquis y mellaba sus entrañas desde hace mucho, y menos, si había alguien a su costado, mejor dicho, ni estando sólo permitía tal despiste. Él era alguien que siempre debía tener una sonrisa y seguridad intactas, y palpables para todo aquel que le viera. Así debía ser y así debía continuar.

 

Escuchó pasos apresurados y torpes, llegar detrás de la puerta. Sonrió. Sea como sea, Subaru era… especial. No había duda, y Daichi, que aborrecía tal adjetivo, adoraba la forma en que esta simple palabra tomaba sentido y forma divina, si se pretendía detallar al ser humano que en esos instantes abría la puerta y le sonreía nervioso, invitándole a pasar.

 

Los meses que habían pasado juntos solo se podían encajar en una sola palabra: Increíble…

Quizá fueran más las palabras con “I” que lo describirían: Irreal, Impensable, Irónico, Insensato, Idílico, Inexplicable, Inestimable, Inverosímil, Inequívoco… etc.

El sólo hecho de estar a su lado y poder conocerlo, provocaban un mareo y excitación incomparables, y a la vez delicioso desconcierto, en el mundo interno de Daichi. Nunca pensó que fuera tan fácil llegar a encontrarlo, era casi risible… Hasta se le podría catalogar como una “broma divina”.

 

Al sentarse en la cómoda butaca que Subaru le señalaba, la ansiedad zumbaba en sus oídos, pero lo que le mostraba al dueño de casa era una sonrisa y comprensión en su semblante, en apariencia sereno.

 

- ¿Listo Subaru-san?... Hoy es el gran día. Creo que después de esto cobraré honorarios… - Dijo con voz divertida Daichi. Dejando de lado la picazón que se cernía en sus entrañas.

 

- Debo aceptar que estoy nervioso… - Suspiró Subaru. – Espero no haberte hecho perder el tiempo Daichi-san.- El médium sonaba abatido.

 

- No digas tonterías… abajo el pesimismo. Subaru, es ahora o nunca que debes empezar a ser egoísta… e ir tras tus sueños. No los pospongas más, que la vida no perdona. – Le dijo con seriedad a su compañero. Le irritaba verlo así. – Verás que todo saldrá bien, ya aprobaste el primer examen… solo tienes que estrujar tus inseguridades y arrojarlas al tacho. – Se levantó del sillón y caminó hacia el médium. Tomó sus manos, estrechándolas con las suyas y le miró a los ojos. – Yo creo en ti… No tengo dudas con respecto a que saldrás airoso de esto. – Se acercó más a Subaru y le dio un suave beso en la mejilla, sin ninguna malicia de su parte, para terminar abrazándolo. Sintió como el médium se tensó bajo su contacto, y luego se relajaba… siendo correspondido con otro abrazo.

 

- Gracias… muchas gracias.- Dijo el Sumeragi, más relajado.

 

- Es parte de mi trabajo contigo. ¿Ya te mencioné que cobraré honorarios? - Bromeó Daichi. Agradecía poder ocultar muy bien sus sentimientos, pues le entraron ganas de llorar cuando se sintió correspondido por Subaru en el abrazo.

 

- Tonto… - Susurró el médium sin soltarle.

 

Si, realmente era un tonto, por decirlo menos. Debía controlarse más. Ese día se sentía muy vulnerable y no debía permitirse eso, menos aún, con él cerca. Rompió el contacto y le dijo: - Pues adoras a este tonto… Así que no preguntaré quien lo es más. – Levantó a la altura de su pecho el dorso de su mano izquierda, arremangando la tela de su suéter y observó su reloj.- Bueno, Subaru-san, démonos prisa, que ya falta una hora para el momento de la verdad… - Al decirle esto, vio que Subaru empalidecía… - Tranquilo… Yo estoy aquí… y te aseguro que si es necesario te haré llegar a empujones hasta tu destino. Así que mejor, muévete de una condenada vez… Querido Subaru-san… - Terminó con una dulce sonrisa, pero con una clara advertencia en sus ojos celestes.

 

- Si… - Sólo atinó a decir el de ojos dispares, dirigiéndose hacia la puerta de salida de su departamento, con el paso de “Robocob”, sólo faltaba que sonaran las tuercas de las uniones que tenía dicho robot. Abrió la puerta y salió solo con lo que traía puesto, olvidándose estrepitosamente de su mochila, en la cual estaban sus documentos de ingreso al examen y llaves.

 

Daichi lo vio salir. Negó con la cabeza y suspirando, recogió las cosas que Subaru dejaba. Aseguró la puerta con la llave y apresuró sus pasos para seguir a un Subaru autómata.

 

Ya en el taxi…

 

Daichi despotricaba internamente y maldecía a toda la humanidad, excepto a Subaru, claro; pues estaban atascados en un caos vehicular. Volvió a resoplar, era la enésima vez que lo hacía. Gritar al taxista no arreglaría nada. Volteó a su costado y ahí estaba Subaru, más pálido, y quizá adquiriendo un color parecido al verde, por los nervios del examen, agregándole el hecho que quizá no llegaría para siquiera decir que lo intentó.

 

Daichi se sentía contrariado, ya que le entraban ganas de romper todo a su alcance y a la vez de reírse a carcajadas, por el semblante del médium que casi siempre era estoico, pero que en estos momentos hacían notar que habría visto un fantasma. Daichi sonrió por este último pensamiento; ¿Subaru asustarse por haber visto un fantasma?… Sí, claro.

 

¿Por qué tenían que aflorar en él esa vena sádica que compartía con el asesino del cerezo? ¿Y más aún con el pobre de Subaru?... Al parecer era inevitable.

 

Buscó en sus bolsillos. Sacó dinero y le pagó al taxista. Abrió la puerta del taxi y tomó la mano del Sumeragi, jalándolo y obligándole a salir del auto. Agradeció que el chofer los haya estacionado cerca de la acera. Una vez lo dos parados en la vereda, con Subaru mirándolo con un gran signo de interrogación en el rostro y sopesando por su salud mental, empezaron la rápida marcha.

 

- ¿Qué demonios?... Daichi-san… - Intentó razonar Subaru, que estaba siendo jalado por el de cabellos azulados, mientras intentaba seguirle el paso.

 

Pero Daichi le cortó de una sola vez. – Camina más rápido… No hay tiempo que perder, sea como sea llegarás, así tenga que cargarte y correr si no cooperas en apurar el ritmo… -

 

Daichi, con una punzada de paranoia en el pecho, observaba por todos lados, por si alguien sospechoso los observaba, según su juicio más de lo normal; o si alguna cara conocida los avistaba. No quería que Subaru estuviera en peligro, y más si fuera por su culpa. No podía evitar sentir esa escalofriante sensación de persecución.

Él podría defenderse, pero sabía muy bien, bueno, lo presentía, que Subaru estaba por el momento indefenso. Pudo confirmarlo cuando el médium no hizo gala de sus supuestos poderes espirituales, al tener cerca esa energía pesada y desconcertante que siempre le acompañaba desde que le vio por primera vez. Para frustración de Daichi, ni sus propias habilidades (las que le quedaban) le podían ayudar a dilucidar la identidad del espíritu que no se despegaba de Subaru. Era una cuestión que le llenaba de curiosidad, pues también de cierta forma le era escalofriantemente conocida, demasiado para su gusto. Hasta que Subaru fue conciente de la identidad de éste ente… “Seishirou-san” así lo llamó esa vez; y algo dentro de Daichi vibró y retorció con la horrible sensación de estar siendo jalado por el ombligo. Ese era el nombre que estaba grabado con brasas ardientes en el corazón de su amado Subaru. Era él… Seishirou… La persona, la razón e inicio de su búsqueda… de su venganza. La razón de todo; ese era el pensamiento y sentimiento predominante en todo su ser. Pero había sido engañado. Manipulado de la forma más vil. Si Subaru supiera todo lo que hizo antes de conocerle… de seguro le aborrecería, y Daichi no lo podría soportar. Tenía que protegerlo, debía hacerlo. La verdad no podía golpearlo de esa forma.

 

Esa llamada que hizo meses atrás, después que Subaru ingresó a dar su primer examen, le alertó y desconcertó. La información era confusa. Y la coronó ese “encuentro” que tuvo con la persona que más ligado estaba, hasta ese entonces, e hizo conocedor de esa verdad y después sólo tuvo que atar cabos, aún no tenía muchas cosas claras, pero lo trascendental ya lo sabía. Al principio había sido chocante, pues tiraba al tacho sus anteriores intenciones con el médium. Peor aún, cambiaba todo lo que conocía o creía conocer. Los cimientos de su vida se desmoronaban con cada paso y recuerdo. Fue doloroso. Se alejó de Subaru por una semana. No soportaba verlo. Tenerle cerca era como tener fuego cerca de  la piel. Tuvo que inventarse una buena excusa para lograr alejarlo lo suficiente.

Pero, una vez superado y aceptado (Noches de eterno desvelo y casi volverse loco), la dicha le embargó al mismo ritmo que el pánico. No debía dejar que lo encontraran. No, él, no debería encontrarlo… No se lo entregaría… No después de haberse enterado de quién realmente era Subaru. No lo permitiría. Primero muerto. Y sinceramente ese hecho no le asustaba, a fin de cuentas había deseado eso durante los años anteriores de su corta vida. Pero, en esta ocasión debía seguir vivo. Tenía una razón. Por fin la tenía.

 

Puso más velocidad a sus pasos, casi corrían…

 

Después de haber caminado (corrido.), unas seis calles. Daichi casi dio un salto al llamar a un taxi. Se acomodaron en los asientos traseros y, con clara amenaza en la voz, Daichi exigió al chofer, “amablemente”, casi sin aliento, que se diera prisa.

 

10 minutos después…

 

Salían de forma atropellada del taxi. Daichi por poco le da toda su billetera al taxista. Subaru se lo impidió, se notaba que estaba nervioso, pero, claramente divertido por la pérdida de los estribos del que hacía gala el ojiceleste en ese día.

 

Ingresaron, con pasos apurados, al inmenso establecimiento que se mostraba ostentoso y muy organizado La Universidad de Tokio. Dejaba sin aliento a Subaru. Daichi lo sabía.

 

Una vez, de haber mostrado los documentos de derechos, que Subaru casi olvida. Después de haber pasado unos cinco minutos de espera, el Sumeragi era conducido, junto a otro grupo de postulantes, a una de las aulas. Daichi le despidió con un ademán de su mano. Bajó las escaleras del tercer piso y, una vez en el Lobby, se acomodó en uno de los sillones que allí se repartían los demás acompañantes de cada postulante.

 

Daichi estaba situado cerca de un rincón. Con la cabeza reposando en el borde del respaldar del sillón. Se dedicaba a mirar el lustroso techo de madera, iluminado con luces blancas y suaves. Cerró los ojos y sonrió. – Muy bien Subaru… ahora te toca a ti.-

 

Subaru le había contado que hace un año él se había inscrito en la Universidad del Campus Clamp, no le dijo por qué, pero que sólo lo hizo por compromiso y una misión en la que tenía que ser partícipe, así que se inscribió en la carrera de Literatura; por la cual puso la más nula de las atenciones y recibió ayuda del propio Director de dicho Campus para ingresar con total facilidad. Pero ahora era distinto. Subaru deseaba darse una oportunidad, y ésta debía ser conseguida por sus propios esfuerzos. Daichi sintió, en ese momento, toda la determinación y deseos antiquísimos en esa decisión.

 

Una risa…

 

La risa de una niña. Una niña de hermosos cabellos castaños, reía de forma peculiar y contagiosa. Amaba esa risa. Cada eco que lograba recordar, rebotaban el las paredes internas de su cráneo.

 

- Ha pasado mucho tiempo desde que te perdí de vista.- Susurró Daichi.

 

Recordaba esos cautivadores ojos castaños. Brillantes. – Hubiera sido increíble que Subaru te conociera. Ya lo puedo imaginar… Te adoraría. Como yo lo hago.

 

Una manita suave, se posó sobre las suyas. Daichi volvió a sonreír. No abrió los ojos. Solo preguntó, casi en un susurro inaudible: - ¿Lo estas cuidando bien?... ¿Te está dando algún problema?

 

Otra vez escuchó la pequeña carcajada infantil. La manita sobre su mano, le apretó cariñosamente. – Eso no debes ni preguntar…- Le contestó la voz dulce, no de niña, de una joven. – No te preocupes. Le cuidamos tanto como te cuidamos a ti. Estará listo y protegido hasta que llegue el momento en que pueda ser mostrado.

 

Daichi, con los ojos cerrados, y absorto a las conversaciones que los demás sostenían; suspiró lentamente. – Me alegra… gracias.

 

La diminuta mano dejó de tocarlo…- Siempre es un placer cuidar de ti… en todas tus formas.- respondió en un susurro, desvaneciéndose.

 

El de cabellos azulados abrió los párpados perezosamente. Buscó a su alrededor. Y lo encontró. – Estas cosas, siempre me dejan un poco sediento. – Se dirigió a la maquina expendedora de sodas.

 

Siete horas después…

 

Daichi metía la llave a la cerradura, la volteaba y un ligero “clic” le avisó que la puerta estaba abierta.

 

- Pasa Subaru… estas en tu casa, literalmente.- Sonrió Wataru. Llevando en sus brazos dos bolsas de papel crema.

 

Subaru, más blanco que la polera que llevaba puesto, se sentó pesadamente sobre su butaca favorita. Estaba inmerso en un total mutismo.

 

El examen de Subaru duró tres horas y media. Daichi se la había pasado reposando en uno de los sillones, a espera del médium; ese día se sentía un poco agotado por el trajín y más que todo por la cortísima charla con “ella”… Eso llegaba a agotarlo si le agarraba desprevenido.

 

Una vez que el Sumeragi salió del aula en el que rindió la dichosa prueba, Daichi le quiso animar bromeándole, pero nada resultó. El médium estaba más rígido que una piedra. Aprovechando el estado de Zombie en el que estaba Subaru, el muchacho decidió llevarlo de compras y de pasada pasear un poco. Le fascinaba salir con Subaru, aunque no podía despegar de su interior el temor y la alerta en la que estos últimos meses se veía inmerso.

 

- Oh, vamos, Subaru-san… ánimo. Ya pasó los más pesado. Es momento de celebrar.- dicho esto, puso las dos bolsas de papel sobre la pequeña mesita, que hacía de comedor en algunos momentos, y sacó de una de ellas una botella de vino. Y de la otra, que era considerablemente más grande y de forma cuadrada, sacó una caja de cartón que tenía como portada el nombre de una pizzería. – Hora de comer… - Aspiró el aroma de la pizza caliente…- tiene un aroma increíble.- Y luego sacó el corcho de la botella de vino, éste estaba helado, y  sirvió el contenido color uva borgoña, en dos copas improvisadas y recién compradas… - Hora de beber.-

 

Subaru le miró fijamente por unos largos segundos. Daichi le ofrecía una copa medio llena de vino. Suspiró y aceptó la copa. Se tomó todo el vino de en un solo golpe. Y extendió la copa, pidiendo más…

 

- Vaya… - Dijo, Daichi, muy serio; sirviendo un poco de vino a la copa vacía del médium. – Estoy empezando a creer que eres una mala influencia para mí, Subaru-san… - Puso cara de estarse pensándolo.

 

Subaru hizo caso omiso al comentario. Volvió a llevarse a los labios la copa, y bebió la mitad de su bebida. Aún con la copa en mano, se desplomó con total dejadez sobre la butaca. Al parecer estaba empezando a relajarse. Daichi observó unos instantes a Subaru, éste sonrió perezosamente y abrió los ojos. – Ya deja de mirarme así… sólo intentaba relajarme.

 

- Sí, claro. El mundo del alcoholismo es relajante.- Bromeó, entregándole una rebanada generosa de pizza.

 

El médium aceptó la pizza y antes de llevársela a la boca dijo.- Ha hablado el maestro.- Y mordió su tajada.

 

- Tú siempre tan dispuesto a “aprender” mis sabias enseñanzas…- Daichi alzó su copa en dirección a Subaru, y la llevó a sus labios, dando un buen sorbo al vino.- Y dime joven “Anakin”… ¿El examen bien resolviste? - Con clara serenidad en los ojos, imitando al “Maestro Yoda, de Star Wars”.

 

Subaru rió por lo bajo, casi atragantándose con el queso elástico de la pizza, negando con la cabeza, por la ocurrencia de su amigo.

 

 

Daichi invitó a Subaru al cine. En donde vieron la película de esta saga. Claro que antes de ir a verla, alquiló en una tienda de videos, las anteriores películas… A Subaru le gustaba y divertía el peculiar y pequeño, pero poderoso y verde, Maestro Yoda; y sonreía cuando Daichi trataba de imitarlo.

 

- Hubo muchas preguntas que me resultaron fáciles…- Aceptó Subaru. – Y otras que no recordé en el primer momento, pero en el transcurso del examen pude resolverlas…- Suspiró levemente, y se bebió otro sorbo de su copa.- Espero que salga todo bien.

 

- Confiar debes en la fuerza del poder… - Sentenció Daichi.  Y cambiando de semblante con radical rapidez, agregó.– Además, me tienes a mí, y sin exagerar… soy lo máximo. – Se dio un golpe orgulloso en el pecho.

 

Subaru rodó los ojos. Daichi estaba a punto de seguir hablando de lo maravilloso que era, cuando fue interrumpido, por un cojín estrellándose en su cara. Miró incrédulo a Subaru. El médium se encontraba mirando a otra parte, dando otro sorbo a su copa, con cara de total inocencia al voltear a verlo y preguntar: - ¿Qué? – El más joven de los dos sonrió, por el descaro aprendido del otro.

 

Daichi negó con la cabeza, y se bebió todo el contenido de su copa. Ambos se quedaron en silencio. Subaru bebiendo vino y Daichi viéndolo beber.

 

No sabía qué pensar o qué sentir, puesto que el primer sentimiento que floreció en él, después de olvidarse de sus ganas de matarlo, o aplazar su muerte inminente, le desconcertaba en sobremanera. Si se le miraba desde un lado que era políticamente correcto, no debía amarlo como lo amaba. Eso lo tenía prohibido. No debía hacerlo, pero, como en el pasado él no debía haber hecho infinidad de cosas terribles, y ésta en especial sobrepasaba a las otras, no podía evitar sentirse así. Enamorado, hasta que le doliera el respirar, pues el sólo hecho de la existencia de este sentimiento lo volvía sucio, detestable; y con todas estas verdades, no podía sacárselo, por más que lo deseara con todas sus fuerzas. Con toda su alma. Con todo lo que él podría dar, y aún así, estaba completamente seguro que no podría dejar de hacerlo. Había una verdad, su verdad, y debía defenderla: <Yo no lo sabía… por lo tanto, no pueden culparme.> Hubo momentos en donde pensó como solución inapelable, en la muerte. Pero ¿quién cuidaría de Subaru? ¿Podría descansar con el sólo conocimiento de todo lo que Subaru tendría que pasar y sufrir, cuando por fin se enterara de toda la verdad?-  De seguro que no.- Comentó en voz baja, sin darse cuenta.

 

- ¿Que no a qué? - Preguntó el médium.

 

Daichi se sobresaltó, parpadeó y se quedó mudo.

 

- Dijiste: De seguro que no; entonces, te pregunto ¿De qué estás seguro que no pasará? Si se puede saber, claro…- Una sonrisa floja y la dejadez que el estado semi-etílico en el que estaba, le ayudaba a ser algo curioso en sus preguntas, situación que no se repetía muy seguido estando totalmente sobrio.- ¿Alguien en especial?… ¿Alguna chica?.- Se aminaló un poco, pero aún así se atrevió a completar su tímida pregunta.- o… o ¿algún chico?

 

- ¿Eh?... no exactamente, lo que pasa es que… – Se obligó a pensar rápido, y mandar bien lejos sus incertidumbres.- Pues de seguro que no aceptarás el acompañarme a una fiesta a la que fui invitado.-  De pronto Subaru se puso pálido.

 

- fiesta… ah… pues, yo… yo no creo…- Comenzó a tartamudear.

 

- Anda Subaru-san… di que si.- Insistió, feliz por haber recuperado el control sobre la situación y sobre sí mismo.

 

- Lo que sucede es que… bueno...- Los colores se le estaban subiendo al rostro.

 

- ¿Por favor? – Se acercó a Subaru y le llenó la copa que ya estaba vacía.

 

- Soy pésima compañía…- Trato de razonar el médium, dándole un sorbo largo al vino y sudando frío.

 

- Ya sé… además que no sabes bailar, y Bla, Bla, Bla. ¿Aceptas salir conmigo?-

 

Subaru se tomo todo el vino que le quedaba, como si fuera a darse valor, extendió la mano pidiendo más, y mientras Daichi le servía...- Si logro aprobar éste examen… saldré contigo.- Mirándolo con cautela.

 

- ¿Y bailarás? –

 

Subaru desvió su mirada hacia otro lado.- Tal vez… lo más posible es que no… creo que ya estoy ebrio.- Subaru se rascó la cabeza, parecía confundido.- Debo estarlo, pues es completamente imposible que yo aceptara ir a una fiesta… estando sobrio.

 

- Con eso me basta… pues no es un No… es un “quizá” en toda la regla.-

 

- Sólo si logro mi ingreso a la universidad…-

 

- Eso está de hecho. Comenzaré a planear todo. Llevaré una cámara fotográfica, ya que será algo insólito.- El vino en su boca no podía saber mejor.

 

Subaru le oía pero no le escuchaba,  pues su mente estaba lejos, con otra persona; Con Seishirou; y Daichi lo sabía por la bella sonrisa que Subaru tenía en esos momentos mirando al vacío; también lo sentía, lo sentía en su pecho… en todo su ser. A pesar de eso, y del leve dolor en el corazón, siguió revoloteando y parloteando a su alrededor. Fingir que todo estaba bien y olvidado, era algo difícil pero reconfortante si se trataba de Subaru.

 

Estando los dos riendo por una broma que él había contado, se acordó de algo.- Subaru-san… que tal te fue con la visita que le hiciste a tu abuela.-

 

Subaru se quedó en silencio y se tensó imperceptiblemente en su sitio.- Hablé con ella y lucía algo preocupada por mí… y mis decisiones. Aunque no se opuso… mucho… cuando le dije que estaba planeando estudiar en la universidad. Que tengo otras responsabilidades.-

 

Daichi entrecerró los ojos y curvó sus labios en una sonrisa algo siniestra, que Subaru no vio; la habitación estaba sólo iluminada por dos lamparitas de noche, bañando a los dos en una penumbra etérea.

 

Dos días de espera.

Días interminables, 48 horas de espanto e incertidumbre para Subaru que estaba empezando a adquirir la costumbre de comerse las uñas. Cuando Daichi le dijo, con alicate en mano, que si volvía a comerse la uñas, se las sacaría una a una, el médium desistió de tal manía.

 

- ¿Qué es lo que dice? -

 

- Tranquilo, no comas ansias.-

 

Silencio, uno abanicándose con el objeto del deseo del otro que lo fulminaba con los ojos.

 

- Dámela.-

 

- No.-

 

- Que me la des…- Trató de quitarle aquel papel.

 

El otro esquivo su intento.- Creo que empezaré a comprarte ropa nueva.-

 

- ¿Qué? -

 

- Lo que escuchaste, debemos renovar tu guardarropa, porque, y no es que me este quejando, pero las gabardinas ya pasaron de moda… y en la universidad con el trajín del ir y venir se te harán pesadas y calurosas…-

 

- ¿Gabardina? ¿Qué tiene que ver eso con mis resultados? -

 

- Sí, que eres lento.- Daichi puso los ojos en blanco.

 

- Espera… ¿El trajín de la universidad? Entonces, yo he…-

 

- Pensé que tendría que explicártelo, gracias a Dios no eres taan lento.- Sonrió con malicia.

 

Subaru estaba estupefacto. No quiso ir a ver (no tuvo valor) con sus propios ojos los resultados publicados en el local de la universidad, así que le pidió a Daichi que lo hiciera y recogiera la constancia de aceptación o rechazo. Y ahí estaba el otro haciéndole sufrir de ansiedad, jugando con sus nervios.

Según lo que pudo descifrar el cerebro entumecido del médium, Daichi estaba hablando de comprar ropa para utilizarla en la universidad. ¡¿Quién quería comprar ropa?! Subaru quería saltar, pero sólo atinó a sentarse. Quería gritar, pero sólo sonrió incrédulamente. Deseaba abrazar a Daichi, pero no estaba acostumbrado a hacer esas cosas, así que lo miró con mucho cariño dedicándole la mejor de sus sonrisas; pues gracias a él, y sus tonteras, ya era capaz de volver a hacerlo más seguido.

 

- Esto tiene que celebrarse ¿Estás de acuerdo? -

 

Subaru siguió sonriendo.  

 

- Sabía que aceptarías, además, me lo prometiste.- Se acercó al armario de ropa y sacó unas prendas, escogiéndolas con ojo crítico. Sacó de una bolsa que trajo consigo una camisa color azul intenso de mangas cortas.- Debo aprovechar tu estado de embriagues emocional.- Se puso frente a Subaru y le tendió unos jeans negros desteñidos, medias, la camisa azul y zapatos.- Me tomé la libertad de comparte un par de camisas, pues estoy harto de verte siempre de negro o blanco, debemos variar… Ahora ve a darte una ducha, que apestas… y ponte esto.-

 

- Pe-pero…- Trató de vocalizar.

 

- Nada de peros… he dicho.- Sentenció el de mirada celeste.- Volveré en una hora, y quiero… perdón, creo que no me estoy expresando bien… ordeno que a mi regreso estés listo.- Se encaminó a la puerta.

 

- ¿Listo para qué?...- 

 

La puerta se cerró detrás de la figura de Daichi.

 

Subaru aún conmocionado se quedó mirando la puerta y las prendas que estaban en sus piernas, ya que aún seguía sentado.

 

Una hora después.

 

Subaru se observaba en el espejo de la puerta de su armario. No era su costumbre pasarse el tiempo mirando su figura, pero en ésta ocasión se sentía extraño. La única persona que le escogía la ropa y decidía qué es lo que debía hacer, con clara voz de orden, era su hermana. Por un momento tuvo la vieja sensación de estar frente a ella, por ese motivo no se opuso a nada de lo que Daichi le dijo. Hokuto. Siempre extrañaría a su hermana, y hoy la extrañaba tanto. No debía pensar en ella para entristecer, no, no debía hacer eso. Además del confuso sueño que tuvo, en el que ella aparecía, aún podía recordar la grata sensación de escuchar la voz de su hermana hablándole al oído, ayudándole a tomar la decisión de no pertenecer a ningún clan. La voz de ella guiándole donde aquella extraña mujer… que hizo que su destino cambiara.

 

El ruido de la puerta logra sacarlo de su ensoñación. Al abrirla, las cejas del médium se elevaron por el asombro.

 

Ahí, parado frente a él, se encontraba uno de los hombres, y no es que se haya fijado en muchos, más atractivos, después de Seishirou-san, que sus ojos pudieran notar y traía algo envuelto en papel, el cual colocó en la mesita.

 

- Ya estas listo… aunque creo que falta algo.- Su visitante se acercó mucho a él, y comenzó a desordenarle el cabello y a abrirle los botones del cuello de la camisa, luego pellizcó sus mejillas.- Ahora sí estas perfecto.- Le empujó hasta el espejo.- ¿Lo ves? – Subaru se notaba raro; su cabello despeinado, la camisa que llevaba abierta hasta la mitad de su pecho, sus pantalones desteñidos y cómo obviarlo, la diferencia en color de sus ojos, le daban un toque que él consideraba desaliñado, descuidado.- También necesitas unas cadenas en los ojales de la correa.-

 

- ¿Eh? -

 

- Tu vida esta dando un cambio… así que también tú debes cambiar.- Al ver la expresión de espanto de Subaru se rectificó.- No te asustes, este cambio en tu apariencia sólo será por esta noche, si tú lo quieres así, Subaru-san. El lugar a donde vamos amerita que vayamos así.-

 

- ¿Así? – Preguntó el médium, apuntando las cadenas que su amigo estaba ajustando a los bordes de sus pantalones.

 

- Si, así…- Dijo el otro como si fuera lo más obvio.

 

El joven Sumeragi se vio otra vez en el espejo, se abochornó pues ya parecía uno de esos cantantes de Rock, que veía en las pantallas de televisión gigantes de las calles y en los afiches de conciertos pegados en paredes. Bueno no tanto como ellos, pero algo parecido.- No voy.- Decidió.

 

- ¿Cómo que no vas? – Se escandalizó su interlocutor.- ¿Por qué? -

 

- ¿Cómo que por qué? Me veo ridículo.-

 

- Te equivocas… te ves genial, tanto como yo. Seremos la sensación.- Dijo Daichi admirando su reflejo en el espejo. Sin poder evitarlo, los ojos de Subaru recorrieron la figura del otro chico: A diferencia de Subaru, Daichi no era tan delgado, la camisa de seda gris; igual que la suya; pegándose a su torso y hombros atestiguaban eso, conjugando exactamente con esos vaqueros verde-petróleo desteñido y un par de botines; el cabello de este, al igual que Subaru, estaba desordenado, a opinión del médium. Aun así se veía muy bien.

Subaru se sonrojó un poco por estar escaneando de esa forma tan detallada a su amigo.- Esto va contigo, mas no conmigo. Así que…- Daichi se pegó tan rápido a él, que no tuvo tiempo de reaccionar de otra forma que estarse quieto. Celestes, celestes brillantes, casi traslúcidos, cerca del rostro de Subaru; por alguna razón, a pesar de que le parecían hermosos, le dieron la sensación de profunda frialdad, esos ojos, separándolos de la forma de sus parpados y pestañas, eran tan fríos y fijos, que la piel se le estremeció. No había notado algo así antes, quizá sí, eran parecidos a los de Seishirou-san, sólo que había algo que los diferenciaba, y no sabía qué era ese algo.

 

- Nunca digas eso… porque todo va contigo. Absolutamente todo tiene que ver contigo.- Las palabras de Daichi guardaban más que sólo el capricho de una fiesta, más que eso, Subaru lo percibió.

 

- ¿Qué quieres decir? – Daichi era unos centímetros más alto que él, en este momento sentía más la diferencia.

 

- …. – No obtuvo respuesta del otro chico, sólo siguieron mirándose por más tiempo.- Tú lo prometiste.- Dijo de pronto, cambiando radicalmente su semblante misterioso a uno más alegre, más risueño.

 

El Sumeragi parpadeó confuso.- ¿Prometí? – Los brazos de Wataru le rodearon la cintura con todo y sus brazos a los costados, inmovilizándolo, acercándolo más a su cuerpo.

 

- Si, tú lo prometiste… me dijiste que si lograbas tu ingreso, saldrías conmigo a una fiesta, o ¿ya lo has olvidado?- ¿Dónde había visto tal despliegue de sensualidad cerca de él? Había algo en su aroma que le desconcertaba ¿Qué era?, se preguntaba Subaru.- Estas nervioso, inseguro… ¿es tu primera vez? – Frases en doble sentido. ¿Dónde las oyó antes? – No te preocupes, yo te cuidaré… mi querido Subaru-kun.- Subaru, que estaba como hipnotizado, se espantó ante lo último empujando a Daichi.

 

- ¡¿Por qué dijiste eso?! – No quiso alzar la voz, pero se sentía agitado.

 

- ¿Qué cosa? -

 

- ¿Por qué me llamaste de esa manera? -

 

- No te entiendo.-

 

- Dijiste: Mi querido Subaru-kun.-

 

- ¿Y que hay de malo en eso? -

 

- Que sólo él me llamaba así.-

 

- ¿Hablas de Seishirou-san?... Escucha Subaru…- Daichi trató de explicarse.

 

- No, escucha tú… No quiero que vuelvas a llamarme de esa forma.-

 

- ¿Tanto te afecta aún? – Dijo Daichi con un brillo extraño en sus ojos.

 

Guardó silencio por unos segundos.- Siempre lo hará.-

 

- Debes dejar ir todo si quieres tener una nueva vida.- La voz de Daichi sonaba molesta.

 

- Te vuelvo a repetir: Yo no olvido… y a él no lo olvidaré; te lo he dicho muy claro en otro momento.-

 

- Si, lo sé… pero Subaru…-

 

- No sigas insistiendo. Creo que debes irte.- Subaru se encaminó a la puerta, la abrió y se quedó en silencio.

 

- No  me iré… no te daré el gusto de volver a deprimirte.-

 

- No soy una buena compañía en estos momentos.-

 

- Siempre dices eso… y esta vez no funcionará. Puedo ser mucho más terco que tú Subaru-san, eso te lo puedo asegurar.-

 

Ambos se miraron.

Subaru se resignó y cerró la puerta.

 

- Bien, ahora me seguirás y harás todo por disfrutar, yo te ayudaré.-

 

- … -

 

- Esta es una de esas veces en las que me encanta que estés en silencio.- Se puso frente a Subaru y acomodó los mechones parados, desordenando su cerquillo; acomodó la camisa abriendo un botón más.- Esa playera que traes dentro hace buen juego. No te preocupes por las cadenas, lo mucho que dirán es que eres un forajido.- Le sonrió con complicidad.

 

- Esta bien, iré contigo.- Dijo correspondiendo a la sonrisa de forma floja.

 

- Siempre consigo lo que quiero, hasta el momento… Pero antes debemos tener nuestra celebración privada de tu ingreso.- Se acercó a la mesita, rompió el papel y una botella de vino hizo su aparición junto a dos copas. Subaru alzó una ceja, Daichi le sonrió.- No seas aguafiestas…

 

Pasada dos horas.

 

Subaru tosió. El humo que llenaba el lugar le era insoportable, además que quemaba sus ojos.

- ¿Dijiste fiesta? - Reprochó el médium.

 

- Algo así…- Sonrió su compañero sin apartar su mirada de los presentes que bailaban y bebían sin medida.

 

- Sí, claro… fiesta.-

 

- Oh, vamos, no seas aburrido… No me digas que nunca has venido aquí.-

 

- Pues no.- Las copas de vino que bebió estaban haciendo efecto lentamente, pero sus facultades mentales aún no estaban extraviadas.

 

- ¿Qué? – Se le quedó mirando alucinado.- Todo gay que se respete tiene que haber visitado esta zona.-

 

- Algunos tenemos otros asuntos más importantes que resolver…- Alguien se rozó con él, el individuo le sonrió y Subaru le ignoró.-… que coquetear a todo lo que se mueva.-

 

- Que aburrido. El primer lugar que quise visitar, y lo hice, fue éste.-

 

- Felicidades. Ahora me voy.- Estaba dando media vuelta en retroceso, cuando Daichi le tomó de un brazo.

 

- No. No lo harás… debes cumplir tu promesa… Además, no tienes que ligar con nadie, para eso estoy aquí… para que entres en confianza. No debes escandalizarte tanto.-

 

- ¿Quién se está escandalizando? -

 

- Yo no.-

 

- Sólo digo que esto no es lo mío.-

 

- Ni siquiera lo has probado. Vamos, dale una oportunidad ¿Sí? - Daichi lo miró con ojos suplicantes.

 

Aquella Disco: New Babylon; reventaba de música bulliciosa, luces parpadeantes de todos los colores, humo por doquier y chicos para todos los gustos; Subaru se sacudió la cabeza ante ese último pensamiento.

 

La zona a la que Daichi le llevó era conocida como el área más alta de concentración de gays en Tokio. Ni-choume o gaybourhood (Ciudad gay, en japonés). Cuando salieron de la Estación de Shinjuku; y muchas miradas femeninas se contorsionaban con la imagen de ellos, de lo cual Subaru estaba súper incómodo a diferencia del otro que parecía disfrutar de la atención recibida; caminaron unos diez minutos a lo largo de las avenidas de Shinjuku observando, ya adentrados al Ni-choume, la variedad de publicaciones y anuncios de clubs, restaurantes, cafés, tiendas, saunas, hoteles, tiendas de masajes y barras gay; le sacaban de contexto. A pesar de que el joven Sumeragi era confeso, para sí mismo y para quien quiera, gay, la gama de sonrojos que tuvo en su repertorio adolescente, se extendió a una acuarela digna de un artista pionero en inventar colores; cada pareja del mismo sexo que se hacía arrumacos, o se daba uno que otro beso en público, le hacían encender hasta de forma ridícula, pensamiento de Subaru, sus mejillas a cada vistazo obligado. Por supuesto su acompañante no hacía más que avivar su escandalizada timidez, riendo por lo bajo de cada reacción suya.- No te preocupes.- Le había dicho el aprendiz de Pediatra.- Te acostumbrarás…- acotó con una sonrisa siniestra. Subaru sólo le había mirado de forma airada.

 

Sí había escuchado de ese lugar, sino no sería japonés, pero ni siquiera tuvo la más mínima intensión de pisar dicho paraíso.

Siendo sinceros, estuvo tentado a ir allá en busca de Seishirou-san, esa clase de establecimiento de perdición parecían ir más acorde con la personalidad del asesino; se lo imaginó yendo a hacer quien sabe qué con algún muchacho… un retorcijón doloroso se originó en sus vísceras. Para qué negarlo, Seishirou-san, podía ser todo el asesino sin sentimiento que quisiera, pero necesidades… todo el mundo las tenía; empezando por él, ya que por muy inocente que haya sido en el pasado y por muy ocupado en su venganza suicida con el Cerezo… no podía evitar la necesidad incontrolable de ser poseído, en secreto, por el autor de sus desgracias. Quiso buscarlo ahí, pero tuvo que descartarlo, pues las dudas lo mataban.

 

Ahora, jalado por un entusiasta Daichi y distraído por el panel luminiscente del Night  Club “New Babylon”, estaba parado ahí, frente a la barra junto a su parlanchín amigo pidiendo unos tragos al corpulento Barman, que le sonreía descaradamente.

 

- ¿Vienes seguido aquí? – Su lengua estaba un poco adormecida por el vino, así que la cerveza pasó por su garganta con un ligero sabor amargo.

 

- Venía. Pero desde que te conozco mis visitas son muy esporádicas…- Contestó Wataru, apurando su cerveza.

 

- Ya veo…-

 

- Siempre quise ver tu cara cuando te trajera aquí…- Soltó su compañero con una risita, mientras seguía bebiendo.- Y simplemente… no tuvo precio.- Añadió sonriendo abiertamente, alzando su botella.- Salud, por tus furiosos sonrojos…-

 

- Sabía que esto traía segundas intensiones.- Dijo el médium de mal humor.

 

- ¡Pero que sensible! – Se burló Daichi.

 

- Pero no me sorprende.- Siguió quejándose.

 

- Sólo debes hacerme un favor.- Acotó el otro, ignorando sus quejas y mirándolo seriamente.

 

- ¿Ahora qué? – Suspiró con fastidio.

 

- Que procurarás divertirte… aunque sea un poco. No espero milagros.-

 

Subaru se tomó todo el contenido de su botella; al terminar lo observó con algo de pereza.- A menos que esté muy ebrio… me divertiré en este lugar.-

 

- ¡Ah bueno! Eso tiene solución…- Dijo con entusiasmo su amigo.- ¿Tan sólo pones esa condición? – Se inclinó sobre la barra y llamó al barman.- Dos Martini dobles.

 

- ¡¿Qué?! – Se escandalizó el Sumeragi.

 

- Sólo estoy ocupándome de tus condiciones.- Dijo como si fuera lo más obvio.- Dijiste que a menos que estuvieras ebrio… y yo me estoy encargando de eso.-

 

- Fue un decir…-

 

- Yo no estaba bromeando.-

 

- Pero…-

 

- Pero nada. Gracias.- Recibió las copas y le tendió una a Subaru.- Por que ésta noche sea inolvidable.- Brindó.

 

Miró su copa y a Daichi. Suspiró.- Inolvidable.- Convidó como sentencia para sí mismo.

 

- ¡Así se habla! –

 

Esta vez el Martini sí lo sintió. Fuerte. Su inexperiencia y abstinencia alcohólica, le volvía blanco fácil de la embriaguez. Daichi se reía mucho de él por esa debilidad. A duras penas acabó el segundo, mientras esquivaba las intenciones de sacarlo a la pista de baile.- Aún no estoy ebrio… bueno, no tanto, como para que me convenzas.- Le había dicho, cuando Daichi le jaló de improviso a una esquina para bailar.

 

- Vuelvo a repetirlo… Que aburrido.- Mientras alzaba su copa de Brandy, recién pedido para los dos, y movía el cuerpo al compás de la música. Subaru sonrió al verlo bailar.

 

Un tipo de rasgos latinos, alto y no muy delgado, se acercó a Daichi y le dijo algo al oído, que al parecer era gracioso pues éste le respondía con sonrisas y se meneaba con él; la música a todo volumen ensordecía a Subaru, apartó su mirada de Daichi y quiso saber donde estaban los baños. Tenía mucha sed de agua… aunque sea para humedecerse la boca, el calor estaba sofocándolo. Algo cohibido pero con la urgencia de mojarse el rostro, se bebió de un solo golpe la copa llena de brandy que le pidió su amigo, quemándose la garganta. Dio un rápido vistazo a Daichi, que seguía conversando muy pegado con aquel desconocido, y se decidió.

 

Abriéndose paso entre los presentes, varios de los cuales le miraban de una forma que Subaru no quería enterarse, y esquivando a otros que se le pegaban, la mayoría de los atrevidos eran extranjeros. El médium estaba sintiendo los estragos de mezclar bebidas, pues tropezó varias veces en un piso que era completamente liso.

 

La cercanía de esos cuerpos sobándose a sus cuatro costados, la música cadenciosa, la voz femenina que cantaba, las grandes dosis de humo desperdigado por todos los rincones y todas esas luces que recorrían sin descanso los cuerpos meneantes; Subaru se estaba sintiendo transportado a un lugar desconocido; y no hay que dejar de lado que ese estado tenía que ver… con la gran ayuda del alcohol.

 

Nunca, pero nunca se sintió tan extraño, tan sobrepasado, como en trance; fue una mala idea moverse sin Daichi. Cerró los ojos, y por un precioso lapso de tiempo en el que sus sentidos sólo se dedicaban a eso… sentir.

No pensó en nada, en nadie… en nadie, excepto en aquel que no podía olvidar ni estando dormido, o borracho.- Seishirou-san…- De pronto, fue jalado desde la cinturilla de su pantalón, hasta un cuerpo duro. Subaru seguía con los ojos cerrados, alucinando algo que ahora sería imposible. Quizá no debió haber bebido de golpe algo tan fuerte para él. Comenzó a menearse al ritmo del otro cuerpo, con la flojedad de sus extremidades al máximo ¿Había dicho que no bailaría a menos que estuviera bien pasado de copas? Pues ahí estaba. No había mentido.

Aquel individuo se le acercó más y comenzó a besarle en el cuello, produciéndole un estremecimiento delicioso.- Seishirou-san.- Volvió a repetir. Suavemente esos labios delinearon su mandíbula, dejando el rastro de la punta de su lengua húmeda hasta llegar a su mentón y acariciar sus labios. Subaru suspiró pegándose aún más, pero sin participar en otro contacto que el simple roce de sus torsos y caderas. Unas manos viajaron hasta sus muslos siguiendo la forma de sus costados, acariciándole con más ahínco su espalda y brazos. Apretándolo. Estrujando su conciencia a voluntad. El médium estaba desvariando con los ojos cerrados. Confundiendo la realidad con el deseo… Con su deseo.- Sei…- Sus labios fueron atrapados por el objeto de su fantasía. Esa boca caliente probando la suya, esa lengua alentando y seduciéndolo a responder. A besar por primera vez… Ya no en un sueño, sino en la realidad. En una realidad en la que Seishirou no estaba muerto, donde podía palparlo. Rozarse con él a gusto, olvidándose de ese pudor que muchas veces, después que aceptara sus sentimientos e inclinaciones, tantas veces aborrecía; y entregarse sin pensarlo más. Hubo momentos en los que pensaba o veía a su enemigo declarado, y su cuerpo traicionero sólo pedía que lo acariciara. Fue tan confuso. Se sentía tan pequeño y tan torpe. ¿Por qué Seishirou-san se fijaría en alguien como él? Si es verdad que alguna vez lo amó.

 

Pero no podía preguntárselo. Ya no.

Seishirou-san estaba muerto. Muerto.

Las yemas de esos dedos largos y finos, no podían pasearse por su piel; una caricia tan simple.

 

Apretando sus labios adormecidos, escondiéndolos de la boca intrusa, puso sus manos sobre el pecho del otro.- Basta… tú no eres lo que busco.-

 

- Pero puedo serlo… puedo ser quien tú quieres que sea. En estos tipos de acuerdos no hay memoria. Tú lo disfrutas y yo también, es simple.- Dijo con voz ronca, sobre la mejilla del recién ingresado.

 

Subaru se quedó en silencio, contemplando los oscuros ojos de ese hombre que no le permitía romper el contacto de sus cuerpos. Esas palabras tenían sentido. Sería una forma de borrar el recuerdo del Sakurazukamori, pues no sólo fue marcado en las manos, sino en el alma, en su cabeza. Dejaría de una maldita vez de ser el eterno amante enamorado y casto. A la espera de un suceso que no se llegaría a dar. ¿Qué estaba esperando? ¿Amar de nuevo? ¿Pero amar a quién? No se sentía capaz de amar otra vez. Otra vez… De seguro Seishirou se estará riendo de él en el infierno; pensó, por enésima vez, con amargura.

Una vez quiso ser como él. Sentir como él. Aceptó su “regalo ocular” para poder tenerlo cerca. Tomar su lugar era lo único que le quedaba, pero, con el tiempo y la destrucción de la profecía del fin del mundo, ni con eso pudo alcanzar la paz que necesitaba. Sólo deseaba no sentir nada, y al tomar el lugar de su Némesis, le cubrió un inmenso vacío… tan inmenso que sólo la tristeza y fingida indiferencia hacia todo, le podían hacer competencia; sumándole el hecho que tendría que manchar sus manos con la sangre de las víctimas que le estaban asignadas. Eso terminaría por romperlo por completo. Roto, engañado así se sentía ante la cruda realidad de su nueva personalidad. Sólo que en ésta ocasión sí tuvo una opción. La opción de librarse de todo, incluso de sí mismo.

 

Observó con detenimiento a la nueva opción que tenía frente a él. Esta opción era un hombre delgado, unos centímetros más alto que él, si las luces no le engañaban, de piel bronceada y brazos que podían sujetarlo como tenazas. Quizá esos mismos brazos podrían rescatarlo del abismo en el que, por voluntad propia, se estaba desvaneciendo. Sexualmente hablando ¿He aquí la solución? Era muy atractivo, eso no lo podía negar, y su propuesta más simple, solícita y oportuna en esa situación no podía ser.

 

- Sin memoria.- Repitió.

 

- Así es… ojos lindos- Contestó de forma depredadora su aspirante a salvador.

 

- Mis ojos…-

 

- Son los más bellos que he visto… tú eres lo más bello que he visto.- Añadió con la voz hecha casi un gemido.

 

Subaru tragó.- Eso he escuchado.- Confirmó.

 

- Pues es cierto… en este caso no exageran. Pídeme lo que quieras…- Hizo una pausa, para recorrerlo con la mirada de pies a cabeza.-… y yo lo hago.-

 

El médium se sentía como en un horno. Todos los demás rozándose entre sí; la fricción de las pieles haciendo que el sistema de aire acondicionado no sirviera para nada.

 

Minutos después…

 

Los ladrillos de la pared le apretaban las nalgas, cómo no, si tenía los pantalones a la mitad de sus muslos y a un individuo de rodillas jadeando de anticipación sobre su miembro aún dormido. Se concentró en mirar hacia otro lado; realmente los nervios no son la mejor compañía si de excitarse se trataba. Suspiró dándose valor.- Hazlo…- Ordenó.

 

Ni bien terminó de decirlo, la boca de labios gruesos atrapó la flaccidez de su entrepierna. Subaru ahogó un grito. El interior de aquella cavidad estaba caliente; cerró los ojos con fuerza. La lengua de Frank, así se presentó cuando entraron a una habitación que estaba en penumbras y en la cual se podía escuchar la música amortiguada de la pista de baile, se movía como si tuviera vida propia. Lamía y succionaba con tal ímpetu cada rincón de su, en estos momentos, casi erección. Subaru se llevó las manos al rostro, antes esas sensaciones que su mano no podría recrear. A pesar de que estaba sintiendo placer, estuvo a punto de decirle que parara y acto seguido saldría corriendo, pero no, en ese momento necesitaba probarse así mismo que no era un cobarde santurrón, ya que así se sentía, y que por un momento necesitaba dejarse llevar por sus deseos… porque si no tenía algún contacto o un simple acto que le demostrara que podía vivir sin ser asexual, se volvería loco. Demasiada tensión acumulada. ¡Por Dios! Era un ser humano; hay veces lo olvidaba. ¿Cuánto tiempo lo estuvo ignorando? Ya había perdido la cuenta.

 

Ante una lamida en particular, hizo su cabeza hacia atrás mordiéndose la palma de su mano para no gritar. Estaba completamente erecto y el otro chupaba todo su miembro con un gusto que demostraba con gemiditos de placer; el joven Sumeragi se sintió excitado y a la vez apenado por causar eso en alguien.

Un cosquilleo trepó desde el interior de su ingle hasta la punta de su extensión, haciendo que gimiera de puro y claro placer; pudo sentir cómo se estaba poniendo cada vez más rígido. Boqueó y dirigió su mirada a la figura que estaba frente a su entrepierna moviéndose con un ritmo que se le antojó perturbador. En esta ocasión quería ver como aquel desconocido se desenvolvía con esa maestría. El morbo, nunca se consideró un morboso, pero el morbo mezclado con la excitación era un coctel explosivo. Subaru se preguntaba qué estaba haciendo con sus dientes, pues apenas sentía el roce de los bordes, lo cual hacía que se volviera más insoportable. Inconcientemente, comenzó a mover sus caderas en busca de más velocidad y más presión.- Más… más rápido.- Se atrevió a pedir. El tipo aferró sus dedos a los costados de sus nalgas y aceleró la velocidad de sus succiones.- Ahhh…- Subaru no podía pensar ni vocalizar bien. Se arqueó hacia delante sosteniéndose de la cabeza de Frank, quien gimió más ante ese movimiento de reflejo del médium. Subaru cerró los ojos fuertemente jadeando, esa lengua que jugaba con la punta de su erección, le estaba volviendo loco. Le faltaba nada para correrse.

 

- ¿Subaru? – Una voz conocida hizo que abriera los ojos, y ahogara su grito orgásmico al sentir cómo el otro metía toda su turgencia en su boca hasta llegar a su garganta. Subaru sintió que moría y vivía a la vez.- ¿Subaru?- Volvió a llamar la voz, ladeo el rostro buscando entre la casi inexistente luz, a quien le llamaba.

 

Ahí estaba. El médium pensó que estaba teniendo visiones, pues ahí parado a unos tres metros estaba… Seishirou. Ya estaba teniendo alucinaciones.

Subaru parpadeó, su vista estaba algo nublada y sentía cierta debilidad. Volvió a parpadear. ¿Qué hacía Seishirou-san ahí?

El hombre arrodillado seguía chupando los vestigios de su erección ya perdida.

Seishirou seguía mirándolo con algo que no podía descifrar. Dio unos pasos hacia atrás y salio rápidamente de ahí. Subaru ante su huída reaccionó y separó al otro de su ingle, se subió lo pantalones abrochándoselos y salió  de aquel cuarto en el cual recién notaba las presencias de otros haciendo cosas parecidas a las que estaba haciendo él y aún mayores. Sacándoselos de la cabeza, corrió tras ¿Seishirou?

Comenzó a sortear a la gente que bailaba desenfrenada. Estaba mareado y sus movimientos eran algo torpes. Viendo a todos los lados, lo ubicó saliendo por la puerta principal. Lo siguió y cuando estaba fuera del club, lo tomó por el hombro y volteó.

 

La mirada celeste de Daichi lo recibió. Subaru notó dolor en sus orbes oceánicos.- Pensé que… que eras.- Trató de decir.

 

- ¿Quién… tu adorado Seishirou-san? – La voz de Daichi era dura, tanto como su mirada.

 

- No… bueno, sí.- Se obligó a decir la verdad.

 

- Siento decepcionarte. Veo que la estabas pasando bien… me alegra. Sabía que te haría bien cambiar de aires.- Dijo con una sonrisa forzada.

 

- Pues…-

 

- ¿Nos vamos? Es que mañana tengo un día muy largo y pesado.-

 

- Claro. Daichi-san yo…-

 

- No digas nada…- Cerró los ojos mientras caminaban de regreso a sus departamentos. De pronto cesó sus pasos y sin voltear a verlo a los ojos, le preguntó: - ¿Por qué… con un desconocido? –

 

Subaru no supo como responder a esa pregunta.- No lo comprenderías… -

 

- ¿Lo disfrutaste? Dime… ¿lo hizo bien? – Su voz era neutra.

 

- No quiero hablar de eso… Sólo pasó.-

 

- Sí, claro… sólo fue eso.- Esta vez se giró a encararlo.- Y eso… ¿Podría pasar conmigo? –

 

- ¿Perdón? – Subaru tragó, negándose a entender la pregunta de Daichi.

 

Se quedaron viéndose. Subaru experimentaba la incomodidad de lo intensa que era la mirada celeste de Daichi. Otra vez volvía a notar la frialdad en esos orbes tan bellos, como si no encajaran con la forma dulce del marco visual de su amigo. Era extraño, tal vez estaba perdiendo esa sensibilidad que antaño tanto le caracterizó. Quizá estaba empezando a ver y vivir para sí mismo… y ya no para los demás, o era eso, o estaba muy ebrio. Prefirió inclinarse por lo segundo.

 

- Nada.- Terminó diciendo su interlocutor.- Sólo que olvidé cual era mi lugar.- Añadió mientras emprendía la marcha.

 

Llegó a su departamento escoltado por Daichi, quien lo acostó en su cama.- Es todo lo que puedo hacer por ti. ¿Sabes? Esta noche sí que fue inolvidable. Inolvidable… nos vemos Subaru.- El médium se levantó del lecho para disculparse de algo que no estaba seguro. La puerta cerrándose con un golpe seco fue la señal de que estaba solo.

 

No quería estar solo. El alcohol en su sangre no era el adormecedor efectivo para no pensar.

 

No pensar en que alguien, que ni siquiera conocía, lo había tocado. Más que tocado. Le había dado placer. Ese placer del que tantas veces huía como loco, por sentirse culpable de sentirlo.

 

- Necesito un cigarrillo.- Murmuró, buscando en los cajones de su mesita de noche. Al encontrar la cajetilla junto al encendedor, no tardó en prenderse uno y aspirar tanta nicotina como sus pulmones lo resistieran. Se prometió dejar de fumar, y lo hizo durante los meses de preparación que tuvo… Pero ahora, lo deseaba tanto como respirar.

El humo saliendo por sus fosas nasales y boca, era la gloria.

Sosteniendo el cigarrillo entre sus labios, se dispuso a sacarse toda la ropa que llevaba puesta. Sus movimientos eran pausados y aún así torpes. Se recostó en medio de la cama, y su mirada dispar se quedó fija sobre su hombría dormida.

 

No sabía qué sentir.

 

¿Tristeza? ¿Debía sentirse sucio? ¿Culpable por lastimar a Daichi? ¿Un pervertido por haberlo disfrutado, a pesar del cargamento de dudas que llevaba a cuestas? ¿Un hipócrita por haber profanado de esa forma la memoria de Seishirou-san?

 

A toda respuesta. Subaru sonrió, para sorpresa de él mismo.

Si Seishirou se molestó tanto por el hecho de que Fuuma lo haya dañado; entonces, tomando como verdad lo primero, ¿También lo estuvo cuidando de que otro que no sea él… lo tocara? Vigilando desde lejos que nadie más lo… “marcara”.

Quizá estaba presumiendo demasiado del interés, o celo, del Sakurazukamori hacia su presa. Pero ante la mínima posibilidad de que haya sido así, Subaru volvió a sonreír. Se convenció a sí mismo que tal descaro era culpa del alcohol, ya que la desfachatez no era parte de su estado natural… o tal vez lo era de su incipiente y sutil cambio.

 

Dos semanas tuvieron que pasar antes de que Subaru volviera a ver a Daichi.

Unos tres días antes de verlo fue a visitar a su abuela.

La Matriarca de los  Sumeragi lo recibió con el frío y cordial respeto con el que siempre se trataron. La primera vez que le vio con su nuevo ojo, casi saltó de su silla de ruedas para alejarse de él. Al parecer sentía la tremenda carga negativa que su trasplante poseía, y cómo repercutía en Subaru; pues aquella fusión de poderes Onmyouji sólo significaba algo…

 

Que Subaru era el equilibrio de ambos clanes. El ícono bipartido de dos polos en su totalidad opuestos. La oscuridad y la luz en una fusión imposible y absurda.

 

La segunda vez, casi le da un paro cardiaco, el cual aumentó en probabilidades de hacerse real cuando Subaru le anunció que deseaba otro tipo de vida en la cual podría decidir de acuerdo a sus deseos. A sus sueños postergados. Y que por más que quisiera, ya no podía ejercer sus habilidades Onmyouji, ya que las había sellado.

Su abuela en ese momento puso el grito al cielo, perdiendo esa dignidad en sus perfectos modales japoneses, que Subaru se sintió ligeramente intimidado, pero firme en su decisión. Nunca contradijo a su abuela, ni huyó de sus responsabilidades como máximo representante de su Clan. Siempre estuvo dispuesto a sacrificar sus anhelos por el bien de todos, excepto el suyo. No importaba…

 

En el momento en que pudo librarse de esa carga de ser un Sumeragi a la vez que ser el Sakurazukamori, y a pesar de su tristeza por la pérdida del ser que más ha amado, nunca la libertad se sintió tan abrumadora como ligera.

El enfado de la cabeza de los Sumeragi fue apoteósico. Subaru con todos los reclamos, intentos de hacerle sentir culpable y egoísta, siguió impasible en su exposición, aclarándole a su muy desconcertada abuela que no había ido a verla para preguntarle si aceptaba su proceder, sino para informarle su declive como Onmyouji, sus intenciones de retomar sus estudios y que deseaba solventar sus gastos con la herencia, separada de la del Clan, que sus padres le dejaron a él y a su hermana para cualquier impase. Naturalmente, ella se negó, pues consideraba que su nieto estaba pasando por una etapa demencial post fin del mundo, agravada por la influencia maligna de la esencia del Sakurazukamori en su ser.- Subaru-san te desconozco… en tu sano juicio, nunca hubieras hecho tal atrocidad, y menos nos abandonarías para ir detrás de un absurdo como el que me estás planteando.- Le dijo en esa ocasión. Eventualmente, Subaru salió de la antiquísima casa, sin decir una sola palabra más. Tenía ahorros de los cuales podría aguantar un poco, buscaría un trabajo de medio tiempo. ¿Quería ser libre? Pues he ahí el costo.

 

Y en ésta tercera ocasión, se encontraba otra vez sentado sobre el tatami inmaculado de la ancestral sala para visitas, que tantas veces hubiera visitado tiempo atrás para informarle a su abuela que estaba cumpliendo con sus deberes. Frente a él su estoico semblante de autoridad, le hacían recordar las veces en que Hokuto-chan con su peculiar estilo de comunicación: “¿Sabes? Me pregunto, ¿Cuántos años tendrá la abuela? No ha envejecido ni un año desde que nacimos, es como si fuera un espectro.” Subaru disimuló su risa confundiéndola con un pequeño acceso de tos. *Es cierto, no ha cambiado nada.* pensó, mientras enfrentaba su mirada severa.

 

- Subaru-san, he pensado en todo lo que conversamos la vez anterior.- Comenzó la honorable anciana.- Y, a pesar de que no estoy de acuerdo con tu nuevo comportamiento, he decidido darte lo que pides.-

 

Subaru se quedó helado, escuchando lo impensable hace unos días atrás.- ¿Enserio? –

 

- Así es.-  Afirmó la mujer. Subaru vio un brillo extraño en sus ojos. Tragó.- En estos momentos no puedes hacerte cargo de las responsabilidades que conlleva ser el jefe de un Clan tan ancestral como el Sumeragi. Lo entiendo.-

 

El aire comenzó a abandonar sus pulmones lentamente, relajando su rígida postura.

 

- Pero…- Añadió sorpresivamente la Matriarca.

 

- ¿Pero? – Se atrevió a interrumpir el ex-dragón del Cielo con impaciencia. Lamentaba el haberse relajado.

 

- Tengo una condición. Te daré todo lo que pides… a cambio de algo.-Subaru frunció el ceño, iba a alegar algo, pero fue interrumpido.- Quiero un bisnieto tuyo, Subaru-san.- Sentencio su abuela.

 

Parpadeó, seguro de que escuchó mal.- ¿Perdón? –

 

- Eres el  descendiente más poderoso de nuestro Clan, al menos lo has sido… Sellado o no, tu poder sigue siendo superior a algún otro integrante ¿Lo entiendes, Subaru-san? –

 

- Si, abuela.- Confirmó su nieto.

 

- Bien. Entonces comprenderás mi postura con respecto a tu dimisión del puesto de líder.- Subaru asintió.- Debo velar por la seguridad de todos, y pensar en el futuro. Con la penosa muerte de Hokuto-san…- El corazón del gemelo de la mencionada se estrujó.-… Debo pedirte que cumplas con tu última obligación con nosotros…-

 

Subaru sintió cómo se le secaba la garganta al comprender a donde quería llegar su abuela.

 

- Siempre serás un Sumeragi.- Continuó la canosa líder.- Tu padre era muy parecido a ti, y no sólo quiero resaltar el parecido físico… sino, que la disyuntiva en que me estas poniendo, no me es desconocida; él en una etapa difícil de su vida también pasó por un lapsus de lealtad hacia el Clan…-

 

Los ojos dispares se abrieron de asombro. No sabía eso.

 

- Pero al conocer a tu madre, entró en razón… y nacieron ustedes dos. Lo que quiero decir es que no puedo permitir, y eso va para ti también, que el linaje de la familia se pierda… Debes tener un hijo, Subaru-san. Casarte en el mejor de los casos, me agradaría mucho… pero no quiero pedirte tanto. He seleccionado una joven digna de ti. Pertenece al Clan de los maestros del viento, y sus aptitudes espirituales son destacables. Sería la madre adecuada para un hijo tuyo… que estoy segura sus habilidades Onmyouji, una vez liberada con el entrenamiento que tú llevaste de niño, será un líder nato.-

 

Subaru cerró fuertemente los ojos. La rabia que estaba sintiendo hacía que apretara los puños tanto que sentía las manos entumecidas.- No.- Fue la respuesta.

 

- No tendrías que preocuparte de nada. Ella está dispuesta a tenerlo. Tú podrás seguir como quieras, Subaru-san. Se te permitirá verlo… Nuestra familia desde hace 10 generaciones sólo ha podido tener un hijo por cada pareja formada. El nacimiento de gemelos, fue esperanzador, o sea ustedes. No quiero que creas que los veo como un banco de bebes, pero el futuro del Clan… ahora depende de ti, el más poderoso de los Sumeragi.- Continuó impertérrita la líder.

 

- No soy el único. Sé de la existencia de otros primos que fueron concebidos fuera del matrimonio.- Estaba buscando algo que decir para no explotar.

 

- Si, pero nada comparado a ti.-

 

- No. No puedo.- Fue otra vez la respuesta.

 

- No estas en posición de negarte, Subaru-san. No sólo pienses en ti. No seas egoísta.- La silla de ruedas se movió un poco. Subaru al abrir los ojos y levantar la vista vio que su abuela le daba la espalda mirando los jardines hermosos y ancestrales cerca del pequeño lago.- Sé muy bien por qué no crees poder, Subaru-san. Pero, como habrás escuchado en muchas ocasiones: <Nosotros los Sumeragi, hemos protegido espiritualmente al Japón por siglos.> Tenemos deberes sagrados, que debemos superponer sobre nuestros deseos. También he sido joven, y a pesar de la severa crianza que recibí, quise librarme de la carga que conlleva heredar tal bloque de costumbres. En esta ocasión, te doy la libertad que deseas… pero debes ser consciente. No te pido que te cases, pues sé que serías infeliz…- Subaru escuchaba latir su corazón tan fuerte, que lo sentía en la garganta y en los oídos. ¿Lo sabía? –

 

- Abuela, cómo lo… yo… yo no puedo tener un hijo y dejártelo como si de un objeto se tratara.- Atinó a decir. Era verdad, no podría; en el hipotético caso de hacer lo que su abuela mandaba.

 

-Tú decides, Subaru-san.- Culminó su abuela.- Analiza lo que hemos conversado.-

 

- No tengo nada qué pensar. Lo siento.-

 

- No, Subaru-san… no digas que lo sientes. Por el momento yo me haré cargo de las actividades, junto a los otros ancianos del Clan. Espero recapacites, Subaru-san.- dijo su abuela con tristeza.

 

Subaru se le quedó viendo por unos segundos interminables.- Cuídese mucho, abuela. Con su permiso.- En silencio cruzó las instalaciones hasta llegar a la puerta.- Un hijo.- Susurró el joven aspirante a veterinario.

 

Tres días después de ese encuentro, Subaru seguía pensando en eso, mientras salía de su departamento, cruzando el pasillo directo a las escaleras.- Un hijo. Eso me es imposible, no puedo tenerlo… y nunca hubiera podido tenerlo si por cosas del destino… Seishirou-san y yo estuviéramos juntos. Es totalmente imposible pensar en eso…- Se chocó contra alguien.

 

- Subaru, fíjate por donde andas.- La voz de Daichi era divertida.- Te he llamado pero no me has escuchado, hasta que decidiste chocarme.-

 

- No, disculpa… estaba distraído.-Dijo con voz suave, pero sonriéndole.

 

- ¿Estás bien? Tus ojos están tristes. ¿Qué pasó? A quien debo golpear.-

 

- A mi abuela.-

 

- Demonios, no golpeo ancianas… pero por ti, haré una excepción.- Dijo meditándolo seriamente.

 

- Tonto.-

 

- No más que tú, que andas atropellando a las personas.- Alzó una ceja. Subaru esta vez soltó una risita.- Hablando enserio ¿Por qué estás triste? Y no trates de negarlo. Te conozco más de lo que piensas.- El tono en que lo dijo fue enigmático, o eso le pareció a Subaru.

 

- ¿Piensas ser padre, Daichi? – Soltó la pregunta con la necesidad de compartir su incertidumbre con alguien.

 

- Dios libre a los niños de tenerme como padre.- Sonrió su amigo, soltando un bufido.

 

- Estoy hablando enserio.-

 

La intensa mirada que le dio Daichi, hizo parpadear a Subaru.- En realidad, no podré serlo… el tiempo es relativo para mi, y bueno quizá en el momento que quiera serlo ya no sea capaz.-

 

- No entiendo… eres joven aún, hablas como si fueras viejo.-

 

Daichi le sonrió condescendiente.- Simplemente tómalo como que no lo seré. ¿Tú si, Subaru-san? ¿Quisieras serlo? –

 

- En realidad me gustaría.-

 

- Te aseguro que serías el mejor.-

 

- ¿Cómo lo sabes? –

 

- Sólo lo sé.- Se atrevió a asegurar.

 

- Hay veces eres tan misterioso.- Se quejó el Sumeragi.

 

- Eso es parte de mi encanto. ¿Adonde ibas? -

 

- Ya que he terminado de hacer las gestiones de la validez de mi ingreso. Estoy buscando trabajo, un trabajo de medio tiempo, porque ya no podré solventar mis gastos.- Dijo con sencillez el japonés.

 

- ¡¿Qué?! – Se escandalizó Daichi.

 

El recepcionista del Hospedaje en donde estaba alojado, le dio una severa mirada. Subaru empujó a Daichi a la salida.- No grites.- Le regañó.

 

- Pero ¿No eras millonario? –

 

- ¡¿Qué?! – Esta vez quien gritó fue Subaru.

 

- No grites.- Dijo Daichi, imitando sus anteriores gestos.

 

Subaru sonrió llevándose una mano a la frente.- Paciencia.- Dijo bajito.

 

- Hey, te escuché…- Daichi le dio un suave golpe en las costillas.

 

- Ese era el punto.- Respondió, sobándoselas.

 

- Ok, lo he estado pensando y… quería proponerte que…-

 

- Que…-

 

- Para facilitarte muchas cosas… vengas a vivir conmigo.-

 

- No, no quiero causarte molestias.-

 

- No digas tonterías. Para mí nunca serás una molestia.-

 

- Gracias. Pero necesito hacer esto.-

 

- Y yo ayudarte.- Insistió Daichi.

 

- Podría aceptar a que me ayudes a encontrar trabajo.-

 

- Me estas rechazando sutilmente. De acuerdo, puedo ayudarte en eso también.-

 

- Gracias…-

 

- No agradezcas, porque sé muy bien esa facilidad abrumadora que tienes para tratar con los demás mortales.- Se burló su amigo.

 

Subaru sólo negó con la cabeza, a la vez mandaba a un rincón muy íntimo sus pensamientos sobre ser padre.

 

Tres semanas después…

 

- He encontrado el trabajo indicado para ti.-

 

- ¿Enserio? Porque lo que se trata de mí… ha sido un desastre.-

 

- Lo supuse.-

 

- Siempre supe que tenías mucha fe en mí.- Dijo Subaru, mientras seguía viendo en el periódico la sección de empleos. Sus entrevistas fueron un desastre, era un completo negado a lo que facilidad de palabra se trataba; en ese sentido apoyó a Daichi en su burla. Sus ahorros, los cuales administraba con total cuidado… teniendo gastos mínimos, no soportarían la universidad. Faltaba una semana para comenzar sus clases, estaba a punto de entrar en pánico. Pero no daría marcha atrás en su decisión. Su abuela de una u otra forma había intervenido en cada trabajo al que aspiraba conseguir. Recién era consciente de la magnitud del poder del Clan Sumeragi. Pero no se dejaría vencer. Ya estaba decidido. Él no se consideraba una persona optimista, pero tendría que aprender a serlo; sino se lo comerían vivo, y ese no era el plan. No lo era.

 

- No lo dudes. Pero debes creerme cuando te digo  que sí he encontrado algo para ti. Tuve que hacer un despliegue de todos mis encantos de orador, para que te consideren.-

 

Subaru apartó su mirada del diario y la centró en Daichi.- ¿Estabas hablando enserio? –

 

- ¿Cuándo no he hablado enserio? – Subaru le miró sin expresión alguna.- Siempre tan sensible. De acuerdo, no cambiemos de tema. Lo he conseguido y punto.

 

El joven Sumeragi se levantó de su sillón favorito, dobló el diario y lo dejó en la mesa.- Sea lo que sea, lo hago.- Dijo con un matiz de resignación en su voz.

 

- No digas eso Subaru, que yo podría interpretarlo de cualquier forma.- Subaru se sonrojó ligeramente. Daichi sonrió.- Siempre me hace bien verte sonrojado. Escucha atentamente Subaru Sumeragi.-

 

Miró con atención y algo de aprehensión al de cabellos azulados.

 

- Zoo-ló-gi-co.- Silabeó lentamente.

 

Subaru se quedó con la boca abierta por una fracción de segundo, pues la cerró al instante.- Zoológico.- Repitió en un susurro.

 

- No es el gran trabajo del año… pero puede ayudarte a adquirir experiencia, y ganar algo de dinero.- Dijo algo inseguro, al ver que Subaru se le quedaba mirando con cara de susto.

 

- ¿Estas bromeando otra vez? – Preguntó agitado. No lo podía creer.

 

- No, claro que no ¿Lo tomarás en cuenta? –

 

- Un Zoológico.- Repitió.- Un Zoológico.- Otra vez.

 

- Bueno, si. Ayudarás al veterinario en lo que necesite… y darás de comer a los animales. Por lo que me has contado de ti, no estás acostumbrado a realizar ese tipo de trabajo...- Seguía disculpándose el otro.

 

- Gracias… yo no-no sé cómo agradecerte. Me estás cumpliendo un sueño adolescente.-

 

-… y si no te acostumbras…- Se interrumpió en sus explicaciones.- ¿Qué dijiste? –

 

- Gracias. Muchas gracias.- Se acercó y abrazó fuertemente a un atónito Daichi.- Gracias.-

 

- De-de nada. Aquí estamos para servirle.- Atinó a decir, meramente desconcertado por la muestra de agradecimiento del Sumeragi.

 

Subaru sonrió ante sus palabras.- Tonto.- Dijo sonriendo.

 

El corazón de Daichi latía, no, galopaba. Correspondió al abrazo y respiró el aroma del cabello de su amigo.- No me preguntes ¿por qué?... pero, gracias a ti.- Subaru no entendía muchas cosas de Daichi, pero ese “gracias” que le dio, lo sintió como una caricia cálida a su corazón. Por primera vez en mucho tiempo, ya no se sintió sólo… era como si volviera recuperar a su mitad. A su hermana.

 

Pasado unos dos meses. Subaru lidiaba con su horario de la universidad y el de su trabajo, que disfrutaba mucho, en el Zoológico. Ambos inicios fueron una total aventura. Estudiaba en la mañana con algunas clases intercaladas y con permisos de salidas en las tardes del Veterinario: Saiko Himura; un hombre muy gentil, dicho sea de paso. Y el sueldo era de mucha ayuda, no era mucho, pero necesario.

 

Después de hablarle de Hashimoto a Daichi, éste quiso conocerla. Y así pasó; fueron a verla un domingo que tuvo de día libre; pues los fines de semana el Zoo recibía más visita de lo que era habitualmente de lunes a viernes. Subaru la vio radiante; quería que conociera a Daichi, y que le agradara tanto como a él. Esa misma tarde conoció al prometido de Hashimoto. Haruka Motomiya; alguien gentil, educado y bromista; por lo que pudo observar. Prometió visitarla con algo más de frecuencia, cuando se despidieron.

 

A partir de las 6:30p.m. estaba libre. Y aunque al principio estaba algo reticente a ir por lo cansado que le estaba resultando el acostumbrarse al horario, terminaba acompañando a Daichi al Ni-choume: Sus restaurantes eran muy buenos, las tiendas para todas las necesidades, y por qué dejar de lado las discos, los clubes. Ya no se sonrojaba tanto cuando alguien se le insinuaba descaradamente ofreciéndole un trago, un baile o cualquier otra cosa. Estaba empezando a acostumbrarse a llamar la atención, robar miradas, de personas de su mismo sexo. Daichi cada vez más burlón, había bajado un poco en su insistencia de ser algo más que amigos. Subaru estaba agradecido de eso. Parado desde la barra del barman le veía ligar con algún tipo, bailar y desaparecer de su vista por varios minutos. El Sumeragi, que en un principio se prometió, sin mucha convicción, que no volvería a suceder lo de esa noche, la primera vez que había pisado esa zona; se vio así mismo rompiéndola sin mucha culpa, al aceptar el cortejo y “algunos servicios” de uno que otro individuo que le llegaba a gustar. No siempre lo hacía. Pero eso sí cada vez que sucedía, él siempre se aclaraba en ese punto, como para convencerse que no estaba siendo un profano, que nunca, pero NUNCA, dejaría que alguien le poseyera. Por que ese alguien ya había muerto, y si no era él… no era nadie. Nadie.

 

 

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Dedos tamborileando en el reposa-manos del cómodo sillón giratorio. Una mirada fija en el escritorio que tiene delante de él. Específicamente a la computadora portátil. Clickea con desesperación y aburrimiento.

 

- No hay nada…-  Se lleva las manos a la cabeza, haciendo presión con sus dedos sobre sus sienes – Estoy cansado, creo que estoy esperando demasiado…- Aparta los ojos de la pantalla y recarga todo su peso sobre el respaldar del sillón girando levemente…- ¿Dónde estás… Kamui?

 

Harto de estar sentado decide levantarse de un solo salto, apartando la butaca con un  solo golpe del pie…

Se revuelve los cabellos oscuros que de por si ya tienen una forma desordenada y, suspira.

 

- Estoy agotado, necesito un café…- Sonríe levemente…- Parece que ya me he vuelto un adicto al café.-

 

Se dirige a la pequeña cocina, de su pequeño apartamento. Revisa en los estantes blancos, buscando una taza; la encuentra y conecta la cafetera para calentar la oscura esencia amarga del café. Espera unos minutos, perdido en sus cavilaciones, fijando su mirada en el borde de la servilleta de tela azul que esta frente a él, presta y dispuesta a limpiar, aunque en realidad no la ve, pues su mirada es vacía, como ya es costumbre desde hace casi dos años que pasó todo.

 

Sonríe, sin querer hacerlo…

 

Una vez listo el café, se sirve un poco y aspira el vapor amargo y dulzón de su recién adquirido vicio…

 

No puede evitarlo…

 

Suspira y bebe…

 

- Podría decir que tienes el sabor a café, mejor dicho tu esencia, tu personalidad, podría ser comparada con esta bebida azucarada… Entre amarga y dulce, adictiva y liberadora… Kamui, ya no puedo más.- Con la tasa sujetada en ambas manos, se dirige a la pequeña sala. Observa su computadora portátil parpadeando luz cibernética, y con la bandeja de su correo sin mensajes nuevos; resopla y pierde las ganas de volver a sentarse en su sillón a seguir esperando. Da un sorbo al caliente y abrumador sabor de la cafeína, y con pasos cortos llega al ventanal adoselado con cortinas blancas, casi transparentes, que se menean hipnotizantes por la brisa, últimamente, fría e invernante de las calles de Francia, al parecer el otoño esta cediendo paso al sobrecogedor invierno. Esta a punto de anochecer. El sol esta muriendo en el horizonte, y desde su ventana puede alcanzar a ver los últimos rayos rojizos perecer entre la leve oscuridad del cielo, que en menos de una hora estará totalmente estrellado. 

 

Entonces Fuuma puede escuchar, como si del despegue de un cohete espacial se tratase, la voz quebrada y decidida del joven de apariencia estrujable que era Kamui…

 

*** Fuuma debes vivir. ¿Lo entiendes?... Por favor perdóname, lo siento mucho- Sollozos por parte de Kamui…- Debo matarte, ése es mi deber… Lo sé… Pero no puedo. Si alguien tiene que morir aquí soy yo…

 

Un grito desgarrador. Pues una espada ha atravesado la mano del joven de ojos desafiantes y llenos de lágrimas de dolor, pero del dolor que provoca el desgarro del alma. Kamui busca los ojos de Fuuma, y los encuentra. Fuuma sonríe malicioso y triunfante, presionando más su espada en el agujero escarlata de la mano del Dragón de Cielo; en cambio, éste último le observa con algo que el Dragón de la tierra no esperaba descifrar.

 

Kamui le mira con anhelo, con amor y desesperación; todo entremezclado. Y entonces Fuuma a pesar de estar repleto de maldad y deseos de destrucción, de holocausto, de caos, de la ira divina y del llamado justiciero que reclamaba, sangrante, la madre tierra; siente la avasalladora necesidad de tocar a Kamui. No. No solo tocar… es la necesidad de algo más.

Se inclina y arrodilla, sin sacar la espada, incrustada dolorosamente, de la mano de su Némesis, elegido desde la cuna, desde las irónicas y crueles hojas del destino. Ha nacido para ser de Kamui… ser su antagonista.  Toma el mentón de un dócil Kamui, y se da el lujo y obsequio de observar, de una manera tan íntima, las facciones angelicales e infernales de “aquel que caza a Dios”. Pasea sus dedos por las mejillas húmedas, por las lágrimas y sangre, las palpa con ambas manos; son tan lisas y tersas. Fuuma puede sentir como sus labios le pican, son como descargas eléctricas. Ya las había sentido anteriormente. En los enfrentamientos que tuvo con Kamui; las veces que estuvo tan cerca de él. Pero este momento era distinto, la sensación era más fuerte, era vital. – Soy tu gemelo… somos uno. Tú y yo, nos pertenecemos…- Le dice, sosteniéndole la mirada a Kamui…- Eres mío, Kamui… y… yo soy… tuyo… Yo nací para ti… - Se acerca más al rostro del Dragón del Cielo; se muerde el labio inferior tan fuerte que se provoca una herida, y sangra. Pasa su lengua por la herida, es su forma de saborear el momento, de saborear a Kamui.

 

En el rostro de Kamui se nota el asombro. Fuuma sonríe, pero sin previo aviso siente los dedos de su enemigo acariciar sus labios, eso le quita el aliento. – Uno… sólo uno…- Escucha que el otro susurra, mientras recorre su rostro con la mano que tenía libre…- Tú eres Kamui… y yo también…- El defensor de la humanidad vuelve a acariciar sus labios manchados ligeramente con sangre, mientras sigue hablando…- Fuuma… bésame… - Éste se queda paralizado ante la petición repentina que le hace su gemelo…- Quiero que veas en mi corazón y cumplas mi deseo… - El Dragón de la Tierra escruta en el órgano simbólico de la voluntad de éste ser… Y el resultado es tan confuso, como doloroso… Kamui alberga a dos personas, dos hombres, uno anteponiéndose sobre el más joven.

 

Subaru Sumeragi y el mismo Fuuma.

 

Sólo que… a quien más anhela es a… Subaru

Kamui quería que le mostrara a Subaru, en una ilusión, y le besara… Ése era su deseo. Su último deseo.

 

Fuuma sujeta y presiona de forma brusca los hombros del otro, provocando que éste gritara por que el sacudón que le dio, hizo que la mano herida se moviera violentamente, con la espada clavada en su dorso atravesando el piso.-  Cumpliré tu deseo… - Lo tomó de la nuca, jalándole el cabello hacia atrás. Lame la piel expuesta y ligeramente húmeda por las lágrimas, de su cuello y termina con una pequeña succión en la barbilla. Siente a Kamui estremecerse por tan explícita caricia bucal. Acerca su rostro al del otro… - Pero a quien mirarás será… a mí…- Kamui abrió mucho los ojos, y trató de decir algo.

 

Pero no pudo. Por que Fuuma le besó… y… ***

 

Su celular sonó (No me odien U_U).

 

Sacándole, con un sobresalto, de sus recuerdos. Rápidamente llegó a su escritorio, depositó la tasa de café sobre la superficie de madera casi derramándola y, en uno de los cajones, encontró su móvil. Observó el número. No había ningún número identificado, sólo estaba la frase de: Identidad Oculta. Sabía de quien se trataba; presionó el botón de recepción.

 

ººº -Dime...- Preguntó sin preámbulos. ººº

 

ºº - Al parecer… - Hizo silencio la voz detrás del auricular. Fuuma se estaba desesperando. Escuchó sonidos de papales siendo manipulados rápidamente. Entonces, el otro continuó…- Encontraron a un joven con las mismas características que nos dio… Pero lo que hace sospechar que es el mismo que usted busca, es la enorme cicatriz de su mano izquierda… además de la edad, claro. ºº

 

ººº - ¿Cuándo…? ¿Dónde, donde está?... Iré a buscarlo… - Fuuma no sabía que hacer, que preguntar…- ¿Está en Francia? ººº

 

ºº - Según mis investigaciones, no. - ºº

 

ººº - ¿Entonces?...- ººº Preguntó impaciente.

 

ºº - Tranquilícese… Siento mucho lo que voy a decirle… pero… se nos escapó de nuevo.- ºº

 

ººº - ¿QUÉ…? – ººº  Y la furia vino a abrigarlo en su regazo. Estaba lívido, le entraron ganas de matar a alguien. A quien sea.

 

ºº - Desapareció antes que llegáramos… - El tono de voz de aquel hombre que hablaba con Fuuma, era de fastidio.- Sólo hay algo que no cuadra. ºº

 

El muchacho trató de tranquilizarse. Necesitaba los servicios de este sujeto. ººº – ¿Qué, exactamente? – ººº  Preguntó irritado.

 

ºº - Éste jovencito, escurridizo, además de hacerse llamar, Ángel, cosa que puede estar inventando; Tiene el cabello color rubio-cenizo, agregándole el hecho de estar perdido con respecto a las costumbres y habitantes del planeta Tierra. ºº

 

ººº - ¿Cómo dice? No le entiendo…- ººº Cuestiona Fuuma sentándose, otra vez, en el sillón giratorio.

 

ºº - Pues lo que escuchó. Al parecer esta totalmente loco. Los habitantes de esta pequeña región, que han convivido cerca de este muchacho… dicen que parece un animalito asustado… Lo tildaron de muy dulce… pero extremadamente extraño. ºº

 

ººº - ¿Y por qué piensas que es el mismo joven?  ººº

 

ºº - Pues… ignorando el cabello y el nombre, características manipulables a la vista, lo demás indica que es él… me contaron que es un joven de ojos violeta intenso, con una cicatriz en  la mano izquierda y que apareció en  tres ocasiones, desapareciendo por temporadas largas. Y que, sí, conocieron a un muchacho llamado Kamui, pero que en ese tiempo, él vino siendo un niño y acompañado de su madre; y que ésta al pasar unos años murió en un incendio dejando huérfano al adolescente Kamui… - Otra vez se escucharon el revoloteo de papeles. – Después, una señora que fue, más o menos, cercana a la madre fallecida… me contó en confidencia, que el muchacho se marchó por casi un año… y que al cabo de este, apareció, éste otro individuo… ella pensó que se trataba de Kamui… pero que al verlo lo dudó… por las claras diferencias en la apariencia del jovenzuelo… Y te digo que la señora dijo que el Kamui que buscamos, una vez muerta su madre, se alejó de la región por un año, es por que… esta segura, sin posibilidad de equivocarse, que “Ángel”, como se hace llamar ahora… es nada más y nada menos que Kamui Shirou, puesto que ella lo conoció desde niño… Aunque ignora como pudo quedarse así… sin alma, según ella. - ºº

 

ººº - Sin alma… - ººº Repitió casi en un susurro, Fuuma.

 

ºº - Como una concha vacía; fue la deducción de esta mujer, pues ella en una ocasión habló con éste muchacho… y fue en ese momento que, a pesar de todos los cambios en su apariencia, dejó la duda atrás… esta convencida que se trata de Kamui… Aunque, siendo sincero, no me da muy buena espina aquella anciana. - ºº

 

ººº - Entonces, ¿por qué tomaste su declaración?... Si no te da confianza… - ººº  Preguntó algo escéptico el antes Dragón del Cielo.

 

ºº - Por que… entonces, todos en aquel pueblo, estarían locos… Todos me narraron lo mismo, sólo que esta mujer me relató todo lo que te conté, con algo más de certeza. – ºº  Se defendió el investigador.

 

ººº - Ya veo… ¿Dónde se hospedó? – ººº

 

ºº - Ese es el detalle… que aquella anciana, tiene como negocio un hospedaje…  Y, por cosas de la vida, el supuesto Kamui se hospedó ahí. ºº

 

ººº - ¿Y esta… sólo? – ººº Preguntó con la imagen del titubeo impreso en su voz.

 

ºº - No… - Fuuma ladeó su mirada fucsia y tragó con algo de dificultad, al escuchar la negativa. -  según la información que me dieron los lugareños… y que fue confirmada por esta anciana… se encuentra acompañado de una joven… que no se despega ni a sol, ni a sombra de su lado… Aunque, con suma extrañeza, me contaron que por las noches, algunos aseguran haberle visto con una niña; piensan que puede ser la hermana pequeña de esta joven, por el gran parecido físico. La anciana me narró sin apartar la incredulidad de su rostro… que ella también vio a la mencionada niña, pero que… ésta niña apareció de la nada, en la segunda noche que esos dos aparecieron como dos forasteros, salidos de quien sabe donde. A pesar de que nunca vio a las dos féminas juntas, dedujo que eran hermanas… Al parecer quien guía los pasos de este “supuesto” Kamui, son las dos jóvenes mujeres que le acompañan… -  ºº

 

*¿Dos mujeres? ¿Una niña y una joven?...* Pensó el joven Monuo.

 

ººº - ¿Cuanto tiempo llevaban en aquella región?- ººº

 

ºº - Aproximadamente… unos ocho meses. Me aseguraron que había épocas en las que desaparecían por una o dos semanas enteras, pero nadie sabe por qué O ¿a dónde? - ºº

 

ººº - Ya veo… y ¿te describieron la apariencia de las chicas que le acompañan?...- ººº

 

ºº - Bueno, ambas son muy bellas y al parecer son hermanas… Ambas, son  de cabellos largos y ojos castaños, delgadas, de apariencia frágil… pero muy sobre protectoras con Ángel… -  ºº

 

Era imposible que fuera Kamui… Su Kamui. Empezando desde su apariencia. No podía ser. Pero el corazón de Fuuma se estrujaba dolorosamente en su pecho; con cada rocambolesco relato del detective privado que había contratado… Algo en su interior le gritaba que no perdiera de vista a este joven.

 

Una lucha interna entre su presentimiento y su razón, se desató con la siguiente pregunta que le formuló el detective:

 

ºº - ¿Continúo investigando a este joven… o inicio otra búsqueda, menos engorrosa…?.- ºº

 

Fuuma se quedó en silencio…

 

He ahí un dilema…

 

¿Y si se equivocaba? Bueno, todo daba a entender que no se trataba del mismo Kamui. Exceptuando el comentario y suposiciones de la señora que conoció a Kamui y a su madre… Podría ser sólo las divagaciones de una mujer entrometida y chismosa… o no.

 

Fuuma rememoró los cautivadores ojos violetas de Shirou… Y en un arrebato de su memoria, sintió los labios de Kamui…

 

 

La respuesta vino a él…

 

Acertada o equivocada… Ya lo había decidido.

 

ººº - Siga investigando a… ¿Ángel?...- ººº

 

ºº - Si, Ángel… ¿Está seguro?...- ºº Volvió a preguntar, esperanzado, el detective.

 

ººº - Completamente… Contácteme, por cada pista que llegue a encontrar. -ººº

 

ºº - Oh, bueno… De acuerdo. Como usted desee…- ºº

 

ººº - Envíeme un correo detallando sus honorarios…- ººº

 

ºº - Eso haré… Nos comunicaremos en otro momento…- ºº

 

ººº - Esperaré por más información…- ººº

 

ºº - De acuerdo… Que tenga un buen día…- ºº Le deseó a Fuuma, cortando la llamada sin tener que decir nada más.

 

- Sí, claro… un buen día…- Murmuro el ex-dragón de la Tierra, observando la pantalla de su celular. Lanzó el aparato, sin ningún cuidado, sobre la repisa de su escritorio.- Ángel… - Suspiró.- Así que… Ángel. Es justamente lo que eres Kamui… un ángel… un ángel de alas negras.

 

 

 

Seis meses antes de este suceso... Seishirou, por fin, despertó…

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

 

 


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