Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

LA CONTINUACIÓN DE UN FINAL……¿UNA VIDA SIN TI?. por Lady Marivette

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí esta el nuevo capítulo.

<!-- /* Font Definitions */ @font-face {font-family:"Cambria Math"; panose-1:2 4 5 3 5 4 6 3 2 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:roman; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:-1610611985 1107304683 0 0 159 0;} @font-face {font-family:Verdana; panose-1:2 11 6 4 3 5 4 4 2 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:swiss; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:536871559 0 0 0 415 0;} /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-unhide:no; mso-style-qformat:yes; mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman","serif"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} .MsoChpDefault {mso-style-type:export-only; mso-default-props:yes; font-size:10.0pt; mso-ansi-font-size:10.0pt; mso-bidi-font-size:10.0pt;} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} -->

************************************************************************************************************************

 

Capitulo 6: “Nuevo comienzos.”

 

 

Septiembre del 2001…

 

 

La ligera bata de tela engominada y celeste, cubría apenas su desnudes por los espacios que dejaba a sus costados, los cuales le llegaba hasta las rodillas. Miró hacia un costado; al parecer todos los presentes estaban conmocionados por su despertar. Su presencia parecía como algo fuera de lugar… y a la vez esperada. No entendía nada.

 

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué tenía tantas agujas pinchadas en la piel?… ¿Por qué? ¿Por qué?

 

El sonido incesante del electrocardiograma le estaba sacando de sus cabales, con ese leve: Bip, bip, bip…

 

Estaba llegando a odiarlo.

 

Bip… bip… bip…

 

Corrección, odiaba ese sonido. Y eso era un avance, ya podía sentir algo más que desconcierto.

 

Sentado en aquella camilla graduable- con la espalda inmovilizada por el dolor que le dejó esa enorme aguja atravesándole su espina dorsal-, desde hace una eternidad, según su algo distorsionada percepción; paralizado por la cantidad de agujas incrustadas en distintas partes de su cuerpo. Era conciente de las cantidades alucinantes de un líquido amarillento y lo que al parecer era sangre, que estaba recibiendo como transfusiones sin descanso durante todas las horas que podía estar despierto. Dado que luego de una cierta cantidad de dosis recibidas cuando estaba en sus cinco sentidos, lo sedaban para que descansara.

Agachó su rostro hasta su cuello, para ver la tenue cicatriz en el lado izquierdo de su pecho. Quería mover la mano para tocarla, pero las agujas eran tan largas y gruesas que el simple gesto de intentar cualquier movimiento le resultaba incómodamente doloroso, por decirlo menos.

 

Muy doloroso.

 

El hombre de ojos rojos, fue quien personalmente se hizo cargo de todo el tratamiento que estaba recibiendo. Fausto, ese era el nombre de aquel sujeto que cuidaba de él, perecía muy contento y hasta un punto maniático, e histérico, porque todos los demás individuos hicieran un buen trabajo.

 

Estaba aburrido a la par de aturdido, dos estados muy diferentes entre sí. Era algo parecido a haber recibido un golpe en la cabeza con una porra, dejándole idiota. Aburrido por el sedentarismo en el que se sentía inmerso, no le agradaba nada el estar sentado recibiendo órdenes, ponerse en tal posición, comer tal cosa (alimentos horribles sea de paso.) o cualquier otro acto que él debía hacer para completar su tratamiento. De todos esos desconocidos que le veían con devoción y miedo impresos en sus rostros; aunque no podía negar que muy en el fondo le divertía que tales tipos parecieran temerosos de alguien que a la justas podía con su alma en esos momentos. Aturdido, por la cantidad de preguntas que golpeaban su cerebro en calidad de la urgente necesidad de saber… saber qué demonios pasaba. ¿Quién era? Pues ese era uno de los problemas que más perplejo le tenía desde que pudo abrir los ojos. No saber quién, ¡Maldita Sea!, era. No lo recordaba. Pero algo en su interior le gritaba que no preguntara nada de sus dudas a otro que no fuera… Fausto. Tal vez fuera instinto de supervivencia, o lo que sea, pero eso era lo que la vocecilla de la prudencia le aconsejaba.

 

Se removió en su sitio al ver que uno de los hombres pasaba por su lado y le miraba con cierto recelo. Le sonrió… no lo entendía cómo o por qué, pero era algo innato en él, aunque tal acción le producía algo parecido a pequeñas e incómodas descargas eléctricas en las mejillas; sus músculos faciales aún se sentían agarrotados. Tal vez acostumbraba a hacer eso en el pasado que no podía recordar. No obstante, cualquier movimiento gestual era empezar una lucha contra una espesa mascara de cemento que le estaba haciendo de rostro en esos momentos. Sin embargo, el joven al que le sonrió, le devolvió el gesto y clavó su mirada en él. Era rubio y de ojos castaños, con cierto matiz violeta en sus irises; le pareció muy atractivo. Entrecerró los ojos y le sonrió de lado- ganándose otra vez la sensación de plasticidad y pesadez en la cara-, en un gesto inconscientemente perturbador; *Creo que lo he visto antes… con Fausto * pensó divertido. El rubio alzó una ceja como cuestionándole algo, dio un suspiro y se acercó más, con pasos lentos y gráciles.

 

Una vez estando cerca, puso sus manos en los bolsillos de su pantalón y se inclinó hasta quedar cara a cara.

 

- ¿Cómo te sientes? - Le preguntó sin apartarle la vista de encima. Como si estuviera buscando algo en sus ojos.

 

Sin sentir ningún tipo de sobresalto por la cercanía del rubio. – De maravilla… - Le dijo sin perder la sonrisa inocente.

 

Su interlocutor también sonrió con la misma dulzura. – Ya veo… - Llevó una de sus manos al mentón del que estaba sentado. – Bellos ojos… muy bellos. No sabes cuánto le costó a Fausto encontrar unos como los tuyos. – Lo acercó más a su rostro. – Pero valió la pena.

 

¿Ojos?

¿Mis ojos?

 

Se miraron por un momento más. Uno analizando al otro. Compartieron una mirada de malicia. Podía sentir el parecido con él. No físico. Sino, algo más que eso. Sonrió.- Algo me dice que tú y yo… ¿Nos hemos conocido antes? - Preguntó, sin ningún atisbo de duda en su voz.

 

El rubio parpadeó y luego sonrió condescendiente. – Se podría decir que… si. – Le soltó el rostro. – ¿Ya recuerdas algo?

 

- Puede que si… puede que no.-

 

- Buena estrategia.- Sacó una cajetilla de cigarrillos y un encendedor, de su bolsillo derecho.- ¿Te apetece?... – Le preguntó de forma casual al paciente.

 

- ¿Qué crees tú? – Fue la rápida respuesta que le dio.

 

- Creo que… matarías… por un cigarrillo. – Le mostró la cajetilla “Mild Seven” rezaba la marca. – Creo que podría ser tu favorita. – dijo con una sonrisa ladina.

 

No se equivocaba. Mataría, literalmente hablando, por un cigarrillo. Ver a Fausto fumar uno que otro a unos centímetros de él, le despertaron las ganas y ansiedad de calarse uno. Otro capricho que se le hacía inquietante, era que sentía el certero empuje por pararse y jalar al rubio, hasta pegarlo completamente a él, y así poder olerlo. Pues aunque se portara desafiante y seguro de si mismo, no podía deshacerse de esa aura de suprema sensibilidad y fragilidad que cada poro de su humanidad desprendía. Era como si pudiera olerla, saborearla… era como una sensación antes experimentada. – Si vas a ser tan bueno… hazlo. Yo no me negaré – Y le volvió a sonreír con candidez. De seguro más tarde resentiría tantos gestos expresivos.

 

El rubio prendió un cigarrillo, y le dio una larga calada mirándolo de forma burlona, al botar el humo sonrió y por fin le ofreció y acercó a sus labios algo húmedos, pues los había relamido con anticipación. Al sentir el filtro entrar solo lo necesario en su boca, lo aspiró y tragó casi de golpe…

 

Tosió.

 

Eso le hizo moverse con algo de violencia, el cigarrillo cayó al suelo; el dolor galopó desde la punta de sus dedos hasta llegar a su cabeza. Las agujas se removieron un poco y eso le causo más dolor; jadeó, casi gritó pero lo ahogó en su garganta… Fumar, no era tan fácil como se veía.

 

Levantó el rostro para mirar al hombre que sonreía frente a él. Agradecía el tiempo que se tomó Fausto en enseñarle a vocalizar, a hablar, pues, hasta eso había olvidado; varios meses atrás era como un niño; aunque Fausto reconocía que le ayudaba mucho que su memoria mecánica no se haya perdido… -Aprendes rápido.- Le elogió el científico en una de sus sesiones. Sólo que eso no quitaba el hecho de que deseaba levantarse y plantarle cara al cretino ese, pero a las justas podía sentarse, ya que desde que despertó le era doloroso e imposible el tratar de flexionar algún músculo… Pero, su estado había mejorado considerablemente y ya, con ayuda de esa camilla reclinable, lograba estar sentado sin tratar de soportar el dolor.

 

- No te preocupes, así es la primera vez… los inexpertos tosen al tragar el humo.- Le explicó el joven individuo, sin dejar de esbozar una sonrisa.

 

- Ya veo…- Dijo tratando de calmar los dolores que poco a poco estaban cediendo.

 

- ¿Y cuál es tu nombre? ¿Al menos eso recuerdas?...-

 

Lo observó abstraídamente, preguntándose internamente cómo él sabía de su amnesia, si el mismo Fausto le advirtió de comentar ese detalle con otro; entonces… eso quería decir que Fausto confiaba en este individuo. Lentamente dijo.- No, no recuerdo… pero, Fausto me dio uno, mejor dicho me volvió a dar el propio…-

 

- ¿Ah, si?...- El joven pareció mas o menos sorprendido, cuando estaba prendiendo otro cigarrillo para fumárselo él mismo.

 

- Si, Látis… - Respondió con total naturalidad.- Y también sé el tuyo, se lo he escuchado susurrar a Fausto… Shizuka, ¿verdad?

 

Shizuka asintió distraídamente. ¿Látis? Ese era el nombre del hijo que tuvo Fausto, y que murió siendo muy pequeño.-… Látis.

 

- Si… aunque, hay veces en las que me dice otro nombre. No lo entiendo, pero me gusta más este nombre, Látis esta bien. En fin, siempre ha sido el mío. No tengo ningún problema con eso.-

 

- Entonces te llamaré Látis-san… ¿de acuerdo?- Dijo volviendo a aspirar el humo, y sin poder ocultar con tanto éxito lo perturbado que estaba.

 

- De acuerdo… - Aceptó el paciente.

 

- De acuerdo.- Repitió el otro.

 

Desde ese momento las charlas con aquel hombre se hicieron esporádicas, puesto que tenía que concentrarse en otros asuntos más importantes; pero no se le pasaba por alto que Shizuka pasaba mucho tiempo con Fausto, aún no entendía muchas cosas… mejor ir despacio.

 

Los exámenes y tratamientos continuaban. Algunos eran dolorosos, muy dolorosos, pero valían la pena. Los ejercicios que tenía que practicar todas las semanas, una vez por día, por dos horas, eran extenuantes ¿Ya había mencionado las palabras… increíblemente doloroso? Por si se le había pasado, podía repetirlo: Muy doloroso. Terminaba hecho polvo cuando, por fin, sus músculos podían reposar en la silla de ruedas después de salir de la piscina. Nadar le ayudaba mucho, aunque siempre estaba bajo la vigilancia de Fausto. Pero nada se comparaba con esas descargas eléctricas que tenía que soportar religiosamente los martes y los jueves al medio día. Fausto le había explicado que sus músculos y nervios habían estado cerca de la descomposición, cuando él pudo hacer algo por volverlo a la vida. Por lo tanto, esas descargas eran para estimular a sus células regenerativas… haciendo más rápida su rehabilitación.

 

Cuando se había dado cuenta, después de meses intentándolo, ya podía ponerse de pie, siguiéndole muy de cerca la posibilidad de dar pasos sin que sintiera agujas en todos los músculos de sus extremidades inferiores. Era muy resistente al dolor; Fausto siempre le alababa esa habilidad; Látis sólo observaba gustoso sus avances, siendo sus fieles amigas las muletas, las que lograban sujetarle cada vez que sentía flaquear.

 

El científico se preocupaba en instruirle de todo conocimiento, su paciente era como un libro en blanco a la espera de que alguien escribiera en él; y por supuesto Fausto estaba más que dispuesto a hacerlo. Los hombres que le ayudaban aún mostraban cierto recelo al verle, claro que primaba el respeto o miedo, de todas formas eso le agradaba.

 

Su nueva identidad, para desconocimiento de él mismo, le agradaba. Era el sobrino de Fausto, hijo de la hermana fallecida de éste. Perdió la memoria de su vida anterior porque sufrió un accidente atroz en el que técnicamente murió, pues su cuerpo estaba literalmente destrozado; sólo que tuvo ventajas, eso fue lo que Fausto le había explicado, pues su tío es un científico interesado en la reconstrucción nanobiótica, así que sin nada qué perder decidió experimentar con él. Látis nunca le reprochó eso, pues gracias a esa causa él podía estar entre los vivos… aunque no sentía para nada la muerte de sus padres en aquel accidente aéreo, simplemente no le originaba ningún sentimiento, ni de pena, ni nada; por respeto a Fausto no le decía nada al respecto. En un inicio tuvo la curiosidad de saber quienes fueron, pero una vez que le mostraron las fotografías de un pasado que él no recordaba, desechó totalmente ese interés. No le interesaba en absoluto. Sólo le bastaba con saber que provenía de una familia adinerada, provenientes de Bélgica, con una mezcla de sangre japonesa.

 

Además de enseñarle a expresarse adecuadamente, le dijo que él, antes del accidente, era un Veterinario, y que por lo tanto debía recuperarse de su forzado internamiento siendo alguien ducho en tal especialidad. Látis captaba todo, desde clases repartidas por su propio tío, hasta videos y cursos hechos a distancia mientras seguía con rehabilitación; de cierta forma esa carrera le traía una sensación de satisfacción y fácil aprendizaje, fue por esa razón en especial el que no se opusiera a los deseos de Fausto; hasta experimentaba con animales en un laboratorio hecho para él, siendo dicho lugar una extensión de la moderna habitación que él ocupaba, cuando ya estaba en óptimas condiciones físicas, aunque aún debía ingerir una cantidad menos alarmante de medicinas comparadas con las que consumía religiosamente todos los días.

 

- Serás el mejor, Látis…- Le dijo su tío.

 

- Lo sé…- Sonrió presuntuoso para Fausto, mientras abría y cerraba las palmas de sus manos enguantadas en látex. Quería preguntarle algo, le echó un vistazo de reojo. Se decidió a hacerlo.- ¿Cuándo podré salir de aquí?...-

 

Fausto le miró a los ojos, conocedor de que aquel pedido se daría pronto; sólo debía tener más tiempo, tenía que preparar todo para que su “sobrino” se enfrentase al mundo. Ni siquiera había dejado que su alumno-ayudante Yuuta se acercara a Seishirou, a pesar de la enorme curiosidad y entusiasmo que mostró al saber que éste por fin despertó; esa información se le escapó en un momento de euforia, debía controlar aún más su ego.

 

Nada de riesgos, nadie debía saber que sus experimentos tuvieron éxito, bueno, nadie que el no quisiera que lo supiera. Por otro lado, NO SABÍA ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Estaba loco? ¿Ya chocheaba? Eso debía ser. Lo último parecía estar más acorde con su realidad. No sabía, sólo era conciente que desde que Seishirou-sama despertó… nada se había desarrollado según sus planes. Primero la pérdida de la memoria, eso se lo esperaba, mas no la reacción que eso iba a provocar en él. Después se vio así mismo cuidándolo y cambiándole el nombre y la vida, obviando todos los detalles y misiones que su itinerario ya tenía apuntados. Esto se salía de todo contexto, de todo su contexto, él no era una buena persona, nunca fue ni dadivoso, ni solidario, ni un ápice de todas las sartas de tonterías que le gente trata de conseguir desarrollar para llegar a la gracia divina. Y ahí estaba él… comportándose como un padre preocupado ¿Se estaba ablandando? ¡Demonios! De razón Shizuka solía reírse de él cada vez que le preguntaba el por qué de sus acciones y él no tenía una respuesta precisa.- Será pronto… no te preocupes.-

 

- Siempre dices eso…- Le reprocha el joven que esta diseccionando el cuerpo de un perro. Cada material de cirugía puestos ordenadamente en la mesilla, cerca de la camilla.

 

Fausto observa cómo su pupilo utiliza con maestría el escarpelo, cortando sobre la línea roja que ha trazado previamente sobre las uniones, ya rasurada la piel, de las extremidades del animal.- Sólo quiero que estés preparado… pero no te miento que eso será muy pronto… y que yo no te acompañaré en el Tour que darás por la ciudad, irás sólo…-

 

Seishirou frunció el ceño levemente ante sus palabras, luego esbozó una ligera sonrisa.- De acuerdo…-

 

- ¿Alguna otra pregunta? – Pregunta distraídamente el científico.

 

Su “sobrino” se encoge los hombros, y como si fuera de casualidad comenta: - Shizuka es un joven atractivo… -

 

Fausto entrecierra los ojos.- ¿Te parece? – Cuestiona.

 

- Si… creo que desde la primera vez que lo vi… me lo pareció.- Responde con soltura, a la vez que revisa la yugular del canino, subiendo por la mandíbula para revisar sus colmillos amarillos; la lengua del can cuelga seca a un costado de su hocico. Sabe que el tema de Shizuka causa ciertas reacciones en su tío, así que ¿Por qué no divertirse por un momento?

 

- ¿Te interesa? – Fausto alza una ceja al preguntar.

 

- Sólo digo lo que veo… ese aire de fragilidad bien disimulada con su mirada de indiferencia.- Seishirou vuelve a sonreír esta vez con dulzura. Fausto conoce tan bien esa sonrisa, un gesto que esconde mucho estando su autor desmemoriado o no.

 

- Pues voy siendo claro desde este momento… no te acerques a él.- Sentencia con suavidad.

 

- ¿Marcando tu territorio, tío Fausto?- Lo observa por unos segundos, vislumbrando no sin dificultad la incomodidad del hombre de ciencia frente a él.- No te preocupes… sólo fue un comentario.- El brillo en los ojos de Seishirou cambia a un matiz enigmático.- Yo tengo la sensación de que… yo espero… a alguien… no lo sé, sólo es una sensación que me ha acompañado últimamente.-

 

- ¿Ah, sí? – Si las sospechas de Fausto son erradas, lo cual es poco probable, sabe de quien está hablando su antes líder.

 

- Si… Dime, Fausto… antes de todo lo que me sucedió, ¿Tuve a alguien especial? – A pesar de lo angustioso de la pregunta, la voz y el tono en el  que lo dijo, hacía denotar una ligera, muy ligera, curiosidad. Casi parecía como si estuviera preguntado si va a llover, si alguien que no le conocía le escuchaba.

 

El hombre de ojos rojos sabe que Seishirou habrá perdido muchas de sus habilidades, incluida la memoria, pero esa costumbre de esconder sus verdaderos pensamientos… era una manía que se podría comparar a la memoria mecánica, algo que nunca llegas a olvidar… en él esa costumbre, sólo se compararía con el impulso de respirar.- ¿Lo puedes recordar? –

 

- No… como te dije es sólo una sensación.-

 

- Que yo sepa no habías tenido a otra persona, más que a ti mismo… aunque, sí muchos amantes…-

 

Seishirou sonrió con sorna ante las palabras de su sanador. Se sacó los guantes manchados de sangre y dijo, colocándolos en la mesita de las herramientas médicas.- Creo que eso no cambiará… he estado mucho tiempo en austeridad.- Una sonrisa descarada se dibujo en sus, ahora, más jóvenes facciones.

 

Fausto soltó una risita maquiavélica.- Creo que esa es una de las razones más fuertes para que quieras salir a conocer Tokio…-

 

Seishirou no refutó su observación.

 

 

 

Noviembre del 2002

 

Fausto le había dicho que ya estaba listo para que se aventurara a la vida cotidiana de Tokio.

 

Los eternos meses que se mantuvo en rehabilitación, casi unos dos años, por el “accidente aéreo” que sufrió y el cual le dejó en coma por un año, ya habían terminado, por lo tanto estaba en la total libertad  de reinsertarse a la sociedad.

 

Estaba ansioso. Siendo sinceros, se sentía hasta nervioso y un poco inseguro. Se había mofado de la cuidada indiferencia que Fausto le mostró aquel día al decirle que si quería salir… pues ya podía hacerlo, dado que se encontraba en total recuperación. Dicho de esa manera, parecía tan fácil… pero cuando sus pies se posaron en el concreto de la vereda, en las afueras del edificio en el que se camuflaba el laboratorio donde Fausto se le pasaba junto a él; una descarga eléctrica recorrió sus dedos, acompañado con un leve jalón de sus vísceras. Adrenalina; pensó, eso era lo que estaba provocando su respiración algo recortada. Era ridículo, pero hasta la claustrofobia se arremolinaba a sus costados en un espacio tan abierto como ese. Respiró hondo y se permitió una sonrisa de burla en contra de sí mismo, estaba actuando como un animal criado en cautiverio que derrepente era soltado a la libertad. Se reprendió mentalmente ante su propia vacilación. 

 

Era el momento.

Debía hacerlo… Tenía que hacerlo.

Segundo, tercero, cuarto, quinto paso…

No era tan difícil. Una media sonrisa curvó sus labios.

 

Caminando por las calles ataviadas de gente que viene y que va, observaba cada detalle, cada rostro que se topaba con él. No pasó por alto varios sonrojos, en cambio sonrió ante eso. Pero sus ojos buscaban, inconscientemente, algo que no podía explicar. Eso era tan molesto, no soportaba que lo que tuviera que ver con sus propias reacciones, no pudiera controlarlas a todas. La solución estaba en ignorarlas. Eso hizo, o trató de hacer.

 

Se pasó la tarde visitando tiendas de ropa, desplegando toda la naturalidad que podía interpretar en una conducta cotidiana que recién estaba volviendo a experimenta; Fausto le confirmo que esa era una parte de sus vicios, le dijo que le gustaba vestir bien. No se equivocaba, pues se compró unas cuantas mudas con las tarjetas de crédito que tenía en su cartera.

 

Después de esa grata experiencia, se le hizo costumbre el salir y conocer más.

 

Cafeterías, bibliotecas electrónicas, debía ver algo en lo que se estaba especializando… o ya era especialista. Debes en cuando un joven que otro se robaba su mirada, fugazmente, al notar que los ojos del otro eran verdes, o su aspecto era frágil. Frunció el ceño ante esto, ya que una vez que los observaba detenidamente, tanto que los jóvenes en cuestión se ruborizaban o incomodaban, perdían el encanto que creyó verles. Con las otras personas extendía todo su gracia y facilidad de sociabilizar. Era llanamente encantador, eso lo sabía muy bien.

 

Mientras ojeaba un libro de veterinaria, el cual estaba rivalizando con los tomos que Fausto le conseguía, alguien chocó contra él.

 

- Discúlpeme…- Dijo el joven que le empujó, su voz se notaba apenada.

 

- No se preocupe…- Al decir eso fue como si todo pasara en cámara lenta; mientras volteaba a ver quien era el individuo, el otro giraba hacia el lado contrario, negándole el derecho de verle el rostro, de encontrarse cara a cara. Captando borrosamente su perfil. 

 

Sólo pudo ver la espalda de otro muchacho empujando a su “agresor”, que se lo llevaba rápidamente, diciendo.- “Te estas haciendo tarde, Subaru”.-

 

El efímero sobresalto que le recorrió al hacer contacto con quien-quiera-que-sea el joven causó en él un estremecimiento. No pudo verle la cara. Tomando el libro que estaba revisando de los estantes repletos de ellos, salió por la puerta en busca de él. Era como la fuerza de un imán atrayéndole hacia alguien que no conocía. No lo encontró entre toda la multitud que iba y venía de todas las direcciones. Fue como un chispazo. Le estaba iniciando un dolor de cabeza. El muchacho que se llevó al culpable de su alteración, dijo su nombre… ¿Cuál era? No lo escuchó bien.

 

- ¡Tiene que pagarlo, señor!…- Salió a reclamar la dependienta de la tienda de libros.

 

- Sí…- Asintió distraído, siguiendo a la joven mujer hasta la caja registradora, sin poder evitar el voltear inútilmente en busca de alguien a quien ni siquiera le vio el rostro. Eso era estúpido.

 

Ese hecho no se volvió a repetir, así que lo olvidó. Existían otros asuntos en el cual centrarse, como por ejemplo: Salir de su celibato.

 

Era un hombre joven, sano… con necesidades. Todo estaba siguiendo un curso normal. Él estaba dejándose llevar por su naturaleza; así que no había nada de malo en disfrutar de la piel de éste muchacho, tan suave, tan pálida, tan frágil ante sus uñas, las cuales rasgaban hasta el punto del dolor a su amante. Tenerlo fue cosa fácil, el incauto se vio perdido en la mirada ambarina del antiguo asesino, la voz de seductora tonalidad que empleó con él, esa seguridad imperiosa que todo su ser emanaba, terminó siendo el brebaje molecular que entró como oxígeno por sus fosas nasales… dejándolo sin voluntad, en espera de una orden que llegó tan pronto, que este muchacho sólo fue conciente de su arrebato cuando su interior fue invadido en un estremecimiento de profundo placer.

 

Mordió su nuca mientras se empujaba en su ardiente cavidad, con un ritmo tan acertado, que los gritos espasmódicos de su presa, allanaron de cosquilleos insoportables su ingle… Viniéndose deliciosamente entre las nalgas de un agotado muchacho de ojos verdes oscuros.

 

Ese color ejercía en él cierta estimulación afrodisiaca. Dejándolo ansioso por arremeter con todo su deseo animal, desplegando habilidosamente sus armas de seducción, y saciarse de una sed que se le hacía imposible lograr ahogar.

 

Quitándose el preservativo, y con una sonrisa de satisfacción al disfrutar aún de las sensaciones post orgásmicas, observa al muchacho recostado bocabajo frente a sí; lo observa, buscando en él “algo” que no es capaz de explicar; éste voltea a verle con los ojos brillantes, y se acerca un poco a él en espera de un beso. Es en ese momento donde todo el acto pierde el sentido; no siente la necesidad de besarlo, sólo lo hizo en el preludio de su deseo, tumbando todas las defensas que se le podrían presentar… ahora ya no es necesario. El joven le mira confundido al ver el destello de la más pura indiferencia en esas pupilas tan bellas. Tragando la vergüenza que repentinamente se cuela en sus mejillas, le dice:- ¿Vas a la zona del Ni-choume?-

 

Seishirou, ahora llamado Látis, parpadea ante la pregunta.- ¿Ni-choume?-

 

Ya envalentonado por la información, y con la esperanza de una posible repetición carnal, asiente con la cabeza.

 

- No lo conozco.- Se sincera el mayor de los dos.

 

- Que raro… pero bueno, el Ni-choume queda cerca de los alrededores de la calle Nakadai… sólo debes tomar la distancia desde la estación de Shinjuku, cruzas las avenidas de Yasukuni… o si quieres puedes tomar la línea de Marunouchi y después de ésta caminarás algunos minutos hacia el Ni-chōme… todos los caminos te llevan allí.- Bromeó.

 

- ¿Y qué hay allá?- Le cuestiona, acariciándole el pecho con su dedo índice.

 

El muchacho suspira por la caricia, se muerde los labios, pero responde:- Es el lugar de mayor concentración gay de todo Japón… aunque no es la única… pero sí la que más visitas tiene… ahí encuentras de todo… bares, discos, burdeles de todos los precios…-

 

- Eres guía de turismo ¿verdad?-

 

- Si, y he tenido muchos clientes que me piden que los lleve ahí… tengo folletos y todo… ¿te gustaría ir?-

 

- Lo pensaré…- Le da un beso corto, y se levanta de la cama; comienza a vestirse.

 

Su acompañante se dedica a admirar los músculos de su cuerpo, cada movimiento que realiza, cada trozo de piel.- Eres…-

 

- ¿Perdón?-  Se detiene en abotonar su azulina camisa.

 

- No, nada… sólo… quería saber si nos volveremos a ver… quizá en otro momento.- Incorporándose de la cama, mostrándole su desnudez sin pudor.- ¿Salir a bailar? ¿A comer? No lo sé… Qué dices.-

 

Seishirou se coloca los zapatos italianos con calma; en realidad no está escuchando al joven frente a él, está pensando en ese sitio que el otro le mencionó. Un lugar en donde le falta explorar. Ya ha visitado barras gay ubicadas en Ueno, Shinbuya… y otros, pero no ese lugar. Es una buena idea.- ¿Tienes alguna guía?-

 

- ¿No me preguntarás ni mi nombre?-

 

-¿Es necesario?- Ya esta completamente vestido.

 

- No, creo que no… pero de todas maneras te lo diré… Robert.-

 

- Uhmmm… muy bien, Robert… fue un gusto conocerte.- Le mira de pies a cabeza, causando un estremecimiento en el joven guía. Sinceramente ya se aburrió, ya es hora de emprender la retirada.

 

- El gusto fue mío.- Responde, sintiéndose usado; aunque sabe que no fue así, cada uno tuvo del otro lo que quiso desde un principio, pero éste hombre le despertó un interés que se distanciaba de sólo follar y pasarla bien por un rato; no era un joven inocente, a pesar de su apariencia frágil, pero tampoco acostumbraba llevar una vida tan disoluta.

Se encamina a la puerta, la abre y le indica la salida.

 

Aquel sujeto con el que se acostó, ha salido de su vista ofreciéndole una sonrisa… nada más. ¿Qué más esperaba?

Había cierta alarma en él que le decía, advertía, que eso era lo mejor. No pedir, ni insistir en nada más.

 

*Ha estado bien*; piensa Seishirou, mientras siente la luz solar chocar contra su cara. Ha sido como siempre, desde los últimos meses.

 

- ¿Qué tal te ha parecido ese tratado sobre veterinaria?- Pregunta el de mirada rubí.

 

- Interesante… - Se remueve en su silla giratoria.

 

- ¿Sólo eso?- Pasa la página que está revisando en el otro extremo de la sala.

 

- Muchos avances en medicina, nuevas técnicas de cirugía… todo ha sido interesante.-Dice sin ganas.

 

- ¿Qué sucede? ¿Ha pasado algo? A qué viene ese interés tan apabullante.- Ironiza el científico a su sobrino.

 

- Sólo estoy algo aburrido…- Le mira a los ojos.- Muy aburrido.-

 

- No te has estado manteniendo ocupado lo suficiente.- Dice el otro.

 

- Te equivocas, siempre procuro estarlo… sólo que necesito algo más…-

 

- Y qué es exactamente lo que crees necesitar…-

 

- Más libertad…- Suelta con total seguridad.

 

- ¿Libertad?- Pregunta el científico algo contrariado.- Pero si la tienes… más libertad que cualquier otro.-

 

- Voy a buscar trabajo… me siento capacitado para hacerlo.-

 

- Lo tienes todo…-

 

- Si, lo tengo… pero deseo otras cosas.-

 

- ¿Cómo qué?- Fausto deja lo que esta haciendo, revisando los términos de otro proyecto, y se acerca a Seishirou.

 

- Como el sentirme útil…- Fausto iba a aducir algo, pero éste se adelantó a terminar su frase.- por mi mismo… independizarme. ¿Lo entiendes?-

 

- Ya te has cansado de mí…- Comenta malicioso el otro.

 

- No, tío… pero sé que necesito eso… así que lo haré.-

 

- ¿No vas a pedir mi consentimiento?-

 

- No…- Seishirou sonríe, y Fausto; está preocupado por el cariz que esto esta tomando, ¿estará preparado? Bueno, ya no es alguien que necesite de él y de sus cuidados… Seishirou-sama puede hacer lo que se le venga en gana, esa es su naturaleza, un ser solitario; le devuelve el gesto.

 

- Prepararé toda la documentación para afianzarte como un Veterinario en toda la ley…-

 

- De acuerdo, gracias, tío…-

 

- No lo agradezcas… sólo te estoy dando lo que te mereces… nada más, yo no hago favores.- Dice Fausto regresando a sus labores.

 

- Lo sé… lo sé.- Responde Seishirou pensativo.- También buscaré un departamento.

 

Fausto no dijo nada, ya lo veía venir.

 

 

Muchas luces multicolores. Música por todos lados. Conversaciones que vienen y van. Lo observa todo. Quiere saberlo todo. Envolver con sus manos cada experiencia que se le presentará. Botó la colilla del cigarrillo que se había estado fumando y se encaminó a la selva colorida, bulliciosa e invitadora que se ha animado a explorar.

 

- Hola mi amor.- Escuchó el saludo a sus espaldas. Giró sin mucho interés hacia el emisor.- ¿Por qué tan solo? – Le preguntó el individuo.

 

Seishirou le miro de pies a cabeza. No era feo, pero no llegaba a los estándares mínimos de sus selectos gustos. Unos cinco centímetros más bajo, ojos cafés, cabellos ondulados y una postura de “necesito ser tomado” eran las características más resaltantes de aquel joven hombre.

 

- Dejaré de estarlo en cuanto encuentre algo decente.- Respondió con una pequeña sonrisa.

 

El sujeto sonrió de forma sugerente, se acercó más, invadiendo su espacio personal.- Aquí me tienes, ya no busques más.-

 

- No gracias, no eres lo que busco.-

 

El otro no se amilanó ante su negativa, en cambio se acercó más a él.- Puedo serlo.-

 

No necesitaba ni siquiera meditarlo.- No, no lo creo.-

 

El joven frunce el seño al ser tan tajantemente rechazado.- Ni que fueras la gran cosa…

 

Seishirou sonríe divertido.- Pues así es… sí lo soy.- Le sostiene la mirada al atrevido, quien se siente algo cohibido por la intensidad de esas pupilas. El veterinario sigue su camino sin decir nada más. Le tomaría algo de tiempo explorarlo todo… pero tiempo, y ganas, era lo que más tenía en ese momento.

 

El sonido intempestivo de la alarma sonó martilleante en sus oídos recién acoplados, hace unos meses, al horario matutino de un itinerario laboral. Estirándose como un gato, se sentó al borde de la cama y desactivó el bullicioso aparato. Se retiró las sabanas que cubrían su semi-desnudes y se encaminó al baño.

 

Hay veces se preguntaba que tan normal era, pues a pesar de sus desvelos y consumo de alcohol, no en cantidades tan desmedidas, pero sí considerables, no lograban generarle algún tipo de malestar o la tan mencionada resaca; ni siquiera se ha visto así mismo ebrio. Ese detalle le parecía, sencillamente, beneficioso. Quizá fueran las gracias de ser joven.

 

Mientras las gotas de agua resbalaban caprichosas sobre su piel desnuda, Seishirou recordaba fugazmente el encuentro sexual que tuvo anoche, y los comparaba con los anteriores: Muy placenteros… luego seguía el vacío y su hambre aumentaba.

 

Eso era tan perturbador.  Descubrirse así mismo como un animal en busca de retos que saciaran su apetito, enfocándose sólo en eso, y luego terminar de forma tan patética su pesquisa… sólo para seguir buscando algo que se le hacía tan distante y desconocido para su propia psiquis. Era irritante y a la vez, de la forma más extraña y sádica, tan excitante; que tenía el presentimiento de que ese “algo” andaba cerca. Sólo que sus ojos aun no lograban localizar a su escurridizo objetivo. Esa sensación le provocaba placenteros estremecimientos que iniciaban desde su coronilla hasta terminar en las puntas de sus dedos.

 

Se observó otra vez en el espejo. Se veía como siempre: Atractivo por donde se le viera.

 

Hoy tenía una cita de trabajo con un colega que conoció en un congreso de veterinaria. El sujeto le pareció interesante y tenía buenas propuestas para él, y después de insistirle hasta el cansancio que se integrara con él, en un proyecto de erradicación de un virus que estaba siendo muy común en los simios y pandas, atacando directamente su sistema nervioso; decidió darle el Si.

 

Dicho veterinario especialista en males cardiovasculares de mamíferos, era alguien muy reconocido en el país; Fausto había escuchado de él… y cosa extraña, se deshizo, no tan holgadamente claro está, en halagos para con el célebre veterinario que poseía su propia Veterinaria; siendo uno de sus planes asociarse con Seishirou y abrir una sucursal de la mencionada entidad especialista en animales.

 

Tan joven, y con una veterinaria, eso le hacía sonreír y arrancarle una sensación de que tal sentimiento no era tan nuevo, y si no recordaba mal la explicación de su Tío Fausto… eso era cierto. Había tenido una vida antes de que todo le pareciera ajeno, antes de que su mente se borrara, antes de que volviera a la vida.

 

Si lo analizaba bien: Esto era absolutamente tirado de los pelos.

 

Llegó al lugar pactado, como completos hombres de ciencia especializada en animales, dicho lugar no fue un restaurant o un bar, era las instalaciones del local que sería una nueva sede para otra veterinaria; Seishirou sonrió al estrechar la mano a su colega después de la respectiva inclinación.

 

- Buenos días Himura-san, es un gusto volver a encontrarme con usted.- Saludó.

 

- Buenos días, Blitz-san.- Respondió cortésmente el mayor de los dos.

 

Seishirou observó a su alrededor. La futura “Veterinaria”  ocuparía una construcción de dos pisos, la cual estaba laqueada con una pintura blanca inmaculada hasta donde podía ver; recorrieron todas las instalaciones; no habían muebles, sólo un escritorio improvisado y un sofá para dos , pero todo ya estaba listo para decorar y situarse tan pronto como se creyera necesario. Los dos estuvieron de acuerdo con esa conclusión al terminar su recorrido.

 

Según lo que podía apreciar “Látis” de la personalidad del hombre frente a él, era alguien discreto y a la vez jovial a pesar de ser tan reconocido por su trabajo. Quizá era un defecto, o una manía, pero siempre le causaba mucha curiosidad el observar, con un cuidado casi patológico, el comportamiento de los demás. Analizar con diversión reacciones, gestos, costumbres de las personas que le parecían interesantes, no eran muchas, pero las que lograban llamar su atención despertaban en él cierto morbo.

 

- Todo ya ha sido legalizado, lo único que falta es su firma en los papeles de registro como socio.- Le dijo en señor Himura.- ¿Lo ha meditado con detenimiento?

 

- Si, será una nueva experiencia. Lo único que faltaría además de los papeles, es empezar.- Los dos sonrieron.

 

- Ese es el entusiasmo que se necesita.- Aprobó su interlocutor. Miró su reloj.- En 10 minutos el abogado estará aquí con los documentos.

 

- Esta bien.- “Látis” recordó algo.- Himura-san, usted es el encargado de un zoológico, según recuerdo de nuestra primera conversación.

 

El experimentado veterinario sonrió amable.- Si, trabajo ahí desde hace 10 años… los mejores y más exaltados años que he pasado. Cada especie distinta como indefensa en su propio cautiverio. He tenido los casos más difíciles ahí que en la cotidianeidad del exterior.

 

- Me imagino.-

 

- Pero no deja de ser indescriptible la sensación de satisfacción que sientes al ayudar a criaturas tan salvajes y desatendidas.- Se explayó el señor Himura.

 

No había duda, se podía notar la pasión en los ojos de ese hombre por su profesión que lo mejor sería llamarlo vocación. Seishirou sintió un leve pinchazo que se podría llamar envidia en su más sana expresión. Hasta el momento, él aún no ha llegado a abrigar un sentimiento parecido a ese, ni siquiera sabía exactamente qué era la pasión, nada más allá de conceptos.

 

Ocho meses después…

 

- Estos medicamentos ayudarán a que la inflamación baje, debe administrárselos cada seis horas, por los demás Bob estará como nuevo en al pasar esta semana...- Sonrió “Látis” a la dueña del can.

 

- Gracias, y disculpe mi comportamiento, pero es que Bob es todo lo que me queda.- Se deshacía en disculpas la fémina de aproximadamente unos 50 años.

 

El escándalo que armó al llegar con su perro en brazos crispó los nervios de las otras personas que estaban en espera. Mejor no recordar los chillidos antinaturales que era capaz de emitir tan minúscula mujer.

 

- No se preocupe, es comprensible su situación… adora a su mascota.- Le quitó importancia el veterinario.

 

- Es que él es mucho más que eso… es mi familia.- Explicó la mujer.

 

- Lo entiendo, señora Kunimitzo.- Volvió a sonreírle condescendiente. No era verdad, pero eran las formalidades.

 

- Gracias.- Ella le tomó las manos y le miró con verdadero agradecimiento.

 

- Es mi deber. Koji le ayudará a llevarse a Bob en la tarde, no se preocupe, todo salió sin complicaciones.- Señaló a un joven de cabellos desordenados y ojos miel, que sostenía una jaula especial para transportar animales, dentro de ella se encontraba dormido un pequeño Shitzu blanco llamado Lex.- Acompaña a la señora hasta el taxi.- Pidió amablemente y con toda la paciencia que uno podría tener a la media noche.

 

- Volveré mañana para cuidar de Bob.- Dijo la señora mientras era escoltada por Koji.

 

Estaba un poco exhausto, la operación que tuvo que hacerle al can para quitarle un quiste alojado en la garganta, lo cual le impedía comer y respirar bien, más los interminables gritos desesperados de su dueña, casi  habían terminado con su “infinita” paciencia y dulce sonrisa.

 

Se soltó en el sillón detrás de su escritorio y se pasó una mano por sus cabellos oscuros. Observó el reloj empotrado en lo alto del marco de la puerta, tenía forma de gato, color rojo y rayas blancas, con botas y un vistoso sombrero de copa negro con una gran mordida en el borde derecho, sumándole el moviendo de sus ojos y cola al ritmo del minutero. Fue el regalo de una niña de quien había salvado a su gato de la muerte.  Era muy llamativo; sonrió recordando la cara de desaprobación que puso Fausto cuando le mostró el felino regalo. 

 

Vio entrar al último del personal que colaboraba  con él: Koji, el practicante de veterinaria. Un muchacho muy servicial y algo callado. Látis podía notar su emoción cada vez que le pedía su ayuda tanto sea para tan sólo vendar la pata de un perro, como el ayudarle a la hora de hacer alguna intervención quirúrgica. El entusiasta jovencito sólo tenía cuatro meses de trabajar ahí.

 

- Blitz-san, ya aseguré todo, tengo que retirarme… tengo clases muy temprano.- Se disculpó Koji rascándose nerviosamente la nuca.

 

- Esta bien. Más bien disculpa el hecho de que te haya pedido quedarte hasta tan tarde, tu horario ya terminó hace tres horas.

 

- Oh no, no… para mí es un placer estar aquí y aprender todo lo que pueda.- Se apresuró a explicar. Su semblante cambió a uno de pesar.- Só-sólo que ha ocurrido un cambio de planes.- Koji que en todo el rato estaba esquivando su mirada ambarina, como el ratón al gato, buscó la suya.- En un mes tendré que dejar el puesto, ya que mi familia se trasladará a otra región, y pues yo también lo haré…

 

- Entiendo.-

 

El muchacho frente a él comenzó a retorcerse las manos. Seishirou arqueó una ceja levemente.- Y por esa razón me he visto en la obligación de avisarle con tiempo para que encuentre a otro trabajador que me suplante.-

 

- Mmmm… - Emitió Seishirou y soltó un suspiro de resignación.- ¿En un mes?

 

- Si, Blitz-san.- Asintió Koji.

 

- Tengo que aceptar que necesito ayuda, no me puedo abastecer solo, y tú eres alguien…- Lo observó atentamente, se extrañó un poco al ver las mejillas del muchacho teñirse levemente de rojo ante su escrutinio, a pesar de los esfuerzos del otro por mantenerse impertérrito. Esbozando una sonrisa de incredulidad terminó su apreciación.- …eres alguien muy útil. Estoy seguro que serás un buen veterinario.

 

- Gracias, viniendo de usted es un halago.

 

Koji se sobresaltó en el mismo instante en que su jefe se ponía en pie.- Sólo digo la verdad.- Seishirou fue capaz de percibir como el oxigeno dejaba de entrar por las fosas nasales de su empleado.-Desde mañana debemos publicar el aviso ¿Te parece? –

 

El muchacho asintió quedo, perdido en los ojos de cazador del otro. No podía entenderlo. Desde el primer momento en que lo vio había sentido tal escalofrío y turbación, que por un momento llegó a tener la necesidad de salir corriendo y a la vez de quedarse quieto esperando algo, dejándose a la merced de la voluntad de ese hombre. Sintiéndose casi como una bofetada en toda la cara esa amabilidad y voz serena que ese ser  (como diría su abuela dedicada a las artes de la naturaleza en su estado más puro y mágico) ese ser de apariencia humana y esencia desconocida. La semana pasada le contó sus sensaciones a su respetada abuela y ésta una vez habiendo tenido la gracia de conocer a su jefe, contra todo pronóstico, tres días después le daba la noticia de que toda la familia tenía que mudarse; con prohibición expresa de hacer alguna pregunta u objeción. Koji no entendía, y no le gustaba entender, los motivos del por qué de esa decisión, pero algo dentro de él, vibraba y se agitaba descontrolado cada vez que Blitz-san se acercaba a él. Le entraban impulsos de empujarlo lejos y a la vez de abrazarlo fuertemente. No cabía en su confundida mente entender.

 

Nunca, pero nunca se sintió atraído por un hombre en todos sus castos 19 años, siendo estos últimos meses una prueba de fuego que ya no se sentía tan seguro de pasar airoso, al tener tan cerca y frente a sí al motivo de sus dudas. ¡Dios mío! ¡Si hasta novia tenía!

 

- Eh… si, si claro.- Se obligó a seguir la línea de la conversación.

 

Seishirou mostró una de sus dulces sonrisas devastadoras.- Entonces ya debes irte a tu casa.- Observó.

 

- Si, ya debo hacerlo.- Dijo con algo de decepción mientras tomaba su distancia.

 

Estaba recogiendo su chaqueta cuando la voz de su jefe se hizo presente, lanzando ondas de sonidos que hacían estremecer los vellos finos de su piel.- Es muy tarde, te llevaré en mi auto ¿Te parece?

 

Koji tragó, pensando en rechazar automáticamente la invitación, sin poder contenerse al emitir un contundente:- Si, gracias.- Esas palabras salieron de sus labios en contraste al lenguaje de prevención que siempre ha guiado su vida. Estaba perdiendo el control de sus facultades mentales, y era tan joven. Se lamentó en su interior.

 

Seishirou abrió la compuerta del coche y cuando ambos se encontraban con los respectivos cinturones de seguridad, puso el automóvil en marcha.

 

“Látis” observaba de reojo al muchacho de su costado, sonreía internamente al ver que el gesto de retorcerse las manos había vuelto con más ímpetu a las falanges de su copiloto.- ¿Te encuentras bien? ¿Te incomoda mi presencia? – Se atrevió a preguntar con toda la intención de perturbar esos ojos que tanto lo rehuían.

 

- No, Blitz-san.- Respondió algo sobresaltado el aludido.

 

- Lo digo, porque noto tu incomodidad… o quizá sólo estoy imaginando cosas. Discúlpame si te estoy incomodando con preguntas.- Le miró a los ojos y sonrió.  

 

- Oh no, no… usted, nunca podría incomodarme… es decir, Blitz-san siempre es muy amable y paciente conmigo. Disculpe si yo le estoy siendo tan desagradecido con mi actitud, lo siento.- Se apresuró a disculparse con una inclinación e imprimiéndole, sin ser esa su intención, algo de angustia a su tono de voz.

 

Seishirou parpadeó un par de veces ante el muchacho que se desmadejaba completo, y al mismo tiempo sin tratar de perder la concentración en el volante y en la autopista. Al recuperarse de tan solemne trato, se puso a reír suavemente.- No era para tanto… y me haces sentir como un viejo, y sólo tengo 28 años… relájate Koji, no soy tan solemne como Himura-san. Él sí es toda una eminencia, con toda razón. No te preocupes, sólo estaba tratando de romper el silencio.- Dijo entre pequeñas risas.

 

- Discúlpeme, por eso también.- Insistía en seguir con sus justificaciones.

 

- Ya deja eso, que quien se sentirá incómodo de verdad seré yo.- Viró hacia la derecha el volante para doblar una esquina.

 

- Esta bien.-

 

- Dime, ¿Tu familia es numerosa? Sólo conozco a tu abuela, y me pareció muy interesante.-

 

Koji se frotó las manos y contestó.- En casa somos seis personas; papá, mamá, mis dos hermanas, mi tío y mi abuela. Por cierto, usted le agradó, ella me lo dijo.- Mintió en esto último. Su abuela no hizo comentarios acerca de su jefe.

 

- ¿Enserio? Pues yo percibí que no fue así, creo que me equivoqué. Es bueno saberlo.- También mintió, pues la hostilidad de ese encuentro fue palpable, y no ayudó mucho la penetrante mirada que la anciana le dirigió durante los minutos de escueta charla. Y de cierta forma sabía que el otro también mentía.

 

- Si.

 

Unos metros más y el coche se detuvo.- ¿Aquí es? – Soltó un silbido.- Vaya, que bello templo. Si no fuera tan tarde, te pediría que me dejes darle un vistazo por dentro.- Volteó a ver al joven, éste le estaba mirando atentamente.- Bueno, que tengas una buena noche. Te veré el lunes.

 

- Gracias, y que tenga una buena noche. Cuídese, por favor.- Expresó antes de salir del auto plateado.

 

- Te aseguro que eso haré.- Respondió con un brillo particular en los ojos, encendió el coche y luego piso el acelerador, mientras veía en el retrovisor la figura de su empleado quedarse inmóvil viéndole partir. Alzó una ceja y negó divertido con la cabeza.- Eres un pervertido Látis.

 

Koji se quedó  mirando al auto desaparecer entre la bruma de la noche.- Blitz-san…-

 

- Aléjate de él, Koji… ese individuo esconde algo muy negro en su interior.- La voz de su abuela le sobresaltó por enésima vez en ese día. Giró sobre sus pies y vislumbró a la anciana mujer taladrándole con los ojos.

 

- No lo conoces, abuela. Blitz-san es alguien muy amable y… especial.-  Apreció mirando al suelo.

 

- ¿Especial? Sé que tú también puedes sentirlo… has caso a tus instintos, no te dejes engañar por su apariencia…- Aconsejó la mujer con voz seria.

 

- ¿Por qué insistes en ponerme en su contra? – Preguntó exasperado.

 

- Porque noto algo en ti, Koji… algo que ni tú mismo entiendes, y que es como el agua cristalina para mí… por eso debo protegerte.- Se quedó en silencio por unos segundos escrutando sus facciones. Resopló.- No quieras correr el destino que ya ha sido trazado para otro. Es simple, él no es para ti.- Sentenció su abuela.

 

- ¿QUE? – Levantó la voz, arrepintiéndose en el acto. Su abuela y sus misterios, no estaba de humor para eso.- No sé de qué estas hablando, abuela.- Se acercó  a la puerta corrediza y la empujó.- Me voy a recostar, mañana tengo un día muy ocupado y tengo que ver a Kari…- Su novia.

 

- Eso es lo mejor que debes hacer. Buenas noches, Koji.- Dijo su abuela entrando y dejándolo sólo. Éste volteó a ver la calle vacía y silenciosa, soltó un suspiro resignado, corriendo la puerta con él dentro.

 

Era Sábado. Sábado en la madrugada, pero sábado al fin y al cabo. Salió de su coche perfectamente estacionado. Era lo bueno del Ni-choume, tenía buenos lugares de estacionamiento. No estaba tan cansado, aun le sobraba algo de energía y la noche era joven, sonrió. Mañana, o sea hoy, se tomaría el día libre. Se quitó el saco y remangó su camisa negra, desabotonándose los cuatro primeros botones de su cuello.

 

Tenía la sensación de que algo interesante sucedería hoy, era como cosquillas en el estómago u algo parecido. Como si sintiera la presencia de alguien. Tal vez ya había perdido la razón.

Se alejó del estacionamiento con paso resuelto y alivianado. Sacó un cigarrillo de la cajetilla de su bolsillo y lo encendió. No fumaba tanto como su Tío, pero siempre llevaba una cajetilla por si se diera el caso de que se le antojara uno, como en ese momento.

 

Hoy iría a ese nuevo club del que tanto escuchaba hablar.

 

Falling.

 

Sonrió aun con el cigarrillo entre los labios al ver el holograma de un ángel cayendo en un mar de manos esperándolo, como publicidad parpadeante de tan concurrido club.

 

Expulsó suavemente por la boca el humo tóxico del cigarrillo mientras apreciaba el local en penumbras lleno de humo como de música sugestiva que te martillaba los oídos. Tomó su segundo vaso con whisky y bebió un sorbo, se relamió los labios ante el ardiente trago, que explosionaba en sus papilas gustativas, dejando un rastro sutil de madera añeja en su boca.

 

El lugar no era la gran cosa.

El mismo molde, sólo que con distinta decoración.

Observó su reloj: 3:00 a.m.

 

Ya era hora de cazar a alguien y emprender la retirada. Debía descansar.

Dejó su vaso en la barra y se encaminó hacia la pista de baile.

 

Como era de esperarse de cualquier sitio gay que se aprecie de serlo, debía contar con un cuarto de escape, un cuarto oscuro.

 

Jaló un poco los cabellos del chico de turno ante la sensación de acogimiento en el interior de éste. Caliente, apretado; encontrar la inconciencia en la entrada del éxtasis era genial. Renovador. Escuchó el gemido ruidoso de su acompañante ante su rítmica intromisión. Se movía a una cadencia naturalmente marcada. Una marcha muy conocida que le permitía disfrutar de un momento de fragilidad y necesidad. Era extraño, ese momento tan intimo y a pesar de la regla del acompañante, curiosamente sólo llegaba a sentirlo como una vía para llegar al clímax… como un juguete sexual. Pues en realidad era como hacerlo solo… aunque la retórica de esta situación era que dejaba de ser divertida y estimulante sino encontrabas al otro de quien pudieras disponer. Como por ejemplo una piel, de quien sea, una boca fresca que te respondiera o gimiera en respuesta a tu destreza.

 

- Más… más fuerte.- Dijo el individuo debajo suyo. Así lo hizo.

 

Movimientos más profundos. Más presión, fricción.

 

- Ohh…- Su piel se erizó ante aquel sonido. Un sonido que obviamente no era el de su acompañante llegó a sus oídos. Lo supo por lo bajito y expulsado con cierta dificultad que sonó. Casi gutural. Abrió los ojos. Bueno, el cuarto no ayudaba en mucho a su visión, salvo algunas luces de colores muy tenues lamían las pieles de todos los participantes de tan morbosos encuentros. 

 

- No pares.- Exigió el sujeto de quien estaba haciendo uso ese día. Continuó con su vaivén.

 

- mmm… oh-ohhh.- Otra vez ese sonido que acariciaba sus oídos, a pesar del ruido amortiguado de fuera.

Escuchó un sonido metálico chocar contra el piso. Claramente era la hebilla de una correa.- mmmm… aah…- Esos gemidos eran tan suaves y demencialmente sensuales.- ahh... ahhh… n-no ohhh.- Tan excitantes. Emitidos con cierto tono de timidez. No eran escandalosos como los del otro chico bajo él. Eran parecidos a murmullos.- No-no ohhh… Diossss.- Otra vez el sonido de la correa en el piso. Aguzó el oído deseando escucharlo otra vez.- Aahh…- Otra vez.- mmm…- Otra vez.-  Oooh...- Y otra vez.- Ummm…-

 

Cuando fue consiente de lo que estaba haciendo se mordió los labios. Estaba moviéndose al ritmo de los gemidos del otro hombre que, estaba seguro, se encontraba al lado suyo. Al parecer su acompañante lo estaba disfrutando pues sus ruidosos gemidos aumentaron, sólo que Seishirou los escuchaba lejanos en comparación a los otros que cubrían deliciosamente sus sentidos. No se imaginaba cómo unos simples sonidos pudieran causarle tantos cosquilleos y una erección tan tiesa que dolía. Pareciéndole hasta patético que estando dentro de un lugar tan acogedor y apretado… sólo circulara en su cerebro la idea de voltearse y tomar al causante de tal estrago.

 

Embistió con más fuerza sin poder contener su frustración, sin escuchar cómo su cita terminaba viniéndose; sólo absorto y consiente de la otra presencia, y al captar la velocidad de los jadeos que se volvieron más irregulares y ahogados, aumentó su velocidad sintiendo mucho placer y algo parecido a… angustia. Estaba tan cerca… tan cerca del no retorno.

 

- Ohh…-

- Ohhhh…-

 

Gimió al unísono con el extraño, clavando sus uñas en la espalda del otro.

 

Fue una bomba lo que expulsó, al menos se sentía así. Tanta energía diseminada, sintiéndola fluir en las yemas de sus dedos. Sin darse un respiro para recuperarse de tal perdida de sustancia y raciocinio. Se salió del otro muchacho, botó el preservativo y ni bien se subió los pantalones, giró sobre sus pies encontrando al culpable de su desconcierto a unos centímetros de su costado. Esos gemidos que soltó realmente sonaron como si los estuviera susurrando directamente a sus oídos. Volviéndolo loco adrede.

 

Estaba parado con la espalda contra la pared; esa presencia le atraía como un imán al hierro; con la silueta de un hombre que se encontraba de rodillas a sus pies, con los pantalones siendo subidos por éste. Sin pensárselo, empujó al individuo que le estorbaba y tomó por el rostro a su objetivo. A pesar de la luz casi inexistente, sus ojos acostumbrados a la oscuridad, notaron que éste abría los ojos impresionado cuando buscó sus labios boquiabiertos.

 

Locura.

 

No buscaba encandilarlo con un beso suave o tierno. Quería morderlos, violar esa boca que escondía los sonidos más perturbadores. Tenían sabor a ron con un leve sabor dulzón. Hundió su lengua buscando la del otro.

 

Sed.

 

La humedad del misterioso músico se mezclaba con la de él. Whisky y ron, la mezcolanza de una borrachera memorable, y así se sintió. Borracho. Borracho de esa boca que primero no respondía y trataba de rechazarlo, y segundos después buscaba la suya quizá con la misma necesidad y sed. Sin darse un respiro para coger aire, sintiendo como éste inhalaba con dificultad entre sus rostros.

Siendo su respuesta algo tímida pero contundente a tal asalto el agarrarlo de la nuca y pegarlo imposiblemente aun más a su boca. Haciendo de eso que la palabra beso y su significado se volvieran ridículas e insuficientes.

 

Besarse y besarse hasta que la sensación de urgencia abandonara su cuerpo. Lo cual no sentía cerca.

 

Y lo escuchó. Lo escuchó soltar un pequeño gemido ahogado entre sus labios unidos, uno que sólo él podría oír.

 

Seishirou se sintió endurecer casi al instante. No podía verle el rostro pero su cutis era terso y su cuello delgado igual de suave. Dejó su boca para morder y chupar ese cuello tan bello a su tacto, llevando una mano a los labios del otro, sintiendo como éste extraño se mordía el labio inferior ante su ataque. Su mano libre se metió por debajo de la camiseta de su presa. Apreciando en sus dedos el aliento de su boca escapar ante su intromisión. Pasó esa mano indiscreta por su espalda. Era delgado, apretó su fina cintura. Tan frágil a la vez que formado. Trazó un rastro con su lengua a lo largo de su yugular. Su mano exploradora se paseó por su torso debajo de la tela. El otro hombre puso las palmas de sus manos en su pecho y soltó un suspiro ahogado. Seishirou se relamió los labios al ver la luz de sus ojos. Su rostro estaba entre sombras, pero esos ojos que miraban su mano derecha, ese brillo era llanamente bello, y esos labios bajo sus yemas eran una especie de tortura. Nublado por un sentimiento que no podía explicar, empujó suavemente su dedo índice acariciando sus tersos e hinchados labios; el otro abrió apenas sus pares y lo recibió en su húmeda y caliente cavidad. La piel de su nuca se erizó ante la sensación de acogimiento.

 

Sus instintos estaban a flor de piel. Pronto ya no se contendría y lo tomaría ahí mismo sin preguntar.

 

El extraño depositó un beso en la palma de su mano, que le descuadró por entero; eso fue… se sintió… ¿Tierno? Que tontería. Esbozó una sonrisa floja cuando el otro levantó sus parpados, encontrando sus pupilas con las suyas. Se quedaron mirándose, hasta que su presa abrió mucho los ojos y jadeó. Seishirou no le dejó hablar y lo besó de nueva cuenta. El joven trató de apartarlo, estaba temblando. Ante su reciente reticencia la respuesta de su cuerpo fue de más excitación. Cogió sus muñecas, finalizando con eso su intención de empujarle.

 

Debía poseerlo.

 

Lo abrazó fuerte apreciando el temblor de su cuerpo y disfrutando del olor de sus cabellos lo volteó, dejando que su rostro tocara la pared y buscó el botón de su pantalón. Nunca necesitó de esto. Hasta el momento no necesito forzar a alguien para tenerlo.

 

- No…- Dijo el muchacho.- No… yo no puedo, no quiero.

 

Su voz, al llegar a sus oídos, fue una canción digna de ser escuchada. Encontró el botón y corrió el cierre.- ¡No!... suéltame. No puedo hacerlo.- Seishirou sonrió ante sus palabras al palpar su dureza.- No quiero… ¡No! ¡tú no existes! – Gritó histérico. Eso último volvió a sacarlo de cuadro. ¿Que no existía?

 

Lo soltó para mirar sus ojos. Un haz de luz multicolor iluminó vagamente el rostro asustado del otro muchacho que seguía temblando.

 

Bello.

 

Fue como recibir un porrazo en la cabeza, que extrañamente no le noqueó pero sí tuvo la sensación de que el alma se le caía a los pies al verlo.

 

- Lo siento...- Dijo el desconocido.- Yo…- Parpadeó.- Te confundí… con… con otra persona… pero, pero tus ojos…- Sonrió con amargura, lo notó a pesar de la penumbra.- Tus ojos… yo creí… Debo irme.- Se retorció las manos.- Ni siquiera puedo verte el rostro con claridad…- El joven hombre le observó otra vez quizá tratando de tener una imagen más clara de él en medio de esa abrigadora penumbra.

 

Seishirou quiso decir algo, pero el muchacho puso una mano sobre sus labios. Sus rostros estaban tan cerca que era imposible el no verse un poquito más claro. La piel de esas palmas tan suaves sobre sus labios deseosos de más contacto. El veterinario vio como los ojos del otro brillaban más de los normal, estaban como vidriosos. Cuando quiso besarlo otra vez, con la misma urgencia de antes, éste se escabulló y salió rápidamente de ahí. Desapareciendo entre la multitud. Las luces entrecortadas y coloridas, la música bulliciosa y el sabor amargo de una noche frustrada.

 

Una mano rodeó su cintura y otros labios susurraron en su oreja izquierda.- Podemos seguir… si quieres.- Le invitó su anterior objetivo. Le vio de reojo apartándolo de su cuello.- No estoy de humor…- Retiró esa mano juguetona de la entrepierna de su pantalón.- Además… eres muy ruidoso.- Se acercó a la puerta de salida de tan concurrida habitación, y desapareció detrás de ella con una sensación de fastidio.

 

Tiró las llaves de la puerta a la mesita. Sacó una botella de agua de la refrigeradora, miró otra vez a su reloj- 5:50 a.m.

Soltó un soplido.

 

- Que noche más extraña… que chico más extraño.- Bebió un poco de agua.

 

*Sus ojos. Sus labios. Su voz… gemidos.*

Se frotó los dedos.

*Su piel.*

 

La sensación…

 

*Su boca… caliente.* Por un momento mientras lo estaba besando se le vino la cursi idea que no había mejor contenedor para servir una bebida.

- Ni su nombre… sólo su voz. – Frunció el ceño ante su propio comentario. Se vació un poco del agua en la cabeza, sacudiéndosela.- Ya encontraré otro.- Se dijo antes de irse a la cama con la misma impresión de desazón en el cuerpo desde que ese sujeto se perdió de su vista... de sus garras. Sonrió ante esa comparación.

 

Obviamente el origen de tal agria emoción era el hecho de que ésta fue la primera vez que alguien le había dicho: NO.

Y lo peor de todo fue que esa negativa le supo agria y desesperante. Sumamente desesperante para la cantidad de testosterona que se albergó en su ingle. Bueno, quizá ese era el sabor que se llevaban las personas que él rechazaba sin detenerse a pensarlo o siquiera considerarlo.

 

Si, eso tenía sentido.

Quizá… 

 

Una semana después de arduo trabajo y sin resultados positivos en encontrar un suplente para Koji. Seishirou se encontraba revisando en su laptop unos lotes de medicina importada que llegarían en una semana. El último paciente había sido despachado hace unos veinte minutos. Nada muy complicado.

 

Dejó de teclear.

Estaba pensativo.

Su tío, Fausto, le dijo que tendría que ausentarse de Japón por unos dos meses aproximadamente.- Cosas que resolver… y no preguntes más, que yo no me meto en tus asuntos.- Le dijo amablemente cuando quiso saber la razón. Lo notó nervioso en estos últimos días. Más irritable. Parecía como un gato a punto de sacar las garras ante cualquier provocación.

 

- ¿Qué habrá sucedido?- Cuestionó a la nada.

 

No tenía noticias de Shizuka hace meses. Quizá esa era la razón. Porque aunque Fausto se empeñara en hacer como que no le importara, se podía apreciar cuán mortificado estaba. ¿Qué será?

 

Toparon la puerta

 

- Adelante.- Respondió.

 

Era Koji.

Seishirou entrelazó sus dedos y en la unión de estos dejó descansar su mentón.- ¿Qué sucede, Koji?

 

El muchacho aseguró la puerta y lentamente se acercó a él algo dubitativo. Seishirou alzó una ceja sin perderlo de vista.

 

- Hoy es mi último día aquí, mañana viajo.- Dijo el muchacho acercándose más al hombre que se encontraba sentado mirándolo fijamente con esos ojos color ámbar, que sólo le producían estremecimientos cada vez que se sentía capaz de sostenerle la mirada. Como en ésta ocasión.

 

- Lo sé… y espero que te vaya muy bien.- Dijo con una sonrisa.- Aunque no te negaré que te harás extrañar. Eres un muy buen ayudante, serás un buen veterinario.- El muchacho rodeó el escritorio. Un brillo de reconocimiento brilló en las pupilas suspicaces del Veterinario.

 

Koji tomó aire antes de hablar, como si le costara hacerlo.- No me iré…- Seishirou alzó las dos cejas, ligeramente sorprendido.- Si Blitz-san me lo pide.- Puso su mano derecha en el hombro izquierdo de su jefe.- Me quedo… sólo tiene que pedírmelo.-

 

Seishirou parpadeó mirando al muchacho frente a él. Se puso de pie en todo lo largo que era y le miró a los ojos.- ¿Qué es lo que quieres que te diga en verdad?- Vio las mejillas ponerse furiosamente rojas, pero éste haciendo acopio de su valentía no apartó su mirada.

 

- Sinceramente no sé lo que me pasa… - Fue su respuesta.

 

Seishirou entrecerró los ojos y acercó su rostro hacia el otro.- Esa no fue mi pregunta. ¿Qué es lo que quieres?

 

- A usted…- Se mordió los labios, temeroso.

 

Seishirou le miró largamente, luego esbozó una sonrisa sugestiva.- No sabes lo que dices… No tienes la menor idea de lo que pides… así que sé un buen niño…-

 

- No soy un niño… soy un hombre.- Se quejó con el ceño fruncido.

 

- Esta bien. Yo soy un hombre… y tú también lo eres, entonces acéptalo. No pidas imposibles.- Dijo con total serenidad apartándose de su lado y dirigiéndose a la puerta. Koji le agradaba, era un buen alumno y ayudante… Además no estaba de humor para aprovecharse de las confusiones existenciales de un jovencito. Sería difícil zafarse de él.

 

- Yo estoy ena…

 

- No me interesa saberlo.- Le miró a los ojos.

 

- Pero…-

 

- Dejémoslo así… tu abuela tiene razón al no querer que te acerques a mi. Su intuición no falla, créeme.- Sonrió amable, a pesar del significado de sus palabras.

 

- No me importa.-

 

- No es mi asunto.- Le miro sin interés.

 

- Sólo un beso… sólo un beso y me iré.- Dijo apretando los puños sintiéndose avergonzado.

 

- No viene al caso.- Seishirou sabía que estaba siendo muy considerado con éste chico. Estando de otro estado de ánimo, y si no sintiera un poco de simpatía por él, ya lo hubiera hecho suyo aprovechándose de su muy mal disimulado gusto por él. Después de todo, Koji, no estaba mal. Lo miró de pies a cabeza. Nada mal.

 

- Un beso, para… para saber.-

 

Casi conmovedor. Patético –se tragó una sonrisa de burla-.

 

- ¿Saber qué? Déjame adivinar…- Fingió que lo pensaba.- Ah, ya sé… si te gustan los hombres. Quieres que resuelva la confusión de tu adolescencia.

 

El muchacho cerró los ojos, apretando aún más los puños.- Saber…

 

- ¿Si?- Dijo burlón.

 

- Como saben tus labios.- 

 

El silencio.

 

Soltando un suspiro de paciencia le dijo:- Es mejor que te vayas…- Seishirou admiró su determinación.

 

- Sólo uno.- Insistió.

 

“Látis” se le quedó mirando un momento. Analizando la posibilidad. Si el muchacho tanto lo deseaba, por qué no concederle lo que pide.

 

- Acércate.- Le dijo a Koji. El otro abrió los ojos impresionado y mordiéndose el labio inferior se acercó lentamente. Esa sumisión le produjo cierto cosquilleo en la ingle.- ¿Lo quieres?- Koji aceptó mudamente. Le tomó por el mentón y le miró a los ojos.- Lo tienes.- Le besó.

 

Sus labios temblaban y su respiración era agitada; Seishirou sentía ganas de reír por la curiosidad que le causaba esta reacción tan de aprendiz.

 

Interesante.

 

Rozó con su lengua la de Koji, escapándosele a éste último un jadeo de placer. Rápidamente un recuerdo sobrevino a la mente del veterinario.

 

Un jadeo.

Unos labios que le respondían con la misma necesidad.

Besó más profundamente a Koji, deseando obtener la misma sensación que le embargó aquella madrugada. Aquel no-sé-qué que le hizo vibrar hasta la última célula; al sentir el aliento y palpar ese cuerpo que sólo sus manos vieron.

 

Se apretó contra el cuerpo de su empleado en un beso más salvaje. Buscaba el sabor, la textura, la tibieza, esa suavidad casi insana… que aunque se la pasaba ignorando sueños mezcla de recuerdos y deseos que lo perseguían cada vez que cerraba los ojos. Le parecía estúpido buscar a alguien que ni siquiera sabias el nombre. Tratando de borrar esas imágenes con otras personas, tan sólo para terminar en el mismo punto de partida… que silenciosamente le hacían preguntarse tantas cosas, y a pesar de todo eso se le antojaba inaguantable. En el transcurso de estos días sus ganas de “desfogue” se habían multiplicado dramáticamente, y no es que se estuviera quejando… pero los resultados no eran los mismos. Su necesidad seguía intacta.

 

Bajó al cuello buscando esa piel; otro jadeo de Koji. Presionó su cintura aún más; el muchacho vibraba y se retorcía. Lentamente se separó de los labios de él, escuchando una queja por el abandono.

 

Nada.

No labios. No piel. No sonidos.

Nada.

 

Si lo tomaba sería para apaciguar un poco su propia preocupación. *Esto no es normal…* meditó.

 

Muchas cosas le perecían curiosas.

Pero él estaba cayendo en lo patético.

 

Koji se retorció cuando su ingle se frotó con la dureza de su superior pues aun estaban a una distancia indecente. Era más de lo que su mente se había atrevido a simular en cada fantasía que su mente juvenil le permitía. Mucho más. Deseaba más. Al sentir que esa mano exploraba en su pantalón mientras esa boca mordía su cuello, no pudo reprimir el gemir. Esto era demasiado. Más de lo que había llegado con su novia.

 

Su novia…

No quería pensar en nada más. 

 

De improviso Seishirou se apartó de Koji con el ceño fruncido.

- Ahí esta lo que querías. Ahora vete.-

 

- ¿Qué? Pero…- El muchacho se veía contrariado.

 

- Sólo vete. No quiero repetirlo.- Le quitó el seguro a la puerta y la abrió.

 

- Yo… yo quiero…- Su jefe le dio una dura mirada. Koji lo miró con dolor y con pasos lentos salió de la oficina. Una vez que el muchacho salió, cerró la puerta. Se frotó las sienes y se sentó detrás de su escritorio.

 

Su teléfono sonó, presionó el intercomunicador.- Dime, Mina.

 

- Himura-sama quiere pasar a conversar con usted.- Informó la secretaria.

 

- Claro, y tráenos dos cafés uno sin azúcar para el señor Himura.-

 

- Como ordene.-   

 

Después de unos segundos su socio entraba por la puerta de su oficina con una sonrisa amable. Luego de saludarse e intercambiar uno que otra idea y de recibir las tazas de café. Himura-san con su habitual semblante sereno le hacía de su conocimiento que estaba enfrascado en otros proyectos, explicándole la índole de cada uno con la energía y paciencia que le caracterizaba.

 

- Tengo que darle a conocer que por el mismo motivo de mis investigaciones, en unos meses tendré que ausentarme de Japón y establecerme en china. Siendo la próxima semana que inicio una expedición al centro de las zonas rurales del país, antes de viajar.

 

- Suena muy interesante.- Reconoció “Látis”

 

- Así es… y por lo mismo me veré en la necesidad de encontrar un suplente para mis negocios contigo.

 

- ¿Eso no le tomaría más tiempo? Dado la naturaleza y premura del proyecto.-

 

- Exacto, pero hoy he resuelto ese dilema… tengo a alguien de mi entera confianza.- Ladeó la cabeza.- Le falta más experiencia… pero ganas tiene. Me ha ayudado mucho en el Zoo.

 

- Perfecto… ¿Cuándo lo conoceré?

 

- Mañana… y adivina qué.- Sonrió el más experimentado de los dos.

 

- ¿Qué?- Preguntó, alzando una ceja.

 

- También será el ayudante que necesitas… ya que también es un estudiante de veterinaria.-

 

- ¿Estudiante?- Se removió en su asiento.

 

- Si, pero no te preocupes no es un jovencito…- Lo pensó un poco.- Tiene la misma edad que tú. Le falta año y medio para terminar la carrera. Adora a los animales… te agradará.- Himura-san dijo lo último de forma enigmática.

 

Seishirou le sostuvo la mirada fingiéndose sorprendido. Aunque por dentro una risita se dejaba sonar en su cabeza.- Y ¿Cuál es el nombre de tan excelso prospecto?

 

Himura-san sonrió y soltó un suspiro de satisfacción, acomodándose los lentes.- Sumeragi Subaru.

 

 

************************^^^^^^****************************

 

 

La cantidad de libros desperdigados por el escritorio y uno que otro apunto de caer al piso por el borde de la mesa, una laptop recién adquirida hace un mes y prendida, mostrando en la pantalla páginas de Internet sobre temas de veterinaria, hojas de papel hechas bola tiradas en cualquier parte de la habitación, bolsas vacías de papas fritas, Doritos, envases de comida rápida, un termo y una tasa más o menos grande, y medio llena de café cargado y frío… Ahí, en medio de todo el muladar, se encuentra… Subaru.

Completamente dormido y sentado en una posición muy incómoda para su cuello, que está doblado hacia la derecha; frente a la computadora. Se ha quedado dormido hace una hora, y ya ha salido el sol de la mañana.

 

La alarma del reloj comienza a sonar de repente; es un sonido estridente y efectivo. Se oye el revuelo de algo al dar con el piso.

 

- Auch…- Subaru se ha caído del sillón, y se ha llevado consigo una pila de libros.- ¡Maldición! ¡Maldición!...- Dice, mientras se frota la coronilla y el trasero. Es entonces, cuando mira la hora que marca el reloj: 8:15 am.… y recuerda, casi con pánico, qué día es hoy, y por qué se ha desvelado estudiando hasta casi caer en un estado comatoso por tanto estudiar.- ¡EL EXAMEN!... – Grita alarmado, y levantándose de un salto a la vez que se quita su jeans, el cual lleva puesto desde ayer en la tarde; vuelve a resbalarse en su desesperado intento por quitar camisa y jeans al mismo tiempo que corre al baño para ducharse rápidamente.

 

Diez minutos después…

 

Los pasadores de sus zapatillas, le están dando la absurda “guerra de las agujetas”, al enredarse entre sus dedos temblorosos…

Se ha duchado, cepillado los dientes, vestido y recogido algunos libros, tirados en el piso, que necesitaría en las clases de hoy; a una velocidad pasmosa que le había dejado algo tembloroso y ansioso. Estaba a punto de salir, cuando se dio cuenta que aún llevaba sus pantuflas.

 

Al pasar por un espejo se da el tiempo de sonrojarse y buscar una bufanda para esconder esas marcas rojizas en el lado izquierdo y hacia debajo de su cuello.

 

Ha salido, como si de una competencia de carreras se tratara, del apartamento que ocupa. Tuvo que bajar a saltos las escaleras del quinto piso en el que estaba alojado, porque el ascensor se ha descompuesto justo en el momento que estaba presionando desesperadamente el botón para entrar en él. Como no estaba con ánimos de sentirse supersticioso, se vio obligado a tener que apartar de su cabeza los pensamientos de: “Amanecí con el pie izquierdo”, u, “Hoy será un día de perros”; pues no le convenía en lo más mínimo la energía negativa que eso implicaba invocar, ya que sólo le traería desastrosos resultados.

 

Tal vez debió creer en el aviso que su entorno le daba.

 

- ¡¿Que no puede avanzar?!- Preguntó desesperado.

 

- Así es… percátese usted mismo. El tráfico es un infierno.- Dijo el taxista.

 

- Pero… ¡Maldición!- Subaru se frotó el rostro. Bueno, sólo eran siete calles. Sacó dinero de su bolsillo.- Gracias.- Salió del taxi.- No debí dormir.- Se reprendió así mismo.

 

Emprender la marcha. Correr.

Quizá ya debería comprarse una bicicleta.

Una calle.

 

*Ojalá que pueda entrar…*

 Dos calles.

 

*Comienzo a odiar las bufandas* De paso volvió a sentirse avergonzado, sólo que esta vez ya no se sonrojó… tanto, no tenía tiempo. Ese recuerdo alborotaba su mente, haciéndole agitar. Es que tenía el recuerdo vívido en su piel, y para su pesar, sin atreverse a confesarlo en voz alta, deseaba poder saber cómo habría terminado, si no se hubiese resistido.

Cuatro calles.

 

*Es una locura, cómo pude permitirlo…*

La contradicción había sido su nueva amiga en los días siguientes a ese encuentro tan… tan extraño, y caliente.

Cinco calles.

 

*Pero es que ese beso, Dios… ese beso… su presencia tan avasalladora. Estoy perdiendo la razón pensando en alguien que ni siquiera le he visto el rostro con claridad.*

Seis calles.

 

*De seguro ya ni me recuerda… y yo debería hacer lo mismo.*

Siete calles.

 

Se detuvo casi sin aliento en la puerta de su institución, miró al cielo despejado y se obligó a serenarse para poder soportar las burlas de algunos de sus compañeros, que al verle con una bufanda tan abrigadora, en un día que prometía su sol más abrazador, y ni qué decir de Daichi, no le dejarían sentirse en sus días más típicos. Resopló y cubriendo aún más su cuello ingresó con el tiempo justo para su primera clase y más importante examen del semestre.

 

- Por favor entreguen sus exámenes y sus respectivas notas.- Fue la orden que el profesor dio al consultar con su reloj.

 

Mormullos de los estudiantes al acomodar sus hojas de examen con otros apuntes de fórmulas químicas. Subaru hacía lo mismo, algo nervioso, pero sin poder controlar un bostezo que era la confirmación de una noche en vela; sólo que sí había valido la pena. Si sus cálculos no fallaban ese examen no sería la excepción de sus buenas calificaciones. A decir verdad, la carrera le encantaba, pero el ritmo era agotador, porque hace poco se implementó un nuevo plan de estudios y ahora no había ramas de especialización, sino que ahora se estudiaba todos los campos de aplicación que tenía la profesión. Recordó haber escuchado a un estudiante de otro nivel más avanzado conversando con un amigo, cuando él recién estaba en su primer año: Ahora ya no es... soy clínico, me dedico a los grandes animales, o a la bromatología, sino que ahora abarcas todo… Lo que antes eran asignaturas anuales, ahora son cuatrimestrales, es mucho estrés, si, no lo voy a negar, con decirte que no he tenido tiempo para comer como es debido. Tienes clases teóricas a las mañanas y prácticas en las tardes...así que tu vida social se reduce a los fines de semana…

 

Subaru había levantado ambas cejas al escuchar la perorata de aquel estudiante, pues él, en ese tiempo recién estaba comenzando y no había sido tan riguroso hasta ese momento. Hasta que ingresó a su tercer año. Si, era duro… pero amaba esto. Lo mejor de todo es que su jefe era flexible con su horario. Le gustaba esa gran oportunidad de trabajar y practicar que tenía. Eso le servía de mucho a la hora de estudiar. Realmente estudiar y trabajar era cosa seria.

Los ojos le ardían, se los frotó. El curso de Patología le había sacado canas prematuras, pero nada se comparaba con éste curso: Medicina I.

 

- Aquí tiene.- Le dijo a su profesor con una sonrisa tímida.

 

- Espero que no me decepciones, Subaru-san.- Comentó su profesor correspondiendo con una sonrisa amable.- Subaru-san, más tarde quiero hablar contigo, es algo importante y… muy beneficioso para ti, créeme.- Agregó ante el parpadeo de su alumno.

 

- Esta bien, Himura-sama.- Respondió el Sumeragi.

 

- De acuerdo, que te vaya bien Subaru-san.-

 

- Gracias, le deseo lo mismo.-

 

Desde su asiento Subaru veía salir a su profesor hace dos cuatrimestres y jefe de trabajo en el Zoo. * ¿Qué será?*

 

- Hey Subaru… sí que hace mucho frío, me congelo… ¿podrías prestarme tu bufanda? – Preguntó en tono burlón uno de sus compañeros con el que menos se llevaba. Subaru no sabía por qué pero ese muchacho siempre trataba de llamar su atención con algún comentario tonto, subido de tono (que a veces le hacía sonrojar), burlón y por momentos despectivo con respecto a sus buenas calificaciones y uno que otro reconocimiento a su buen desempeño, siendo la última parte algo que también le llegaba a incomodar, aunque eso ya era un avance en comparación de un vergonzoso sonrojo.

 

Tanto había sido el acoso por parte de Tamaki, ese era su nombre, que de cierta forma y sin querer darle el crédito, Subaru se vio forzado a dejar un poco de lado su personalidad taciturna a una de carne y hueso, y así poder defenderse o ser capaz de responder sin sentirse afectado o culpable.

 

- No, no puedo.- Dijo sin mirarle.

 

- ¿Por qué? Temes que te la robe…-

 

- No, no es eso… -Volteó a verle.- Simplemente…- Tamaki se encontraba acompañado de dos amigos y le miraba de una forma que irritaba a Subaru de sobremanera.- No quiero que la ensucies.- Explicó volviendo a su lectura.

 

- ¿Perdón? ¿Qué acabas de decir?- Se acercó a Subaru con todas las malas intenciones.

 

Subaru no apartó la vista de su libro, aún así respondió.- No quiero problemas, aléjate de mi.

 

- Soy muy poca cosa para que el gran Subaru Sumeragi me mire… lo sé.- Dijo su compañero con falsa voz afectada.

 

- Qué bueno que lo entiendas. Ahora, déjame sólo.- El tono que empleó Subaru era de aburrimiento.- Hoy no estoy de humor… -

 

- Pero es que nuestro Subaru-perfecto no quiere hacerme un simple préstamo… o es que sólo le haces favores al profesor Himura… vuelas muy alto, Subaru-kun.- Comentó venenosamente el otro, provocando risas de sus amigos que le celebraban cualquier cosa dicha por él.

 

Subaru odiaba cada vez que Tamaki le llamaba así: Subaru-kun.

 

La primera vez que le escuchó llamarlo así y con un tono fingidamente dulce, la sangre se le heló y sólo apretó los puños, pues el comentario lo hiso en plena clase. Las otras veces por respeto a otras personas no le respondió como se merecía. Pero hoy el salón estaba casi vacío a excepción de ellos cuatro

 

Subaru se puso de pie intempestivamente y le tomo por la solapa de su camisa, mirándolo directamente a los ojos. Sintió el asombro del otro al estar tan cerca y con chispas de profunda molestia en sus hermosos ojos bicolores.- Suéltame.-

 

El Sumeragi era unos centímetros más alto que Tamaki.- No vuelvas a llamarme así, ¿correcto?-

 

- Si yo quiero pued…

 

- Te equivocas… no puedes. NO te he dado la confianza para dirigirte así a mí.

 

- He aquí la soberbia del principito.- Dijo no muy seguro al ver el puño cerrado fuertemente y contenerse a la altura de la cadera de Subaru.

 

- No me importa lo que pienses… sólo te pido que dejes de decirme de esa forma… y deja en paz a Himura-sama, él no tiene la culpa de que seas tan negado para lo evidente.- Subaru buscaba en su interior paz para soportar a ese tipo de personas.

 

El muchacho levantó la mano y, sin que Subaru se lo esperara, le quitó la bufanda limpiamente, abriéndole por el jalón unos botones de su camisa.

Tamaki frunció el ceño.- ¿Y eso?

 

El recuerdo de esa madrugada vino a la mente de Subaru como un rollo de película, y sin poder evitarlo se sonrojó a pesar que estaba molesto. Tan real que apartó la mirada para pestañear y tratar de sacárselas de su cabeza.

 

El Sumeragi le arrancó el pedazo de tela y con un tono rozado en las mejillas le dijo.- No te importa…

 

- Fue Himura-sama, ¿verdad?- Soltó el otro al ver que Subaru guardaba sus libros en su mochila con la bufanda descansando en su hombro derecho

 

- Eres un idiota, cállate.- Estaba acomodándose la bolsa llena de libros en el hombro izquierdo.

 

- Oh, déjame adivinar…- Le tomo de la muñeca cuando estaba a punto de dejarle hablando sólo.- Fue ese tal Daichi, ¿entonces?

 

- Pues si, así es… para tu total frustración, fui yo…- Una voz conocida se abrió paso entre ellos Tamaki frunció aún más el ceño.- Tú nunca me llegarás a los talones, acéptalo.

 

- ¡Daichi-san!- Exclamó Subaru.

 

- Si, el mismo que viste y calza… y he traído mi caballo blanco en el estacionamiento, para salvarte como te mereces.-

 

Subaru también frunció un poco el ceño, no le gustaba que Daichi hiciera esos comentarios aunque fueran broma.- Tonto.- Le dijo.

 

- Ese es mi encanto… por eso me adoras.- Hizo un gesto doblando una rodilla y fingiendo que se sacaba un sombrero.

 

Subaru se contuvo de sonreír y soltó a Tamaki.- Por favor, ignórame… que yo hago lo mismo. No tengo ni el más mínimo interés en perder mi tiempo contigo.- Se giró sin mirar atrás y se acercó a Daichi para salir. El Sumeragi no lo vio pero Daichi le lanzó una mirada de autosuficiencia a Tamaki y luego le guiñó con una sonrisa burlona mientras colocaba un brazo en los hombros de Subaru. Tamaki apretó la mandíbula. En un susurro Subaru le dijo a Daichi que no hiciera eso.

 

- ¿Hacer qué?- Preguntó inocentemente.

 

- No dejarás de ser un tonto…- Sonrió Subaru.

 

- Gracias. Leí por ahí que siempre debes agradecer los halagos y las críticas.- Dijo Daichi acomodándose mejor su mochila en la espalda. 

 

- Es bueno que pienses así… pues son más críticas que halagos.-

 

- ¡Auch! Casi me dolió… pero no te preocupes, sólo fue casi.-

 

Subaru suspiró negando con la cabeza.

 

- ¿Aún no desaparecen?- Dijo Daichi con ojo crítico mirando su cuello.

 

Subaru se frotó ese lado y negó con la cabeza.- Ya son seis días, siete con éste… y siguen ahí… hasta parece como si cada vez que trato de ocultarlas su tono se hace más visible. Ya me cansé de llevar bufanda.- Resopló algo derrotado.

 

- Al parecer tienes una piel muy sensible. Subaru-san es tan delicado…-

 

- No es cierto.-

 

- Si, si lo es… cada facción tuya, tus gestos, tus pasos… tu piel.- Pasó un dedo por su cuello marcado  y le miró a los ojos.- Eres una delicia.-

 

Subaru abrió mucho los ojos y apartó la mano de Daichi.- No digas eso… no me gusta.

 

- ¿Por qué?

 

- Me incomoda.

 

- Pero es la verdad… sino pregúntale a Tamaki.- Sugirió el de mirada celeste.

 

- Deliras, él me odia…-

 

- ¿Por qué crees que lo hace?

 

- No lo sé, uno no puede agradarle a todo el mundo.-

 

- Pero es que no hay ser en la faz de la tierra incapaz de quererte, apreciarte… amarte.

 

- Si lo que dices es verdad… lo cual dudo, hubo alguien que siempre fue la excepción a esa afirmación.- Un velo de algo parecido a nostalgia cubrió por unos segundos el rostro atractivo de Subaru, y en la culminación de estos se sacudió la cabeza y dijo.- deja de estar diciendo boberías todo el tiempo y ayúdame con estas marcas… por los menos a cubrirlas. Himura-sama dijo que quiere hablar de algo importante conmigo… y no quiero que ande preguntándome acerca del por qué llevo bufanda en pleno día soleado.

 

- Esa es una buena pregunta.- Se burló su amigo.

 

 

 

- Toma asiento, Subaru-san.- Pidió su jefe al mismo tiempo que el se acomodaba en una silla al costado de su alumno.

 

- Gracias.-

 

- ¿Cómo te sientes, Subaru-san?- Subaru parpadeó.- ¿Cómo te sientes al trabajar aquí? ¿Ha cubierto tus expectativas el trabajar conmigo?- Preguntó, Himura-sama, con esa sonrisa serena que tanto le agradaba a Subaru.

 

- Pues… si, aprendo mucho con usted, Himura-sama.- Respondió Subaru con una repentina y extraña sensación de pesadez en el estómago. ¿Querrá despedirme?

 

- Subaru-san es un excelente ayudante, tiene mucha paciencia con los animales y se nota que su empatía con ellos es hasta casi subliminal… pero como Subaru-san ya se habrá dado cuenta, no sólo basta querer a los animales para ser Veterinario, ya que se debe estar dispuesto a abrirlos, diseccionarlos para aprender de ellos… e incluso, sacrificarlos si se cree necesario, por muy doloroso que sea el último planteamiento.- Himura-sama se acomodó los anteojos sin dejar de mirar fijamente a su receptor.

 

El estudiante inclinó la cabeza a la derecha y después de soltar un suave suspiro, respondió.- Lo sé… nosotros somos médicos de animales, velamos por ellos, los cuidamos, con la diferencia que nuestros pacientes no tienen seguro social y por lo tanto nos vemos obligados a hacer el trabajo sucio, en caso que el dueño no quiera seguir adelante con el tratamiento que se le este dando a su mascota. Es decir… sacrificarlos.- Dijo Subaru muy serio.

 

- Es bueno que tengas claras las cosas, Subaru-san. Si de mí dependiera que consigas un trabajo mejor.- Himura-sama deseó echarse a reír por la palidez del rostro de su alumno que competía con esa blanca bufanda totalmente fuera de tono con la temporada de calor que azotaba a Japón en ésta época; si prefirió no preguntarle el por qué de tan abrigadora moda en clase, tampoco lo haría ahora.- … no dudes que mis recomendaciones con respecto a tu desempeño serán las mejores… y no porque me agrades, sino porque te lo mereces, Subaru-san.-

 

- Gracias, Himura-sama.- Estaba a punto de sonrojarse cuando el mayor de los dos continuo su explicación.

 

- Es por esta razón que me veo en la grata obligación de recomendarte para otro trabajo, pues me temo que yo no podré seguir siendo tu jefe… ya que tengo asuntos muy importantes que exigen mi total dedicación y que me harán ausentarme del país.- Expuso Himura-sama.

 

Subaru abrió mucho los ojos.- ¿Se va? Pero yo…

 

-... y he decido, claro está sólo si tú quieres, recomendarte como practicante en una veterinaria que es manejada por mi otro socio. Látis Blitz… Blitz-san, le digo yo. Es un Veterinario estupendo, son casi de la misma edad, Subaru-san, aprenderás mucho de él…- Continuo el Veterinario.

 

- ¿Blitz-san?- Preguntó Subaru.

 

- Si. Ya tiene varios días buscando un practicante-asistente… pues el suyo se mudará de la región.-

 

- Ya veo…- Dijo absorto el Sumeragi.

 

- No te preocupes por tu horario… Blitz-san es muy comprensivo. Estoy seguro que te agradará. Además, qué mejor que una Veterinaria… es bueno que tengas experiencias en diferentes campos.- Validó el catedrático.

 

- Suena muy bien… entonces…

 

- Espera, Subaru-san… aún no te he explicado lo más importante.- Se aclaró la garganta antes de seguir.- Quiero que aceptes, por favor, ser además del practicante… mi representante en la Veterinaria.- Subaru empezaba a ponerse nervioso.- Yo sé que eres capaz de eso, porque te he dejado varias veces al frente del consultorio en el Zoo cada vez que tenía un viaje de urgencia… y no me has decepcionado. Confío en ti. Yo no podré ocuparme de esto, pues una vez que esté inmerso en mis proyectos no podré darle la atención que se merece éste trato con Blitz-san… y quién mejor que alguien en quien confió…-

 

- Sólo me hacía cargo de pequeños asuntos… nada trascendental…- Minimizó Subaru.

 

- No menosprecies lo que has hecho o aprendido… confío en ti Subaru-san. No hagas renegar a este anciano.- Subaru esbozó una sonrisa de incredulidad. ¿Himura-sama un anciano? Eso era totalmente falso.

 

- A usted le queda mucho por hacer…-

 

- Lo sé, pero deja que apele a tu sensible corazón.- Bromeó Himura-sama levantándose de la silla y dando tres pasos para luego girar y acercarse a Subaru.- ¿Subaru-san, me haría ese gran favor?- Le ofreció una mano y esa sonrisa suave.

 

Subaru estaba tentado a seguir negándose, pero le debía mucho al hombre frente suyo. ¿Por qué no? Además, Daichi le reprocharía si se enterara que él había rechazado una propuesta (oportunidad) de esa índole.

Dando un suspiro largo se puso de pie y aceptó la mano que le ofrecían, correspondiendo también a la sonrisa.- Acepto, gracias Himura-sama por su confianza… haré todo lo posible por no defraudarle.-

 

- Así se habla, Subaru-san… hoy mismo hablaré con mi socio.- Dijo en tono jovial el hombre que Subaru más había admirado desde los últimos tiempos.

 

- Entonces, cuándo empezaré.- Quiso saber.

 

- Esa es una buena pregunta… pues mañana mismo. ¿Estas de acuerdo?-

 

- Como usted diga…-

 

- Perfecto. Te llamaré al móvil para concertar la hora exacta.- Subaru asintió.

 

 

 

- ¡Eso es genial! - La voz de Daichi era de entusiasmo puro.

 

- Pues… si. Sólo espero hacerlo bien.-

 

- Eso esta de hecho. Me he dado cuenta que eres un maniático del orden...- Observó a su alrededor. Ese departamento estaba hecho un desastre, papeles desperdigados, envolturas… la cama en total desorden. Eso era un caos.- Bueno… no de tu departamento, eso se puede notar. Pero si de tus responsabilidades.-

 

- No, este desorden se debe a lo difíciles que estaban mis días por los exámenes… - Subaru también miró a su alrededor, frunció el ceño.- Esto es un completo basurero.

 

- Te lo dije…- Daichi se miró las uñas desinteresadamente.- y dime… ¿ya has visto al socio de tu jefe? 

 

- No, aun no… lo conoceré mañana. Sólo espero no tener problemas.- Dijo cogiendo una bolsa de uno de los cajones de su armario.- Debo recoger la basura.

 

- No seas tan pesimista, Subaru-san… todo saldrá bien, ya verás.- Le animó su amigo.

 

- Ojalá.- Estaba recogiendo los desperdicios tirados por todas partes.- y… ¿Cómo van las cosas en el hospital? ¿No se meten contigo por ser tan joven? ¿El futuro pediatra más joven? –

 

Sus ojos celestes mar sonrieron.- No… sólo les parece curioso que a mi edad esté a un año de graduarme. Tu sabes que los pediatras terminan la carrera todo viejos y decrépitos.- Arrugó la nariz.- Nada que ver conmigo.

 

- Cuanta modestia… sólo porque hayas sido considerado un niño genio años atrás, no te da derecho a menospreciar a los demás.- Observó el Sumeragi amarrando la bolsa de basura y colocándola en una caja para tirarla más tarde.- Pero enserio me alegra que ya estés a punto de terminar…- Le dedicó una sonrisa sincera.

 

Daichi no le devolvió la sonrisa, sólo le observó fijamente por unos segundos. Segundos de silencio. Subaru le sostuvo la mirada, acostumbrado ya a estos momentos de extraña afonía entre los dos. Mudez total, en la que Daichi sólo le miraba a los ojos como si quisiera entrar en él a través de sus irises dispares. Antes preguntaba: ¿Qué sucede? ¿Dije algo malo? Y la respuesta era simplemente esquiva a la boca de Daichi, siendo ese momento de incomodidad el término de esa mirada escrutadora y, por qué no decirlo, perturbadora. Subaru, de cierta forma muy inexplicable, disfrutaba de ese momento, no por morbo… sino por algo que no lograba ponerse de acuerdo con su conciencia.

 

Era… Era…

 

Un tipo de…

 

Placer.

Si.

Placer.

Un placer que no llegaba a tintes de sexualidad, sino mas bien… lindaba con la ternura, con las ganas de abrazarlo y decirle al oído que todo ira bien, a pesar que supuestamente no les rondaba desgracia mortal alguna.

 

Así que, dejándose llevar por esa razón recién descubierta, no se le ocurrió mejor idea que llevarla a cabo.

 

Abrazó a Daichi. Fuertemente. Sintiéndose aliviado al hacerlo. Generalmente quien empezaba ese tipo de contacto era el otro; él simplemente se dejaba arrullar por el tacto de alguien que parecía necesitar tocarlo. Sintió el cuerpo rígido de Daichi contra el suyo, un ligero temblor emanaba de la piel tibia de su amigo. Parecía como si tuviera miedo a Subaru. Qué tontería. ¿Daichi temerle?

Los brazos de éste subieron lentamente por sus costados y se enredaron en su cuello, buscó su rostro y le dio un beso corto. Un rozar de labios tan rápido que Subaru podría creer que se trató de una alucinación.- No sabes cuánto te quiero, Subaru-san.- Le dijo suavemente.

 

Subaru no sabía qué decirle. ¿Cómo interpretar esa acción? Además, tener contacto con Daichi le hacía saltar el corazón fuertemente. Era muy, muy… raro aquel sentimiento. Había momentos en los que pensaba que quizá estaba… bueno… enamorado de su amigo, pues la sensación de bienestar cuando estaba con él, a pesar de llamarlo tonto cada vez que podía y mostrarse incapaz de ser tan cariñoso o efusivo cómo lo era Daichi con él, era varios niveles más alto que lo que se entendía por estándares de amor amical. Amigos, amantes...

 

Se pateó mentalmente, imagínate tamaña estupidez… tener algo con Daichi, cuando ya se había olvidado de las veces que le había rechazado. Ahora que habían pasado todos estos años juntos, tres años y medio, si recordaba bien, ya no confundía a Daichi con Seishirou. Ahora podía notar ciertas diferencias en los rasgos de éste. Sus facciones eran algo más finas, más delicadas que del Cerezo. Cuando sonreía de verdad, sin pretensiones, era la sonrisa más tierna y fresca que haya notado en alguien, además de la su hermana gemela. Hasta podría aceptar que le encantaba verlo sonreír… la plenitud llegaba a él cada vez que Daichi le contaba algún logro conseguido. Se sentía como orgulloso.

 

- Discúlpame…- Susurró el susodicho en su oído, sin  atreverse a verle a los ojos.

 

Subaru cerró los ojos y, no supo por qué, sonrió y abrazó fuertemente a Daichi, su cabeza le gritaba que exigiera respeto para la próxima vez y que le pidiera no confundir su amistad con otra cosa. A pesar de esa contradicción apaleándole el cerebro, sintió que ese abrazo era la mejor respuesta que le pudiera dar a Daichi.- Yo también te quiero mucho, Daichi-san… he aprendido a hacerlo… eres mi mejor amigo.- Le dijo, percibiendo cuando se relajaba ante sus primeras palabras, y luego soltaba un suspiro después de su sobreentendida afirmación de “Sólo amistad”.

 

- Lo sé… y te lo agradezco.- Acarició sus cabellos y buscó ansioso su mirada. Al verle a los ojos húmedos, tan distintos a los que siempre muestra a diario: Seguridad, burla, confianza… y misterio; Subaru experimentó un sobrecogimiento de ternura y ganas de protegerlo de todo.- Ha sido increíble el conocerte, Subaru… el mejor regalo que alguien me haya podido dar…- Aseveró sin apartar la mirada.

 

Subaru sonrió.- Exageras…-

 

- No, no lo hago… si tú supieras lo que éste momento significa para mi…- Se mordió el labio inferior.- Lo que tú significas para mi… No tienes ni idea de todo lo que he tenido que pasar… para llegar a este punto de mi vida… de todo lo que me he visto obligado, y muchas veces cegado, a hacer…- Su voz tenía angustia guardada en cada vibración de su garganta.- Yo… yo no debería hacer esto…- Le besó otra vez. En ésta ocasión el roce duró un poco más.-  No debería… - Otro beso. Subaru se dejó besar.- Lo sé…- Continuó Daichi. Otro beso.- Tú no me ves con esos ojos… con los que yo, insanamente, no he podido evitar verte…- Otro beso, en ésta ocasión le dio un leve mordisco al labio inferior de Subaru; éste sintió que sus mejillas se humedecían cada vez que entraba en contacto con las de Daichi. Estaba llorando. ¿Por qué lloraba? Se preguntó.- Sé que esta mal… Es desastroso para mí… para ti.- Cuando Daichi estaba a punto de darle otro beso aun más profundo, Subaru puso dos dedos sobre los labios de su amigo. Dolor. Desesperación se reflejaban en ese par de retinas celestes.

 

- ¿Por qué…?- Cuestionó el Sumeragi.

 

-  ¿Lloro? – Completó el otro.

 

- Si…-

 

Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios.- Porque soy un tonto.- Sollozó sin poder contenerse.- Siempre me lo repites… y creo que es verdad.

 

Un nudo doloroso estranguló la garganta de Subaru.- Pero…

 

- No me tengas lástima… ¡eso no te lo permito! – Se sobresaltó su compañero.

 

- No lo hago…- Trató de explicarse. Sólo que había un problema, no sabía exactamente qué sentía.

 

- Muy bien…- Su compañero respiró hondo y soltó el abrazo que los unía.- Es lo mejor…  quiero que no hablemos de todo lo que pasó aquí. Olvídalo… por favor…- Pidió de forma seria, mientras abría la puerta y salía de la estancia con un suave portazo.

 

Subaru tenía una fuerte sensación de pérdida. En sus brazos, segundos antes, había estado Daichi gritándole en silencio que lo amaba. Mostrándoselo con unos roces de sus labios. Exigiéndole, sin pedírselo, que le permitiera sentir su presencia desde otro nivel más arriba que un saludo o despedida de amigos.

Apretó los puños y siguió mirando la puerta.- No puedo… lo siento Daichi. Sólo sé que el sentimiento que tengo hacia ti se podría considerar aún más allá del amor que me pides… más allá. De una forma que no logro comprender.- Giró sobre sus pies y tomo la bolsa llena de desperdicios que había juntado minutos antes, dirigiéndose a la salida.

 

 

 

- ¿Listo Subaru-san?- Preguntó Himura-sama.

 

- Si…- Respondió con una sonrisa. Tenía cierta dosis de nerviosismo corriendo a través de sus venas.

 

- De acuerdo. Relájate… emmm… ¿Subaru-san, aun no te recuperas de esa alergia, que me contaste?- Le preguntó con una suave sonrisa.

 

Subaru estaba tentado a darse de cabezazos contra la pared por la vergüenza.- S-si… ¿le incomoda mi bufanda?- ¿Más de lo que le incomodaba a él? No lo creía. Además, hacía mucho calor, a pesar de que dicha tela era suave. Pero ya lo había intentado todo, hasta masajes de circulación con una loción, y nada… Ayer estaba desesperado por quitárselas. No era normal, antes ya le había sucedido con otros chicos que se ponían muy entusiastas… pero a los dos días tales marcas se habían atenuado, para desaparecer al tercero.

 

- No, sólo estoy preocupado por tu salud.- Le observó retorcerse las manos, alzó una ceja.- Tranquilo… todo saldrá bien. Blitz-san es muy amable…. Estoy seguro que te va a agradar.- Le animó.

 

- Si… -

 

- Entonces, en marcha.- Subieron las escaleras del segundo piso y Himura-sama le dijo que esperara un momento, mientras él los anunciaba con la secretaria.

 

El Sumeragi chequeó el lugar. Amplio. Las paredes cubiertas de pintura verde- agua y algunos cuadros llamativos, como el de un perro con disfraz de enfermera o un gato con un estetoscopio; la sala de espera contaba con un juego de muebles color beige con mesita de vidrio como centro. Del techo blanco inmaculado colgaban focos blancos en forma de espiral. El escritorio de la secretaria era de madera; ella se estaba rodeada de papeles, una computadora, un teléfono, y unos portarretratos con fotografías de niños, y ella se encontraba hablando de forma amable con Himura-sama. Desvió la mirada de esos dos hacia la rotula plateada de la puerta: Vet. “Látis Blitz”. Sintió que se le encogía el estómago.

 

Ese día le asediaba de manera insistente una sensación de dulce angustia. Como si su cuerpo presintiera algo. Como si esperara un “algo” que no tenía muy claro. Esa conmoción no le agradaba para nada, pues no estaba de humor para soportar la incertidumbre sin sentido. Se acomodó de forma más firme su mochila al hombro y trató de tranquilizarse. Recién salía de clases. ¿Se vería muy raro si emprendiera la marcha hacia la salida, para poder respirar con más tranquilidad? De seguro que si.

Lo peor de todo no había podido hablar con Daichi. Le llamó a su celular y nadie contestó, y eso le tenía peor. Necesitaba ver a Daichi y estar seguro de que se encontraba bien. Sin darse cuenta se aflojó la bufanda un poco dejando un trozo de piel a la vista.

 

- Subaru-san…- Se sobresaltó un poco al escuchar su nombre.- ¿Estas bien?

 

- Si…- Aseguró tratando de mantener la calma.

 

- Estas pálido y algo agitado.-

 

- Es sólo que hace calor…- Se excusó, sin darse por enterado de la mirada que le daba su jefe a su cuello un poco descubierto.

 

- Bueno, necesito hablar algo con Blitz-san, antes de que entres. Sólo nos tomará unos pocos minutos… ¿No te molesta?-

 

- Oh, no… esta bien, aquí le espero.- Subaru estaba agradecido por la extensión de su espera.

 

- Estate atento…- Volteó a ver a la secretaria.- Mina, por favor, dale un vaso con agua a Subaru-san…-

 

- Como ordene.- Sonrió la rubia secretaria. Himura-sama abrió la puerta y la cerró tras su espalda.

 

- Hola… soy Sumeragi Subaru, mucho gusto.- Hizo una inclinación y le sonrió a la joven secretaria.

 

Ella le devolvió la sonrisa.- Soy Mina Lang… dime Mina.- La fémina se levantó de su asiento, se inclinó y se dispuso a sacar un vaso de plástico de uno de los cajones de su escritorio, llenarlo de agua, del contenedor que se encontraba a su derecha, y se lo ofreció a Subaru.- Ten…

 

- Gracias…- Aceptó el vaso y bebió dos sorbos sin tener mucha sed.

 

- ¿Eres el nuevo asistente de Blitz-san?- Le preguntó.

 

- Si, creo que si…- Dijo estirando la tela de bufanda un poco más. El calor estaba causándole estragos en compañía de esa absurda bufanda.

 

- Ya veo… Koji, el muchacho antes de ti, era un muy buen asistente. Aunque aun es estudiante…-

 

- Yo también lo soy…-

 

- ¿Así? Eso es excelente… Aquí aprenderás mucho… Blitz-san es muy bueno en lo que hace además de buen maestro.- Le contó con una sonrisa adornada de unos labios color violeta.

 

- Eso espero…- Dijo con sencillez, Subaru.

 

- Y muy guapo…- Apreció la joven.

 

Subaru prefirió no hacer un comentario al respecto.

 

- No te preocupes… todo saldrá bien, ya lo verás.- Entrecerró los ojos en dirección a él. Subaru parpadeó.- Oh, si no es mucha indiscreción.- La chica se colocó mejor los antejos de marco verde fosforescente.- Puedo notar que tienes la piel del cuello algo irritada… y déjame decirte que esa bufanda sólo lo empeorará.

 

- ¿Ah si? E-es una alergia…- Tartamudeó.

 

La joven lo miró suspicaz y luego sonrió presuntuosa. Se acercó más a Subaru y le dijo sin apartar su mirada de esa parte del cuello del aspirante al puesto del asistente.- ¿Alergia? … Conozco esas marcas…- Su voz era de divertida sospecha.- … mmmmm… me apiadaré de ti.- Soltó una risita traviesa.

 

- ¿Eh? – Se hizo el desentendido.

 

Ella regresó a su escritorio, tomó su bolso y buscó algo dentro. Al parecer, lo encontró pues le dirigió a Subaru una mirada triunfante. Se volvió a acercó a él, con más apuro que al principio y le mostró un pequeño espejo, junto a un pequeño pomo negro y otro plomo pero circular.- Te ayudaré a cubrirlas… soy una maestra del maquillaje.- Sus ojos tomaron un brillo peligroso.

 

- Pe-pero… ehhh…- Trató de pararla.

 

- No te preocupes… esto es mejor- Señalando su pomo de maquillaje- … que esa molesta bufanda. Además, no querrás entrar a esa oficina con el calor que hace y ese accesorio innecesario.- Le aseguró entusiasta.

 

Se había dado cuenta que era malísimo para negarse a alguna petición femenina.- Bu-bueno…

 

Cuando Mina depositó un poco de la crema verdosa, aunque ella lo llamó “corrector de imperfecciones”, o algo así… sintió un frescor en esa zona  que la esponjita difuminaba con movimientos circulares.- Esto te las cubrirá… ahora el polvo… - Canturreaba, mientras Subaru tosía por el polvo.- Tienes una piel preciosa.- Apreció la mujer.

 

- Gra-gracias… - Agradeció torpemente el halago.

 

- Es cierto…- Le dijo Mina sonriente. Al terminar le dio el espejo y unió sus palmas para dar pequeños aplausos. Subaru habría pensado que estaba totalmente loca, sino hubiera visto el resultado.

 

Sin manchas. Sin marcas. Sin chupones.

 

Las molestas marcas NO estaban… bueno, estaban cubiertas, pero ya no a la vista. El alivio que sintió fue tal, que estaba a punto de abrazar a la chica frente suyo, si la puerta no se hubiera abierto en ese preciso momento. Ambos voltearon a ver al hombre que estaba  parado en el marco de la puerta.

 

Subaru se quedó en blanco.

Su mente no era capaz de asimilar la imagen de ese hombre que se acercaba a él sonriéndole con la boca… al contrario de sus ojos, esos ojos ambarinos fijos en él como si se tratara de una aparición.

 

Vestido con una bata blanca, el cabello algo revuelto y esos ojos perfectamente llenos de brillo y de tanto color vivo. Tanto color ámbar, tanto color miel…

 

¿Qué pasaba con el piso?

¿Y qué pasaba con sus pulmones?

 

- Hola, soy Látis…- No hubo inclinación. El hombre fue directo hacia él y le ofreció su mano como saludo, tomándola sin su permiso. Algo que no tenía nada que ver con las correctas formas japonesas.

 

Al sentirlo a tan corta distancia suya, la realidad se disipó y terminó convirtiéndose en una estancia en la que ellos dos eran los únicos con derecho a ocuparla.

 

-…..- Subaru trató de vocalizar algo coherente, pero la voz no salía, pues se encontraba luchando contra las ganas de gritar. Sólo abría la boca tratando de coger el oxigeno suficiente para poder seguir consiente.

 

Ese… Ese… Ese hombre era… era…

 

Definitivamente sus nervios no estaban lo suficientemente entrenados para soportar tales impresiones de muerte como esa.

 

- ¿Subaru-san…?- El estudiante escuchó vagamente la voz de Himura-sama a lo lejos, ya que un zumbido agudo se había apoderado de sus oídos. Imágenes y recuerdos de Seishirou sonriéndole cálidamente, mirándole de forma fría, ofreciéndole su mano, quitándose los gafas oscuras de sol, invocando un shikigami en su dirección, hiriéndole: “Yo no te odio… pero tampoco te amo”, abrazándole con el rostro pegado a su cuello y susurrándole al oído: “Subaru-kun yo… yo te… te…” esas palabras golpearon con un puñetazo limpio su frágil cordura. De repente, sintió que aquel hombre recién llegado le tocaba las manos y decía algo como:- Estas frío… -

 

Su voz. Esa voz.

 

Sus manos entrelazadas fue demasiado. Fue como la respuesta a la muda pregunta que inconscientemente se formuló en su cabeza: ¿Muerto? No, vivo. Está vivo.

 

Era una sensación extraña, era como haber retrocedido en el tiempo de cuando él tenía dieciséis años, y se sentía pequeño y torpe ante su toque. Una alucinación muy parecida a cuando lo vio por primera vez en la estación de tren y éste le ayudaba levantarse después de haber tropezado siguiendo a un shikigami. Dando comienzo a su retorcida relación.

 

Subaru comenzó a negar con la cabeza sin poder dejar de mirarle a los ojos. Era imposible. Parpadeó y esa presencia no se iba.- Tú… tú…- Sólo pudo decir.

 

- ¿Estás bien?- Le preguntó aquel extraño.

 

¿Bien? ¿!Bien!?

NO… NO, claro que no.

Nada estaba bien. Esto no estaba bien.

 

Trató de jalar más oxígeno con la boca, ya que sus fosas nasales no eran suficientes para obtenerlo.

 

Una debilidad se apoderó de sus rodillas- No, no debería desmayarse. No ahora. Debía quedarse despierto más tiempo, así podría acercarse un poco más y tocarlo por completo. Antes de despertar. Porque esto debía ser un sueño. Si, un sueño. No había otra explicación.-, sus extremidades inferiores temblaban al igual que su manos extendidas hacia los hombros de Seishirou/Látis, tratando de tocarlo, siendo su vista la flaqueaba primero, se oscurecía y terminaba con un jalón que lo hacía caer en un profundo pozo que de pronto apareció debajo de sus pies.

 

Qué mejor lugar para resguardarse que la inconciencia, a pesar de no ser deseada.

 

CONTINUARÁ…

 

Notas finales:

Comentarios, tomatazos.. pedradas?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).