Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

LA CONTINUACIÓN DE UN FINAL……¿UNA VIDA SIN TI?. por Lady Marivette

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

*Buscando su papel, pergamino interminable, discurso para pedir perdón*

Ya es hora!!! Al aire!!!

- ¿Eh? ¿Ya? Pero aún no lo encuentro...

Sólo publica el maldito capítulo (Fausto) que aún no te perdono que no me hayas sacado a escena en este.

- Esta bien ¬.¬ *Resentido*

¿QUÉ?

- No nada, eeemmmm... pues qué puedo decir, no sirve de nada las palabras, lo único que cuenta son los hechos, y estan desechos... uuufff... si les contara lo que me ha pasado alrededor de TODOS estos MESES y MESES, sería para escribir otra novela, y una super lacrimogéna, así que naa... Sólo que, lo he dejado todo y me mude de ciudad y pues en esta semana iniciaré mis estudios de "Fisioterapia y Reabilitación"; no saben cuan feliz me siento, a pesar de los grandes cambios y tristezas... pero no me importa, me liberé de un gran peso y cogí otra responsabilidad. Sólo espero que todo salga bien.

Y esto ya se hizo un testamento.

I'm sorry, so sorry.

A aquellos que aún tenían la esperanza de leer otro capitulo, pues aquí esta, no es tan largo como me gustaría que fuera, pero bueno, sé que les va a gustar *Cuento con eso*, y para los que lo dejaron para nunca más volver, lo lamento. Mea culpa.

A leer...

******************************************************

 

Capítulo: 7

 

ENCUENTROS.

 

 

 

Atento a su respiración. El cabello negro tocando con las puntas de sus flecos el costado de sus pómulos. A primera vista esa piel podría pasar por pálida, pero si te tomabas unos segundos, o minutos como era su caso, esa piel tenía un sub-tono levísimamente durazno.

 

Esa piel de fruta en espera de… de…

 

*Aparta tus ojos.

Sólo tienes que apartarlos, ¡vamos! Es tan fácil.

No es nada nuevo*; se amonestó mentalmente.

 

Su cabello negrísimo y esos ojos…

La inocuidad que le impresionó de ese par. Deseaba que los abriera otra vez.

 

No. No podía dejar de mirarle. Apartar su mirada de ese muchacho se le hacia difícil. La sorprendente y clara sensación de estar haciendo algo incorrecto atenazaba su juicio. No había precedentes para ello.

 

Tendido en una camilla inconsciente, respirando lento y plácido. Ignorante a la inquietud que provocó su sola presencia en Látis. La sensación abrupta de ser llenado por completo por algo que se le hacía desconocido. Aún le dolía la caja torácica por disimular su agitación con cortesía.  Sus dedos seguían escociendo después de su primer contacto.

 

Subaru.

Sumeragi Subaru, así dijo que se llamaba Himura-san.

 

Cuando lo vio, ahí parado a unos metros suyo, junto a Mina su secretaria, sus pies se movieron solos y su mano derecha se alzó y tomó la mano del otro sin detenerse a pensar en sus modales. Se presentó, y el lento trabajo que estaba haciendo su cerebro, dictaminó que buscara sus ojos y no apartara la vista de ellos.

 

Eran distintos. Uno ámbar, como los suyos, y el otro verde. Verde… era increíble que esa tonalidad le hiciera estremecer hasta la raíz de sus más finos vellos. Aunque ya era consciente que ese color de ojos despertaba su libido.

 

Debía tener más contacto, tomó sus dos manos y las apretó bajo sus palmas. Estaban frías y muy temblorosas. Recién en ese instante cayó en cuenta que el muchacho estaba temblando y tragando con dificultad, mirándolo con un asombro que rivalizaba con su propio desconcierto y necesidad. Le miraba con tal intensidad, que Látis estaba seguro le traspasaba. Luego le dijo: Tú… tú…- en un susurro estrangulado, que sonó a acusación. Estaba tan pálido que parecía que en cualquier momento se desvanecería.

 

Le preguntó si se encontraba bien por sólo decir algo que rompiera la tensión, pues él, en especial, podría afirmar que NO, nada en ese encuentro estaba bien. Empeorando o quizá haciendo más interesante la particular situación, el aspirante al puesto levantó sus manos hacia los hombros del Veterinario, apenas rozándolo con las yemas antes de perder su autocontrol y desmayarse frente a él. Látis le sostuvo y atrajo a su regazo antes que cayera en el duro piso. Lo sujetó fuerte, aguantando todo su peso muerto.

 

Su secretaria, Mina, soltó un grito ahogado.

 

Himura-san rápidamente se acercó a ellos y le ayudo a llevar al desfallecido joven a una camilla. Látis, después de conversar con un sorprendido Himura-san, se ofreció a cuidar al Sumeragi, pues el catedrático recibió una llamada por un asunto de carácter urgente y tenía que salir.- Yo me encargaré de él, no se preocupe. Cuándo despierte, personalmente le llevaré a su casa, Himura-san.- Le dijo; éste le agradeció sus atenciones con su alumno, y lamentando una vez más tan extraño comportamiento de Subaru, se retiró.

 

Este día no se presentaba movido, así que después de atender a dos ansiosos niños que cargaban en sus brazos a su lanudo gato acompañados de su madre,  le dio unas instrucciones a Mina sobre el pedido de unas medicinas, y se dispuso a revisar unos papeles mientras le hacía compañía a su futuro compañero de trabajo.

 

Bueno, decir que estaba revisando los dichosos papeles, era mentir. Desde que acomodó una silla frente a la camilla y se disponía a hacer un poco de trabajo de oficina, sus ojos volaban fortuitamente en dirección al durmiente. No podía controlarse. Estaba algo molesto consigo mismo. Era insólito sentir ese grado de… de curiosidad; curiosidad, sí eso, curiosidad por éste individuo. ¡Por favor! ¡Era la primera vez que lo veía, y estaba dispuesto a preguntarle hasta por sus más antiguos ancestros! Sin embargo, se sentía algo decepcionado, el semblante casi horrorizado con el que lo vio el recomendado de Himura-san, fue perturbador. Como si fuera un fantasma o algo así. Quizá éste muchacho le conocía de algún lugar. Quizá Subaru-san pertenecía al pasado que no podía recordar… y ellos habían sido… ¿amantes? O tal vez, siendo lo más probable, su cerebro se estaba friendo en su propia vanidad.

 

Rindiéndose en tratar de leer un párrafo diez veces y no lograr enlazar una opinión coherente, decidió dejarse llevar por su curiosidad. Se levantó de la silla y se acercó al objetó de sus especulaciones.

 

Sus párpados cerrados y sus labios entreabiertos, y ese pincelazo de perfecta inocencia en sus simétricas facciones. Un molesto tirón en su estómago le hizo fruncir el ceño. Era hilarante, él que no lograba sentir más que deseos o simpatía por los demás, exceptuando el respeto por su tío Fausto e Himura-san, estaba entrando en un estado de trance al ver a su merced, todo indefenso, al único ser que le ha hecho sentir, hasta el momento y sin esfuerzo,- sin hacer el más mínimo esfuerzo-, contrariedad y sensaciones que no sabía cómo describirlas. Sólo sentirlas, pues buscar palabras que lograran expresar era tiempo perdido que no estaba dispuesto a invertir. Entonces, recordó que ésta no era la única persona que había afectado su autocontrol; El tipo del cuarto oscuro de aquella disco. Ese desconocido que lo dejó más caliente y frustrado de lo que estaba dispuesto a admitir. Sonrió y entrecerró los ojos. Qué mas daba si lo tocaba, digamos, un poco. “Aprovecha la mejor opción que esté a tu alcance”; decía tío Fausto. Látis siempre tenía esas palabras presente, aunque en este caso se podría decir: La más mínima oportunidad

 

Haciendo sonar los nudillos de sus manos, como si se dispusiera a hacer algo que ameritaba toda su concentración, hizo bailar sus dedos entre sí, antes de decidirse. Esto era tan poco profesional, que estaba tentado a darse media vuelta y fumarse un cigarrillo. Chasqueó la lengua con fastidio, desde cuándo él se deshacía en dudas para hacer algo; que pueda recordar. Nunca. Ni que lo vaya a matar con el toque de sus dedos.

 

Después de echarle un vistazo a la puerta, se encogió de hombros. Las comisuras de su boca se alzaron en una sonrisa felina, levantó su mano derecha, delineando con su dedo índice la línea recta del puente de su nariz, tan suavemente, que el que se encontraba recostado suspiró entre las brumas de su desmayo. Otra vez una sonrisa se dibujó en su rostro; rozó sus labios. Tan suaves y perfectos. Un par de labios delgados y acorazonados; se relamió los suyos propios. Bajó por la curva de su mentón y llegó a su cuello, el cual estaba cubierto, en una zona específica, con una fina capa de polvo, dándole un efecto aterciopelado a la piel. Con algo parecido a caricias apartó un poco de aquel polvillo color carne y, agudizando las pupilas, notó unas marcas levemente rosadas; aun había algo que parecía una base de maquillaje. Látis  alzó una ceja y con una mueca de divertido desconcierto acercó su rostro, casi rozando la piel con la punta de su nariz olfateando el olor de su sudor, el cual no le pareció  desagradable. No había duda, eran marcas. Chupones. Esta vez alzó las dos cejas.- Oh…- Musitó suavemente. Un rostro tan inocentemente angelical como el de este muchacho, tenía marcas de pasión en su delicada piel.- ¿Qué otras cosas tendrás escondidas?- Preguntó, deslizando su mano derecha por toda la longitud de su brazo izquierdo. Acarició su palma, al parecer todo en ese muchacho era terso; un movimiento involuntario de Subaru hizo que sus manos se entrelazaran. Látis parpadeó al notar algo extraño en el dorso de la mano del Sumeragi.

 

Era una figura muy, muy difusa. Era como si no estuviera allí; tan tenue. Pero ahí estaba… era… ¿era una estrella?, se asemejaba a un pentagrama invertido. Látis sintió el impulso, una sensación que se podría catalogar de natural, de delinear la figura borrosa con su dedo índice, así lo hizo; esta figura brilló con intensidad, como si la hubiera repintado con una sustancia fosforescente. Los bellos de su nuca se erizaron y de repente su cerebro dio una especie de latido que retumbó en su cabeza. Una sensación de Dejá vu estremeció su cuerpo tan rápido como vino. Una sensación inquietante, para nada tranquilizante, sólo que mientras más buscaba en su cerebro la ubicación de tal suceso, más se desvanecía, hasta que desapareció sin dejar más que un eco de algo. Sus ojos buscaron la figura trazada en ese dorso, y para su desconcierto, ya no estaba. No había nada allí. Frunció el ceño mirando el rostro de Subaru. Deshizo el contacto de sus manos, y se atusó el cabello mientras intentaba darle una explicación científica y lógica a lo que acababa de ver. Mucho trabajo y desvelo le estaban pasando factura. Giró para salir de ese cuarto y prepararse un café bien negro.

 

El hombre a su cuidado se movió y susurró algo ininteligible, Látis cesó en su intento de retirada y se volvió hacia el joven, y esperó.- Sei… seishiiiooo… aann…- Superado el momento de extrañeza, se acercó a Subaru y colocó su mano en la frente de éste.- Seeeiiii-se-seishiiuuus…aaan… no, nonono…

 

- Tranquilo.- Susurro al durmiente.- shhhh… esta bien- El muchacho removió sus parpados y lentamente abrió los ojos, bizqueó un poco hasta enfocarlo y luego se le quedo mirando. Látis le sonrió y no dijo nada. Otra vez se hacía presente esas extrañas sensaciones. No apartó su mano de la frente del otro, en cambio, deslizó sus dedos para tocar su cabello.   

 

Estaban así, ahí, mirándose. Calibrando las reacciones del otro. De repente, los ojos de Subaru se humedecieron y tragó con dificultad. Látis, consciente de que el joven ante sí sufría por algo que él no sabía, sintió un ensimismamiento casi placentero al verlo tan frágil… tan rompible… otra vez sus manos escocían por la imperiosa necesidad de tocarlo, palparlo, restregar su rostro en su cálida piel pálida, abrazarlo y… y…

 

- ¿Quién eres?- La pregunta cortó los divagantes deseos del veterinario. La voz sonó casi como un murmullo. Subaru se mordió los labios, nervioso y enrojeciendo más esos ojos bicolores, y Látis puso toda su atención en ese lugar y en la zona de su cuello.

 

Pervertido; dijo una voz en su cabeza a la vez que soltaba una risilla. Si, sí lo era

 

- ¿E-eres… eres un… fantasma? ¿Un espíritu? Tú… tú, tú eres… - La mano que anteriormente se entrelazó con la suya, se aferró a su bata blanca. El muchacho abrió más los ojos, escapándosele una lágrima.- No eres… se supone que yo ya no puedo… ya no puedo verlos, ni tocarlos… ya no puedo.- Se incorporó sin apartar la mano de Látis que seguía en su mata de cabellos oscuros; soltó la bata y la llevó casi con miedo hacia el rostro del Veterinario. El primer roce tentativo de esos dedos con su mejilla también implicó más estremecimientos.- No puedes ser él… - Su palma se curvó según la forma de la mejilla que estaba palpando. Subaru y Látis cerraron los ojos en sincronía perfecta, al sentirse mutuamente.-  Real… eres real… ¿Quién eres?- Interrogó sin abrir los ojos y acariciando con el pulgar la mejilla del hombre que le estaba haciendo perder la poca cordura que pudo juntar tras la muerte de Seishirou-san.

 

Látis estaba encantado con la calidez de esa mano en su rostro, ladeó un poco la cabeza para poder sentirla con sus labios. Él ya no sabía cuál era la diferencia entre lo denominado como conducta normal o extraña. Sólo deseaba que le siguiera tocando. Tímidamente, esos dedos tentaron los bordes de sus labios; abrió los ojos para encontrarse con los dispares de su objeto del deseo en su más bruta esencia. Subaru ya no tenía los ojos llorosos, pero había algo que los llenaba y hacía brillar de una forma demasiado irresistible de ver para Látis.

 

Su instinto le decía que si revelaba su identidad la magia se iba a romper.

 

- Dime, dime ¿Quién eres?…- Se arrodilló en la camilla y quedó a la misma altura que Seishirou, acercó su rostro y clavó sus dispares colores sobre sus ambarinos irises.- Eres tan joven como yo… es imposible. Esto debe ser un sueño… otro de los tantos que tengo contigo, otro más que tengo… Si, eso tiene sentido… sólo que hace tiempo no acostumbras presentarte tan joven.- Se acercó más y tomó su rostro con ambas manos. Látis se relamió los labios ante su abrumadora cercanía. El otro hombre pensaba que estaba soñando. Otra vez escuchó la risilla de la voz de su conciencia. ¿Se estaría aprovechando del joven?… ¿debería decirle que esta confundido; que no es un sueño?; que si se acerca más…

 

- La diferencia es que ya no soy tan inocente en mis sueños si tú estas presente… Sei-san… ya no…- Se acercó más.- Aún en sueños… sigues burlándote de mi…- Más cerca. Prácticamente su piel bullía en un sofoco.- Sólo que tú siempre das el primer paso, Sei-san…- El aliento del otro hombre chocaba contra su nariz y embriagaba su impecable autocontrol. Demasiado cerca. Podía contar las pestañas y admirar el verde esmeralda de uno del par. El otro dorado  le daba cierto aire de frialdad a tan preciosas facciones. Tan sólo tomaría el esfuerzo de inclinarse unos míseros centímetros, y su cuerpo se lo agradecería; más aún su zona más noble explosionaría de placer si se permitiera restregarse contra el otro como si estuviera en celo. Tragó saliva y contuvo sus ganas de boquear, dispuesto a dejarse arrastrar en la marea caliente de la invitación de esos labios dispuestos, sólo que algo latía en la niebla de su abierto deseo.

 

Espera. Látis, piensa. Piensa.

 

*Sumeragi Subaru es recomendado y protegido de Himura-san. No debía aprovecharse de este momento de debilidad y de su confundida cabeza-  Lo que quieres que pase no debe pasar, bueno, no por ahora*; se dijo con renuencia- Deseando golpearse por dejar ir una oportunidad como ésta, se vio obligado a responder.- Soy Látis…. Blitz Látis… el socio de Himura-san….- Dijo casi contra sus labios. Observando la vacilación en el comportamiento íntimo que el joven estaba a punto de coronar con un beso, el cual se le antojaba delicioso, y prometedor. Esos ojos se quedaron quietos mirándolo, preguntándole, discutiéndole sin palabras la veracidad de su respuesta. Lentamente, esa mirada se abrió más, fue como observar una reacción química en la lente de un microscopio ya que por un momento ese rostro perdió color y esa boca dejó de expulsar esa cálida corriente de aliento, siendo la siguiente reacción el calentamiento de su cuerpo, la ida y venida desembocada de su pecho y el coloreo violento de sus mejillas haciéndole lucir encantadora y totalmente avergonzado por la bizarra situación. El muchacho se alejó cómo si hubieran tirado de él, como un resorte, casi cayéndose de la camilla, consecuencia evitada por las manos de Látis en su cintura.

 

- Yo… yo-yo…- Balbuceó Subaru volviendo a mirarle, solo que ésta vez con susto bailando en su expresión.

 

- Sshh… tranquilo… No te haré daño… creo que soy muy parecido a alguien que conoces.- Le dijo con voz amable.- No te preocupes, te entiendo… el shock al que te expusiste fue muy fuerte… ¿Sufres de los nervios? – Preguntó. Le vio tragar y mover los labios sin decir nada.- Respira conmigo ¿de acuerdo?… inhala, leeeento, exhala leeento, eso es…eso es, no quiero que hiperventiles y te desmayes otra vez… así no podré invitarte un té y… conocernos más…- Látis le decía esto a la vez que le guiaba hacia una silla y respiraba con él.- Ya que seremos compañeros de trabajo… inhala… exhala… ¿ya estamos mejor?- Sus manos estaban ocupadas, una entre las manos y la otra en el lugar del corazón del muchacho, en posición de cuclillas.

 

Subaru asintió a su pregunta. Seguía mirándole. Seguían mirándose. Observándose intensamente de una forma que dos personas que han sido “recientemente” presentadas no deberían mirarse, pero que, quizá, dos personas que hace un minuto han estado a nada de besarse, siendo esta la “primera-vez” que se han visto, sí deberían verse así.

 

- Lo siento…- Musitó Subaru al encontrar su voz.- Lo siento tanto… yo, yo no sé… usted es tan… tan parecido…- Látis volvió a sentir la calidez de esas manos sobre la piel de sus mejillas. Nunca le permitió a nadie que, no fuera su tío Fausto, le tocase y menos con esa confianza y esa delicadeza que este hombre tembloroso le tocaba, se sentía… se sentía, bien… se sentía… correcto. Esbozó una sonrisa, una sonrisa sin pretensiones, simplemente fue un acto-reflejo ante el contacto, al percatarse de eso, tomó control del gesto y ensanchó los labios y dulcificó su mirada. Esa era su sonrisa, la que regalaba a todos.- Igual…- Susurró el estudiante, bajando las manos e irguiéndose un poco. Látis pudo leer claramente que su postura gritaba: “Estoy a la defensiva… si te acercas, saltaré”. Subaru, recordado el motivo por el que estaba ahí y cómo terminó, se acomodó mejor en la silla a la vez que estaba levantando la distancia de la cordialidad en el tono más seguro que pudo encontrar de su voz.- Lo siento, lo siento mucho, Blitz-san… no quería causar este tipo de bochornosa situación, perdone mi comportamiento… no volverá a pasar…- Se puso de pie e hizo una prolongada inclinación * ¿Cómo pude hacerle esto a Himura-sama? De seguro lo dejé en evidencia… ¿Qué voy a hacer?* Se lamentaba Subaru.- Esta en todo el derecho de pedirle a Himura-sama que ponga a otra persona en el puesto que me ofreció… Estoy muy apenado por mi comportamiento.- Se enderezó y miró hacia la puerta; el Veterinario notó cómo el otro hombre encogía sus palmas en fuertes puños al costado de sus muslos. Estaba nervioso y tenso, a la espera de algo. Él ya no podía acercarse y tocarle para tranquilizarle. En la cultura japonesa uno no podía ir tocando a la gente, recordó sus modales, su respeto al espacio personal del otro ¿Desde cuándo se había vuelto tan Kinestésico?

 

- Acepto sus disculpas… fue un incidente desafortunado que Sumeragi-san sufriera esa crisis de nervios, tal vez necesite descansar más, a todos nos llega a pasar alguna vez, lo sé, el estrés es así de traicionero… olvidémoslo. Aquí no ha pasado nada grave…

 

Subaru comenzó a balbucear, otra vez.- Pe-pero… yo he

 

- Pero nada, Sumeragi-san… he revisado sus calificaciones y las observaciones de Himura-san con respecto a su trabajo en el Zoológico, y son muy buenas… es bueno para usted familiarizarse aún más en un ambiente que tiene que ver directamente con su carrera. Estoy de acuerdo con eso, no tengo ningún problema… además, Himura-san confía mucho en usted, no lo decepcione por tonterías.

 

- Tonterías…- Susurró Subaru.

 

- Así es…- Látis quiso soltar una carcajada por la confusión dibujada en la cara del Sumeragi, pero si le daba demasiada importancia a la incomodidad del otro o se burlaba de ella, probablemente se escaparía y él no tendría la oportunidad de saber más de Subaru, y qué mejor manera de obtener información sino es de la misma fuente. Látis aún estaba muy turbado por lo anteriormente sucedido, pero no era oportuno sacarlo a flote en estos momentos. No, no era el momento.- Dado que ya aclaramos ese punto, le invito una taza de té en una cafetería cercana… para conversar y ponerle al corriente de cómo es el trabajo en estas instalaciones ¿Qué le parece?- Buscó la mirada del muchacho y le sonrió.

 

Subaru parpadeó perdido en cómo debía actuar. Ese hombre, Blitz-san, le remecía todo, hasta tenía miedo de dar un paso deliberado y que las rodillas le fallasen. El corazón aún le latía en la garganta y en los oídos. Apretaba los puños tratando de controlar el leve mareo y las ganas de salir de ahí corriendo y gritando, como alguien que ha visto un espectro por primera vez. Pero no lo era, lo había tocado. Trató de controlar el rubor que sentía esparcirse en sus mejillas al recordar lo que había estado a punto de hacer ¡Dios! ¿Cómo era posible? ¡Casi lo besa! Podía seguir sintiendo el golpe del aliento de Blitz-san sobre sus labios, la fuerza y la temperatura de sus manos sobre las suyas. Su cercanía, sus cuerpos tan cerca, el roce de sus ropas, la energía emanando de él… su piel picándole por más contacto, en aquel momento y ahora. Y era Seishirou… y no era él… Y era Látis y era Seishirou… y no eran ambos, y no era el segundo… y él estaba desvariando, estaba volviéndose loco. Lo que empeoraba todo era que el otro estaba como si no hubiera pasado nada, como si todo fuera parte de la alucinada mente de Subaru, y encima le estaba invitando a tomar un té con él… para… para hablar de trabajar ¡Juntos! No, no, no… En algún momento iba a despertar. Si, claro… no había otra explicación. Aunque se haya devanado en disculpas con el Seishirou-no-real.

 

Despertaría, como siempre sucedía cuando el sueño se estaba volviendo una pesadilla. Solo que ya estaba, supuestamente, convencido que este hombre existía.

 

- ¿Sumeragi-san? ¿Esta bien?- Le preguntó Látis desde la puerta que mantenía abierta, invitándolo a seguirle.

 

Subaru respiró profundo y asintió. No debía dejar mal a Himura-sama, él confiaba  en Subaru, y éste le apreciaba mucho. Le siguió tomando su bolsa de libros.

 

Salieron de la habitación y Subaru se mantuvo detrás de Látis todo el trayecto, bajaron una escalera y se encontraron con Mina, la secretaria.- Buenas tardes, Biltz-san…- Al ver a Subaru ella sonrió y la leve arruga en su frente se aplanó con una expresión de alivio.- ¿Se siente mejor, Sumeragi-san? Me asustó…

 

- Si, estoy mejor, gracias, Mina-san… Discúlpeme si le cause preocupación.

 

-  No se preocupe, me alegra que se haya restablecido.- Le dijo la mujer.

 

- Gracias, Mina-san.- Volvió a agradecer Subaru.

 

- Al parecer ha estado expuesto a mucho estrés… sólo debe descansar un poco más… Mina, saldremos; posterga mis consultas para mañana… yo también necesito un poco de descanso.- Le dijo a la joven mujer mientras se quitaba la bata y se remangaba las mangas de su camisa color vino-tinto, se aflojó un poco la corbata y le guiñó a Mina.- Por favor, acondiciona la oficina de Sumeragi-san, debe estar lista en estos días…

 

- Sí, Blitz-san…

 

Volteó a ver a Subaru.- Disculpa si te hacemos esperar por tu propia oficina, pero Himura-san no suele trabajar aquí y pues tu traslado ha sido algo rápido. Hasta que esté lista compartiremos la mía… así podré explicarte más de este trabajo… Mina, que tengas una buena noche.

 

¿Noche?

¿Qué hora se suponía que era?

 

- Ustedes también… Cuídense.- La escucharon decir al bajar la última escalera y dar con la puerta de salida. Estaba a punto de anochecer ¿Tanto tiempo estuve inconsciente?; Se preguntó Subaru, sintiéndose algo desorientado.

 

- ¿Te gustan los pastelillos borrachos, Sumeragi-san?

 

- Eeehh… creo que si.- Le respondió evitando mirarle a los ojos. Látis sonrió de lado.

 

Subaru vio sacar a Látis un pequeño aparato de su bolsillo y apretar el único botón, dos sonidos agudos salieron de un auto, Blitz-san se acercó a él, abrió la compuerta del lado del co-piloto y le hizo un gesto con la mano.- Vamos, sube… no quiero que camines, aún estas algo pálido.

 

Subaru quería decir: “No, gracias, yo me voy a mi casa en el subterráneo… y no me sigas”. Pero no podía. Suspirando se acercó a él y se acomodó en el asiento. El  Veterinario una vez dentro los puso en marcha.

 

*Ojalá no me hable y esto pase rápido… me siento tan torpe a su lado, me pone tan nervioso…*

 

- Sé que es muy pronto para pedirte esto, ya que nos conocimos hoy, pero hay algo en ti que… que no sé cómo explicarlo… Espero que nos llevemos bien y que podamos tratarnos no tan formalmente… Puedes llamarme Látis, somos de la misma edad y trabajaremos juntos…- Observó Látis.- ¿Te parece bien?

 

Subaru se quería agarrar de la cabeza y tirarse de los cabellos por las reacciones que su cuerpo estaba experimentando tan sólo al oír la voz de este hombre. *Tranquilo, tranquilo… es sólo alguien que se parece MUCHO a Seishirou-san ¡Demasiado!… NO es él… Todo el mundo dice que todos tenemos un doble vagando por ahí… aunque yo pensé que Daichi ya era lo suficientemente parecido a Sei-san… pero no, tenía que haber alguien que ha sido calcado a carbón con la imagen de él… el destino quiere torturarme…*.

 

-… - Mortificado, levantó la cara y vio por el espejo retrovisor que el conductor le observaba fijamente. Los mismos ojos. Imposible. Ese par de ojos tan penetrantes, esa mirada que podía fingir tantas cosas como el mejor de los actores. Esa misma mirada que lo vio con indiferencia mientras le rompía el brazo. Esa mirada que disfrazada de ternura le dijo que le amaba, cubierta por el marco de sus anteojos. Anteojos que ya no estaban, que ya no se sostenían en el puente de su nariz… Esa… esa misma mirada, animada por un solo ojo sano, que se apagó aquel día. Pero no es él. No son la misma persona… Seishirou era mayor que Subaru. Además, perdió ambos ojos, uno lo tenía él. Subaru lo tuvo entre sus brazos cuando murió, aún podía sentir la calidez del interior de Seishirou-san en su mano derecha, su corazón latiendo, su sangre tibia y roja resbalar en sus dedos.

 

- Creo que aún no estás bien del todo… te llevaré a tu casa.- Subaru tenía la apariencia de desvanecerse, otra vez, en cualquier momento. Tampoco quería que se enfermara por estar con él.

 

- No… no es necesario que se moleste, Blitz-san… estoy bien, me iré solo.- Era una mezcolanza de sensaciones, el mareo seguía ahí. La necesidad primaria era alejarse, a la voz de YA, de éste hombre, pero también se sentía necesitado de estar con él. Una mano invisible lo apartaba y la otra lo jalaba a él. Quería y no quería. Su mente gritaba “Si, aléjate” pero su cuerpo se rebelaba con un contundente “No te atrevas”. Cerró los ojos ante la guerra interna que se desataba en su interior, y el causante de todo, ni enterado. No se percató cuando el auto se detuvo, sólo fue consciente, muy consciente, de la mano que se cerraba en su hombro derecho, siendo ahí cuando cayó en cuenta de que se cubría el rostro con ambas manos a la vez que su respiración y pulso estaban disparados.  Todos los vellos de su cuerpo se erizaron, fue incapaz de controlar el temblor que le sobrevino.

 

La sensación de irrealidad y entumecimiento no se iba, permanecía ahí, tirando de sus nervios.

 

- Te he afectado mucho, lo siento… no quiero que tengas miedo. No tengo la más mínima intensión de dañarte, créeme.- La voz suave de Látis fue reconfortante. Levantó el rostro y bajó las manos, atreviéndose a mirarlo a pesar de todo. Ahí estaba ese rostro, una visión más joven, sin los falsos lentes de medida, ni las oscuras gafas de sol; sin la marca en la mejilla; sin el estático ojo de vidrio reflejando la culpa que llevó por años; sin la mirada indiferente de perfecto asesino, dejando en su lugar un par de hermosos ojos ambarinos que lo miraban con algo que ya no era burla; el cabello de corte más moderno y sofisticado remarcando su atractivo natural. No, no era Seishirou-san. Su Seishirou-san… Se mordió el labio inferior, y antes de pensarlo si quiera, se lanzó hacia él y le estrechó con todo lo que tenía, en un vicioso abrazo que le hizo suspirar de alivio. Toda la tensión acumulada, todos los nervios se esparcieron en el aire. Respiró el perfume de la ropa, su mejilla caliente se frotó contra el cuello tibio de Látis. Alivio. Las lágrimas comenzaron a brotar traicioneras, y la sensación de estar flotando calmó a su esforzado corazón. Lloró, sin pensarlo; lloró como un niño desconsolado… y lloró aún más cuando él le correspondió el abrazo y lo envolvió con la abrasiva presencia de su ser.

 

Sorprendido, en primer momento, cuando su copiloto volteó a verle. La carga de sentimientos en ese par dispar fue una bofetada a sus pretensiones ¿Cómo era posible que alguien como Sumeragi-san provocara que toda su espina dorsal se estremeciera? Atravesado. Confundido a más no poder cuando Subaru comenzó a llorar. Algo tiraba de sus vísceras ante esa imagen desolada. La mano que posó en su hombro derecho se tornó insuficiente, Látis deseaba tocarlo más… estrujarlo. Lamer sus mejillas llevándose sus lágrimas en el acto. A duras penas podía controlar el impulso animal de marcarlo de alguna manera. ¿Por qué? Lo sabía, no tenía explicación. El movimiento de Sumeragi-san lo tomó en nulo. Este hombre le abrazaba como si fuera un salvavidas. El contacto de su piel con la dermis caliente del tembloroso ser frente a él, fue un latigazo de placer tan bienvenido que ese algo dentro de él ronroneó satisfecho. Era una situación  mórbida, pues disfrutaba tanto la cercanía de sus cuerpos, que lo abrazó con infinito placer, a pesar que el otro rompía en llanto seguramente por algo que le entristecía mucho. No lo abrazaba para consolarlo, pero tampoco para lastimarlo, sólo deseaba hacerlo, porque si… porque podía, porque quería… porque la sensación era demasiado sobrecogedora. Porque si Sumeragi-san necesitaba llorar, pues podía hacerlo, pero que lo hiciera en su pecho, que presionara sus manos en su ropa de diseñador y la humedeciera con sus lágrimas. No importaba. Estaba bien. Las imágenes del comportamiento inconscientemente sexy y desenfadado, estaba seguro de eso, de Sumeragi-san estaban ahí martillando perturbadoras en las paredes de su cráneo.

 

Y lo más inverosímil de todo era que…

 

Era la primera vez que se veían. Era su primer contacto. Y el resultado de su encuentro se podía calificar como: Demasiado intenso.

 

Su organismo no estaba acostumbrado a pasar por tantas emociones juntas; emociones que erizaban su piel, embotaban su cerebro con disparos hormonales dignos de un adolescente inexperto. No lo estaba.

 

Sumeragi-san comenzaba a calmarse y se suponía que el momento acabaría. Cerró los ojos e inhaló el aroma del cabello negro bajo su mentón. Lo presionó más contra su pecho. Suspiró para sus adentros. Debía darle consuelo, no podía dejarlo así, a pesar que esa fragilidad le dejase indefenso a sus intenciones.- Shhh… tranquilo. No llores más, Sumeragi-san…  No sé nada sobre la pena que te aqueja, pero si necesitas que alguien te escuche, aquí estoy… no diré nada si no quieres, sólo te escucharé… pero ya no llores…

 

Subaru se despegó apenas unos centímetros del rostro que le observaba con gentileza y se mordió el labio inferior, indeciso en responder o no. No se dio por enterado de la dilatación de las pupilas de su interlocutor, fijas en su movimiento dubitativo.

 

Blitz-san sonrió amable.- Un té te hará bien… te llevaré a mi casa, Sumeragi-san, no puedo dejarte solo, en ese estado.

 

Sin separarse aún, Subaru negó con la cabeza y los ojos húmedos. Su garganta estaba hecha un nudo.

 

Ambos se miraron.

Blitz-san levantó su mano derecha y pasó su pulgar debajo de los ojos de Subaru secando sus lágrimas; en un roce solemne acarició su mejilla y le dijo.- No es bueno llevar el dolor solo, Sumeragi-san… Sé que nos conocemos de nada, pero permíteme aligerar tu pena… trabajaremos juntos, y a pesar de nuestro extraño primer encuentro…- Sonrió dulcemente, cerrando los ojos e inclinando hacia un lado la cabeza.- presiento que eres alguien que vale la pena conocer y tener como amigo… no rechaces mi invitación, ya que no estaré tranquilo sin saber que realmente estas bien…

 

¿Subaru qué podía hacer?

Estaba derrotado…

Sólo pensaba en lo bien que se sentía estar cerca de él. Sólo dejarse llevar… llevar por la corriente de aire del aliento tibio de Blitz-san.

 

- Yo… yo agradezco su preocupación, Blitz-san…

 

- Agradécemelo cuando te sientas mejor…

 

- Ya me siento mejor…

 

- Que bien… pero necesitas comer algo, y no creo que quieras a gente bulliciosa a tu alrededor…

 

Que hermosos ojos ámbar. Hermosos y cálidos. La piel de sus palmas tan suaves y masculinas. Dedos largos y de tacto firme.

 

Nunca se había permitido sentirse así. Nunca, después de la muerte de su hermana, había dejado que alguien le tocara y estrechara con esa facilidad y naturalidad. Era tan… tan loco. Ni con Daichi podía tener este tipo de acercamiento, y ellos eran buenos amigos. Subaru lo adoraba con el alma, a pesar de su reticencia por abrirse sentimentalmente. Y ahora, llega este hombre y Subaru se siente totalmente descontrolado. Fuera de sí. Fuera de la vergüenza, que sí la sentía, pero que se volvía gelatina derretida en las manos de Blitz-san. Debía buscar un punto de equilibrio ante esta vorágine de sensaciones.

 

- ¿Qué te parece? Tampoco quiero obligarte… no quiero que te sientas incómodo por mi presencia… No quiero ser una molestia, soy amigo de Himura-san y le prometí cuidarte… y al verte así, también es mi voluntad hacerlo.- Deslizó su mano acariciante hacia la nuca de Subaru, rozando en el camino el lado izquierdo de su quijada y cuello, sus dedos jugaron con su cabello corto. En la cabeza de Subaru sólo estaba el pensamiento de que Blitz-san le acercaría más a su rostro y besaría su boca, y él no sabía si iba a poner resistencia o tomaría el rostro de la imagen más joven de Seishirou-san con los labios entreabiertos, devorando esos pares con toda la fuerza con la que latía su corazón.

 

No no no….

 

¿Desde cuándo su libido se disparó tanto? ¿Cómo fue que su mente se quitó ese virginal velo que la cubría del siseo hormonal de su cuerpo? Del miedo a su desenfado, a su lujuria dopada por severas enseñanzas y pureza de pensamiento. Un corazón demasiado puro, blando… rojo apasionado. Temeroso y avergonzado tiñéndose en sus mejillas. En la inseguridad innata de que cómo alguien como Seishirou-san se fijaría en alguien tan soso como él. Alguien sin gracia y torpe, representante de todo aquello a lo que el Cerezo trituraba y antagonizaba porque ese era el destino, el equilibrio.

 

El estúpido equilibrio, eternamente estudiado, últimamente odiado.

 

Pero ha pasado tiempo. Subaru ya no es el mismo. Su cuerpo ya no es el mismo… ya ha besado a otros, ya ha acariciado y ha sido acariciado. Ya ha sido tocado. Ya ha despertado. Su piel ya no sólo pugna por calentarse en su rostro, ya no hay repudio y reproche de su parte, al sentir la excitación hormiguear en su ingle, y endurecer su miembro sensible, su símbolo de potencial poder de desfogue.

 

Y es así como estaba empezando a sentirse.

Caliente.

 

Látis sólo tenía una orden de su cerebro: “Ya lo tienes de la nuca, devora esos labios… cómetelos.”

 

La orden era clara… el deseo estaba ahí.

Necesitaba dar un respiro…

 

Su mente dio un gruñido de exasperación.

 

Qué ridiculez. Sumeragi-san era sólo un hombre muy guapo y, por ahora, frágil de los nervios. No había nada que lo hiciera tan especial para que él esté reaccionando de esta absurda manera. Él ha estado con varios hombres, una que otra mujer (algo para olvidar), muy atractivos, rostros y complexión de modelos. Muy complacientes. No se habían echado a llorar en su hombro… Látis los hubiera desechado al instante, de haberse dado algo así.

 

- Esta bien, Blitz-san…

 

- Buena decisión, Sumeragi-san…

 

Otra vez se quedaron absortos viéndose, al caer en cuenta de esto, y evaporarse un poco la angustia que le embargó al principio, el cuerpo de Subaru se tensó en los brazos de Látis y con un respingo se separó de él, como era de esperarse, el rostro de Subaru era tan rojo como la luz de un semáforo.- Lo siento, lo siento… yo… yo no debí…

 

Subaru se quedó mirando sorprendido al conductor del auto.

 

La carcajada que soltó Blitz-san, estremeció placenteramente cada tejido cutáneo. El sonido era claro y roto en un eco ronco, el gesto de su rostro removido en algo tan cotidiano como una risa. Lo hacían más guapo. Su estómago comenzó a cosquillear al punto de llegar a ser una agradable molestia. Sería el hambre, habría sido tan bueno que sólo fuera eso.

 

Aun riendo, Látis volvió a encender el motor y los dirigió a su departamento. Durante todo el trayecto ambos se quedaron en silencio, sumergidos en sus propios pensamientos, los cuales tomaban rumbos diferentes.

 

*Su departamento… Solos… ¿Subaru, qué haces? -Esta situación le daba una sensación de ligero parecido a la que tuvo cuando conoció por primera vez a Daichi- Blitz-san es casi un extraño, y tú no estas en tus cabales… pero es sólo un té. Además, tu comportamiento, si yo fuera él, dejó mucho qué desear… Blitz-san debe pensar que soy un pobre imbécil sentimental… y lo soy.* Subaru estaba tentado a pasarse una mano por el rostro y bufar. Lo miró de reojo y rápidamente volvió su atención al parabrisas; había un gatito de juguete frente a él, echado y mirándole con ojos enormes que se movían sin parar. Esbozó una sonrisa. *Sigo siéndolo… vamos, Subaru, es sólo un té… no una cita para… para… para tú ya sabes qué.* Cuando algo caliente se regaba en sus mejillas volteó la cabeza para mirar por la ventanilla. *Tonto, tonto… hace tiempo que no me pasaba esto… sonrojarme a esta edad… Sólo que esto es más fuerte que yo. Tranquilo, no puede ser tan malo…* Lo vio por el reflejo del vidrio en la ventanilla. Su perfil, su espalda recta, su mirada tranquila, sus manos tomando el volante. Soltó un suspiro y trató de concentrarse en otras cosas.

 

Daichi. Oh, si, Daichi estaba molesto con él. Tenía que hablar con él.  Pero no tenía idea de qué decirle, quizá: “Lo siento… pero no puedo, simplemente, yo no me siento atraído de esa forma por ti. El problema no eres tú, soy yo. Yo tengo toda la responsabilidad… en todo este tiempo no he podido olvidar a Seishirou-san. Puedo estar con otras personas, pero no contigo… tú eres especial, siento que eres especial. Por lo tanto no puedo verte de otra manera que no sea como un hermano. Ya encontrarás a alguien que te corresponda de la misma manera” ¿Eso funcionaría? Hasta habladas en su propia mente sonaban a una excusa pobre, barata, pero era así como se sentía con respecto a los pequeños avances que Daichi lograba tener con él.

 

¿Y cómo iba a mirarlo a los ojos después de conocer a Blitz-san? Que sin ningún esfuerzo tenía a Subaru abriéndose como una puerta de alta seguridad a la que le han digitado la clave de ingreso. Y Subaru aun no recobraba fuerzas para cerrarse y guarecerse en ella. Sentía cierto remordimiento, ya pasado un poco el shock inicial.

 

Estaba siendo egoísta. Desconsiderado… pero él nunca le prometió nada a Daichi, nada parecido a una relación amorosa. Se estropearía todo, lo sabía. El último beso que se dieron le dejo una idea clara y persistente de que sus sentimientos por Daichi eran tan puros y fraternales que no sintió ni el más leve deseo carnal por profundizar su acercamiento. Es más, le permitió que le besara porque quería que Daichi fuera feliz, que se sintiera bien.

 

Estaba mal. Muy mal.

*Debería dejar de estar pensando en estas cosas, es como si estuviera disculpándome por algo que voy a hacer… como si yo fuera a tener algo con Blitz-san*, pensó desesperado

 

- Falta poco, Sumeragi-san.

 

- S-si…- Balbuceó.

 

Sumeragi-san estaba abstraído en sus propios pensamientos, era inevitable; una leve línea surcaba su entrecejo. Una incipiente arruga de preocupación. Látis le miraba de vez en cuando por el rabillo del ojo o por el espejo retrovisor, cuando Subaru no se daba cuenta.

 

No sabía si reír o fruncir el ceño molesto. La postura corporal de este hombre hablaba de timidez e inseguridad, aunque desentonaba el aparente estoicismo de su rostro. Una vez calmado, Sumeragi-san no volvió a decir palabra y tenía la apariencia de no estar con él, de no haber llorado en sus brazos, de no haber intentado besarlo, de no haberlo seducido con la ternura de sus preciosos ojos o la lozanía de su pálida piel. Observó sus manos, entrelazadas; delgados dedos, uñas cortas y una que otra casi invisible cicatriz blanquecina en sus dorsos. ¿Habrá sido su imaginación? La estrella invertida que vio brillar y desaparecer de su piel, habrá sido producto de su imaginación ¿en verdad? O tal vez era uno de esos tatuajes que no son visibles a la luz del día y sólo los vez brillar en la noche, pero no estaba oscuro… quizá habrá sido eso. Tenía lógica.

 

Lo observó fortuitamente otra vez y en esta ocasión pudo ver cómo se sonrojaba e inmediatamente giraba el rostro hacia la ventanilla, sus manos se hacían puños sobre sus muslos. Con el cuello al descubierto, Látis podía notar esas marcas, aún con la base de maquillaje, no eran tan visibles a simple vista, pero él sabía de ellas, así que sus ojos eran conocedores de su existencia. Volvió la mirada hacia la autopista.

 

Entonces, en base a ellas, Sumeragi-san tenía pareja, en el peor de los casos… o, con algo de suerte, era alguien como él, “amantes de turno”. Sólo que lo que no encajaba en ese pensamiento era la apariencia de ¿“candidez”? No. “Inocencia… inocencia interrumpida” o algo así. Si, eso…

 

Se dio cuenta de la mirada de tristeza en el rostro de Subaru reflejada en el vidrio, otra vez esa sensación molesta de que algo tiraba de sus vísceras. Un sentimiento de contradicción alojado en su pecho le hizo decirle que ya estaban cerca. No le era agradable, para nada, esta reacción tan atípica en su cuerpo.

 

Al llegar y dejar su auto en el estacionamiento del conjunto de apartamentos, subieron al ascensor hasta el piso seis. Sin cruzar palabras.

 

Subaru estaba muy nervioso y sólo apretaba y soltaba las manos como indicio de eso. Era más que extraño… era como si estuvieran a punto de hacer algo más que tomar un té… algo más, por qué otra razón estaría su cuerpo así de estremecido. Una risa nerviosa se le escapó ante el pensamiento. Blitz-san le observó sonriente, como si él hubiera pensado lo mismo, y compartiera la gracia del asunto. Subaru apartó la mirada.

 

Caminaron por un largo pasillo y entre todas las puertas de madera brillante, Blitz-san se detuvo en el número 35-A, pasó por una ranura la tarjeta de seguridad y la puerta se abrió. Blitz-san le invitó a entrar primero, Subaru se le quedó mirando por unos segundos interminables y se decidió a entrar.

 

- Bienvenido, Sumeragi-san. Espero que no te incomode mi departamento… soy alguien muy práctico y básico en decoración.- Sonrió Látis al sacarse los zapatos y dejarlos en la entrada, quedándose con las medias. Subaru se sacó los suyos. Puso su mochila en el perchero.

 

La estancia estaba dividida por colores fríos y sobrios, una salita de estar con sofá y sillones negros y cojines azul-eléctrico, una mesita de té y un mueble de madera rojiza que sostenía el inmenso televisor plasma, un estéreo más pequeño, y un DVD al lado de dos pilas interminables de Cd’s; la cocina a un costado estratégicamente cerca de una bellísima mesa negra y redonda; el dormitorio, bueno, pensaba Subaru, y no es que quisiera saber con exactitud, estada separada por unas paredes de vidrios gruesos que distorsionaban la imagen del interior.

 

- Toma asiento, Sumeragi-san… prepararé algo para comer…- Látis se acercó a la cocina y removió algunas cacerolas.

 

- No, no quiero que Blitz-san se tome esas molestias… no se preocupe, un té esta bien.- Se apresuró a decir, poniéndose en pie y acercándose unos pasos a la cocina.

 

Blitz-san le sonrió condescendiente.- Gracias por ser tan considerado, Sumeragi-san, pero quiero hacerlo, después de lo que pasaste necesitas comer algo más consistente que un té… No te preocupes, será rápido. No me molesta, yo también me muero de hambre, si quieres que te sea sincero.- Látis comenzó a sacar de la refrigeradora unas verduras y carne ya troceada, unos bollos de arroz ya hechos colocándolos en el microondas y una trozo grande de pastel que sobró de ayer en la noche. El estómago de Subaru, para su desgracia y vergüenza infinita, rugió interesado. Blitz-san le miro alzando una ceja y comenzó a reír suavemente.- Estamos hambrientos ¿eh?

 

- Oh… qué vergüenza, yo…

 

- No hay nada de qué avergonzarse…- Cortó un poco de pastel, lo puso en un platito con una cucharita y se acercó a la mesa.- Ten, Sumeragi-san… pica esto hasta que esté lista la comida…-

 

Subaru, más rojo que un tomate, se acercó a la mesa y tomo asiento.- Puedo ayudar a cocinar, Blitz-san…

 

- Nada de eso. Sumeragi-san es mi invitado.- Blitz-san le puso una mano en el hombro, provocando que volviera a estremecerse, y le dio un apretón. Volvió al quehacer de la cocina.- Aunque debo advertirte que no soy tan bueno… pero tampoco tan malo en la cocina.- Soltó una risita.- Me gusta cocinar, cada vez que puedo… y más aún para las personas que me agradan…- Le dio una mirada fugaz a Subaru. Este tragó dificultosamente en pedacito de pastel ante la clara alusión de “personas que me agradan”

 

- Esta delicioso.- Aprobó a pesar de todo. Lo estaba, el merengue tenía un sutil toque ácido.

 

- ¿Enserio? Que bien… yo lo preparé, pensé que sólo yo podría comérmelo.

 

Blitz-san siguió cocinando y haciendo uno que otro comentario sobre comidas, el clima y, sólo un comentario con respecto al trabajo. Subaru, aun nervioso, trataba de seguirle la línea de conversación, no quería que el otro creyera que era un retrasado o algo parecido.

 

*Hasta su voz es igual… sólo que su tono es amable, no como cuando yo era adolescente.* El de ahora era un tono más relajado. Ya no trataba de enamorarlo, ni de burlarse de él. Pero ahí estaba, con diferente color en la pronunciación de las palabras, pero era la misma. El corazón de Subaru dio un latido más fuerte.

 

- ¿Sumeragi-san?

 

- ¿Eh?- Subaru parpadeó un poco exaltado, saliendo de su remolido de pensamientos, sin apartar sus ojos de él. No podía hacerlo, estaba como hipnotizado.

 

Blitz-san le miro fijo por un momento sin dejar de cortar las verduras.- Que si tienes novia…

 

Subaru abrió mucho los ojos, casi escupe el pastel, y empezó a negar frenéticamente con la cabeza, otra vez rojo.- Nonono…

 

Seishirou, no, se reprendió mentalmente, Blitz-san le volvió a mirar como reteniendo el aire, comenzó a moverse como si temblara, sin contenerse más… se desató en carcajadas.

 

Estaba riéndose otra vez… a costa suya, pero se estaba riendo, al parecer sin malicia, sin lastimarlo. Subaru se mordió los labios, sintió la necesidad imperante de reír junto a él, o tal vez se contagió del sonido de su risa, a sí que lo hizo.

 

Rió.

Primero tímido, después totalmente atrapado en la agradable sensación.

 

Sus ojos brillaban, el gesto de su rostro sonriente, la placidez y ese vestigio de inocencia rota que él podía ver tan bien, casi como si pudiera olerla, apagaron poco a poco su risa. Nuevamente deseaba tocarlo, abrazarlo fuertemente, sin importar si al otro le causara dolor.

 

Quería decirle que poseía la sonrisa más cautivante que había visto desde que podía recordar; pero era una cursilería, que no sabía, hasta este momento, que podía gestarse dentro de él.   

 

Aun sonriendo.- Sólo fue una broma… en realidad te pregunté si los exámenes en la universidad son muy duros, ya que trabajas… pero estabas algo distraído, y no me resistí… lo siento.

 

Subaru se calmó y negó con la cabeza, mientras una sonrisa seguía bailando en sus labios.- Es algo duro… pero esta bien. Necesito el trabajo, y lo mejor de todo es que me gusta mucho cuidar de los animales…

 

- Eso es bueno… no hay nada mejor que trabajar en algo que te apasiona. Me alegro por ti… en la veterinaria aprenderás mucho, puedes preguntarme cualquier duda que tengas.

 

- Si, gracias, Blitz-san…

 

Látis colocó las verduras cortadas y empezó a saltearlas en la sartén junto a la carne ya cocida.

 

Unos minutos después, Subaru ayudaba a Blitz-san en colocar los platos y servir la comida.

 

- Gracias por la comida.- Dijo alegremente Blitz-san y tomó un cubierto.

 

- Gracias por la comida.- Dijo Subaru y probó el Teriyaki, o lo que intentaba ser Teriyaki, según las propias palabras de Blitz-san. Este intento, no salió como el platillo mencionado, pero sabía muy bien.- Delicioso… el pollo esta muy bueno.

 

- Se hizo lo que se pudo…- Sonrió Látis.- Aún me pierdo con toda la cantidad de ingredientes que se utiliza en la cocina japonesa… La mediterránea me gusta más… es más fácil de hacer, en mi opinión. La próxima vez te cocinaré una de mis especialidades, Sumeragi-san.

 

¿La próxima vez?; Subaru alzó las cejas, y Blitz le respondió con un parpadeo.

 

- ¿Estuvo mal lo que dije? – Cuestionó su anfitrión.

 

- Ah… bu-bueno, no, no estuvo mal… Me gustaría pagar tu amabilidad cocinando algo que te guste…- Terminó diciendo sorprendido consigo mismo.

 

- ¿Enserio?- Dijo bajando el vaso del que bebió un poco de soda.- No tienes que molestarte, yo lo hice por…

 

- No es molestia, sería un placer devolverte la atención…- Miró a su alrededor y dudó un poco.- Mi departamento no es tan sofisticado como el tuyo… pero algo podré hacer.

 

- Acepto…- *Será interesante*; se dijo así mismo.- Es una cita…

 

Subaru se quedó con la boca abierta, al darse cuenta la cerró, sacudió su cabeza y dijo más recuperado.- Claro, una cita….- Vacilante.

 

- No olvidemos que te debo un té…

 

- Pero ya…

                                  

- Así me deberás otra cosa, y tendrás que verme después del trabajo.- Razonó, Látis, llevándose una dedo cerca a la comisura derecha de sus labios, luego, lentamente, dejó su mirada en la del otro, que se volvió a quedar con la boca abierta.

 

- No tienes que sentirte obligado…- Dijo sin aire Sumeragi-san.

 

- No, no me siento así.- El semblante tranquilo de Blitz-san lo dejaba sin saber cómo negarse. Látis llevó su mano derecha cerca de su rostro y apoyando el codo en la mesa, colocó su mejilla en su palma abierta y usando su arma infalible, miro con toda la intención seductora del tono ronco de su voz a un desarmado Subaru. Pestañeó y dijo.- ¿Tú sí?

 

Subaru quería… quería… en verdad deseaba negarse a esa locura. La parte racional de su cerebro le gritaba eso: “NO, Subaru”

Qué pena que muchas veces, por no decir todas las veces, nuestro cerebro no suele ponerse de acuerdo con nuestro corazón. Pues el corazón de Subaru estaba en la palma de esa mano que tocaba la mejilla de Blitz-san.

 

Cerró los ojos y negó con la cabeza.

 

- Bien

- Bien…- Repitió, arrepintiéndose en el mismo instante en que la palabra salía de su boca.

 

Volvieron a comer. Después de ayudar a lavar los trastes, Subaru estaba pensando en cómo decirle que ya tenía que irse. Blitz-san se le adelantó.

 

- Te llevaré a tu casa.

 

- Puedo tomar un taxi.

 

- Para qué si yo puedo llevarte.- El veterinario se encogió de hombros, como si eso fuera lo más obvio que se debía hacer.- Yo te traje a mi departamento, yo te llevo al tuyo.

 

Subaru no tenía fuerzas para discutir. No después de un día tan intenso como hoy.

 

Blitz-san le llevó en su auto hacia su departamento, al bajar ambos del coche, Subaru hizo una prolongada inclinación y le agradeció su hospitalidad y paciencia con él.

 

- No me agradezcas nada.- Látis se estaba resistiendo otra vez, quería tocarlo pero no podía.- ¿Te sientes mejor, Sumeragi-san?

 

Algo cálido embargó a Subaru, sonrió.- Si, mucho mejor, gracias…- ¿Por qué sus mejillas insistían en colorearse? ¿Por qué no podía estar imperturbable como con otros, como con Daichi? Este hombre sólo se parecía a Seishirou-san, si así se ponía por cada sujeto que conozca y tenga un mínimo de parecido con Seishirou-san, podía darse por perdido.

 

*Al diablo*, pensó Látis. Se acercó a Subaru y tomó sus manos, sentía la agitación en el otro hombre; notó que su pecho subía y bajaba más rápido, él también estaba agitado. Vaya, sus manos estaban calientes. Ambas manos.

 

- Wow… parece que aquí hace mucho calor…

 

- Creo que sí…- Dijo con voz casi desvanecida, Sumeragi-san.

 

- Es pleno otoño.

 

- Si…

 

- Sumeragi-san ya no estés triste… realmente espero que nos hagamos amigos… buenos amigos.- Terminó, buscando sus ojos.

 

Dando un suspiro que no pudo contener, respondió.- Si, claro… buenos amigos…- Subaru cerró los ojos y se relamió los labios, los sentía secos al igual que su garganta.

 

Blitz-san se preguntaba si Sumeragi-san era consciente de sus movimientos. Si era consciente de esa sensualidad mezclada con cierta torpeza que sus gestos daban a entender. Si lo estaba haciendo para volverlo loco, porque lo estaba logrando. Y si sólo iban a ser amigos -de esos amigos que se respetan- la camaradería del trabajo iba a ser una prueba muy dura a su resistencia.

 

- Cuídate mucho, Sumeragi-san…

 

- Te deseo lo mismo, Blitz-san… - Sus manos juntas se dieron un apretón y a regaña dientes se separaron.

 

- Nos vemos el Lunes, Sumeragi-san… Acomoda tus horarios de la universidad, te doy este tiempo.- Se volteó y abrió la puerta del auto.

 

- Sei…- Subaru se sacudió la cabeza.- Blitz-san, gracias otra vez.- Látis le sonrió y se metió en el auto.

 

Subaru lo vio irse, el auto se alejó y dobló hacia la derecha. Esta vez suspiró con fuerza… aspiró aire de golpe, le provocó un leve dolor en los pulmones. Se inclinó y se sostuvo de las rodillas. La vista de sus pies sobre el pavimento fue una imagen que distaba diametralmente del segundo plano terrenal en el que se sentía flotar.

 

Seishirou-san…

 

Blitz-san…

 

Seishirou-san. Seishirou Sakurazuka.

Blitz-san. Látis Blitz.

 

¡Oh Dios!

¿Qué significaba esto?

Era esa señal que aquella mujer… ese cambio… ¿ese retorno del que ella habló? ¿Esa oportunidad?

 

Recién Subaru podía pensar. Recordar. Su cerebro estaba entrando en funcionamiento hacia adelante y no en retroceso como venía haciendo horas atrás. Pero no era posible. Era igual a Seishirou-san… Más joven. Sano. Completo.

 

¡No podía ser él!

Él lo vio morir, y se vio obligado a dejarlo pues el Rainbow Bridge estaba desmoronándose y él estaba muerto en vida, así lo dejó Seishirou-san. Muerto. Ya nada valía la pena.

 

Entró corriendo al hotel, subió las escaleras, en el pasillo empujó a alguien, abrió la puerta, soltó las llaves y la cerró con seguro detrás de su espalda. Como si algo altamente peligroso le estuviera persiguiendo. A nada de caer en las fauces de esa bestia.

 

Se sacó y tiró su mochila al piso con fuerza.- AAAAAAAAHHH… - Gritó con todo lo que había en sus pulmones.- No, Seishhirou-san… Tú… yo… NOOOOOO… - Se pasó las manos por el rostro, restregando sus palmas con fuerza en el cuello. Quería sacarse la piel. La transpiración que cogió de la carrera y de sus nervios a flor de piel empapaba su camisa. Se quitó unos botones a tirones. Se encogió sobre sí mismo. Apretándose. Quería sentirse, sentirse seguro de algo. Sólo se tenía a sí mismo. No sabía cómo pudo auto-reconstruirse y mantener sus pedazos unidos todo este tiempo, con ese hombre rodeándole, rondando en su espacio. Confundiendo sus sentidos. Realidad e irrealidad siendo mezcladas y untadas sobre sus palmas, sobre sus ojos… sobre toda su piel.- ¡NO!...- Golpeó el piso sin importarle el resentimiento en sus nudillos.- MUERTO, ESTAS MUERTO… no eres él. NO ESTÁ PASANDO…- La arruga en su frente se hizo más profunda. Su rostro, muchas veces sereno, era un esbozo de pura consternación.- No pude haberte tocado… no pudiste haber estado tan cerca… ¿Cómo pude hacerlo?... otro nombre, otra mirada, pero el mismo efecto… SOY UN IDIOTA.

 

¡TOC! ¡TOC! ¡TOC!

 

La puerta. Tocaban la puerta.

Que se mueran todos. No quería ver a nadie. Nadie.

 

- SUBARU, ABRE…

 

- ¡NO!

 

- ABRE… ¿QUÉ TE SUCEDE? TE OÍ GRITAR…

 

- NADA… QUIERO ESTAR SOLO…- Nadie debía verlo así.

 

- Subaru, te vi correr despavorido hasta aquí, me empujaste… ¿Qué sucedió? ¿Por qué estas tan alterado?

 

- No quiero hablar… POR FAVOR

 

- ABRE LA MALTIDA PUERTA… SUBARU ABRE.

 

- LÁRGATE, DAICHI… NO QUIERO, NO QUIEROOOO… QUIERO ESTAR SOLO… SOLO… ¿Qué no lo entiendes? Solo… quiero estar solo… solo… déjenme en paz, por favor… en paz… No tengo paz… ¡NO!- Las lágrimas comenzaron a brotar copiosas de sus anegados ojos. No quería nada. No tenía fuerzas. Sólo tristeza… sólo irrealidad burlona. La misma sonrisa burlona de Seishirou-san. Los mismos ojos de Seishirou-san… ¡Se burlaba de él con la misma voz de Sei-san! - ¡ALEJATE!...- Dio manotazos en el aire.- aléjate… aléjateeee…- Sollozaba en voz baja. Nunca era suficiente, su destino estaba plagado de acontecimientos que insistían en arremeter violentamente contra él, hasta casi noquearlo, sólo dejándole fuerza suficiente para la consciencia del dolor.

 

- Abre o la tumbo…. No me iré, ¿entendiste?

 

-No…- Sollozó.

 

- Por favor…- Rogó.- No puedo dejarte solo… No puedo hacerlo, Subaru… Me quedaré aquí, contigo… contigo.- El tono de su voz despertó una alarma dentro del dolido.

 

Subaru guardó silencio por varios minutos, llorando. Necesitaba sacarlo de su sistema. Pero Daichi seguía ahí, detrás de la puerta. Con él… con él…

 

Se levantó del piso y le quitó el seguro. No podía controlar sus sollozos e hipidos. Tenía el cuerpo sudoroso por los movimientos espasmódicos de su llanto. Abrió la puerta y lo que vio encogió más su corazón.

 

Daichi estaba asustado y agitado. Sus ojos… oh, sus ojos. ¿Por qué lloraba Daichi? Él no debía. Él no…

 

- ¿Qué p…- Daichi no terminó de preguntar. Podía sentir la tristeza y desesperación de Subaru. Cerró la puerta con una patada suave. Subaru no estaba herido físicamente, pero parecía que la vieja herida en su corazón volvía a estar abierta, pues era la única causa por la que Subaru se quebraba, y desde su última crisis ya había pasado mucho.

 

Su amigo se lanzó a sus brazos y lo apretó contra su cuerpo. Besó en la mejilla a Subaru. Ambos se arrodillaron en el piso. No le preguntó nada. Nada. Sólo lo dejó llorar.

 

Sólo llorar.

 

Palabras sin sentido rondaban la mente de Subaru, no tenían conexión entre ellas, no les prestaba atención como algo que podría ser repetido por su boca, pero ahí estaban, gruñendo salvajemente a su miedo. Apretó los parpados y se encogió más.

El deber de sacarlo… Tratar de sacarlo. Expulsar ese monstruo que ha hecho un hogar dentro de él desde que fue consciente de cuan grande era su desgracia. La tragedia tocándole el corazón al aceptar un sentimiento tan inesperado e hinconozo, en ese entonces y aún ahora.

 

No debió haber reaccionado así. Se sentía tan estúpido. Todo era tan absurdo… pero había estado con ese hombre.

 

En su departamento, a solas. Lo que sucedió se repetía intermitentemente.

 

Pasado el susto y su reprochable comportamiento al tratar de besarlo, Blitz-san fue amable. Permitió que lo abrazara y dejase fluir su creciente desesperación en volutas anestésicas al escuchar su voz y aceptar su invitación, sin sentirse capaz de negarse a las palabras susurradas en su oído.

 

Sus ojos se alimentaron con una sensación de gula con la imagen masculina de Blitz-san, restregándose como una realidad nunca planteada.

 

No era justo que algo así sucediera. Que alguien osara ser tan idéntico al Seishirou-san de sus primeros recuerdos.

 

Varios minutos. Las lágrimas resbalaban una que otra vez sus mejillas ya secas, la respiración ya no era dolorosa; los brazos alrededor de su pecho eran un buen arnés que lo sostenía del precipicio al que sus pensamientos insistían en empujarlo.

 

Abrió la boca y soltó un largo y entrecortado suspiro.

 

Agotado, tan agotado de sentir. Levantó el rostro y miro a Daichi, éste le devolvió la mirada; tenía los ojos tristes. El abrazo se aflojó y Subaru llevó sus manos al rostro de Daichi, acarició sus mejillas. Ambos se pusieron en pie y caminaron a la cama de Subaru en completo silencio. Se recostaron en posición de costado y siguieron mirándose.

 

No tenía las palabras. Ahí, otra vez, estaba Daichi, fiel a él, a su amistad. Ahora más que nunca notaba los sentimientos de su amigo.

 

Seguía siendo todo tan injusto.

¿Por qué no podía enamorarse de él, si siempre estaba ahí?

¿Por qué su cuerpo no vibraba cuando estaba con él, aunque sea la más mínima parte de lo que vibró hoy con Blitz-san? Alguien prácticamente desconocido para él. Daichi también tenía un parecido abrumador con Seishirou, salvo algunas diferencias que pudo ir notando en el transcurso de este tiempo. Pero si él estaba buscando a alguien que se pareciera a Seishirou-san, ¿por qué esa persona no era Daichi?

 

¿Por qué?

 

¿Así de caprichoso era su corazón?

 

El color frío de sus ojos, ese celeste mar, ese mar dispuesto a dejarle nadar y sumergirse a su gusto ante un mínimo gesto suyo de aceptación. Después de todo, Daichi, con todas sus tonterías y ese halo de misterio que podía percibir tan claramente, se lo merecía. No obstante, desde que conoció a Kamui y éste le dejara en claro sus sentimientos, se dio cuenta que el amor no tiene nada que ver con merecer o no.

 

El amor no era un premio que se da por ser alguien bueno.

No, no era así.

Él amaba a Seishirou, y Seishirou fue todo menos bueno.

 

- ¿No te preguntaré qué pasó?- Susurró su amigo.- Sólo quiero saber si ya te sientes algo mejor.

 

Subaru asintió cerrando los ojos.

 

- No soporto verte llorar.

 

A toda respuesta negó con la cabeza.

Daichi suspiró y le pasó una mano por el cabello.- Realmente no te ves tan guapo llorando.- Observó Daichi con voz cansada.

 

Las ganas de llorar regresaron a él, pero las reprimió por una sonrisa triste. La mano de Daichi rozó suavemente hasta su cuello, deteniéndose en la clavícula. Frunció un poco el ceño y miro a Subaru.- No están…

 

Subaru, sin entender a qué se refería, parpadeó.

 

- Ya no están los chupetones…- Aclaró.

 

Como acto reflejo, en realidad sin querer hacerlo conscientemente, su mano izquierda palpó esa zona que, últimamente, ha estado tantas veces escondida tras una bufanda. Inevitablemente, volvió a pensar en Blitz-san… y también sin poder resistirse un recuerdo vino a su mente, palabras ya lejanas: *Al Sakurazukamori no le gustó nada que alguien más tocara a su presa.* Ese recuerdo le provocó un frío estremecimiento resbalando en toda su espina dorsal.

 

Apartó la mirada y recordó lo que pasó en realidad.- La secretaria de Himura-sama me los cubrió con maquillaje, aún siguen ahí... no se quitan.

 

- ¿En serio? Pues fue muy eficaz porque yo no veo nada.- Le dijo sonando algo parecido a sospecha en su voz.

 

Subaru volvió a suspirar, no tenía ganas de hablar más de lo necesario.- Si, lo fue…

 

Daichi le dio una larga mirada inexpresiva.- Te traeré algo de comer…

 

- No te molestes, ya comí.

 

- ¿Si? Pues iré a comprar algo para mí, no quiero dejarte solo.

 

- No tienes que hacerlo… si tienes algo qué hacer no es necesario que te quedes.

 

- Me quedo porque quiero…- Volvió a mirarle, esta vez sonriéndole suavemente.- El motivo por el que vine fue porque quería invitarte a cenar.

 

Subaru que no tenía ánimos más que para quedarse acostado y pensar, le dijo.- Me temo que hoy no podrá ser… pero gracias por pensar en mí.

 

- Siempre pienso en ti, Subaru… eres mi mejor amigo ¿cierto?

 

- Cierto…

 

- Ya regreso… y me llevaré esto.- Dijo recogiendo las lleves del piso.- Tal vez, con ese carácter que te manejas, no quieras abrirme a mi regreso.

 

La puerta se cerró y Subaru se quedó solo. Se revolcó en la cama y al detenerse estrujó una de las suaves almohadas. La fuerza de sus emociones le restó mucha energía, no quería dormirse. Parpadeó unas veces más, dispuesto a no ceder; deseaba pensar más en lo que le había sucedido…

 

Pensar más.

No importaba si eso le martirizaba. Un encuentro tan surrealista, aun quedaba el sabor de que todo era parte de una malvada broma de su imaginación. Porque su mente era así… malvada. Muy malvada con respecto a Seishirou-san. Era tan iluso de su parte el creer que ya lo superó, pero siempre la verdad, tan incisiva como ella sola, buscaba mirarte fijamente a los ojos, sin importarle si te hería o no.

 

“Sumeragi-san ya no estés triste…”

Cerró los puños y dio un golpe al colchón.

 

“Realmente espero que nos hagamos amigos… buenos amigos.”

Encogió su cuerpo hasta quedar en posición fetal. 

 

“Nos vemos el Lunes, Sumeragi-san…”

Subaru soltando un suspiro arrugó su frente con pesar y restregó su rostro contra la almohada, abrazándola fuerte.

 

“Así me deberás otra cosa, y tendrás que verme después del trabajo.”

Pese a su confusión, sonrió ante este último recuerdo de la conversación que sostuvieron en el departamento de Blitz-san. Negó con la cabeza.- Estás mal de la cabeza, Subaru…

 

Fue repasando la locura que le tocó vivir, prometiéndose disculparse con Himura-sama por su vergonzosa reacción; poco a poco los párpados pesaban más, sus músculos entraron en relajación y sin más resistencia se quedó dormido.

 

Era cierto.

Los chupones en el cuello de Subaru casi habían desaparecido en su totalidad, y no era por el maquillaje; Daichi se dio cuenta, pero no dijo nada porque no era algo demasiado extraño, ya que llevaba días sin ver a Subaru y las huellas pudieron remitir en el transcurso de ese tiempo.

 

Sólo que no era así, el motivo de la desaparición de estas marcas, era algo más importante.

 

Un reencuentro.

El inicio de un reencuentro inevitable.

Las manos de Subaru brillaron con las formas de la estrella invertida. Brillaron débilmente y volvieron a desaparecer. Subaru tendría esa noche sueños inquietos.

 

 

 

<<<<<<<_>>>>>. <<<<>>>>>>.<<<<<<<_>>>>>>

 

 

Los ojos fucsia, brillo indescifrable, tan sádicos… tan bellos y otras veces tan serenos. Una sonrisa cruel que se desdibuja en los delgados labios dando lugar a una de brusco toque antónimo llena de calidez. La mezcla abrumadora de imágenes de distintos rostros y plumas dispersándose alrededor de su cuerpo desnudo, manchado de sangre… su grito de dolor y mucha, mucha luz empañando sus ojos… la mano incrustada en su pecho. El horror. El grito amenazando con reventar sus tímpanos.

 

- AAAAAAHHHHHH… Fuumaaaa… - Se levantó gritando ese nombre desesperado, como casi siempre hacía cada vez que tenía ese sueño. Respiró agitado, el dolor en el pecho fue demasiado real. Le dolía respirar. Parpadeó varias veces, tenía la vista borrosa. Se llevó las manos a su rostro; estaba húmedo, bañado en sudor y lágrimas. Se encontraba muy asustado, sólo resonaba la risa cruel de aquel joven hombre que siempre visitaba sus sueños, volviéndolos pesadillas. Nunca terminaba de ver claramente el rostro del protagonista de sus pesadillas, siempre se presentaba a contra luz.

 

Los pocos rayos de sol que se filtraban de las cortinas iluminaban sus cabellos, dándole una apariencia blanquecina. Parpadeó y las yemas de sus dedos quitaron un poco la humedad de su cara. Apartó las sábanas y sus pies calzaron las sandalias que estaban cerca al lecho. Llevando su mano derecha a sus cabellos, y jalándolos, entró al baño, y se vio en el espejo.

 

Se quedó mirando su reflejo por un rato.

Parpadeó. Sus ojos violetas tenían los parpados caídos, las puntas de varios mechones de sus flequillos rozaban los sutiles toques de ojeras. Flexionó un poco sus rodillas, y sus manos apretaron el borde del lavamanos.

 

Ese rostro.

Labios pequeños de un tono más arriba del rosa pálido, nariz pequeña y bien perfilada, cejas delgadas, arqueadas y plateadas. Pestañas largas, tupidas y del mismo color neutro. Esa característica, sus cabellos y cada hebra de su cuerpo, se ha ido agudizando. Se han ido aclarando, perdiendo color hasta volverse casi blancos… ahora tenía un tono plateado. Eso le dijo Mitsuko.

 

Se tocó las mejillas, luego las pellizcó. Dio un suspiro.- Fuuma…- Susurró frunciendo la nariz.- ¿Quién eres? ¿Por qué, desde que tengo memoria, estas aquí?- Se apuntó la sien con el dedo índice.- Aquí… en mis sueños… - Ladeó el rostro.- ¿Quién eres? – Volvió a preguntar. Su piel pálida contrastando con los azulejos oscuros del baño.

 

Bajó la mirada y se vio el dorso de su mano izquierda. La cicatriz. No podía recordar dónde se la hizo, cómo, o quién se la hizo. Acercó más su mano al rostro; algo le había atravesado la mano. Debió haber sido muy doloroso.

 

Dolor.

No. No le gustaba el dolor.

Odiaba sentir dolor. Le temía.

 

Tal vez esa cicatriz se la hizo el individuo de sus sueños.

 

- Sé que tu nombre es Fuuma…- Cerró los ojos y volvió a rememorar el rostro incompleto del protagonista de sus preguntas. Esos ojos fucsia. La mano incrustada en su pecho. Se llevó la mano derecha al lado donde se ubica el corazón. Con el torso desnudo, se vio la piel donde supuestamente había sido herido, no había nada. Estaba lisa, intacta.

 

Era confuso.

 

Mitsuko siempre le decía que sólo eran sueños, que nunca sucedieron, que no temiera. Pero la sensación estaba ahí. El terror.

 

Comprendía que ella sólo quería protegerle, aun recordaba cuando despertó del ensimismamiento permanente en la estuvo sumergido por varios meses. Despertó, sí. Pero tan vacío, tan lleno de nada, tan desubicado…

 

Frente a él, ella, Mitsuko.

 

Ella con esas manos suaves y delicadas, pero que lo sostenían fuerte, con una fuerza que él sentía que su cuerpo nunca le respondería.

Mitsuko con sus ojos miel y su sonrisa calmante. Esa sonrisa de niña y de mujer. Las dos, Mitsuko.

Y ese cabello castaño, casi dorado, largo hasta sus muslos, ondas perfectas que sus dedos acariciaban y que en conjunto lograban calmarlo. Le hacían sentirse a salvo… amado.

 

Regresó sus pasos a la cama, sentándose en el borde de ella. Pensativo.

 

Pero…

 

No estaba seguro de cuánto tiempo atrás había dejado de ser una especie de mala imitación de vida humana. Sólo de algo estaba seguro…

 

Que ya estaba empezando a vivir.

 

No recordaba nada. Absolutamente nada de su vida anterior. No había nada en el interior de su cabeza.

 

No tenía a nadie, excepto a Mitsuko.

Y ella tampoco había sabido decirle algo. Sólo que se lo había encontrado inconsciente en la calle. Que al verlo ahí, no pudo dejarlo. Se hizo cargo de él porque le pareció alguien tan indefenso, y no quería que algún desalmado abusara de él, ya que en ese momento era un muchacho muy temeroso de todo. No se le podía ni tocar sin que soltara en llanto y gritos.- Parecía que le tuvieras pavor a algo o a todo… no hablabas… no te movías, tu mirada estaba fija en un punto inexacto. Me rompió el corazón verte así… un muchacho tan lindo, con un rostro tan bello y desolado… No podía dejarte ahí. Sólo que en cuanto busqué tus ojos me dijiste: Kotori… Yo no sabía quién era ella, pero te lanzaste a mí y me abrazaste… gracias a eso pude llevarte a mi casa. Me diste mucho trabajo, no sabía tu nombre… así que me tomé la libertad de ponerte uno… y como tienes un rostro tan tierno… te llamé Ángel. Me alegra mucho que estés más recuperado, Ángel… y que pueda conversar  de forma más normal contigo.- Le dijo Mitsuko con una sonrisa traviesa aquella vez.

 

Había perdido todos sus recuerdos pero no su capacidad. Su inteligencia. Sabia leer y tenía conocimiento de muchas cosas a su alrededor.

 

Fue como despertar de un sueño, así tan de repente, sólo que ese parecía ser el inicio de todo, pues no había un pasado, una retrospectiva de nada. Además, no tenía la sensación de olvidar algo importante. Era como si él hubiera nacido así, de esa estatura, con eso nivel de conocimientos, con esa cicatriz en la mano y la certeza y tranquilidad de que todo estaba mejor de ese modo.

Lo único que perturbaba esa calma eran sus sueños. La crudeza de los sangrientos detalles, el rostro de ese joven que le sonreía, esas manos que sostenían sus hombros y esa boca que mordía su cuello al punto del sangrado. Ese grito de mujer que le escarapelaba la piel, un grito ronco y profundo, lleno de desgarro.

 

¿Qué podía pensar?

Se levantó de la cama acercándose a la ventana y corrió las cortinas. Era un día soleado, sólo una que otra nube flotando entre el azul del cielo.

No podía hacer nada. Si lo que tenía que recordar era así de aterrador como en sus sueños, mejor le valía seguir ciego al pasado.

 

Suspirando se fue a darse una ducha.

 

Estaba terminando de cepillarse los dientes cuando llamaron a la puerta.

 

- Ángel, baja a desayunar…- Era Mitsuko.

 

Escupiendo el último chorro de agua, respondió.- Si… en un momento.

 

- Pero no tardes… Naomi-san nos espera.- Oyó alejarse sus menudos pasos.

 

Los jeans le apretaban un poco sus tobillos. ¿Por qué Mitsuko insistía en que se los pusiera? Ella tenía la costumbre de escoger qué ropa se pondría. Cada vez que buscaba algo para vestirse, encontraba un perchero con la ropa y medias que iba a ponerse ese día. No se quejaba, le evitaba el tedio de elegir, pero eran algo incómodos los jeans apretados. Suspirando ató sus agujetas. Se acomodó un poco el cabello, el cual le llegaba hasta un poco por debajo de los hombros. Se miro en el espejo y arrugó la nariz, rodando los ojos, tomó una coleta del estante del baño y se lo ató, dejando caer su flequillo.

 

Al abrir la puerta para salir y bajar las escaleras, unos brazos pequeños le abrazaron las piernas, y la risa infantil fue disminuida por la tela sus jeans.

 

- ¡Hermano!...- Dijo la pequeña y comenzó a reír.- Te asusté…- Siguió riendo. Acarició sus cabellos casi rubios, eran tan suaves. La niña se separó un poco y le sonrió.

 

- Pequeño demonio…- A pesar del apelativo el tono de su voz era condescendiente.- No me asustaste…- Se inclinó y la tomó entre sus brazos. La nena no paraba de reír.- Ya no me asustas.

 

La pequeña le abrazó el cuello y le estampó un beso en la mejilla. Sus grandes ojos castaños le observaron divertidos.- Eso no dijiste ayer en la noche. Hubieras visto tu cara de susto cuando te jalé el pie.

 

- Me agarraste desprevenido y somnoliento, pequeño demonio…- Ella volvió a reír.- Estas con muchas ganas de reírte, ¿verdad?... ¿A ver, qué haré?- Ángel entrecerró los ojos, fingiendo que lo pensaba.- Ya sé… - Se la llevó a su cama y al acostarla rápidamente, comenzó a darle cosquillas.

 

- NOOOO… No, hermano… cosquillas, nooo…- Comenzó a suplicar cuando las lágrimas amenazaron con dejar sus ojos.- Ya no… para… paraaaa…

 

Ángel se detuvo y la observó con una sonrisa.- ¿Ya no tratarás de asustarme?

 

- No…- Dijo la niña tratando de contener una sonrisa, con las mejillas rosadas y apartando los ojos.

 

- ¿De verdad?

 

Ella se mordió el labio, bajó de un salto la cama y salió corriendo entre risas.- No.

 

- Entonces cada vez que estés desprevenida te daré cosquillas.

 

- No, hermano… no las resisto. Te aprovechas porque eres más grande y fuerte que yo…- Hizo un puchero con sus rojos y pequeños labios.

 

- ¿Yo me aprovecho? Tú te aprovechas más… porque cuando estas como una niña, sabes que yo no me voy a resistir a tus travesuras, pequeño demonio.- Terminó sonriendo a pesar de su acusación.

 

- Es que, admítelo, soy una ternura…- Apuntó la niña alzando la comisura de sus labios. Los risos de sus cabellos llegando a sus muslos, tocando los volantes de la falda de su vestido blanco.

 

Él sonrió y suspiró. Se levantó de la cama y se acercó a ella, le tomó de la mano y se dirigieron a las escaleras.

 

- Ya estamos completos, abuela.- Canturreó la niña al lado de Ángel.  

 

- Buenos días, Ángel-kun…- Le saludó una anciana sentada en una silla de ruedas en el comedor. Ella tenía el cabello tan blanco como la nieve y sus ojos eran casi dos ranuras, apenas se apreciaba el gris de sus irises.

 

- Buenos días, Naomi-san… Disculpa mi tardanza.

 

La anciana sonrió y dirigió la mirada en un punto cerca de la derecha de Ángel.- No hay problema, mi niño.- El joven sonrió y le puso una mano en el hombro, Naomi-san movió unos centímetros más la cabeza hasta que estuvo en la dirección correcta del rostro del chico, parpadeó un poco y volvió a sonreír, mostrando su dentadura postiza.

 

- ¿Cómo amaneciste, Naomi-san?- Le preguntó tomando asiento a su lado derecho.

 

- Más vieja que ayer, pero bien, gracias por preguntar, Ángel-kun… Mitsuko-chan preparó el desayuno, ella ya me ayudó a desayunar, así que sólo te haré compañía.

 

- De acuerdo.

 

La niña que les hacía compañía se le acercó a la anciana y pegó sus labios a su oreja izquierda.- Lo que sucede, abuela, es que a Ángel-kun se le pegaron las sábanas…- La niña se separó de la mujer y le dijo al muchacho.- Eres un dormilón, hermano…- y le sacó la lengua.

 

Tanto la mujer como la niña se rieron.

 

Hace un año vivían con Naomi-san. Ángel no recordaba cómo la habían conocido, puesto que él en ese entonces aún era sólo un cascaron vacío, que sólo seguía a dónde fuera a Mitsuko; ella le explicó, como hacía con la mayoría de cosas con las que no estaba familiarizado o ubicado, que Naomi-san es la abuela de una íntima amiga suya, la cual tuvo que viajar al extranjero por motivos de trabajo y la misma que le dejó a cargo del cuidado de la casa en dónde estaban hospedados y de la propietaria. Naomi-san perdió la vista, según sus propias palabras, hace años atrás por una negligencia médica, por lo que era difícil que ella hiciera preguntas incómodas; apenas lograba ver unos muy difusos manchones cuando sus caprichosas retinas daban lucha a su ceguera.

 

Muy incómodas si ella pudiera ver que en su casa sucedían acontecimientos que no tenían una explicación racional, y que mucho de lo que creía saber no era cierto. Cómo que esa niña a su costado era alguien normal. No sabía qué tuvo que hacer o decir Mitsuko para que Naomi-san, que no era tonta pues tenía muy buena intuición en sus momentos de prolongada lucidez, creyera que la pequeña era su nieta, hija de la amiga de Mitsuko. Sora era el nombre de la supuesta madre.

 

No había problema, Naomi-san era de una salud frágil, y la mayoría del tiempo estaba descansando, así que Ángel no tenía que verse obligado a mentir tantas veces, y menos con la facilidad con la que Mitsuko se explayaba.

 

Ese pequeño demonio, nombre cariñoso que Ángel le puso, hay veces le daba escalofríos. Él no entendía muchas cosas, pero sentía empatía por los beneficiosos resultados de estas.

 

Aunque había unas que otras veces en las que perdía la consciencia por temporadas largas, ya han ido disminuyendo; pero siempre que abría los ojos ahí estaba su guardiana. Así la veía él, como una guardiana, alguien que siempre estaba pendiente de todo lo que le sucedía, y además era la única que parecía entenderle aún antes de que expresase alguna inquietud.

 

La casa en la que estaban hospedados era blanca en su totalidad, tanto dentro como por fuera, incluidas las cortinas y manteles, sólo el mobiliario y el piso era de madera cedro, y uno que otro cuadro de naturaleza muerta. Un muy bello jardín se apreciaba a través de los amplios ventanales, muchas mariposas de diferentes especies y vivos colores tendían a posarse en las flores, en especial en las del cerezo.

 

Ese árbol… ese árbol causaba en él un sentimiento inexplicable. No era tristeza,  ni alegría, ni enojo pero si causaba suficientes disturbios en su interior como para dejarlo ensimismado mirándolo desde la ventana. A pesar de los meses, aún no se había atrevido a acercarse lo suficiente como para tocarlo. Dicho árbol era hermoso y se encontraba en medio del jardín, a varios metros de distancia de la casa.

 

Naomi-san le contó que ese árbol ya se había secado varios años atrás, pero que no quisieron mandarlo a talar porque le dio pena, pues la abuela de Naomi-san lo sembró en honor a su esposo fallecido, por lo tanto se sorprendió mucho cuando Ángel le comentó que tenían un árbol de cerezo en pleno florecimiento. Naomi-san gustaba mucho de estar bajo la sombra de ese cerezo; Mitsuko siempre la llevaba a dar un paseo en su silla de ruedas, ahí tomaban sol en medio de las mariposas. La anciana estaba ciega y apenas podía moverse con su bastón por la sala, así que lo más habitual era que estuviera sentada en la silla de ruedas. Ángel no les acompañaba a ningunos de sus paseos cerca de ese árbol, la aprehensión era más fuerte que él. Ni Mitsuko le obligaba, y menos aún cuando le contó que ese árbol seco empezó a cobrar vida cuando él comenzó a recuperar la consciencia.

 

Él tenía pocas preocupaciones, y mataba el tiempo leyendo los libros que llenaban las estanterías de la polvorienta biblioteca de la casa, o jugaba y conversaba con el viejo Inu, el perro de la familia Himitzu. Le gustaba mucho los animales, los pajarillos y una que otra liebre que saltaba entre los arbustos, siempre le arrancaban una sonrisa.

 

Tenía contadas las veces que salió con Mitsuko al centro de la ciudad- cinco veces-, aún no lograba sentirse cómodo ante otras personas. Ansiedad y ganas de encogerse sobre sí mismo eran sus reacciones más comunes. Mitsuko no ponía objeciones cuando él le pedía, con un hilo de voz, que regresaran.

 

Al terminar de desayunar, Naomi-san le pidió a Ángel que le acompañase a la sala y le leyera la continuación del libro que iniciaron unos días atrás. Las ruedas de la silla chirriaron un poco al empujarla. Naomi-san estaba quieta en la silla, con la vista fija en la ventana y una pequeña sonrisa, apenas parpadeando, escuchaba atenta la lectura que Ángel hacía. La luz del día iluminaba suavemente la piel amarillenta, manchada y surcada por los años de la mujer. Ella ladeó la cabeza y sus labios comenzaron a moverse, como si estuviera hablando sin emitir ningún sonido a alguien que estaba frente suyo. Ángel levantó las cejas interrumpiendo su lectura. Ella continuó vocalizando sin interrumpirse, le hablaba a la ventana.

 

La anciana hay veces tenía un comportamiento extraño.- Naomi-s…

 

- Shhhh…- Le interrumpió llevando un dedo a sus fruncidos labios, sin voltear el rostro.- Deja que hable.

 

¿Qué hable? ¿Quién?

Ah si, Naomi-san en sus buenos tiempos fungió de médium. Ángel, después de conocer la habilidad de Mitsuko, podía tener calma y creer en muchas posibilidades. Sólo que Naomi-san le tomaba en frío; hay veces la escuchaba susurrar algunas cosas a nadie en particular. Podía dar crédito de que algo de poder espiritual quedaba en ella, pues en algunas ocasiones salía con comentarios o preguntas de acontecimientos que ponía en aprietos a Mitsuko, y aún más a él ya que ignoraba mucho de lo que Mitsuko hacía cuando no estaba a su lado. Esos accesos de lucidez escalofriantes solían durar varios minutos y luego volvía a ser la dócil y paciente abuela Naomi-san.

 

 Este parecía ser uno de esos momentos.

 

La anciana asintió a la ventana abierta, una mariposa roja con manchas negras entró por ahí y se posó en la mano izquierda de Naomi-san. El insecto era de un tamaño considerable para ser una mariposa ordinaria. Ella volvió a asentir con el seño fruncido.

 

- Ángel-kun…

 

- ¿Si?

 

- Llama a Mitsuko-san.- Le pidió con voz serena.

 

El muchacho estaba a punto de levantarse y llamar a Mitzuko, cuando ella apareció de improviso sujetando su larga melena en una cola de caballo. Le miro sonriente y luego se acercó a la anciana, remangando su larga falda blanca se arrodilló a su lado. La mariposa voló al dedo extendido de Mitsuko, ella sonrió de una forma que Ángel solía calificar de pretenciosa.

 

- Ángel, por favor, déjanos solas… yo la cuidaré.- Le pidió Mitsuko sin mirarlo.

 

Él, ya acostumbrado al secreteo entre esas dos, asintió y se retiró a su habitación.

 

Después de ese incidente, el resto de días pasó sin mayores cambios a la rutina. Los sueños seguían, el rostro completo de ese joven seguía siendo negada a su memoria. Ya no le comentaba esto a Mitsuko, pues sería una conversación que empezaría y terminaría del mismo modo inconcluso que siempre. Estas inquietudes se las dejaba para él. Pensaba en la crudeza de las escenas, en la sonrisa del otro… en el dolor en su pecho…

 

Pero un nuevo personaje había entrado a escena, era otro hombre, uno de preciosos ojos verdes que miraba al horizonte con semblante triste, luego volteaba a verlo y le sonreía con la misma tristeza. Ángel deseaba acercarse más a él, preguntarle su nombre; le gritaba para que le pusiera más atención, pero el otro volteaba y seguía su camino hacia el horizonte, con las manos ocultas en los bolsillos de su gabardina blanca. El corazón de Ángel se estrujaba en angustia cada vez que evocaba esa imagen desolada. No sentía miedo de él.

 

En cambio del otro. Con el otro hombre que siempre terminaba lastimándolo, su instinto le gritaba que se alejara, sólo que también había algo inexplicable dentro de esta fuerte sensación que jalaba de él y le impedía alejarse y enfrentase a lo que venga.

 

Así que ahora terminaba pensando en dos individuos. Uno más misterioso que el otro.

 

Sus ojos violetas mirando al árbol de cerezo a través de la ventana. Era de noche, sin embargo el árbol parecía brillar con luz propia, no había luna llena y la brisa nocturna arrancaba susurros a las hojas. Tenía las manos entrelazadas y temblorosas. La salud de Naomi-san estaba quebrada desde esa vez que pidió hablar con Mitsuko, por lo que estaba obligada guardar reposo. La anciana no rechistó en ningún momento, sólo permanecía en cama durmiendo.

 

Tuvo una larga charla con Mitsuko hace dos días.

 

- ¿Sabias que tenemos vecinos? – Ángel negó.- No me sorprende…- Rió ella.- Pues si, los tenemos… los terrenos de esta propiedad son amplios. He ido a dar un vistazo y sólo vi a un joven muy apuesto; él no me vio.

 

- Hmmm…-

 

- Sus terrenos se encuentran con los nuestros ¿Sabes?

 

- ah.

 

- Si, no me sorprendería que uno de estos días nos lo encontremos, parece gustar de dar paseos…

 

- Claro…- Él en realidad no le estaba prestando mucha atención. ¿Qué, habló de que tenían vecinos?

 

- Tal vez una de esas veces me lo encuentre y lo traigo a la casa y te lo presento ¿Te gustaría conocerlo?

 

- mmmm… si, bien.

 

- Ya, o sea no te importaría si me desnudo aquí…

 

- No, esta bien.

 

- ¡Ángel! – Le llamó la atención.

 

- ¿Eh? – Salió de la ronda de sus preocupaciones.

 

- ¿Hay algo que te esté molestando, Ángel-kun? Te noto extraño.- Le dijo negando con la cabeza.

 

- No, nada… -

 

- No me mientas… no tienes por qué hacerlo.

 

Él dudó un poco, se removió incómodo en la silla.- Es sólo que… que…

 

- ¿Qué…?- Le animó a seguir.

 

- Nada, olvídalo.

 

- Ángel, cariño… - Mitsuko dijo lentamente.

 

Ángel bufó.- Es sólo que no sé cómo explicar lo que vengo sintiendo últimamente.

 

- Trata y yo te ayudaré.- Le sonrió tranquilizadoramente tomando sus manos.

 

Inhaló y exhaló con lentitud sin querer mirarla a los ojos.- Sucede que siento algo aquí.- Se llevó una mano al pecho.- Algo inexplicable que hace que se me apriete el corazón… Una angustia que no sé de dónde proviene, he estado sintiéndome así esto días. Son tantas cosas… mis sueños, el rostro de ese chico que no puedo ver, y ahora tengo en la cabeza la imagen triste de otro hombre… que… que…- Soltó el aire que retenía en los pulmones.

 

Mitsuko le miro fijo y le sonrió suavemente, esa fue como una caricia para Ángel, ya que él no era muy dado a las expresiones físicas de afecto, pero sí agradecía infinitamente que eso no alejara a Mitsuko de él.- Ángel-kun, no te devanes en tratar de buscar una respuesta a todo lo que sientes… es natural que te sientas así, pues tienes un pasado que no recuerdas… y a pesar de mi compañía no puedes evitar sentir que algo te falta… quizá sea alguien que tú quisiste y no recuerdas.- Ángel miro al piso al escuchar lo último.- Comprendo tu temor a acercarte a otras personas, no tendrás recuerdos conscientes en ti, pero tu sentido de preservación se habrá activado y actúa por cuenta propia, pues necesitas sentirte seguro de algo… me tienes a tu lado cuidándote, eso no lo dudes… tus sueños, siendo optimistas, quizá no sean reales… tu mente está tratando de asimilar tu pérdida. Asimismo, esos rostros que vez en sueños serán de personas que te hicieron daño y otras que te quisieron mucho. Hay tantas posibilidades.

 

- De este segundo individuo, yo no siento miedo… en cambio, quiero abrazarlo y consolarlo, en cambio del otro es algo que no puedo explicar con palabras… no sé… Es tan contradictorio, por qué quiero y a la vez no quiero saber.- Desordenó sus cabellos embargado por el desconocimiento.

 

- No te aflijas… ya verás que todo eso va a cambiar… pronto.- Le aseguró acercándose más y depositando un beso en su mejilla.- Ya lo verás…- Le susurró en el oído.

 

Ese beso apaciguó su creciente angustia por saber- ¿Cómo? – Preguntó, sin embargo.

 

- No sé cómo… sólo lo sé, digamos que es buen presentimiento.- Le guiñó un ojo y sonrió.- Esa mujer era una bruja, de eso estaba seguro, tenía pruebas, pero también sospechaba que tenía el don de curar sus angustias.- Ángel-kun… los pétalos del cerezo están cayendo.- Aunque esa vez, no las desvaneció por completo como solía hacerlo antes. Después de decir eso, Mitsuko no volvió a decir nada más, sólo se quedó observando indescifrable la ventana de la cocina; a lo lejos se podía observar el cielo nublado.

 

Hay veces Mitsuko era así. No sabía si llamarla rara, sólo podía observarla en todo su esplendor, bella como una muñeca de porcelana. Alegre y juguetona, madre y amiga. Ella era, literalmente, dos mujeres. Lo más probable es que haya algo malo en él, ¿qué más podría ser?, pues ese hecho no le desconcertaba. Para Ángel era normal, tan normal como si todas las personas fueran como Mitsuko.

 

El árbol seguía resplandeciendo en la oscuridad, resplandecía como si todo lo desconocido por él estuviera siendo contenido ahí. Sus manos no dejaban de temblar, eso le molestaba, pero no había nada que pudiera hacer. Tenía miedo, después de todo. Nada le calmaría ahora más que la cobardía, sólo había un detalle, la decisión ya estaba tomada. No debía continuar temiéndole a un simple árbol. Además, el ambiente de esa noche se notaba diferente.

 

Diferente, si.

El pánico no se comparaba con la atracción de cada pétalo danzando con la brisa, la misma que soplaba en sus oídos, cotilleándole algo que él no entendía. La misma naturaleza del fantasma de lo inevitable.

 

Era inevitable…

 

El crujido del pasto ennegrecido por la noche, la ramas de ese árbol seguían agitándose, lo invitaban a acercarse y dejarse cubrir por su resplandor. El tronco del cerezo era muy grueso y se veía tosco, indicando cuan viejo era, un total contraste con lo delicado de sus flores. Dio más pasos, le urgía llegar.

 

Había algo místico en todo eso…

Su pulso estaba disparado, apresuró más sus pasos. La amarga sensación de anticipación le provocaba ensalivar más, tragó duro al tener frente suyo al imponente cerezo. Las flores, viéndolas de cerca, eran de cinco pétalos, dispuestas en racimos, presentándose en una gama de colores que iban desde un rosa tenue, casi blanco, hasta un rosa carmesí. Los pétalos se rociaban sobre él como gotas de lluvia, el latido de su corazón poco a poco cobró estabilidad. Su mano derecha palpó la corteza tosca del tronco. Se sentía maravillado y sobrepasado…

 

Conmovido por su belleza, inexplicablemente acongojado. Una mezcla de amargura y dulce resignación drenándose del árbol a él.

 

Las ramas se removieron y Ángel levantó el rostro. Sus ojos violetas se abrieron sorprendidos.

 

En la copa del cerezo estaba sentado un hombre, y éste le estaba observando con una sonrisa de medio lado. Los brazos del individuo le sirvieron como palanca y sus pies se impulsaron en un salto limpio, aterrizando en la cama de pétalos rosas frente a Ángel.

 

- Hola…- Le saludó aquel extraño.

 

Ángel no podía discernir si temer y salir corriendo afianzando así su pavor a relacionarse con otras personas ajenas a Mitsuko y Naomi-san, o responderle, pues, sorpresivamente más aún para él, ningún mal pensamiento o miedo circulaba por su cuerpo en ese momento. Retrajo sus dedos en puños mirando al árbol y luego al otro hombre.

 

- No temas… no te haré daño.- Su voz era suave y conciliadora, buscaba calmarlo. Continuó sin saber cómo reaccionar.

 

Los sonidos de los insectos y otros animales nocturnos hacían ecos en todo el ambiente. Una orquesta de voces no humanas animaba la escena de los dos hombres mirándose. Los cabellos de Ángel se veían blancos al igual que sus cejas, su apariencia no podía ser más etérea si del violeta intenso que eran sus ojos dependía esa afirmación. Estaban muy cerca y Ángel no saltaba disparado, alejándose de él.

 

La levemente fría brisa erizó la piel de sus brazos cuando las ropas del otro sisearon ante su movimiento.

 

- Nunca he apreciado tanto la belleza de este árbol… como esta noche… esta noche es especial.- Comentó el extraño, dirigiendo su mirada a los racimos.

 

Ángel se removió un poco en su posición, algo incómodo por no hallarse capaz de responder como lo haría, en su opinión, alguien normal. Él también sentía que había algo especial en esa noche. Siendo más  exactos, algo especial estaba sucediendo en ese momento, y si le preguntaban qué era, no sabría explicarlo, sólo lo intuía. Y el punto de partida a todo sería señalar que el cerezo prácticamente lo llamó, y él, aún presa de su aprehensión por él, acudió al llamado.

 

- Mi padre me hablaba del significado del sakura cuando era niño…- El rostro del único hablante se dulcificó más cuando sonrió.-…él me contó que esta especie ha simbolizado por siglos la pureza, sencillez y lealtad… también me dijo que su florecimiento se comparaba al punto máximo en que llegaba el espíritu guerrero en plena batalla… y lo efímero de esta flor y su modo de ir desapareciendo del paisaje en un lento caer de los pétalos, se comparaba a la vida del guerrero que cae luego de luchar por su país… Siempre quise venir a Japón y ver la maravilla con mis propios ojos… verlos en todo su esplendor…- La mirada nostálgica del hombre lentamente se tornó triste, al igual que su sonrisa.- De alguna forma en los últimos años he llegado a detestar su belleza… pero hoy…- Volteó el rostro y le dirigió a Ángel una sonrisa más animada.-… hoy ha vuelto a recobrar su belleza ante mis ojos…

 

Ángel al verlo sonreír se contagió del gesto sin entender muy bien el por qué, sólo que el sentimiento en los ojos castaños de este individuo era invitador.

 

- Yo… yo soy Ángel…- Dijo luchando contra su timidez.

 

El otro alzó las cejas y se llevó una mano a la cabeza, removiendo sus rubios cabellos. Sonrió ampliamente dando un largo suspiro; Ángel notó que hasta parecía que estaba conteniéndose, tal vez estaba viendo mal, de llorar, pues sus ojos se volvieron vidriosos.- Yo soy…- Volvió a dar otro suspiro. Su labio inferior tembló un poco.- Soy Shizuka.

 

 

 

CONTINUARÁ…

 

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Valió la pena? No prometo nada, ni cuando actualizaré.

Hay que ser sinceros, pero de que lo voy a terminar, pues si, sí lo voy a hacer, estoy harta de dejar tantas cosas inconclusas en mi vida.

Si quieren comentar, pues bien, déjame saber que estas ahí!!!

Besos.

Lady Marivette.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).