Matsuda-san despertó por fin. Miro a su alrededor, descubriendo el solitario lugar donde estaba. Era una pequeña cabaña rustica, con todo lo necesario para vivir para un par de enamorados. Y en lo que parecía la cocina, vio a alguien que le parecía conocido.
-Near-…susurró, pero el silencio era tal, que la voz resonó como un grito en la cabeza de la muñeca, que se volvió y miro al extraño.
-¿Qué dijo?-preguntó la muñeca visiblemente asustado.
-Near-repitió Matsuda-san-, eres tú, creímos que estarías muerto, pero estoy feliz de verte de nuevo.
-¿Quién es usted?-dijo Mello entrando a la cabaña-¿Es policía?
-No-contesto-, soy maestro de preparatoria, yo daba clases a Near en Literatura.
-El no es Near, es mi muñeca.
-El es mi alumno, se llama…
-Su nombre no es Near, el no tiene nombre, es mi muñeca.
-lo que diga, no discutiré…
Mello miro a Matsuda, rodeándole como esperando el momento adecuado para atacarlo. Matsuda agacho la cabeza, pero viendo de reojo los movimientos del asesino, que se detuvo frente a el.
-Le prometí a mi muñeca –dijo el asesino-, que me vería en acción, y no le romperé el corazón.
-¿Acción?
Mello sacó una navaja, y sin dar tiempo a nada, le hizo unos cortes hondos en el rostro al pobre hombre, que gritó y miro la sangre manchar su ropa sin dejar de caer.
-Mira, muñeca-dijo el asesino-, esto es para ti.
Near mira la escena y se dio vuelta. Mello se acerco y lo puso de frente a Matsuda-san, que gritaba de dolor y desesperación.
-Lindo, ¿verdad’
-Si…-susurró la muñeca-es…es lindo…no lo mataras, cierto?
-No, solo jugamos con el y luego lo llevare al pueblo
-Bien
-Mira ahora esto
Mello se volvió a acercar, y con navaja en mano, hizo unos cortes rápidos y le rebanó un pedazo de la mejilla. Matsuda-san lloraba de miedo, de pánico, y la sangre corría mezclada con las lágrimas, mirando sonreír al asesino.
-Grita-exclamo con orgullo-grita tanto como quieras, aquí nadie te escuchara, no es cierto, mu-ñe-ca?
Esas palabras resonaron en los oídos del muchacho que parecía despertar de la horrible pesadilla a la que había caído el día que sus inocentes ojos se habían clavado en los siniestros y maléficos ojos psicópatas de Mello. Miro a su sensei, y el terror lo invadió.
-¡Matsuda-sensei!-gritó. Mello lo miro y sonrió.
-Near-murmuro el sensei.
-Ya lo recordaste, muñeca?-dijo Mello acercándose- ¿ya recordaste esos hermosos días hace tres años? Aquellos días cuando eras una migaja de pan temblorosa; cuando gritabas cuando te follaba (disculpen la palabra, si ofendí a alguien háganmelo saber), cuando te ataba, cuando teníamos sexo oral y llamabas a tu sensei… ¿lo recuerdas?
-¡Asesino!
-¡Si! Soy un asesino, y así y te gusto, así me amas, no?
-Yo no te amo, me das miedo, y asco!
-Tú eres mi gatita, ¡Cállate!
-¡No soy nada tuyo! Quiero regresar a mi casa
Mello lo miro y lo tomo pos los hombros; lo empujo a la cama que estaba cerca de ellos y, poniéndose sobre el, comenzó a amenazarlo.
-Eres una muñeca mal…voy a enseñarte a obedecer…
-¡Déjame!
Mello arranco con fiereza la ropa interior del muchachito y con su mano lo ultrajo de tal forma que lo hizo sangrar. Con su otro brazo, lo desarmo: puso el antebrazo en el cuello de su gatita y comenzó a besarlo, a morder sus labios y saborear sus lágrimas, mirándolo a los ojos.
-¿Recuerdas tu domesticación, perra?-dijo mello-Recuerda el dolor, la sangre, las ataduras y las lagrimas; ¿quieres volver a sentirlo?
-¡Ya basta!
-Grita todo lo que quieras, nadie te va a escuchar
Mello tenia razón a medias. Los gritos de dolor del muchacho violado resonaban en los oídos de Light Yagami y otros dos policías que escuchaban todo.