.::EXTRAVIADO::.
Demonios, diablos, rayos…. ¡MIERDA! ¡¿DONDE COJONES ESTABA! Agh, ni que fuera TAAAAN pequeño como para no verlo... En serio, lo necesitaba Y AHORA. Ya había buscado en todas partes, encima, debajo, detrás y delante de su cama, de su rústico armario, de las computadoras de su perr- digo, compañero/amigo (o lo que fuese), y lo mismo iba para la alfombra, el estante (que no sabía por qué lo tenían, si paraba desocupado), el sofá, las almohadas del sofá... ¡No sabía qué hacer? Ya había inspeccionado de arriba hasta abajo su dormitorio, el de Matt, la lúgubre sala, la caótica cocina (que luego de su búsqueda terminó aún más caótica que nunca) e incluso salió al pasillo, fuera del apartamento, a ver si no se encontrab allí.
Pero no, nada. Simplemente no podía dar con eso.
¡Oh, Dios! ¿Qué le había hecho él para merecer aquello? Aparte, claro, de los asesinatos, secuestros, peleas y palabrotas, todo eso había sido y seguiría siendo por un buena causa (o sea, demostrar su superioridad ante Near). Y claro, las ofensas hacia el cabezota eran más que justificadas, por lo que tampoco contaban. Al final, no tenía respuesta para aquella gran pregunta, así que no le quedaba otra cosas más que seguir buscando desesperadamente.
Bueno, dado que la búsqueda desesperada no había resultado, habría que recurrir a métodos más convincentes y efectivos.
-¡MATT!
El aludido solo emitió un pequeño gruñido a la vez que seguía con los ojos y la mente prendida del aparato que yacía entre sus manos.
-¡Qué me hagas caso cuando te llamo, joder!
-Ajá... –murmuró el chico de googles, sin todavía prestarle realmente atención.
Mello tuvo que esbozar una sonrisa del tipo malicioso.
-Maaatt... –canturreó de una manera como la que nadie, y repito, NADIE jamás lo había escuchado.
Aquello funcionó. Matt, quien por fin había alzado la mirada de su PSP, dejó caer el cigarrillo que estaba fumando en ese momento.
-¿M-Mello?
Mello sonrió aún más, pero ya de manera casi macabra.
-Oye, una cosa, resulta por casualidad que no... –Mello se tomó su tiempo para completar la frase, poniendo un gesto pensativo y sobreactuado, para luego volver a sonreír- ...no encuentro mi chocolate de reserva.
Funcionó.
Matt tragó en seco, señal suficiente como para acusarlo. Mello dio un paso hacia el sofá, mirándo al hacker con autiridad desde arriba. Matt trató de sonreírle, sumamente nervioso, buscándo qué excusa (no, excusa no, aquello no funcionaría con Mello), mejor, qué palabras elegir para calmarlo un poco. Trató de recordar si no había algo cercano al chocolate o por lo menos con mucho azúcar en la refri, mas no tuvo éxito alguno.
Rayos, era obvio que Mello mismo se había comido su chocolate y él ahora pagaría pato.
Maldito el hehco de no tener razón para andar fuera ese día.
Cinco minutos más tarde, se podía apreciar a un pelirrojo despeinado y malhumorado abandonando el edificio, en busca de más chocolate. Lástima que llovía y Mello había perdido el paraguas mientras buscaba su última barra de chocolate.
Mello, parado frente a la ventana que daba hacia la calle, observaba a Matt correr, intentando taparse la cabeza. Sintió entonces que traía algo en el bolsillo y lo sacó con curiosidad, encontrándose el dichoso dulce extraviado.
-¡Maaaatt! -lo llamó rápidamente, aunque el pelirrojo no lo oyó.
-Esúpido sordo -gruñó de mal humor, sin molestarse en intentar llamarlo otra vez. ¿Para qué, si así de paso Matt le traía más chocolate?