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My Slave of Dreams... por Yori

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Notas del capitulo:

Hola a todooooos!!! He aprovechado mis horas libres de clase para terminar este capítulo del un fic realmente extraño!

Realmente no sabéis cuanto aprecio los reviews que me dejáis, me encanta leerlos, muchiiiiisimas gracias por el apoyo a My Slave of Dreams!!!

Unos datos:

Kyo: 13 años.

Hizaki: 14 años (si, raro, es mayor que Kyo xP)

Ryutaro: 16 años

Die: 16 años (exacto y sigue en clase de Kyo, así que es un repetidor de curso íncreiiiibleeeee xD)

No os entretengo más y espero que os gusteeee!!

…Un Extraño Día…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Había llegado el tan esperado final de las clases, por suerte hoy nadie había reparado en mi presencia y pude pasar desapercibido durante todas las horas lectivas.

 

Ahora estábamos sentados Die y yo en el pequeño invernadero, donde yo cuidaba las plantas. No porque sintiera una gran vocación por la jardinería sino porque era el sitio más solitario y alejado de la escuela, y si para estar allí tranquilo tenía que regar unas cuantas plantas, lo haría sin rechistar.

 

 

 

-        ¿Sabes? Me acabo de enterar de una cosa que me ha dejado algo descolocado…- murmuró Die, quien estaba (extrañamente) callado desde que llegó.

 

-        ¿Qué?- pregunté interesado dejando de podar un arbusto, ya que me preocupaba mi amigo.

 

-        Mm…no sé si decírtelo- dijo rascando con su pie la tierra húmeda.

 

-        ¿Cómo que no? ¿Qué es Daisuke?

 

-        Es que…bueno oí el rumor de que había un chico en la escuela que…que podía desaparecer…

 

-        ¿Eh? ¿Quién es? ¿De qué clase?- pregunté, acercándome a él. Si había algún “raro” como yo quería saberlo, hablarle…

 

-        Umm…la cuestión…es que…- apartó la vista de mis ojos.

 

-        Habla de una vez, Die- dije comenzando a cabrearme.

 

-        Es que…Se ha esfumado, completamente- soltó rápidamente y luego tomó aire como si lo necesitase urgentemente.

 

-        ¿A qué te refieres?- indiqué sin comprenderle.

 

-        D-dicen que le…vendieron…

 

-        ¿Venderle?- solté a modo de carcajada. Quitándome toda la preocupación.- ¿Y te lo creíste? Seguramente se haya puesto enfermo y la gente ya está inventado historias absurdas, como siempre- reí tristemente, volviendo a mi trabajo.

 

-        No sé, Tooru…- se levantó de la piedra en la que estaba sentado y se acercó por la espalda al más bajo.- No podría perderte…

 

 

 

El rubio se quedó paralizado al sentir como los brazos de Die le abrazaban fuertemente, enrollándose a su cintura mientras que la cabeza reposaba en su hombro, haciéndole sentir la respiración del pelirrojo. No podía decir nada, simplemente se dejó abrazar en completo silencio, hasta que Die suspiró y se alejó de él.

 

 

 

-        ¡Ja, ja, ja, pero ahora no te lo creas ¿eh?!- exclamó Die, riéndose nerviosamente. Él simplemente se volvió y le dedicó una de esas miradas indiferentes que el rubio siempre poseía. No sabía bien que había acabado con la inocencia de su mejor amigo…de su amor secreto, pero Tooru parecía de hielo. Incluso cuando se le había declarado…aunque tal vez no lo entendió. No, no, sabía que su amigo ya había tenido otras relaciones…no exactamente como pareja formal, pero no era “inocente” en ese sentido.

 

-        Lo que digas… ¿Me ayudarás a podar?- preguntó cambiando de tema.

 

-        ¿Qué crees que soy tu esclavo? No, no, no, yo me voy a mi clase de Kendo. ¡Ja ne!

 

-        Ja nee- masculló el otro, dirigiéndole una mala mirada por escaparse.

 

 

 

Se dio la vuelta y tomó las tijeras para comenzar a podar con un buen ritmo, ya que quería llegar antes de que lo hiciese su padre, quien seguramente se había ido al bar de la esquina.

 

No supo exactamente cuanto tiempo llevaba allí cuando la puerta del invernadero se abrió, volvió la cabeza en esa dirección pero no vio nadie allí.

 

 

 

-        ¿Die? Te has arrepentido y ahora me vienes a ayudar ¿verdad?- rió. Pero no obtuvo respuesta.- No juegues, idiota, sal.

 

 

 

Pero el pelirrojo no parecía estar en el lugar, pero tenía claro que alguien había entrado en aquel invernadero. Tomó las tijeras nuevamente e intentó buscar con la vista haber si encontraba al individuo que se había adentrado. Comenzó a andar por el lugar, entre las numerosas flores y plantas, pero no veía a nadie por allí. Tal vez solo se lo estaba imaginando… En ese momento se dio la vuelta, dejando las tijeras sobre la mesa metálica y se encontró con una figura que tocaba con delicadeza las rosas.

 

 

 

-        ¿Qué coñ…- inquirió mirando a la persona, una de mediana estatura, cabello largo y rubio. Vestía con un abrigo negro y unos pantalones blancos ajustados…No supo muy bien si se trataba de una mujer o un hombre, ya que ese rostro aniñado y de facciones delicadas y redondeadas no le facilitaba la tarea.

 

-        Son preciosas las rosas, ¿las cuidas tú?- preguntó. Su voz grave le aclaró que se trataba de un hombre. Aunque era exactamente como una mujer.

 

-        S-sí, soy yo…- respondió en un gruñido.

 

-        A mi amo le encantan las rosas…- continuó, sin parar de tocarlas como si fuese lo más bello del mundo. Después de un movimiento demasiado rápido se volvió hacia él, examinándolo de arriba a abajo. Comenzó a dar vueltas alrededor suyo.

 

-        ¿Qué narices miras? ¿Quién eres?

 

-        No necesitas saber quien soy…al menos por ahora- sonrió.- Y es algo obvio que te miro a ti. Mmm…sin duda al dueño le gustarás…

 

-        ¿De qué hablas? ¡Estás loco, travesti!

 

-        ¿Travesti?- repitió, torciendo la cabeza como si fuera un gato y mirándole con esos ojos claros.- ¡Vaaaya, el amo estará decepcionado! No pareces muy útil…

 

-        Mira, travesti, será mejor que te largues de aquí o te daré una patada en el culo- gruñó cabreándose. Este tío de apariencia dulce le ponía los pelos de punta.

 

-        Wiii, que rudoooo- soltó un gritito y juntó las manos a sus labios, dándole la apariencia de un juguetón ratoncillo. Tooru estaba a punto de golpearlo, sino fuera porque el chico, quien antes estaba enfrente ahora estaba a tan solo unos centímetros de él. Rostro con rostro.- Nos volveremos a ver- susurró en su oído y pasó la lengua a lo largo del cuello del más bajo.

 

 

 

El menor estuvo apunto de darle un empujón pero aquel estrafalario sujeto había desaparecido y nuevamente se encontraba solo en el invernadero. ¿De donde narices había salido ese travesti? Miró en todas direcciones, pero sin duda ese sujeto había desaparecido del lugar. No le había visto nunca por el instituto, pero decidió no darle mayor importancia, tal vez era un extraño psicópata invertido que se había colado en la escuela. Le hizo gracia pensar eso, imaginarlo como tal.

 

 

 

Continuó con su trabajo hasta que estaba tan cansado como para mover un solo dedo más, recogió sus cosas y se colgó la mochila en el hombro para salir del invernadero. Cuando lo hizo descubrió que a pesar de ser las seis y media de la tarde ya había oscurecido, eso es lo que pasaba cuando es pleno invierno. Se enroscó mejor la bufanda al cuello y con las manos en los bolsillos del abrigo, comenzó a andar de regreso a casa por las vacías calles. Era normal que a pesar de la hora no hubiese ni un alma por la calle, ya que había comenzado a nevar intensamente.

 

Los copos y el viento chocaban contra su rostro provocando que su nariz y mejillas se coloreasen de rojo. Iba caminando tranquilamente cuando vio en frente suya algo que le dejó ligeramente descolocado, frente a él caminaba en su dirección un sujeto delgado y bastante más alto que él. No podía ver bien el rostro, solo el cabello negro sobre el rostro. Lo más curioso no era esto, ni que apenas caminase por la calle con una sudadera con capucha, sino que la nieve que caía parecía no tocar su piel…como si existiese una burbuja a su alrededor.

 

El chico lejos de apartarse del camino de Tooru, se quedó parado en medio, cortando el avance del rubio. Este levantó la vista algo cabreado, no le reconocía de la escuela así que no sería uno de los que habitualmente le hacían la vida imposible. Ese pelo azabache, la piel pálida y los ojos maquillados con sombra negra que le hacía parecer más tétrico.

 

 

 

-        ¿Me podrías dejar pasar?- preguntó, lo más cortes que pudo. No le gustaba ese chico, de hecho le resultaba extrañamente familiar y le ponía los pelos de punta.

 

-        ¿Ya te quieres ir? Pero si acabamos de encontrarnos…

 

-        Lo siento, debes confundirme con otra persona- contestó de forma brusca intentando pasar de nuevo.

 

-        No, te estaba esperando justamente a ti…

 

 

 

 

 

“Huye, Tooru, huye ya” Pronunció una voz en su cabeza, no quería hacerla caso, de hecho creía que se estaba volviendo loco ya que la voz ni siquiera era la suya propia. Pero como si se tratase de un robot con control a distancia sus pies comenzaron a moverse solos, haciendo que saliese corriendo sin que él lo deseara.

 

El chico tétrico le gritó y con un movimiento de mano dirigido a sus piernas hizo que el rubio se tropezase, como si le hubiese puesto la mismísima zancadilla a pesar de estar metros alejado de él.

 

Tooru se levantó ya que aquella voz no hacía más que repetir que huyese y eso se vio obligado hacer. “Corre en zigzag, que no te pueda atrapar” Tanto como la primera orden, su cerebro se vio en la obligación de obedecer y sorprendentemente el moreno a pesar de intentar que Tooru cayese no pudo conseguirlo, corrió detrás de él, pero realmente no tenía la suficientemente buena condición física que parecía poseer el rubio.

 

 

 

-        ¡Maldito Ryutaro!- gritó al aire, pateando un contenedor cuando perdió de vista a Tooru.

 

 

 

 

 

Tooru corrió hasta la puerta de su casa sin poder detenerse ni un segundo a pesar de estar exhausto, fue hasta que aquella voz en su cabeza dejó de ordenárselo, desapareciendo.

 

Aquello había sido realmente extraño y le daba miedo que se estuviera volviendo loco por momentos. Primero había sido ese chico-chica que se había colado en el invernadero repitiendo a saber qué cosas de su “amo”,  ahora el tipo raro tétrico, y por si fuera poco la extraña voz de su cabeza. Realmente había sido un día de locos.

 

 

 

Sacó las llaves del bolsillo de su pantalón del uniforme y la introdujo en la cerradura, cuando pasó al interior vio que los zapatos de su padre estaban en la entrada. Genial, con todo se le había hecho demasiado tarde y él ya estaba aquí. Se quitó los suyos igualmente y se dirigió hacia el salón en busca de su progenitor, pero no le vio como siempre sentado en su butaca, fue en ese momento que oyó ruidos provenientes de su habitación. Caminó hasta allí, encontrándose cuando abrió la puerta de su cuarto con su padre rebuscando en el armario y sacando su poca ropa.

 

 

 

-        P-papá…¿Qué haces?- preguntó con hilillo de voz.

 

-        Te largas de aquí- soltó duramente, metiendo hecho un gurruño todas sus prendas.

 

-        ¿Qué? ¿Por qué?- inquirió, entre asustado y cabreado.

 

-        Por lo visto vales más de lo que pensaba…¡y yo aguantando tu presencia!- sonrió realmente feliz.

 

-        ¿D-de qué hablas?

 

-        ¡Me han dado 20000 yenes por ti, con eso podré vivir durante mucho tiempo como un rey!- Se le veía realmente contento, sin sentir lástima por su único hijo.

 

-        ¿Me…has vendido?- preguntó sin poder creérselo. Nunca pensó que su propio padre lo entregaría por dinero…

 

-        ¡Yo tampoco pude creérmelo hasta que me dieron los billetes! En fin, ¿quién te podría querer a ti?- rió con sorna.

 

-        ¡Me has vendido! ¡Me pegas, me insultas durante años y yo sigo preparando tu comida cada día y cada noche y tú me vendes!- gritó con una ira que no había sentido en años. Se encaminó hacia su padre para darle un empujón con todas sus fuerzas pero eso a penas hizo que retrocediese un par de pasos.

 

-        ¿Vas a llorar? ¿Eres un niñito llorón?- se burló el adulto, cogiendo las muñecas de los puños que le golpeaban débilmente (por su corta edad) en el pecho.

 

-        Eres asqueroso, repulsivo. No sé como mamá pudo estar contigo, menos mal que murió para no ver en que te has convertido- soltó con todo el odio retenido en cada palabra, en cada mirada.

 

 

 

El adulto realmente enfadado, retrocedió la mano para atrás para darle un fuerte bofetón a su hijo que le dejó tirado sobre el suelo con el labio sangrando. Iba a continuar golpeándolo por sus palabras, cuando una mujer de mediana edad entró en la habitación.

 

 

 

-        Por favor, deténgase, señor Yuutaro.

 

-        Este cretino…- murmuró con ira pero se alejó del pequeño.

 

-        Si le sigue pegando, nadie querrá comprarlo y nuestro negocio sería invalidado. ¿Usted no querrá eso, no?

 

-        No, no, lléveselo. Ahí esta su ropa- señaló el mayor, a la pequeña bolsa de deportes sobre la cama.

 

-        Bien- un hombre vestido de traje, entró y tomó la maleta.- Tooru, levántate ya y sígueme- ordenó con tono gélido.

 

 

 

A pesar de que no quería, de que deseaba huir de allí y marcharse lejos…ir con Die…No pudo hacer otra cosa que seguir a aquella mujer de aspecto severo y corazón marchito. Ya que nadie que vendiera a niños de apenas trece años podía tener un sano corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Se veeeende Kyooo al mejor postor!!!!! *insertar sonido de campanilla, al más estilo los simsons*

Bien, espero que os haya gustado, sé que es cortito, pero últimamente me salen así....TT_TT

Aspecto de Hizaki

 

 

Aspecto Kyo


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