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Fighting with the dark por Luna Kaze no Kizu

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Notas del capitulo:

Hola gente este es mi regalo de Halloween por adelantado.

este capitulo como su nombre lo indica es para darles una idea de lo que paso con nuestras parejas antes de la actualidad, si cometo algun error o algo no se entiende, para eso tienen la cajita magica llamada rw

muchas gracias a todos por sus comentarios, los dejo con la historia

 

Itsuki POV.

 

Contemplaba el cielo a través de la ventana, solía salir temprano de casa, tomando el autobús hacia uno de los pocos parques que quedaban en la zona. Un sitio que me daba paz. Esa que no podía conseguir en ningún otro lugar.

Pese a que seguía escuchando el ruido de la ciudad en el parque, no me había hecho adepto a los audífonos. Era consciente de mi situación, y del hecho que no podía permitirme gastar dinero en otra cosa que no fuera lo esencial para vivir.

Estaba de pie en la delgada línea entre la cordura y la locura.

Y sabía que si daba un paso más a la evasión, me volvería loco.

Después de años constantes de sobrevivir sabia que no ganaría nada con huir. Que al contrario, perdería.

Estaba completamente solo en el mundo y cuando enloqueciera nadie cuidaría de mí.

Era una de las muchas personas en aquella inmensa ciudad que solo se tenia a si misma. Mis padres me abandonaron apenas abrí mis ojos al mundo y nunca sentí curiosidad por conocerlos. Pase gran parte de mi vida en un orfanato de normas rígidas donde los mayores abusaban de los mas jóvenes.

Y debido a mi aspecto tuve que aprender a defenderme rápido.

Lastimosamente mientras no supe defenderme, sobra decir que hicieron conmigo lo que se les antojo.

Cosas que no quiero repetir jamás y que lucho porque no regresen a mi mente a interrumpir mi tranquilidad.

Cuando tuve la edad suficiente, abandone ese endemoniado lugar con poco más que dos pantalones, un par de camisetas y mi único par de zapatos. Dentro tenía dos cuadernos de dibujo y dos gastados lápices junto a una pequeña navaja.

 

Conseguí un trabajo de medio tiempo en una de esas tiendas que abrían las 24 horas. Y en poco tiempo pude conseguirme un lugar donde vivir.

Seis meses después de conseguir ese trabajo y abandonar el orfanato podía decirse que mi vida mejoro bastante.

Esa era mi mañana libre y me iba al parque, pero a diferencia de otras veces iba a dibujar. Pude ahorrar lo suficiente para comprarme un buen block de dibujo profesional y un set de lápices.

Me senté en la parte mas alejada del parque donde casi nadie solía pasar. Allí no se escuchaba el ruido de la ciudad y la vegetación era más tupida.

 

 

 

 

Sensui POV.

 

Sentía los parpados pegados con cemento después de varios intentos infructuosos finalmente pude abrir mis ojos. Estaba tirado en una zona boscosa, no tenía idea de en donde demonios me encontraba. Pero en la ciudad de Tokio no había muchas zonas que fueran así. Debía estar en un parque natural y por la luz que se colaba entre algunas ramas debía ser temprano en la mañana. Lo primero era averiguar donde demonios me habían arrojado. Esos ilusos cometieron el error de pensar que podían  matarme con tan poco. Ya me recuperaría y les haría pagar con sangre lo que me habían hecho.

El primer paso era, salir de allí.

Tenía una pierna completamente jodida. Me concentre en arrastrarme sin apoyarla demasiado en el suelo, por fortuna para mí el suelo de aquella zona estaba lodoso y no me lastimaba la pierna mientras me arrastraba. No me podía dar el lujo de esperar a la noche a que ese parque estuviera vacio, estaba seguro que los que me tendieron la trampa querrían asegurarse con sus propios ojos que estaba muerto, y yo no era tan idiota como para esperarlos tranquilamente a que vinieran a rematarme.

A medida que avanzaba comenzaba a recordar lo que pasó la noche anterior, y estaba seguro de haber escuchado una patrulla de policía acercándose al muelle. Quizá esa era la razón de encontrarme abandonado en un parque y no tirado en el muelle siendo un cadáver.

 

Me puse alerta cuando alcance una zona un poco mas descubierta. Los arboles eran un poco más bajos y estaban más separados unos de otros. En el suelo se extendía un lecho de hojas secas y la luz del sol se colaba libre entre las ramas de los arboles dándome de lleno en la espalda… por fortuna aun no me topaba con nadie.

No quería que nadie me viera pero admitía que en las condiciones en las que me encontraba no podría esconderme si es que alguna persona se acercaba.

Mis temores pronto se hicieron realidad cuando apareció una banca a mi izquierda, al parecer los arboles la taparon de mi vista. En ella estaba sentada la criatura más hermosa que haya visto en mi vida, al principio tuve el torpe pensamiento de que era una chica, estaba concentrado completamente en su block de dibujo y de vez en cuando daba miradas alrededor. Al cielo pero nunca al suelo.

Sabía que tenía que despegarle la mirada y seguir avanzando, pero me encontraba incapaz. Y en lo que pareció un momento interminable nuestras miradas se cruzaron.

Sería cosa de unos cuantos segundos pero nos ponderábamos el uno al otro sin ninguna prisa, el me estudiaba con curiosidad y algo de recelo en su mirada de un color indeterminado, penetrante y atrayente.

Se levanto y dejo a un lado su block de dibujo. Acercándose con rapidez hacia mí.

 

 

 

 

 

 

Itsuki POV

Ya estaba dándole algunos de los toques finales a mi dibujo, fue cuando me sentí observado. Aquello era ridículo porque me encontraba solo en la zona más aislada del parque. Esa que todo el mundo solía evitar porque allí siempre se llevaban a cabo descubrimientos desagradables. Al parecer los yakuzas gustaban de usar aquella zona como tiradero de cadáveres. A mí me gustaba esa zona del parque desde que era joven. Y era por el silencio, la ausencia de sonidos desagradables y ese aspecto de misticismo que ofrecían todos esos enormes arboles aglomerados.

La sensación de ser observado me estaba incomodando porque estaba atrayendo malos recuerdos de mi infancia, por lo que levante la mirada y casi de inmediato me encontré con un hombre que estaba arrodillado en el suelo, sucio de pies a cabeza y se podía ver el barro mezclado con la sangre, por el aspecto que tenia era seguro que llego hasta donde yo estaba arrastrándose por el suelo.

Parecía que iba a caerse al suelo en cualquier momento, la súbita comprensión de lo que le había pasado me dejo helado al menos por una fracción de segundo, deje a un lado mis cosas y salte de mi silla para ayudarle.

El me mirada con aquellos ojos muy similares a los de un animal herido, pero eran tan malditamente imponentes. Mientras nos contemplábamos el uno al otro, cayo al suelo.

Me apresure a su lado y lo incorpore… no hizo ningún quejido de dolor aunque no podía estar seguro. Estaba completamente cubierto de lodo por lo que era incapaz de ver sus heridas en todo su esplendor.

¿Qué se suponía que debía hacer?

Mientras me encontraba en mi pequeño dilema mental aquel extraño me dirigió unas pocas palabras.

_ No llames a nadie.

Y luego de eso sus ojos se cerraron, dejándome con el peso muerto de su imponente cuerpo, me fui al piso casi de inmediato.

Ese extraño escogió el peor momento posible para desmayarse. No quería que llamara a nadie. Pero… ¿Cómo demonios me las iba a arreglar para cargarlo por mi cuenta?

 

 

 

 

 

 

Desperté en medio de una sencilla habitación, lo que me despertó fue el resplandor del sol a través de unas suaves cortinas blancas. Al principio no pude situar el lugar donde me encontraba porque mi visión era demasiado borrosa como para poder hacerlo.

Cuando finalmente pude abrir los ojos me fije en mas detalles. Las cortinas blancas y de tela suave que el viento agitaba justo sobre mi cabeza, se notaba que estaban viejas y remendadas, sin embargo estaban bastante limpias.

 

 

Estaba tendido en algo que se podía llamar un catre. Al lado tenia una mesilla de noche de aspecto destartalado, a la gaveta le faltaba la manija.

Era una habitación bastante pulcra aunque pequeña y las paredes estaban pintadas de un color hueso o marfil no alcanzaba a distinguir cual tonalidad. Lo que si estableció es que era un color que te hacia sentir enfermizo.

Por lo que pudo apreciar alguien se encargo de sus heridas, lo limpio y le puso ropa nueva.

Si desearan hacerle daño no se hubieran tomado la molestia de hacer todo lo que hicieron…

Forzó su mente tratando de recordar que demonios paso…

La única escena que pudo rescatar de su mente fue cuando se arrastraba a través de la zona mas tupida de parque de Namimori, y vio a aquel chico sentado en la banca con su block de dibujo.

 

El ruido repentino de la puerta abriéndose lo saco de su ensimismamiento, y en el umbral se encontraba aquel chico del parque.

_ Que bueno que hayas despertado ya- le dijo. Su voz era tan… única. No había palabras para describir el efecto que tenia en el. Por lo que simplemente asintió, no queriendo arruinar el momento.

 

_ Metí tu ropa a lavar, tus zapatos quedaron hechos un desastre y espero que me disculpes pero no quise pasarlos a la casa. No tenias cartera ni nada de eso cuando te encontré. Puedes usar el teléfono si gustas…- mientras le hablaba iba recogiendo algunas cosas en la habitación, se notaba que era una persona bastante activa, lo tenia bastante cerca gracias al espacio reducido de la habitación, y mientras mas lo detallaba pensaba que no fue del todo un error confundirlo con una chica.

Después de todo era tan… hermoso.

Que fácilmente pasaría por una mujer.

Debía de haber enfrentado muchas situaciones desagradables por eso.

_ Gracias, pero no tengo a nadie a quien llamar. Te agradezco que no hayas llamado a nadie- dijo, sinceramente.

_ De nada, esa fue tu única petición y te veías bastante serio cuando me pediste que no llamara por ayuda. No es asunto mío lo que hagas o quien seas, así que no te preocupes.

Rápidamente, Sensui estableció que pese a su apariencia delicada, aquel chico era una persona independiente y de carácter decidido.

_ Es bueno saberlo- dijo, con una sonrisa de medio lado. No supo que lo impulso a sonreír, se sintió raro al hacerlo porque su rostro no era precisamente proclive a la sonrisa.

 

 

 

 

 

 

 

Las calles de aquella ciudad eran crueles. Y eso lo sabían los huérfanos mas que nadie.

Hiei era de estatura pequeña y bastante delgado por ello era el blanco favorito de los matones del orfanato y de los de las pandillas en las calles.

Sin embargo no podía permitirse llorar o mostrarse débil, tenia alguien por quien debía ser fuerte. Su hermana, Yukina.

Ella siempre fue una niña enfermiza y delicada, aunque era muy bella. Y a medida que crecía aquello se iba convirtiendo en un problema. Hiei se percataba de las miradas que le lanzaban a su hermana y eso no le gustaba nada. No la dejaba sola ni un segundo pese a que eso le granjeaba problemas con las cuidadoras. Así transcurrían los años, sin que nada cambiara, haciendo que todo le pareciera aburrido. Monótono y sin chiste.

Hasta ese día…

 

Un acaudalado coleccionista de artes llego a la ciudad como consecuencia de una subasta. Esa persona era conocida por realizar obras de beneficencia y decidió pagarles a los chicos del orfanato una excursión a una casa de campo.

Era una gran hacienda colonial, donde había viñedos, naranjos, y cultivos de fresas, un establo con caballos de todo tipo, color y tamaño.

La experiencia nueva fue bien recibida tanto por los niños como por los cuidadores del orfanato, y Hiei no fue precisamente la excepción.

Cuando fueron llevados a los establos quedo fascinado por un fantástico caballo negro que según el encargado de los establos no se encontraba domesticado del todo. Pero no cavia duda que aquel caballo era una belleza.

Tan abstraído estaba que no se dio cuenta cuando los demás se marcharon, entre ellos su hermana, completamente sola.

 

 

 

El día era hermoso, como siempre que su madre y el pasaban la temporada en la hacienda familiar. Su tía los invitaba al menos una vez al año. Pese a que no se sentía precisamente bienvenido en la casa no podía decir que no le agradaba el lugar.

Ese año su visita coincidió con la que hacia un grupo de huérfanos.

La casa estaba llena de gente y su tía de muy mal talante le ordeno que no se cruzara en el camino de los huéspedes.

Sin embargo aquello era mas fácil decirlo que hacerlo porque la casa a pesar de ser grande no lo era lo suficiente. Ese día se le antojo salir al jardín.  Y los huéspedes venían por el camino de tierra que daba hacia los establos, allí el grupo se separo en varios mas pequeños puesto que los cuidadores les dijeron que podían jugar hasta la hora de la cena.

Fue así que no pudo evitar fijarse en una pequeña niña de aspecto enfermizo que miraba de un lado al otro con expresión desamparada, que miraba de un lado al otro como si se le hubiese perdido alguien.

Finalmente, algo temblorosa emprendió el camino hacia un pequeño jardín de rosas que se encontraba cerca, casualmente era el lugar que mas le gustaba de aquella hacienda. No teniendo demasiadas opciones, decidió seguirla lo mas silenciosamente posible.

La única condición que se le impuso fue la de mantenerse oculto de los huéspedes. Pero del resto podía andar a sus anchas.

La pequeña parecía asustada al principio pero luego comenzó a arrancar algunas florecillas y a trenzarlas para hacerse una improvisada corona. A medida que las arrancaba se disculpaba con ellas como si pudieran oírle. Y aquello por alguna razón le enternecía.

El no era una persona muy afectuosa y mas bien le decían que era un niño muy extraño. Pero esa chiquilla le generaba unos instintos protectores hasta ahora desconocidos para el.

 

El silencio en el claro fue interrumpido por la llegada de un grupo de matones, los supo reconocer por los gestos que hacían y porque claramente sus intenciones no eran  buenas, el jardincito de flores era bastante aislado y lo único que tenia cerca eran los establos por lo que había una muy alta posibilidad que nadie escuchara el alboroto que seguramente harían.

_ ¡Vaya! Miren a quien tenemos aquí muchachos.- comento uno de los del grupo, habiéndose percatado de la presencia de la niña, quien se abrazo a si misma y retrocedió hasta chocar con la cerca de madera.

_ Oye dulzura, ¿Dónde dejaste al idiota de tu hermano?- comento otro, acercándose a ella para horror de la niña.

_ No le preguntes, mejor que ese idiota no este aquí, así podremos divertirnos mas.

Aquel fue el momento exacto para salir, dándole una veloz patada al que se encontraba mas cerca de la niña.

Tomándolo por sorpresa y mandándolo unos cuantos metros atrás.

_ ¡¿Quién demonios eres tu?!- salto otro de ellos intentando golpearle.

_ No es algo que te interese. Váyanse de aquí y déjenla tranquila si no quieren que los golpee- amenazo, impasible. Como quien habla del clima o de la hora.

_ ¡Maldición! ¡Te llueven los malditos defensores Yukina!

 

Y con eso se dieron a la retirada como los cobardes que eran, y una risa cristalina se escucho en el silencio. Al voltearse constato que era ella, y riéndose se veía aun mas adorable.

_ ¿Qué es tan gracioso?- se encontró a si mismo preguntándole.

Sus pálidas mejillas se sonrojaron y ella contesto, casi inaudible.

_ Es que me han recordado a los puerquitos que nos enseño Makino-san ayer-.

Y ante aquello el también se rio con ganas, esa había sido una comparación bastante certera.

_ Muchas gracias por ayudarme- dijo ella.

_ No hay de que- repuso el, preparándose para irse.

_ Oye… ¿Cómo te llamas?- le pregunto, antes de que se alejara por completo de ella.

_ Soy Kurama- respondió el, haciéndole un gesto con la mano y alejándose en dirección a lo establos.

Vale que le cayo bien la chica y que no iba a dejar que la molestaran en su presencia pero tampoco era para quedarse con ella todo el tiempo, no se sentiría cómodo con eso y prefería estar solo.

Pero claro, no hubo manera de decírselo a ella que lo seguía un poco mas a la distancia en dirección a lo establos…

Cuando su mano apenas rozo la puerta esta se abrió obligándolo a retroceder.

Un pequeño pelinegro con aspecto algo enfadado estaba de pie en el umbral. Kurama era mucho mas alto que el, pero ese chico tenia algo que gritaba a las claras que no querrías tener problemas con el.

_ Onii-san- grito Yukina lanzándose a el y abrazándolo con fuerza. Pese a que el pelinegro se sentía incomodo (era muy notorio) le devolvió el abrazo torpemente.

_ ¿Quién demonios eres tu y que hacías con mi hermana?

_ Onii-san, el es Kurama y me defendió de los chicos malos- explico una sonriente Yukina que no se separaba de su hermano ni por un segundo.

_ ¿Es eso cierto?- pregunto Hiei, arqueando una ceja.

Kurama se limito a asentir.

_ Supongo que te lo agradezco- dijo el pelinegro, reticentemente.

Yukina finalmente lo soltó de su abrazo y se conformo con tomarle la mano.

Sin dirigirse una palabra mas, los dos hermanos se fueron y el peli rosa entro en el establo cerrando la puerta a sus espaldas.

Si en ese entonces a Kurama le hubiesen dicho que ese pelinegro se convertiría en su novio dentro de unos años se hubiese descojonado ahí mismo.

 

 

 

 

Los días que paso en ese apartamento se convirtieron en semanas. Y aun así, Itsuki (así se llamaba el chico) no le pedía que se marchara. Aquello que tenían era una especie de convivencia forzada. Desde que despertó con sus heridas curadas y en la cama de Itsuki, Sensui pensó en cuales eran sus opciones, encontrándose con que no eran demasiadas. Esos cabrones que le golpearon y le lanzaron en el parque Namimori para que muriera le robaron todo lo que tenia encima. Y no es como si se pudiera aparecer por la zona donde estaba su piso porque estaba seguro que se encontraban al pendiente para mandarlo al otro mundo.

En esas semanas que paso en el departamento de Itsuki le fue sencillo familiarizarse con la rutina del chico. Trabajaba gran parte del día en una tienda de departamentos, no estudiaba nada aunque de tener a escoger le hubiese gustado estudiar Arte.

Lo que ganaba a duras penas y le alcanzaba para la comida y algunas cosas que usaba para dibujar.

Era una persona sencilla pero a la final atrapada en un circulo vicioso.

Predecible al extremo. Itsuki tenia una hora de llegada y una hora de salida. Por eso, cuando después de tres meses viviendo con el, no llegaba a casa, Sensui supo que algo andaba mal.

Su mente inquieta comenzó a hacer las mil y una conjeturas, ¿Dónde estaría? ¿Con quien? ¿Se encontraba bien? ¿Cuándo regresaría?

Sabia donde trabajaba Itsuki pese a que nunca había entrado, el chico le indico donde quedaba el lugar en caso de que necesitase algo, y se sorprendió sal saber que no quedaba muy lejos del apartamento, solo un par de manzanas, sin embargo era una de las peores zonas de la ciudad.

Decidiéndose, Sensui se levanto del sofá donde estuvo sentado el ultimo cuarto de hora y se encamino a paso decidido a la tienda…

Al llegar no vio a Itsuki por ningún lado, y al acercarse a la chica que se encontraba en caja y preguntarle al respecto, ella dijo que hacia rato que Itsuki se marcho a casa porque no se encontraba bien.

Después de agradecerle por la información salió a toda prisa recorriendo la calle con la mirada atenta, todas sus alarmas se encendieron después de escuchar la declaración de la mujer, esa era una de las peores zonas de la ciudad, no tanto por las bandas y la venta de drogas y armas, era porque allí se secuestraba con mucha frecuencia a las personas para venderlas en el mercado negro.

Y una vez vendidas… pasaban el infierno en la tierra.

No quería eso para Itsuki. Independientemente de que estaba en deuda con el chico por dejarle vivir en su piso, alimentarle y vestirle las ultimas semanas sin preguntar o reclamar nada en lo absoluto, el chico era una persona valiosa, del tipo de las que ya no se veían en el mundo.

Examino atentamente a todos los transeúntes en busca de una señal sospechosa, pero aparte de unas cuantas parejitas felices, algunos drogadictos, un par de borrachos y un grupo de prostitutas no encontró nada que le llamase la atención. Fue cuando llego a un callejón que una escena se desplego a sus ojos, abominable pero común.

Un grandulón tenia acorralado a un chico contra la pared mugrienta del callejón, al fondo estaba un gran contenedor de basura, algunas cosas estaban desperdigadas a su alrededor, el cabello del chico era inconfundible, ese era Itsuki, quien luchaba por liberarse como una autentica fiera.

Reaccionando, le saco al tipo de encima y le puso tal paliza que estaba seguro que el infeliz no podría moverse de allí en un futuro muy cercano, Itsuki estaba paralizado contra la pared del callejón, puesto que no se terminaba de creer que ese tranquilo extraño a quien alojaba en su piso fuera capaz de tal grado de violencia. En especial teniendo en cuenta el tamaño de esa mole con quien se enfrento y a quien derroto muy fácilmente.

Atónito, observo como revisaba al hombre a quien recién derrotaba, sacando su cartera, un arma y unas cuantas balas. Una caja de cigarrillos y un encendedor de buenísima calidad.

Itsuki se descubrió a si mismo temblando de frio, su camisa quedo reducida a unos pobres harapos que en nada le tapaban…

Sensui se acerco a el, tendiéndole su cazadora de cuero negra.

_ ¿Estas bien?

_ Si… gracias- contesto el chico, poniéndose la chaqueta.

_ Me alegra haber salido a buscarte, entonces- comento Sensui como quien no quería la cosa, encendiéndose uno de los cigarrillos que le robo a la mole que estaba tirada a sus pies.

_ Mas me alegra a mi- le aseguro Itsuki, con una de sus enigmáticas y atrayentes sonrisas.

Ambos caminaron de regreso al apartamento en un cómodo silencio.

Cada uno perdido en sus pensamientos, peor con mas ideas en común de las que ellos mismos se imaginaban.

 

 

 

 

Paso un año desde ese encuentro de ambos en la hacienda, cuando volvieron a encontrarse, en esta ocasión en un sitio mucho mas desagradable a opinión de los dos.

Yukina ya no estaba, hacia al menos seis meses que fue adoptada, pese a que Hiei no quería alejarse de ella, sabia que su hermana estaría mejor teniendo una familia que la cuidara que en un orfanato de mala muerte temiendo a cada segundo por su integridad. (Pese a que el estaba empeñado en protegerla)

Cuando se hizo mayor pese a su estatura disminuida se hizo una reputación en el orfanato, al punto que se vieron obligados a transferirlo a otro lugar, básicamente un tiradero donde mandaban a todos los chicos a los que no podían controlar en los orfanatos ordinarios… si no le hubiesen dicho que ese era un orfanato, diría que aquello era una especie de reten de menores.

Era de la escuela al orfanato y del orfanato a la escuela. No podías andar vagueando porque te ganabas una tunda de los cuidadores, y no era precisamente un par de golpes. Te atizaban con lo que tuvieran a la mano, ya fuera un cinturón de rodeo, un garrote o un pedazo de cuerda anudada.

Y mientras mas sangre te hicieran con los azotes, mejor.

La parte buena del asunto, era que por sus excelentes notas, Hiei estaba asistiendo a una de las mejores escuelas de la zona como becado.

Era un respiro no tener que compartir escuela con los imbéciles del orfanato, por eso no causaba problemas en la escuela para que no tuvieran ni una sola queja suya.

Cuando llevaba al menos dos meses estudiando allí, llego un estudiante nuevo, por el programa de intercambios que estaba haciendo el instituto.

Y cual no seria su sorpresa al reconocer al nuevo estudiante, Kurama el chico al que conoció en el único viaje que hizo en su vida.

Ahora era mucho mas alto que el (para su gran irritación) y era el primer lugar de la clase, Hiei tenia el segundo, pero no hacia demasiado alarde.

No era presumido y además en su opinión el segundo lugar era el primer perdedor. Y perder ante ese chico le saco la vena competitiva.

Se encontró a si mismo sintiendo una gran antipatía por el.

Y lo que mas le hacia detestarlo era que para el ojiverde era como si el no existiera. Le ignoraba olímpicamente cuando intentaba molestarle con alguno de sus comentarios, o cualquier otra cosa que Hiei hiciera.

La única razón por la que no le callo a golpes cuando lo sacaba de sus casillas era que no deseaba perder su beca y tener que ir a la misma clase que los idiotas con los que vivía.

La escuela era el único lugar donde era medianamente libre de toda la mierda que debía aguantarse en su vida. Y no era tan idiota como para perjudicarse a si mismo, pese a lo que los demás pudieran pensar.

 

 

 

 

 

Cuando fue transferido de instituto Yohko Kurama esperaba que todo cambiara para bien, librarse de todos los idiotas que lo molestaban en su clase actual, ciertamente que seria un respiro.

Pero debió suponer que las cosas no siempre salen como uno las pide

En su nueva clase le caía bien a todo el mundo excepto a ese chico, Hiei.

Algo en el le sonaba de antes, pero como era una persona especialmente distraída y muy malo para recordar los rostros de las personas no sabia de donde le conocía, y tampoco sabia cual era el origen de esa antipatía que el pelinegro le tenia. (Porque era mas que obvio que le detestaba)

Intentando no aumentar el desprecio del chico, hacia caso omiso de sus obvias provocaciones y se dedicaba a hacer lo suyo, pero por primera vez su estrategia no estaba dando resultado, porque la antipatía que le tenia Hiei  crecía en vez de disminuir.

Y ciertamente no sabía que hacer, además de que la situación estaba comenzando a irritarlo y eso ya era decir mucho. Porque el era una persona que muy raras veces se irritaba o se enfadaba por algo.

Que precisamente ese pelinegro lo estuviese consiguiendo no debía ser algo bueno.

Y lo peor era lo cerca que estaba de hacerle perder la paciencia… algo que ni el mismo se admitiría.

Su limite, estaba a punto de rebosar.

 

 

 

 

 

Se suponía que para Itsuki no había nada mejor que dibujar, así fue toda la vida y no tenía porque cambiar ahora ¿verdad?

Pero si, ahora le gustaba mas pasar el tiempo con Shinobu Sensui que dibujar, si se lo hubiesen dicho antes no se lo creería porque dibujar siempre lo fue todo para el, todo lo que podía hacer para escapar a la mierda de realidad que le tocaba vivir. Demasiado pobre para costearse la universidad. Teniendo que escoger entre estudiar o morir de hambre, lógicamente prefirió trabajar para comer.

Lo poco que le quedaba lo gastaba en comprarse buenos materiales de dibujo, incluso su ropa la compraba en tiendas de segunda mano, en los grandes remates. Y cuando revisaba su armario lo que mas tenia en el eran camisetas anchas y jeans desgastados.

Solo tenia dos pares de zapatos y una mochila grande en la que podía guardar todas sus escasas pertenencias, si es que en algún momentos e le presentaba la necesidad de irse apresuradamente

Con la llegada de Sensui obviamente hubo que hacer algunos cambios, su presupuesto para materiales de dibujo quedo obviamente reducido pues ahora compraba comida para dos personas.

Pero aun a pesar de ese inconveniente no le decía al hombre que se fuera, porque le parecía una de las personas mas interesantes que haya conocido, no le daba esa misma impresión monótona y odiosa que los demás le transmitían. Puede que eso fuera una locura, estaba seguro que mas de una persona le diría aquello.

Pero como siempre estuvo solo e hizo lo que se le diera la gana con su vida aquello no era de importancia.

Era libre de hacer lo que se le diera la gana y todo que se fuera a la mierda, al menos su pobreza le permitía eso, no tenia que permanecer atado a esa mierda de estructura que la sociedad llamaba buena vida.

Puede que no tuviera para pagarse cosas ridículamente caras e innecesarias a su humilde parecer, pero al menos tenia para llevarse comida a la boda, y por supuesto, para seguir dibujando.

 

_ Eso tiene buena pinta- comento Sensui que estaba mirando por encima de su hombro el dibujo en el que se encontraba trabajando.

_ Gracias, pero prefiero que lo veas cuando este terminado- fue la respuesta.

Encogiéndose de hombros, Sensui se sentó en el alfeizar de la ventana, de frente a Itsuki y contemplo al muchacho dibujar.

Le gustaba ese silencio que ambos mantenían, hacia mucho que dejo de ser incomodo, Sensui se distraía contemplando las obras terminadas de Itsuki y tratando de interpretar con que sentimiento fueron creadas, cual era la sensación predominante de su creador cuando lentamente les daba forma con los trazos, después de todo no tenia nada mejor que hacer, sus instintos le decían que esperara y estaba vivo gracias a ellos.

Pero ya se estaba cansando de esperar, estaba frustrado.

La inactividad no era algo que encajara con la personalidad de Shinobu Sensui uno de los grandes de la mafia.

Pese a que siempre trabajaba solo se hizo su reputación sin ningún problema, todos sus trabajos tenían la garantía del éxito pese a que nunca acepto trabajar en grupo.

 

_ Ya esta listo- la voz de Itsuki le saco de su silencio, el chico se levanto de su asiento improvisado, acercándose al alfeizar de la ventana para enseñarle al pelinegro el dibujo en el que estuvo trabajando toda la tarde.

_ Te ha quedado genial, como todo lo que haces- le felicito sinceramente.

Ver a Itsuki sonrojado era una cosa poco común con la que Sensui disfrutaba profundamente, no por algún motivo malicioso sino porque definitivamente era una visión maravillosa, como todo en el… y despertaba…

Demasiadas cosas como para ser descritas.

_ Estas exagerando- fue lo que dijo el chico, desviándole la mirada y con gesto azorado.

_ No, no soy muy dado a alabar a los demás, mas bien soy del tipo sincero y sarcástico como el infierno, si te digo que quedo bien es porque es cierto. Todos tus trabajos sin excepción merecen estar en una galería- le aseguro Sensui, para luego sonreírle un poco.- Si quieres puedo ayudarte con eso.

 

Para su sorpresa, Itsuki no pareció ni ligeramente interesado en todo eso.

_ No quiero, simplemente creo que mis trabajos están mejor en mi casa que en otro lado, solo yo puedo apreciarlos realmente, no creo que en una galería vayan a cuidarlos tan bien como lo hago yo. Y mucho menos las personas que los compren. En mi opinión tengo un gran defecto que me impide ser artista, estoy muy apegado a mis obras y no soportaría vivir lejos de ellas.

 

Sensui tardo en registrar aquellas palabras, pero cuando finalmente lo hizo, se rio con ganas, una explicación tan simple y sincera como el mismo Itsuki lo era.

Y ahora que se lo pensaba mejor, las obras de Itsuki eran demasiado valiosas como para ser deshonradas por el contacto con las personas vacías y codiciosas del mundo, es mas, el mismo Itsuki lo era aun más.

Se sentía verdaderamente privilegiado de poder vivir con el. Y fue en esa sencilla tarde de invierno, sentado en el alfeizar de la ventana de ese pequeño piso, que llego a la conclusión de que seria incapaz de vivir lejos de aquella persona que tenia enfrente.

Había encontrado una persona a la cual incluir en su mundo que hasta hacia un año, solo constaba del mismo. Encontró una persona a la cual quiera proteger, a quien quería tener al lado todos los días.

Y ese era, Itsuki.

Sin embargo, no quería presionarle, o causarle daño alguno.

Supongo que tendré que emplear la paciencia, esa que tanto adoro- pensó un poco sarcástico.

 

_ Bueno, creo que para hoy nos podemos permitir comer fuera. ¿A dónde quieres ir?- le dijo Itsuki, quien para su sorpresa estaba terminando de cerrarse el único abrigo bueno del que disponía.

_ A donde tu quieras- repuso Sensui, acomodándose su cazadora negra.

 

 

 

 

 

 

Finalmente llego su momento, la paciencia le llego al limite.

El incidente fue una tontería, es mas algo que en el pasado solo le hubiese causado risa, ¡Oh! Pero ahora le causaba una furia que podría salir como lava ardiente de sus poros.

Y ver la sonrisa socarrona que Hiei le dirigía a la distancia termino de hacerle perder los malditos papeles. ¿Quién demonios se creía ese maldito enano infeliz?

El gimnasio estaba vacio, por lo que no tenia porque contenerse, al menos eso tenia que agradecérselo a ese puñetero imbécil, puesto que no quería que nadie mas conociera ese lado suyo.

_ Esta me la pagas- repuso el ojiverde, dedicándole una mirada asesina al chico que tenia delante.

_ Quiero ver que es lo que es capaz de hacer el estudiante modelo de la clase, después de todo creo que eres de los que hablas y después no haces nada- le reto. Con los brazos cruzados y esa jodida sonrisa maliciosa que se gastaba.

La pelea comenzó, ninguno de los dos escatimo en contenerse, usaron toda su fuerza y habilidad con el único objetivo de romperse la cara mutuamente, y vaya que se tenían ganas porque los moretones abundaban. Desde un ojo negro hasta una nariz rota.

Dieron vueltas en el piso y se gritaban todo lo que se les pasara por la cabeza. Hiei estaba saboreando el momento de una manera que a mas de uno le parecería retorcida, y es que por alguna razón que nada mas el entendía, adoraba hacer cabrear a las personas.

Y el único que no cayo en su juego era el chico con quien justo ahora se estaba peleando.

La ocasión merecía disfrutarse al máximo.

Pero debió saber que siempre que te estas divirtiendo, la diversión se acaba pronto. Escucharon pasos que se dirigían al gimnasio mas un corro de voces. Ambos pusieron un alto a la pelea y se miraron, el pelinegro palideciendo de pronto.

No había tiempo para rencillas, si los descubrían allí en medio de ese desastre y con la pinta que tenían, no se iban a librar de detención el resto del año y en el caso de Hiei, la revocatoria de su beca.

Miraron a su alrededor en busca de una alternativa, lo único que tenían era el armario donde guardaban las cosas cuando no se las usaba, allí estaban desde los útiles del conserje hasta los diferentes balones que se usaban en clase de gimnasia y todo tipo de mobiliario.

Ambos eran conscientes de que quien quiera que entrase, revisaría todo el gimnasio para descubrir a quienes habían estado peleando, por lo que tenían que esconderse muy bien.

El único lugar en donde nadie revisaría era el reducido casillero que se encontraba amontonado en una esquina, era un casillero descompuesto al que se le estropeo la cerradura, pero no tenían un mejor sitio donde meterse y si se quedaban fuera sin duda los descubrirían, pero la idea de entrar allí voluntariamente y en compañía del otro era casi tan terrible como la alternativa de dejarse atrapar.

El primero en avanzar hacia el estropeado casillero fue Hiei, poco le importo que Kurama se encontrase paralizado mirando de la puerta al casillero y del casillero a la puerta, lo que finalmente hizo que el ojiverde se decidiera fue que escucho como las voces se acercaban más y más al depósito.

Disgustados por compartir el espacio casi inexistente ambos muchachos se las arreglaron para cerrar la puerta. Como Kurama era más alto que Hiei sentía la agitada respiración del más bajo en su cuello y tampoco ayudaba sentir cada parte de su cuerpo en contacto con la del otro. ¡Claro que no!

Ambos estaban a punto de aprender lo malo que era quedar encerrados en un reducido espacio después de una pelea.

¿Les gustaría?

 

Notas finales:

muchas gracias a los que comentan, me animan

muchas gracias a los que leen mas no comentan, me alegra que mi historia les entretenga

matta ne

Cyss Darko


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