Aun envuelto en el calor proporcionado por el edredón y la suave melodía que producía la respiración de su acompañante y la llovizna que golpeaba su ventana, no lograba conciliar el sueño. Cada célula le pedía a gritos unos minutos de descansó, pero su corazón simplemente no dejaba de golpear nerviosamente su pecho.
Con cuidado se deshizo el abrazo estilo koala que le proporcionaba su pareja y procurando no despertarlo se encamino a la cocina por un café, amargo, como su estado anímico en esos momentos.
“El corazón no siempre siente lo que el cuerpo demuestra”
Con la infusión en mano se dispuso a tomar en el sofá junto a la chimenea, que el mismo encendió minutos atrás, dirigiendo su vista al frente… justo hacia la puerta principal de la casa.
A pesar de tener la vista fija en la puerta, su mente se encontraba divagando en el pasado, donde sus dos grandes adoraciones dependían solo de él, cuando su mayor consuelo después de una pesadilla era una caricia en sus albinas cabelleras y un “solo fue un sueño, mocosos llorones”.
“Aunque no lo quieras, las crías siempre dejan el nido”
Una sonrisa irónica se formo en su rostro al recordar a los malnacidos que le quitaron a sus cachorros, a esas infames criaturas que años atrás cazaba con maestría y las mismas que enseño a pequeños a cazar… pero el destino tiene una mentalidad retorcida y sus hijos ahora se encontraban en manos de dos chupasangres de alta clase.
Con ese acerbo pensamiento se dirigió a su dormitorio, recostándose junto a su amado recibiendo un abrazo inmediato del aun inconsciente rubio, una mueca de diversión se curvo en su rostro al momento que cerraba los ojos preso del cansancio, siendo vencido al fin por Morfeo.
“Aunque el cariño no se demuestre, siempre esta ahí… siempre presente”
Sintió el como el colchón se hundía a la altura de sus pies, luego unos suaves susurros de discusión.
- Ten mas cuidado. - Fue el primer murmuro que logro comprender, luego de salir del mundo de los sueños, aunque aun mantenía los ojos cerrados.
- No es mi culpa que te hayan dado como caja anoche*. – El segundo individuo se mostro enojado por el regaño recibido.
- Estas enojado porque anoche le toco a Shiki*.
- ¡Ja! Al contrario de ti, yo no tengo un celo excesivo hacia mi pareja, compartir a Takuma no me presenta un complejo existencial. – Respondió orgulloso. - Además a Taku le gustan los tríos.
- Hay cosas que simplemente no me apetecen saber.- Respondió el mayor de los tres, saliendo de su falso sueño.- ¿No tienen un mejor lugar para hablar de sexo? - Pregunto tomando asiento en la cama.
Los menores simplemente rieron mientras un tierno sonrojo pintaba sus mejillas, se miraron por una milésima de segundo para finalmente abalanzarse sobre su maestro.
- ¡Feliz día del padre! – Gritaron al unisonó apoyando cada uno su cabeza a un costado de la del mayor.
“Un padre no es quien engendra, un padre es quien cría y ama”
- Lo que me faltaba… ser “padre” de dos mocosos precoces.- murmuro masajeándose la sien, ganándose una risa de los gemelos.
- Viajamos cinco largas horas para verte y así nos pagas.- reclamo el menor haciendo pucheros.
- Como si alguna vez los hubiera tratado diferente.
- Lo sabemos, pero siempre se mantiene la esperanza ¿No? – hablo esta vez el mayor de los Kiryuu.
De su chaqueta el amatista mayor saco una caja, ni muy grande ni muy pequeña, del tamaño justo para posarse en su mano. Sin prisas, coloco la cajita en manos del mayor, quien solo respondió con una sonrisa casi imperceptible.
- ¡Feliz día papa! – repitieron Zero e Ichiru.
- ¡¿Y YO QUE?! *- grito indignado un rubio que iba entrando recién a la habitación.
- A ti te saludamos para el día de la madre*.- respondió divertido Ichiru.
- ¡Ni mis hijos me respetan ya! – reclamo – Bajen a desayunar pequeños ingratos, si no Yuuki se comerá mas que su desayuno*.
Esa insignificante frase fue el detonante para que los gemelos bajaran con rapidez de la cama y las escaleras. Kaien miro a su koi sonriendo y con una seña le dio la misma orden que a los menores, bajando después el.
Yagari tomo la pequeña caja entre sus manos, quitando el listón para luego levantar la tapa, sacando del interior una cadena de oro blanco del cual colgaba un camafeo de dos pequeños peli platas abrazados a un dormido Yagari.
“Cuando creas que todo va mal, recuerda que pueden ir peor”
Bajo con fingido desgano las escaleras, encontrándose a un sonriente Cross hablando con sus queridos yernos. Soltó un bufido de molestia y tomo asiento junto a su uke.
- Al contrario de ti, hay algunos que están muy entusiasmados con celebrar el día del padre. – Comento el rubio de lentes mirando a sus hijos y respectivas parejas.
El rostro del pelinegro palideció y su vista se desvió a los casi inexistentes bultos en las barrigas de cada gemelo, los cuales eran acariciados por los vampiros nobles.
- Ehh ¿Feliz día oto-san? – dijeron los menores al mismo tiempo, pero esta vez, temblando por los nervios.
Pero en vez de reclamar, el pelinegro solo... cayó.