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Gay por conveniencia por Hatake Saori

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Notas del capitulo:

No tardé tanto para este capítulo como pensaba, espero lo disfruten y dejen unos cuantos comentarios después de leerlo.

Un joven rubio estaba metido en el armario del conserje con la oreja muy pegada a la puerta, intentando escuchar algún ruido proveniente del piso de arriba.

-¡Señor Uzumaki!—gritaba uno hombre de voz ronca mientras aporreaba la puerta—¡Señor Uzumaki, será mejor que me abra la puerta! Ya me debe la renta de tres meses y si no me paga en esta semana, juro que yo mismo te lanzaré por el balcón del departamento.

Naruto escuchó unos pesados pasos descender la escalera que se perdieron tres pisos debajo. El chico salió del departamento y suspiró aliviado. No le divertía precisamente tener que esconderse del casero en todo momento, pero tampoco podía darse el lujo de pagar la renta de un departamento cada mes cuando no tenía ni para comprarse calzones nuevos.

-Por poco—susurró y subió alegremente las escaleras, donde encontró a su vecino y mejor amigo, Sai, barriendo el pasillo con una sonrisa que daba miedo.

-Te has salvado otra vez del viejo Choza, pero no creo que puedas continuar así el resto del año.

Naruto abrió la puerta del departamento y se dejó caer en un viejo y sucio sofá. El lugar era un desastre, había ropa sucia regada por doquier y los libros se desparramaban de las repisas en las paredes. La televisión tenía tanto polvo acumulado que sería difícil distinguir alguna imagen bajo esa capa de mugre. En la cocina parecía que un tornado había pasado dejando completa destrucción a su paso, incluso daba la impresión que en cualquier momento saldría un ejército de cucarachas a armar una fiesta.

-Este lugar es una porquería—dijo Sai con asco en la cara, mientras quitaba unos calzones sucios de una silla y tomó asiento.

-¿Qué se supone que voy a hacer?—dijo Naruto a nadie específicamente—Debo un préstamo estudiantil de 15 mil de los grandes y no podré pagarme el máster si sigo como hasta ahora

-Tal vez puedas conseguirte otro empleo—dijo Sai intentando no mirar ningún otro lugar del departamento—o pedir otro crédito

-Creo que ya no podría más—dijo Naruto con tristeza—probablemente la única forma de pagar todo es encontrándome un marido rico que me mantenga—comentó soltando una risa fúnebre.

Sai se levantó de su lugar y se acercó a la ventana, intentando limpiar la ventana con una de las cortinas. La vista era hermosa, y Sai pensó que vivir en el séptimo piso del más desvencijado edificio de la ciudad. Por eso Sai se había mudado a ese departamento, la vista siempre le inspiraba para sus cuadros.

A Naruto lo conoció en ese mismo edificio, después que sus padres lo corrieron de la casa. Después de vivir en los suburbios, el rubio terminó viviendo en el corazón de la ciudad, solo y sin nadie que lo ayudara. A Sai le agradaba, pues le parecía un niño atrapado en el cuerpo de un adulto y por eso se habían convertido en mejores amigos desde que se conocieron, a Naruto le sobraba la vivacidad de la que Sai carecía.

-Podrías pedirle ayuda a tus padres—sugirió tímidamente girando la cabeza para poder contemplarlo a los ojos.

Los claros ojos de Naruto se volvieron como el color del mar en la tempestad. Su sonrosada expresión se desvaneció en el acto y se puso totalmente pálido.

-Ellos sólo me ayudarían a irme al demonio.—dijo Naruto con tristeza mientras se incorporaba del sillón y comenzaba una infructuosa limpieza de su hogar—Creo que solamente un milagro me ayudaría.

Sai le sonrió y sacó su billetera tan vacía como la de Naruto. La vida de artista no era tan glamurosa como la pintaban en la televisión.

-Me gustaría ayudarte, pero si no vendo dos cuadros esta semana también seré echado del edificio.

Ambos se sentaron abatidos en el sillón, deprimidos pensando en su triste situación financiera, cuando sonó el teléfono celular de Naruto, que era tan grande y pesado que fácilmente podría confundirse con un ladrillo.

-¿Diga?—contestó el rubio de mala gana—¿ahora mismo? Como quieras. Salgo en este instante, pero tendrás que prestarme dinero para pagarme el taxi—colgó y se puso de pie en una fracción de segundo—Temari me ha llamado, dice que tiene una propuesta para mí.

-¿Qué clase de propuesta?—pregunto Sai receloso, pues Temari no le inspiraba precisamente mucha confianza

-No lo sé, pero me invitará a almorzar al Ichiraku Ramen—dijo Naruto feliz mientras tomaba una chaqueta naranja y salía saltando del departamento, feliz de poder dejar esa pocilga.

 

Gaara acababa de estacionar su BMW, nuevo y lujoso como sólo un abogado de su nivel podía costearse, en un pequeño y descuidado estacionamiento para estudiantes de la Universidad Konoha. Los parroquianos que rondaban el lugar miraron el auto como si éste los hubiera ofendido.

El pelirrojo bajó del auto con toda propiedad y elegancia. Sacudió su brillante cabellera y se colocó unas gafas oscuras que combinaban a la perfección con su traje Armani, que a pesar del desastre de la oficina, tan impoluto que parecía acababa de salir de la tienda.

­-¡Pequeño burgués!—escuchó un grito mientras se colaba al edificio administrativo de la facultad, pero se limitó a sacudir la cabeza. Su día no podía estar más arruinado de lo que ya estaba.

En la abarrotada oficina de la dirección, entró un elegante y rubicundo tornado, que desarmó a secretarias y directores, hasta que abrió agresivamente una puerta y se metió dentro, donde una mujer rubia y una estudiante de cabello rosa discutían sobre el futuro de la segunda sobre un escritorio de madera fina y con una placa que rezaba “Sabaku no Temari, Directora del Colegio de Antropología”.

-Me halaga que vengas a visitarme—dijo la rubia molesta, mientras intentaba calmar a su pobre estudiante, que quedó aterrada ante tal visión, pues Gaara tan iracundo era la representación del mismísimo demonio para una mente impresionable de veinte años—pero deberías llamar. En serio, hazlo.

Gaara fulminó a su hermana con la mirada y corrió a la pobre estudiante de la oficina. Tomó asiento en la mullida butaca y subió los pies al escritorio, llevándose un retrato y un florero en el camino.

-Veo que hoy amaneciste del lado equivocado de la cama—comentó Temari levantando el retrato, en el cual aparecían ellos dos y Kankuro, su hermano de en medio

-No estoy para juegos—dijo Gaara haciendo gala de su pésimo carácter—no me han hecho socio. El imbécil de Neji me ha puesto una trampa y ahora Fugaku piensa que soy en homofóbico más grande que ha conocido

-Suena mal—le contestó su hermana intentando no reírse de lo ridículo de la situación—pero, ¿cómo es que han comenzado a hablar del asunto en media junta?

Gaara le contó detalladamente a su hermano de cómo sucedieron las cosas, aunque se ahorro la parte de disco de Streisand.

-Vaya, vaya—dijo Temari un poco divertida—tal vez no era tu destino ser socio

-Tal vez sí lo era—replicó su hermano ofendido—no me he esforzado todos estos años para ver como lo pierdo por un imbécil que parió su p…

-Tranquilo—lo detuvo Temari al darse cuenta que su tono de voz comenzaba a traspasar los delgados muros de su oficina—espero que no hayas venido únicamente a insultar a tus colegas

-Vine para que me ayudaras—le exigió Gaara a su hermana estrellando su puño contra el escritorio—estoy desesperado y no sé a quién acudir. Somos hermanos, y sabes que aunque no es mi costumbre, necesito que me ayudes

Temari no dijo nada y miró fijamente por la ventana. No es que no quisiera a sus hermanos, pero la visión de Gaara tan enojado era bastante chocante a la del niño de doce años que corría todos los días después de la escuela para ver Sakura Card Captors. Siempre le pareció muy sospechosa su actitud. Tal vez con otra actitud, incluso hasta podría tener el aire de…

-Se me acaba de ocurrir algo—saltó Temari contentísima y tomó su teléfono celular—pero tienes que prometer que harás todo lo que yo te diga.

Notas finales:

Ya saben, espero sus comentarios.


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