Sanji decide morir.
Parte II
Sanji Pov’s.
La verdad es que en estos momentos no siento nada, no huelo nada, y no veo nada. Creo que estoy muerto. ¿No? Me imagino que así debe sentirse morir, dios santo, si es esto la muerte, me muero de aburrimiento mas que cuando estaba vivo, no veo nada, solo obscuridad. Me puedo mover, me siento ligero.
Sé que estoy acostado, pero me siento algo apretujado y siento una pequeña corriente de aire, o es que me volví loco. Me pellizque, pero no paso nada, la obscuridad seguía ahí. Abría y cerraba los ojos, pestañeaba, pero nada, esto me estaba poniendo nervioso, ¿Sera acaso que no entre al cielo o algo parecido? ¿Es por qué me suicide?
Recuerdo que decían que cuando dios nos daba la vida, era el, el que decidía quitárnosla en su momento, así que no debíamos quitárnosla, ni robárnosla unos a los otros. Mi mama siempre decía “Dios sabe el pasado, el presente y el futuro” Si eso es cierto, y existe dios –no es por ser ateo o algo, pero no soy muy religioso que digamos– entonces el sabia que yo me iba a suicidar, así que no tiene por qué enojarse, y si se enoja, pues ya veré que saco de excusa para que me perdone.
Cerré los ojos, concentrándome en nada exactamente, simplemente tratando de recordar cosas, familiares, amigos, algo que me indicara que no me estaba volviendo loco, o al menos que no estaba teniendo un sueño.
Escuche murmullos, y mis parpados se volvieron rojos tras la piel, por aquella luz intensa que de seguro esta encima de mi cara.
Cuando abrí lentamente los ojos hasta acostumbrarme a la luz, este no era el aspecto que me esperaba del cielo.
Mire a mi alrededor con cuidado, e intente mover mis pies para hacer fricción en estos y que se calentaran un poco, ¡Estaba calado hasta los huesos! Pero el dolor agudo inconfundible de la tierra me hizo parar en seco y olvidarme de mi frio. Intente levantarme, pero sentía que me iba a ahogar, por lo que solo moví un poco las manos, sin lograr siquiera levantarlas, muy apenas las arrastre por la cama. Además de que estaban amarradas a la cama por alguna extraña razón.
-Mira, que ya has despertado –dijo una voz masculina. Trate de verlo, pero me fue algo imposible, me dolía mover cualquier miembro de mi cuerpo.
-Ahora, usted tiene los dos pies en el infierno, ¡Espero que lo disfrute! –dijo aquella voz. ¿¡Que!? ¿El infierno? No, esto no podía estarme pasando, por cielo santo, dios si te hice enojar perdóname. Perdón por haberme suicidado, ¡No lo vuelvo a hacer! –Además de por que ya estoy muerto y enserio no lo podría volver a hacer… –Pero no me dejes en el infierno, yo quiero estar con los angelitos, con las angelitas, allá arriba.
-Estoy bromeando, esto no es el infierno. Es mucho peor, estas en Shichibukai Yard –dijo la voz masculina.
Al instante comprendí lo que había sucedido. A pesar de todo el dolor que llevaba en mi cuerpo, comprendí que había intentado el suicidio y alguien había llegado justo a tiempo para salvarme. Pudo haber sido un monje, la chica de antes, un amigo, alguna otra persona, alguien que no tenia planeado, pero fuese quien fuese el o la que me salvo, creo que a empeorado las cosas para mi. Y ahora estaba en Shichibukai Yard.
Shichibukai Yard… el mas famoso y temido manicomio de por lo menos medio mundo, que existía desde hacia mas de un siglo. Shichibukai Yard, el lugar de donde nunca antes alguien había podido huir, donde alguien jamás había huido. Un lugar donde las personas verdaderamente locas y las que fingían demencia –o eran juzgadas como tal– eran mezcladas sin prestarles demasiada importancia al asunto.
-Alguien se suicido hace unos meses, una mujer. Paso casi ocho años sin deseos de salir del cuarto, comiendo, engordando, fumando, y tomando, tomando calmantes, y durmiendo la mayor parte del tiempo. Tenía un hijo y un marido que la amaba. Durante todo ese tiempo, solo la vi reaccionar una sola vez: cuando su marido se busco una amante. Hizo escándalos, perdió algunos kilos, rompió vasos, platos y de todo, y hasta durante semanas enteras, no dejaba dormir al vecindario a puro grito. Pero ¿Sabes? Aunque te suene absurdo, creo que fue su época mas feliz, ella estaba luchando por algo, se sentía viva por primera vez desde hacia mucho tiempo y capaz de aceptar el desafío que le daba la vida misma –dijo el hombre. Pensaba que era un hombre ya grande, su voz era demasiado gruesa para ser la de un joven de mi edad o mas o menos mayor.
Pero lo que mas me preguntaba además de quien seria aquella persona, era ¿Qué diablos tengo que ver yo?
-El marido dejo a la amante, para volver con su esposa, y poco a poco la mujer fue recuperándose. Dejo de fumar, tomar, hacia ejercicio y se mantenía en buena forma, al igual que ponía la debida atención a su familia –dijo la voz.
Si, si, que feliz final, yo solo quería moverme, quería saber que pasaba, ¿Por qué estaba en ese lugar?
-Esa misma semana, la mujer llamo a uno de sus familiares diciéndole que estaba dispuesta a matarse, nadie le creyó. Un día el familiar al que había llamado, recibió un mensaje dando las despedidas, y la mujer se mato con el gas –dijo el hombre.
Que ingenioso, creo que matarme con el gas también hubiera estado bien.
Esperen… apenas acabo de caer en la cuenta de que… ¡NO PUEDO HABLAR!
Tenia la boca abierta por aquel tubo asfixiante, moví los labios, pero de mi boca no salía ni un solo sonido, ni siquiera un gemido. Nada, cuando empecé a atragantarme con aquel tubo que tenia en la boca, y el hombre vino en mi ayuda rápidamente. No me quito el tubo, solo me dio palmaditas en el pecho. Le mire y le implore visualmente que me dejase morir en paz. Yo ya no necesitaba vivir mas, yo ya decidido algo, y quería que se cumpliera.
Porque entre más grande y viejo, más sufres. Las arrugas, los problemas del cuerpo, los huesos, ves a las demás personas morir mientras tu te quedas hecho pasita en un sillón frente a una televisora viendo las noticias. No mas amor, no mas sexo, no mas chicas. Nada de lo que puede tener un adolescente se te dará de nuevo, sufres demasiado, prefería morir antes de llegar a esa etapa.
-Creo que estas algo nervioso, ¿Sera que te arrepientes? Puedo ver que no, me dices con los ojos que te deje morir, pero tus deseos no me importan, yo solo estoy aquí para la función de si el paciente se muestra agitado, me exigen que le ponga un sedante –dijo el hombre mientras de nuevo se alejaba de mi. Pude ver que agarraba una jeringa, me removí aunque me doliera el cuerpo, yo no quería que me sedaran, solo harían que viviese mas. Me moví bruscamente, tratando de que no me inyectara aquella jeringa lleno de una sustancia transparente.
Metió la jeringa con rudeza y la inyecto rápidamente, para después sacarla y poner un algodón ahí donde inyecto aquel liquido.
Deje de moverme. Al parecer aquel sedante era demasiado efectivo.
Demasiado…
Cerré los ojos por enésima vez en quien sabe cuanto tiempo.