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BOY LOVE BOY por Nanami Jae

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Notas del capitulo:

«Las amigas de Carla también eran muy guapas, pero Lolo no parecía interesado en ellas. En ningún ser vivo, si debo ser exacto».

Ángel Rojas.

 

~*Capítulo inédito: Un Gotzilla parlante*~

 

 

Por: Lolo

Debía estar haciendo mi proyecto escolar. Sin embargo, me encontraba recostado boca arriba, relajándome en mi cama como si no hubiera mañana. Tenía una mano sosteniendo una revista sobre moda Punk —Pág 14: Peinados locos—, mientras que la otra mano la mantenía sumergida dentro de mi pijama de calaveras, rascándome las bolas.

En ese momento mamá entró a la habitación sin llamar antes, gracias en gran parte a que la perilla de la puerta estaba rota.

—Tu novio está al teléfono —Avisó, masticando ruidosamente una goma de mascar.

— ¿Ángel? —Aparté los ojos de la revista y pasé a mirarla a ella, que estaba de pie junto a mi cama, sosteniendo el teléfono inalámbrico con esas largas y postizas uñas pintadas con esmalte rojo.

— Sí, Ángel, tu novio. ¿Acaso hay alguien más en tu vida del que estés enamorado?—Se burló e hizo una burbuja de chicle que reventó tempranamente.

«¡¡¡QUE  NO SOY SU NOVIOOO!!! ». Se escuchó un lamento en la bocina del aparato, proveniente del otro lado de la línea. Era la inconfundible voz de mi mejor amigo.

—Gracias, mamá —Saqué mi mano del oscuro abismo de mi pijama y la tendí en el aire para recibir la llamada.

— ¡Con esa mano no, sucio pajero! —Se quejó mi madre, asqueada, dando un paso hacia atrás, ocasionando con tal movimiento brusco que  su par de coquetas que usaba en sus orejas se le agitaran.

Entorné los ojos y abandoné la revista sobre la cama para recibirle el teléfono con la mano izquierda.

— ¡Para la próxima vez, definitivamente llamaré antes de entrar! — Se apresuró en salir de mi habitación.

Bufé y me llevé el teléfono a la mejilla.

—Hola, Ángel —Saludé—. ¿Qué hay de nuevo?

— ¿Qué hacías con tu mano? —Preguntó mi mejor amigo—. Estaba escuchando la conversación con tu madre…

— ¡Nada! ¡Sólo tenía comezón y ella lo malinterpretó todo!

— ¿Comezón dónde?

—No tiene relevancia, créeme.

—Vale.

— ¿Y por qué me has llamado tan temprano hoy? —Escudriñé. ¡Temía que se enterara antes de tiempo del pedido especial que me había llegado justamente hoy por internet!

Ángel calló un momento ante mi pregunta. Después respiró profundo y añadió:

—Hay algo importante que debo decirte… ¿Podría verte más temprano hoy en la escuela? —Pidió con una emoción contenida que fui capaz de percibir pese a que se notaba que intentaba ocultarla.

—Ahí estaré, ¡llegaré antes que el barrendero si es necesario!

Y reímos.

Después de cortar la llamada, me dispuse a sentarme en la orilla de la cama, con la espalda encorvada, intentando analizar y adivinar qué era aquello tan importante que Ángel debía contarme para citarme antes de clases. No sé, pero algo en mí, sabía que todo esto se debía a la misma persona que ha estado alterando últimamente la vida de mi mejor amigo: Adrián.

Desde que apareció el chico Lobo en nuestras vidas, Ángel ha ido cambiando de manera significativa durante el transcurso de los meses; y advertí, desde el primer momento que los vi juntos, que ambos tenían una fuerte atracción romántica, y esa, era la oportunidad que estaba buscando para por fin ver a mi mejor amigo felizmente enamorado, por lo que no dudé y apoyé al chico de la moto cuando él me pidió que llevara a Ángel a la Gran Plaza para encontrarse con él. Lo hice con las mejores intenciones, pero he de admitir que no había podido dormir durante toda la noche, pensando que las cosas habían funcionado mal después de haber dejado a Ángel en casa, devastado. Fue entonces cuando preocupado le marqué a Adrián y le pedí que arreglara las cosas. Y después de colgar, me quité el calzado, los piercings del rostro y me fui a la cama, esperando levantarme al día siguiente y recibir mejores noticias. Y hoy, que ya me ha marcado Ángel con un atisbo de felicidad en su voz, ya puedo relajarme de verdad y sonreír al saber que ese testarudo por fin se ha rendido al amor.

—Soy un buen Cupido —Y me recosté, con los brazos abiertos y con el pecho hinchado de satisfacción.

 Y de pronto —como si hubiera sido algún tipo de llamado que me hacía el pasado—, mis ojos se dirigieron a ese cartel en la pared, en donde tenía pegada la imagen de “Gotzilla”,  mi monstruo cinematográfico favorito desde la infancia.

 Suspiré profundamente, sin apartar la vista de aquella figura.

Así como Adrián y Ángel tenían su propia historia de amor, yo también tenía la mía, y estaba ligeramente influenciada con aquel personaje ficticio llamado Gotzilla.

Sonreí.

Hay acontecimientos que jamás se olvidan y que te marcan, y por más simples que parezcan, permanecen siempre contigo hasta el día que mueres. Por mi parte, recuerdo a la perfección el día que conocí al amor de mi vida, ese día que me cambió para siempre.

Todo inició una tarde a mediados de Abril, cuando todavía era un niño:

Recuerdo resoplar constantemente ante el aburrimiento por el que pasaba: Me habían ordenado no moverme de mi asiento así que me limité a mirar desde mi posición la pecera gigante que burbujeaba frente a mí. Me dejé hipnotizar por la colorida danza de los peces, cuando alguien hizo sonar la campanita de la tienda al entrar. Estiré el cuello echando un vistazo y me di cuenta que era mi querida abuela a la que llevaba meses sin ver.

— ¡Abuela! —Salté del asiento y corrí a abrazar sus piernas.

—Lolito, mi amor —me quitó la gorra y me acarició el cabello.

—Soy “Lolo” abuela —Puntualicé con orgullo—. Soy un niño grande que ya sabe de responsabilidades. ¡Ya me preparo el cereal solo y sin derramar la leche!

— ¡Tonterías! ¡Para mí siempre serás mi bebé, aunque llegue el día que te cases! —me frotó la espalda suavemente, como solo ella sabía hacerlo.

Hundí mi rostro en su suéter tejido de lana y absorbí su olor a flores secas, a humedad, a pomadas y ungüentos caseros. Eché un profundo suspiro ante esa amalgama de esencias, y al sentir un pelo de gato en mi lengua, lo escupí al instante.

—Abuelita —la jalé del vestido floreado—. ¿Puedo jugar con la polilla muerta que llevas en tu suéter?

—Oh, vaya —soltó una carcajada estruendosa. 

Mi tío, quien era dueño de esa tienda de mascotas, sonrió detrás del aparador y se dirigió a mi abuela con su típica sonrisa afable:

—Siento haberte hecho venir tan lejos. Debió ser cansado el viaje.

—No pasa nada —Le respondió mi abuela—. Dime, ¿han peleado de nuevo?

—Sí, por eso me traje a Lolo al trabajo. Pero comprenderás que no puedo cuidarlo y hacerme cargo de esta tienda al mismo tiempo. Inicialmente creí que era una buena idea, pero mientras estaba atendiendo a los clientes, Lolo ya había liberado a una víbora e intentado hacerla amiga del hámster.

— ¡Dios santo!—Exclamó mi abuela—. ¿Y qué pasó?

—Qué más, la amistad no funcionó y la víbora se comió al hámster. 

—Vaya lío. Pero ahora, con mucho gusto yo me encargaré de este chiquitín—me dio un toque en la punta de mi nariz con su arrugado dedo y sacó de su bolso un caramelo para mí — ¿Quieres salir a pasear con tu abuela, Lolo? ¡Nos divertiremos mucho!

—Vale —no le di importancia y entusiasmado desenvolví el caramelo.

Y así, minutos después, iba en el carro de mi abuela directo a un parque.

— ¿Podrías decirme qué te hiciste en el brazo? —Preguntó al verme rascarme una herida.

—Caí de la patineta, pero no me duele —Resoplé y seguí mirando por la ventana.

— ¿Y por qué te veo tan triste, mi amor? —Preguntó mientras manejaba—. Usualmente eres más energético. 

—Es por culpa de mamá —jugué con mis pulgares—, ella me prometió que me haría un disfraz y que me llevaría a la feria, pero por pelear con papá se le ha olvidado y el día del concurso de disfraces está cada vez más cerca…

—Ya veo, pero no te preocupes, ¡que por eso tienes a tu abuela que sabe coser y hace estupendos disfraces! ¿Cuándo es la feria? ¡Yo te llevaré!

— ¿De verdad? —Brinqué entusiasmado de mi asiento y se me iluminó el rostro.

Tenía cinco años cuando mi dulce abuela comenzó a sacarme de paseo de manera recurrente al notar signos de depresión en mí a causa de la situación familiar. Mis padres discutían y se lastimaban todo el tiempo, así que mi abuela siempre me alegró las tardes llevándome a ver películas o a jugar pelota al parque. En ese verano ya muy lejano, guardaba con anhelo un volante  sobre una feria y un concurso de disfraces para niños que se celebraría para principios de octubre y donde el premio sería una bicicleta. Al verme tan entusiasmado, a partir de ese día en el auto, mi abuela comenzó a trabajar en un disfraz, inspirado en uno de mis personajes favoritos de esa época: ¡Gotzilla, el dios de los monstruos!

Cuando el tan esperado día llegó, mi abuela me llevó a la feria, tal y como lo había prometido.

Me bajé del carro con el disfraz ya puesto. Me sentía poderoso.

— ¡Hola humanos! —Hacía una voz monstruosa dentro de ese disfraz que me daba el efecto de eco mientras mi abuela me llevaba de la mano entre los puestos.

En la feria ya se había dado inicio al concurso de disfraces y niños de mi edad estaban arriba de una tarima de madera, compitiendo por el traje más llamativo y original. Dejé de devorar mi paleta de caramelo, ¡cuando contemplé a la niña más hermosa del universo mezclada entre los participantes! Estaba encogida en sus propios hombros y se miraba las sandalias evitando el contacto visual con todos los presentes. Iba disfrazada de un ángel. Llevaba una túnica blanca con bordes dorados que parecía un vestido liso, una aureola flotando arriba de su cabeza y unas alas con plumas blancas en su espalda.

Observaba anonadado a la maravillosa niña, cuando mi abuela me jaló del brazo y me llevó a toda prisa al escenario de madera para que mi disfraz pudiera competir contra los otros, y pese a que mi abuela había hecho un gran trabajo diseñando el mío, al final el ganador fue un niño que se disfrazó de Súper Man.

Al terminar el evento, mi abuela me recompensó por ser valiente y no llorar cuando perdí en el concurso de disfraces, ¡y me pagó cinco vueltas en el carrusel! Me bajé un poco mareado de la atracción y ella me llevó a las aéreas verdes para que pudiera sentirme mejor. Fue en ese lugar, junto a un árbol, que me encontré de nuevo a esa niña disfrazada de ángel que me había cautivado, y a diferencia de los otros niños que corrían y se perseguían entre ellos, ella permanecía sola y apartada. Planeé acercarme y hablarle, ya que, pese a que yo era un niño muy tímido, estar dentro del disfraz de Gotzilla de alguna manera me daba seguridad, pues mi rostro estaba oculto debajo de la máscara. Así que no lo pensé más y caminé hacia ella, que se disponía a marcharse después de no enfatizar con ningún otro niño…

— ¡Hola! —Irrumpí en su camino y me aparecí frente a ella con una postura casi teatral.

La niña echó un brinco hacia atrás y se llevó una mano al pecho.

—No te asustes —puse las manos en alto, pero lo único que hice fue mostrarle mis filosas garras frente a su cara.

Ella se abrazó a sí misma y suprimió un grito. Hizo un puchero y se restregó los ojos con su antebrazo:

—Siempre me han asustado los monstruos. Durante todo el mes he tenido que dormir en medio de mis papás para evitar que me coma el que vive debajo de mi cama —Gimoteó.

—A mí no me gusta asustar a niños, ni esconderme debajo de las camas. Yo soy un monstruo bueno. Defiendo a los humanos de extraterrestres que quieren secuestrarlos para experimentar con ellos—Le expliqué.

Ella tomó asiento sobre el césped y yo me senté a su lado.

 Tímida, se encogió de hombros ante mi cercanía.

—Nunca había conocido un monstruo que hablara nuestro idioma. Creí que sólo rugían —Comentó.

—Soy un Gotzilla parlante y también sé cantar: tu ru rú, tu ru rú.

Rio y se le marcaron los hoyuelos.

—Eres gracioso —Señaló.

—Y a mí me gusta tu disfraz—Dije, creyendo que era una competencia de halagos.

—Yo soy un… —Se miró la ropa.

—Un ángel —Me apresuré a decir—. De esas figuras religiosas y de porcelana que pone mi abuelita en su nacimiento en fechas navideñas.

—Los ángeles como yo somos amigos de los monstruos buenos —Murmuró.

—Entonces, ¿podemos ser amigos? —Pregunté entusiasmado.

—Bueno —Sacudió los hombros.

—Me gusta tu vestido —Puntualicé.

—No es vestido —Infló las mejillas—. Mi mamá me dijo que se llama toga y la usan los ángeles. Ella me hizo este disfraz porque es muy religiosa…

En ese instante, nuestra plática se vio interrumpida cuando mi abuela me llamó para que nos marcháramos a ver los puestos de nuevo, pues se le había avivado el apetito y quería comer algo de la mucha comida que vendían. Así que me despedí de la niña de manera apresurada, sin saber si la volvería a encontrar durante la feria. Esperaba que sí.

 

 Mi abuela me compró una banderilla, que era una salchicha frita atravesada por un palillo y que estaba serpenteada de punta a punta por un aderezo sabor mostaza.

—Come esto, Lolo —Se agachó para ofrecérmela mientras yo practicaba el puñetazo del dragón ninja shaolin, movimiento mortal que llevaba imitando desde que vi una película de artes marciales.

—Mi nombre es señor Gotzilla —Inflé las mejillas—. No sé quién es ese tal Lolo de quien hablas.

—Coma esto “señor Gotzilla”,  necesita estar fuerte para derrotar alienígenas.

—¡Grrr! — Gruñí como respuesta afirmativa. Cogí la banderilla y la metí dentro del hueco del disfraz, dándole un gran y monstruoso mordisco al estilo reptil mutante.

Masticaba la botana, cuando hice una arcada y casi devuelvo la comida.

—No abuela, a Gotzilla no le gustan las banderillas —Hice una mueca de asco y se la devolví ya mordisqueada de la punta.

— ¿Qué otras cosas no le gustan al señor Gotzilla?

— ¡Las niñas! ¡Son muy enfadosas! Excepto una… —Sentí mis mejillas cálidas y agradecí al disfraz que las ocultaba debajo.

— ¿No crees que eres aún muy pequeño como para estar enamorado? — Mi abuela rió.

— ¡Es la niña más linda del mundo! —Exclamé con los brazos pesados del disfraz.

— ¿Y cómo es que la conociste? —Preguntó interesada.

— ¿Te puedo contar cuando regrese del baño? ¡Ya me anda! —Y comencé a dar brinquitos desesperados— ¡Ay, me hago!

Mi abuela me llevó a los baños públicos y me esperó afuera mientras yo entraba en la puerta que tenía el rótulo del monito azul, señalización que indicaba que era el aseo exclusivo para los niños. Y cuando corría velozmente para llegar al urinario más cercano, me encontré dentro de ese lugar, ¡a la niña de mis sueños!

Me detuve en seco. Quise advertirle que no había visto el rótulo del baño y que había entrado erróneamente al de niños, cuando de pronto, la niña se paró frente al urinario y se levantó su túnica blanca…

 Fue cuando miré que bajo su toga de ángel… ¡ le colgaba lo mismo que a mí! ¡Eso, con lo que hago pis! ¡Era casi igual al mío, solo que el suyo era muy rosa!

— ¿No eras una niña? —Balbuceé.

El ángel atendió a mi voz y volteó a verme, molesto:

—Me simpatizaste por un momento, pero ahora veo que eres igual de cruel que los otros niños. ¡Siempre me molestan diciéndome que parezco una niña! ¡Antes, quería conocer a ese niño oculto bajo ese disfraz de reptil, pero ya no!  ¡Te odio!

Me di la vuelta y salí corriendo del baño de los niños. Agitado, me detuve a mitad del camino y respiré agitadamente.

¡Aquel ángel no era una niña, sino un niño, como yo!

Aún así, aquel detalle me pareció insignificante, carente de importancia y no afectó mis sentimientos. Me quité la cabeza de Gotzilla y me toqué las mejillas: estaban calientes.

De pronto, vi a lo lejos a ese niño, que salía del baño y era recogido por su mamá, quien se lo llevó de la mano, en dirección a la salida de la feria.

—Ya es tarde, es hora de volver a casa —Escuché a su madre decirle.

Suspiré y le dije adiós en silencio, creyendo que jamás lo volvería a ver.

—Por cierto, mi nombre es Lolo… —Murmuré para mí mismo, lamentando haber olvidado decirle mi nombre—. Y tú, ¿cómo te llamas?— Lancé la pregunta al aire.

Ya no podía responderme...

Hice una rabieta y me fui corriendo a buscar a mi abuela.

—Abuela, abuela, ¿me devuelves la banderilla que me compraste? —Llegué jadeante hasta ella y la jalé del vestido. 

—Creí que no te apetecía —Alzó la ceja, extrañada.

—Lo mismo creía. ¡Pero hace un momento me  acabo de dar cuenta de que sí me gustan las salchichas!

 

*~~~~*~~~~*~~~~*

 

Meses después de aquel día en la feria, volví a encontrarme a ese niño. Esta vez, el destino nos hizo coincidir en el mismo salón en el preescolar. Yo lo recordaba, pero él a mí no. Fui un desconocido para sus ojos sin el disfraz de Gotzilla puesto y sin el eco del mismo distorsionando mi voz. Le mencioné que yo le conocía de antes, pero no me creyó. Me pareció mejor así, empezar de nuevo y que no creyera que era un idiota más que lo había confundido con una niña.

Y esa vez, por fin pude conocer el nombre de la persona que me había robado el corazón para siempre desde que lo vi en la tarima de madera modelando su disfraz aquella tarde en la feria:

—Mi nombre es Ángel Rojas —Me tendió la mano y me sonrió.

Nunca he sido bueno ocultando cosas, así que debí haber estado frito desde un principio con eso de mi amor secreto, pero contaba con la suerte de que Ángel era un despistado de lo peor, y gracias a ello, jamás se dio cuenta de lo que sentía por él, por más obvio que haya sido. Y me alegra que pasara desapercibido, ¡porque no sé qué haría si él se enterara de esto! De ocurrir, de hallarme descubierto, ese día nuestra amistad terminaría como hoy la conozco…

Recuerdo todas las tonterías que hice por él, y mi cabello es una de esas. Desde que Ángel estaba chico, siempre le encantó los colores, todo aquello que fuera luminoso y destellante para sus ojos. Adoraba el arcoíris, todas sus tonalidades, se emocionaba y admiraba todas las cosas brillantes que le pudiera ofrecer la naturaleza, y gastó todas sus crayolas dándole vida a las sus páginas de su cuaderno. En clase, adoraba sumergir el dedo en pintura líquida y pasárselo por la cara y su uniforme. Lo observé detenidamente, todos los días, y entonces, repentinamente yo quería que él también me mirara así como miraba los colores, crearle esa fascinación, quería ser una cosa brillante para que yo le gustara, así que comencé a pintarme el cabello de todos los colores, cambiaba de tonalidad cada mes, para ser llamativo para él, de verdad lo intenté, pero él nunca me miró como yo esperaba que lo hiciera, aunque llevara mil colores en el cabello…

Tiempo después me di cuenta que Ángel siempre prefirió mi color natural de cabello, pero ya era tarde para dejar los colorantes, se habían convertido en una parte de mí, de mi esencia y que me caracterizaba. Fue una manera de revelarme contra el mundo.

En su mirar, nunca logré ver reflejado el amor que yo sí sentía por él. Así pues, decidí ser su mejor amigo para no perderlo, y de esa manera lograr permanecer a su lado, para siempre.

Aunque eso significara… nunca llegar a tener su amor completamente.

Y nunca poder robarle un beso.

Sólo espero contar con las fuerzas necesarias para escuchar todo lo que tenga que decirme hoy antes de entrar a clases, porque sé que me hablará de su felicidad, y para mí tiene que ser suficiente verlo sonreír. Fui yo quien ayudó a que cayera en los brazos del Lobo, de alguna manera aporté para que eso pasara, y no me arrepiento, pero sé que dolerá escucharle reafirmar algo que supe desde la primera vez que los vi mirarse: que está locamente enamorado de alguien que no soy yo.

Por mi parte, sé cuál es mi destino.

Moriré preguntándome a qué sabían sus labios.

Notas finales:

Se supone que este capítulo jamás saldría a la luz. No planeaba publicarlo, nunca, pues no estaba en mis planes profundizar en esta parte de la historia; mi intención inicial era hacer simplemente una mención de dicha cuestión —sin entrar en detalles—, en los capítulos finales del fic, donde por fin se revelaría. Pero me agarró la loquera y ¡decidí compartirlo antes de tiempo con todos ustedes! Pero con la advertencia palpable de que será el único capítulo que hable del tema. Habrá vestigios de esto durante toda la historia, pero serán sutiles. Es una verdad que permanecerá callada, como lo ha estado desde el primer capítulo: Está ahí, pero no se percibe fácilmente. Con esto espero haber dejado claro que esta pareja no tiene futuro alguno dentro de BLB. Una cosa más, no es que Lolo haya tomado tan fácil la idea de que Ángel está enamorado de Adrián, su recaída, su "duelo" ya pasó,  sucedió entre el capítulo 11 " El parque de diversiones"  y el capítulo 12 "¿La cena familiar?"? 


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