Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El pecado de san Elliot por Arlette

[Reviews - 70]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hii! ^^ 

Como lo prometido es deuda, aquí estoy con el segundo capítulo. Nuevos personajes chanana, si no el pobre Elliot estaría triste, tan solito con los curas x) Como hoy pretende ser un día movidito, actualizo pronto. 

Daros las gracias a todos los que os habeís pasado a leer y sobre todo a dejar un comentario, casi me pongo a llorar de la emociñon cuando los veo xDDDDDDDDDDDD Sí, soy así de sensible-

No molesto más, nos vemos al final del capítulo :3

—Hola, Spike —inmediatamente, una sonrisa de burla apareció dibujada en sus labios.

Pero es que ese tal Spike, no era para menos: alto,  altísimo, incluso más que su  1.80 y pico de altura, pálido como una pared, pelo lacio y negro, tan pegado a la cara que parecía que le estuviera absorbiendo el alma. Y esas gafas, ay Dios, esas gafas, esas gafas enormes que llevaban los mordernos y los nerds. Aún estaba tratando  de distinguir a qué grupo pertenecía, cuando su nuevo “amiguito” volvió a hablar:

—Sí, soy Spike, y tú deberías ser Elliot, ¿me equivoco?

—El mismito —le empujó ligeramente para entrar con todo su equipaje. Necesita dejar las maletas en algún sitio ya — ¿Nunca te han dicho que tienes nombre de perro? Qué pasa, ¿qué aquí no existe el concepto de intimidad? ¡Dónde están las putas cortinas! Por el amor de Dios, ¿solo un cuarto de baño para los dos? Espero que no ronques…

— ¿Eres así de entusiasta y borde normalmente?

—Uhmmm, déjame pensar. Sí, creo que sí.

— ¿Es que no le quieres caer bien a nadie o qué? Con esa actitud…

—A ver, te voy a dejar claras un par de cositas para que nuestra convivencia sea lo más apacible posible, porque tienes pinta de ser rarito: Número uno, mis cosas NO se tocan, ¿lo entiendes? Ni mi ropa, ni mis chuminadas y por encima de todo, mi guitarra. Es sagrada.

— ¿Realmente crees que me import…?

—Punto número dos: Deja de hacer preguntas, me pones de los nervios. Punto número tres: Espero que no tengas nada en contra de los gays, y si no, me da igual, te jodes —con gran rapidez, como si se tratase de una hormiguita trabajadora, empezó a deshacer las maletas.

— ¿Eso es relevante?

— Lo digo por si alguna noche me encuentras con mi amiguito y yo jugando al mete-saca con un monaguillo, para que no te asustes.

—Pero, ¿tú sabes a dónde has venido? Es un colegio de curas. ¡¡CU-RAS!! —cansado de ver como Elliot daba vueltas por la habitación, adueñándose de cada centímetro de espacio libre que quedaba, se sentó en su cama, observando al nuevo inquilino. Le iba a traer problemas.

—Yayaya, la típica escusa, pero, ¿sabes qué? Me la suda, al final todos sois iguales, muy santitos y todo eso al principio, pero luego bien que ponéis el culo en pompa.

—Eres de lo más grosero — Spike, algo avergonzado por cómo se refería el rubio a situaciones de esas, giró la cara. ¡No podía permitir que ese idiota se burlara de él al verle así! —Y para evitarte falsas ilusiones, aquí no hay nadie que se baje los pantalones y ponga el culo en pompa, su majestad.

— ¡Oh, vaya! ¡Si ya hasta me tratas con respeto! Me gusta, me gusta. Sigue así.

No pretendía rebatirle eso, estaba cansado de tanto pesado y dictador. Cogió a Alissa y se tiró de golpe en la cama, cerrando los ojos con la intención de evadirse y empezó a acariciar con delicadeza las cuerdas de su “chica”.

Mientras tanto, Spike le observaba. Era maleducado y un borde, eso nadie podía negarlo; además llevaba una camiseta con dibujos raros, y escrito algo así como “Matallica” o “Metallica”;  melenudo, y con cierto olor a tabaco, no presagiaba nada bueno. Pero, viéndolo ahí tirado, con los ojos cerrados y ese pelito rubio enmarcándole la cara, parecía algo mucho más tranquilo e inofensivo, como un querubín. ¿Tranquilo e inofensivo? ¿Querubín? ¡En qué cojones estaba pensando! Si era el diablo, y él su nuevo compañero de celda. Pero, debía admitir que nada más pasar por la puerta, había llamado su atención, quizás por la rebeldía que emanaba y que él tanto necesitaba, o por cómo se le ajustaba la endiablada camiseta. En cualquiera de los casos, debería apartar esos pensamientos o ir inmediatamente al confesionario del padre Gary.

—Bueno… ¿Tienes que enseñarme cosas de este sitio no?

—Sí… Es lo que iba a hacer antes de que te pusieras en modo “dejadme-en-paz-que-soy-lo-más-guay-y-nadie-me-tose”.

— ¡Pero si conoces la palabra guay! Vaya cosas, y yo que pensé que os habíais atascado en la Prehistoria…

— ¿Ves? ¡Eres insoportable! Y pensar que me ofrecí voluntario para encargarme del recién llegado, en qué momento…

—Es el destino, perrito —y como si de amigos de la infancia se tratara, le pasó el brazo por los hombros  y le atrajo ligeramente hacia él. Seguro que en ese colegio el mínimo contacto entre alumnos estaba prohibido —Venga, cuéntame qué debo saber.

—Lo primero, que no te tomes esas confianzas conmigo —algo nervioso, le empujó y se alejó de él — A ver, este es el piso de los más mayores; digamos que el colegio está un poco vacío, así que no esperes encontrarte a mucha gente por aquí. Como ya sabrás, es solo un colegio masculino…

—Ajá…Interesante sí, sí —aburrido, se tiró hacia atrás y le indicó que siguiera—.

—Mañana te acompañaré a las clases y al comedor, como cortesía. No te acostumbres a que sea tu niñera.  

—Vamos, no te pongas así. ¿Vas a dejar al nuevo desvalido y solo? —Le hizo un puchero, tratando de conmoverle, aunque solo fuera un poquito — ¿Vas a abandonar a esta carita?

—Seguramente sí. Aunque dudo que necesites mi ayuda, se te ve un chico muy suelto y con don de gentes.

—Arg, está bien —Soltó un suspiro de resignación y se dirigió a su cama, vencido — ¿Algo más que deba saber?

—Uhmmm —alzó la mirada y apoyó la barbilla sobre el puño, con gesto pensativo—Hay un tío como tú.

— ¿Cómo yo? ¿A qué te refieres? —renovado por la noticia de que había alguien como él en ese antro, levantó la cabeza, animado. ¿Sería un heavy de pelo en pecho como él, o un mariquituso al cual poder por cular? —Venga, venga, habla.

—No sé, lleva unas pintas raras —se encogió de hombros como desinteresándose del asunto — ¿No vas a bajar a cenar?

— ¿Ahora? Uff…Estoy reventado. —Bostezó sonoramente y, como si de un felino se tratase, se estiró —Me voy a la cama. Que te cunda chato.

— ¿Sin ponerte el pijama…?

—Sí, y hay veces que duermo en bolas, ya te irás acostumbrando. ¡Y que no preguntes tanto coño!

 

 

 


— ¿No piensas bajar hoy, Leo? — Owen, el muchacho de pelo zanahoria que minutos atrás había salvado la vida de Alissa, estaba apoyado contra el marco de la puerta, hablándole, al parecer, a un bulto que subía y bajaba pausadamente —¿Me estás escuchando idiota?

—No, no voy a bajar, cuanto menos tenga que ver al gilipollas de Stevie, mejor.

—Huir no es la solución. No vas a poder evitarle todo el curso.

—Tú podrías hacer algo, ¿no? No sé, eres su compañero de cuarto desde hace dos años, habla con él y convéncele para que me deje en paz.

—Tal vez si cambiaras tu aspecto…

— ¿Perdona? ¿He oído algo sobre mi imagen? ¿O es que estoy sordo?

—Dios, olvídalo —Sabía que no podía hacer nada con él —Me voy a cenar, si no quieres que te pegue un bocado en la pierna, aunque con lo delgado que eres seguro que solo pillo pellejo.

—Uhm…—fue la única respuesta que obtuvo del bulto viviente que parecía moverse, acomodándose entre las sábanas—.

—Ah, por cierto, hoy le he salvado la vida a una guitarra.

—Joder Owen, ¿ya no sabes que contarme, que hasta te lo tienes que inventar?

—No me lo he inventado —Se cruzó de brazos y puso gesto ofendido, aunque sabía que no le estaba mirando —Propiedad  del que supongo que era el chico nuevo, casi se le cae por las escaleras.

—Oh, ¿chico nuevo? —Leo ahora parecía más interesado, pues dejó que un gran ojo color caramelo observara al pelirrojo —.

— Digo yo, a mí su cara no me sonaba de nada. ¿Quieres salir de tu madriguera e ir a echar un vistazo?

— ¡No quiero! —Casi aulló —Tengo sueño; adiós zanahoria, vete y déjame en paz.

—Cría cuervos y te sacarán los ojos…—se alejó murmurando — Y sí, va por ti, ¡gato arisco!

 

 

 

 

La luz solar empezaba a filtrarse poco a poco por las ventanas desnudas de la habitación 309. Elliot se removió ligeramente entre las sábanas, acurrucándose más a la vez que musitaba “Cinco minutos más” con una sonrisa bobalicona. La placidez que le otorgaba el sueño poco le duró, pues la delgada mano de su compañero de cuarto le sacudió violentamente el hombro.

— ¡Arriba campeón!

— ¡No quiero! ¡Déjame dormir un poco más, leñe!

— Tienes que levantarte Elliot —sin piedad, le arrebató las sábanas —O no llegarás al desayuno.

— ¿Te crees que me importa? —con violencia, tiró de ellas. Jamás perdería ante un enclenque como Spike — ¡Devuélveme las sábanas coño!

—De eso nada monada —y de la nada, una asombrosa fuerza salió del pelinegro, que se llevó por completo las sábanas —Gané.

— ¡Dios! Que te jodan —el silencio reinó unos momentos en la habitación — ¿Qué soléis desayunar?

—Poca cosa: café, tostadas, a veces se enrollan y ponen algo de bacon o huevos revueltos…

—Joder, yo quiero cola cao con galletas.

—Digo yo que habrá…Anda, vete a ducharte y date prisa. No me gustaría llegar tarde el primer día.

— ¿Tú ya te has preparado? —mientras se limpiaba las legañas con la mano le miró de arriba a abajo—.

Ya se debía haber duchado, por el olor a champú que desprendía; tenía el pelo como siempre, lacio y chupado, pero perfectamente peinado, las gafas de nerd descansaban sobre su fino puente y llevaba puesta un polo crema y unos pantalones oscuros, de corte recto. El perfecto empollón.

Con la lentitud a la que estaba acostumbrado, se levantó y entró a la ducha, no sin antes coger su iPod y prepararlo para la serenata que iba a dedicarle a Spike :  Seek and  destroy, Show must go on, Satisfaction…Sí, tenía una lista llamada “Canciones para la ducha”.

Al otro lado de la puerta, el más alto se lamentaba, ¿qué había hecho él para merecerse esto? Aunque, si le quitabas que la música era horrible, Elliot no cantaba del todo mal. Podría decirle que se apuntara a algún coro o… ¡Mierda! Solo quedaban quince minutos para que el comedor cerrara. Con violencia, aporreó la puerta gritándole que se diera prisa y que moviera el culo lo más rápido que pudiera si no quería quedarse sin desayuno.

—Eh, tranquilo chaval, que ya voy —un Elliot empapado y con tan solo una toalla cubriendo sus partes pudientes apareció, como si fuera un dios griego— No tardaré mucho.

Como si de su casa se tratase, se quitó la toalla sin pudor alguno, lanzándola lejos. Spike no podía creérselo, ¿cómo podía tener tan poca decencia de presentarse así ante él? Los colores de la vergüenza rápidamente tiñeron sus mejillas; este hecho no pasó desapercibido para el rubio, que lo encontró perfecto para picarle.

—Vaya, vaya, Spike…No sabía que te gustaran los niños —le dio la espalda despreocupadamente mientras se ponía la camiseta de Iron Maiden y unos bóxers  —Kuku…

— ¿¡Cómo te atreves a insinuar eso!? No tiene sen…

—He visto como me mirabas la chorra tío, no me lo puedes negar.

El pelinegro calló. Tenía razón, había mirado “ahí, justo “ahí”, ¡pero no de forma voluntaria! Simplemente le había sorprendido que se despelotara en sus narices.  Y que estaba muy bueno… ¡No, debía alejar esos pensamientos, y más si se trataba de un hombre!

—Como no estés listo en menos de tres segundos, me voy sin ti —ignoró  por completo a Elliot, desviando el tema tajantemente —Tres, dos, un…

—Ya estoy, ¡vamonooos!

— ¿Siempre tienes que ser tan escandaloso?

— ¿Siempre tiene que preguntar por todo?

No dijeron nada más, con Spike a la cabeza, salieron de la habitación, rumbo al comedor. Atravesaron el pasillo que unía los dos edificios; al rubio se le antojo interminable, ¿debería recorrer todos los días y varías veces aquello? Moriría en el intento.  El más alto aceleró el paso, no tenía ni idea de que hora era, pero tampoco había tiempo para estar remangándose  y mirando que hora era. Ni si quiera que en los últimos metros decidiera correr, le salvó de encontrarse frente a frente con las cocineras, que cerraban a cal y canto las puertas del comedor.

— ¡Todo esto es por tu culpa! —Se llevó las manos al estómago y gimió —Mi estómago.

—Míralo por el lado positivo, así hacer un poco de dieta, aunque…Creo que no te hace falta, estás hecho un espárrago.

Spike se limitó a bufar. Elliot era idiota.

— ¿Y dónde dices que está ese tío? Del que me hablaste ayer; quiero conocer a alguien con quien poder hablar y que no me responda con gruñidos.

—Te respondo como te mereces, gilipollas, y es ese —alargó el brazo y señaló a un chaval que estaba a escasos pasos de ellos —No recuerdo como se llamaba.

— ¿Ese? —Respondió incrédulo —Pero si tiene culo de mujer

— Y a mí qué.

—Y-y pelo de travesti.

—Te lo repito, y a mí qué, es ese.

—Y… ¡Es que tiene que ser una mujer! — Estaba atónito, seguro que se trataba de una equivocación, o sus padres le habían mentido sobre el sexo del alumnado o cualquier cosa, pero eso no podía ser un chico— Debo descubrirlo, como sea.

—Ais, haz lo que quieras, pero olvídate de mí —y sin más, desapareció entre la multitud.

Con paso decidido, se acercó hasta él. Tragó saliva. ¿Descubrir el sexo de un futuro compañero resultaba tan transcendental en su vida? Sí, parecía que sí. Lo más interesante que podría ocurrirle en un sitio como aquel. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le golpeó con suavidad  en el hombro, para llamar su atención:

—Tú, el raro.

— ¿Pero qué cojones? —El susodicho se giró, con cara de bastante cabreo, dedicada especialmente al capullo que le había dicho aquello— ¿Qué quieres?

Spike tenía razón: era un chico, bueno, más bien un niño. ¿Cuántos años podría tener?  ¿Catorce, quince? Además, vestía un tanto…Raro. Pantalones de tartán rosa y una camiseta negra con motivos rosas, que parecían ser… ¿Conejitos? ¿Pinzas de fresas? ¿El pelo negro con mechas rubias? ¿Pero qué clase de ente macabro era aquel?

—Te he preguntado que qué querías —Los ojos miel de Leo se clavaron en él —Idiota.

—Eres raro —se lo pensó unos instantes y continuó —Pero tienes una cara bonita y el culo prieto. Creo que podríamos llevarnos bien.

— ¿No serás otro gilipollas que me quiere molestar no? Y tú sí que eres raro, vaya forma de presentarse a alguien.

— Nah, es que mi mascota me ha abandonado y no conozco a nadie aquí —le tendió la mano— Me llamo Elliot. Estoy en la 309, marginado del mundo.

—Tsk, no voy a preguntar sobre lo de “mascota”, por que posiblemente no me guste ni un pelo —dejó escapar una risita y aceptó la mano del rubio —Yo me llamo Leopold, pero más te vale llamarme Leo si no quieres morir. Odio mi nombre. Y creo que somos vecinos, duermo en la 310.

—Spike, el tío con el que comparto cuarto, es mi mascota. ¿No crees que tiene nombre de perro? Wo, pues si somos vecinos, podrías invitarme algún día a tu habitación — esto último, dicho con una sonrisa un tanto pícara que rápidamente Leo malinterpretó — Spike es horriblemente aburrido, y eso que he convivido menos de 24 horas con él. Pero —algo había que no le cuadraba — si estás en la última planta, ¿cuántos años tienes?

—Psé, tengo 17 —de nuevo, Elliot fue víctima de la cruel mirada del más pequeño — Quizás, me lo pensaré, eres un tío extraño.

—Vaya, sí es el chico que me debe la vida de su guitarra.

— ¿Este es el friki que casi se mata por las escaleras?

—Sí, es ese —el pelirrojo se río con ganas mientras le estrechaba la mano a Elliot —Un placer, soy Owen, el hermanastro de Leo.

— Yo Elliot, igualmente.

—Bueno… —fue Leo quién habló. Tuvo que ponerse casi de puntillas para que le prestaran un poco de atención, ya que ambos le sacaban más de una cabeza —Hay que ir a la sala principal, para la presentación y todo eso.

—Dios, como odio esas cosas —el pelirrojo se puso en marcha y el resto le siguió —Eres nuevo, ¿verdad Elliot?

—Sí, me instalé ayer mismo — metió las manos en los bolsillos y se puso a la misma altura que los hermanastros —Mis padres, que son unos capullos.

— ¿Qué has hecho para estar aquí? Si se puede saber — Leo era de naturaleza curiosa; siempre tenía que saber todo de todos —Y si no, me da igual, quiero saberlo.

—Eso, ¿a quién has matado? —bromeó el otro.

—Jajaja, nada ilegal, a no ser que follar mucho se considere un delito en este colegio.

—Ya sabes que aquí cualquier cosa que no sea rezar y estudiar es pecado, pero —bajaron unos cuantos escalones y giraron a la derecha — ¿Tan mal les sienta a tus padres que tengas una vida sexual más activa que la suya?

—Uhm, no lo había visto desde esa perspectiva —se acarició la barbilla, pensativo —Mi madre es ultra-mega-hiper-católica y no acepta que sea bisexual o gay no sé, últimamente los culitos respingones y prietos me atraen mucho.

Leo y Owen se miraron, impactados, ¿podría alguien declararse abiertamente gay con gente a la que acabas de conocer y más en un colegio de esas características? Parecía ser que sí.

—Vamos a sentarnos —el primero en pasar fue Owen, que de esa manera había cambiado de tema radicalmente —Creo que este curso va a ser movidito.

Notas finales:

Y tanto que va a ser movidito, amadísimo Owen xDDDD Bueno, ¿qué os ha parecido? Comentarios, críticas, cartas de amor, preguntas, es todo bien recibido. La semana que viene, actualizaré el jueves, como ya se hará habitual, a no ser que muera en el intento o me rapten (?). 

Así que pequeñuelos, marcho a tierras desconocidas, no sin antes celebrar mis despedida. ¡Muchas gracias por pasar! <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).