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El pecado de san Elliot por Arlette

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Notas del capitulo:

¡He vuelto! Bueno realmente volví hace días x) Pero aquí os traigo el nuvo capi. Como anécdota debo deciros que me alojé en la habitación 308, en frente de la 309 y 310...Deseaba que en cualquier momento Leo y Elliot aparecieran por ahí T__T Pero no vi a nadie. Sin más dilación, ¡a leer!

La presentación no duró más de una hora: se repasaron las normas más generales, se distribuyó a los pocos alumnos en sus clases, hubo tiempo para dudas y se les dio el horario.  El resto del día quedó como “rato libre”, ya que no veían justo empezar el primer día a impartir clases, aunque más bien el profesorado tenía miedo de que se los comieran vivos. Elliot apenas había escuchado algo, se había pasado la mayor parte del tiempo jugueteando con una pulsera de Leo de la que colgaba un gatito negro.

 Cuando la charla hubo acabado, todos se levantaron y se dispersaron, haciendo grupos y desapareciendo por los pasillos. El ojiazul se quedó parado unos momentos entre todos ellos, ¿y ahora qué hacía? Spike no daba señales de estar por ahí, había perdido de vista al pelirrojo y no tenía ni idea de donde podría estar Leo. Una vocecilla, con visibles signos de enfado, le hizo reaccionar.

—Deja de ignorarme, que no mido dos metros como tú, pero tengo derecho a que se me preste atención.

—No te cabrees chiquitín, que no te había visto. ¿También te has quedado solo? ¿Tú querido hermano te ha abandonado?

—Tsk, algo así, ha ido corriendo a hablar con el profesor Ronald, el que da Religión. Ese que está ahí.

 

Señaló a una esquina.  Ahí estaba Owen hablando con un tipo bastante más mayor que él, de unos treinta y muchos, moreno y con una barba perfectamente recortada. Entre ellos parecía sentir una especie de magnetismo, pensó el rubio. Gay-radard activado:  la actitud de sus cuerpos, como se reían o simplemente sus miradas.

 

— ¿Tú hermanastro es trucha?  —Preguntó de repente. 

— ¡No! Vamos, no creo…Es que tienen una relación rara, no, no sé, siempre anda así con el de reli, a saber que asuntos se traen entre ellos —parecía avergonzado —Además, a ti que te importa, si tu también estás desviado.

—Realmente, nada —se encogió de hombros —Simple curiosidad.

— ¿Qué piensas hacer ahora?

—Ni idea, no sé qué hacer con mi vida en un lugar así. Ya sabes que mi fiel mascota me ha abandonado y no conozco a nadie más.

— ¿Ah, y yo qué soy? ¿Un fantasma? —Se hizo el ofendido, aunque se le escapó un poco la risa—.

—Tú eres un liliputiense, no tienes derechos.

—Eres un capullo.

— ¿Eso es una invitación a tu cuarto?

— ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

—No sé, pero ya no puedes decir que no —sonrió de oreja a oreja. 

—Si no hay más remedio…

—No, conmigo no lo hay.

  

 

 

 

—Con que es un tío peculiar…—Ronald se acarició la barba y sonrió —Puedo imaginarme la cara de tu hermano.

—Un poema total —se rió con ganas recordando como Leo había reaccionado —De piedra y desfigurado.

—Para no hacerlo, y más con esa naturalidad…—Se recostó contra la pared y cruzó los brazos —Pero bueno, cuéntame sobre ti, ¿cómo fue el verano? 

—No, no, no, cuéntame tú. Pensé que este año no te vería, futuro detective Phillips. 

—Bah, estuve a punto de ir, pero Dios me lo impidió. Incluso mandó un ángel para detenerme. 

— ¡Anda, calla y deja de decir bobadas! —le metió un puñetazo en el hombro, no muy fuerte y empezó a reírse a carcajadas — ¿Se trataba de una rubia maciza con la falda muy corta?

—Puede ser sí. Y, ¡auch! Te has puesto fuerte este verano chaval — se sobó la zona dolorida y suspiró —Realmente, no me apetecía mucho cambiar mi tranquila vida de profesor por la emocionante de policía.

—En el fondo me alegro, no podría soportar al director Anthony hablándonos de lo bueno y misericordiosos que es Dios y lo virtuosos y cristianos que debemos ser. Y también te echaría de menos  a ti, aunque eso no está tan en el fondo.

—Claro, porque soy más que tu profesor, ¿verdad Owen?

—Sí, eres el capullo que me va a invitar a tomar algo.

—Pequeño demonio —sin más le dio un capón y empezó a caminar hacia la cafetería.

 

 

 

Habían decidido ir por el jardín. Sí, se tardaba más, pero era más entretenido que recorrer un pasillo gris sin decoración alguna. Justo cuando iban a entrar al edificio de las habitación, un chico moreno y con cara de pocos amigos, chocó intencionadamente contra Leo. El choque fue tal, que el de mechas se tambaleó violentamente, casi perdiendo el equilibrio.

 

— ¡Eh, tú, gilipollas! ¡A ver si miras por dónde vas! —Le sujetó para evitar que cayera y se encaró con el otro — Te voy a meter una… 

— ¿Ah sí? ¿Se puede saber quién eres tú?

—Déjalo Elliot —Agachó la cabeza, resignado, y tiró de él hacia dentro —No merece la pena prestarle atención a alguien como él.

El rubio bufó, frustrado.

 

—No puedes dejar que la gente te pisoteé así. Además, ¿quién es ese mierdas? No tiene ni media ostia…

—Stevie, compañero de cuarto de mi hermano y acosador personal desde hace dos años —Tomaron las escaleras y pasaron por el primer piso —y no, no tengo ni idea de por qué se dedica a joderme. 

— Yo podría joderte, pero en otro sentido —Con descaro, le apretó la nalga derecha, tratando de suavizar un poco la situación, y de paso, poder palpar aquel culo tan adorable —Ya me entiendes kuku. 

— ¡Ah! — Ese chico no paraba de sorprenderlo — ¿¡Pero qué haces!?

—Consolarte, ¿es qué no lo ves? —Se pasó la mano por el cabello, echándolo hacia atrás —Nah, es broma —Estaban ya en el pasillo del tercer piso —Oye, ¿puedo pasar un momento a mi habitación? Llevo demasiado sin fumar.

—No te lo voy a impedir —además, tenía curiosidad por ver cómo era.

 

En unos segundos, ya estaban frente a la puerta número 309. Sacó la llave del bolsillo y con un suave giro, quedó abierta. Esperaba encontrar a Spike leyendo, como buen empollón que esperaba que fuera, pero la penumbra y silencio fueron las únicas que le recibieron. Ambos chicos pasaron,  Elliot empezó a buscar como loco entre sus maletas, aún sin deshacer del todo. Por su parte, el más pequeño, se sentó al borde de la cama y se dedicó a observar. Entendía que compartiera cuarto con Spike, un tío raro de cojones y que tuviera sus manías, pero lo de no tener nada en las paredes y en las estanterías…Era demasiado. Incluso Tom, el más cerebrito del internado tenía un poster en su cuarto, de Albert Einstein, pero lo tenía, que era lo importante. La pared así desnuda, sin nada que le diera un toque más humano, resultaba tétrica.

 

El rubio sacó un paquete de tabaco , casi vacío y el mechero.  Como quien lleva mucho esperando el momento, disfruto la primera calada, profunda, dejando que el espeso humo inundara sus pulmones y luego escapara  por sus labios.

—Debería comentarte que aquí no se puede fumar. 

—Y yo que me la suda —se sentó a su lado, mientras le tendía el cigarro — ¿No fumas?

—No, me da asco.

—Y mata, y el olor a humo se pega a la ropa, pero es relajante.

—Si tú lo dices… ¿Quieres ver mi cuarto o no? Pero ahí no se fuma, o te la corto.

—A sus órdenes mi capitán —volvió a aspirar —Deja que me lo acabe y nos vamos.

—Tsk, está bien. Oye, ¿no te da miedo dormir aquí? —preguntó.

—No, ¿por qué debería? —Le miró sorprendido, con el pitillo en la boca — ¿Crees que me da mi miedo dormir sin papá y sin mamá como a ti? 

—Gilipollas —le lanzó la almohada y sonrió —Me refiero a dormir en una habitación tan vacía, y con Spike, el tío es un poco rarito.

—No me mola que sea así, echo de menos las paredes plagadas de pósters de grupos, pero no puedo hacer nada. Y Spike puede ser raro, aunque tampoco le conozco, pero vamos, no ronca ni es sonámbulo.

—Lo digo porque tiene manías raras, bueno, no sé si calificarlas de manías —se lo pensó un momento, buscando las palabras adecuadas —No se relaciona mucho, siempre come solo, es mega-educado para tener diecisiete tacos y es fanático de los trenes, está obsesionado.

— ¿Me va a pillar con un trenecito? Chucuchucuchúúú.

—Dios,  déjalo, paranoias mías, nunca me ha caído muy bien —se río ligeramente y continuó —Vamos, este sitio no me gusta.

—A mí tampoco, así que creo que voy a pasar mucho tiempo en tu cuarto —apagó lo poco que le quedaba del cigarro y guardó la chusta en la caja — ¿No sabrás por casualidad donde puedo pillar tabaco no?

—Tienes más cara que espalda, aunque no creo que un poco de compañía me haga daño. Ahora que Ronald está por aquí, dudo que Owen me visite mucho. Y me parece que hay un chaval en el segundo piso que te lo puede conseguir por un módico precio—se paró junto a su puerta y sacó la llave de la cual colgaba un llavero con forma de onigiri.

La puerta cedió y entraron en la habitación. Al contrario que la de Elliot, las paredes estaban empapeladas de pósters de grupos y series, incluso tenía colgada una enorme bandera de Japón. Las estanterías no solo tenían libros, también infinidad de tomos manga y figuritas de personajes de anime y videojuego.  No podía creérselo, ¡si apenas se veía el gris de fondo!

 

—Eres un poco friki, pero solo un poco.

—Me alabas, pero el término correcto sería “otaku”.

—Con que otaku… ¿Así se llama de lo que vas vestido? —Con total confianza se tiró sobre el colchón y observó con detenimiento la habitación — ¿Duermes solo?

—Digamos que me gustan las cosas monas, el oshare… Y sí, mi compañero se piró el año pasado. Motivos personales.

—Fuuu, no me hables de movidas raras, como si eres chichinagua, para mí vas disfrazado.

—Entonces no preguntes…

—Ey, no te lo tomes a mal, es que tengo capacidad limitada para retener nombres raros. —Cogió una figurita y empezó a juguetear con ella —Debes haberte gastado una pasta en todo esto.

—Lo que tienes entre tus manos ya vale 60 pavazos así que…Y no me lo tomo a mal, pero eres un poco cabrón.

—No te enfadeeeeees, Leoncito —tratando de que le perdonara ,se pegó a él y le restregó la mejilla —Si sabes que soy un cacho de pan y que jamás te haría dañito —al instante, le soltó, algo había captado su atención en la estantería — ¿Qué es esto?

Se había levantado y caminado hacia la estantería. Con cuidado de no tirar la hilera de figuritas de Final Fantasy que custodiaban la misteriosa caja, la cogió.

 

—Lo que eres es un sobón y muy descarado por cierto… ¡Eh! ¡No la abras! — De un salto se levantó y se la arrebató de las manos —Es privado lo que hay dentro.

— ¿Privado? —Se acercó más a él y observó el tono rojizo que iban adquiriendo sus mejillas, cada vez más intenso — ¿Fotos del señor director con ropa escasa y posturas indecorosas?

—Dios, no, ahora deberé borrar esa imagen de mi mente. Ehm, son…Recuerdos de mi madre.

— ¿Con que tu vida es una historia dramática de protagonista de manga? —Le hizo cosquillas, intentando que se lo devolviera —Venga, cuenta, cuenta.

—No, nada de historias trágicas con padres muertos, hermanas enfermas y gemelos malvados. Mis padres están vivos solo que…Es privado, y punto.

—Jo, eres un aburrido. Si no me cuentas esas cosas secretas, nunca podremos ser amigos.

—Cuéntame algo sobre ti —devolvió la caja a su sitio y contraatacó las cosquillas con un tirón de pelo — ¿Qué hay sobre tu vida?

 

No pensaba perder, así que lo tiró sobre la cama y se puso sobre él, para evitar que se moviera, y así rematar su “ataque cosquillas mortales”. Se lo pensó un poco. Debía decir algo ingenioso, que descolocara a su nuevo amigo.

 

—Como dicen en El club de la lucha : “La autoperfección es simple masturbación”, así que déjame decirte, que soy alguien muy perfecto —aprovechó para acomodarse sobre las nalgas del pequeño y añadió —Uy, que culito más cómodo tienes.

— ¡Pervertido! —Se removió y quedó bocarriba, mirándole fijamente —Eres un depravado cochino. ¿No piensas que al ser hombre esto me puede molestar? No soy como las putillas que corretean a tu alrededor, si es que hay alguna.

—Si realmente te molestara, ya me hubieras quitado de un empujón, no eres tal debilucho —se mofó.

— ¡Aaaarg! ¡Eres insoportable!

 

Y de un empujón le apartó, tirándole al suelo. Claro, hubiera sido tan sencillo como aquello, ¿por qué no se le habría ocurrido antes? Elliot parecía complacido con la situación, ver a Leo rojo e incómodo con todo eso, le divertía, le divertía molestar a la gente, de la forma que fuese.  Aprovechando los murmullos injuriosos que le dedicaba el de ojos miel y que estaba con la guardia baja, se echó sobre él de nuevo, esta vez sujetándole las muñecas. Se acercó todo lo que pudo, para que apenas unos centímetros separaran sus rostros; así podría contemplar con más detenimiento las caras de Leo, que prometían ser todo un poema. Por su parte, el peliteñido, no sabía dónde meterse, ¿Qué pretendía hacerle ese loco? Y esta vez, por más que empujara, el peso que ejercía Elliot era demasiado para sus delgados brazos.

 

— ¿Me explicas qué haces?

— ¿Tú qué crees? —le insinuó coqueto, acercándose ahora a su oreja —Jugar.

— ¡Suéltame!

—Cuanto más te resistas, más cachondo me pondré. Una de mis mayores fantasías sexuales es violar a un niño mono como tú que se resista hasta el fin y que gima mi nombre hasta quedarse sin voz.

— ¿Qué? Eh, no, para, enserio, esto no me mola nada —le temblaba la voz y no podía evitar mirar a todas partes como si eso fuera a salvarle de la bestia parda que tenía encima —Joder, coño, para joder —se le estaba quebrando la voz, muy a su pesar.

—Tranquilo, tranquilo, que es una broma —se levantó, liberándolo de la presión de sus muñecas —No sufras más, que solo te estaba vacilando.

— Capullo —se acurrucó sobre sus rodillas y le miró avergonzado, intentando ocultar el sonrojo que parecía no querer desaparecer de su cara —No vuelvas a hacer eso.

—Si vamos a ser amigos, acostúmbrate a estas cosas —casi es fulminado por la mirada de Leo, así que decidió rectificar —Bueno bueno, ¿toqueteos esporádicos a tus nalgas? Que voy a pasar mucho tiempo sin mojar y son mi único consuelo.

—…Eres increíble.

—Lo sé, y me encanto. ¿Aquí hay internet, ordenadores, o algo que se le parezca?

—Uhm, déjame pensar…Creo que en la biblioteca hay ordenadores con internet, aunque va un poco lento, deben tener ya bastantes años.

—Con tal de que funcionen, me sirve.

— ¿Qué quieres buscar? ¿Porno? —le miró pícaramente. Al fin tenía algo con lo que picarle…Si es que eso le iba a molestar, que lo dudaba.

—No, teniendo tu culo, ¿quién necesita el porno? Es solo que quiero estar comunicado con el mundo exterior de vez en cuando.

—Ajá…Con que páginas de contactos gays,  que bribón estás hecho.

—Y tú que pesado eres, no soy tan obsceno como tú crees.

—Lo que me estás haciendo creer de ti, solo eso. Para serte sincero, con tus pintas de hombre rudo y jeborro, quién diría que eres de la otra acera.

—No, no te confundas, estoy en medio de la calle todavía, esperando a que me atropellen. Y quién diría que tu eres hetero, con esas pintas de marica que me llevas. Pareces una florecilla en un campo en primavera.

Leo no añadió nada más; dejaron pasar el resto del día hablando de cosas banales, anécdotas de su vida y comentarios subidos de tono por parte del rubio, que había encontrado en Leo un pasatiempo muy interesante. ¿Cómo alguien a sus diecisiete años se puede escandalizar al hablar de rabos? No lo entendía, pero le hacía gracia. Quizás Leo fuera  su salvación para evitar el suicidio en una cárcel como aquella. 

Notas finales:

Id acostumbrandoos a Elliot, él es así xDDDD (Lo peor es que yo conozco a gente así xDDD). Pero bueno, ya sabéis, críticas, cartas de amor, amenazas de muerte...Todo al buzón de rewievs :3

Punto primero, si os portáis bien con los comentarios (noooo, no es ningún tipo de chantaje. Ok, sí xDDDDD) os traeré un regalito ;3

Y punto segundo, ya está subido el primer capítulo de "Proyecto Príapo", así que si os apetece pasaros y echar un vistazo, os lo agradeceremos mucho. Aquí tenéis el link: http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=84816&warning=5

¡Hasta el próximo jueves! :*


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