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Toxic's Lights por Pepper

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Notas del capitulo:

Siento muchísimo haber tardado tanto en subir el capítulo, he estado súper liada y no me ha sido posible hacerlo antes >_< Es algo más corto que el anterior, pero espero que os guste.

 

Enjoy!

IV

 

Le gustaba la oscuridad que lo rodeaba. Allí no había preocupaciones, ni tampoco dolor. No tenía por qué molestarse en intentar mantener los ojos abiertos, porque no se veía nada. Tampoco era capaz de escuchar ningún sonido, y eso era todavía mejor. El continuo repiquetear de las gotas de lluvia contra el cristal estaban minando sus ya escasos ánimos, y la estridente voz de su padre gritándole al teléfono no había hecho más que incrementar su terrible jaqueca.

 

No sabía cuándo había dejado atrás la hostil sala de espera del departamento de policía, no sabía cómo había llegado a ese especie de limbo en el que solo tenía que… flotar. Soltó un suspirito satisfecho y se dejó arrastrar en esa extraña nada, sin prisa alguna por averiguarlo.

 

Solo quería disfrutar de esa merecida paz, olvidarse de la terrible noche de Halloween, del capullo de Mike Heister. Ah, mierda, ahí estaba. Ese idiota… ¿por qué no lo dejaba en paz? ¿Por qué había acudido allí, a su Oscuridad, a su mente? ¿Lo había invocado él? Veía su figura a lo lejos, desdibujada. Era apenas una mancha, un borrón, pero Chris no tuvo ningún problema en identificar su llamativo cabello rojo fuego y sus venenosos ojos verdes.

 

Esos ojos.

 

Se echó a temblar de forma incontrolada cuando Heister clavó en él esa mirada helada que en sus recuerdos pertenecía a la Muerte y, durante unos segundos, fue incapaz de respirar. Ya no sentía paz, ni bienestar. Estaba aterrado, quería salir de allí. Tenía que salir de allí.

 

» ¿Me tienes miedo, Phoenix? ¿Me… temes?

 

La voz de Heister parecía proceder de otro mundo. Sonaba distorsionada, dos octavas más grave de lo normal. Christian era incapaz de hablar, y mientras él permanecía allí, inmóvil, preso de su propio miedo, Mike se acercaba lentamente con un brazo extendido hacia él.

 

» No… ¡no me toques!

 

La sonrisa de Mike era una mueca sarcástica que destacaba en un rostro desfigurado. Iba a por él, quería destrozarlo con esos colmillos desmesuradamente largos que relucían entre sus dientes. Pero… no. Algo estaba mal. Él, Christian, era el vampiro. Heister… Heister era la Muerte. Había llegado hasta él, estaba apenas a un palmo de distancia. Christian no podía respirar.

 

Fue incapaz de hacer nada cuando la mano de su archienemigo rozó su frente y acarició su rostro con delicadeza. Los fríos dedos de Mike Heister recorrieron sus párpados cerrados, descendieron por la curva de su nariz y se detuvieron un par de segundos sobre sus labios. Chris abrió los ojos para mirarlo, topándose con un rostro imposiblemente serio que parecía estar muy lejos de allí.

 

»¿Mike…?

 

El chico se limitó a sonreír… antes de deslizar su mano hasta el cuello de Christian para apretarlo con fuerza.

 

»¡Muere!

 

 

Christian se despertó bañado en sudor frío. Sacudió la cabeza e un intento de despejarse, tratando de obligar a su embotada mente a volver a la realidad. Volvía a estar en la comisaría, en esas incómodas sillas de plástico, y a juzgar por las voces que seguía dando su padre apenas había estado dormido un par de minutos.

 

Le habían parecido una eternidad. Y había sido tan real…

 

— Chris, ¿estás bien?

 

Maya era la viva imagen de la preocupación. Se había presentado allí en cuanto se había enterado de la desgracia sufrida por su amigo y, a pesar de que Chris había sido de todo menos amable con ella, la chica lo había apoyado en todo momento.

 

— Me duele la cabeza— murmuró.

 

— Es normal, no te han dejado echarte ni un par de horas. Necesitas descansar.

 

Era cierto. No sabía muy bien qué había sucedido la noche anterior, ni cómo había llegado a casa. Recordaba vagamente su última conversación con Heister, pero no tenía ni la más mínima idea de lo que había hecho desde que el chico lo dejó tirado en el instituto hasta que se encontró con la cabeza metida bajo la ducha de agua helada y la mano de su padre sujetándolo firmemente del cuello.

 

Chris nunca lo había visto tan enfadado, ni tan distante. En toda la mañana únicamente le había dirigido la palabra para decirle que se vistiera, que iba a acompañarlo a comisaría. Y lo había hecho con esa voz glacial que reservaba para los criminales con los que solía tratar.

 

— Lo que necesito es un puto milagro. Mierda. Mierda, Maya, estoy jodido.

 

La chica negó con la cabeza.

 

— Chris, no te precipites. No te pueden castigar por algo que no has hecho, ¿entiendes? Mucho menos tu propio padre.

 

— Que sea mi padre es precisamente lo que más me preocupa. Joder, cuando me ha metido en el coche me ha esposado como si fuera un criminal.

 

— Te dije que te alejaras de él, que te jodería la vida. Si me hubieras hecho caso…

 

Chris fulminó a su amiga con la mirada.

— ¿En serio, Maya? — la interrumpió— ¿De verdad crees que ahora estoy para sermones? Yo solo quería darle un poco de su propia medicina, no esperaba… esto.

 

— Lo siento mucho, Chris, no voy a decirte lo que quieres oír. Ese cabrón ha conseguido que te expulsen del instituto y que te pelees con tu padre, y probablemente vas a pasar una época mala, pero eso es todo.

 

— ¿Eso es todo? Mi madre me querrá mandar al puto internado de San James otra vez.

 

— Lo que quiero decir es que podría haber sido peor, mucho peor. Déjalo estar. No busques venganza, porque te lo devolverá por duplicado. Esto es culpa tuya, tuya y de tu maldito orgullo, ¿es que no lo ves?

 

No, Chris no estaba en condiciones de ver nada. Había llamado a Maya para que lo apoyara y le ayudara a reconstruir su noche, no para que le echara la bronca por… ¿por qué, exactamente? Ni siquiera tenía muy claro qué había hecho para merecer la putada de Mike.

 

— Déjame en paz.

 

Maya encogió los hombros y se puso en pie, agotada.

 

— Lo siento, Chris. Es solo que no quiero que te pase lo mismo que a mí. Por favor, no te enfades conmigo.

 

La chica hablaba de forma trémula, como si estuviera a punto de echarse a llorar. No había que ser un genio para saber que estaba recordando una etapa de su vida poco agradable y, aunque en esos momentos Chris necesitaba como nunca desahogarse, se tragó sus palabras y su mal humor y abrazó a su amiga con cariño. Porque había sido él, y nadie más que él, el que había resucitado el recuerdo de Mike Heister.

 

Continuaban abrazados cuando Gregory Phoenix regresó a la sala de espera. Era un hombre alto y corpulento, de espalda ancha y rostro severo en absoluto parecido a Chris. Tenían los mismos ojos azules, y ni siquiera en eso se ponían de acuerdo. Los de Christian brillaban con intensidad, parecían alimentados por alguna clase de fuego interno; los de Gregory estaban recubiertos por una película de hielo.

 

— He mandado a dos de mis hombres a recoger a ese tal Mike Heister a la dirección que me habéis facilitado. Maya, muchas gracias, ya puedes irte.

 

Maya no hizo amago de protestar. Chris sabía que su padre tenía el poder de hacer que todo ser humano le obedeciera sin emitir réplica alguna, pero no pudo evitar sentirse jodidamente mal cuando la vio salir de allí de esa forma. La necesitaba allí, a su lado. No se sentía capaz de enfrentarse a su padre así.

 

Por suerte o por desgracia, el Jefe Phoenix tampoco parecía tener ningún interés en hablar con su único hijo. Pasaron los veinte minutos que tardaron en llegar los agentes hundidos en el más denso de los silencios. Chris estuvo todo ese tiempo con la cabeza gacha, sin ninguna gana de enfrentar la mirada acusatoria de su progenitor.

 

Le había dicho por activa y por pasiva que él no había hecho nada, que no había consumido drogas voluntariamente y que todo aquello no era más que una trampa que tenía como fin destrozarle la vida, pero Gregory se había negado a creerlo. ‘Todas las pruebas apuntan a ti, Christian’. ‘Ni siquiera eres capaz de darme una versión creíble de lo sucedido’.  Había accedido a llamar a Mike, sí, pero no en calidad de sospechoso.

 

‘Voy a intentar arreglar este desastre, Christian. Si mantienes la boca cerrada, para el resto del mundo no habrá pasado nada’.

 

 

 

 

 

Mike Heister cruzó las puertas de la comisaría con la espalda erguida y la cabeza alta, sonrisa arrogante en el rostro. Caminaba con aplastante confianza, y había tal seguridad en su mirada que, más que dos gorilas encargados de vigilar todos y cada uno de sus movimientos, los dos agentes que lo franqueaban parecían ser guardaespaldas a sus órdenes.

 

Había tenido el honor de visitar aquel lugar en alguna ocasión pero nunca en calidad de invitado especial, como le habían dicho los agentes. La forma de llamarlo le hacía tanta gracia que ni siquiera estaba molesto por haber sido sacado de la cama antes de las doce de la mañana después de una noche entera sin pegar ojo. Además, para qué negarlo, sentía cierta curiosidad morbosa por saber cómo pensaba Christian devolverle el golpe.

 

En el fondo casi deseaba que Phoenix hubiera encontrado algún cabo suelto en su perfecto plan. Era divertido. El idiota de Christian le entretenía casi tanto como la música, porque nunca sabía por dónde le iba a salir.

 

O casi nunca.

 

Cuando los policías lo condujeron a la sala de espera y por fin lo vio, tuvo bastante claro que su contrincante se había rendido. Tenía un aspecto horrible, demacrado. Tan pálido y ojeroso, tan… débil. Buscó su mirada, pero Christian tenía la vista clavada en el suelo y no parecía tener intenciones de hacer o decir nada. Cobarde.

 

¿Qué era esa actitud de mierda? ¿Dónde estaba el Christian que lo había enfrentado una y otra vez a pesar de tenerlas todas en su contra, el Christian que había logrado incluso dejarlo en ridículo? Reprimió un bufido de decepción, repentinamente malhumorado. Odiaba la autocompasión, y era más que evidente que Phoenix estaba completamente envuelto en ella.

 

Quiso decir algo, burlarse, pero antes de que pudiera idear una réplica inteligente una mano de hierro lo sujetó firmemente por el hombro. Mike apretó los dientes para no protestar por lo exagerado del agarre, sintiendo los dedos de aquel hombre clavándose con fuerza en su piel.

 

— ¿Señor Heister? Sígame, por favor.

 

Aunque hubiera querido, a Mike le habría sido imposible oponerse. Dejó que el agente lo condujera por un estrecho pasillo hasta una pequeña sala en la que había varias mesas con sus correspondientes sillas. El hombre, que mientras caminaban se había presentado como Gregory Phoenix, lo invitó a sentarse con un seco movimiento de cabeza.

 

— Estoy bien así.

 

— Esto puede ir para largo, me gustaría que te pusieras cómodo.

 

Le bastó un rápido vistazo al severo rostro del Jefe para darse cuenta de que era mejor obedecer. Al menos, hasta que supiera lo que quería de él. Sin borrar en ningún momento la mueca de insolencia que había adoptado como escudo, Mike se dejó caer en una de las sillas, apoyándose sobre el respaldo y acomodando las piernas sobre una de las pequeñas mesas.

 

— Cuando quiera, Jefe.

 

Si a Phoenix padre le molestó su actitud, no lo demostró.

 

— Mi hijo dice que el responsable de las pintadas en el Season’s y de que él amaneciera colocado hasta las cejas eres tú.

 

— ¿Pintadas en el Season’s? ¿El instituto pijo?

 

En hacerse el tonto, Mike era un experto.

 

— Ese mismo. Esta mañana unos vecinos nos han alertado de que alguien se había dedicado a llenar sus muros con toda clase de dibujos y comentarios obscenos. Un par de hombres y yo fuimos a comprobarlo, y cuál fue nuestra sorpresa al encontrar allí a mi hijo, al borde de la inconsciencia.

 

— Vaya. Debe haber sido un duro golpe para usted descubrir que su hijo es un drogata y un vándalo en potencia — El oficial dejó caer los párpados, dedicándole una mirada de advertencia a la que Mike respondió con una sonrisa feroz — Qué vergüenza para la familia.

 

— Exacto, es una vergüenza. Sea o no mi hijo el responsable de lo sucedido, todas las pruebas apuntan a él, y eso es una mancha en su expediente y en mi nombre. Será expulsado del instituto, y yo tendré problemas.

 

Mike se encogió de hombros con estudiada indiferencia, sin tener del todo claro a dónde quería llegar el hombre.

 

— ¿Y qué coño me importa a mí eso, Jefe?

 

— Christian dice que has sido tú.

 

— Y yo digo que no. Su palabra contra la mía y las pruebas, creo que está claro.

 

— Por eso, Heister, todavía no te he puesto unas esposas. No hay nada que te incrimine, nada excepto la palabra de un chico bajo el influjo de las drogas.

 

— Ya, lo siento por vosotros. ¿Puedo largarme?

 

Por toda respuesta, Gregory Phoenix tiró sobre el tablero de madera un enorme fajo de billetes de cincuenta. Mike se puso en tensión, empezando a comprender por dónde iban los tiros.

 

— Ahí hay uno de los grandes. Puedes contarlo si quieres.

 

¿Uno de los grandes…? Mike se apresuró a coger el paquete y hacer las cuentas, esforzándose por controlar el temblor de sus dedos. Nunca, en toda su vida, había visto tantísimo dinero junto. Jamás.

 

— ¿Esto es un soborno? ¿Y qué está comprando? ¿Mi silencio? — tenía la boca seca.

 

— Tu culpa.

 

— Creo que no le sigo

 

— Es muy sencillo de entender. Solo tienes que confesar que todo lo que ha pasado es cosa tuya, decir que le tendiste una trampa a mi hijo y que en realidad él no es más que una víctima de tu juego.

 

Mike seguía demasiado sorprendido por el rumbo que estaban tomando los acontecimientos. Su mente trabajaba a toda velocidad, barajaba opciones, ventajas y desventajas.

 

— ¿Y cuál sería mi castigo?

 

Su pregunta pareció sorprender al oficial, que frunció ligeramente el ceño.

 

— ¿Cómo dices?

 

— Sí, mi castigo. Si supuestamente he hecho todo eso, la policía tendrá que hacer algo para darme una lección, ¿no es así?

 

— Una multa. Probablemente doscientos, o trescientos dólares, yo los pagaré. Y servicios a la comunidad durante al menos dos semanas.

 

— ¿Bromeas? — se había cansado de tratarlo de usted, de aparentar ser el chico bueno que nunca había sido—  Todo eso no vale mil pavos.

 

— Dos mil quinientos.

 

— ¿Eso es lo que vale el honor del que tanto presumes?

 

— Tres mil, y es mi última oferta.

 

Notas finales:

Se agradecen reviews :3


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