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Toxic's Lights por Pepper

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Notas del capitulo:

Segundo capítulo ^^

 

Nuestros protagonistas tendrán un encontronazo... interesante. Para saber más, siga leyendo.

 

 

PD: He tenido algunos problemillas con el formato, pero creo que está legible >_<

 

II

 

 

 

El corazón aun le latía con violencia en el pecho cuando llegó por fin a la seguridad de su habitación.  Se tomó unos minutos para respirar hondo e intentar relajarse y, seguidamente, se rió por lo bajo, entredientes. Christian Phoenix era la viva representación del alivio.

Todavía no podía creer que hubiera logrado salir airoso de su enfrentamiento con Heister. No había sido su intención tocarle tanto la moral, pero rememorando los hechos acababa de decidir que el chico se había merecido el puñetazo y la posterior humillación. Aunque le hubiera dicho eso de ‘Pero tenías que demostrar que eras una puta máquina’, en el fondo el chaval era un capullo egocéntrico.

Y sin embargo, no podía dejar de sentirse bien consigo mismo sabiendo que ese capullo egocéntrico había mojado las bragas con su actuación. Sonrió sin poder evitarlo. A Maya le iba a encantar la noticia. Era algo tarde, pero eso no le impidió coger su carísimo móvil de última generación para llamar a su mejor amiga.

La chica le respondió al tercer toque.

— Espero que tengas una buena excusa para lo que has hecho esta tarde, Christian.

Chris frunció ligeramente el ceño.

— ¿Ya te ha ido Ted con el cuento? 

—¿C-cómo se te ocurre presentarte a la prueba? Sabes lo mucho que detesto a esos cabrones de los Dirty Dogs…

A Maya le temblaba la voz, y por un instante Chris se sintió incluso algo culpable.

— Lo he hecho por ti, Maya. Me he presentado y me han cogido.

— …

            — Les he dicho que no.

            — ¿En serio?

            — En serio. Y además, le he hecho una cara nueva a tu querido Mike.

            — Venga ya, ¡creía que Ted se lo había inventado!

            — Para nada, tendrías que haberlo visto, le rompí la nariz.

            — No sé por qué estás tan contento, Chris; te has metido en un buen lío.

            — ¿Qué? ¿Por qué?

            — Heister no es de los que se anda con chiquilladas. Lo averiguará todo sobre ti y no parará hasta que acabe contigo.

            Quizá no había sido tan buena idea llamar a Maya, estaba acabando con su buen humor a pasos agigantados.

            — Si quiere venir a por mí que lo haga, aquí lo espero.

            — Eso dije yo, y… y ya sabes cómo acabó.

            — No me jodas, Maya. Lo tuyo es distinto y lo sabes.

            — Solo digo que tengas cuidado.

 

 

            Como Christian imaginaba, el temor de su amiga era infundado. Nadie acudió a buscarle en los días siguientes, y lo único que consiguió a cambio de su preocupación fueron tres noches de insomnio y unas pronunciadas ojeras que no hacían si no acentuar su aspecto famélico.

            Ted y Maya, que en lugar de intentar tranquilizar su comportamiento casi paranoide se habían encargado de acojonarlo aún más, se turnaban para darle dolorosos codazos en clase y así evitar que se quedara dormido. Chris agradecía sus esfuerzos con tensas sonrisas y se recordaba una y otra vez a sí mismo que eran sus amigos y mandarlos a la mierda no sería buena idea. Pero se lo habrían merecido. Joder, claro que se lo habrían merecido. Christian empezaba a pensar que casi habría preferido que Heister hubiera acudido a buscarle antes que tener que soportar esa pseudopesadilla en la que sus supuestos amigos lo habían metido.

            Quizá por eso, cuando por fin Mike dio señales de vida, estaba preparado. O eso pensaba.

            Sucedió casi una semana después de haber hecho la prueba con los Dirty Dogs, un viernes por la tarde. Chris había quedado con Maya y Ted para ir al cine a ver una nueva peli de acción muy recomendada y, para no variar, llegaba tarde.

            Faltaban cinco minutos para que comenzara el pase cuando aparcó la moto en el parking subterráneo del centro comercial y, a contrarreloj, echó a correr escaleras arriba. En su precipitación, chocó contra una mole de carne humana que le cerraba el paso y apunto estuvo de caer de espaldas, pero logró mantener el equilibrio en el último momento.

            — Mira por dónde vas, imbécil — le gruñó al tipo.

            Un instante después estaba tirado en el suelo del parking, literalmente ciego de dolor.  El puñetazo en el ojo lo había pillado completamente por sorpresa. Trató de incorporarse, pero apenas había hecho el amago cuando una pesada bota negra apoyada sin delicadeza alguna sobre su esternón lo clavó en el suelo.

            — ¿Qué hay, Christian? ¿Me echabas de menos?

            Los ojos verdes de Mike Heister relucían de forma fantasmagórica bajo las luces de neón.

            — D-déjame en paz — farfulló Chris, respirando con dificultad.

            — ¿Ya? Acaba de empezar la diversión — le propinó un fuerte puntapie en la barbilla — ¿Por qué pones esa cara? Creía que tenías ganas de verme, me han dicho que llevas una semana meándote en la cama.

            Chris sentía el sabor de la sangre en la boca.

            — M-me tienes muy v-vigilado, ¿no? ¿T-te la cascas p-pensando en mí?

            El castigo por su insolencia fue una patada en el costado que lo dejó sin aire y una carcajada cruel que le taladró los tímpanos.

            — Coged a esta nenaza.

            El grandullón con el que se había chocado y otro de las mismas dimensiones lo levantaron con brusquedad, obligándole a ponerse en pie. El mundo de Christian dio un vuelco, y durante un eterno segundo las ganas de vomitar fueron tan intensas que creyó que iba a echar hasta la primera papilla. Se reprimió a base de orgullo y fuerza de voluntad, poco dispuesto a darle a Mike otra excusa para que se riera de él.

            — Te has puesto blanco, capullo.

            Heister lo miraba a través de la cortina de humo que creaba su cigarro a medio fumar, una sonrisa torcida curvando sus labios.

            — ¿Qué vas a hacerme? — su voz era un esbozo de susurro.

            — ¿Qué dices? No te oigo.

            — ¿Qué…? — antes de que pudiera reformular la pregunta, Mike le golpeó con fuerza en la boca del estómago.

            Al puñetazo siguieron muchos más, todos dirigidos a su abdomen y costado. Al principio Chris gritaba, pero pronto fue incapaz de hacer otra cosa que no fuera mirar a Mike fijamente, tratar de decirle sin palabras lo mucho que lo odiaba.

            Nunca supo cuánto tiempo pasó allí, a merced de los golpes de Mike, sin ser capaz de defenderse, luchando contra la inconsciencia. En algún momento su agresor le dijo a los gorilas que lo sostenían que se marcharan, y Christian habría caído de nuevo si Mike no lo hubiera sujetado de la camiseta. El chico lo estampó sin delicadeza contra una de las columnas del aparcamiento, pegándose a él para impedirle cualquier movimiento.

            Christian apenas podía mantener los ojos abiertos.

            — Quiero que entres al grupo.

            A Chris se le atragantó una risotada de desprecio.

            — A mi me hace tan poca gracia como a ti, pero los negocios son los negocios. ¿Entiendes?

            Por toda respuesta, Christian le escupió en la cara. Mike se separó un poco de él, lo justo para que, viéndose privado de su único apoyo, Chris resbalara hacia el suelo. Se quedó ahí tirado, la espalda apoyada contra el pilar de piedra, la cabeza gacha. Heister se puso en cuclillas delante de él y lo agarró del pelo para obligarlo a alzar la vista; por primera vez en toda la tarde había dejado de sonreír.

            — ¿Quieres jugar, Christian?

Mike dejó caer los párpados en ademán pensativo, recogiendo con aire casual el cigarro que hasta ese momento reposaba detrás de su oreja. Las alarmas de Chris se dispararon, pero el chico se limitó a darle una calada al cigarro… antes de hundirlo con saña en la sien de su torturada víctima.  

Christian fue incapaz de contener un alarido de agonía al sentir el fuego quemando su piel, y todo su cuerpo respondió al contacto con violentas sacudidas. Joder, quería que parara. ¡Mierda, necesitaba que le quitara esa jodida cosa de su cabeza!

Justo cuando pensaba que no aguantaba más, cuando ya se abrazaba a las sombras de la inconsciencia, Mike cesó su tortura. Se puso en pie, el cigarro casi consumido descansando entre sus labios.

              — Mañana a las 6, Phoenix. No lo olvides, o lo de hoy te parecerá una caricia comparado con lo que te haré.

              » Estás avisado.

 

 

Notas finales:

¿Reviews :3?

 

 

 

 


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