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Toxic's Lights por Pepper

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Notas del capitulo:

Y por fin... ¡el tercer capítulo! Sé que he tardado y lo siento mucho, pero he empezado las clases y he estado bastante liada, I'm sorry >_< Para compensar y como os prometí, este es bastaante más largo que los dos anteriores. Y más interesante, aunque al principio no lo parezca xD

 

¡Enjoy!

 

 

PD: En serio, el formato de esta página me supera, no sé ya qué hacer para que quede todo igual ;_;

III

 

           

La página web del grupo le estaba quedando insuperable. Las ideas fluían en su mente como no lo habían hecho desde hacía años, caóticas, originales, y por una vez su viejo ordenador había decidido portarse y dejarle trabajar en paz. Muy animada, en cuanto terminó de retocar los fondos abrió la carpeta de fotos para buscar las que mejor representaran a los miembros de los Dirty Dogs.

Les había hecho varias sesiones individuales precisamente con el fin de incluirlas en las redes sociales, pero no pudo evitar entretenerse viendo las instantáneas de las últimas fiestas y salidas a las que habían acudido. Como casi siempre, buscó de forma inconsciente a Mike.

El muy payaso se empeñaba en posar siempre haciendo el idiota, pero incluso así salía bien. ‘Fotogenia’ era su segundo nombre. Se le paró un segundo el corazón al ver una imagen en la que salía ella, Tessa, acompañada de un sonriente Mike que le pasaba el brazo por los hombros. Tessa pocas veces había visto sonreír a Mike de esa forma tan abierta, tan natural, y mentiría si dijera que el corazón no se le aceleraba un poquito al saber que ella era la causante de esa felicidad. 

Mike le había confesado una vez, cuando iba tan borracho que no podía ni tenerse en pie, que ella era la persona en la que más confiaba del mundo, y Tessa había atesorado esas palabras en lo más profundo de su ser. ‘Mike no es para ti, Tess. A ti te gusta Fred’ Soltó un suspirito de resignación, dándose cuenta de que su subconsciente tenía razón, y se obligó a sí misma a pasar la foto.

En la siguiente, Mike miraba a la cámara con sus impactantes ojos verdes rebosando insolencia y una mueca de arrogancia curvando sus labios. Aunque no era muy reciente —Mike todavía no se había hecho el piercing en la ceja, ni se había teñido de rojo — Tessa la incluyó en la lista de ‘posibles’. Más tarde les preguntaría al resto qué le parecía.

Siguió entretenida con la tarea un buen rato más, rememorando con nostalgia algunos de los mejores momentos que había pasado con sus amigos al tiempo que los maldecía por ser incapaces de parecer personas normales en las fotos. Nick la sacaba de sus casillas, salía en todas con los ojos cerrados y cara de fumado.

—   Ay, después de esto ya pueden hacerme un altar… — murmuró para sí, abriendo el programa de retoque fotográfico — Un altar o una estatua, me da lo mismo.

—   ¿De mármol o de bronce?

Tessa desvió la vista de la pantalla para clavarla en el recién llegado. ‘Hablando del Rey de Roma…’

— ¡Nick! Qué sorpresa, siéntate —. El chico le sonrió antes de tomar asiento — ¿Qué haces aquí? El ensayo empieza en menos de una hora.

— Ya… de eso quería hablarte.

Tessa tardó menos de dos segundos en cerrar todos sus programas cuando se percató de la cara de circunstancias de su amigo.

— Dispara, vaquero.

— He estado con Mike esta mañana, y después de usar todas mis artes de persuasión y chantaje, el muy capullo me ha confesado que al final sí que fue a hablar con Christian. O quizá deberíamos decir ‘hablar’ — hizo el gesto de las comillas con los dedos.

— Déjame adivinar…

— Sí, le pegó una paliza de las gordas. Por lo que me ha contado estaba casi inconsciente cuando se largó.

Tessa negó con la cabeza, soltando un suspiro de resignación.

— Pobre chico… y pobres Dirty Dogs. Joder, era perfecto.

— Ya… — Nick se revolvió el cabello de la nuca, visiblemente incómodo — El caso es que Mike lo amenazó, le dijo que o se unía al grupo o volvería a por él.

Los ojos de Tessa se iluminaron.

— ¡Oh! ¿Crees que vendrá? ¡Sería fantástico!

— Teresa White, parece mentira que todavía no conozcas a Mike.

— ¿Qué? ¿Por qué dices eso?

— Mike es un rencoroso de mierda y el chaval le tocó el orgullo. Si no viene, le reventará la cara con la excusa de que lo ha desobedecido. Y si viene…

La chica empezaba a comprender por dónde iban los tiros.

— … si viene, Mike considerará que lo está desafiando. ¿No? — completó ella.

— Justo. ¿Sabes? Mike es mi mejor amigo, pero con Chris en el grupo podríamos dar el salto a la fama. Creo que alguien más… convincente debería hablar con él

Nick le lanzó una mirada de lo más elocuente.

— Espero que no estés insinuando lo que creo que estás insinuando.

— Gracias, jefa, sabía que lo comprenderías.

— Pero… — intentó protestar.

— Venga, Tess, eres la mánager, tú te ocupas de estas cosas.

— Sí, y se supone que también soy la que manda y no me hacéis ni caso.

— Anda, no seas así, si te tenemos mimadísima — le tendió un papelito en el que había algo escrito — Esta es la dirección de Chris, pásate por allí.

Tessa miró el papel con desconfianza.

— ¿Cómo lo has conseguido?

— Heister.

 

***

 

Según la dirección que Nick le había facilitado, Christian vivía en una ostentosa urbanización de las afueras llamada ‘Claro de Luna’. Tessa solía pasar por allí cuando iba a visitar a sus abuelos al pueblo vecino, y siempre había pensado que en aquellas gigantescas e impolutas casas solo vivían abogados y banqueros.

Ella, con sus rastas, sus pendientes, y su vieja mochila de segunda mano, se sentía completamente fuera de lugar allí. Nunca le habían parecido tan incómodas sus gastadas zapatillas de básket, y a pesar de que esa tarde hacía un calor asfixiante, tardó poco y menos en abrocharse la cazadora para ocultar su rasgada camiseta negra.

El portero, plantado muy rígido frente a la verja de entrada, la miró con reprobación al verla, y Tessa tuvo que recurrir a todo su encanto personal para que el hombre la dejara pasar. Casi habría preferido que la mandara a paseo, porque entonces no habría tenido que soportar las miradas de desconfianza e incluso desdén que le lanzaban algunos de los vecinos.

Apretó el paso, maldiciendo las dimensiones de aquel sitio. Aquello parecía un pueblo en miniatura, pero más bonito. Tessa contó cinco jardines, dos piscinas y tres fuentes, y a cada paso que daba la sensación de que había entrado en un mundo paralelo no hacía más que crecer.

Por fin, después de lo que le pareció una eternidad, llegó a la casa de Christian. Una pequeña escalinata de mármol conducía hasta la puerta, y mientras subía Tessa no pudo evitar pensar en lo que habría pasado si hubiera sido Mike, o cualquier otro miembro del grupo, el que hubiera ido a buscar a Chris; probablemente habrían acabado entrando a robar el algún sitio. Se dio ánimos mentalmente, respiró hondo y llamó al timbre.

 Le abrió la puerta una mujer mayor de pelo canoso recogido en un moño que vestía con el uniforme típico de las doncellas de película.

— ¿Puedo ayudarle en algo, señorita?

Tessa esbozó la mejor de sus sonrisas.

— Me gustaría ver a Chris, si es posible.

La mujer la repasó visualmente, frunciendo ligeramente el ceño.

— El señorito Christian no quiere ver a nadie.

A Tessa se le cayó el mundo a los pies.

— Pero es importante. Será solo un momento, le prometo que si Chris no quiere verme me iré tan rápido como he venido.

— Lo siento mucho, señorita, tengo que pedirle que se marche.

— Pero…

— ¿Quién es, Anna?

La voz de Christian se escuchó desde el interior de la casa.

— Una chica que quiere hablar con usted, señorito.

— Tessa — aportó ella.

— Tessa — repitió Anna, a regañadientes.

— Déjala pasar.

— Pero señorito, su madre dijo…

— Mi madre no se va a enterar, déjala pasar.

La doncella dudó solo un poco antes de echarse a un lado, y Tessa entró al interior de la casa. Christian le hizo un gesto para que se acercara desde el final de un larguísimo pasillo y Tessa, algo intimidada, echó a andar. Se estaba empezando a arrepentir de haber ido allí, no le gustaba cómo estaban yendo las cosas.

— Pasa — la invit´a entrar a  

Tessa tuvo que morderse la lengua para reprimir un grito cuando vio por fin a Chris. El chico tenía el labio inferior hinchado, tres o cuatro puntos en la ceja izquierda y llevaba un ojo tapado con una gasa y un esparadrapo. Y eso no era lo peor. Iba sin camiseta, y en su torso de piel pálida se adivinaban con facilidad las marcas que los golpes de Mike habían dejado. El pobre chico tenía moratones y hematomas aquí y allá, cada uno con peor pinta que el anterior, y un feo corte que iba desde el hombro hasta el codo.

Su único ojo visible, de un intensísimo azul, la miraba con desafío.

— ¿Qué te parece? Le debo a tu querido amigo Mike mi nuevo look.

Tessa se había quedado muda.

— Ay… ay, Christian, lo siento muchísimo. Yo no sabía que Mike iba a reaccionar así — en realidad sí, pero no consideraba apropiado decírselo — Es que no está acostumbrado a que lo humillen, y tú lo dejaste un por los suelos.

— Y le rompí la nariz.

— Sí. 

— Es un gilipollas.

Tessa suspiró.

— Sí, lo es. Aunque en el fondo no es tan malo con parece, acabará por pedirte perdón.

Christian hizo un amago de sonrisa y la invitó a sentarse en un puff rojo oscuro que tenía pinta de ser tan cómodo como el cielo. Tessa obedeció encantada, algo más tranquila al ver que el chico no parecía tener nada en su contra.

— Te traería algo de merendar, pero creo que solo quedan galletas integrales de mi madre — arrugó la nariz en un gesto de desagrado.

— No te preocupes, tengo que irme en seguida.

— ¿Al ensayo?

Tessa asintió con la cabeza.

— ¿Vas a venir conmigo?

Chris la miró fijamente durante un par de segundos que a Tessa se le hicieron eternos.

— ¿Me lo preguntas en serio? No es por nada, pero el bajista de tu grupo ha intentado matarme.

— Y lo intentará de nuevo si le desobedeces. ¿No te dijo eso? Por favor, Chris, ven conmigo. Hablaré con él para que deje de ser tan insoportable.

— Si intenta tocarme otra vez se arrepentirá toda su vida — sentenció — Dile de mi parte que mi padre es el jodido jefe del jodido cuerpo policial de la jodida región, y como me toque las pelotas lo acusaré de abuso, tráfico y consumo de drogas y acabará en un puto reformatorio.

— Mike no…

— ¿No qué, Tessa? ¿No consume? Mentira. ¿No trafica? Mentira.

Tessa quería morirse allí mismo. Christian no era ni la mitad de tonto, ni la mitad de dócil de lo que ella había pensado. Es más, estaba a la altura del mismísimo Mike. La chica se puso en pie dispuesta a marcharse cuanto antes, repentinamente asustada.

— Yo… yo solo intentaba arreglar las cosas. Creía que de verdad querías pertenecer a los Dirty Dogs.

— Tessa, me dio la paliza de mi vida y me dejó tirado en un maldito párking. ¿Crees que eso tiene arreglo? — suspiró, despeinándose el cabello castaño con evidente incomodidad— Lo siento mucho, no tengo nada en contra de ti, ni del resto del grupo, pero paso de que me traten como si fuera escoria.

 — L-lo entiendo…

— Lo siento.

— No pasa nada, perdón por haberte hecho perder el tiempo. Nos veremos por ahí.

— Tranqui, no tengo nada mejor que hacer. Te acompaño a la salida.

 

 

***

 

Cuando llegó al viejo cobertizo en el que se celebraban los ensayos sus chicos estaban tocando uno de los temas que cantaba Mike. En cualquier otra circunstancia habría esperado pacientemente a que acabaran y habría disfrutado del espectáculo, pero estaba tan sumamente enfadada que lo que hizo fue cerrar de un portazo y desenchufar los altavoces y amplificadores. Cuatro pares de ojos se clavaron en ella, acusadores.

— ¿Qué mierda haces, tronca?  ¿Sabes que así se jode el equipo?

Encima, después de todos los problemas que le había causado, el muy capullo de Heister tenía la cara de hablarle así.

— Tú, grandísimo gilipollas — lo encaró — ¿Cómo puedes ser tan…tan…? ¡Argh! ¡Ni si quiera sé cómo describirte!

— ¿Tessie? — preguntó un aturdido Fred.

Tessa lo ignoró, más pendiente de la respuesta de Mike. El chico la miraba con una mezcla de desconcierto y desdén, como si no terminara de creerse que su mejor amiga le hubiese dicho tal cosa.

— ¿Qué he hecho? — gruñó al final.

— Qué no has hecho, mejor dicho. Estúpido, ¡has dejado a Chris para el arrastre!

— ¿Qué más te da ese chaval? Se lo merecía y punto. Además, fue para convencerle de que…

— ¡Me importan una mierda tus excusas, Mike! La has cagado, ¡te lo has cargado todo!

— Te buscaré otro cantante, ¿vale? Deja de joderme.

— No entiendes nada. ¿Sabes quién es Christian Phoenix? ¿Sabes que su padre es el jefe de policía a nivel regional? Me ha dicho que si te volvías a acercar a él conseguiría que te metieran en un reformatorio.

Un brillo colérico encendió momentáneamente los ojos de Mike.

— Que lo intente.

— No, Mike, por favor. De verdad, el chico no tiene un pelo de tonto. Y está forrado, ¿vale? Forrado. Tú sabes mejor que nadie que con dinero se puede conseguir cualquier cosa.

— Y tú sabes mejor que nadie que no me voy a quedar parado.

— Mike, tío, esto es serio. Déjalo en paz, ¿vale? Buscamos a otro que cante medio bien y a la mierda Christian, es un gilipollas — aportó Nick.

— Por favor, Mike, hazle caso — rogó Tessa.

El chico los miró a ambos alternativamente y, tras un par de minutos, asintió perezosamente con la cabeza. Tessa se prometió vigilarlo de cerca.

 

***

 

Los que creían conocerlo y hablaban de él a sus espaldas lo tenían por un ser impulsivo e irracional. Incluso sus amigos, con los que llevaba desde que tenía cuatro o cinco años, creían que era una bomba de relojería que estallaba al más mínimo indicio de fuego. Pero se equivocaban. Mike había aprendido mucho tiempo atrás que la venganza es un plato que se sirve frío, y aunque la paciencia no era una de sus virtudes siempre se las apañaba para esperar tranquilamente El Momento oportuno.

Y su momento por fin había llegado. 31 de octubre, noche de Halloween. Nada podía salir mal.

Con escalofriante puntualidad, a las 00.00 las puertas de la discoteca más famosa del lugar se abrieron para dar paso a la gran marabunta de jóvenes que, felices y despreocupados, se preparaban para una larga noche de fiesta. Mike se mantuvo algo apartado, tenía que encontrar a Christian y quedarse con su disfraz antes de que se perdiera en el interior y fuera completamente imposible localizarlo.

Ahí estaba la primera laguna de su plan. Lo de que fuera una fiesta de disfraces le había parecido una idea genial, porque podría ocultar su rostro tras una máscara y acercarse a su víctima sin ser reconocido, pero si Christian había escogido un traje que le tapara la cara probablemente fracasaría estrepitosamente en su misión.  Joder.

Se colocó la capucha para esconder su llamativo pelo rojo y se acomodó la careta blanca que constituía la base de su disfraz de Muerte, mezclándose con la gente con la esperanza de tropezarse con Phoenix.

Apenas cinco minutos después, la suerte quiso que se topara con el chico bajito de gafas que había acompañado a Christian a su prueba de acceso. El chaval iba vestido de zombie, con la ropa rota, la cara de alelado pintada de blanco y negro y un tornillo en la cabeza. Pero lo que llamó la atención de Mike fue la chica que lo acompañaba. Imposiblemente rubia, de enormes ojos castaños y sonrisa felina, la imagen de Maya Greystone vestida de hada fue como una bofetada.

Mike se quedó paralizado de la impresión, y su sensación de horror no hizo más que incrementarse cuando Christian apareció unos metros más allá y se acercó a ella para abrazarla con cariño.

No podía ser verdad, si Christian era amigo de Maya tenía aún más razones para odiarlo de lo que él pensaba. Por un momento su decisión flaqueó. Tiempo atrás se había prometido que no volvería a acercarse a Maya, que nunca más le haría daño, y sin duda lo que planeaba hacerle a uno de sus mejores amigos era una gran putada.

Miró a Chris a través de su careta, incapaz de decidirse. Su archienemigo iba disfrazado de vampiro — qué original — y parecía de lo más entusiasmado. Llevaba una larga capa de color negro que le llegaba casi a los pies, el cabello castaño engominado y repeinado hacia atrás y unos colmillos de pega que le daban a su sonrisa un aire siniestro.

El disfraz no tenía nada, pero gracias al maquillaje quedaba bien. Alguien — probablemente Maya — se había entretenido dibujándole unas amoratadas ojeras que resaltaban el intenso azul de sus ojos, y la sangre de pega resbalándole de una de las comisuras de la boca le daba el toque terrorífico. Todavía se adivinaban restos de las marcas que él mismo le había dejado. Joder, de repente le daba pena arruinarles la noche…

‘¿Qué mierda estás pensando, Mike? Él quiere arruinarte la vida’.

Se dijo que no podía echarse atrás a esas alturas, que compensaría a Maya de alguna forma y, decidido, se puso tras ellos en la cola.

 

 

En el interior de la Discoteca se respiraba un ambiente de vicio y perversión. La gente bailaba de forma desenfrenada, casi esquizofrénica, al ritmo de una música sin letra que hacía vibrar los cuerpos. Christian contuvo el impulso de llevarse las manos a los oídos y buscó con la mirada a Maya y Ted, soltando un suspiro de alivio al verlos justo detrás de él.

— ¡Creo que voy a necesitar un par de copas para aguantar esto, Maya! — odiaba lo de tener que gritar para hacerse oír por encima de la música.

— ¿Solo un par? ¡Yo por lo menos cinco!

— Eh, chicos, no os paséis, que no quiero hacer de niñera…

— ¿Qué dices Ted? ¡No te oigo!

Entre risas, los tres se acercaron a la barra para pedir el primer cubata de la noche. Decidieron empezar con el vodka y, tras el brindis de honor, dio comienzo la fiesta. Christian había decidido que esa sería su noche, que dejaría a un lado el mal humor que lo llevaba persiguiendo desde que hizo la maldita prueba para los Dirty Dogs. Bailó con diablesas, fantasmas e incluso con la Muerte, aunque esta última estuvo cerca de sacarle un ojo con la guadaña de juguete que llevaba. Quitando ese pequeño incidente, las cosas estaban saliendo estupendamente.

—   ¡Voy a por otra copa!

Se introdujo de lleno en el mogollón sin esperar respuesta por parte de sus amigos. El alcohol empezaba a hacerle efecto, lo notaba en la forma en la que el mundo parecía difuminarse a su alrededor, en lo mucho que le costaba borrar la sonrisilla de felicidad de la cara. Le encantaba esa sensación de bienestar, aunque habría jurado que era algo… distinta a la que estaba acostumbrado a experimentar. Se sentía como si flotara, como si estuviera fuera de su cuerpo y se viera a sí mismo en tercera persona.

Y había tantas luces…

Alargó la mano para intentar atrapar una de ellas, pero la luz hizo un viraje y lo esquivó. Quiso seguirla. En algún momento perdió el equlibirio y, para cuando quiso darse cuenta, estaba tirado en el suelo. La realidad era difusa a su alrededor, una sinfonía de colores y sombras que se entremezclaban en una danza macabra de estridente banda sonora.  Miles de ojos terroríficos lo miraban. Seres monstruosos, sangrientos, oscuros, se chocaban una y otra vez contra él.

Ya no se sentía feliz. Tenía miedo, todo daba vueltas. No podía moverse, ni gritar. Tampoco razonar. Su mente se había convertido en un pozo sin fondo, un agujero negro que devoraba sus pensamientos y los escupía en forma de terribles pesadillas.

Tenía los ojos verdes de la Muerte a un palmo de distancia. Christian se aferró a esa mirada envenenada que parecía absorber toda la luz de la habitación, buscó la salida en unas pupilas que parecían encerrar los más oscuros secretos . Y la encontró. Supo que la Muerte había venido a buscarle, y no opuso resistencia cuando tiró de él para levantarlo.

El Mundo dio un vuelco y las luces volvieron más intensas y brillantes que antes. Christian sintió que le faltaba el aire, que los pulmones no le respondían. Se sujetó con fuerza a La Muerte para no caer de nuevo, y ella le pasó un brazo por los hombros para sostenerlo. Se sintió más cercano a la verdadera realidad ante el firme contacto.

— No vas a caerte— la voz de la Muerte rasgaba el aire. Le resultó vagamente familiar —  Ven conmigo.

Algo dentro de él se removió al escuchar esas palabras. Se respiraba peligro, todos sus sentidos se rebelaban contra la idea de seguir a ese ser sobrenatural. Y sin embargo, su cuerpo parecía hechizado. Drogado, comprendió al rato, cuando ya atravesaban la puerta de salida. Joder.

           

           

Echar disimuladamente la droga en la copa de Christian había sido fácil. Sacarlo de la fiesta un juego de niños. El chico lo seguía como alma en pena, con la mirada desenfocada y una sonrisilla de idiota que esbozaba de forma intermitente. A ratos parecía algo más lúcido, lo miraba con horror y negaba con la cabeza, pero a Mike le bastaba con darle un empujoncito y murmurar unas pocas palabras tranquilizadoras para que Chris siguiera andando.

La cosa se complicó cuando Mike, agobiado, decidió quitarse la máscara y la capucha. Incluso bajo los efectos de la droga, Christian parecía tener bastante claro que no quería tener nada que ver con él. Mike temió incluso que Phoenix se le revolviera y se pusiera violento, pero la pasta que se había gastado para comprar las pastillas estaba bien empleada y Chris no era en absoluto dueño de sus actos.

Lo guió como a un perro a través de las desiertas calles del pueblo, esquivando farolas y calles concurridas en las que jóvenes de veintitantos se emborrachaban para celebrar la llegada del día de todos los santos. Probablemente Tessa, Fred y compañía también andaban por ahí, tirados en algún banco, y a Mike no le apetecía tener que dar explicaciones. Nada en absoluto.

‘Estás paranoico, Heister’ se dijo ‘¿Qué mierda te pasa esta noche?’. Lo cierto es que se sentía extraño. Estaba nervioso, preocupado. Él. Preocupado. Era absurdo. Sacó un cigarro del paquete que guardaba en su pantalón y se apresuró a encenderlo. En cuanto el humo inundó sus pulmones se sintió mucho mejor, parte de su ansiedad se redujo. Miró a Chris de reojo, sonrisa de depredador en el rostro.   

— Sabes que te tengo en mis manos, ¿no Phoenix? — larga calada al cigarro — Puedo hacer contigo lo que me dé la gana.

Christian lo miraba desorientado.

— Tienes una cara de gilipollas que no te la crees ni tú, Phoenix. En serio, joder. ¿Cómo abres tanto los ojos? — dejó escapar una carcajada baja, siseante —  Pero tengo que reconocer que los tienes bien puestos. Querer mandar al reformatorio a Mike Heister… — se rió otra vez, dándole a Christian un fuerte empujón para obligarlo a avanzar. El chico trastabilló delante de él — Te has metido con quien no debías, mamón. Una pena, cantas de puta madre. Sí. Sí, joder, te habría empotrado contra la pared y te habría follado salvajemente después de oírte cantar — volvió a acercarse al confuso Chris, dejando que el humo escapara lentamente de sus labios mientras acercaba la boca a su oído — Y eso te habría gustado, ¿eh?

Phoenix seguía en silencio, atendiendo a sus palabras con esa extraña expresión de incredulidad que no había sido capaz de borrar desde que había descubierto quién era en realidad La Muerte. Mike empezaba a aburrirse de hablar solo.

— Venga niño rico, dime algo. Va, insúltame con esa voz de macarra que no te pega nada. ¿Te da miedo, eh? ¿Te doy miedo? — lo agarró con fuerza por el cuello de la camisa, obligándole a girar la cabeza — Hemos llegado. ¿Te suena?

Estaban frente al ‘Seasons’, el Instituto de Chris. A Mike le pareció que el chico había palidecido, pero no estaba seguro de si era una impresión suya. En cualquier caso, le importaba una mierda. Bajo la túnica del disfraz guardaba una pequeña mochila negra y, dentro, varios botes de spray de graffiti con los que pensaba decorar los muros del colegio. El rojo no estaba mal para empezar, dejaba marca en los dedos. Se recolocó la capucha y la máscara.

— Ahora quédate ahí quieto y disfruta del espectáculo.

Mike se puso a trabajar. Para alguien como él, que se había criado en la calle, saltar los enormes muros del colegio era tarea sencilla, y en apenas cinco minutos había cruzado al otro lado. Se aseguró de pintar toda superficie visible, escribiendo las cosas más obscenas que pasaban por su cabeza y toda clase de barbaridades. Gastó casi tres botes — el puto Christian se estaba llevando sus ahorros —, pero merecía la pena. Cuando volvió fuera, se encontró al chico apoyado contra la puerta de entrada, mortalmente pálido y con la cabeza gacha.

— No me jodas, ¿qué mierda te pasa ahora?

Se acercó para examinar su estado, descubriéndolo casi al borde de la inconsciencia. Se rió sin poder evitarlo, dándole un pequeño tortazo en la cara para espabilarlo.

— Venga ya, Phoenix, te he puesto un par de pastillitas de nada. Eres un mierdas. Toma, quédate esto.

Le metió uno de los botes de spray vacíos en el bolsillo del pantalón, no sin antes asegurarse de que sus dedos quedaban empapados de la pintura. A continuación, se dedicó a llenar de grafitis los muros de la fachada exterior, los que bordeaban la verja, con toda la intención de que fueran visibles desde fuera.

— Mira gilipollas, dentro de un par de horas amanecerá y alguien verá el destrozo.  Y te verá a ti — sonrisa perversa — Solo tienes que aguantar vivo hasta entonces, ¿podrás hacerlo?

Por supuesto, Christian no le respondió. Era decepcionante lo fácil que le estaba resultando todo, casi podría decir que se aburría. Casi. Los cincuenta pavos que se encontró en la cartera de Chris cuando se la arrebató descaradamente acabaron de un plumazo con su mal humor. Le había tocado el premio gordo. Se guardó la pasta y cogió lo que realmente había ido a buscar: el carnet de identidad de Christian Phoenix.

— ¿Este eres tú? — la visión de un Christian de trece años, de pelo repeinado, gafas de pasta y traje de corbata fue demasiado para él. Acabó rodando por el suelo, muerto de risa — ¡Mierda, eres un pringao joder!

Tardó casi cinco minutos en recuperarse del ataque y, una vez repuesto, lanzó la cartera, junto con la tarjeta de identificación, al otro lado del muro. También tiró un par de colillas, una caja de tabaco para liar vacía, un preservativo abierto y una diminuta bolsita de marihuana.

Su obra de arte estaba acabada.

— Ahora todos los refinados miembros de tu jodido club de snobs pensarán que el bueno de Christian Phoenix, hijo del Jefe de Policía, ha pasado una noche loca de sexo y drogas… y vandalismo — escupió en el suelo, esbozando una sonrisita cargada de arrogancia— Si yo fuera tú correría, puede que en menos de dos días seas tú el que esté en un puto reformatorio.

— No…

La voz de Chris sonaba apagada, distante.

— Ya nos veremos, Phoenix. Feliz noche de Halloween.

Notas finales:

¿Qué pasó entre Mike y Maya? ¿Conseguirá Chris salir del lio en el que está metido? ¿Quién será al final el cantante de los Dirty Dogs?

 

Todo esto y mucho más, en próximos capítulos :3

 

Espero que la espera haya merecido la pena, se agradecen los reviews!

 

 


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