Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sin colores por blendpekoe

[Reviews - 43]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Traté de ignorar la charla con mi exjefe y seguir con mi vida como si la duda no me matara. No podía contactarlo, eso estaba decidido, solo podía esperar que dejara de importarme. Pero tenía demasiado tiempo de soledad en el trabajo para no dejar de pensar y preocuparme.

Todo comenzó con el celular que dejé olvidado haciendo que Julián y yo nos conociéramos. Cada vez estaba más seguro que todo fue parte del destino, que todo tenía un motivo. Cuando recordaba lo que viví con él me daba cuenta que fui inmaduro y demasiado inocente, lo que lloré y sufrí era consecuencia de ello. Pero ya no me sentía así, me sentía consciente, racional y más capaz de controlar mis emociones. Santiago era la prueba, porque no cedería a lo que sentía para buscarlo y volver a cometer errores que terminarían lastimándonos a ambos.

También aprendí la lección con el trabajo y nunca hablaba de mi vida con mis compañeros, sin importar cuánto preguntaran. Aunque tenía que reconocer que ellos eran más considerados y amables que mis compañeros del centro de diagnóstico. El trabajo nocturno era un mundo diferente. Los veía hablar todo el tiempo, porque hablar y comer era lo único que se podía hacer. Compartir la comida era prácticamente un ritual, la comida de uno era la comida de todos. Y hablaban sobre todo lo que la vida tuviera para ofrecer como tema de conversación, desde cosas insignificantes hasta de cosas personales, nadie tenía vergüenza ni tapujos ni criticaba. Se hacían grupos de intercambio de opiniones donde todos daban cátedra de su tema favorito y yo, reservado como era, no participaba, solo asentía a las palabras de los demás. A veces me daba la sensación de que éramos como prisioneros en una cárcel compartiendo la misma penuria, en ese caso, el trabajar de noche. Teníamos en común los inconvenientes que traía el horario: vivir mientras dormía el resto del mundo y dormir mientras la vida de las personas que nos rodeaban seguía su curso. Era solitario para todos por igual, ni siquiera se podía enviar un mensaje a otra persona porque ya todos dormían a esas horas. Las tareas eran ansiadas porque acortaban la noche y nos distraía de esos pensamientos.

Me habían dicho que nunca me acostumbraría al cambio de horario, que la sensación de insomnio no se iría en ningún momento. Y parecía verdad, volvía a mi casa cuando el sol salía con sueño pero al acostarme me era difícil dormir. Aunque mi habitación estuviera en completa oscuridad, el ruido de la calle, de los vecinos, de la ciudad misma, me molestaban muchísimo. Tomé la costumbre de poner en silencio mi celular para que mi sueño no se interrumpiera, ni siquiera lo ponía en vibrador para evitar el ruido, porque me era difícil conseguir un sueño profundo. Rescaté de una valija tapones para los oídos que alguna aerolínea me regaló en un viaje y eso me ayudaba mucho. Aún así, tenía días que me daba sueño en el trabajo pero lo solucionaba con una bebida energizante porque el café no hacía el milagro. Mis compañeros decían que la única esperanza era que alguien del turno diurno renunciara o lo echaran para poder tomar su horario. Pero a pesar de todos los inconvenientes del horario, no sentía ningún apuro por cambiar de trabajo.

***

Una noche tuvieron que ir a buscarme al comedor para que haga unas placas, la enfermera se tocó la frente con los dedos indicándome que el paciente no tenía nada. Los odiaba, a los que iban a fingir malestar porque no dejaban de hacer preguntas y cuestionar todo. Entré con una ficha en la mano que no me molesté en leer y me encontré con Santiago sentado en la camilla. Me quedé al lado de la puerta sin avanzar, incapaz de creer lo que ocurría. Miré de reojo la ficha y leí su nombre para confirmar que no estuviera alucinando.

—No... necesito ninguna radiografía. —Se veía muy nervioso.

Quise sonreír por el hecho de verlo, por el hecho de que estuviera ahí haciéndose el enfermo en una guardia. Pero sabía que debía mostrarme distante porque ese encuentro era peligroso para ambos... al menos para mí lo era.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Aún sostenía su ficha contra mí, intentando mostrarme tranquilo y seguro. Observaba que a él le fallaban esas cosas, se veía angustiado y verlo así me dificultaba actuar de forma indiferente.

—Nuestro jefe... el mío —se corrigió—, me dijo que te podía encontrar aquí.

Cómo me había encontrado no era lo importante y enseguida me di cuenta que también sería mejor evitar saber el por qué. Saberlo complicaría más las cosas.

—Es mejor que vuelvas a casa.

Me miraba con seriedad.

—Vine para decirte algo importante, no puedo irme sin hacerlo.

—Lo que sea, no vale la pena —insistí.

Se paró dejando la camilla pero no avanzó, se tomó su tiempo, como si no supiera qué decir o cómo decirlo.

—Santiago —hice énfasis en su nombre completo, adelantándome a lo que fuera a expresar—. Debe ser algo muy importante para que hagas todo esto. Pero no es bueno que estés aquí, ni para ti ni para mí. —Sentí una pena al decir eso último que no pude disimular.

—Eso no lo sabes.

Nuestras miradas se sostuvieron y bajé la mía en cuanto me percaté. Tenía que evitar cualquier cosa que pudiera alentarlo.

—Necesito que me dejes hablar, decir las cosas que nunca dije... yo... yo... —empezó a titubear.

Yo seguía con la ficha contra el pecho, con miedo de moverme de mi lugar, como una presa acorralada. Santiago, tan nervioso, tímido al momento de expresarse, era mi depredador porque lo que él dijera podría dolerme mucho. No quería escuchar de él las cosas que suponía, no quería confirmar ninguna sospecha.

—¿Qué vas a ganar diciendo lo que quieres decir? ¿Qué va a cambiar? —cuestioné rogando que esas preguntas lo hicieran recapacitar o lo desanimaran.

—Una oportunidad, puedo ganar una oportunidad —respondió sin duda.

Sus palabras trajeron a mi mente el momento en el que Julián me pedía una segunda oportunidad, mis errores y sus mentiras.

—Vete a tu casa con tu esposa —remarqué a propósito.

Se quedó mirándome en silencio, aunque no se molestó ni ofendió con lo que dije, ni siquiera pareció importarle.

—¿Si yo no tuviera esposa tendría una oportunidad? —preguntó.

—Pero la tienes —respondí molesto.

—¿Pero si no?

—Vete.

—¡No!

Me sorprendió su determinación, rara vez había escuchado un no salir de él. Pero también me angustiaba, cada palabra, cada segundo en su presencia, despertaba en mí todo lo que me esforcé en reprimir desde la última vez que lo vi.

—Tú no te imaginas lo que significó todo para mí —replicó dolido.

Bajé la mirada derrotado, sentí que debía dejarlo hablar, decir lo que quería decir. No podía negarle la necesidad de desahogarse. Luego, sin importar cuánto me costara, volvería a decir que no valía la pena y le pediría que se fuera. Guardó silencio, esperando otra interrupción de mi parte. Volví a mirarlo, él seguía nervioso, mi rechazo y distancia lo inhibían.

—¿Qué es lo que viniste a decirme? —cedí por el bien de terminar ese encuentro lo más rápido posible.

—No te podía sacar de mi cabeza, me sentía como un loco. Y sabía que estaba mal pensar en ti y querer estar contigo. No sabía qué hacer. —Hizo una pausa—. Cuando renunciaste, cuando dejamos de vernos sentí que me moría.

Se quedó mirando el suelo, muy concentrado en algún pensamiento. Noté que negó levemente con la cabeza para sí mismo.

—Puede ser que yo esté loco, que todo esté mal en mi cabeza —murmuró.

Escucharlo decir eso me dolió por él. Quise acercarme y abrazarlo, reconfortarlo, hacer algo que borrara esos pensamientos, decirle que no estaba loco ni nada parecido. ¿Pero cómo podía decirle que no estaba mal lo que sentía cuando estaba mal?

—Santi —me miró—, vas a estar bien, es cuestión de tiempo. —Pero a mí mismo me costaba creer esas palabras en ese momento.

—Me separé.

Lo miré confundido.

—Me separé —repitió.

Me quedé helado. Él volvió a mirar el suelo con gran seriedad.

—Todavía no entiendo cómo pasó. No entiendo... no sé explicarlo... lo que pasó conmigo.

Sentí mi pulso acelerarse, aterrado de lo que estaba escuchando. Santiago desechó la familia que había formado por algo poco concreto que vivió conmigo, algo que duró apenas unos meses.

—¿Por qué hiciste eso? —reclamé un poco ansioso.

Levantó la cabeza para dedicarme una mirada significativa y con eso responderme. Era obvio y mi pregunta era tonta. Siguió observándome, esperando una respuesta de mi parte pero yo no podía hablar. Lo que ocurría parecía irreal, me había ocupado en convencerme que algo como eso era imposible y no supe qué hacer.

—Solamente quería que supieras... tú... —volvió a titubear pero no dijo nada más.

Me di cuenta que sufría por mi falta de respuesta o reacción. Yo seguía atónito porque lo veía incapaz de hacer algo como eso, de tomar una decisión así de drástica. Tal vez sí se estaba volviendo loco. Dejé la ficha que había estado sosteniendo todo ese tiempo, mi corazón latía con fuerza de pura confusión por lo que no me atreví a acercarme.

—Tal vez para ti no fue importante —dijo en voz baja.

—Fue importante. Mucho. Pero que estés aquí, contándome todo esto... jamás lo creí posible.

Guardamos silencio por un rato o más.

—¿Estaría muy mal que te pida una oportunidad? —su pregunta estaba llena de inseguridad.

Era una locura.

—No está mal que lo pidas —fue lo único que se me ocurrió responder.

Sus ojos se humedecieron.

Me acerqué, aún con miedo y desconcierto, intentando pensar con claridad, cuestionando cuán seguro estaría él de lo que hacía y lo que sentía. ¿Si se arrepentía después de un tiempo? Su separación podría haber sido una pelea o un simple impulso, luego podría volver como Gabriel había hecho con Ana, como a muchas personas les pasaba. ¿Y su hija? ¿Su familia? Estar conmigo serían más problemas para él. ¿Habría pensado en todo? ¿O estaría actuando sin pensar?

—El loco soy yo —dije tocando apenas su mano.

¿Y si la oportunidad que él pedía era en realidad una oportunidad para mí?

Ninguno de los dos sonreíamos, estábamos aterrados, aunque Santiago estaba visiblemente más aterrado que yo. Ver ese temor en sus ojos me hizo sentir que correr el riesgo podía valer la pena, porque él ya estaba ahí corriéndolo y arriesgando todo por una oportunidad.

Notas finales:

Puedes visitar mis redes para novedades aquí :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).