El accidente de la heladería era solo el principio.
Después de que el pequeño Luhan le tirara encima el helado a su amado -con la tonta excusa de que éste le hiciera caso- no consiguió más que el regaño de la madre del niño, quien, a pesar de estar algo molesta con el acto, no alzó mucho la voz y solo le pidió al menor de los primos que se disculpara y prometiera poner más atención.
El niño lloró unos minutos más hasta que su helado arribó e ignoró por completo a Luhan. Minseok solo veía la escena mientras comía, trataba de ahogar su risa en el helado porque le resultaba bastante cómico el ver a su pequeño primo tan frustrado y triste por el rechazo del niño.
—Oye ¿cuál es tú nombre?—Preguntó Minseok al pequeño niño que se limpiaba con una servilleta su pequeña carita, sus ojos brillaban por las lágrimas derramadas anteriormente y mordía sus labios en duda, le dedicó una mirada a su madre quien le hizo un gesto de que se presentara adecuadamente, al fin y al cabo Minseok no le había hecho nada (aparte de reírse).
—Oh Sehun — Dijo el pequeño con un poco de temor en sus ojos, aquellos niños le intimidaban,
—¡Qué bonito nombre! —Exclamó Luhan desde su sillita, justo al lado de Minseok. Ciertamente no había sido invitado a la plática pero estaba muy al pendiente en cuanto notó que su primo se había decidido a hablar con el niño; ciertamente le molestaba no haber sido él el primero en preguntar el nombre del pequeño y hermoso Sehun, pero debía agradecer a su primo por tomarse la molestia de preguntarlo en su lugar. Tal vez hasta le podría comprar otro helado.
Justo cuando exclamó su gusto por el nombre, el pequeño niño escondió su carita entre sus manos, haciendo que un poco más de helado cayera por sus manitas hasta ensuciarle las mangas de su lindo suéter de Rilakkuma. La mamá del niño, quien estaba parada justo al lado de él, hizo una mueca de desaprobación, lo cargó y llevó hacia fuera del establecimiento, dejando la conversación a medias.
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Unas semanas pasadas y Luhan seguía frecuentando la heladería con la esperanza de encontrar al pequeño y adorable Sehun de nuevo.
Todos sus intentos fueron fallidos y el único que gozaba esas visitas hasta el local era el pequeño Minseok, quien era recompensado con ricos manjares al por mayor casi todos los días.
Luhan trató de encontrar al niño en el directorio telefónico, pero no tuvo resultados.
Investigó en la biblioteca si alguien estaba registrado a ese nombre (cosa que dudaba, el pequeño parecía apenas saber leer) pero siguió sin resultados e incluso quiso preguntar en el preescolar consecutivo al de su escuela si había alguien registrado a ese nombre pero por las vacaciones nunca le abrieron.
Estaba a punto de llegar a la desesperación, el niño había desaparecido sin más y tenía muchísimas ganas de verle antes de regresar a la escuela.
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—Deberías darte por vencido — Dijo Minseok, ya harto de comer helado todos los días: había probado todos los sabores y algunas combinaciones no eran muy buenas después de todo.
—No quiero —Replicó el menor, mientras se ponía de puntitas y trataba de ver por la ventana de la heladería. —No me daré por vencido, tengo que invitarlo a salir.
—Pero no es sano, Lulu. Ese niño te tiene miedo y por eso es seguro que no viene.
—Solo tiene miedo de decirme que me ama.
—¡No seas ridículo! — Exclamó el primo, jalándolo de un brazo hasta sentarlo adecuadamente en la silla. —¡Se ve que Sehun apenas sabe leer!
—Hay mucha gente que no sabe leer y sabe que está enamorada —Contestó el menor, como si fuera lo más obvio y normal del mundo (cosa que si era, pero no entraremos en detalles). Las acusaciones de Minseok se hacían cada vez más comunes y sabía que no debía obligar a su primo a acompañarlo siempre (aunque también el mayor se aprovechaba para comer más de lo debido, Luhan tenía que recordar decírselo a la abuela cuando éste no estuviese cerca).
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Cuando Luhan cumplió doce años, ya había perdido toda esperanza de volverse a encontrar con el pálido (y nunca sonriente) Sehun.
En su clase había un chico que le recordaba mucho a su Sehun. Tenían la misma nariz, la misma mirada fría pero despreocupada (después de años Luhan aún recordaba). Simplemente, no podía ser su adorado niño por la edad (y porque era más alto de Luhan y su nombre era Wu Fan, no Oh Sehun.)
Aquel niño resultó ser muy molesto para Luhan. Le seguía a todos lados y compraba almuerzo (incluso a Minseok, quien no renegaba y hasta llevaba a Wu Fan a los escondites secretos que Luhan utilizaba para escabullirse de aquel gigantón).
Un día, sin más ni más, Wu Fan invitó a los primos a su casa a comer, su madre pasó por ellos y Minseok pudo notar algo en aquella señora que le dedicaba ciertas miradas de odio al pequeño Luhan por medio del espejo retrovisor. Éste permanecía ajeno al mundo mientras intercambiaba cartas de Yu-Gi-Oh con Wu Fan.
Al llegar a la casa del anfitrión, los tres se dirigieron al cuarto de éste, presentándoles cada uno de sus juguetes y contando historias de cómo los había conseguido y demás.
Si bien, la casa era espaciosa y bastante linda, Luhan pudo notar que Wu Fan compartía habitación con alguien más.
—¿Tienes hermanos? —Preguntó, la curiosidad le invadía.
—Si, Shixun llega más tarde, tiene clases de pintura.
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Después de la (grandiosa) comida, el Señor Wu arribó con un pequeño niño de la mano, quien resultó ser Sehun para el asombro de Luhan.
No solo era la misma imagen que el padre de los niños, también era Wu Fan en una versión más pequeña (y adorable).
El niño llevaba una batita de cuadritos manchada con pintura por todos lados, en las mejillas y manos, también quedaban rastros de aquél líquido y su mirada parecía totalmente indiferente a los invitados. Minseok se quedó sin habla, fácilmente podría bromear de lo mucho que busco al niño y nunca lo encontró y de cuánto se tardo Wu Fan en convencer a Luhan de que fuese a su casa pero supo que no era el momento por el embarazoso silencio.
Sehun pasó de largo de donde estaban los dos, caminó hacia su hermano, le dio un beso en la mejilla (del cual Luhan sintió unos celos enormes) y se fue.
—Es muy ilegal para ti —Dijo Wu Fan, después de que sus padres salieran por la cena y los dejaran solos en la casa.
—Ya lo sé. —Contestó Luhan, en ese momento más que nunca debía pegársele más al gigante y visitar su casa diariamente, no podía dejar pasar aquella oportunidad.
*
Y sí, las visitas a casa de Wu Fan fueron cada vez más seguidas. Por algunas conversaciones supo que el pequeño era cuatro años menor que él y todo el tiempo que no lo había visto fue porque solo visitaba Seúl de vacaciones y su coreano no era muy bueno a la pequeña edad en que lo conoció.
Sehun cada vez interactuaba un poco más con los primos (y Luhan había descubierto que la obsesión que Wu Fan tenía por él no era más que una farsa, simplemente estaba interesado en Minseok pero no sabía como decirlo) (cosa que entristeció a Luhan, cierta parte de él soñaba con tener a los dos hermanos, aunque no tuviera la edad para eso).
Para su buena suerte, el pequeño no había revelado el accidente de hacia años y eso agradecía muchísimo, el mayor de los Wu era bastante protector con su hermanito y más de una vez lo había atrapado mirando entre sus cosas (‘es que sus pantalones son muy lindos, solo quería ver de qué talla eran’-se defendió Luhan)
Fueron días antes del treceavo cumpleaños de Wu Fan que Sehun le pidió que le acompañase al centro comercial, quería comprarle algo a su hermano pero no quería ir solo ni con sus padres (y después de rogarle a todos sus amigos y que ninguno aceptara, la última opción era Luhan).
El día previsto para la salida, Luhan se despertó extra temprano y utilizó toda su ropa favorita (incluso si era una mala combinación en sí), cuidó muchos detalles de su apariencia, se perfumó, lavo sus dientes a profundidad y peinó su cabello como si fuese a una boda para después notar que Sehun iba en un simple conjunto (bastante mono) de pandita, con una capucha con la cara de ese animal, la cual le quedaba grande y se veía más adorable que nunca (y Luhan tuvo aguantarse las ganas de abrazarlo hasta año nuevo, tenían una misión que cumplir).
A pesar de los pronósticos de Minseok, Sehun no terminó golpeando en la cara a Luhan (porque estaba totalmente seguro de que su primo trataría –al menos- de secuestrar al niño y esconderlo en su closet para pegarle estampitas de rilakkuma por todo el cuerpo (o algo más insano, pero nunca se sabe)). Simplemente el más chico le dio la mano al bajar de las escaleras eléctricas (un miedo que Luhan consideró muy ‘kawaii’ palabra que había aprendido después de ver Digimon con subtítulos –porque los niños grandes ven cosas con subtítulos-). Al fin y al cabo, compraron solamente una gorra y la envolvieron con papel periódico (Sehun resultó ser más codo que Minseok).
Después de esas ‘cita’ –marcada en rojo y con corazoncitos en el calendario de Luhan- hubo muchas más.
Todas eran cosas simples (pero perfectas) y Luhan disfrutaba al máximo el poder estar con Sehun y poder sujetar su pequeña y cálida mano mientras veían las presentaciones de H.O.T. en la televisión.
*
Luhan no le podía robar un beso (principalmente porque siempre que tenía ganas de hacerlo recordaba aquel comercial donde advertían que no era recomendable besar después de comer (y el amaba comer).
No fue hasta el cumpleaños catorce de Luhan cuando Sehun se puso un lindo moño rosa sobre la cabeza y se lanzó a los brazos de éste, dejándole un beso pequeño pero sincero cerca del ojo (el plan inicial era en los labios, pero unos malos cálculos del impulso que necesitaba al brincar salieron mal y el resultado fue otro), aun así, Luhan no durmió en dos días y fue tanta su emoción que juraba nunca lavarse los ojos (aunque tuvo que hacerlo cuando el pequeño le prometió más besos, pero después, aun somos muy pequeños)
Y así, Luhan se quedó con el gran deseo de poder besar a Sehun (solo unos años más, se repetía a si mismo).
(Besarlo y hacer más cosas, claro, si Wu Fan no lo castraba primero).