CAPÍTULO VII
You’re my pet
Otro día más, común y corriente, aburrido. A veces deseaba que su vida tuviera un poco más de emoción, acción, como en los libros que disfrutaba tanto leer. Pero vamos, él no era así en absoluto, incluso se vería ridículo tratando de imitar a los protagonistas de sus historias favoritas. Echó un vistazo al contenido de la bolsa que llevaba y sonrió para sí mismo. Acaba de comprar un libro que había querido por mucho tiempo, tuvo que ahorrar lo suficiente para comprarse la edición especial y se sentía satisfecho con su nueva adquisición. “Guauf, guauf” escuchó atrás suyo y al darse vuelta se encontró con un perro que movía alegremente la cola. Kurapika estiró la mano izquierda para acariciar la cabeza del can con cierto temor, pero se sintió aliviado con la respuesta amable del animal, el cual parecía buscar más cariño.
– Si me dejaran tener mascotas te llevaría a casa, pero no puedo. Lo siento. Ojalá encuentres buenos dueños. – Y dándole un último mimo, siguió su camino de regreso. “Guauf”, el perro le estaba siguiendo. – ¡No, vete, no me sigas! – le gritó, pero fue en vano. Al llegar a casa no se había podido escabullir del astuto can. Aceleró el paso, giró en varias calles para tratar de perderlo y nada resultó. – ¿Qué voy a hacer ahora? – se preguntó derrotado.
– ¿Kurapika? – escuchó tras de sí. – ¿Sacaste a pasear a tu mascota? No sabía que tenían, y ya llevo viviendo aquí varios días. – Leorio se acercó al perro y le acarició la cabeza. – Es un retriever ya adulto ¿desde cuándo lo tienen? – preguntó mientras seguía mimando al can.
– No, no es de nosotros… – comenzó, pero se dio cuenta del tono que estaba usando para hablarle. - ¡Y a ti que te importa!!
– Kurapika – su hermano Kazuki acaba de llegar en ese momento – ¿Me puedes explicar qué hace ese perro aquí?
– Ranmaru lo invitó a quedarse con nosotros ¿no te acuerdas? – respondió.
– ¡Oye, tú! – replicó el pelinegro.
– No pregunté por Leorio, sino por el otro perro.
– ¡Kazuki, tú también! – Leorio se sentía indignado.
– Ah…me siguió desde el parque – contestó el rubio ignorando los reclamos del mayor.
– Sabes que no podemos tener mascotas, apenas y podemos cuidarnos a nosotros mismos.
– Lo sé, pero…es viejo y parece estar bien entrenado…
– Vamos, Kazu, tener una mascota será divertido; además cuidará la casa cuando no estemos. – intervino el moreno.
– Pero…
– Yo sé que Ranmaru lo entenderá…
– ¿Entender qué? – el mayor de los hermanos apareció de repente, agarrándolos por sorpresa. Un fugaz cruce de miradas ocurrió en cuestión de segundos. Ranmaru miró al perro y viceversa, para después mirar a sus dos hermanos. – ¡¿Qué hace este animal aquí?!
– Bueno, este perrito siguió a Kurapika hasta aquí ¿no es bonito? Jajaja
– Kazuki, sabes que no podemos criar animales aquí.
– Vamos, Ranmaru, tener una mascota es divertido y hasta desestresante – intercedió Leorio.
– Es una boca más que alimentar, y necesita que lo bañen, vacunen, paseen ¿Quién va a hacer todo eso?
– Podemos turnarnos…
– ¿Y sus “regalitos”?
– Parece estar bien entrenado, así que es cosa de enseñarle.
– Mnn… – Se detuvo a pensarlo un poco ante la insistencia de los demás. – Bien, puede quedarse, pero ustedes se hacen cargo de él, a mi no me metan – dijo finalmente para después entrar a su casa, dejando al grupo en el jardín.
– ¡Te quedas, te quedas! – exclamó un emocionado Kurapika mientras abrazaba al can.
Leorio no pudo evitar sonreír por la actitud infantil que el menor estaba mostrando tan espontáneamente. Era la primera vez que veía esa parte de él. – Creo que nuestro amiguito necesita un nombre. – dijo
– Mnnn…ahora no se me ocurre nada.
– ¿Qué tal si lo decidimos más tarde? Primero lo primero, tienen que bañarlo. – dijo Kazu.
– ¿Solo? ¿No me ayudarás? – preguntó el rubio.
– Tengo que preparar la cena y además tienes a Leorio ¿no? – y diciendo eso, el castaño entró a la casa.
– Pero… – trató de decir algo más, pero su hermano ya se había retirado. – ¿Y dónde se supone que te vas a bañar? – le habló a su nueva mascota.
– ¡Yo tengo una idea! – exclamó Leorio.
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– Waaa!!! ¡Qué lindo!! – gritó Sakura muy emocionada.
– ¿Podrías ayudarnos entonces? – preguntó el pelinegro.
– No, gracias. No quiero terminar empapada como ustedes. – Contestó – Ya hice mi parte prestándoles la piscina inflable. Me costó mucho encontrarla ¿sabes?
– Y te lo agradecemos mucho, Sa… ¡Cuidado!! – pero ya era muy tarde, el perro se sacudió con tal fuerza que incluso Sakura, quien estaba varios pasos lejos para resguardarse, terminó empapada.
Kurapika, quien trataba de mantener al can quieto, perdió el equilibrio y cayó dentro del agua. – Kurapika, ¿estás bien? – preguntó Leorio mientras lo ayudaba a levantarse.
– Creo que tragué un poco de agua ¡Qué asco! – se quejó – No imaginé que sería tan difícil.
– ¿Ya no quieres tenerlo como mascota?
– Yo…
– No es momento para ser infantil, cuidar de un ser vivo es una gran responsabilidad.
–…Sí quiero cuidarlo…yo solo dije que no pensaba que fuera tan difícil ¡Yo no huyo de mis responsabilidades! – le contestó desafiante, formándose un silencio incómodo de repente.
– Ejem… ¿Me disculpan? – Interrumpió Sakura – Pero su traviesa mascota está por allá revolcándose en la tierra, así que supongo que todos sus esfuerzos hasta el momento han sido en vano.
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– ¡Una mascota, una mascota! – canturreaba el menor de la casa.
– ¿Estas muy emocionado, eh, Liserg?
– Sí. Gon se emocionará mucho cuando le cuente, a él le gustan mucho los animales.
– Leorio ¿por qué no subes a darte un baño? Yo termino de secar al perro – dijo Kazuki. Sakura les había prestado su secadora para hacer el proceso más rápido. Terminaron bañando al pobre can como tres veces, pues era tan juguetón que siempre iba a ensuciarse de nuevo.
– Sí, creo que haré eso – contestó para después entrar a la casa. – Creo que ya huelo como el perro antes del baño.
El cielo ya se estaba tornando azul profundo, y diminutas estrellas comenzaban a titilar en el firmamento. La tarde había pasado a un ritmo muy acelerado a su parecer, pero se sentía satisfecho de haberla compartido con el rubio. Al llegar a su habitación buscó ropa limpia y una toalla. Como su cuarto era de huéspedes, este no incluía un baño propio, por lo que siempre usaba una que estaba en el pasillo, que era para invitados. Se desvistió y sujetándose la toalla alrededor de la cintura, salió de su habitación con ganas de tomar una refrescante ducha.
Pero no contaba con que la puerta del baño estuviera cerrada. “No puede ser, otra vez por error le pusieron seguro antes de cerrarla” pensó. Solía suceder, por lo que él ya tenía una llave de ese cuarto. Regresó a su habitación y volvió inmediatamente con la susodicha llave. La introdujo en la cerradura y giró la perilla para abrir la puerta. Apenas ingresó, fue recibido con una barra de jabón que le golpeó directo en la cara.
– ¡PERVERTIDO!! ¡¿QUÉ HACES ESPIÁNDOME?!! ¡¡ERES UN DEGENERADO!! – Escuchó gritar a una voz que conocía muy bien. En cuanto abandonó su estado de desorientación debido al golpe, pudo fijar su vista en su interlocutor. Kurapika estaba allí, completamente desnudo y apenas cubriéndose con una toalla mientras lo veía con una mirada asesina. Aún bajo el agua de la ducha, las gotas dibujaban delgados y juguetones caminos en su piel. Esta parecía tan suave, tan delicada. Tenía muchos deseos de sentirla…
– ¡LÁRGATE, PERVERTIDO!!!
– ¡Yo no soy un pervertido! – contestó volviendo a la realidad - ¡Ni tampoco estaba espiando! ¡Yo solo venía a tomar una ducha!
– ¡¿Acaso no te diste cuenta que la puerta estaba cerrada con llave?!!
– Pensé que se había cerrado por equivocación, y además ¿no se supone que tú tienes un baño propio en tu habitación? ¿Qué haces aquí?
– Ah!... eso… Sakura lo está utilizando…
– Mmnn… ya veo… - los dos se quedaron en silencio mirándose mutuamente.
– ¡¿ES QUE PIENSAS QUEDARTE AHÍ PARADO MIRÁNDOME?! ¡ERES MÁS PERVERTIDO DE LO QUE PENSABA!!
– ¡Que no soy…! – no pudo terminar su alegato de defensa pues el menor le comenzó a arrojar lo que estaba a su alcance con la (asesina) intención de golpearlo.
– ¡LÁRGATE!!!! – Fue lo último que le escuchó gritar antes de cerrar la puerta del baño tras de sí.
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– ¿Y bien? ¿Qué nombre le vamos a poner? – preguntó el castaño durante la cena. – No le vamos a llamar “el perro” o “el can” por siempre ¿verdad?
– ¿Qué tal Hachiko? – dijo Sakura muy emocionada.
– ¿Cómo el de la película? Ni hablar. – protestó Ranmaru.
– ¡¿Por qué?!
- Es demasiado triste.
– Mmnn… entonces Pochi…
– Es demasiado cursi – volvió a oponerse.
– ¿Rex?
– Demasiado común.
– ¡Hayate Negro!!
– Demasiado friki, y además ¡el perro ni siquiera es negro!
– ¡KYA!! ¡Entonces piensa en algo y deja de criticarme o te golpeare!!
– Cálmate, Sakura, no somos muy buenos para poner nombres… - dijo el pelinegro.
– ¡Leorio! – exclamó Makubex de repente.
– ¿Qué sucede? – respondió el aludido.
– ¡Leorio!… ¡Así se llamará el perro!
– ¡¿Quééééé?!!
– Es perfecto, ambos vivirán como unos mantenidos en esta casa…
– ¡Óyeme, yo no soy un mantenido! – respondió el aludido.
– Naahh ¿A qué te gusta tu nuevo nombre, no, Leo-san? – dijo el albino dirigiéndose al can y restándole importancia al moreno.
– ¡Óyeme!
– ¿Tú qué opinas, Kurapika?- preguntó Maku.
Una sonrisa casi sádica se formó en los labios del rubio. Su mejor amigo le estaba dando la oportunidad de burlarse de Leorio y humillarlo para así hacerle pagar un poco de todos los tragos amargos que había tenido que pasar hasta el momento por culpa suya. Sobre todo, lo ocurrido esa tarde en el cuarto de baño. Su alma clamaba venganza. – Me parece una magnífica idea.
– ¿En serio? – Inquirió Kazuki.
– Sí, así será fácil de recordar…– alegó.
– ¡Ranmaru, di algo! – exigió Leorio.
– Creo que va a haber mucha confusión – respondió el aludido.
– ¿Tienes una idea mejor para el nombre? – preguntó el albino.
– Mmnn… Bien, se quedará así hasta que encontremos algo mejorcito… - contestó el mayor tomando la salida más fácil y retirándose para no tener que tomar parte de algún bando.
– ¿Tú te estás vengando de mi, cierto? – preguntó el moreno a Kurapika.
– ¿Qué? No sé de qué hablas – se hizo el desentendido- ¿Por qué habría de hacerlo?
– Te voy a…tenían que ser niños – dijo Leorio para después marcharse a su habitación.
– ¡¿A quién le dices niño?! – replicó el rubio.
– No sé qué están tramando ustedes dos. – le interrumpió el castaño dirigiéndose a su hermano y al albino. – pero deben encontrar otro nombre para el perro ¿de acuerdo? – terminó haciendo sonar las últimas palabras como si fuera una sutil amenaza.
– S…ssí – contestaron los dos con un poco de temor. Si algo les gustaba evitar, era ver a su hermano enojado. Por más compasivo y comprensivo que pareciese, cuando se enojaba realmente podía ser un poco cruel.
*Continuará…*