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Había una vez un Rey bajo la Montaña que se encariñó demasiado con su Saqueador por YamilSarqueloth

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Llevaban ya casi la mitad del viaje de vuelta a La Comarca cuando por fin Bilbo había vuelto a hablar de manera más amena, sin tanto dolor. Gandalf se había ofrecido a acompañarlo hasta los límites de su amada tierra. El mediano aún recordaba lo vivido cada día, un doloroso repaso mental que no quería dejar pasar.

Después del funeral de los Durin, el ojiverde no quiso quedarse un segundo más. Demasiado dolor, demasiada agonía. Habían perdido a Fili, Kili y a Thorin, simplemente era demasiado. No se quedó a ninguno de los banquetes que le ofrecieron, solo quería volver a casa y dejarse hundir en ella. La vida había perdido sus colores. Se despidió cálidamente de sus amigos y compañeros, se repartieron invitaciones y el Mago preparó un pony y un caballo antes de que Bolsón dijera que quería volver solo. Parte del camino los escoltó Beorn, en su casa bebieron y comieron, allí Gandalf les contó sobre Dol Guldur y su batalla contra el nigromante. Con el pasar de los días, el hobbit recobraba su animo para mantener una conversación y eso dejaba más tranquilo al Mago.

 

Al volver a casa, cargado con tesoros de Erebor (y un cofre de los trolls que Gloin le había regalado y por lo tanto le había dicho dónde estaba enterrado) tamaña mala sorpresa se llevó al pillarse a media Comarca subastando y comprando Bolsón Cerrado. Le costó todo el condenado cofre de Gloin (y otros dos más de Erebor) recuperar sus propias cosas. Volver a Bolsón Cerrado no se sentía como lo había creído. Una fuerte tristeza no le dejaba en paz a pesar del pasar de los días. Poco a poco comenzó a ordenar y a devolverle a su hogar la apariencia de uno. Un día se encontró alegre colgando de ganchos en la pared sus espadas y las armaduras que se había traído con él. El Mithril lo guardó bajo siete llaves, verlo se hacía insoportable, Thorin ya no estaba y su ausencia le carcomía el alma.

Los años lo volvieron más amargado y aislado de los demás, prefería sus libros y sus extrañas visitas, según los otros hobbits. Pues claro, no era nada normal para un respetable señor de Hobbiton el andar siendo visitado tanto por enanos. Y es que verán, a nuestro querido saqueador no le faltaron las buenas juntas. Bofur fue en tres ocasiones junto a Gloin una vez, Balin también pasó a verle en dos ocasiones. En la última, le había llevado un regalo, el mapa de Thorin y la llave de Erebor.

 

— Son cosas que yo sé que tú habrías custodiado de todas maneras — le había dicho a modo de despedida antes de partir hacia Khazad-dûm.

 

El mapa yacía enmarcado en su estudio, la llave la traía siempre consigo. Los días pasaban lentos hasta que llegó Frodo. Al principio no le agradó la idea de tener que cuidarlo, pero parecía el único pariente elegible, sin embargo, al ver esos ojos azules y ese pelo negro, no pudo resistirse. Qué ironía, estaba tan harto de todo y ahora el destino le daba lo más cercano a un hijo y además el niño tenía “esos ojos”.

 

— ¡Cuéntame la historia de Erebor y el dragón, tío! — suplicaba casi cada noche antes de dormir.

— ¡Frodo! Ya son pasado de las nueve, y ya estás grande para esto — reclamaba Bilbo desde la cocina, delantal puesto y algo de harina en la cara.

— ¡Vamos, tío!

 

Tío... esa palabra también le recordaba a un par de hermanos enanos traviesos que vivían en su memoria. El portador del anillo sonrió de lado, totalmente rendido.

 

— Deja poner el pan en el horno, entonces. ¡Pero después a la cama y nada de quedarse mirando el bosque hasta la medianoche! Los elfos no viven tan cerca, ya te lo he dicho.

 

.

Los años pasaban apacibles, lo único que lograba oscurecer sus días era ese condenado anillo y sus constantes llamados, aquellos susurros malignos que le despertaban en plena noche entre pesadillas y añoranzas. Recordaba cómo la maldita joya le había quitado la única oportunidad de haber salvado a la persona que había amado con todo el corazón, cómo aquella distracción le robó todo. Pero el oscuro y hermoso objeto le generaba una necesidad implacable, no podía deshacerse de él. Frodo había sido una bendición, sin él poco habría aguantado la tentación de coger ese anillo y lanzarse al río terminando todo de una vez. El chiquillo le había hecho apreciar las cosas desde otra perspectiva. Un día se levantó decidido, estaba demasiado viejo para perder aquella última oportunidad, antes de morir debía ir una vez más a Rivendel, visitar el Río Largo, Dale, La Montaña Solitaria. Debía ir a Erebor una vez más.

Planeó durante meses su legendario cumpleaños, disfrutó de la compañía de Gandalf, escapó de manera magistral (o eso creyó hasta que el Mago lo pilló en medio de su “escabullida”).

 

— Le dejaré todo a Frodo.

— ¿Hasta tu anillo? — preguntó el sabio.

 

La oscura joya pesó más que en toda su vida, no quería desprenderse de ella. Pero Erebor aguardaba. El viejo Bolsón ya era conocido por lo terco que era, por lo tanto, solo le obstinó más al anillo y logró dejarlo. Su viaje lo llevó por hermosos paisajes y no estuvo exento de aventuras. Sin embargo, el anillo que le había regalado juventud y fuerza por tantos años, ya no estaba. Cada día se cansaba el doble y así, a duras penas logró llegar a Imladris. Lord Elrond lo recibió con los brazos abiertos, fue el invitado de honor y disfrutó de las maravillas élficas, su historia y cultura. Logró terminar su libro y hasta la tristeza y añoranza de Thorin pareció menguar un poco en aquellas mágicas tierras.

Cuando la oscuridad se extendió por la Tierra Media y el anillo reveló su identidad y poder, el hobbit sintió un remordimiento tremendo. La culpa de haber puesto a Frodo y a todos en peligro por su irresponsabilidad le pesaba a diario. Para cuando su sobrino llegó a Rivendel, herido por Espectros del Anillo, Bolsón odió su suerte. Pero había criado demasiado bien a su heredero. El noble comarqueño de ojos azules decidió terminar con el anillo y el mal que con él venía, el chico se resistía a su poder mejor incluso que su tío. El Concilio de Elrond habló, la Comunidad del Anillo se formó, y así, Bilbo tuvo que dejar ir a su ahijado. No sin antes armarlo con Mithril y Dardo, al chico le servían más que a sus viejas manos.

 

Los años le cayeron violentamente en apenas unos meses. La vitalidad que le había regalado el anillo, se había ido por completo. Su mente comenzó a confundirse, a perderse. Soñaba cada noche con Erebor, con la Colina del Cuervo. Cada día sacaba de entre sus ropas aquella rama enjoyada que tan dulcemente le había regalado su enano. La observaba a veces por horas, desesperado por sostener aquellos borrosos recuerdos.

 

— Extrañas a Oakenshield, ¿verdad? — preguntó una tarde, Lord Elrond.

— Cada día — sonrió Bilbo, totalmente envejecido.

 

.

.

No estaba totalmente seguro de cómo había llegado a aquel carruaje, o en qué momento Frodo había vuelvo con él. Con paciencia, el muchacho le explicó que los elfos le habían concedido un regalo muy especial, ir con ellos a las Costas Blancas. ¡Una nueva aventura! Pensó alegre el resto del viaje. Su vieja y confundida mente pareció abandonar una pesada carga, sus recuerdos se volvieron nítidos, como extraídos de una densa niebla; cuando la costa cristalina y blanca se hizo visible, su cuerpo ya no dolía, el cansancio ya no existía.

Frodo reía alegre junto a una versión más joven de Elrond. Confundido miró hacia un lado y la Dama de Lorien le sonrió.

 

— Es el efecto de esta tierra, Maese Bolsón. Yo me daría un vistazo — comentó alegre, totalmente jovial.

 

Bilbo corrió hasta un pequeño espejo plateado en la popa del barco, había vuelto a lucir como cuando había salido de Bolsón Cerrado por primera vez a una aventura. Una nostalgia le golpeó la memoria, se llevó la mano al bolsillo y sacó la rama enjoyada. El elfo barquero dio aviso de que ya casi estaban en la blanca playa. El mediano estaba tan feliz que corrió a abrazar a Frodo, ahora ambos sentían ese horrible peso que los ataba al anillo y sus tragedias, desaparecer. Eran libres.

 

— Mi querido Bilbo — le habló Elrond sosteniendo una sonrisa traviesa —. Espero no te moleste que me haya tomado la libertad de anunciar antes tu llegada.

— ¿De qué hablas?

 

El castaño miró a su sobrino que alegre se encogió de hombros, como si no supiera nada del asunto. Elrond extendió con parsimonia su brazo en dirección a la costa, por ende, la mirada del comarqueño siguió el movimiento notando que alguien esperaba en la playa con el agua hasta las rodillas. ¿Quién era ese alguien? Un segundo... esa silueta... Los ojos verdes de Bilbo se abrieron tan sorprendidos que parecían haber visto un milagro. Sin pensárselo dos veces corrió hasta la proa y saltó a las bajas aguas, no esperaría un segundo más, necesitaba acortar esa distancia que ahora parecía tan insignificante. Corrió salpicando agua hasta llegar hasta él.

 

— ¿Thorin? — preguntó conteniendo las lágrimas. Ante él aguardaba con los brazos abiertos el rey enano, vestido con ropajes simples pero elegantes, corona dorada en la cabeza y una sonrisa que había extrañado con locura. El ojiazul avanzó la pequeña distancia que les separaba, abrazándolo.

— ¡Bilbo! — le habló feliz al oído, se separaron un momento y al enano poco le importaron los presentes. Cogió al hobbit de la cara y lo besó con desesperación.

 

Al castaño tampoco ya parecía importarle presentar decoro o algo, había extrañado y añorado a su amante cada instante sin él.

 

— ¿Cómo es esto posible? — lloraba de alegría, Bilbo.

— Al morir me desperté en los salones de mis ancestros, aquí, en esta sagrada tierra. Oh, mi amor, amarás los Salones de Aüle, y los jardines...

— Es que... no puedo creerlo — la voz se le cortaba y las lágrimas le bañaban la cara —. Te extrañé cada día, lo siento, debí... — Thorin no le dejó terminar. Lo besó para callarlo mientras la barcaza élfica les bañaba con pequeñas olas al encallar.

— No sabía si volvería a verte, pensé en ti cada día. Oh, Bilbo, te añoré tanto. Cuando supimos del anillo temí tanto por ti, entonces nos enteramos de tu valiente sobrino — el hijo de Thrain alzó la vista hasta Frodo, le dedicó una reverencia orgullosa y el hobbit sonrió algo apenado de tanta gloria.

— ¿P-pero cómo supiste que vendría?

— Elrond mandó un mensajero anunciándote.

— No habría sido justo para mi buen amigo y portador del anillo, Bilbo Bolsón, el llegar a estas tierras y no ser recibido por la única cara que realmente quería ver, ¿no?

 

El señor elfo bajó del navío fascinado de orquestar tan tierna y esperada reunión.

Bilbo sonrió regalándole una dulce reverencia. Thorin aprovechó la distracción y le robó otro beso.

 

— Espera a que te vea el resto.

— ¿El resto? — el hijo de Belladona lucía confundido.

— El resto de la compañía. No todos han llegado todavía, pero la mayoría se te adelantaron... — comentaba el enano comenzando a guiarlo de la mano hacia la hermosa playa blanca. Entonces el mediano cayó en la cuenta de algo muy importante.

— ¡Fili y Kili!

— Uy, a esos dos ya casi no los soporto. Desaparecen medio año y siempre aparecen con nuevas juntas élficas... ¿Bilbo?

 

El moreno se giró a verlo y este lloraba sin poder evitarlo. Todo era simplemente demasiado perfecto, el amor que había perdido volvía a él, el anillo no existía, tenía una nueva oportunidad de disfrutar con sus amigos, ¡vería a esos dos traviesos hermanos de nuevo!

 

— ¡Maese Bilbo!

 

A lo lejos, saliendo de entre los frondosos árboles junto a la costa, esperaban nada más ni nada menos que el resto de la compañía, Fili y Kili corrían hacia ellos.

 

— ¿Vinieron todos? — Bolsón estaba totalmente sorprendido.

— ¿Y que esperabas? — bufó Gandalf pasando junto a ellos —. Buenos días, Escudo de Roble.

 

Thorin saludó al mago y ambos sostuvieron una grata y corta conversación hasta que ambos jóvenes enanos llegaron derribando a su tío y al comarqueño.

 

— ¡Te extrañamos tanto! — lloriqueaba Kili.

— Thorin nos tenía hartos llorando por ti cada día — comentó Fili, sacudiéndose y salpicando agua para todos lados. Bilbo se sonrojó al instante.

— ¡Fue un alma en pena por años! ¡Si hasta se hizo esa corona para recordarte!

 

Bilbo se giró de inmediato a ver la corona sobre su rey, no era simplemente dorada, ¡estaba decorada con bellotas y hojas de roble! El Durin se sonrojó bastante y apartando a sus sobrinos ayudó a su amado ojiverde a levantarse una vez más. Mientras tanto, Fili ya comenzaba a presentarse (junto a su hermano) a Frodo, querían conocer al temerario hobbit que atravesó media Tierra Media para salvarlos a todos.

El Bolsón mayor hurgó en su bolsillo y colocó un objeto en la mano de Oakenshield, él miró la rama enjoyada que le había obsequiado hace ya tantos años.

 

— La conservaste todo este tiempo — se miraron cargados de amor por el otro —. Te amo, Bilbo.

— Y yo a ti — lo llamó por aquel nombre que tan íntimamente sabía. Se sonrieron con ternura, cómplices. La compañía ya llegaba hasta ellos —. Creo que debo explicarle mejor a Frodo mi relación contigo — rió a carcajadas, aún tomado de la mano de su rey. Thorin rió con él. Los presentes se contagiaron con la felicidad de ambos amantes reunidos al fin.

— Espera todo lo que tendrás que explicarle ahora que te coronaré mío en los salones de mis ancestros.

 

El hobbit se puso rojo como un tomate, logrando que hasta los señores elfos junto a Gandalf rieran a carcajadas. La Compañía llegó a saludar a Bilbo como a un hermano perdido y recién encontrado, entre vítores y risas. Frodo respiró en paz el suave aire de las Costas Blancas, jamás había visto a su tío tan feliz, tan cómodo, tan en casa. Thorin besó a su amante una vez más y el grupo completo encaminó sus pasos hacia la mágica tierra frente a ellos, intentando ponerse al día, recuperando el tiempo perdido.

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FIN

Notas finales:

[Espero les haya gustado. Fue un largo viaje, durante mucho tiempo me convencí de que no era necesario seguir este fanfic. ¿Quién quería saber de él después de tantos años? ¿Quién querría leerlo ahora? “Es solo un fanfiction”. Pero eso no es lo importante. Lo importante es contar una historia distinta con nuestros personajes favoritos en aventuras, lo importante es lograr sacarte de la realidad un rato y así disfrutar de buenos momentos, nuevas emociones, pasarla bien. Vivir desde otro punto de vista. Los fanfictions también son importantes, nos permiten disfrutar, nos permiten emocionarnos. Son tan importantes como cualquier libro. Hace un tiempo terminé mi primera trilogía de libros, entonces me dí cuenta de que toda historia merece un final, y uno digno. Es por eso que retomé esta historia y le dí el final que hace tantos años le había negado.

Gracias de todo corazón por haberme acompañado en esta aventura.

Gracias de todo corazón por amar a sus personajes.

Gracias de todo corazón por haber leído.

Hasta la próxima!

Farewell, my friends]


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