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¿No se cansa el corazón de tanto usarlo?. por Cerezza

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CAPITULO II: Hoy voy a ser débil.

 

Tú presencia, ya ves, condiciona mi actuar,

Acelerando mis latidos y mis pasos,

Reprimiendo los abrazos que otras veces yo te di a ti.

(Casualidad.)

 

 

“Hey~, ¡Hey~ ‘Tobe!”

“¿Ahn?” el finísimo heredero miró hacia el lado, para ver un borroso muchacho corriendo y, a la par, abriendo los brazos dispuesto a saltar sobre él para abrazarlo.

“Awww~ ‘Tobe” hizo amago de brincar, impulsándose, pero fue cogido en el aire por el fuerte brazo del alumno de segundo y fiel mano derecha del capitán de Hyotei “Suéltame Kaba-chan~~~” gimoteó el pelinaranja, pataleando en el aire, estirando los brazos para alcanzar al peligris.

“Ahn~ Jirou estás muy entusiasmado el día de hoy, ¿no?” le hizo una seña a su amigo para que dejara en libertad al más bajo.

“Gak-kun ha vuelto a clases, ‘Tobe. Lo ha traído su madre por la mañana. Fui a buscarlo a su salón, pero no estaba~” hizo un puchero mirando de un lado a otro para ver si la cabellera exótica de su amigo llamaba su atención.

“¿Ya volvió?” Keigo sorprendido, lanzó un vistazo a su alrededor, también buscando interesado al otro “Ne~ Jirou, ¿Y te ha dicho algo? Ore-sama no desea ningún tipo de discusión ni problemas en las prácticas, menos cuando estamos a semanas del campeonato”.

“No, nada” el pelinaranja se resignó a su suerte, pues a cada paso que daba hacia el heredero, éste retrocedía la misma cantidad, y se apoyó contra un banco de madera barnizado dispuesto a tomar una siesta durante el período de recreo.

 

El gran estudiante moreno se había sentado en otro banquillo con un cuaderno entre sus manos estudiando para una evaluación que tenía más tarde, dándole algo de privacidad a los mayores.

Atobe se acercó y se sentó cerca de Akutagawa, haciéndose el desentendido cuando dio un respingo aún entre sueños al sentir la presencia del otro a su lado, siempre tan cálido, pero tan distante. Le tomó la mano con suavidad, apretándola entre las suyas, sonriendo de lado cuando la respiración de Jirou se volvió levemente trabajosa.

 

“No juegues, ‘Tobe” su voz sonando algo triste, cuando abrió un ojo y vio sus manos entrelazadas sobre el asiento. El sentimiento acrecentándose cuando el heredero lo soltó de pronto al pasar unos cuantos alumnos de otros cursos, pero siendo reemplazado con un mohín que no se permitió ocultar.

“¿Es cierto? ¿Atobe, Jirou?” una voz fuerte interrumpió el discurso que se disponía a dar el heredero para justificar sus acciones. Shishido Ryou había aparecido frente a ellos, la corbata deshecha sobre sus hombros y su habitual gorra azul adornando su cabeza.

“Increíble. Pensé que tenías un poco más de clase como para saber cuando no interrumpir una plática seria” el peligris lo observó algo enojado, alzando una de sus cejas finas cruzando las piernas y después los brazos delante de su pecho, mostrando su sentir.

“¡Bah! Eso da igual, Atobe. ¿Es cierto que volvió Gakuto?”

“Si, pero no lo encuentro. Quizás se ha escapado” el pelinaranja se encogió de hombros tomando su mochila y sacudiéndola para usarla de almohada.

 

Shishido se mantuvo frente a ellos, metiendo las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón, algo hastiado. Atobe se negaba a hablar, tamborileando un dedo sobre el antebrazo. Pronto, los suaves ronquidos de Akutagawa llenaron el lugar.

 

“Ne~ ¿Qué le has hecho a Jirou esta vez?” Ryou meneó la cabeza, reprendiendo al otro “Normalme- ¡Eh, Chontarou! ¡Por aquí!” agitó un brazo en lo alta, llamando la atención de cierto peliplata que estaba en el medio del patio, buscando algo con la mirada. En cuanto escucho el llamado de su compañero de dobles, volteó la cabeza en esa dirección y emprendió la marcha hacia él.

“Shishido-san aquí tiene” le alcanzó un paquete de galletas cuando estuvo  su lado, luego de saludar respetuosamente a los otros mayores.

“Gracias Chontarou” le palmeó la espalda “¿Has visto a Gakuto en la cafetería?” inquirió como quien no quiere la cosa.

“¡¿Qué?!” Ootori había abierto los ojos y una mano reposaba sobre su pecho, dando claras muestras de su asombro “¿En serio? ¿Volvió? ¿Dónde está? ¿Alguien ha hablado con él?”.

“Calma, muchacho” Keigo se había levantado y lo observaba fijamente, frenando el estado de nerviosismo del sophomore “No es novedad que Mukahi falte a clases, menos después de lo que sucedió”.

“Pfff~ Si tu lo dices” el de gorra giró los ojos, una mano en su nuca aburrido, mientras la otra aún sujetaba las galletas compradas por su kouhai.

 

Jirou se removió entre sueños, manteniendo los ojos cerrados aún cuando estaba despierto. Odiaba las disputas entre los más explosivos, más porque eras estúpidas que porque no lo dejaban descansar en paz.  Abrió los ojos apenas, viendo de reojo las largas piernas de Ootori, cercanas a las del castaño, y a lo lejos, el peinado tan peculiar que lucían Haginosuke y Gakuto.

Se sentó como un resorte, olvidando sus cosas y corriendo hacia la pareja, mientras los otros seguían molestándose uno al otro.

 

“Gak-kun~~~” se abrazó a él, rodeando con un brazo su cuello, mientras Taki se reía entre dientes con una mano sobre su boca “Te fui a buscar a tu salón y me dijeron que no estabas. ¿Dón-?”

“Lo encontré en el gimnasio” respondió por el otro, el pre-titular de tercero “Mi curso tenía clase esa hora y Gakuto-kun estaba en los vestidores durmiendo. Es una suerte que el profesor lo adore, sino se habría llevado un castigo feo”.

“¡Ja! ¿Disculpa por ser tan buen gimnasta?” el pelicereza arqueó una ceja, picándole las costillas con el codo a Taki.

“Creo que nunca debí confesarte que envidiaba tus acrobacias” suspiró.

“Claramente, mi querido Suke-kun” Gakuto sonrió y al final los tres terminaron riendo.

 

Caminaron hacia el otro grupo de estudiantes, conversando sobre las clases que se había perdido el más pequeño durante su semana de ausencia y parte de los entrenamientos. Gakuto prefería omitir lo último y se los hizo saber abiertamente. Cuando llegaron donde los otros, Atobe y Shishido habían terminado su discusión y cada uno se daba la espalda con las cejas fruncidas, mientras el peliplata miraba a uno y otro algo nervioso, dándole leves golpecitos a la espalda de ambos, calmándolos. O por lo menos, intentándolo.

 

“¿Tan temprano y tan enojados?” el pelicereza se hizo escuchar, ganándose la mirada atónita de ambos hombres cuando lo oyeron “A alguien no le está tocando de lo bueno por las noches~~” canturreó divertido y feliz por la explosión que había tenido su madre más temprano, obligándolo a entrar a Hyotei High.

 

Ahora entendía bien lo que había querido decir ella, cuando le recordó que estar encerrado y acostado en su cama, regodeándose en su miseria, solamente lo dañaría más. Solo y sin nada que hacer, lo que había sucedido daba vueltas y vueltas en su cabeza, dañándolo una y otra vez. Aquí, entretenido con sus amigos, pendiente de las clases, lentamente la tristeza pasaba a segundo plano y podía sentir que respiraba nuevamente. Bueno, hasta ahora todo iba bien, y esperaba que siguiera así.   

 

“Ore-sama podría haber seguido viviendo sin tu pésimo humor” Atobe chasqueó la lengua. Las comisuras de sus labios tentadas de elevarse para sonreír.

“En el fondo me amas, sólo debes aceptarlo” Gakuto rió, más por la cara que colocó el heredero que por otra cosa.

“¿Te han contado que Kantoku está que echa fuego por la boca?” preguntó Shishido revolviéndole el cabello a Gakuto molestándolo “Tendrás que hacer mucho mérito para jugar en el campeonato”.

“No te metas con mi cabello” el más pequeño de todos se pasó una mano arreglándose las finas hebras de su extravagante peinado “Sakaki-kantoku también me ama, así que no será difícil convencerlo” lo miró con superioridad medio bromeando, sujetando a la par a Jirou que se había dormido sobre su hombro aún de pie.

“Al parecer todo el club de tenis te ama, Gakuto. ¿Será posible que todos los regulares también lo hagamos?”

 

El pelicereza tragó duramente y un vacío extraño en el estómago apareció. No duró mucho, pues a medida que su corazón bombeaba con rapidez y un ligero sudor nacía en su frente bajo el flequillo, su vientre se sintió pesado y ardiente, como si se hubiese llenado de algo pesado que lo quemara por dentro.   

Cerró los párpados, evitando ver a la persona que frente a todo el grupo, sonreía socarronamente después de sus palabras dichas en ese tono de voz tan característico de su zona natal. El más pequeño, se repitió una y otra vez que Oshitari Yuushi ya no tenía nada que ver con su vida, que por decisión propia se había alejado, y trato de recordar una a una las palabras que le dedicó su madre por la mañana cuando tuviese que enfrentar esto.

Pero como bien había pensado por la mañana, la disputa con el genio de Hyotei iba a ser tan desgastante y dolorosa que no duraría más que unos segundos reteniendo el tormento que habitaba dentro de su alma. Se trizaría y aquello no sería agradable para ninguno de los presentes. 

 

“Debo buscar a Kantoku” se giró rápidamente, dándole la espalda a su agresor y al resto de sus amigos “Necesito saber qué pasará con mi entrenamiento y mi posición en el eq-”.

“No es necesario huir Gakuto” lo cortó abruptamente el peliazul, la risa palpable en su voz tersa. Tanta burla matizada que el orgullo del pelicereza se inflamó y lo obligó a detenerse para encararlo finalmente “Podemos conversar aún como buenos amigos”.

 

Escasos seis días no habían logrado sanar la herida originada por Oshitari dentro de su pequeño, dulce y enamorado corazón. Sólo había bastado una acción para destruir macabramente todo lo que el pequeño atesoraba felizmente. Quizás se estaba sobreponiendo a los hechos, con lentitud digiriéndolos y tratando de entenderlos, pero verlo allí, a escasos dos metros, sonriendo ladinamente y con su porte tan característico, no ayudaban a superarlo. Menos si junto a él, una chica pelirroja lo tomaba del brazo sonriendo como boba.

Gakuto no comprendía qué fue realmente lo que los separó, sólo se daba cuenta que el genio estaba ahí, frente a él, burlándose y ocupando un reemplazo para calentarle el brazo.

¡Patético!

¡Y Gakuto aún más! Porque sabía que no debería interesarle más lo que hiciese ese poco hombre, pero le dolía aún. Una molestia tan aguda que se le apretó el pecho de un segundo a otro y se le llenaron los ojos de lágrimas. No existía ni una mínima posibilidad que dejaría a Oshitari verlo en tal vulnerable estado por su causa. Ni pensar en que se divirtiera a sus costillas.

¡Maldito poco hombre! Había querido gritarle, pero no sabía con certeza si saldría eso de sus labios o un sollozo lastimero.

 

“No lo molestes, Oshitari” se adelantó Atobe a la respuesta que debería haber dado el pelicereza. Se pasó una mano por el cabello, arqueando una ceja al mirar hacia el tensai y su nueva conquista.

“¿Lo has apadrinado?” el peliazul sonreía y Gakuto no entendía como podía estar tan tranquilo y feliz. ¿Cómo su consciencia estaba tranquila después de haberle mentido descaradamente y humillarlo con tanta cizaña hacía un par de días? ¿Tan rápido se había cansado de él? “Bueno, realmente Gaku siempre necesita que alguien vele por él, no es muy bueno en eso de ser independiente”.

 

Jirou parpadeó un par de veces, incrédulo ante las palabras del otro. Si bien le habían contado lo sucedido, no podía dar crédito a lo que pasaba. Oshitari siempre había sido el pilar de apoyo del pelicereza, desde que se hicieron amigos en Hyotei Middle, ya que el peliazul no parecía tener muchos problemas, era bastante maduro para su edad y el acróbata, por otra parte, era todo lo contrario: discusiones interminables con su padre y comportamiento aniñado. Al pelinaranja no le sorprendió mucho cuando ya en segundo año en Hyotei High, el genio comenzará a tener menos citas con chicas y pasara más tiempo libre con el otro, después de todo, el mismo Akutagawa había estado perdiendo el tiempo con cierto heredero.

No se molestaron en decir que tenían una relación, fue casi un anuncio tácito, cuando comenzaron a jugar de tanto en tanto unos buenos partidos de dobles y a pasar más tiempo del necesario en las duchas, después del entrenamiento. En el mismo cubículo.

De ahí en adelante, Akutagawa recordaba que todo había sido parecido a un cuento de hadas. Se veían bien, el áspero humor de Gakuto algo más llevadero y la sonrisa de suficiencia del peliazul había evolucionado a algo que se podía catalogar en felicidad. Bajo el amparo de Atobe Keigo, nadie de la población estudiantil se atrevía siquiera a mencionar las cosas inusuales que sucedían entre los regulares del club de tenis, como la tan bien conocida sincronización fantástica de Shishido y Ootori.  

 

“Ya es hora de ir a clases” la suave y elegante voz de Taki, sacó al otro de sus recuerdos y ensoñación. No sabía cómo, pero estaba apoyado en un cuerpo suave, mientras un brazo rodeaba su cintura con fuerza para mantenerlo en el lugar. El perfume inundó sus sentidos y sólo cerró los ojos abandonándose a las sensaciones que provocaba en él, el heredero Atobe.

Gakuto reaccionó ante las palabras de su amigo, meneando la cabeza y logrando que sus lisas hebras magenta se agitaran por el suave viento que pasó entre ellas. Shishido y Oshitari habían estado hablando, pero realmente no había prestado atención, sus oídos negándose a oír una a una las palabras venenosas que salían de esa boca donde muchas veces se sintió perder. Ante lo dicho por el castaño, todos bastante incómodos hicieron amago de emprender el regreso a los salones, sin embargo el genio, había tenido otra idea.

 

“¿Vamos, Gakuto?” la mujer que antes había estado con él, había desaparecido y el pelicereza recién reparaba en ello lo que demostraba lo común que era.

“¿Ahn? ¿De qué hablas Oshitari?” Atobe chasqueó los dedos, llamando la atención del moreno Kabaji que se acercó presuroso a él “Mukahi debe ir a clases. Kabaji lleva a Jirou” se lo pasó con cuidado, el pelinaranja aún simulando que dormía.

“Gakuto y yo necesitamos hablar, Atobe. Y no es necesario que coloques esa cara de perro rabioso estimado Shishido” medio sonrío hacia el entrecejo fruncido y mandíbula tensa del jugador de gorra “No lo dañaré” su sonrisa completándose, aunque estaba manchada de malas intenciones.

 

¡Suficiente! El acróbata no podía reconocer a quien estaba frente a él tendiéndole la mano, invitándolo a unirse a él. Aquel que significaba más que besos robados, más que un entretenimiento, pues era uno de sus mejores amigos y después había pasado a ser su mejor pareja.

Su corazón no podría soportar las burlas y el desprecio del que era su primer amor. Uno real. No uno que aceleraba su corazón al tocarlo íntimamente, sino por una sonrisa o un apretón de manos.

Comenzó a sentir calor, el pecho ardiéndole nuevamente cuando su mirada se cerró en la azul marino del otro. Los ojos antes tan suaves, ahora oscuros y maldadosos.  

 

“Vete al demonio, Yuushi” no lo había pensado mucho y eso era bueno porque seguramente no habría logrado decirlo de corrido sin un hipo manchando sus palabras de rabia. Le picaron los ojos y se le apretaba el pecho, pero no podía llorar, así que volteándose rápidamente comenzó a caminar hacia ningún lugar en particular con el único objetivo de alejarse de quien tanto daño le estaba haciendo a propósito.

 

Un brazo posesivo se afianzó sobre sus hombros y la calma de Haginosuke lo envolvió. Al otro lado un medio dormido Jirou, que había logrado bajarse de la espalda de Kabaji, lo tomaba de la mano. Ambos guiándolo quien sabe adónde. Pero estaba mal, él no debería ser tan débil. Shishido y Atobe estarían tan decepcionados de él. Odiándolo por pisotear su orgullo así y dejar que el genio viese dentro de lo más profundo de su mente, alma y corazón.

Al final, su madre se había equivocado y no estaba listo para enfrentarlo.  

Ya lejos de los ojos curiosos, más porque el toque avisando que comenzaban las clases luego del descanso había sonado hacía varios minutos, Gakuto se liberó de sus amigos y trepó a un árbol ágilmente. Los otros dos buscaron refugio bajo las altas ramas del cerezo y se sentaron, esperando que el más pequeño liberara toda su frustración en privado. Pronto, el pelinaranja ocupó el hombro de Taki para dormitar, y el castaño se dedicó a disfrutar de la ligera brisa, mientras le enviaba un mensaje a Ootori y Atobe asegurándoles que su amigo estaba en perfectas condiciones y sólo necesitaba un tiempo a solas. Obviamente el aviso para el heredero, era para que consiguiera justificarlos con los respectivos maestros de sus salones.

A le lejos quedaba la pista de atletismo y medio sonrió cuando reconoció las zapatillas negras y el peinado tan característico de su kouhai.

 

“Hiyoshi-kun~” susurró más para sí que para otro y se entretuvo observando la rapidez con que corría el sophomore.

 

Mientras tanto, Gakuto había logrado encontrar una buena rama entre las frondosas que poseía el árbol y se había sentado torpemente con las piernas colgando libremente. Más abajo veía a sus amigos descansar y les agradeció mudamente por acomapañarlo en aquellos momentos. Despues de todo, él se había portado bastante mal, desapareciendo completamente por días y no contestando llamadas ni recibiendo visitas, dejando su estado como un enigma total para sus más cercanos.

Odiaba sentirse a la deriva. Esperando que el otro se arrepintiera y le dijera que todo era una confusión. Lloró por ser tan desgraciado. Y por querer tanto a Oshitari. Sollozó por tener amigos en quien confiar y que lo apoyaban sin condiciones. Rabió por conservar celosamente las migajas que quedaban del cariño del genio. Y por esperar con los brazos abiertos su regreso.

Y su cuerpo se sacudió en un respingo involuntario, por saberse tan enamorado y tan poco correspondido. 

 

 

 

 

-

Notas finales:

Gracias por haber leído hasta acá XD


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