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El caso del dios triste por Candy002

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No debería hacerlo. No era su Mundo, no era su tiempo y definitivamente no era su problema. Ni siquiera él pensaba discutirlo. Pero de todos los modos lo hacía, pese a todos sus razonamientos.

Desde que ganara el torneo de supervivencia había tenido tan poco por lo que interesarse, por no decir absolutamente nada. Ahora, sin siquiera la claridad de sus recuerdos para aferrarse, necesitaba algo en lo que fijar su atención, algo que hacer. Muru Muru tenía su manga. Él, por la más curiosa casualidad del universo, lo tenía a Akise Aru. Quería averiguar qué sucedía con él y su fijación con el otro Yukiteru. Además uno siempre siente curiosidad por los chicos geniales.

Lo primero en lo que se fijó fue en su habitación, la mañana antes de que Akise despertara. Sentía una extraña falta de culpa al observarlo de ese modo, sin que se diera cuenta. Después de todo, no pensaba hacerle daño. Sólo satisfacería su deseo de conocimiento y quizá buscara otro objetivo. Era una forma de mantenerse ocupado. Por algo se empezaba.

El cuarto era un poco más grande que el suyo. Había un escritorio amplio de madera clara, haciendo juego con el resto de los muebles. Una computadora súper ancha con un teclado desproporcionadamente pequeño. Arriba de la pantalla había estanterías con libros, junto a varios trofeos y medallas por torneos de artes marciales. Todos eran del primer lugar, el último fechado hacía apenas un año. Esto le sorprendió pero, pensándolo mejor, tampoco se le hacía tan extraño. Para haber sido capaz de reducir a Yuno en dos ocasiones y mantenerse a su par debió haber aprendido a defenderse en alguna parte. Las medallas estaban acomodadas una encima de otra y los trofeos detrás, por no eran vistos a la primera.

En un rincón había apilados un montón de juegos de mesa. Ajedréz, rompecabezas, quién mató a quién, misterio, adivina el personaje del otro. Parecía bastante adecuado para alguien que deseaba convertirse en detective. Y hablando de detectives, Akise era aficionado a las películas de algunos. El más grande póster era uno de un Sherlock Holmes antiguo, en blanco y negro, pipa en mano, mirando en frente como para descubrir al asesino. Abajo una frase escrita en inglés que la pantalla (la suya) tuvo la gentileza de traducirle: "Cuando eliminas toda solución lógica a un problema, lo ilógico aunque imposible es invariablemente lo cierto." Las otras imágenes no las reconoció de ningún lado.

Por otra parte, no había ropa colgando de la silla, zapatillas fuera de lugar ni elementos de más. Todo tenía su espacio y propósito. Como la alarma en la mesita de noche que le dio un ataque al corazón sonando. De inmediato se sintió un idiota porque obviamente Akise no podía enterarse de nada.

El muchacho despertó casi al instante. Tras apagar el sonido estiró relajadamente brazos y piernas antes de salir de la cama. Cambió a su ropa del día y la que usaba para dormir la dejó doblada bajo la almohada, arregladas las sábanas. Sólo le faltaba el par de libretas, que sacó de un cajón y colocó en su bolsillo. La mochila para la escuela, ya lista en la silla, fue colgada de su hombro. Estaba a punto de salir del cuarto cuando el grito de Muru Muru resonó en el oído de Yukiteru.

-¡Un momento! Retrocede.

Yukiteru se apartó un poco de ella y la miró.

-¿Adónde? Quiero decir ¿a cuándo?

-En el momento en que abrió su armario. Déjalo, yo lo hago -La demonio se fue al frente y ordenó lo que quería por el teclado. Rápidamente Akise volvió sobre sus pasos y se hallaba de nuevo abriendo el mueble para sacar una camisa. Algo al respecto la hizo sonreír-. Lo sabía, lo sabía. ¡Y tiene montones!

-¿Montones de qué?

Muru Muru suspiró y ajustó el ángulo de visión. Pero antes de eso Yukiteru ya había visto lo que le había llamado la atención. Eran mangas. Pilas y pilas de mangas perfectamente ordenados, tan altas hasta arriba de las rodillas de Akise. Muru Muru se entretuvo leyendo los títulos y Yukiteru, por curiosidad, hizo lo mismo. No todos los libros eran de mangas, algunos eran novelas o cuentos. Yukiteru suponía que serían puramente de misterio e intriga, con sus propios detectives por protagonistas, pero quedó asombrado al ver títulos de mangas shojo. Precisamente el más fácil de ver tenía en su portada a un chico y una chica compartiendo una mirada enamorada.

A Muru Muru le encantó descubrirlo.

-No puedo creer que tenga el número siguiente de Amor de verano. Qué envidia. ¡Y parece que los protagonistas por fin reconocieron sus sentimientos!

Yukiteru todavía no lo creía.

-¿No se lo estará guardando para una hermana...?

Esperaba que sí. No podía visualizar a Akise como un amante de cosas románticas. Si ni siquiera cuando lo pretendía en el Segundo Mundo había sido demasiado cariñoso... ¿por qué diablos se le ocurrió pensar en eso? Vaya tontería.

-No seas ridículo, Akise es hijo único. Yo creo que tiene un excelente gusto en cuanto a narración. Incluso tiene algunas novelas románticas. Crepúsculo, toda la serie, y ese otro...

-Está bien, ya es suficiente -dijo Yukiteru recuperando su lugar frente a la pantalla. Regresó la animación a su velocidad normal-. Eso no es lo que me interesa. Quiero saber por qué sigue al otro Yukiteru y por qué tiene dos libretas en lugar de una.

Muru Muru frunció el ceño y cruzó los brazos, ofuscada.

-Pues a mí me parece bastante obvio.

-¿Ah, sí? Entonces dime -le insistió sin volverse.

-Está enamorado de tu yo del Tercer Mundo, por supuesto.

Yukiteru se lo pensó un segundo, pero seguía sin cuajar. Ya las historias shojo eran demasiado desconcertantes. El que Akise actuara sin perseguir un verdadero misterio le parecía extremo.

-Sí, claro.

-Sólo piénsalo bien -dijo Muru Muru, apoyando una mano en el teclado, justo para detener de nuevo a Akise en plena bajada de escalera. Yukiteru giró los ojos y la miró, ya escéptico-. Akise es una creación de Deus y no es ningún secreto que Deus sentía alguna preferencia por ti. Debió tenerla si te permitía verlo cada vez que quisieras incluso antes de que iniciara el torneo, algo que no hizo con ningún otro de los concursantes. Entonces ¿no sería lógico que esa preferencia se trasladara a una de sus creaciones, Akise en particular? Creo que fue por eso que se enamoró de ti en el Segundo Mundo y por lo que ahora acosa a tu yo del Tercero.

La verdad era que tenía sentido. Incluso lo que decía respecto a Deus porque eso mismo pensaba él antes de descubrir que no era su creación, sino una entidad muy real que lo mandaba a convertirse en víctima o asesino. Sin embargo...

-El Yukiteru de este mundo no es como yo -recalcó seriamente-. Él no se refugia en su posición de observador para evitar ser herido por otros. Tiene una novia, sale con sus amigos, participa en clases y hasta padres que lo enferman con su amor. No necesita amigos imaginarios y apostaría lo que fuera a que no tiene la menor idea de que Deus existe. Siendo así, Deus no tiene ningún motivo para fijarse en él. Lo que dices podrá haber sido cierto para el Akise que yo conocí pero no para este.

-Entonces supongo que sólo quedará una manera de averiguarlo -resumió Muru Muru, poniendo el play.

Akise acabó de bajar las escaleras y tomó un desayuno ya preparado en solitario. Sus padres debieron salir temprano. Finalizada la comida, Akise dejó su tazón en el lavabo y salió del hogar. En ese momento Muru Muru, que lo había estado observando a él, preguntó.

-A todo esto, ¿por qué exactamente te interesa tanto? No me digas que ahora tú te volviste marica.

Su intención era irritarlo, desde luego, pero Yukiteru no agarró el anzuelo.

-Para nada. Es sólo que no me puedo quitar de la cabeza que esto es extraño. Puedo aceptar todas las diferencias entre mi Mundo y este, pero el que Akise ahora sea un acosador caprichoso como solía ser Yuno... sólo quiero saber qué parte de la historia me estoy perdiendo. Ya desde antes me molestaba no enterarme de las cosas y si tengo la oportunidad de descubrir por lo menos una ¿por qué no aprovecharla?

-Tienes razón ahí -concordó la demonio, sentándose a su lado. Inesperadamente, le dio una palmada en la espalda-. Pero ¿sabes una cosa? Es bueno verte interesado en algo, aunque sea un chico.

-No se trata de eso.

-Ya sé pero pretenderé que sí y no harás nada para impedirlo. Así me entretendré.

Yukiteru suspiró, resignado. De verdad, siendo un dios cuya única actividad era controlar esa pantalla, no tenía derecho a quejarse.

-Bien pero no insistas demasiado con eso.

-Sí, jefazo.

¿Desde cuándo lo llamaba así? Mejor ni pensarlo. Ya había dicho que él mismo tenía un misterio que resolver y lo haría. Estaba ansioso y expectante. Se preguntó si así era como se sentía Akise.

-Mira, ya lo vio tu otro yo.

Sí, Yukiteru había caído en cuenta. El otro joven se había encontrado con Mao de camino en la escuela y, mientras ella seguía de largo hablando, estaba detenido por la presencia al otro lado de la calle. Ellos miraban desde la perspectiva de Akise. La escena podría haber sido un perfecto deja vu si no fuera por eso y el hecho de que Akise no sonreía como entonces.

La cara de Akise era indescrible del todo, pero lucía como si esperara algo por parte del otro. Podría haber sido cualquier cosa. Esto, naturalmente, puso nervioso al Yukiteru del Tercer Mundo. Quizá ya se habían visto antes en la escuela y se reconocían entre sí. Era de imaginar por la manera vacilante con que el muchacho quiso levantar la mano para enviar un saludo, antes de que una fila de autos pasara y Akise se escabullera por la esquina.

Atravesó corriendo lo que le faltaba de calle y se detuvo contra una pared. Metió la mano en su bolsillo, sacó la libreta negra, la volvió a guardar y obtuvo la gris. Esta vez fue casi automático el que se pusieran a ver lo que escribía.

"He seguido a Yukiteru hasta la escuela. Hablaba con Mao, con quien se ha encontrado en el camino. Dejé que me viera y ha querido saludarme.

Resultado:

Estaba bien antes de verme. No parecía triste, sólo confuso."

Akise tocó su mentón con el bolígrafo, mirando la hoja. Parecía frustrado por la conclusión a la que había llegado. Yukiteru y Muru Muru se miraron. Ninguno entendía nada. De pronto Akise cruzó la calle a toda velocidad. Por la forma en que se desplazaba era evidente que tenía un objetivo en mente y al pasar por una panadería, el joven dios entendió.

-¿Va a la jefatura de policía?

-No sería extraño. Desde hace tiempo que se lleva bien con el Cuarto.

Eso era nuevo.

-¿En serio? No lo sabía.

-Sí, su padre, o más bien el hombre que actúa como su padre, es guardia de seguridad y por eso Akise siempre ha tenido una relación cercana con la policía. Era necesario que así fuera para mantenerse al tanto de los sucesos que causaran irregularidades en el balance de causa y efecto. Como sea, hace unos años Akise los ayudó en el caso de un secuestro y desde entonces supongo que no les molesta recibirlo.

-¿Aun si es en horario de clases?

Muru Muru se encogió de hombros.

-Aparentemente.

En esos momentos Akise estaba por atravesar la puerta hacia la jefatura, casi dándose de narices con el Cuarto, Kurusu. El muchacho se echó atrás justo a tiempo y ofreció su mejor sonrisa educada.

-Buenos días, Kurusu-san.

Detrás del adulto, venía su joven subordinado.

-Buenos días, Nishijima-san.

A diferencia de Nishijima, que devolvió el saludo sin problema, Kurusu lo vio con reprobación.

-¿Qué haces aquí, Aru? No me digas que de nuevo estás saltándote las clases.

-Las dos primeras horas son libres y quise aprovechar para investigar algo. Claro está, si no es un inconveniente.

Yukiteru no sabía que podía ser tan buen mentiroso. Por su cara uno nunca podría descubrir si lo que decía era cierto o no. Kurusu, seguro consciente de ello, no estaba del todo convencido. Al fin se rindió.

-Por supuesto que no, Aru -dijo y se volvió hacia la recepción. A través del vidrio le hizo unas señas hacia el encargado, que se había puesto de pie al ver el intento del joven por entrar y no sabía si tendría que echarlo o no. Puesto que su superior indicó que no había problema, volvió a su escritorio-. Pero si dentro de dos horas todavía sigues aquí tendré que decírselo a tus padres, ¿entiendes, Aru?

-Sí, señor. No se preocupe, será muy rápido. Gracias.

Akise sonrió nuevamente y se metió a la jefatura. En lugar de seguirle los pasos, su visión, siguiendo los deseos de Yukiteru, siguió enfocada en el par de agentes. Tenía curiosidad por saber lo que significaba la mirada de Nishijima al ver partir al muchacho. Obviamente no le había creído.

-Eres muy amable con ese chico, jefe.

Kurusu se pasó la mano por el cabello.

-Lo sé. La verdad es que me da algo pena. Con su madre trabajando fuera tantas horas y su padre con tantos turnos que cubrir no hay nadie que lo vigile. Por lo menos viniendo aquí uno ya sabe que no se está metiendo en problemas.

-Para mí que eso de que nadie lo vigila le viene perfecto -comentó Nishijima, sonriendo al recordar su propia juventud.

Sonrisa que se le borró al recibir la mirada de su jefe.

-No digas tonterías. Todo muchacho necesita que cuiden de él.

Yukiteru recordó que tenía un hijo en silla de ruedas y perdió el interés por el resto de su conversación. No dolía pero sí le incomodaban los recuerdos al respecto. Aunque a fin de cuentas entendía sus motivos, todavía no olvidaba que en su Mundo lo había traicionado y tachado de criminal.

Regresaron a Akise, quien pasaba por los escritorios tranquilamente y saludaba a algunas personas. Unos cuantos llegaron a preguntarle si no debería estar en la escuela a esa hora. El muchacho respondía exactamente igual que ante Kurusu y seguía su camino.

Se detuvo a un escritorio desocupado. Por el par de fotos puestas a un lado se deducía que era el puesto usado por el capitán. La computadora exigía una contraseña que Akise escribió inmediatamente. Sacó la libreta gris y el bolígrafo, por si las dudas surgía algún avance inesperado. De un modo en lo absoluto sorprendente, pero también extraño para el joven dios, comenzó a investigar en torno al nombre Amano Yukiteru.

Vio que no aparecía en ningún sitio de la red. Descubrió que no tenía antecedentes penales ni aparecía dentro del sistema. También buscó a su familia y dio con un artículo, de hace unos 5 años, haciendo referencia al lanzamiento de un videojuego diseñado por Rea Amano. En la foto ella aparecía, orgullosa y feliz, abrazando a su hijo de 9 años y el esposo al lado. Intentó con el nombre Kuro Amano pero, a excepción de una simple multa por conducir con la licencia vencida, tampoco había nada sobre él. Esos eran los únicos Amano en Sakurami. Ningún abuelo, ningún primo, ninguna tía.

Akise escribió en su libreta.

"Me puse a investigar el nombre Amano Yukiteru en los archivos de la policía. No hay nada relevante sobre él, sólo un artículo sobre el trabajo de su madre.

Resultado:

Amano Yukiteru ha vivido una vida de lo más normal públicamente."

Akise volvió a levantar la vista, hacia la foto de la familia reunida para celebrar el triunfo de Rea. Un niño abochornado por el cariño de su madre, aun siendo tan joven. Un hombre con una sonrisa de ganador en los labios. Una mujer cuya risa casi podía oírse en la fotografía.

"Y puede que en privado también. Las opciones se me agotan.

Resultado:

Quizá Yukiteru no sea el que busco."

-Así que está buscando a alguien -dijo Muru Muru. Incomprensiblemente hablaba en susurros-. Esto se pone interesante.

-Shh -dijo, también incomprensiblemente, Yukiteru.

No podían evitarlo. La mirada de Akise sobre sus propias palabras invitaba a la curiosidad, a la abstracción. Era como el héroe que descubre a un oponente mucho más fuerte que él. Sin armas, sin medios y sin información, ¿cómo saldría adelante? Su celular le dijo que ya casi habían pasado dos horas. Recogió sus pertenencias, apagó la computadora y abandonó el edificio. Iba pensativo y cabizbajo. Lo que fuera que anduviera buscando era importante para él y no le gustaba que fuera tan difícil encontrarlo. Como si esa realmente fuera una película de detectives, Yukiteru compartió su frustración muda. El misterio de Akise se había vuelto el suyo. ¿A quién quería y por qué? ¿Y qué tenía que ver todo eso con el otro Yukiteru?

Akise se dirigía a un parque cerca de la plaza. Estaba completamente vacío cuando llegó y nadie lo vio tomar asiento en una banca. El lugar se veía pacífico. Una suave brisa le pasó por el rostro mientras lo subía hacia el cielo. Sólo había unas pocas nubes cubriendo el sol. No iba a llover pero, por lo que concernía al ánimo del joven, hubiera dado lo mismo. Recargó su espalda contra el tronco de un árbol y suspiró. De haberlo visto en persona Yukiteru se habría acercado a preguntarle qué le pasaba.

Pero no había nadie en tanto Akise sacaba una hoja doblada del bolsillo en sus pantalones. Y desde luego no había nadie, a excepción de Muru Muru, para ver el impacto producido en Yukiteru cuando el joven detectivo reveló el contenido del papel. De todos modos ella no lo vio, porque estaba igual de sorprendida.

Era un retrato hecho a lápiz. Apartando el hecho de que no tuviera ni idea de que Akise supiera dibujar, lo más sorprendente no era eso. Era un retrato exacto, bien hecho, de la cara del Yukiteru del Segundo Mundo. La cara podría haberla copiado del Yukiteru con el cual iba a la escuela, pero no el cabello largo y enmarañado, ni el cuello de la ropa oscura que llevaba desde que ganó la competencia, y sin duda no esos ojos. Esos ojos... era doloroso verlos. El juego de sombras y luces había conseguido transmitir una tristeza y sensación de vacío tan honda que se llevaba al corazón, lo estrujaba y devolvía magullado.

Para el joven dios fue como el opuesto del descubrimiento de Narciso. En lugar de sentir atracción, no resistió ese espejo tan fiel y desvió la mirada. Así que es era con lo que se daba Muru Muru cuando se quedaba flotando en el vacío, sumergido en sus recuerdos. Por primera vez creyó entender su necesidad de cambiarlo, de hacer desaparecer esos ojos de la manera que fuera, incluso si era reemplazándolos con furia. Se había sentido tan bien hasta el momento, metido en una historia que no lo tocaba ni por eso asomo, y ahora eso...

-¿Por qué diablos tiene una imagen de mí? -exigió saber. Una parte de sí se sentía violado. ¡Esa mirada no era para servirle de espectáculo a nadie!- ¡Muru Muru!

La demonio dio un respingo.

-No tengo idea -respondió, nerviosa-. Ni siquiera el Deus de ese Mundo debería saber cómo luces ahora, no me explico cómo Akise obtuvo eso. A menos... no, no es posible.

-¿Qué? -espetó el dios-. ¡Habla si sabes algo!

-Pensé que la Muru Muru del Primer Mundo podría haberle información sobre ti, pero aun si lo hiciera, que lo tiene prohibido, ella tampoco tiene forma de saber lo que pasa contigo ahora.

-¿Entonces qué es eso? -Yukiteru señaló la pantalla airadamente-. ¿De dónde pudo sacarlo?

-No lo sé.

La demonio miró la realidad alterna y el cambio en su expresión, de confundida a estupefacta, hizo voltear a Yukiteru. Era la forma en que Akise miraba el retrato, la manera en que pasaba el dedo por la mejilla de papel como si quisiera limpiar lágrimas que no estaban ahí. Esa escena sola, sin ver el retrato, tenía algo de bello y triste. Para el retrato sólo significó un mayor desconcierto por el apretujón tan alargado.

Entonces, la cara de Akise cambió. Se volvió en pura decisión.

-No.

Regresó el dibujo a su refugio y sacó la libreta gris. La pantalla, ya programada para hacerlo, se metió en el camino entre su rostro y el papel para permitirles leer.

"El caso continúa. Puede que Yukiteru no sea la persona que busco, pero mi instinto me dice que hay algo importante sobre él que estoy perdiendo de vista.

Resultado:

Debo seguir a Yukiteru hasta descubrir lo que es."

El joven detective, de nueva cuenta animado, saltó del banco para salir del parque. La pantalla no mostró más allá.

-Basta -ordenó Yukiteru y la imagen se oscureció por completo. Muru Muru lo miró, sorprendida. Ni siquiera al abofetear a la Segunda le había oído hablar con un tono tan seco-. No quiero saber nada más sobre eso. Y tampoco quiere verte a ti espiándolo de nuevo, ¿me oíste, Muru Muru?

La demonio asintió, sólo porque no sabía qué más hacer. Yukiteru le dio la espalda y se alejó en el vacío. Nunca podría irse muy lejos. "Tú decidiste espiarlo primero", pensó la demonia, molesta. E inmediatamente después percibió el peso que se le caía encima. El primer y único entrenimiento que había tenido en más de diez mil años acababa de serle negada.

Había vuelto a la nada.

Notas finales:

Ignoro completamentamente si Crepúsculo es traducido al japonés y, la verdad, no me intersa averiguarlo porque no cambia a la historia en nada. En fin. ¿Comentarios?


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