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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por los review! Y recordad... más reviews, más sexo entre Kakashi e Iruka xD

Escena 12

 

Habían pasado cuatro semanas desde los exámenes de jounin, e Iruka aún se sentía como si se hubiera despeñado por el barranco de la montaña de los Hokages.

Y todo porque, para su desgracia, la actual Hokage, que además era uno de los más reconocidos ninjas médicos del mundo, había impuesto desde su llegada como norma general que solo se curaría con chakra a los enfermos de traumatismos si era absolutamente necesario e imprescindible. Y es que, según Tsunade-sama, curar siempre a una persona con chrakra y ninjutsus médicos conllevaba el peligro de que el cuerpo de esa persona “olvidara” cómo curarse por sí mismo, dándose casos de ninjas cuya sangre ya no coagulaba por sí misma o cuyos huesos ya no soldaban solos.

En el caso de Iruka, si bien en Sunagakure ya le habían atendido y colocado los huesos en su sitio, se suponía que al llegar a Konoha seguiría un tratamiento de chakra para que esos huesos soldaran más rápidos, o eso era lo que él pensaba. Pero no. Al parecer de la Hokage, Iruka, que no tenía ninguna misión adjudicada pendiente, tenía tiempo suficiente para curarse de forma natural, y así lo había ordenado.

Así que allí estaba él, en la sala de espera de la consulta médica del hospital de Konoha, con el brazo derecho escayolado esperando para su cuarta revisión semanal, tras un mes de incomodidad y dolor y de enseñar en la academia con una sola mano.

Y para colmo, otro de los contratiempos de tener el brazo escayolado era que Kakashi se negaba a tocarle hasta que estuviera recuperado por completo, así que entre la última misión de Kakashi, la separación entre ambos y la convalescencia forzada de Iruka, sumaban ya seis meses sin sexo. 

E Iruka estaba que se subía por las paredes de ganas.

Que seis meses sin sexo (con otra persona) le afectaran tanto no dejaba de sorprenderle. Al fin y al cabo, Iruka había pasado mucho más tiempo sin tener relaciones, pues entre Mizuki y Kakashi apenas había tenido un par de encuentros ocasionales, uno con un ninja de la Aldea Oculta de la Niebla que conoció en una misión, y otro con un civil de Konoha. Pero desde que había empezado a salir con Kakashi que se había acostumbrado a una vida sexual activa y extremadamente satisfactoria, y ahora se le hacía muy cuesta arriba la espera…

La puerta de la consulta se abrió por fin, interrumpiendo sus pensamientos carnales.

—Iruka-sensei, ya puedes pasar. —Una sonriente Sakura se asomó por la puerta de la consulta.

Iruka le devolvió la sonrisa y la siguió. Era agradable que sus antiguos alumnos aún le llamaran “sensei”, aunque la mayoría ya le igualaban en rango, como la propia Sakura, que ya era chuunin.

Dentro de la consulta, Iruka se sentó en la camilla y esperó a que, como cada semana, la brillante alumna de Tsunade le hiciera la revisión.

Con un ninjutsu de rayos x, Sakura visualizó los huesos del brazo de su antiguo maestro y comprobó que todo iba como debía, y así se lo hizo saber.

—¿Cuándo me quitaréis la escayola? —preguntó Iruka.

—Se lo consultaré a Tsunade-sama, pero yo creo que ya la semana que viene.

—Vaya, por fin. Ya casi no recuerdo cómo hacer sellos —bromeó.

—Bueno, no es que necesites ambas manos para hacer sellos, ¿no, Iruka-sensei? —dijo rápidamente Sakura—. Me han contado sobre su combate final en el examen de jounin. ¡Sellos con una sola mano! ¡Eso debió ser impresionante, sensei!

El espontáneo y sincero halago le tomó por sorpresa e Iruka se sonrojó un poco.

—En realidad solo fueron un par de sellos de técnicas básicas, un bunshin y un henge… Bueno, y un Kawarimi no Jutsu

—¡Pero igualmente casi nadie sabe hacer sellos con una mano! —insistió Sakura.

—Bueno, supongo que debo agradecérselo a Naruto… Tuve que repetirle los sellos básicos tantas veces que tenía que descansar las manos por turnos —bromeó el maestro.

Sakura sonrió de nuevo, pero luego se quedó callada, repentinamente distraída.

—Le echas de menos, ¿verdad? —aventuró Iruka, en un impulso.

Fue el turno de la kudoichi de sonrojarse.

—¿Eh? ¿Yo? ¿A ese idiota? —exclamó Sakura, falsamente ofendida—. ¡Claro que no! Es solo que se me hace raro no ver sus estupideces continuamente…

—Yo también le echo de menos —dijo Iruka.

Sakura no dijo nada, pero sonrió levemente, avergonzada.

***

Tras salir del hospital, Iruka se encaminó a su apartamento. Por el camino se encontró a varios conocidos, como Asuma, que se interesó mucho por el estado de sus huesos (seguramente Asuma, al haber sido su entrenador, se sentía un poco culpable de la paliza que recibió en el examen), y a Kotetsu, quien tenía el día libre y le propuso salir de copas esa noche. Iruka declinó la oferta, alegando que todavía se sentía demasiado adolorido como para ir trasnochando por ahí.

Al doblar la última esquina, Iruka vio a Kakashi esperando en la calle. Eso era extraño, ya que normalmente cuando Kakashi le visitaba e Iruka aun no había llegado, el jounin le esperaba dentro del apartamento. Sobre todo ahora, que el otoño había empezado y el tiempo había refrescado.

—Ey —saludó Iruka, y no pudo evitar dar un repaso de arriba abajo a la perfecta figura de Kakashi, sintiéndose acalorado al momento.

Definitivamente la sequía de sexo le estaba empezando a perturbar seriamente. 

—Ey —saludó Kakashi—. ¿Cómo ha ido?

Iruka meneó ligeramente el brazo escayolado, satisfecho.

—La semana que viene me quitan la escayola.

—Eso es estupendo.

—¿Y eso que me esperas fuera?

—Verás… —Kakashi titubeó un segundo, lo cual era poco habitual, por no decir insólito—, ¿te apetece dar un paseo? Quiero enseñarte algo.

—¿El qué? —preguntó Iruka, intrigado.

—Lo verás cuando lleguemos, ¿vale?

Tampoco era habitual en Kakashi mostrarse tan misterioso. Iruka se encogió de hombros.

—Está bien.

—Entonces por aquí.

Iruka siguió a Kakashi calle abajo, caminando uno al lado del otro, dirección sur. El chuunin no tardó en darse cuenta de que muchas personas con las que se cruzaban, ninjas o no, se les quedaban mirando. No era de extrañar; al fin y al cabo, aunque ya no mantenían su relación en secreto, no era común verles pasear juntos. Algunas de ellas, especialmente kunoichis, le miraron con demasiada curiosidad y, Iruka lo notó perfectamente, también algo de incredulidad.

Iruka trató de no darle importancia y siguió su camino como si no se hubiera dado cuenta de esas miradas que parecían decir “¡¿Y este es el chuunin con el que sale el gran Kakashi Hatake?!”.

«Pues sí, lo soy», pensaba Iruka cada vez que notaba una de esas miradas. Y aunque jamás lo diría en voz alta, al igual que nunca le daría la mano a Kakashi en público, ni le besaría, ni le acariciaría, tampoco lo negaría. Su relación con el jounin era extremadamente discreta, pero aun así los rumores, que habían menguado durante los dos meses que se habían separado, ahora se habían desatado y ya prácticamente la totalidad de la población shinobi de la aldea sospechaba o sabía de esa relación.

Aunque Kakashi nunca se lo había recriminado, Iruka a veces se sentía culpable por querer ser tan discreto, y últimamente había intentado mostrarse más relajado cuando él y Kakashi eran vistos juntos en público. Sin embargo, últimamente era el propio Kakashi quien parecía más distante, pensativo, tanto en público como en privado. Aunque quizás solo eran imaginaciones suyas por el hecho de no poder tener sexo.

«Solo una semana más…», se dijo Iruka para animarse. En cuanto le quitaran la escayola, seguro que Kakashi ya no le ponía pegas a un revolcón.

No tardaron en salir de la parte céntrica de la aldea y quince minutos después llegaron a la zona residencial de la parte sudoeste de la villa, cerca del lago. Iruka estaba cada vez más intrigado. No tenía ni idea de qué podía querer enseñarle Kakashi por aquella zona. Si seguían por ese camino, llegarían al antiguo barrio Uchiha, y no era un lugar por el que a Iruka le apeteciera pasear. Aquel barrio abandonado daba escalofríos.

Pero Kakashi se detuvo antes, delante de una vieja casa residencial. Sin más dilación, extendió un brazo hacia ella para señalarla.

—Esto es lo que te quería enseñar. La casa de mi familia.

Iruka se quedó mirando la casa, sorprendido y confuso.

—¿Esta es la casa de tus padres?

—Sí.

—Oh.

No era una casa fea, al contrario, pero se notaba que nadie había vivido allí en años. El jardín vallado que la rodeaba, y que se podía ver a través de la cancela de la calle, estaba completamente dejado. Y a la casa le hacía falta una buena mano de pintura.

—¿Entramos? —preguntó Kakashi.

Iruka asintió, todavía sin comprender qué hacían allí, pero no quiso ser impaciente.

La cancela del jardín estaba abierta, pero para abrir la puerta de la casa Kakashi hizo un par de signos con las manos, un jutsu de cerradura.

—Adelante —dijo el jounin en cuanto hubo abierto la puerta, y le cedió el paso a Iruka.

El maestro entró en la vivienda. Lo primero que pensó fue que por dentro también necesitaba una mano de pintura, pero por lo demás no estaba en tan mal estado, solo unos pocos muebles tapados con sábanas mostraban que la casa estaba deshabitada. Y, cosa extraña, no había nada de polvo, como si la hubieran limpiado recientemente.

—En la planta baja hay dos salas, un baño y una cocina. —A medida que hablaba, Kakashi, ya con la máscara bajada, le iba mostrando las estancias—. Arriba hay dos dormitorios y otro baño. Ven, vamos a verlo.

Subieron por las escaleras de madera, que crujían un poco bajo sus pies. Arriba, efectivamente, había dos dormitorios, ambos de buen tamaño, uno quizás un poco más grande que el otro.

Kakashi se quedó parado en el umbral del dormitorio más grande.

—Aquí fue donde encontré a mi padre.

El pobre Iruka no se esperaba una revelación tan íntima. Miró con la boca abierta a Kakashi y luego la habitación.

—Lo siento —fue todo lo que se le ocurrió decir.

Kakashi asintió y luego continuó con la mirada fija en la habitación. Y empezó a hablar.

—Cuando era pequeño, mi madre me regaló una máscara ninja. Tenía tres años, ni siquiera había empezado aún en la academia, así que la usaba para jugar. La usaba tanto que a veces mi padre me reñía, pero mi madre solo sonreía, contenta de que me hubiera gustado tanto su regalo. Luego murió, y la máscara que me había regalado se convirtió en un recuerdo de ella, así que seguí llevándola, en casa, en la calle, en la escuela. Luego sucedió lo de mi padre. Supongo que conoces la historia de la deshonra del Colmillo Blanco de Konoha…

Iruka asintió muy levemente. Por supuesto que conocía la historia, así como también sabía por boca del mismísimo Sandaime lo injusto que había sido el pueblo de Konoha con Hatake Sakumo. Pero no se atrevía a decir una palabra, solo siguió escuchando.

—Fue una época terrible. Cada vez más ninjas culpaban a mi padre por haber priorizado a sus compañeros antes que la misión, y mi padre estaba cada vez más deprimido. Apenas comía ni dormía, y ya no salía de casa. Aun así, jamás pensé que se quitaría la vida. —Kakashi inspiró hondo antes de seguir—. Ese día llegué a casa de la academia, y enseguida supe que algo iba mal. Cuando entré en la habitación, estaba tumbado de espaldas a mí, así que al principio pensé que estaba dormido. Le llamé y no contestó. Así que lo rodeé… y entonces vi su cara. Blanca, sin vida. La cara de un cadáver.

Kakashi cerró un momento los ojos pero los volvió a abrir en seguida, como si no quisiera rememorar esa escena.

—Al día siguiente, en el funeral, no llevé la máscara —continuó—. Pero al regresar a casa y mirarme al espejo no vi mi cara, sino la de mi padre. Sé que físicamente me parezco a él, mucha gente me lo dice. Pero no era simplemente su cara lo que yo veía en el espejo: lo que yo veía era la cara de un cadáver, del cadáver de alguien que había deshonrado las reglas ninja… y pensaba que cualquiera que mirara mi cara vería lo mismo que yo…

—Kakashi, eso no es así —exclamó Iruka sin poder contenerse esta vez—. Tu padre… 

—Lo sé —interrumpió Kakashi—. Tardé unos años, pero Obito me ayudó a comprenderlo.

—¿Obito? —El joven maestro no había oído jamás ese nombre antes.

—Otro día te contaré esa historia —prometió Kakashi, mirando por fin a Iruka a los ojos—. La cuestión es que, a partir de ese día, me acostumbré a llevar la máscara siempre en público. Siempre, hasta que tuve la oportunidad de besarte, y entonces no dudé ni por un momento en quitármela.

Iruka tragó saliva ante la intensa mirada llena de amor y confianza de Kakashi.

—Tu padre fue un gran hombre, demasiado bueno para ser ninja —murmuró el joven maestro—. Pero yo no veo su cara cuando te miro, solo veo la cara del hombre al que amo.

Kakashi sonrió y alzó una mano para acariciar levemente la mejilla de Iruka, quien contuvo el aliento, esperando que el jounin le besara, pero para su decepción, no fue así.

—En fin, todo eso fue hace mucho tiempo —dijo Kakashi, mirando de nuevo hacia la estancia vacía—. Ahora ya no es más que una habitación, pero lo cierto es que preferiría usar la otra como dormitorio principal. Esta podría ser una habitación de invitados, o un estudio, o las dos cosas.

Esas palabras hicieron reaccionar a Iruka.

—¿Vas a mudarte aquí?

Kakashi le clavó la mirada.

—Solo si tú te mudas conmigo.

Pillado completamente por sorpresa, el chuunin tardó varios segundos en procesar esa frase.

—Espera… ¿Me estás pidiendo… que vivamos juntos?

—Así es.

—Oh. —Iruka estaba momentáneamente en blanco.

—No tienes por qué decidirlo ahora mismo. Además, la casa necesita una buena puesta a punto, pero las misiones no me han dejado tiempo. Si para cuando acabe de arreglarla, decides que sí, bien, y si no, la venderé.

—¿La venderás? ¿La casa de tu familia?

Kakashi se encogió de hombros.

—Es una casa muy grande para mí solo. Y esta casa necesita una familia.

Una familia.

Iruka apenas podía recordar lo que significaban esas palabras.

Miró a su alrededor para observar la casa desde otra perspectiva. Desde una perspectiva de futuro. Y sin darse cuenta, avanzó por el pasillo hasta la otra habitación (la que supuestamente compartirían él y Kakashi), entró en ella y caminó hasta la ventana que daba al jardín trasero. Este estaba igual de abandonado que el delantero, pero descubrió que había un par de sauces majestuosos. Y unos metros más allá, confirmó el maestro con deleite, estaba el lago. De hecho, la casa tenía su propio embarcadero de madera para acceder a él.

Era una casa preciosa.

Pero si se mudaba allí con Kakashi, todo el mundo se enteraría. Su relación ya no sería ni un rumor o un secreto a voces, sería oficial.

Una familia.

¿Podían él y Kakashi ser una familia?

Mientras cavilaba y seguía mirando el lago, notó que el jounin se ponía de nuevo a su lado.

—Sé que te pilla un poco lejos de la academia, pero es una buena zona. —Kakashi parecía más inseguro que un momento antes—. Y te ahorrarías el alquiler de tu apartamento. Bueno, los dos nos ahorraríamos el alquiler de nuestros apartamentos. Pero como he dicho, piénsatelo con calma, y…

—Ya lo he decidido —interrumpió Iruka—. Digo que sí.

Kakashi abrió mucho los ojos.

—¿En serio?

—Solo con una condición.

—¿Cuál?

—Quiero que la arreglemos entre los dos. Quiero pagar a medias lo que cueste.

Se notaba demasiado que Kakashi no estaba de acuerdo. Y, sin embargo, no le puso pegas. Suspiró y a continuación sonrió feliz.

—Como tú quieras.

Iruka le devolvió la sonrisa.

Ahora sí, Kakashi le besó. Iruka le devolvió el beso con fiereza y se abrazó con fuerza al jounin, pasando ambos manos por detrás de su cuello; esta vez no le iba a dejar escapar. La temperatura subió rápidamente entre ellos y Kakashi jadeó.

—Iruka, no podemos… Tu brazo…

—Que le den a mi brazo, maldita sea, está perfectamente.

Iruka se separó de Kakashi, concentró chakra en los dedos índice y corazón de su mano izquierda, y antes de que el Ninja Copia pudiera impedírselo, cortó la escayola en dos. Los pedazos cayeron al suelo. Iruka inspeccionó su brazo y movió todos los dedos, sin problema.

—¿Ves?

Kakashi no pudo evitar sonreír malicioso.

—Eres un imprudente. Tsunade te va a abroncar.

—Tú me protegerás de ella.

—Ya veremos.

Volvieron a besarse. Kakashi aprisionó a Iruka entre él y la pared, y rápidamente entre los dos desabrocharon todos los botones y cremalleras que estorbaban. 

Kakashi le folló contra la pared, rápido, duro, pero eso era lo que Iruka también necesitaba. Ya lo harían con más calma en otro momento, cuando se hubieran resarcido de la sequía. Y mientras se resarcían Iruka comprendió por qué seis meses sin tener sexo con Kakashi le habían afectado tanto. La clave no estaba en el sexo, sino en Kakashi. Porque el sexo con Kakashi era más que sexo. Ya fuera sexo salvaje, tierno o apasionado, era sexo con amor. Iruka estaba más seguro que nunca.

Y el amor era todo lo que se necesitaba para formar una familia.

***

—Así que… te diste un golpe y la escayola se partió, ¿no? —preguntó Tsunade rompiendo el silencio que imperaba en la consulta médica.

Iruka bajó la mirada hacia su brazo izquierdo hinchado y dolorido, que estaba siendo inspeccionado por la Quinta.

—Sí —mintió, luciendo aún más avergonzado que cuando le había mentido a Sakura minutos antes.

A su lado, Kakashi se debatía entre el sentimiento de culpa por haber permitido que Iruka se quitara la escayola antes de tiempo, y la diversión que le provocaba la incomodidad del chuunin.

—Ya veo —dijo Tsunade, aunque era evidente que no le creía. Se giró hacia Sakura—. Sakura, tráeme el yeso y agua, por favor.

—Enseguida, Tsunade-sama —dijo la muchacha, y salió de la consulta.

En cuanto los tres adultos se quedaron solos, Tsunade no tardó en exhibir una sonrisa malvada.

—¿Valió la pena, al menos? —preguntó.

—¿Perdón…? —Iruka no entendió, o no quiso entender.

Kakashi no respondió, pero miró al frente y sonrió bajo la máscara.


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