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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Lamento que haya pasado tanto tiempo desde la última actualización. Yo misma me he sorprendido cuando he visto la fecha. En fin, ojalá pueda actualizar más seguido, ya que se viene una parte interesante de la historia (eso creo). Unos cuanto reviews serían de agradecer :)

Escena 8 — Entre Naruto y Naruto Shippuden

 

Sentado detrás de su mesa en la sala de misiones, Iruka repartía pergaminos como un autómata. En lugar de pronunciar frases de ánimos para los compañeros que partían, como solía ser su costumbre, permaneció toda la tarde serio y callado. Izumo, a su lado, había notado que aquella actitud se venía repitiendo varios días, y por fin se decidió a preguntar.

—¿Estás bien, Iruka?

Iruka salió momentáneamente de su ensimismamiento y miró a su amigo.

—¿Eh?

—Te pregunto si estás bien.

Iruka forzó una pequeña sonrisa en un rostro tenso.

—Claro que estoy bien. ¿Por qué lo preguntas?

—Te ves cansado. Tienes ojeras.

—No he dormido bien últimamente, eso es todo.

—¿Y eso por qué?

Iruka se encogió de hombros.

—No lo sé —mintió.

Viendo que Iruka no tenía ganas de hablar, Izumo le dejó estar.

Volviendo la vista al frente, Iruka se dijo a sí mismo que debería disimular mejor. Pero era difícil aparentar normalidad cuando por dentro era un manojo de nervios y preocupación.

El equipo que había partido a una misión de tres semanas en la aldea oculta de la Cascada, entre los cuales estaba Kakashi, debería haber regresado hacía cuatro días. Pero no solo no habían regresado sino que no tenían noticia alguna de ellos.

Iruka sabía que aquello no tenía por qué significar nada. Muchas veces los equipos regresaban tarde, y también muchas veces no podían enviar noticias por multitud de causas. Eso no significaba necesariamente que hubiera salido algo mal.

Como solía decirse, la falta de noticias eran buenas noticias.

Pero eso a Iruka no le consolaba.

Las últimas noches habían sido realmente malas, sin poder pegar ojo durante horas. Y ahora que la academia había reabierto, Iruka tenía todo el día ocupado, dando clases por la mañana, y trabajando en la sala de misiones por la tarde.

¿Cómo no iba a lucir cansado?

Cuando por fin su turno terminó, Iruka se despidió de Izumo y se marchó a casa, a pasar una noche más de insomnio.

***

El día siguiente empezó como los anteriores. Iruka se levantó habiendo dormido apenas un par de horas en toda la noche. Se duchó, se vistió, desayunó un poco y partió hacia la academia.

La mañana allí transcurrió lenta y pesadamente.

Normalmente, Iruka disfrutaba de su trabajo con los niños, por muy cuesta arriba que se le hiciera a veces. Sin embargo, ese día, el cansancio y la tensión acortaron su paciencia, y terminó gritando más de la cuenta. Incluso el valiente Konohamaru terminó escondiéndose detrás de Moegi. Durante un descanso, en la sala de profesores, Iruka se arrepintió y se dijo que no podía continuar así. Tenía que separar sus preocupaciones personales de su trabajo.

Sin ganas de cocinar, Iruka fue a comer a Ichiraku. Teuchi, el dueño, le vio tan abatido que insistió en invitarle, pero el chuunin apenas pudo probar bocado.

Un rato después se encontraba de nuevo tras su mesa en la sala de misiones. Allí, viendo partir una y otra vez a chuunins y jounins hacia misiones más o menos peligrosas, era realmente difícil llevar a cabo su resolución de separar sus preocupaciones personales de su trabajo.

Izumo se sentó a su lado pocos minutos después de empezar el turno. Su amigo siempre estaba enterado de los chismorreos, por lo que Iruka no tardó en interrogarle con cautela.

—¿Alguna novedad? —preguntó con falso aire despreocupado.

—¿Novedad? Nada, que yo sepa —dijo Izumo.

—He oído que el equipo que fue a Takigakure[1] lleva cinco días de retraso. ¿Sabes si hay noticias?

—No, ni idea.

Sin saber que aquella conversación era mucho más transcendente para Iruka de lo que podía pensar, Izumo desechó rápidamente el tema y se puso a cotorrear sobre Kotetsu y su novia la civil, diciendo algo como que se habían peleado.

Iruka no podía prestarle atención. Solo podía pensar en Kakashi.

«Debería haberle dicho que le quiero —pensó de pronto, sintiendo un doloroso aguijonazo en el corazón—. Debería habérselo dicho cuando tuve ocasión. Si le ha pasado algo…»

Intentando apartar ese doloroso pensamiento de su mente, Iruka paseó la mirada por el lugar. Vio a Asuma y Kurenai, de pie al fondo de la sala, hablando entre ellos aparentemente despreocupados. Gai se unió a la pareja un rato después.

Quiso levantarse, acudir a ellos y preguntarles directamente por Kakashi. Pero, aunque sospechaba que los tres estaban enterados de su relación con su amigo, a juzgar por las miraditas que le habían echado en las últimas semanas, no fue capaz.

Izumo se dio cuenta de que Iruka no le escuchaba y simplemente dejó de hablar.

Pasaron varias horas. Iruka no podía evitar que la angustia creciera exponencialmente dentro de él. Apenas conseguía prestar atención a lo que estaba haciendo.

En un momento dado, la palabra Takigakure, dicha muy cerca, captó su atención. Iruka se volteó hacia Izumo, quien estaba atendiendo a un jounin de pelo dorado ataviado con un uniforme extraño. El jounin llevaba el protector de Konoha, pero el uniforme era de otra aldea. Estaba explicando que en Takigakure les habían proporcionado ropa seca después de la espantosa tormenta que habían sufrido justo cuando estaban a punto de salir.

—¿Eres de la misión de Takigakure? —preguntó Iruka, interrumpiendo.

El jounin de pelo dorado le miró y asintió.

—¿Dónde están tus otros compañeros? —inquirió el joven maestro, ansioso. Izumo le miraba con curiosidad.

—No lo sé. Hace una hora que llegamos.

—¿Una hora?

—Sí. Nos despedimos en la oficina de la Hokage. A mí me tocó redactar el informe. Tsunade lo quería cuanto antes, ni siquiera he podido cambiarme aún.

—Pero… ¿están todos bien?

—Sí. Nos retrasamos y perdimos la comunicación por la tormenta, nada más.

El inmenso alivio se mezcló rápidamente con la indignación.

«Entonces, ¿dónde mierda está Kakashi? —quiso gritar el chuunin, pero se contuvo—. Sabe que yo sé que debería haber llegado hace cinco días. Tiene que saber que estoy preocupado por eso. ¿Por qué no ha venido directamente a mí?»

Entonces le vio. Acababa de entrar en la sala de misiones y estaba saludando a Gai, Asuma y Kurenai. Kakashi llevaba también el uniforme de Takigakure todavía, por lo que al menos podía deducir que tampoco había tenido tiempo de cambiarse.

De repente los cuatro jounins le estaban mirando. Fue un vistazo rápido, el único que aún le seguía mirando era Kakashi, pero  Iruka sintió una rabia extraña que le embargaba.

No debería haberle hecho esperar ni un minuto más de la cuenta, mucho menos una hora entera.

Kakashi seguía con la mirada clavada en él pero Iruka había desviado la suya.

—Iruka, ¿no te vas? —preguntó Izumo con una entonación extraña—. Tu turno ha terminado.

—¿Eh? Sí, ya me voy.

Iruka se levantó pesadamente. No sabía cómo enfrentar a Kakashi estando tan molesto. Se despidió de Izumo y se encaminó a la salida de la sala. Podía notar de nuevo las miradas de los cuatro jounins fijas en él. Pero Iruka siguió caminando como si nada, con la espalda muy recta, ignorándoles. Ignorando incluso a Kakashi.

Pero Kakashi no podía ignorarle a él. Nada más salir de la sala y dar unos cuantos pasos por el desierto pasillo, Iruka escuchó otra vez la puerta y un momento después el jounin caminaba a su lado.

—¿No me das la bienvenida, Iruka? —preguntó este tras unos segundos de silencio.

—Podría habértela dado hace una hora —respondió fríamente el chuunin.

—Estaba con Tsunade.

—Llegas cuatro días tarde, Kakashi. Sin avisar. —Iruka siseaba, intentando no alzar la voz—. ¿De verdad no podías haber venido a mí lo primero para tranquilizarme, para mostrarme que estabas bien? ¿Tienes idea de lo preocupado que estaba?

Kakashi agarró suavemente a Iruka del codo y le obligó a detenerse.

—Creí que alguien te lo comentaría.

—¿Quién? ¿Quién vendría a decirme a mí expresamente que habías vuelto? ¡Casi nadie sabe lo nuestro!

Kakashi levantó una ceja.

—Cierto.

Iruka estaba demasiado molesto para entender su pulla.

—¿Qué quieres decir?

—Digo que si no estuvieras empeñado en ser tan discreto, cualquiera que supiera lo nuestro podría haberte avisado, o mejor, yo mismo podría haber mandado a Shizune a darte el aviso delante de todo mi equipo. Pero no podía porque resultaría demasiado evidente, así que he tenido que callarme y esperar a que Tsunade terminara de interrogarme antes de poder venir yo mismo a tranquilizarte.

Aturdido ante la evidencia, Iruka calló.

Escucharon pasos y voces. Varios jounins habían salido de la sala de misiones y caminaban en su dirección. Inmediatamente Kakashi soltó el codo de Iruka y quiso apartarse, pero entonces Iruka le agarró inesperadamente de los bajos del chaleco.

—No —murmuró simplemente—. No. No te alejes. Tienes razón.

—Espera, no tienes por qué decidirlo ahora…

Demasiado tarde. El grupo de jounins pasó por su lado y todos vieron que Iruka tenía agarrado a Kakashi del chaleco. Los hombres entrecerraron los ojos, como si no comprendieran muy bien qué estaban viendo, mientras que las mujeres los abrieron como platos.

Aun así, nadie dijo una palabra, y el grupo se alejó.

—No era mi intención presionarte —dijo Kakashi, sintiéndose un poco culpable de la situación.

Iruka no dijo nada. Soltó el chaleco de Kakashi y continuó andando.

Kakashi no supo discernir si Iruka seguía enfadado o no, por lo que se quedó en el sitio.

Iruka se detuvo finalmente unos pasos más allá y giró levemente el rostro.

—¿No vienes? —preguntó un poco ruborizado.

Kakashi sonrió y asintió.

***

El sexo fue intenso.

Tras el orgasmo, Kakashi se desplomó sobre Iruka, quien había alcanzado el suyo poco antes. Permaneció quieto varios minutos, reponiéndose, disfrutando de la sensación post—clímax, hasta que un toquecito en su costado le hizo abrir los ojos.

—Pesas —murmuró Iruka, rozando con los labios su hombro.

—Perdona.

Kakashi rodó hacia un lado, quedando boca arriba. Iruka también rodó y se colocó de costado, dándole la espalda, lo cual no era muy habitual. El jounin supuso que, a pesar de la increíble media hora que acaban de compartir, su amante aún estaba un poco resentido.

Con la intención de congraciarse con él, Kakashi también se colocó de costado y comenzó a hacerle caricias en la espalda. Con suavidad, pasó una y otra vez el dedo por la piel húmeda por el sudor, cuidándose de no acercarse demasiado a la cicatriz. Sabía que a Iruka no le gustaba que le tocaran allí.

Pasados varios minutos y viendo que no obtenía ninguna respuesta, Kakashi se decidió a preguntar.

—¿Aún estás enfadado?

—No —fue la monótona respuesta del maestro.

—¿Entonces? ¿Estás preocupado?

—¿Por qué iba a estar preocupado?

—Por si la gente empieza a hablar sobre nosotros.

—Pues que hablen.

El comentario en sí ya era extraño proviniendo del precavido y celoso—de—su—intimidad Iruka, pero lo que más inquietó a Kakashi fue el tono distante y frío que estaba empleando. Se incorporó un poco para poder verle la cara y se sorprendió al ver su tenso rostro.

—¿Qué ocurre, Iruka? —preguntó alarmado Kakashi, apretando levemente su hombro.

De repente, Iruka se cubrió los ojos con el antebrazo; Kakashi ya conocía el gesto y sabía que no era buena señal.

—Nada —mintió descaradamente el chuunin.

—Iruka. —El tono fue más imperativo esta vez—. Dímelo.

—Nada —repitió el otro, obstinado.

Después de tantas semanas fuera, Kakashi no tenía ganas de jugar a este juego, así que sin más volteó a Iruka y le obligó de un tirón a apartar el brazo de la cara. Como sospechaba, los ojos ahora crispados de Iruka lucían aguados.

—¿Qué demonios haces? —se quejó el chuunin.

—Qué. Ocurre. Iruka —insistió.

—Déjame.

Iruka intentó levantarse de la cama, pero Kakashi se lo impidió, sujetándole de ambos brazos. No le gustaba tener que usar la fuerza contra Iruka, pero no estaba dispuesto a dejarle ir sin que le explicara cuál era el problema.

—Dime qué ocurre —ordenó—. No te soltaré hasta que me lo digas.

Por un momento pareció que Iruka iba a seguir en sus trece, sin embargo, a continuación, explotó.

—¡ESTABA ASUSTADO! —gritó en la cara de Kakashi—. ¡Estaba jodidamente asustado! Llevo cinco días sin dormir, ¡¿tienes idea de lo mal que lo he pasado?! ¡Pensé que estabas muerto!

Kakashi aflojó el agarre, pero no se movió.

—Lo siento —musitó, sin saber qué más decir.

Iruka se mordió el labio y giró la cabeza a un lado. Sus mejillas se habían teñido de rojo, avergonzado por su arrebato.

Kakashi le besó en la mejilla, luego en la frente, y luego en el oído.

—Lo siento —repitió—. Intentaré que no se vuelva a repetir.

—No solo depende de ti… —susurró Iruka de forma casi inaudible, cerrando los ojos con fuerza.

Kakashi continuó depositando pequeños besos sobre el rostro y cuello de Iruka. Soltó uno de sus brazos y le agarró de la barbilla, instándole a que girara de nuevo la cara hacia él. Cuando lo consiguió, empezó a besarle en la boca con ansias. Iruka gimió y, poco a poco, empezó a corresponderle.

De nuevo excitado, y sabiendo que Iruka estaría aún lubricado de antes, Kakashi simplemente se posicionó sobre él y, tras esperar unos segundos para cerciorarse de que el chuunin no le detenía, le penetró.

—Oh, dioses —jadeó Iruka.

Kakashi embistió con fuerza. Logró que Iruka se corriera por segunda vez e inmediatamente después él hizo lo mismo. A pesar del cansancio, se recordó a sí mismo que no debía desplomarse sobre Iruka, pero cuando iba a rodar hacia un lado, el chuunin le mantuvo sujeto con los brazos a su espalda.

—Pensé que te era incómodo —murmuró Kakashi, a duras penas manteniéndose sobre sus antebrazos.

—No importa —musitó Iruka contra su cuello.

Así que Kakashi, exhausto, se dejó caer sobre él. Iruka le abrazó más fuerte. Kakashi pensó que debería hacer algo, quizás disculparse otra vez, pero se le adelantaron.

—Te quiero —susurró Iruka.

Aunque a esas alturas, cuando llevaban ya casi seis meses saliendo juntos, los sentimientos de Iruka por él le resultaban evidentes, a Kakashi le sorprendió, y le conmovió, la repentina sinceridad del joven.

—Yo también te quiero.

No podía verlo, pero supo que Iruka estaba sonriendo contra su piel.

***

Tsunade contempló el papel como si fuera algo extraño, algo que no debería estar allí, en sus manos.

—¿Estás seguro de esto, Iruka? —preguntó la mujer.

—Lo estoy, Hokage-sama.

Shizune, a su lado, también estaba muy sorprendida.

—Creía que te gustaba ser maestro —continuó Tsunade.

—Y me gusta. Pero creo que puedo hacer más por la aldea.

—Claro, si es lo que quieres…

—Es lo que quiero.

Iruka parecía convencido, pero para Tsunade había algo que no terminaba de cuadrar. Pero como Hokage, no podía negarse.

—Bien, entonces te asignaré un tutor. ¿Tienes alguna preferencia?

—No… —De nuevo Iruka parecía incómodo—. Bueno, preferiría que no fuera Gai.

—En ese caso, Shizune, ves a buscar a Asuma.

—Sí, Tsunade-sama.

Shizune salió de la sala, quedando Tsunade e Iruka solos.

La Hokage sabía que era una pregunta fuera de lugar, pero no pudo contenerse.

—¿Lo sabe Kakashi?

El rostro de Iruka se tensó, era evidente que la pregunta no le había hecho gracia. Tsunade lo entendía: al preguntarle aquello, era como si insinuara que Iruka necesitara del permiso de su pareja. No era esa su intención, simplemente quería conocer la respuesta, la cual ya se temía que era un ‘no’.

—No, no lo sabe —confirmó Iruka.

Intentando hacerlo sonar como una conversación casual, Tsunade fue más allá.

—¿Y no piensas decírselo?

Ahora Iruka estaba claramente incómodo.

—Se lo diré cuando regrese de su actual misión.

—Ya veo…

Hacía dos días que Kakashi había partido hacia una misión bastante larga; no regresaría antes de tres meses. Era evidente que Iruka había esperado aposta a que se marchara para realizar su petición. Así, cuando Kakashi regresara, ya no podría hacer nada para evitarlo. En teoría.

—¿Y qué pasa con Gai? —No pudo evitar sonreír con malicia—. ¿Algún triángulo amoroso del que no estoy enterada?

Iruka se ruborizó.

—No, claro que no —balbuceó el chuunin.

—Lástima, habría sido interesante.

En ese momento Shizune regresó con Asuma, con su inseparable cigarrillo en los labios.

—Buenos días, Hokage-sama —saludó el jounin de barba. Parecía un poco extrañado por ver a Iruka allí, como si también le hubiera estado esperando.

—Buenos días, Asuma.

—¿Qué puedo hacer por usted?

Tsunade fue directa al grano.

—Iruka quiere presentarse a los exámenes de jounin. Y he pensado en ti como su tutor, si te parece bien.

Sorprendido, Asuma miró a Iruka fijamente a los ojos. Iruka simplemente le sostuvo la mirada. Por un momento el jounin pareció a punto de decir algo, pero no lo hizo.

—¿Estás de acuerdo, Asuma?

—Eh, sí, claro, Hokage-sama.

—Bien, entonces no hay mucho más que decir. Los exámenes son de aquí a medio año. Empezad cuando queráis. Podéis marcharos.

—Sí, Hokage-sama.

Cuando Iruka y Asuma salieron del despacho, Tsunade se reclinó en su asiento y entrelazó los dedos.

«Esto va a traer problemas…», vaticinó.

***

Mientras caminaban por el pasillo, Asuma se decidió a preguntar cuanto antes.

—¿Lo sabe Kakashi?

Iruka bufó.

—No, no lo sabe. ¿Por qué todos me preguntáis por él?

—¿Porque es tu pareja desde hace casi un año y debería saber que quieres realizar misiones de rango S?

—Lo sabrá cuando vuelva.

—Joder, Iruka…

—Perdona que te diga esto, Asuma-san, pero se supone que eres mi tutor, no mi consejero sentimental.

Asuma frunció el ceño, molesto por la insolencia del chuunin. Aunque quizás este tenía razón y se estaba metiendo donde no le llamaban.

Pero Kakashi era su amigo, y cuando se enterara de los planes de Iruka, no le iba a sentar bien. Nada bien.

 

 

 

 

 


[1] La Aldea Oculta de la Cascada, se encuentra en el País de la Cascada.

Notas finales:

No tengo ni idea de cómo se hacen los exámenes de jounin ya que no salen en la serie, así que el método será totalmente de mi invención.


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