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Cuando la normalidad falla por Mai_Kusakabe

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Notas del capitulo:

Siguiente capítulo :)

No, no me he vuelto loca, el de mi cumple lo puse aparte de la actualización semanal xDD (con cartas desde el mundo no lo hice porque solo había un día de diferencia).

Este será el ritmo de actualizaciones a partir de ahora si no pasa nada:

Martes: Cartas desde el mundo.

Jueves: Cuando la normalidad falla.

Sábado: En las sombras.

Capítulo 14: El plan en marcha

Perona corría por el pasillo del edificio con una bandeja llena de tazas de café sujeta entre las manos. El jefe la había llamado esa mañana para que viniese a echar un cable con un trabajo de última hora que había surgido. Un trabajo muy prometedor que nadie quería arriesgarse a perder.

Claro que podrían haberla avisado de qué clase de gente venía.

Habían llegado hacía cosa de una hora, poco después de comer, y habían ocupado una de las salas de descanso, entrando uno a uno en el despacho más cercano.

Eran una panda de escandalosos, y muchos de ellos criminales.

Había tenido que esconder cualquier cosa que valiese más de doscientos belis después de pillar a la chica del pelo naranja por tercera vez intentando guardarse una de las carísimas plumas estilográficas que Hogback insistía en tener expuestas en la oficina, y se estaba comenzando a plantear si debería atornillar los muebles al suelo también. No le gustaba cómo la chica miraba una y otra vez la ventana.

Entró en la sala y apenas tuvo tiempo de dejar la bandeja en la mesa antes de que varios de los presentes se abalanzasen sobre esta. El chico de pecas con la camisa abierta apartó de un empujón al del sombrero de paja cuando este intentó coger una taza, y el rubio de las cejas raras le dio una patada a su brazo para apartarlo del azucarero.

Perona decidió que si querían pelearse era cosa suya y fue a sentarse a uno de los sillones vacíos.

El pelirrojo alto apartó a los demás a empujones para poder coger dos tazas y, ante las protestas generales, el azucarero, que se llevó a una de las mesitas pequeñas junto a la que había estado sentado desde el principio con el moreno de los pendientes.

La chica los miró, y otra vez volvió a sentir pena por el moreno, y a ruborizarse al pensar en lo romántico que era todo aquello.

Mientras estaban esperando, el chico del sombrero de paja y el de la nariz larga le habían contado, con interrupciones del escandaloso hombre de pelo azul, la historia por encima, y a Perona se le había pasado enseguida el cabreo por tener que trabajar en domingo.

Era precioso y muy triste, y le había costado no echarse a llorar.

Claro que iba a ayudarles.

--

Absalom estaba de muy buen humor desde que la tarde anterior recibió la llamada de Kid.

El joven pelirrojo y él se habían conocido en un bar un par de años atrás, por entonces el chico se había colado con un carné falso, y habían hecho buenas migas en seguida. Oh, Absalom no era gay, ni de puñeterísima coña, y le venía perfecto que el pelirrojo sí lo fuera. Eustass Kid era un joven muy atractivo que atraía como moscas tanto a mujeres como a hombres, y Absalom no había tardado en descubrir que era mucho más fácil llevarse a la cama a una mujer desanimada por semejante rechazo, porque Kid no era precisamente delicado a la hora de mandar a la gente a la mierda.

A Kid su amistad con Absalom le venía muy bien, ya que como agradecimiento por su involuntaria ayuda el hombre se encargaba de cubrir cualquier follón en el que el pelirrojo pudiera meterse. Y Kid se metía en muchos líos.

En fin, ventajas de ser uno de los mejores en el negocio y tener muchos contactos.

Cuando Kid lo había llamado y le había explicado su plan, el hombre había necesitado de todo su autocontrol para no ponerse a dar saltos de alegría. Teóricamente le estaba pidiendo un favor, pero aquello los beneficiaba a ambos y lo sabían.

Era una lástima que la situación de Trafalgar Law le impidiese participar abiertamente, pero estaba de acuerdo con Kid en que, si jugaban bien sus cartas, aquello podía beneficiarles.

Absalom ya podía ver cómo aquello ayudaría aún más a su brillante carrera.

Y, como un bono añadido, estaba conociendo a gente muy interesante.

Tenía que pasarse por esa residencia sin ventanas de la que Penguin le había hablado…

La puerta se abrió y Absalom fue incapaz de contener el silbido al ver a la persona que entró por ella.

Vaya bombón…

--

-¿Tu abuelo te deja participar sin más? –Le preguntó Usopp a Luffy.

Seguían esperando en aquella sala, Zoro, Penguin y Sanji ya habían entrado, y ahora estaba dentro Nami hablando con el hombre. Usopp había oído un golpe, probablemente el tal Absalom había hecho algún comentario que no debía.

-No me ha preguntado para qué era.

-¡¿En serio?! –Gritó Usopp, estupefacto. Sabía que Garp era rarito, pero de ahí a firmar aquello sin saber ni para qué lo quería su nieto…

Luffy se rio.

-Solo me ha preguntado si iba a hacer algo ilegal.

-Si fueses a hacer algo ilegal no necesitarías una autorización, imbécil –intervino Sanji, y Luffy solo se rio de nuevo.

--

Ya eran las siete pasadas cuando le llegó el turno a Kid para entrar, siendo el último en hacerlo del grupo.

Su conversación con Absalom fue bien, le dio la sensación de que le hombre estaba prácticamente salivando solo de pensar en mañana, aunque se desanimó considerablemente cuando Kid le dijo que no intentase nada con las chicas, que Robin salía con Franky y Nami le cortaría las pelotas para venderlas al peso.

Cuando salió del despacho, lo estaban esperando todos, Law incluso habiéndose levantado del sillón del que no se había movido en toda la tarde.

La chica de pelo rosa suspiró con evidente alivio al acompañarlos a la puerta, y Kid miró divertido la alfombra llena de restos de comida y el par de plantas que habían sido masacradas durante una de las peleas rutinarias de la no-pareja.

Alguien se iba a pasar un par de horas limpiando.

-¡VAMOS A CENAR POR AHÍ! –Gritó Luffy en cuanto estuvieron fuera.

Kid miró su reloj y comprobó que apenas eran la siete y media, tenían más de dos horas hasta el toque de queda.

-No tengo dinero –dijo Nami en seguida.

Luffy habló antes de que Sanji pudiera salir en defensa de la chica.

-Paga Kid.

-¡¿Por qué tengo que pagar yo?! –Gritó el pelirrojo, mostrándose más enfurecido de lo que realmente estaba.

El dinero en sí no le molestaba, pero más de una vez acababa hasta los cojones de que Luffy decidiera lo que le daba la gana sin preguntar a nadie.

-Porque eres rico.

-… De acuerdo. –Miró a los dos hermanos morenos-. Pero vamos a un buffet libre o me arruinaréis.

Encontrar dicho buffet fue sencillo, miraron la carta de fuera para asegurarse de que hubiera platos que les gustaran a todos a pesar de las insistencias de Luffy de que si tenía carne ya servía, y entonces entraron.

Los recibieron con mucha amabilidad, algo de esperar al ver a un grupo tan grande, e incluso les ayudaron a juntar las tres mesas que necesitaban para sentarse todos.

Kid contuvo las ganas de reírse, sabiendo que para cuando se fueran la amabilidad se habría esfumado y los camareros estarían prácticamente llorando por la cantidad de comida que los dos agujeros negros del grupo habrían devorado. Y solo llorarían por eso si tenían suerte.

Tal como estaban las cosas ese día, los camareros no tuvieron suerte.

Los hermanos prácticamente aspiraban la comida de los platos a una velocidad y en unas cantidades pasmosas, tal como Kid había previsto, y a los diez minutos ya vio a la primera camarera incómoda.

Entonces Sanji, mientras se servía, piropeó en su particular estilo a un grupo de chicas, Zoro hizo un comentario despectivo y estalló la pelea. Por suerte para el local, la pelea se limitó a insultos y el mobiliario no sufrió daños, pero aún así la cantidad de insultos intercambiados hizo que una familia que acababa de entrar por la puerta diese media vuelta y se marchase.

Fue un milagro que los golpes no llegasen. Y no por parte de Zoro y Sanji, precisamente.

Iban ya por el postre, y Law tenía frente a él, en su sitio estratégicamente lejos de los hermanos, un plato con el último trozo de una de las tartas, todos los demás siendo devorados por las aspiradoras con patas.

Decidiendo que quería probarla, o tal vez no y usándolo solo como excusa, Kid agarró a Law del cuello de la camiseta y lo besó, haciéndole partir los labios con la lengua para que compartiera con él la dulce mezcla de chocolate y naranja.

-¡Joder, qué asco! –Exclamó alguien.

Se hizo el silencio en la mesa y Kid y Law se separaron, ambos girándose a mirar a la mesa de al lado, donde un chico de unos veinte año estaba fingiendo arcadas entre las risas de sus amigos.

En las mesas de alrededor mucha gente se calló también para ver qué pasaba.

-Puto imbécil de mierda… -gruñó Kid, yendo a levantarse para hacerle una cara nueva, pero Law lo sujetó del brazo para detenerlo.

-No es un buen momento para meterte en peleas, Eustass-ya.

Kid lo miró por un momento antes de caer en la cuenta de que, por supuesto, tenía razón, y volver a sentarse en la silla.

-¿Qué pasa? ¿Tu novia te castiga si te portas mal? –Se burló el chico, al parecer sin darse cuenta de que todos en aquella mesa le estaban dedicando miradas cada vez más molestas. Sus amigos volvieron a reírse.

-Para nada –habló Law antes de que Kid pudiera rugirles algún insulto-, pero si acaba en la cárcel por mandar a unos imbéciles como vosotros al hospital, difícilmente podrá follarme esta noche, ¿no os parece?

Kid estalló en carcajadas al ver las expresiones de horror y pasmo en las caras de los ocupantes de la otra mesa, el chico que había hablado volviéndose de un curioso color verdoso y el silencio apoderándose del restaurante, solo roto por las estruendosas risas de Kid. Risas que pararon en cuando el pelirrojo procesó exactamente lo que Law acababa de decir.

Miró al moreno en busca de una respuesta, esperando de verdad haberlo entendido bien, y Law le dedicó esa ligeramente torcida sonrisa suya que significaba que iba completamente en serio.

Kid lo sujetó del brazo y se levantó, tirando del otro para que se pusiera en pie también y, sin decir nada y entre el silencio que aún ocupaba el lugar, comenzó a caminar, sin soltar al moreno, hasta la puerta. Recordando de pasada que supuestamente pagaba él, Kid sacó la cartera y se la tiró a Robin, que la cogió al vuelo.

-Devuélvemela mañana –dijo antes de salir, y un sonriente Law se soltó para cogerlo de la mano.

Continuará


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