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Cuando la normalidad falla por Mai_Kusakabe

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Notas del capitulo:

Siento mucho no haber actualizado En las sombras y Cartas desde el mundo, me puse enferma y me fue imposible terminar los capítulos a tiempo ó_o

Ya he respondido todos los reviews pendientes :D

Capítulo 21: Soluciones varias a problemas

Roronoa Zoro estaba de muy mal humor. La única razón por la que había acudido al centro esa mañana era porque, tras lo sucedido con Sanji hacía un par de días, Crocus había insistido en que quería hablar con él.

A pesar de entender las razones detrás de la pelea, el hombre había intentado convencerlo de que reaccionar de forma tan violenta y acabar a golpes no había sido el mejor desenlace posible, cuando ese era en realidad el único desenlace posible al tratar con el imbécil del cocinero.

Su idea había sido irse de tiro al dojo una vez saliera, pero los planes se le habían torcido. Probablemente no se habría fiado si la persona que se acercó a él hubiera sido Nami o incluso Robin, ¿pero quién iba a sospechar que Luffy sería capaz de hacer algo tan rastrero sin que se le notase a la legua? No le cabía duda de que lo habían sobornado.

Frustrado, Zoro le dio un puñetazo a la pared y se dejó caer en el suelo.

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-Sanji, ¿podrías ayudarme un momento?

Al escuchar esa pregunta de Nami, fue la primera vez desde la pelea con Zoro que el rubio había reaccionado en lo que para él se consideraba normal, poniéndose en pie de un salto, exclamando su amor eterno y disposición a hacer lo que fuera por su adorada Nami.

Una vez la rutina hubo pasado, salieron de la cafetería y comenzaron a caminar por el pasillo.

-Robin me ha pedido que le llevara una caja, pero está muy alta y no llego –explicó la chica-, ¿podrías bajarla tú, Sanji?

-¡Por supuesto, Nami-swaaan!

Llegaron frente a la puerta en cuestión, donde Nami sacó una llave y abrió el cerrojo. Sanji abrió y entró en busca de la caja.

Antes de que el joven pudiese fijarse en su alrededor, Nami agarró el pomo de la puerta, la cerró de un portazo y giró de nuevo la llave a toda prisa.

-¡¿Eh?! ¿Nami? –Escuchó preguntar al chico al otro lado.

-Lo siento, Sanji, pero vas a quedarte ahí hasta que arregléis esto –dijo la chica, retirando la llave del cerrojo.

-¿De qué estás…? ¡¿MARIMO?!

-¡¿Qué coño haces tú aquí?!

Nami se apoyó contra la pared del pasillo y se deslizó por esta hasta quedar sentada en el suelo. Tendría que esperar a que los gritos parasen para explicarles la situación.

-Chicos, podéis salir, ya está.

La puerta al otro lado del pasillo se abrió y de esa habitación salieron Luffy, Robin y Usopp, los dos chicos riéndose por lo bajo y la mujer sonriendo ligeramente. Se sentaron junto a ella en el suelo, Luffy sacó una bolsa de patatas fritas y se dispusieron a esperar.

--

Marco cerró las puertas del coche y se guardó la llave en el bolsillo, suspirando antes de girarse en la acera para ir a la comisaría.

Estos últimos días, desde que el artículo había salido, habían sido, cuanto menos, incómodos. Los únicos en la comisaría que no parecían enfadados con él eran Izo y Oyaji, todos los demás variaban desde no dirigirle la palabra, como hacía Jozu, hasta aprovechar cualquier oportunidad para hacer un comentario acerca de lealtad o amistad.

Sinceramente, por mucho que entendiera las razones detrás del cabreo y que supiera que estaban bajo mucha presión, Marco tenía ganas de darle un puñetazo a más de uno.

Se detuvo en seco al ver, apoyado contra la pared unos metros antes de la entrada de la comisaría, a Ace, vestido con un pantalón pirata ancho y una camisa abierta que daba una gran vista a su trabajado pecho.

Al verlo, el chico se separó de la pared y lo miró, y Marco por un momento se vio transportado a la última vez que se habían visto, tres días atrás, cuando las posiciones habían estado invertidas.

-Soy imbécil –dijo Ace antes de que Marco pudiera decidir si quería preguntarle a qué había venido o pasar de largo.

Marco tardó un momento en procesar lo que acababa de escuchar, parpadeó un par de veces y preguntó:

-¿A qué viene eso?

-Ni se me había pasado por la cabeza que alguien pudiera pensar que nos habías ayudado, o que les fuera a sentar tan mal –dijo el moreno atropelladamente, sin duda hablando más deprisa de lo que había pretendido, y dio un paso adelante-. Lo siento, ¿vale? De verdad, no quería darte problemas.

Marco había querido de verdad enfadarse con Ace por no avisarle acerca del artículo, pero al estar frente a él, y ver tan claramente que de verdad lo sentía, con una expresión tan sincera al decirle que no había pensado que fuera a afectarle, no pudo más que negar con la cabeza.

-La verdad es que yo me pasé al cabrearme tanto, no debería haberlo hecho.

Una enorme sonrisa se dibujo en el rostro de Ace.

-¿Entonces volvemos a salir?

Marco sonrió también.

-Si te apetece…

Se miraron un momento y ambos comenzaron a reírse. Ace finalmente acortó la distancia que los separaba y, calmándose un poco, levantó una mano y la llevó a la mejilla derecha de Marco, donde el moretón del puñetazo que le había dado Thatch aún era visible.

-Creo que debería disculparme por esto también.

-No es culpa tuya –aseguró Marco-, es del imbécil de Thatch.

Algo que podría haber sido enfado perfectamente apareció en los ojos de Ace.

-¿Sabes? Tal vez debería dejarle un par de cosas claras.

Muchas personas se habrían ofendido de que alguien se ofreciera, aunque de forma indirecta, a hacerse cargo de alguno de sus problemas, pero en ese momento a Marco le pareció que Thatch se merecía realmente un golpe de realidad directo a la cara, y no se le ocurría nadie mejor para dárselo que Ace, de quien ya había aprendido que podía ser realmente lanzado.

Sonriendo puede que con más malicia de la que debería, Marco dijo:

-Está dentro, su mesa es una de las que están a la derecha de la entrada.

Marco esperó a que Ace se diese la vuelta y hubiese dado un par de pasos para seguirlo, y negaría que hubiese tenido algo que ver con el hecho de que los pantalones que el chico llevaba eran bastante apretados a la altura de las caderas y marcaban muy bien su culo.

El rubio cruzó la puerta varios segundos después que Ace, justo a tiempo para ver la expresión extrañada de Thatch al darse cuenta de que el más joven iba derecho a su mesa.

Ace se detuvo lo más cerca que el mueble le permitió y, Marco pudo notar a pesar de que solo le veía la espalda, se cruzó de brazos.

-Thatch, ¿verdad? Nos conocimos el otro día. Soy Ace.

Se podría haber escuchado una aguja caer en el silencio que ocupó la comisaría en ese momento. Muchos se habían girado a mirar al joven que había entrado con aire decidido en la comisaría, algunos reconociendo su rostro por el artículo de hacía unos días y otros no, pero todos reconocieron aquel nombre como el del chico con el que Marco había empezado a salir.

Thatch parpadeó, y abrió la boca bastante despacio para decir algo, pero Ace lo cortó.

-¿Eres gilipollas o qué? –Algunos jadeos y exclamaciones ahogadas se escucharon por la comisaría-. ¿Qué clase de mierda de amigo se cree que lo han vendido por un polvo sin ni siquiera escuchar lo que le dicen? Marco no sabía nada del artículo, no pensé en decírselo.

Thatch volvió a parpadear, y Marco distinguió perfectamente la indignación que comenzó a invadir su rostro. El hombre estaba a punto de hablar y responder sin haberse parado a pensar primero, como solía hacer cuando se peleaba con alguien, cuando una risa muy característica se escuchó.

Todos se giraron hacia la puerta del despacho de Oyaji, que estaba abierta y dejaba ver al hombre en el umbral de esta, riéndose.

-Bien dicho, chaval –le dijo a Ace.

Barbablanca se había molestado bastante con la actitud tan ridículamente infantil que muchos de sus hijos, y en especial Thatch, habían adoptado hacia Marco, pero no había dicho nada porque, Marco sabía, una intervención suya solo serviría para que los demás se enfadasen aún más con él. Igualitos que cuando eran pequeños.

-¡Pero, Oyaji…! –Comenzó Thatch, pero el hombre lo cortó.

-Piénsate lo que vas a decir antes de hablar. Te estás comportando como un crío. Todos os estáis portando como críos.

Thatch cerró la boca y Marco vio a varios desviando la mirada.

Esta vez, el enorme hombre se dirigió a Marco.

-¿Por qué no te tomas el día libre? No creo que nadie –miró amenazadoramente a su alrededor- vaya a decir nada, no después de estos días.

Marco sonrió, puede que algo más satisfecho de lo que debería.

-No es mala idea. –Miró a Ace-. ¿Tienes planes?

Ace también sonrió, mucho más calmado ahora que le había dicho a Thatch lo que pensaba.

-Ahora sí.

Marco se sorprendió cuando, en vez de ir directamente a donde estaba él, Ace se giró hacia Barbablanca e hizo una reverencia que hablaba de unos modales mucho mejores que los que había exhibido un momento atrás y desconcertando a casi todos los presentes.

-Siento mucho el lío que he causado. Me llamo Portgas D. Ace, encantado.

Continuará

Notas finales:

Oh, me moría de ganas de sacar los contradictorios buenos modales de Ace.


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