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Cuando la normalidad falla por Mai_Kusakabe

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Notas del capitulo:

No estáis alucinando, he actualizado de verdad. No, no estamos retomando el ritmo normal de actualizaciones, pero espero no volver a tardar dos meses y medio en subir un capítulo.

Espero que aún me quede algún lector, a pesar de la desaparición tanto aquí como en ‘Cartas desde el mundo’.

La verdad es que mis retrasos tienen algo que ver, aunque no se centran solo en ello, en lo quemada que he estado últimamente. De todo, no solo tiene que ver con escribir. Ya veremos cómo van las cosas.

Capítulo 23: La esperada cita

Coby parpadeó, alucinado. En los cinco meses que llevaba trabajando en aquellos recreativos para ahorrar algo de dinero mientras se preparaba para intentar alistarse en la marina nunca había visto nada semejante.

Era común que grupos de amigos se picasen en los juegos, en especial en los de coches y peleas, pero aquello no podía compararse con esos casos. La competición del juego de lucha, como en cada partida, había comenzado con diez participantes, y, como cada vez, algunas personas se habían puesto a animar a los que parecían mejores en el juego. Hasta ahí todo normal. Los ánimos habían comenzado a levantarse cuando quedó claro que dos de los participantes eran considerablemente mejores que los demás, y poco a poco había atraído algo más de público.

Ahora, media hora después del inicio de la partida, prácticamente nadie jugaba en las máquinas. Los presentes en los recreativos estaban demasiado ocupados mirando a los dos hombres que llevaban los últimos veinte minutos enfrascados en una final que no debería haber durado más de cinco minutos, los personajes del juego pareciendo luchadores de verdad tal y como los manejaban.

Finalmente, con un puñetazo bien dado en la cara, el personaje del más joven, un chico moreno con pecas, cayó al suelo y ya no se levantó, y su acompañante, rubio y más mayor, le dedicó una sonrisa algo burlona entre los aplausos que estallaron en la sala de juegos.

El moreno fulminó al rubio con la mirada pero, Coby se dio cuenta, no había enfado real detrás de ese gesto, y pronto ambos estaban sonriéndose el uno al otro.

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Sanji le dio una patada al contenedor del callejón de detrás del Baratie, yendo a apoyarse en la zona más limpia de la pared con un suspiro. Rebuscando en sus bolsillos, sacó un paquete de tabaco medio vacío y su fiel encendedor y se encendió un cigarrillo, volviendo a suspirar cuando este no le trajo ni la mitad del alivio que esperaba con la primera calada.

Jodido musgo con patas de los cojones, ¿por qué tenía que ir y joder un arreglo tan bueno como el que tenían? Era perfecto: follaban cuando a Sanji le hacía falta, Zoro consiguiendo un polvo sin todo el trabajo de tener que salir a ligar a un bar o discoteca, y después volvían a pelearse como de costumbre. No veía qué tenía de malo, porque no tenía nada de malo, solo el imbécil ese teniendo que ir y liar las cosas, como siempre.

Gustarle. Él a Zoro. Le costaba hasta pensarlo. Era ridículo, si ni siquiera se tragaban.

… ¿Verdad?

¿Entonces por qué las palabras de Zoro lo perseguían? ¿Por qué había una parte de él, por pequeña que fuera, que le daba la razón al otro hombre?

Si Zoro de verdad lo odiaba tanto como Sanji creía, no tenía sentido que hubiese accedido al acuerdo. El sexo podría haberlo convencido al principio, eso era cierto, pero Sanji sabía que había sido mucho menos que educado o amable durante esos encuentros.

Molesto, tiró el cigarro aún a medio fumar al suelo y lo aplastó con la suela del zapato.

Metiéndose las manos en los bolsillos, Sanji fue de nuevo hacia la puerta trasera del Baratie.

Con lo fácil que eran las cosas cuando iba por ahí haciendo cumplidos a mujeres y esquivando a los imbéciles de los policías que no entenderían lo que era ser un caballero ni a hostias.

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Marco sonrió al ver lo contento que estaba Ace con su nuevo sombrero de cowboy naranja. Entre el juego de lucha y lo demás en que habían participado desde que entraron en los recreativos después de comer habían tenido suficiente para un premio que fuese algo más que una bebida gratis en el bar, y cuando los ojos de Ace se habían clavado en el sombrero con la cara sonriente y la triste, así como las cuentas rojas tan similares al collar que Ace llevaba y la extraña media calavera colgando de la cuerda, había quedado claro qué premio iban a elegir.

-¿A dónde vamos ahora? –Preguntó el rubio una vez estuvieron frente a su coche.

Ace se detuvo a su lado y, mordiéndose el labio, lo miró. El chico habló antes de que Marco pudiese preguntarle acerca del extraño gesto.

-Podríamos ir a tu casa –dijo, y se apresuró a añadir-: O no. Solo digo que podríamos pedir la cena, y ver una peli o algo...

Marco sonrió.

-O algo – coincidió Marco, inclinándose hacia Ace y acercando su rostro al del chico. Ambos parecían estar pensando en lo mismo, a juzgar por la sonrisita que apareció en el rostro del moreno instantes antes de que este levantase un brazo para pasarlo alrededor del cuello de Marco y atraerlo la distancia que aún los separaba, besándolo.

Marco los giró para apretar a Ace contra el capó del coche mientras profundizaba el beso, y la única razón por la que se contuvo y no fue más allá era que sería muy embarazoso que alguno de sus compañeros tuviera que arrestarlo por ello después de que Oyaji le hubiese dado el día libre.

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Ace miró a su alrededor una vez estuvieron en el piso de Marco. El lugar no era demasiado grande, se notaba a la legua que el hombre vivía solo, pero estaba con diferencia mucho más ordenado que la casa que él compartía con Luffy y con su abuelo. Y se notaba también que Marco tenía todo su sueldo para él mismo, a juzgar por la preciosa tele presidiendo el salón o el montón de libros ocupando la estantería.

Los ojos de Ace cayeron sobre el sofá. Parecía cómodo, sin duda mucho más que la reliquia que había en el salón de su casa, y probablemente en él Ace no acabaría con dolor de cuello o espalda si le daba un ataque de narcolepsia. Los muelles y tablas del suyo hacían que tumbarse en él por un rato no demasiado largo fuese realmente incómodo.

Tanto en las paredes como en los muebles, Ace vio que había muchas fotografías, todas ellas de gente a la que recordaba vagamente haber visto en su breve visita a la comisaría esa mañana, así como del enorme hombre que el chico ahora sabía que era el capitán de la comisaría y de Thatch, de quien Ace seguía sin tener una gran opinión, a pesar de que Marco le había contado la peculiar relación que tenía con parte de la gente de la comisaría, el hombre castaño incluido, que eran más como hermanos que como compañeros de trabajo para él, muchos de ellos habiendo crecido juntos como hijos adoptivos de Edward Newgate.

-¿Comida china o pizzas? –Preguntó Marco, acercándose a él y enseñándole dos hojas de propaganda de comida a domicilio, una de cada sitio.

Ace las miró un momento y dijo:

-Con lo que cuesta una pizza mediana sale un menú del chino.

Marco dejó el folleto de la pizzería en el mueble de la entrada.

-Pues chino entonces.

Yendo al sofá, ambos se sentaron para decidir exactamente cuántos menús pedirían, y Ace sonrió al comprobar que, en efecto, el sofá era tan cómodo como parecía.

Marco no protestó cuando el chico se apoyó contra él para mirar el papel, y de hecho levantó un brazo para pasarlo alrededor de los hombros de Ace.

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Sanji se mordió el labio, nervioso, y volvió a dar unos pasos de lado a lado frente a la puerta. Le había costado todo el día convencerse para venir aquí siquiera, y ahora estaba teniendo una guerra interna para ver si llamaba o no llamaba a la maldita puerta.

No había tomado una decisión propiamente dicha, de hecho estaba más confuso de lo que recordaba haber estado en toda su vida, pero había llegado a la conclusión de que él solo, dándole vueltas a la cabeza y ya, no iba a llegar a ninguna conclusión.

Puede que una no muy amable conversación con Zeff, después de que Sanji se hubiese pasado todo el día gruñéndoles a clientes como a compañeros de trabajo por iguañ, hubiese influido en que estuviese aquí ahora mismo.

No sabía cómo iba a terminar todo aquello, lo único que sabía con certeza era que tenía que terminar. Cuanto antes mejor.

Enderezándose y antes de que dejase que las dudas lo invadieron de nuevo, Sanji se plantó frente a la puerta de Roronoa Zoro y le dio tres fuertes golpes con el puño, ignorando el timbre que estaba a un lado de esta.

Continuará

Notas finales:

Releyendo la historia para escribir este capítulo, me he dado cuenta de la inmensa barbaridad de fallos que tiene, así que esperad que vuelva a subir los capítulos, revisados, en no mucho tiempo.


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