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La psicóloga (Reader!Psicóloga - ArgChi) por PokeStand

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r13; El cielo se está despejando r13;Dices, tratando de levantarle el ánimo a Martín.

r13; Meh, sigue sin ser un gran día.

r13; ¿De qué estás hablando? r13;Le haces notar todo lo que hizo. ¡Míralo! Parece que hace tan poco era un niño rebelde: y hoy, después de más de un año, ha terminado la escuela. Repitió dos años, uno en la mitad de la secundaria, y otra vez el año pasado. Sin el apoyo que le intentaba dar Manuel, no había nada que lo impulsara a siquiera sacar la carpeta de la mochila. ¡Qué estás diciendo! Como si tuviera alguna carpeta.

Ése fue el año anterior. Este año fue totalmente diferente. Sin embargo, Martín estaba igual que cuando lo conociste. Un poquitísimo más maduro y negativo, pero igual. El único cambio que parecía ser bueno de verdad era cuando iba avanzando con Manuel. Pero eso fue como hace un año...

r13; Pasar de año no es gran cosa. Ahora me espera la universidad y no sé qué verga estudiar.

Dices que hay muchas, que solo tiene que elegir y encontrará una de su gusto.

r13; Sí, vergas sí voy a encontrar, pero carreras no sé...

Sonreíste. Martín se dio cuenta que ya no le atraían las mujeres hace como medio año. Los hombres le llamaban más la atención, pero jugaba diciendo que adentro del closet todo era más divertido porque se la daba duro a los pasivos de la parte de atrás del placard, por Narnia. La sola idea de pensarlo te causaba risa.

De todas formas, Martín parecía triste. No, no triste; nostálgico. O, por ahí, sí era tristeza. Sabías que era difícil para él, ya que se estaba desprendiendo de una etapa muy importante de su vida. Teniendo en cuenta que todavía era infantil y maduraba muy lentamente, el hecho de pasar de a ser un chico de secundaria a un universitario era un gran paso al cual quizá no estaba preparado del todo. Si no tenía pensada la carrera que elegiría, mucho menos qué esperaba para su futuro.

r13; ¿Y Sebastián? ¿Sabe lo que quiere ser? r13;Preguntas.

r13; No se decide entre biólogo o profesor de historia. Puto. Le va a ir bien en cualquier cosa que estudie, es más inteligente que yo. r13;En su voz no había ni una mísera pizca de envida. Siempre hablaba con orgullo de él.

r13; No digas eso. r13;Le dices que no se desmerezca.

Se encoge de hombros como si nada de eso importara.

Todo el tiempo utiliza ese gesto como respuesta, y en el fondo, te irrita. Porque las cosas, las decisiones en general, importan. La vida pasa, y eso importa, pero nunca parece afectarle a Martín. Su rango de “cosas que le importan” es bastante peculiar, tan sencillo pero tan complicado que sigues intentando descifrarlo.

r13; Solo digo la verdad, es inteligente y le va a ir bien, hasta si no estudia.

Se quedó mirando la nada sentado en el escalón más bajo de las escaleras del colegio. Todos los chicos se habían ido hace rato, más tarde estaba la fiesta de fin de año, los amigos y compañeros de Martín se irían a bailar y él obviamente no estaba exento de la fiesta.

Te encontrabas arriba de las escaleras, al lado de la puerta. Lo mirabas, bajando la cabeza porque no sabías cómo quitarle esa extrañeza que el pobre tenía. Ya le habías tomado mucho cariño y querías ayudarlo, pero no todo se puede. Y menos si se trata de Martín.

De la nada, el chico se puso de pie repentinamente. Lograste ver una figura parada a unos metros, lejos. No podías ver quién era, pero al parecer, Martín sí.

Salió corriendo hacia él.

Manuel.

Por todos los santos y demonios. Era Manuel.

Se detuvo en frente del chileno, quien rodeaba algo entre sus manos. Como si fuera un tesoro, como si fuera oro. Se lo extendió.

r13; Dijistei' que lo ibas a leer. Cumple. No es tan mierda como parece, yo sé que alguien va a querer publicármelo... eso espero.

Martín tomó el libro. No se molestó en leer el título, tan solo lo dejó caer al suelo.

Manuel frunció el ceño, a punto de quejarse, pero fue sorprendido por un fugaz abrazo.

r13; La re putísima madre que te re mil parió... cómo te extrañé r13;Suspiró, refregando su rostro contra la camiseta del menor.

r13; Mi libro r13;Murmuró él, aunque en realidad le correspondió el abrazo y hundió su cara en el cuello del mayor, quedando de esa forma durante unos minutos rápidos pero eternos.

Ninguno dijo nada.

Tú, aun a distancia, no te acercaste, por miedo a romper el amor que proporcionaba ese abrazo, la mejor expresión que se te pudo haber ocurrido de la palabra extrañar. No querías interrumpir eso.

r13; No lo dejí tirado en el suelo, weón…

r13; Cuando sea best seller va  a estar por todas partes, ese librito no es nada.

Manuel lo soltó y lo miró un instante, antes de bajar la mirada hacia su libro. Se agachó y lo recogió.

r13; No es tan bueno. Las primeras copias las saqué yo mismo y debo averiguar si quieren venderlas en algún lado. Todavía debo dinero en Chile por las copias, se lo tengo que mandar a mi mamá...

r13; Muchos empiezan así. Yo sé como escribís, por eso sé que te va a ir bien. r13;Le sonrió. r13;Además ya tenés las copias, el resto es pan comido...

r13; No es tan así.

Martin le arrebató el libro y empezó a ojearlo. Se sorprendió al ver su nombre en el principio, por lo que regresó y leyó:

AGRADECIMIENTOS:

Le agradezco a mi madre, por la paciencia que me tuvo, por el amor que me tiene. Sin ella hubiera muerto de hambre y de soledad hace años.

A mi hermanita Tiare, que leerá el libro desde el cielo, cómoda en una nube, porque está dedicado a ella.

Y, por sobre todo, a Martín, un desconocido que me hizo cambiar la forma de ver el mundo.

 

r13; Woa.

r13; ¿Qué?

r13; Que sos un amor.

Manuel chasqueó la lengua, desviando la mirada. Martín se rió y lo abrazó otra vez, sin soltar el libro.

r13; ¿Te vas a quedar? r13;Susurró.

r13; Sí.

r13; ¿Y tu mamá?

r13; Eh...

A pesar de que el silencio fue corto, el argentino entendió que esa fue una pregunta que nunca debió haber hecho.

r13;...Nada. Está en Chile. Le prometí que en cuanto pueda le voy a mandar dinero para ella y para que pague lo que debo, aunque ella no quiera.

r13; ¿Y tu papá? r13;Preguntó, aunque sabía que no debía seguir indagando sobre penares familiares.

r13; Ya casi no lo veo... veía. Trabaja mucho.

r13; Yo quería alquilar un departamento que es de un amigo de mi papá. r13;Le contó mientras lo soltaba, Manuel dejándolo ir a regañadientes.

r13; Ah...

r13; Si ponés la mitad, compartimos el piso. r13;Le ofreció.

Manuel soltó su primera sonrisa. No su primera sonrisa desde que había llegado, sino que su primera sonrisa en mucho tiempo. Bajó la mirada, ligeramente sonrojado al pensar en ello.

r13; Si me va bien, hasta pago todo yo... r13;Asintió.

r13; Dale, porque ni ganas de ir a la universidad r13;Martín esbozó una sonrisa torcida.

r13; ¿Por? Yo quisiera ir a la u, pero este año no fui a la escuela.

r13; ¿¿Posta?? ¿Y qué estuviste haciendo?

r13; Escribiendo, weón... y tú, ¿De qué vas a vivir si no estudias?

r13; Ya soy federado en rugby, y titular, si sigo así lo puedo hacer mi carrera r13;Sonrió ampliamente.

r13; Bueno...

r13; Igual voy a ir a la universidad.

r13; Pero, ¿Pa’ qué gastar dinero porque sí?

r13; Educación gratis, chileno, educación gratis... r13;Se rió, revolviéndole el cabello.

Manuel infló las mejillas con molestia e intento empujarlo. Martín le pegó en la cabeza con el libro, para luego caer de culo al suelo por el empujón exitoso del menor.

r13; ¿Pasa un año y se siguen peleando?

No pudiste no intervenir. Querías saludar a Manuel, quien sonrió tiernamente al verte.

r13; Hola...

r13; ¿Cómo estás?

r13; Cuidado, eh r13;Te dijo Martín, levantándose. Se sacudió la tierra del pantalón, observándolos de reojor13;, cuidado que ahora estás hablando con un futuro autor publicado...

r13; Como si antes no... r13;Dijiste, y Manuel te sonrió.

r13; Como sea, nosotros nos vamos. r13;Los ojos verdes brillaban de puro esplendor, como si hubiera recobrado toda la viveza que siempre habían reflejado. Tomó al chileno de la mano y comenzó a caminar.

r13; ¿A dónde van? r13;Preguntaste, algo decepcionada. Todavía tenías ganas de charlar con Manuel, pero ellos ya se habían alejado.

r13; Tenemos muchas cosas que hablar. Ponernos al tanto, y esas cosas... r13;Exclamó, como si tuviera prisa de llegar a ningún lado.

 

Manuel le soltó la mano, incómodo. Lo siguió, reconociendo enseguida el lugar a donde Martín estaba caminando.

La plaza.

Clavó la vista en el suelo, pero lo siguió, casi pisándole los talones.

Se sentaron al borde de la fuente, y advirtió que ya no tenía agua; ese espejo que reflejaba el fulgor del sol en los días de invierno se había ido.

r13; ¿Y el agua?

r13; ¿Eh? r13;Martín se sentó a su lado, acomodando su ropa sudada. Maldito calor de fin de año.

r13; El agua... de la fuente...

r13; Ah... qué sé yo. Cambiaron el intendente, este de ahora no le da pelota a las plazas. Las cosas se deterioran con el tiempo.

r13; Eso es triste.

r13; La vida es triste. r13;Fue su contestación.

r13; Uh, optimista nomás.

El otro sonrió, pero no dijo una palabra. Manuel se dio cuenta que no todo andaba bien.

r13; ¿Pasa algo?

r13; No...

r13; Por alguna razón no te creo...

r13; No me creas, es la verdad. No pasa nada, solo que es raro tenerte acá después de tanto tiempo...

r13; Tuvimos que haber mantenido contacto.

r13; Tuvimos, la verdad que sí. r13;Asintió, sin mirarlo aún. r13; Pero... no es nuestro estilo.

r13; ¿Y cuál es nuestro estilo? Porque no lo sé.

r13; Yo menos. Pero, no saberlo, no saber nada, ése es más o menos nuestro estilo. Desencajados hasta de nosotros mismos...

r13; ¿Entonces? r13;Inquirió, luego de un corto silencio.

r13; ¿Brindis imaginario por tu nostálgico regreso?

r13; Eso suena deprimente.

Martín lo miró y Manuel le devolvió la mirada. El primero todavía mantenía en sus manos el libro firmemente atrapado. Ansiaba leer su historia, aunque eso podía esperar teniendo al mismo autor delante de su nariz.

r13; Es que... sí, es deprimente. Saber que fui tan pelotudo... todo este tiempo. Todo el tiempo, a decir verdad.

r13; Pero eris así.

r13; ¿Pelotudo?

r13; Sí, pero no es algo malo...

Martín se rió.

r13; Decíselo a los demás...

r13; No hace falta.

Y Manuel sintió que no tenía nada más que decir. El resto se lo podía transmitir en una mirada, de agradecimiento. Por todo. Aunque no estuviera seguro de que abarcaba todo, por todo.

En cambio, Martín siempre fue su contradicción, incluyendo en la mirada. Tenía un millón de cosas que contarle, otro millón que preguntarle y dos millones de cosas toma tiempo. No sabía por dónde empezar, entonces se quedaba callado, intentando descifrar esa mirada.

Al final, la interpretó como se le dio la gana.

Se inclinó y lo besó, lento, con una semilla de duda por primera vez en su vida.

Manuel se lo esperaba, y al mismo tiempo pensó que jamás ocurriría. Nunca estaba seguro cuando se trataba de Martín. Esperó la música de fondo y las gotitas de lluvia, pero nada de las cosas que ve en las películas ocurren realmente.

En vez de eso, sintió un calorcito en el estómago que le recordaba a la placidez de haber comido algo rico. Su cabeza se perdió, olvidando que en realidad estaban en una plaza. Se acurrucó un poco más contra Martín, olvidándose hasta del pesado clima veraniego. Una mano en la cintura hizo que se volviera liviano como papel, conforme el beso continuaba y se animaba a devolverlo, responderlo y corresponderlo.

Terminó alejándose con un suspiro, todo el calor acumulado de repente se concentró en su rostro.

r13; Como que te vuelvas a ir...

r13; Ya poh.

Lo que no se esperaba fue aquel abrazo fugaz.

r13; Pelotudo de mierda.

r13; Conchetumare, sale que me vas a tirar al suelo, encima que hace calor...

Ignorando que sus palabras debían indicar que lo estaba echando, lo abrazó también, con mucha fuerza. Se sentía todavía ajeno al lugar, por lo que rápidamente se envolvió en una vergüenza de “no deberíamos estar aquí, tampoco hacer esto”.

r13; Mejor nos vamos...

r13; Vení, vamos a mi casa...

r13; Debería ir a buscar las cosas al hotel...

r13; Da igual, mandalas a casa en un taxi, qué sé yo.

r13; ¿Y quién me va a pagar la weá?

r13; Vos.

r13; ¿Con qué dinero?

Martín se encogió de hombros, realmente no le importaba porque sabía que de todas formas, el chileno lo seguiría hasta su casa.

Y así fue.

Se tomaron el tren, es silencio. Esta vez, Martín no tenía nada para decir y Manuel quería contarle un montón de cosas, pero nunca había sido bueno para empezar conversaciones, así que se quedó callado.

Inconscientemente, Manuel reconocía el camino. Se conocía cada bache de la calle, y se reía internamente porque nunca lo iban a arreglar; se acordaba del puesto de diario donde una vez pidió la hora; el yuyo de la calle, a un costado, el que era feo pero de él crecían flores muy bonitas; iba recordando todo lo que alguna vez le llamó la atención del barrio de la casa del rubio, pero cuanto más se acercaba, menos recordaba, hasta el punto en que no veía nada conocido, como si nunca hubiera estado allí. ¿Estaba siempre tan distraído con él como para no poder reconocer las cosas de la calle? ¿Aquel restaurante? ¿Ésa casa pintada de colores, donde vendían ropa hippie? ¿Ni siquiera el garaje del señor Hernández? No, porque Martín siempre encontraba la forma de hacer que la atención recayera en él. Incluso si no estaba haciendo absolutamente nada, el argentino era imán para cualquier mirada.

Llegaron a la casa y a Manuel se le llenó el pecho de recuerdos. Se dio cuenta que no había madurado este último año como él creía, sino que se había vuelto antipático y solitario. Eso no era madurar. Tampoco era realismo. Vagamente, aceptó que se había convertido en un pesimista y fracasado escritor, donde el poco asomo de vida veraz y auténtica porquería hermosa pertenecía al lado de Martín. Vaya. Linda forma de darse cuenta que estaba enamorado.

r13; Mi viejo está en el garaje trabajando, Sebas está en la casa de Dani, creo, si no, no sé, y la nueva novia del viejo está en su casa, así que... casa sola.

r13; Uh, uh, fiesta loca r13;Dijo con sarcasmo, aunque por dentro se aliviada de no tener que seguir tratando con gente. Suficiente con Martín.

r13; Fiesta loca, sí, el equipo de música a todo lo que da y comida en mi cuarto. Todo lo que soñé en mi vida, es el cielo.

Lo gracioso, o triste, es que para el argentino eso podría ser tranquilamente su edén personal dentro de cuatro paredes, ya que no le costaba mucho ser feliz, y eso que no era conformista. Ojalá él pudiera ser así. Conformarse con música y comida hubiera sido más sencillo.

Al final, terminaron tirados en la cama. Martín parecía cansado, quien sabe qué había hecho. Probablemente nada. O deportes. O nada otra vez. Manuel no le prestó atención, observaba las fotos que había puesto Martín en su pared, las de este año. Eran un resumen de las cosas que se había perdido. Le llamó la atención verse a sí mismo allí: había dos imágenes, las dos tomadas en la fiesta del año pasado. En una, Martín lo abrazaba y él se limitaba a sonreír ampliamente. Le daba vergüenza que en la fotografía, parecía que nunca la hubiera pasado mejor, ¡Estaba borracho! ¡Ambos lo habían estado! Pero eso no era escusa. Se veía realmente feliz. Y la otra, y Manuel maldijo internamente a Martín por saber sacar tan buenas fotos, era una de él. Sólo, solitario como siempre. Fue antes de la fiesta, y solo se veía bonito. Eso de por sí era raro, verse a sí mismo lindo en una foto, limpio, con una camisa prestada y la expresión tranquila, porque no era así corrientemente. Sus rasgos ni siquiera se podrían comparar a los del rubio de hermosas facciones y cara de soy tan malote y sexy. En serio. Nadie se creía eso, aunque fuera verdad.

r13; Dejá de mirar eso, acostate...

r13; Es la tarde todavía, ni cenamos...

Martín tironeó de su brazo y se acurrucó a su lado. Manuel se limitó a mirarlo sin decir nada.

Así transcurrió el tiempo hasta que se aburrió y el otro se quedó dormido.

Pensó en que no sería malo ir a buscar en este momento sus valijas. Podía pasar una noche en su casa antes de seguir buscando un hogar de verdad... Todavía tenía que esperar su primer ingreso, si es que lo obtenía. Dudaba de que llegara pronto, puesto a que antes debían venderse los ejemplares, pobres ejemplares si se permitía agregar el adjetivo.

Irse había sido la peor idea del mundo. Se lamentó en seguida. Jamás se había arrepentido tanto en su vida por una decisión tonta: se encontró al padre de Martín entrando a la casa.

Se cruzó con la mirada, una que le hacía recordar a la de Sebastián. Esa acusadora, pero con la calidez de los ojos color verdes. De alguna forma, se veían bien, ¿Es que toda la familia tenía ojos así? Le dieron inocentes celos.

r13; ¿Amigo de Martín? ¿Cómo te llamas?

r13; Ehrr... Manuel...

r13; ¿El chileno que se fue? ¿Terminaste tu libro?

Manuel supo que sus mejillas enrojecieron, porque, ¿Cómo mierda sabía todo eso? Otra vez, maldijo a Martín en su interior.

r13; Hum... sí.

r13; Perdón, ¿Te ibas? No te molesto más... volvé cuando quieras, para los amigos de mi hijo, esta también es su casa.

Eso extrañamente lo enterneció. Sentirse aceptado siempre era raro, especialmente cuando vives siendo rechazado. Solo asintió y soltó un “gracias”, bajito.

Se fue y, caminando hacia el hotel, cedió a un impulso bastante caprichoso. ¿Cuánto más raro sería su regreso a la Argentina?

Marcó el número de su mamá en el celular, esperando a que le atendiera. Gastaría fortuna en esa llamada, pero se encontraba alegre y quería hablar con ella en este momento. ¡No! Alegre no era la palabra. Ligero. Su andar era ligero. Todo el peso y la presión de antes se habían desvanecido.

r13; ¿Manuel? ¿Sucede algo, cariño? r13;Oyó del otro lado de la línea.

r13; No, nada. Solo... no sé... Es raro, pero quería hablar contigo. De nada en especial.

r13; ¿Seguro?

r13; Sí, no pasa nada.

r13; Ah, bueno, qué alivio. ¿Todo está bien? ¿Fuiste a ver a tu amigo, el rucio bonito que vino a cuidarte cuando te enfermaste?

r13; ¡Má!

r13; ¿Qué?

r13; Es un idiota, no digas cosas lindas de él.

r13; ¿Por qué? Su gesto fue hermoso. Espero que no te hayas peleado con él...

r13; Nunca... de hecho, me quedaré en su casa algunos días hasta que consiga un departamento, o algo...

r13; Oh, ¿Él te invitó? Por cierto, ¿Cómo se llama?

r13; Martín... y no me invitó del todo, pero me dejaron en claro que puedo ir cuando quiera r13;Sonrió para sí.

r13; Llega a perder esa amistad y te daré un buen golpe, ¿Me entendiste?

r13; Sí, mamá. r13;Y se rió.

r13; Me pone feliz que estés contento. Si puedo reunir dinero, iré a visitarte, cuando ya te hayas mudado. Ahora, deja de gastar crédito cuando no tienes nada para decirme, quiero que me llames cuando haya buenas noticias, futuro escritor publicado...

r13; Dejen de llamarme todos así r13;Bufó con fastidio.

Pero oír a su madre reír le dijo que todo estaría bien de ahora en adelante.

 

r13; ¿No ves que primero deberías invitarme a salir o algo y después coquetearme? Hacés todo al revés, che...

r13; Fue solo una sugerencia, weón. Además, tú lo dijiste, que podíamos compartir un piso. Y mira, solo te estaba diciendo de ir a ver este que encontré...

r13; Te estaba jodiendo, boludo... ¡Obvio que sería re copado vivir con vos!

r13; Ya me arrepentí. Y solo lo decía por lo de la renta, es más fácil pagarlo de a dos...

r13; ¿Renta? Ah, ¿Era por eso? ¿No tengo que seguir fingiendo que estoy interesado en vivir con vos? ¡Bien! Qué bueno...

Manuel lo golpeó y Martín se rió, burlón.

r13; No voy a mantenerte, así que consigue trabajo...

r13; Lo dice el chico con uno de los trabajos más inestables del mundo: escritor.

r13; Ya voy a recibir mi crédito por mi tiempo perdido...

r13; Cuando te mueras, todos los artistas reciben su crédito cuando se mueren...

r13; No creas que me iría a suicidar pa’ que tú cobres el seguro.

r13; ¿No? Igual pensaba que un asesinato era una forma más novedosa de morir, todos los artistas se suicidan... o se cortan una oreja, o algo. Como que está de moda.

r13; Podría cortarme un brazo y escribir con la otra mano...

Conversaciones como estas, por más absurdas y molestas que fueran, le alegraban las mañanas a Manuel.

¡Ahora parecía haber aceptado que vivirían juntos! Era definitivo. Sería una situación peculiar, y vivirían peleándose, ocasionalmente a las piñas, pero estaría bien. Ambos serían felices, de eso estaba seguro, y eso era lo importante.

Y encima, quitando toda esa expectativa gay de vivir juntos, su padre estaba ahí presente, desayunando con ellos.

r13; ¿Juntos? Ustedes no sobrevivirán viviendo juntos r13;opinó, interrumpiendo la charla matutina. r13; Lo más probable es que a la semana la policía les allane el departamento por venta ilegal de drogas.

r13; ¿Drogas? ¿En serio papá? ¿No podría tu hijo aspirar a mayor grandeza?

r13; Drogas, y de las baratas, esas con vidrio molido y toda la weá r13;Aceptó Manuel, compartiendo sus risas con el padre de Martín.

r13; Yo quería vender chumbos, así como, todo el arsenal del Counter, con tanques de guerra en el sótano y todo, re salidos de la nada...

r13; Dudo que nos alcance el dinero para tener un sótano...

La conversación hilarante continuó, hasta que el mate se enfrió y en el paquete de galletitas surtidas solo quedaban las que a nadie le gustaban. Entonces, Martín se llevó lejos a Manuel, y a él le daba igual preguntar a donde se dirigían.

Terminaron sentados en un banco de una plaza, que ni siquiera tenía juegos, solo espacio verde, árboles y una pequeña cancha con dos aros de básquet. Manuel jamás entendió por qué construían los aros de básquet, si los chicos la usaban para jugar al fútbol.

Nadie pasaba por allí, excepto los que trotaban por las mañanas.

A Martín le gustaba salir a la mañana a mirar la nada y a seguir comentando hasta la más mínima partícula de polen, y criticarla, porque se aburría. A Manuel le daba igual lo que le dijera, porque la mayoría de las veces, tenía razón. El mundo real era una cosa pesimista donde solo le restaba verle los defectos, fingiendo que tenían algo por lo que quejarse de verdad, ya que en esta instancia de su vida, Manuel era el encanto de la vida. Era feliz.

r13; ¿Sabías qué?

r13; ¿Mmh?

r13; Soñé algo r13;Dijo Martínr13;. Soñé que nos besábamos y la gente nos preguntaba si éramos novios, y respondíamos que no, que solo somos amigos.

El chileno desvió la mirada, sabiendo que iría a sonrojarse pronto. ¿Por qué mierda tenía que comentar este tipo de cosas?

r13; Entonces... r13;continuór13; ¿Qué somos?

r13; Me da igual r13;Mintió Manuel.

r13; Pero a mí no r13;Contestó, descansando su cabeza sobre el hombro del menor.

r13; No sé. r13;Respondió con sinceridad.

Pasó un largo silencio en que nadie dijo nada. Era simplemente incómodo. Martín se decidió por demostrar las pelotas que tenía, así que lo tomó del rostro para decirle, preguntarle, ofrecerle... ¿Qué? No era lo suyo ser sentimental. Eso había quedado entre una declaración y la acción de robarle un beso. Pero se congeló. Manuel le clavó la mirada, a la espera.

r13; ¿Hace falta que lo diga? r13;Susurró finalmente.

r13; No. r13;Contestó Manuel, recibiendo el beso que tanto había ansiado.

Se fundieron en el beso, que ninguno quería que se acabase. Se abrazaron, se encimaron, se degustaron. El único segundo en el cual se separaron fueron al oír que dos ancianas cotorreaban cuando trotaban cerca. Luego de eso, Martín continuó y el otro cayó en la cuenta que los dos estaban en la calle, en un sitio público, por lo que lo apartó.

r13; Dale, no hay nadie...

r13; Weón, acaban de pasar...

r13; Ya lo sé, ¿Ves que me importe? r13;Lo interrumpió, mordiéndose el labio, provocativor13; A mi no me importa, a las viejas no le importan,...

r13; A mí sí.

r13; Entonces vamos a casa, mi viejo a esta hora ya está en el taller...

Manuel resopló. Lo conocía, sabía que de todas formas insistiría, es por eso que aceptó ir a la casa.

r13; Ugh, vámonos.

Caminaron en silencio, ninguno sin decir nada. Manuel, sin mirarlo sentía que el argentino sonreía. No lo miró para cerciorarse de ello.

Efectivamente, el señor Hernández no estaba en la casa. Ambos se sentaron en el sillón de ver la televisión, pero ninguno la prendió.

Martín le robó otro beso, que Manuel no tuvo cara para no responder. Se abrazaron otra vez, el argentino empujándolo contra los almohadones. Si Manuel seguía en desacuerdo, entonces no lo demostró.

El padre de Martín trabajaba y no tenía por qué volver a la casa. No había razón. Eso lo aliviaba. Sin embargo, se oyó el ruido de la puerta abriéndose. Estaban completamente a la vista y Manuel intentó sentarse, mas el peso del rubio se lo impidió. Rápidamente, Martín se levantó y tiró de él hacia su habitación.

r13; Tu papá no viene a esta hora r13;Se quejó Manuel, un poco aturdido.

r13; No seas boludo, debe de ser Sebastián. La concha de la lora, me re olvidé que él volvía hoy...

r13; Creí que se había mudado r13;Asumió, ya que no lo había visto ni una sola vez desde que llegó.

r13; Vive la mitad del tiempo en casa y la otra mitad en la casa de Dani... r13;Explicó apresurado, cerrando la puerta detrás de ellos.

Manuel maldijo para sus adentros. Tenía calor, y no se admitía que era por la sesión de besos con el argentino. Se sentó en la cama, exhalando aire como si así pudiera quitar las trabas que le impedían pensar con claridad en su cabeza. Se sentía revuelto, tonto y avergonzado. Y lo más importante, no se le ocurría un momento donde pudiera haberse sentido más feliz. No lo recordaba de veras.

Al poco tiempo tocaron la puerta. Martín seguía al lado del umbral.

r13; ¿Qué?

r13; Martín, volví. r13;Anunció.

Abrió apenas la puerta. Abrió apenas y le habló por la rendija, en susurros, algo que Manuel no entendió nada. Esperó con impaciencia hasta que Martín se acercara.

r13; Oye...

Pero Manuel se interrumpió. La sonrisa de Martín lo dejó sin aliento. Se sintió un venado indefenso a punto de ser comido por un majestuoso león, ¡Y qué león! Por su expresión, adivinaba que era el león que dirigía la manada, el peor, el más peligroso. Pobre venado.

Tragó saliva, dejándose atrapar.

La cama se sentía cómoda en su espalda. Después de eso, nada más. El aliento de Martín, su aroma, sus dedos recorriéndole el pecho, su ruidito denotando la burla y la gracia que le producía, seguramente, su incomodidad.

Pero no hizo nada. Dejó que Martín lo besara, lo mordiera y jugara, mientras que lo abrazaba por la espalda y ocultaba su rostro del contrario, el cabello rubio claro haciéndole cosquillas en la nariz.

Pegaron sus cuerpos, derritiéndose en sensualidad. El calor de afuera, ahora era poca cosa. El ambiente caliente de la atmosfera también olía a sexo.

Manuel estaba sensible a todo su alrededor. Se sentía exquisito tener a Martín otra vez complaciéndolo, tal como recordaba de la última ocasión, solo que más rico.

Se hallaba de ánimos como para participar, no con un abrazo como hasta el momento, sino que aprenderse el cuerpo de Martín era su nuevo objetivo. Deleitarse al recibir caricias, darlas también a cambio, tocarlo hasta cansarse y no hartarse jamás.

Cuando la ropa fue un obstáculo, quedó afuera. Manuel aprendió de a poquito a desinhibirse. Fue como si hubiera dado un gran paso, entonces abrió los ojos y Martín estaba allí, con la misma mirada traviesa, pero cálida. Siempre lindo.

Tiró la cabeza hacia atrás, sin separar la mirada. Abrió las piernas voluntariamente, confiando en que Martín sabría cuando ser cuidadoso y cuando ser bruto. Era un as en la cama, no obstante, parecía como distraído, y se preguntó si era la primera vez que lo hacía con verdadero amor.

Entonces se le pintó una sonrisa, disfrutando la reacción de Martín, quien negó con cabeza, besándolo con ganas, más impulsivamente que otra cosa. Y continuó besándolo para que ignorara el ardor en su parte trasera, que no fue durante mucho tiempo.

El ritmo tranquilo se fue acrecentando a medida que el placer se sentía restringido y necesitaba expandirse. Y Manuel jadeó, moviendo las temblorosas caderas, dejándose llevar al ritmo que proponía Martín. Cada tanto se juntaban bien cerquita, se adoraban, se rozaban, y se abrazaban, aunque sus bocas casi siempre estaban unidas.

Fue lo único que hicieron, amarse.

Terminaron y se dijeron cosas dulces. Porque nunca las decían, y no las volverían a decir. Pero algún día debían ser dichas, y no iba a haber un mejor instante que este.

Martín rodeó a Manuel como si fuera el tesoro que había estado buscando toda su vida. Se quedaron dormidos, sin separarse por más calor que tuvieran.

El llamado de su nombre lo sobresaltó un poco del sueño. Martín se refregó los ojos antes de ir hasta donde su hermano. Al ver a Manuel, pensó que si todos llevaran sus caras de dormidos, sería un mundo más en paz. Excepto las personas que se babean, como él, que a diferencia del chileno, no era muy adorable durmiendo. Después, cerró la puerta tras de sí, dejando que descansara mientras hablaba con su hermano.

Sebastián clavó sus ojos de madera barnizada en él, casi intimidándolo.

r13; Papá me dijo que volvió Manuel...

r13; Sep. ¿Pasa algo? ¿Por qué esa cara?

Se encogió de hombros, gesto que ambos habían heredado de su padre.

r13; No vas a creer que por él yo te voy a dar menos bola a vos, ¿No? r13;Le sonrió, abrazándolo hasta que el otro le pegara.

r13; No me refería a eso r13;Y a pesar de todo, correspondió el abrazo.

r13; ¿Entonces?

Y Sebastián no sabía cómo decirlo. Pero no hacía falta que lo dijera, porque en el fondo, se parecían mucho y Martín estaría pensando en lo mismo si estuviera en su lugar.

r13;Sebastián, ya está bien. No hace falta que me protejas, ¿Sabés? Ya somos como... qué sé yo, si pareja o qué mierda.

Se separaron, el menor se acomodó los anteojos sin mirarle. Algo en que sus personalidades no coincidían era la seguridad. Martín podía tener confianza sobre todo, pero Sebastián era más escéptico.

r13; Che... r13;Le golpeó suavemente el hombro, guiñándole un ojor13; Si yo digo que vamos a estar bien, es porque va a ser así.

Y Sebastián suspiró. Su expresión se suavizó bastante.

r13; Vamos a almorzar. r13;Le dijo finalmente.

r13; Pero si... ¡Se me pasó toda la mañana! Agh...

r13; ¿Manuel no va a venir? r13;Inquirió.

r13; No, que duerma un rato, después que coma cuando quiera.

r13; Eso es lo que me encanta de esta casa r13;Se rió.

r13; ¿Dani te hace levantar temprano y comer a horario? r13;Lo molestó.

r13; Sin Dani no tengo horario, boludo.

r13; ¡Somos un desastre!

Comieron añorando los viejos tiempos donde esto era el correr de todos los días. No importaba que ya no pasaran el mismo tiempo de antes juntos, porque sabían que estar menos horas al día cuidándose y fastidiándose no era cosa mala, mucho menos sabiendo que la razón de cada uno era amor.

Martín le contó que se iría a mudar con Manuel en cuando tuvieran dinero. Sebastián le respondió que le parecía imposible, ya que no lo veía repartiéndose las tareas de la casa. Por su parte, le agradaba vivir con Daniel y su mamá. Ella, con él, era lo más amable del mundo, la mamá que no tiene hace años. De hecho, la señora de Irala era la mamá postiza de los dos. Y Martín le preguntó cómo estaba. La próxima vez que vaya a visitarle, debía llevarle un regalo por las empanadas que hizo la última vez. Porque estaban muy ricas. Sebastián dijo que ahora cuando vivía con ellos no hacía muchas tareas de la casa, ya que le hacían tanto la comida como le lavaban la ropa. Le dijo a Martín que tenía que enseñarle a poner las cosas en el lavarropas y a separarlas por color, para que ayude en algo.

Y en eso, pasó Manuel corriendo a su lado hacia la puerta. Hablaba frenéticamente al celular: entre la chilensis bien marcada, las maldiciones y su tono alto y farfullado, no se entendía absolutamente nada.

Los dos se asomaron, tan curiosos como desconcertados.

Entonces Manuel cortó y chilló. Después salió y no lo vieron más.

r13; ¿De antipático antisocial a psico-maniático? Martín, ya me doy cuenta por qué sos medio negado para enamorarte.

Martín lo empujó riendo, aunque no muy alegre porque andaba algo preocupado.

r13; Vamos a ver qué mierda pasó.

Afuera, un hombre vestido como de correo se iba. Los dos pudieron ver que todo eso que reflejaba Manuel se llamaba emoción.

r13; ¡Mi mamá mandó el libro a una editorial! ¡Me lo publicaron! ¡Conchetumare, al fin, oh...!

Se rió solo, sintiéndose loco de verdad, gritando allí en el medio de la calle. Pero acababan de enviarle su primer ejemplar. No uno que debía pagar con su propio dinero y promoverlo de librería en librería, sino uno con el nombre de una editorial sellada, una portada diferente y más llamativa a la del solitario título escrito en Word.

Martín lo abrazó y Sebastián lo felicitó.

Manuel se lamentó de no haberle enseñado a Carlitos, el pobre protagonista de su historia, la euforia, las ganas de despertarse todos los días con proyectos, los sueños que pueden realizarse, las personas que valen la pena: la felicidades. Lo afligió por no poder darle al principal lo que merecía. Luego, le importó un comino, porque ahora él era el principal de su vida y era feliz. Carlitos no moriría, pero seguiría siendo una desahogada ficción.

 

¡Hey! ¿Cuándo dejaste de ser la principal? ¿La psicóloga que los guiaría? Pero... si ya lo hiciste. Míralos. Son más que felices. Manuel te prometió una dedicación especial para lo próximo que escribiera. Te agradece mucho que te hayas interesado en él cuando nadie lo hacía, incluso cuando ni siquiera existía para Martín. Y Martín. Desde que Sebastián le enseñó a cocinar, él te cocina milanesas de vez en cuando. Es todo un personaje... te adora, aunque no lo diga.

Y lo más lindo de todo, es que fuiste la afortunada de seguir esta historia hasta el final. Te da pena que termine, pero una historia nunca termina cuando fue un buen momento.

Simplemente, pasas de hoja hasta la próxima historia... y Martín y Manuel tendrán muchas historias.

Notas finales:

Oh, final...

 

Bueno, agradezco a quienes hayan seguido este fic, ya sea desde el principio o se engancharon después <3


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