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The blue prisioner por sleeping god

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Notas del capitulo:

Muy fácil de inspirarse en este fic.

Continuo.

Apenas abrió los ojos la curiosidad con la que durmió lo llevó a revisar si tenía respuesta.

Así fue, no estaba su nota pero si una hoja antigua, amarillenta, con una letra cursiva bastante mala pero que logró descifrar su poema y la firma de su triste prisionero que solo le daba sus siglas.

Se rio en lo bajo, que coqueto resultó su admirador. Aceptó ese juego, dejándole un pañuelo limpio roseado con su perfume de fresa, además de dejar otra carta: “Me alagas, GJ. Sin embargo deseo una cena contigo para escuchar esas hermosas palabras”. Nuevamente se arregló, tomó sus cosas y salió, no sin antes revisar que el recepcionista se llamaba Starrk Coyote, por lo cual no era el prisionero triste.

Después de la comida paseó por el hotel, hasta el piso superior donde provenía el sonido de la armónica.

-cállate.

No le hizo caso, miró hacia atrás pero estaba solitario por lo que se sentó a su lado, recibiendo una galleta robada.

Hacía tiempo que no tocaba la armónica pero el aire del medio día le calentaba la piel y estaba de un humor excelente. Aun tenía sueño pero la música fluía fácilmente de su boca.

-ah, qué lindo es el amor-le dijo al perro-¿te has enamorado?

-no-le cortó la conversación, ya sabiendo que no debía preguntarle eso a él que su único propósito era la seguridad del hotel.

Guardó la armónica en su bolsilla y fue a la habitación. Inmediatamente siguió el olor del pañuelo que era mejor que la ropa robada, bajo ella una carta que le atemorizó.

Con ello todo el día estuvo perdido en la duda.

No se presentaría, de ninguna manera, pero se lo pedía y debía cumplir.

-buenas noches-saludo al volver, pasó con precaución a su habitación por si encontraba a alguien pero no fue así, sin embargo bajo la oscuridad brillaba una vela, iluminando su mesa y una cena para uno más había dos copas otra vez, ambas usadas, sin ninguna nota. Frunció el ceño. El delicioso aroma le hizo sentarse y comer, beber nuevamente más ahora rellenó el otro vaso. Antes de caer dormido un sonido lejano, puso atención, era una armónica que daba notas pacíficas, perfectas para una cena.

Corrió para encontrar el origen de la música. Provenía del piso superior, pasó por las escaleras de piedra que parecían formar un caracol muy amplio, abrió la puerta de madera del techo, encontrándose con varias copulas que le cubrían los alejos bordes, aun escuchaba pero antes de moverse hubo silencio. No se rindió para encontrarlo, buscando en todos lados.

Bajó con calma, entró sin pedir permiso, sonriendo de que su pretendido no solo comiera sino que también le sirviera. La tomo de un sorbo y se marchó.

No logro encontrarlo y peor fue escuchar a alguien bajar y no alcanzarlo. Estaba molesto. Ya era suficiente misterio.

“Pedí una cena contigo y, apenar de ser deliciosa y la música placentera, quiero tu compañía. De no ser así temo no darte una oportunidad” estaba por recostarse cuando recordó que el otro firmaba, así que coloco: “Kurosaki Ichigo” en el borde inferior derecho.

Antes de la media noche volvió para encontrarlo dormido. Lo acarició. Leyó la nota y se entristeció. Lloró sin poderlo evitar, amargamente. Se quedó fuera de la puerta, sentándose a sollozar.

-¿Quién anda ahí?

No pudo parar.

Se pegó a la puerta más no la abrió.

-¿Quién es?-cuestionó ante el llanto tan profundo de tristeza-no te haré daño. Voy a abrir…

-¡no!

Era voz de un hombre, profunda, quizá robusto.

-¿Quién eres?

-soy…-sentía la garganta seca y las manos temblar-tu prisionero triste.

Quiso abrir lentamente más el peso del otro impedía hacerlo.

-por fin te apareces.

-no sabía cómo hablarte.

La voz de quien lloraba era baja, forzada y agónica aun.

-¿Por qué lloras?

-por tu culpa. Quieres cenar conmigo y yo no puedo verte sin…-vuelve a llorar.

Le preocupa pero el estado mental de aquel por lo que intenta calmarlo.

-no llores, no hablaba en serio. Fue lindo lo que hiciste.

-¿de verdad? Gracias. Que gusto complacerte, Kurosaki Ichigo.

Voltea a su mesa para no hallar la nota.

-ya sabes mi nombre…

-y es muy bello.

-ahora dime el tuyo.

-¿podemos hablar así? ¿Puedo llamarte Ichigo nada más?-cuestiona sintiéndose muy bien con la puerta entre ambos.

-preferi…-nuevamente se escucha que las lágrimas caerán por los ojos del prisionero-claro, ambos me encantarían. Pero, dime, ¿Cuál es tu nombre?

Silencio.

Abre y no hay nadie. Se marchó.

En el suelo un reloj de plata con las 11:00 en punto, descompuesto. Lo toma, vuelve dentro a pensar en el adorable y enloquecido enamorado.

Notas finales:

Gracias por leer.


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